Ideología y transformaciones
geopolíticas del espacio mundo contemporáneo
El 20 de abril del 2012, Li Baodong, representante permanente de China ante
Naciones Unidas, hizo una declaración durante una reunión abierta del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) exhortando al mundo a unirse ante el reto de
la no proliferación nuclear y el desarme
El fundamento de la declaración de Li Baodong se resume en la siguiente cita: “China
cree que para mantener la paz y la estabilidad internacional y para lograr la
seguridad general del mundo se debe defender un nuevo concepto de seguridad
basado en la confianza mutua, el beneficio, la igualdad y la coordinación entre
naciones, orientado especialmente a construir un ambiente internacional estable
basado en unas relaciones de confianza y entendimiento mutuos entre Estados,
apegados al multilateralismo y la seguridad colectiva con la ONU en el centro de
las decisiones, defendiendo los propósitos y principios de la Carta de la ONU, y
la solución de los problemas de escenarios conflictivos y disputas
internacionales a través del diálogo y la negociación, con el fin de eliminar
las causas básicas de la proliferación nuclear y el riesgo del terrorismo
nuclear”.
Esta declaración, aunque en el contexto internacional actual suena, por
imposible, a retórica, y porque para lograr el objetivo del desarme mundial se
precisaría de una hoja de ruta política y militar, la cual ninguna nación esta
dispuesta a implementarla unilateralmente, incluido China. Sin embargo, si se
puede considerar una declaración de principios donde se establecen los objetivos
del que debiera ser un mundo basado en la colaboración entre naciones y por lo
tanto en el que las armas nucleares así como las armas y estrategias militares
ofensivas carecerían de razón de ser.
Un mundo gobernado como una gran nación de naciones, sería el equivalente al
gobierno de una nación donde se intentan integrar los intereses de la propia
nación en uno solo; si ponemos como ejemplo a la propia China, EEUU, Rusia u
otra potencia nuclear ¿Qué sentido pudiera tener que cualquiera de estas
naciones dispondría de armamento nuclear para resolver sus posibles conflictos
internos?
La herencia del viejo mundo que desató en la primera mitad del siglo XX dos
cruentas guerras mundiales a las que sucedió en la segunda mitad del siglo XX un
largo periodo de Guerra Fría entre la antigua URSS y el mundo occidental, sigue
proyectando su sombra sobre el siglo XXI, a pesar de que las causas objetivas de
confrontación que sacudieron al mundo durante el siglo XX han desaparecido.
Desde los comienzos, del comercio de larga distancia de forma masiva en el siglo
XVI, la confrontación política y militar se fundamentó en la lucha por el
dominio de las áreas de influencia entre los viejos imperios coloniales
europeos, así como por su lucha por el control del Centro del Sistema Económico
Mundial ubicado en las metrópolis coloniales europeas.
Esta disputa por el control del Centro Mundial confrontaría a principios del
siglo XIX a la Francia napoleónica con el resto de naciones europeas. Tras la
derrota española a manos británicas en la batalla naval de Trafalgar (1805) y la
derrota de Napoleón en Waterloo (1815), el dominio de los mares del mundo pasó a
manos del Gran Bretaña y con ello el comercio de larga distancia.
Durante el siglo XIX tras la institucionalización del capitalismo en las
constituciones liberales que pusieron fin al Antiguo Régimen Estamental, la
Economía Mundo se regía desde el Centro del Sistema Económico Mundial en Europa,
en disputa principalmente entre Francia, Alemania y Gran Bretaña.
Si bien desde la derrota de Napoleón en 1815 hasta la Primera Gran Guerra
Mundial en 1914, hubo cien años de paz, la crisis económica de 1873 acentuaría
al enfrentamiento entre estas naciones, en la convicción de que quien dominará
al otro dominaría el Centro del Sistema económico mundial y con ello dominaría
el mundo, pues las colonias dependientes de cada imperio pasarían a estar bajo
el dominio del vencedor.
La Primera Gran Guerra Mundial fue la culminación de este enfrentamiento en el
Centro del Sistema político y económico mundial con la derrota de Alemania. No
obstante, las causas del enfrentamiento por el dominio europeo no
desaparecieron; la derrota alemana y la siguiente gran crisis económica de 1929
llevaría a los nazis al poder en Alemania que iniciaron la Segunda Guerra
Mundial en su aspiración de resarcirse de la derrota en la Primera Gran Guerra y
pasar a dominar el mundo derrotando a quienes detentaban entonces el control del
Centro del Sistema Mundial, Francia y Gran Bretaña.
