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NUEVO TESTAMENTO
MATEO
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2 TIMOTEO /
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2 PEDRO /
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2 JUAN /
3 JUAN /
JUDAS /
APOCALIPSIS /
AMÉN.
SAN MATEO
El
Evangelio Según
SAN MATEO
Genealogía de Jesucristo
(Lc.3.23-38)
MATEO 1
1 Libro de la genealogía
de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
2 Abraham engendró a
Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos.
3 Judá engendró de Tamar a
Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram.
4 Aram engendró a Aminadab,
Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón.
5 Salmón engendró de Rahab
a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí.
6 Isaí engendró al rey
David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.
7 Salomón engendró a
Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa.
8 Asa engendró a Josafat,
Josafat a Joram, y Joram a Uzías.
9 Uzías engendró a Jotam,
Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías.
10 Ezequías engendró a
Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías.
11 Josías engendró a
Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.
12 Después de la
deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel.
13 Zorobabel engendró a
Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor.
14 Azor engendró a Sadoc,
Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.
15 Eliud engendró a
Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob;
16 y Jacob engendró a
José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
17 De manera que todas las
generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la
deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta
Cristo, catorce.
Nacimiento de Jesucristo
(Lc.2.1-7)
18 El nacimiento de
Jesucristo fue así:
Estando desposada María
su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del
Espíritu Santo.
19 José su marido, como
era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
20 Y pensando él en esto,
he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo:
José, hijo de David, no
temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del
Espíritu Santo es.
21 Y dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto aconteció
para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
23 He aquí, una virgen
concebirá y dará a luz un hijo. Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es:
Dios con nosotros.
24 Y despertando José del
sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su muJer.25
Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por
nombre JESÚS.
La
visita de los magos
MATEO 2
1 Cuando Jesús nació en
Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos
magos,
2 diciendo:
¿Dónde está el rey de los
judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a
adorarle.
3 Oyendo esto, el rey
Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
4 Y convocados todos los
principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de
nacer el Cristo.
5 Ellos le dijeron:
En Belén de Judea; porque
así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belén, de la
tierra de Judá,
No eres la más pequeña
entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un
guiador,
Que apacentará a mi pueblo
Israel.
7 Entonces Herodes,
llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la
aparición de la estrella;
8 y enviándolos a Belén,
dijo:
Id allá y averiguad con
diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo
también vaya y le adore.
9 Ellos, habiendo oído al
rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante
de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
10 Y al ver la estrella,
se regocijaron con muy grande gozo.
11 Y al entrar en la casa,
vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus
tesoros, le ofrecieron presentes:
oro, incienso y mirra.
12 Pero siendo avisados
por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por
otro camino.
Matanza
de los niños
13 Después que partieron
ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo:
Levántate y toma al niño
y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque
acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.
14 Y él, despertando, tomó
de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto,
15 y estuvo allá hasta la
muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del
profeta, cuando dijo:
De Egipto llamé a mi
Hijo.
16 Herodes entonces,
cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los
niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores,
conforme al tiempo que había inquirido de los magos.
17 Entonces se cumplió lo
que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:
18 Voz fue oída en Ramá,
Grande lamentación, lloro
y gemido;
Raquel que llora a sus
hijos,
Y no quiso ser consolada,
porque perecieron.
19 Pero después de muerto
Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto,
20 diciendo:
Levántate, toma al niño y
a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la
muerte del niño.
21 Entonces él se levantó,
y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel.
22 Pero oyendo que
Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá;
pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea,
23 y vino y habitó en la
ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los
profetas, que habría de ser llamado nazareno.
Predicación de Juan el Bautista
(Mr.1.1-8; Lc.3.1-9,15-17;
Jn.1.19-28)
MATEO 3
1 En aquellos días vino
Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
2 y diciendo:
Arrepentíos, porque el
reino de los cielos se ha acercado.
3 Pues éste es aquel de
quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
Voz del que clama en el
desierto:
Preparad el camino del
Señor,
Enderezad sus sendas.
4 Y Juan estaba vestido de
pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida
era langostas y miel silvestre.
