Crisis económica cíclica o crisis
estructural
Después de casi cinco de años
de continuidad de la crisis económica y financiera en los países
desarrollados, se sigue insistiendo por políticos, analistas y
economistas oficialistas de estos países, en considerar la misma como
una crisis cíclica.
La naturaleza de una crisis cíclica viene
determinada porque transcurrido un periodo de tiempo el mercado ayudado
por las políticas financieras de los Bancos Centrales consistentes
principalmente en bajar los tipos de interés para estimular el crédito,
devolverá a la economía a la senda del crecimiento, iniciándose la fase
alcista del ciclo económico. En esta consideración, con la confianza
absoluta puesta en las fuerzas del libre mercado, la solución a la
crisis es un problema de tiempo.
Pero el paso del tiempo no ha dado ninguna
señal de que la crisis remita, más bien todo lo contrario, la pérdida de
poder adquisitivo de la población y el aumento del desempleo en los
países desarrollados incide negativamente en la recuperación al estar
fundamentada la demanda efectiva de sus economías principalmente en el
consumo interno.
El lamento de los empresarios de los países
industrializados para que se rebajen los costes laborales y disponer de
crédito para financiar sus proyectos, es un lamento estéril, pues, sino
hay demanda efectiva no pueden existir proyectos de producción.
La prolongación de la crisis tiene un impacto
de primera línea en el sector financiero lastrado a una economía
estancada. El negocio bancario se nutre de parte de los beneficios del
empresario que remiten en el banquero en forma de interés del préstamo
adelantado, pero sin expectativas de crecimiento el banquero no puede
prestar y sus ingresos decaen y, con ello, el sector financiero para
sobrevivir precisa ir reduciéndose y concentrándose, en muchos casos por
quiebra de los bancos más débiles.
La “banca solvente” realiza provisiones para
escenarios económicos límites, pero la realidad es que todas las
provisiones, en un escenario carente de negocio del que detraer
plusvalías para reponer sus activos, terminan agotándose. El ejemplo más
notorio es el español, que pasó de ser en los primeros años de la
crisis, según sus patrocinadores “la banca más solvente” a estar en el
2012 una parte importante de la misma en bancarrota, sobreviviendo
gracias a las ayudas del Estado y a la reestructuración por
concentración y reducción de sus activos sanos, y haber sacado de sus
balances los activos quebrados y depositarlos en una entidad de gestión
para su liquidación.
En esta larga espera que empieza a ser ya
desesperante, los Estados, agobiados por la pérdida de ingresos han
venido endeudándose para cubrir sus gastos corrientes a la vez que
recortan los mismos para evitar un mayor endeudamiento y para poder
hacer frente a los intereses de la deuda, siendo determinados los
mismos, según la solvencia del país, por los fondos opacos de los
mercados financieros de inversión.
Tanto los Estados como el sector financiero
de los países desarrollados, en el convencimiento de encontrarse en una
crisis cíclica se han instalado en la ilusión de que remitirá la fase
bajista del ciclo sin más fundamentos económicos que la espera
por la espera.
Esta visión se transmite sistemáticamente a
la ciudadanía de los países desarrollados. Reiteradamente aparecen en
los medios de comunicación de estos países, políticos con cargos de
responsabilidad y "expertos" financieros proclamando que el año
siguiente es el año de la recuperación. La lista de declaraciones desde
el 2008 anunciando la pronta recuperación es considerable. Para los
visionarios del 2008, el inicio de la recuperación iba a ser el 2009,
luego los visionarios del 2009 la anunciaron para el 2010, los del 2010
para el 2011, los del 2011 para el 2012, los del 2012 para el 2013, pero
muy poco de estos fallidos pronósticos parece que perduran en la memoria
colectiva.
La mayoría de la ciudadanía convencida de
esta visión cíclica de la
crisis que reiteradamente
les transmiten sus representantes políticos y legión de "expertos",
sigue estoicamente “esperando la salida del túnel”, tal vez porque por
el momento coincide con lo que quieren oír: "el próximo año se verán
los inicios de la recuperación".
Evolución porcentual del PIB en la
Eurozona (Fuente: Eurostat)
La cruda realidad es muy diferente, la
presente crisis económica de los países desarrollados no
es una crisis cíclica, sino que es una crisis estructural.