Si bien, para esas fechas otros actores internacionales habían irrumpido con
fuerza en el escenario mundial, principalmente EEUU en América, la URSS en
Euro-Asia y Japón en el Oriente asiático. Japón se constituyó en Aliado de
Alemania y las otras dos potencias se unirían contra Alemania. La derrota de
Alemania y Japón (1945) supuso al término de la guerra una nueva distribución
del poder del mundo, EEUU pasaría a dominar el Centro del Sistema económico
mundial y la URSS constituiría un mundo aparte desconexionado del sistema
capitalista mundial en un régimen de economía estatalizada.
La discusión, en el movimiento comunista internacional, entre la formula de
avanzar en la eliminación del capitalismo mundial a través del sistema de
revolución y desconexión país a país -defendida por Lenin en la tesis de la
viabilidad de la revolución socialista en un solo país-, y la fórmula de Trotsky
de propiciar una revolución total en el Centro del Sistema económico mundial
daría lugar, durante y tras la revolución bolchevique (1917), a enfrentamientos
ideológicos entre Trotsky y Lenín. Trotsky creyó durante la Primera Guerra
Mundial que el triunfo de la Revolución socialista en Alemania permitiría, al
igual que lo pretendió Napoleón, hacerse con el control del Centro del Sistema
económico mundial y, con ello, puesto que, en esa época, la fuerza política y
militar de las colonias bajo el control de los imperios europeos prácticamente
era inexistente, la revolución socialista podría extenderse desde el Centro del
Sistema económico mundial a todo el mundo. Esta disputa se resolvió a favor de
las tesis de Lenin quien firmaría la paz con Alemania (1918), concentrando los
esfuerzos revolucionarios de la convulsa Europa en la construcción en Rusia, en
la manera que lo entendían los bolcheviques, del primer país socialista del
mundo.
Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se produjo un rápido movimiento de
independencia de las colonias que cambiaría geopolíticamente el mundo. Esta
independencia traería el final de la principal razón de ser del enfrentamiento
de las potencias por el control del Centro del sistema mundial, “el dominio
colonial del mundo”, con ello, después de quinientos años de luchas entre
naciones en Europa, la paz y la colaboración se impuso entre los viejos imperios
coloniales.
La desconexión del Sistema Económico Mundial como modelo alternativo al
capitalismo constituyó para muchos revolucionarios independentistas que
lideraron a lo largo del siglo XX la emancipación colonial, una alternativa que
se abría paso a través de las guerras por la independencia contra los viejos
imperios coloniales. Las declaraciones de independencia de numerosos países en
África y Asia y, sobre todo, el triunfo de la revolución socialista en China en
1949, reforzaría en los revolucionarios de inspiración comunista las tesis de la
desconexión progresiva país a país del sistema económico mundial dominado ahora
por EEUU.
No obstante, en el caso de China, si bien los revolucionarios chinos liderados
por Mao Zedong, una vez en el poder, siguieron los pasos de la estrategia de la
desconexión marcada por la URSS, a finales de los años sesenta del siglo XX, se
desmarcarían de las tesis soviéticas porque comprendieron que el ámbito
socialista desconexionado del sistema económico mundial capitalista predominante
en el mundo, había pasado a tener un nuevo centro rector y dominador, Moscú.
La alianza de China con EEUU bajo el mandato de Mao Zedong y Nixon en los años
setenta, utilizada por ambos países como contrapeso al expansionismo soviético,
tuvo posteriormente para China un significado especial en la política de reforma
y apertura liderada por Deng Xiaoping. La desconexión dejó de ser el camino para
alcanzar la prosperidad de China como nación y para la transformación del mundo
a favor de la paz, prosperidad, fraternidad y libertad para toda la humanidad,
-objetivos que sintetizaban los valores últimos del comunismo tal y como lo
entendiera el marxismo- sino que el camino se fundamentó en la progresiva
reforma y apertura interna de China y en la promoción de una política exterior
basada en los principios de la ONU y la coexistencia pacifica, donde cada país
debiera encontrar su camino de paz y de prosperidad. Con estos principios
adoptados por China y tras el derrumbe de la URSS (1989- 1991), la desconexión
como forma revolucionaria de transformación del mundo, así como, la exportación
de la revolución desde un centro socialista pasó a formar parte del pasado, el
mundo volvió a estar conexionado en una única economía competencial mundial
aunque con fundamentos diferentes al periodo decimonónico, ahora la economía
mundial incorporaba con fuerza las aspiraciones de desarrollo de las naciones
que en el pasado fueron colonias.