5 Y salía a él Jerusalén,
y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán,
6 y eran bautizados por él
en el Jordán, confesando sus pecados.
7 Al ver él que muchos de
los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía:
¡Generación de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos
dignos de arrepentimiento,
9 y no penséis decir
dentro de vosotros mismos:
A Abraham tenemos por
padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas
piedras.
10 Y ya también el hacha
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto
es cortado y echado en el fuego.
11 Yo a la verdad os
bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo
no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu
Santo y fuego.
12 Su aventador está en su
mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en
fuego que nunca se apagará.
El
bautismo de Jesús
(Mr.1.9-11; Lc.3.21-22)
13 Entonces Jesús vino de
Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.
14 Mas Juan se le oponía,
diciendo:
Yo necesito ser bautizado
por ti, ¿y tú vienes a mí?
15 Pero Jesús le
respondió:
Deja ahora, porque así
conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.
16 Y Jesús, después que
fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y
vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.
17 Y hubo una voz de los
cielos, que decía:
Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia.
Tentación de Jesús
(Mr.1.12-13; Lc.4.1-13)
MATEO 4
1 Entonces Jesús fue
llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
2 Y después de haber
ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
3 Y vino a él el tentador,
y le dijo:
Si eres Hijo de Dios, di
que estas piedras se conviertan en pan.
4 Él respondió y dijo:
Escrito está:
No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le
llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo,
6 y le dijo:
Si eres Hijo de Dios,
échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará
acerca de ti,
y,
En sus manos te
sostendrán,
Para que no tropieces con
tu pie en piedra.
7 Jesús le dijo:
Escrito está también:
No tentarás al Señor tu
Dios.
8 Otra vez le llevó el
diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria
de ellos,
9 y le dijo:
Todo esto te daré, si
postrado me adorares.
10 Entonces Jesús le dijo:
Vete, Satanás, porque
escrito está:
Al Señor tu Dios
adorarás, y a él sólo servirás.
11 El diablo entonces le
dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
Jesús
principia su ministerio
(Mr.1.14-20; Lc.4.14-15;5.1-11;6.17-19)
12 Cuando Jesús oyó que
Juan estaba preso, volvió a Galilea;
13 y dejando a Nazaret,
vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de
Neftalí,
14 para que se cumpliese
lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
15 Tierra de Zabulón y
tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro
lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
16 El pueblo asentado en
tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en
región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció.
17 Desde entonces comenzó
Jesús a predicar, y a decir:
Arrepentíos, porque el
reino de los cielos se ha acercado.
18 Andando Jesús junto al
mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano,
que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
19 Y les dijo:
Venid en pos de mí, y os
haré pescadores de hombres.
20 Ellos entonces, dejando
al instante las redes, le siguieron.
21 Pasando de allí, vio a
otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con
Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
22 Y ellos, dejando al
instante la barca y a su padre, le siguieron.
23 Y recorrió Jesús toda
Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del
reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
24 Y se difundió su fama
por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por
diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y
los sanó.
25 Y le siguió mucha gente
de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.
El
Sermón del monte:
Las
bienaventuranzas
(Lc.6.20-23)
MATEO 5
1 Viendo la multitud,
subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca les
enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los
pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que
lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los
mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de
limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que
padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos.
11 Bienaventurados sois
cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra
vosotros, mintiendo.
12 Gozaos y alegraos,
porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los
profetas que fueron antes de vosotros.
La sal
de la tierra
13 Vosotros sois la sal de
la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más
para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La luz
del mundo
14 Vosotros sois la luz
del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Ni se enciende una luz
y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que
están en casa.
16 Así alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos.
Jesús y
la ley
17 No penséis que he
venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para
cumplir.
18 Porque de cierto os
digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará
de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
19 De manera que
cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a
los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera
que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
20 Porque os digo que si
vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis
en el reino de los cielos.
Jesús y
la ira
(Lc.12.57-59)
21 Oísteis que fue dicho a
los antiguos:
No matarás; y cualquiera
que matare será culpable de juicio.
22 Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera
que diga:
Necio, a su hermano, será
culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga:
Fatuo, quedará expuesto
al infierno de fuego.
