Causas antropogénicas de las
emisiones de gases de efecto invernadero
Los combustibles fósiles
progresivamente desde el siglo XIX se han covertido en las fuentes de energía
primaria dominantes en el sistema energético mundial. Pero a finales del siglo
XX estas fuentes de energía primaria comenzarán a ser cuestionadas debido a los
nocivos efectos medioambientales producto de la externalización de los costes de
producción en forma de gases de efecto invernadero a la atmósfera, responsables
de un progresivo cambio climático global.
Hasta que no comenzaron a conocerse
los efectos medioambientales de la externalización de costes, el modelo
energético y el crecimiento económico mundial se habían desarrollado sin entrar
en contradicción, pero una vez conocidos, la implementación de políticas
económicas de internalización de costes, para evitar las emisiones de gases de
efecto invernadero, ha derivado en una fuerte contradicción entre el crecimiento
económico y el modelo energético, pues la externalización de los costes de
producción con la libre emisión de gases a la atmósfera forma parte de la
ventaja comercial en los precios de los productos para el intercambio de
mercancías internacional. El fracaso en los intentos por disminuir la emisión de
los gases de efecto invernadero pone de manifiesto las dificultades existentes,
o tal vez la imposibilidad, para promover con carácter mundial un modelo de
internalización de costes, debido al rechazo de empresas y naciones a tal
inversión económica que les haría perder competitividad en el mercado e
internacional.
Es probable, que si desde el momento
presente se implementaran tecnologías a escala planetaria de internalización de
costes basadas en la captura de los gases de efecto invernadero y de su
almacenaje en sumideros, tal vez, se pudiera evitar una catástrofe
medioambiental, pero esta posibilidad en el vigente modelo económico mundial
basado históricamente en las ventajas de la externalización de costes resulta
actualmente inviable.
Por otra parte, el vigente modelo
energético mundial basado en un 80% en los combustibles fósiles, presenta el
problema no solamente de sus efectos medioambientales, sino el de su final en el
presente siglo XXI por agotamiento de las reservas de petróleo, gas natural y
carbón, sin que, por el momento, se haya desarrollado una alternativa energética
sólida de reemplazo a la capacidad calorífica que proporcionan los combustibles
fósiles al sistema energético mundial. Las alternativas de otras fuentes de
energía primaria como las energías renovables, por su elevado coste y las
limitaciones de la superficie terrestre, difícilmente van a poder representar el
equivalente a un 20% de la energía derivada de los combustibles fósiles, y la
implementación masiva de la energía de fisión nuclear presenta el problema de la
hipoteca milenaria de almacenamiento de los residuos radiactivos, así como que
las reservas de uranio son también limitadas.
De cualquier manera, la tarea
prioritaria que tiene la humanidad es trabajar con premura para implementar las
tecnologías de captura y almacenaje de los gases de efecto invernadero, así como
el desarrollo de un sistema energético que reemplace el agotamiento de los
combustibles fósiles. No queda mucho tiempo, tal vez no más de cincuenta años,
para que los dos problemas, si no se les encuentra solución, se manifiesten con
toda su crudeza, el primero con el colapso del desarrollo económico mundial por
agotamiento de las reservas de petróleo, gas natural y carbón, y el segundo
porque el grado de cambio climático alcanzado en ese periodo de tiempo pudiera
llegar al extremo de cuestionar la habitabilidad de extensos territorios del
Planeta actualmente habitables.
Cambios climáticos por el efecto
invernadero
Se produce un incremento en las
temperaturas mínimas, siendo mayor este incremento a menor promedio de la
temperatura mínima, de tal manera que el cambio climático térmico se acentúa en
los climas fríos y se suaviza en los templados y cálidos. El incremento de las
temperaturas mínimas responde a la retención en la troposfera de la radiación
nocturna en longitudes de onda larga, debido a los gases de efecto invernadero
que en décadas precedentes resultaban transparentes, siendo mayor la retención
diferencial de radiación nocturna en función del menor promedio de temperatura
mínima, es decir, en función de la mayor longitud de onda.
Este incremento afecta
principalmente a los climas con promedios históricos de temperatura mínima anual
por debajo de los 9 ºC. La repercusión del cambio térmico climático tiene ya una
gran importancia, pues afecta a la formación de hielo y a los deshielos, de tal
manera que disminuyen las masas de hielo y se acentúan los deshielos. Este
fenómeno afectaría también a la disminución de la reflexión de la radiación
solar, pues al disminuir la superficie de plataformas de reflexión de
superficies heladas la captación de energía en la tropopausa se incrementa lo
que puede dar lugar a un aumento de las temperaturas diurnas y la consiguiente
alteración de todo el ciclo térmico diario. Otro aspecto al que afecta este
cambio, es al régimen de los ríos pluvionivales, que en el caso de los grandes
ríos de las zonas templadas con un gran componente pluvionival puede provocar
inundaciones desconocidas.
Aunque se desconoce el alcance que
los cambios térmicos pueden tener en los grandes centros de acción que regulan
la circulación general atmosférica, un dato que parece firme es el reforzamiento
de determinadas masas térmicas de aire que regulan esta circulación como es el
caso del anticiclón de las Azores, que tiende a ampliar sus limites de acción
acentuando la sequedad de los climas localizados en esa nueva área de
influencia, pero en general, el aspecto más convulso de estos cambios va a estar
en la situación derivada del periodo de ajuste que se tiene que estar
produciendo en la circulación general atmosférica, lo que puede dar lugar a la
creación de profundas vaguadas alternadas con fuertes dorsales en altura que
darían lugar en superficie a fenómenos climáticos extremos, que en el caso de
las bajas presiones correspondería con huracanes, borrascas o tifones de fuerza
desconocida, y el caso de las altas presiones a sequías prolongadas o periodos
estacionales con elevadas temperaturas.
La duración del periodo de
transición climática por ajuste de la circulación general atmosférica es una
incógnita, pero que como mínimo tiene que durar lo mismo que dure la
modificación de la variable térmica en la tropopausa por causas antropogénicas.