Desde la constitución de los primeros Estados liberales, el capitalismo
en su forma liberal ha tenido tres grandes crisis estructurales, la de
1873, la de 1929 y la presente del 2008, cada una ha tenido las
características propias de su momento histórico, pero ni la de 1873 ni
la de 1929 tuvieron una salida por la libre acción del mercado. La de
1873 derivó en el proteccionismo y el reparto imperial en áreas
geopolíticas de influencia que duró hasta la Primera Guerra Mundial. La
crisis de 1929 repitió el esquema de la primera crisis volviendo al
proteccionismo y a la disputa imperial por áreas de influencia que
culminó en la Segunda Guerra Mundial.
Tras esta guerra el capitalismo liberal ha
visto el final del imperialismo
colonial por emancipación
de las colonias, pero se ha desarrollado en base a una estructura
neocolonial sustentada en la ventaja de sus avances científico-técnicos
que le ha permitido concentrar la demanda efectiva mundial en los países
desarrollados, y subordinar durante más de medio de siglo al mundo
surgido de la descolonización como mano de obra barata y suministrador
de materias primas.
Pero tras la crisis financiera del 2008 el
modelo de crecimiento de la economía mundial sustentado en la demanda
efectiva de los países más desarrollados no es posible reeditarlo, por
varias razones:
-El mundo colonial ha desaparecido y las
relaciones económicas mundiales están tan interconectadas que no es
posible reeditar el proteccionismo y las áreas de influencia que tan
desastrosas consecuencias de dos guerras mundiales trajeron a la
humanidad.
-El consumo de los países desarrollados ha
alcanzado un límite, pues, en el actual estadio de desarrollo de los
principales países industrializados, las mejoras de la productividad que
obliga a producir más productos para mantener la tasa de ganancia,
debido a la concentración de la demanda efectiva en un número limitado
de consumidores, precisa de una aceleración del ciclo de consumo ya
inviable. Ese fue el fundamento de la crisis del 2008, donde se demostró
que el ciclo de crecimiento por elevación de necesidades, que precisaba
el capital financiero para mantener sus ganancias, como fue el
incremento de la adquisición de la doble residencia, el cambio de
automóvil en periodos progresivamente más cortos etc, había colapsado.
-En el periodo neoliberal (1973-2008) se
produjo una concentración de la renta inversión en manos privadas que
debido a la globalización financiera se ha situado en fondos opacos y
paraísos fiscales fuera del control de los Estados neoliberales, por lo
que éstos carecen de competencias para apropiarse de la misma vía fiscal
y traducirla en renta consumo.
-La demanda efectiva mundial se sitúa en los
países emergentes, los cuales disponen de sus propios recursos
financieros por lo que la banca occidental y la banca
especulativa en la sombra sustentada
en la renta inversión acumulada en el periodo neoliberal y ocultada en
fondos opacos tiene una capacidad de inversión limitada y, por lo tanto,
no puede obtener beneficios del crecimiento económico de los países
emergentes, teniendo que centrar su actividad en la especulación de las
deudas soberanas de los países desarrollados.
-Los países desarrollados están acorralados
en sus problemas estructurales económicos y ahora a diferencia del
pasado no existen salidas militares a la crisis.
La salida que tienen los países desarrollados
requiere de una acción mundial concertada que se debería basar
principalmente en:
- La reordenación del sistema financiero mundial acabando con los
paraísos y fiscales y los fondos opacos de inversión y propiciando un
patrón monetario universal.
- La colaboración con los países emergentes y
en desarrollo para buscar la prosperidad común.
- El reparto del trabajo en sus respectivos
países, y la instauración de un modelo de vida más modesto.
Pero las potencias industriales siguen
insistiendo en planes de competitividad sin que los mismos, al no
existir demanda efectiva, sirvan para reactivar el crecimiento económico
y, con ello, solo obtienen el resultado de concentrar la actividad
productiva en menos trabajadores, lo que incrementa el desempleo
principalmente entre los jóvenes.
Siguen acosando con su maquinaria militar a
los países en desarrollo a pesar de que ello tampoco les reporta ningún
beneficio económico, más bien lo contrario, como se está viendo en el
contencioso de Japón con China alentado por EEUU por el que la reducción
de Japón del 3,7 por ciento en las exportaciones de sus productos y
servicios en gran medida lo fue por el boicot de los consumidores chinos
a los productos japoneses.