23 Por tanto, si traes tu
ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y
presenta tu ofrenda.
25 Ponte de acuerdo con tu
adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la
cárcel.
26 De cierto te digo que
no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Jesús y
el adulterio
27 Oísteis que fue dicho:
No cometerás adulterio.
28 Pero yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su
corazón.
29 Por tanto, si tu ojo
derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
30 Y si tu mano derecha te
es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno
de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Jesús y
el divorcio
31 También fue dicho:
Cualquiera que repudie a
su mujer, dele carta de divorcio.
32 Pero yo os digo que el
que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella
adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Jesús y
los juramentos
33 Además habéis oído que
fue dicho a los antiguos:
No perjurarás, sino
cumplirás al Señor tus juramentos.
34 Pero yo os digo:
No juréis en ninguna
manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
35 ni por la tierra,
porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran
Rey.
36 Ni por tu cabeza
jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.
37 Pero sea vuestro
hablar:
Sí, sí; no, no; porque lo
que es más de esto, de mal procede.
El amor
hacia los enemigos
(Lc.6.27-36)
38 Oísteis que fue dicho:
Ojo por ojo, y diente por
diente.
39 Pero yo os digo:
No resistáis al que es
malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también
la otra;
40 y al que quiera ponerte
a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;
41 y a cualquiera que te
obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
42 Al que te pida, dale; y
al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho:
Amarás a tu prójimo, y
aborrecerás a tu enemigo.
44 Pero yo os digo:
Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por
los que os ultrajan y os persiguen;
45 para que seáis hijos de
vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los
que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los
publicanos?
47 Y si saludáis a
vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los
gentiles?
48 Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Jesús y
la limosna
MATEO 6
1 Guardaos de hacer
vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra
manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2 Cuando, pues, des
limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo
que ya tienen su recompensa.
3 Mas cuando tú des
limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
4 para que sea tu limosna
en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Jesús y
la oración
(Lc.11.2-4)
5 Y cuando ores, no seas
como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las
esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya
tienen su recompensa.
6 Mas tú, cuando ores,
entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y
tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
7 Y orando, no uséis vanas
repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
8 No os hagáis, pues,
semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis.
9 Vosotros, pues, oraréis
así:
Padre nuestro que estás
en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino. Hágase
tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy.
12 Y perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la
gloria, por todos los siglos. Amén.
14 Porque si perdonáis a
los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial;
15 mas si no perdonáis a
los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Jesús y
el ayuno
16 Cuando ayunéis, no
seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para
mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
17 Pero tú, cuando ayunes,
unge tu cabeza y lava tu rostro,
18 para no mostrar a los
hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público.
Tesoros
en el cielo
(Lc.12.32-34)
19 No os hagáis tesoros en
la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y
hurtan;
20 sino haceos tesoros en
el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan.
21 Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
La
lámpara del cuerpo
(Lc.11.33-36)
22 La lámpara del cuerpo
es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;
23 pero si tu ojo es
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es
tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Dios y
las riquezas
(Lc.16.13)
24 Ninguno puede servir a
dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
El afán
y la ansiedad
(Lc.12.22-31)
25 Por tanto os digo:
No os afanéis por vuestra
vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué
habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido?
26 Mirad las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros
podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por
qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen:
no trabajan ni hilan;
29 pero os digo, que ni
aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del
campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará
mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31 No os afanéis, pues,
diciendo:
¿Qué comeremos, o qué
beberemos, o qué vestiremos?
32 Porque los gentiles
buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad
de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os afanéis
por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día
su propio mal.
El
juzgar a los demás
(Lc.6.37-38,41-42)
MATEO 7
1 No juzguéis, para que no
seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con
que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿Y por qué miras la paja
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu
propio ojo?
4 ¿O cómo dirás a tu
hermano:
Déjame sacar la paja de
tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
5 ¡Hipócrita! saca primero
la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu
hermano.
6 No deis lo santo a los
perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las
pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.