El derrumbe de la URSS, animaría a los estrategas de EEUU a liderar una doctrina
ideológica de exportación de la revolución liberal a los países del este europeo
emancipados de la tutela soviética, así como a intentar reconstruir en Oriente
Medio y Latinoamérica un dominio colonial. No obstante, las fracasadas guerras
de Irak y Afganistán, y los fracasos de las intentonas de golpes de Estado en
Venezuela, Bolivia y Ecuador en la primera década del siglo XXI, han demostrado
que las pretensiones de EEUU de exportar el neoliberalismo y reeditar el
colonialismo era una pretensión anacrónica, o más bien, una ilusión de quienes
se creían que por tener la mayor capacidad militar del mundo podían dominarlo.
La evidencia de los hechos ha demostrado que la descolonización no era
históricamente reversible, EEUU podía y puede ganar una invasión o hacer que
triunfe un golpe de Estado en un país que no se someta a su tutela, pero en la
confrontación posterior, es decir, en la guerra prolongada siempre pierde.
El mundo ha cambiado, pero la percepción que todavía muchos intelectuales y
políticos, sobre todo Occidentales, siguen teniendo del mundo es que se precisa
seguir en estado de confrontación para obtener ventajas del dominio sobre otras
naciones. Esta aspiración es la que sigue manteniendo en la segunda década del
siglo XXI una institución anacrónica perteneciente al periodo de la guerra fría
como es la OTAN.
No se puede evitar que esta sombra del pasado siga proyectándose sobre el
presente, al igual que fue inevitable que la sombra del Antiguo Régimen
Estamental se prolongara durante todo el siglo XIX y del que todavía quedan
reminiscencias con la existencia de monarquías con cierto poder político en
Europa y un poder absolutista en el Mundo árabe.
Ahora a diferencia del pasado, en la confrontación no hay nada que ganar y si
mucho que perder, mientras que en la colaboración es donde se encuentran los
beneficios recíprocos, ese el mensaje de Li Baodong.
La humanidad se enfrenta en este siglo a problemas nuevos que no los tuvo en el
pasado, principalmente por el posible agotamiento, en unas décadas, de las
reservas de los combustibles fósiles; por las emisiones de gases de efecto
invernadero a la atmósfera y el consiguiente cambio climático que ello conlleva
que puede traer la elevación del nivel de los océanos poniendo en riesgo la
habitabilidad de los actuales asentamientos humanos costeros en los que viven la
mitad de la humanidad, así como el aumento de los fenómenos meteorológicos
extremos; por la depredación de recursos limitados mundiales como el agua
potable, o por el riesgo de una catástrofe nuclear, entre otros.
El poder de una oligarquía occidental, que sigue dominando el Centro del sistema
financiero mundial, que tras la crisis financiera y económica mundial iniciada
en el 2008 se muestra incapaz de hacer prosperar la economía mundial, que
antepone sus mezquinos intereses del beneficio de unos pocos a los problemas que
se enfrenta la humanidad, hace que prevalezca, a través de los grandes
latifundios de la comunicación, que esta clase financia, la miopía política del
discurso ideológico de la confrontación como forma de mantener la prevalencia de
los intereses de unas pocas naciones sobre los del conjunto de la humanidad
Las transformaciones que precisan las naciones en los actuales tiempos son
universales y fundamentadas en la colaboración, la confianza y el diálogo. Solo
el surgimiento de un pensamiento globalizador con objetivos planetarios que
atraviese las fronteras y se incardine en las grandes masas de población, puede
acabar con el viejo mundo y traer la esperanza de un mundo nuevo.
No obstante, la sombra del viejo mundo sigue siendo dominante, esperemos que la
misma vea su ocaso, y los intelectuales, políticos, financieros y militares que
actualmente la alimentan desparezcan con el advenimiento de una nueva
generación.
Las alternativas son: cooperación mundial o barbarie socioeconómica, cooperación
mundial o desastre medioambiental, cooperación mundial o riesgo de catástrofe
nuclear.