La
oración, y la regla de oro
(Lc.11.9-13;6.31)
7 Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque todo aquel que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9 ¿Qué hombre hay de
vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
10 ¿O si le pide un
pescado, le dará una serpiente?
11 Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?
12 Así que, todas las
cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros
con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
La
puerta estrecha
(Lc.13.24)
13 Entrad por la puerta
estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y muchos son los que entran por ella;
14 porque estrecha es la
puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Por sus
frutos los conoceréis
(Lc.6.43-44)
15 Guardaos de los falsos
profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces.
16 Por sus frutos los
conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
17 Así, todo buen árbol da
buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.
18 No puede el buen árbol
dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.
19 Todo árbol que no da
buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
20 Así que, por sus frutos
los conoceréis.
Nunca
os conocí
(Lc.13.25-27)
21 No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en
el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos.
22 Muchos me dirán en
aquel día:
Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?
23 Y entonces les
declararé:
Nunca os conocí; apartaos
de mí, hacedores de maldad.
Los dos
cimientos
(Lc.6.46-49)
24 Cualquiera, pues, que
me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que
edificó su casa sobre la roca.
25 Descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó,
porque estaba fundada sobre la roca.
26 Pero cualquiera que me
oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que
edificó su casa sobre la arena;
27 y descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y
cayó, y fue grande su ruina.
28 Y cuando terminó Jesús
estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina;
29 porque les enseñaba
como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Jesús
sana a un leproso
(Mr.1.40-45; Lc.5.12-16)
MATEO 8
1 Cuando descendió Jesús
del monte, le seguía mucha gente.
2 Y he aquí vino un
leproso y se postró ante él, diciendo:
Señor, si quieres, puedes
limpiarme.
3 Jesús extendió la mano y
le tocó, diciendo:
Quiero; sé limpio. Y al
instante su lepra desapareció.
4 Entonces Jesús le dijo:
Mira, no lo digas a
nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés,
para testimonio a ellos.
Jesús
sana al siervo de un centurión
(Lc.7.1-10)
5 Entrando Jesús en
Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
6 y diciendo:
Señor, mi criado está
postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.
7 Y Jesús le dijo:
Yo iré y le sanaré.
8 Respondió el centurión y
dijo:
Señor, no soy digno de
que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará.
9 Porque también yo soy
hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste:
Ve, y va; y al otro:
Ven, y viene; y a mi
siervo:
Haz esto, y lo hace.
10 Al oírlo Jesús, se
maravilló, y dijo a los que le seguían:
De cierto os digo, que ni
aun en Israel he hallado tanta fe.
11 Y os digo que vendrán
muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en
el reino de los cielos;
12 mas los hijos del reino
serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de
dientes.
13 Entonces Jesús dijo al
centurión:
Ve, y como creíste, te
sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
Jesús
sana a la suegra de Pedro
(Mr.1.29-34; Lc.4.38-41)
14 Vino Jesús a casa de
Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre.
15 Y tocó su mano, y la
fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
16 Y cuando llegó la
noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los
demonios, y sanó a todos los enfermos;
17 para que se cumpliese
lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
El mismo tomó nuestras
enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
Los que
querían seguir a Jesús
(Lc.9.57-62)
18 Viéndose Jesús rodeado
de mucha gente, mandó pasar al otro lado.
19 Y vino un escriba y le
dijo:
Maestro, te seguiré
adondequiera que vayas.
20 Jesús le dijo:
Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar su cabeza.
21 Otro de sus discípulos
le dijo:
Señor, permíteme que vaya
primero y entierre a mi padre.
22 Jesús le dijo:
Sígueme; deja que los
muertos entierren a sus muertos.
Jesús
calma la tempestad
(Mr.4.35-41; Lc.8.22-25)
23 Y entrando él en la
barca, sus discípulos le siguieron.
24 Y he aquí que se
levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero
él dormía.
25 Y vinieron sus
discípulos y le despertaron, diciendo:
¡Señor, sálvanos, que
perecemos! 26 El les dijo:
¿Por qué teméis, hombres
de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo
grande bonanza.
27 Y los hombres se
maravillaron, diciendo:
¿Qué hombre es éste, que
aun los vientos y el mar le obedecen?
Los
endemoniados gadarenos
(Mr.5.1-20; Lc.8.26-39)
28 Cuando llegó a la otra
orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados
que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar
por aquel camino.
29 Y clamaron diciendo:
¿Qué tienes con nosotros,
Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?
30 Estaba paciendo lejos
de ellos un hato de muchos cerdos.
31 Y los demonios le
rogaron diciendo:
Si nos echas fuera,
permítenos ir a aquel hato de cerdos.
32 El les dijo:
Id. Y ellos salieron, y
se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó
en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas.
33 Y los que los
apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que
había pasado con los endemoniados.
34 Y toda la ciudad salió
al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus
contornos.
Jesús
sana a un paralítico
(Mr.2.1-12; Lc.5.17-26)
MATEO 9
1 Entonces, entrando Jesús
en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.
2 Y sucedió que le
trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos,
dijo al paralítico:
Ten ánimo, hijo; tus
pecados te son perdonados.
3 Entonces algunos de los
escribas decían dentro de sí:
Este blasfema.
4 Y conociendo Jesús los
pensamientos de ellos, dijo:
¿Por qué pensáis mal en
vuestros corazones?
5 Porque, ¿qué es más
fácil, decir:
Los pecados te son
perdonados, o decir:
Levántate y anda?
6 Pues para que sepáis que
el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice
entonces al paralítico):
Levántate, toma tu cama,
y vete a tu casa.
7 Entonces él se levantó y
se fue a su casa.
8 Y la gente, al verlo, se
maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
Llamamiento de Mateo
(Mr.2.13-17; Lc.5.27-32)
9 Pasando Jesús de allí,
vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos
públicos, y le dijo:
Sígueme. Y se levantó y
le siguió.
10 Y aconteció que estando
él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que
habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Cuando vieron esto los
fariseos, dijeron a los discípulos:
¿Porqué come vuestro
Maestro con los publicanos y pecadores?
12 Al oír esto Jesús, les
dijo:
Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos.
13 Id, pues, y aprended lo
que significa:
Misericordia quiero, y no
sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al
arrepentimiento.
La
pregunta sobre el ayuno
(Mr.2.18-22; Lc.5.33-39)
14 Entonces vinieron a él
los discípulos de Juan, diciendo:
¿Por qué nosotros y los
fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
15 Jesús les dijo:
¿Acaso pueden los que
están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán
días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
16 Nadie pone remiendo de
paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace
peor la rotura.
17 Ni echan vino nuevo en
odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los
odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro
se conservan juntamente.
La hija
de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mr.5.21-43; Lc.8.40-56)
18 Mientras él les decía
estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él, diciendo:
Mi hija acaba de morir;
mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Y se levantó Jesús, y
le siguió con sus discípulos.
20 Y he aquí una mujer
enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó
el borde de su manto;
21 porque decía dentro de
sí:
Si tocare solamente su
manto, seré salva.
22 Pero Jesús, volviéndose
y mirándola, dijo:
Ten ánimo, hija; tu fe te
ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.
23 Al entrar Jesús en la
casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía
alboroto,
24 les dijo:
Apartaos, porque la niña
no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él.
25 Pero cuando la gente
había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó.
26 Y se difundió la fama
de esto por toda aquella tierra.
Dos
ciegos reciben la vista
27 Pasando Jesús de allí,
le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo:
¡Ten misericordia de
nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y
Jesús les dijo:
¿Creéis que puedo hacer
esto? Ellos dijeron:
Sí, Señor.
29 Entonces les tocó los
ojos, diciendo:
Conforme a vuestra fe os
sea hecho.
30 Y los ojos de ellos
fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo:
Mirad que nadie lo sepa.
31 Pero salidos ellos,
divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.
Un mudo
habla
32 Mientras salían ellos,
he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado.
33 Y echado fuera el
demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía:
Nunca se ha visto cosa
semejante en Israel.
34 Pero los fariseos
decían:
Por el príncipe de los
demonios echa fuera los demonios.
La mies
es mucha
35 Recorría Jesús todas
las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el
evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36 Y al ver las
multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas
como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dijo a sus
discípulos:
A la verdad la mies es
mucha, mas los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Señor
de la mies, que envíe obreros a su mies.
Elección de los doce apóstoles
(Mr.3.13-19; Lc.6.12-16)
MATEO
10
1 Entonces llamando a sus
doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los
echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
2 Los nombres de los doce
apóstoles son estos:
primero Simón, llamado
Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;
3 Felipe, Bartolomé,
Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo,
4 Simón el cananista, y
Judas Iscariote, el que también le entregó.
Misión
de los doce
(Mr.6.7-13; Lc.9.1-6)
5 A estos doce envió
Jesús, y les dio instrucciones, diciendo:
Por camino de gentiles no
vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis,
6 sino id antes a las
ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Y yendo, predicad,
diciendo:
El reino de los cielos se
ha acercado.
8 Sanad enfermos, limpiad
leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de
gracia.
9 No os proveáis de oro,
ni plata, ni cobre en vuestros cintos;
10 ni de alforja para el
camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es
digno de su alimento.
11 Mas en cualquier ciudad
o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que
salgáis.
12 Y al entrar en la casa,
saludadla.
13 Y si la casa fuere
digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se
volverá a vosotros.
14 Y si alguno no os
recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid
el polvo de vuestros pies.
15 De cierto os digo que
en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y
de Gomorra, que para aquella ciudad.
Persecuciones venideras
16 He aquí, yo os envío
como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y
sencillos como palomas.
17 Y guardaos de los
hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán;
18 y aun ante gobernadores
y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los
gentiles.
19 Mas cuando os
entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os
será dado lo que habéis de hablar.
20 Porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
21 El hermano entregará a
la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los
padres, y los harán morir.
22 Y seréis aborrecidos de
todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será
salvo.
23 Cuando os persigan en
esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de
recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo de Hombre.
24 El discípulo no es más
que su maestro, ni el siervo más que su señor.
25 Bástale al discípulo
ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron
Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?
A quién
se debe temer
(Lc.12.2-9)
26 Así que, no los temáis;
porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no
haya de saberse.
27 Lo que os digo en
tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las
azoteas.
28 Y no temáis a los que
matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede
destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos
pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro
Padre.
30 Pues aun vuestros
cabellos están todos contados.
31 Así que, no temáis; más
valéis vosotros que muchos pajarillos.
32 A cualquiera, pues, que
me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre
que está en los cielos.
33 Y a cualquiera que me
niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está
en los cielos.
Jesús,
causa de división
(Lc.12.49-53;14.26-27)
34 No penséis que he
venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
35 Porque he venido para
poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la
nuera contra su suegra;
36 y los enemigos del
hombre serán los de su casa.
37 El que ama a padre o
madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no
es digno de mí;
38 y el que no toma su
cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39 El que halla su vida,
la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Recompensas
(Mr.9.41)
40 El que a vosotros
recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un
profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a
un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá.
42 Y cualquiera que dé a
uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo,
de cierto os digo que no perderá su recompensa.
Los
mensajeros de Juan el Bautista
(Lc.7.18-35)
MATEO
11
1 Cuando Jesús terminó de
dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar
en las ciudades de ellos.
2 Y al oír Juan, en la
cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,
3 para preguntarle:
¿Eres tú aquel que había
de venir, o esperaremos a otro?
4 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Id, y haced saber a Juan
las cosas que oís y veis.
5 Los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son
resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
6 y bienaventurado es el
que no halle tropiezo en mí.
7 Mientras ellos se iban,
comenzó Jesús a decir de Juan a la gente:
¿Qué salisteis a ver al
desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
8 ¿O qué salisteis a ver?
¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan
vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están.
9 Pero ¿qué salisteis a
ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
10 Porque éste es de quien
está escrito:
He aquí, yo envío mi
mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu
camino delante de ti.
11 De cierto os digo:
Entre los que nacen de
mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en
el reino de los cielos, mayor es que él.
12 Desde los días de Juan
el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos
lo arrebatan.
13 Porque todos los
profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
14 Y si queréis recibirlo,
él es aquel Elías que había de venir.
15 El que tiene oídos para
oír, oiga.
16 Mas ¿a qué compararé
esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y
dan voces a sus compañeros,
17 diciendo:
Os tocamos flauta, y no
bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.
18 Porque vino Juan, que
ni comía ni bebía, y dicen:
Demonio tiene.
19 Vino el Hijo del
Hombre, que come y bebe, y dicen:
He aquí un hombre
comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la
sabiduría es justificada por sus hijos.
Ayes
sobre las ciudades impenitentes
(Lc.10.13-16)
20 Entonces comenzó a
reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros,
porque no se habían arrepentido, diciendo:
21 Ay de ti, Corazín! Ay
de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que
han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y
en ceniza.
22 Por tanto os digo que
en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que
para vosotras.
23 Y tú, Capernaum, que
eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma
se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido
hasta el día de hoy.
24 Por tanto os digo que
en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma,
que para ti.
Venid a
mí y descansad
(Lc.10.21-22)
25 En aquel tiempo,
respondiendo Jesús, dijo:
Te alabo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los
entendidos, y las revelaste a los niños.
26 Sí, Padre, porque así
te agradó.
27 Todas las cosas me
fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al
Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
28 Venid a mí todos los
que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
29 Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas;
30 porque mi yugo es
fácil, y ligera mi carga.
Los
discípulos recogen espigas en el día de reposo
(Mr.2.23-28; Lc.6.1-5)
MATEO
12
1 En aquel tiempo iba
Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y
comenzaron a arrancar espigas y a comer.
2 Viéndolo los fariseos,
le dijeron:
He aquí tus discípulos
hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo.
3 Pero él les dijo:
¿No habéis leído lo que
hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre;
4 cómo entró en la casa de
Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él
ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes?
5 ¿O no habéis leído en la
ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de
reposo, y son sin culpa?
6 Pues os digo que uno
mayor que el templo está aquí.
7 Y si supieseis qué
significa:
Misericordia quiero, y no
sacrificio, no condenaríais a los inocentes;
8 porque el Hijo del
Hombre es Señor del día de reposo.
El
hombre de la mano seca
(Mr.3.1-6; Lc.6.6-11)
9 Pasando de allí, vino a
la sinagoga de ellos.
10 Y he aquí había allí
uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle:
¿Es lícito sanar en el
día de reposo?
11 El les dijo:
¿Qué hombre habrá de
vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no
le eche mano, y la levante?
12 Pues ¿cuánto más vale
un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días
de reposo.
13 Entonces dijo a aquel
hombre:
Extiende tu mano. Y él la
extendió, y le fue restaurada sana como la otra.
14 Y salidos los fariseos,
tuvieron consejo contra Jesús para destruirle.
El
siervo escogido
15 Sabiendo esto Jesús, se
apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos,
16 y les encargaba
rigurosamente que no le descubriesen;
17 para que se cumpliese
lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
18 He aquí mi siervo, a
quien he escogido;
Mi Amado, en quien se
agrada mi alma;
Pondré mi Espíritu sobre
él,
Y a los gentiles anunciará
juicio.
19 No contenderá, ni
voceará,
Ni nadie oirá en las
calles su voz.
20 La caña cascada no
quebrará,
Y el pábilo que humea no
apagará,
Hasta que saque a victoria
el juicio.
21 Y en su nombre
esperarán los gentiles.
La
blasfemia contra el Espíritu Santo
(Mr.3.20-30; Lc.11.14-23)
22 Entonces fue traído a
él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo
veía y hablaba.
23 Y toda la gente estaba
atónita, y decía:
¿Será éste aquel Hijo de
David?
24 Mas los fariseos, al
oírlo, decían:
Este no echa fuera los
demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
25 Sabiendo Jesús los
pensamientos de ellos, les dijo:
Todo reino dividido
contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no
permanecerá.
26 Y si Satanás echa fuera
a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
27 Y si yo echo fuera los
demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces.
28 Pero si yo por el
Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el
reino de Dios.
29 Porque ¿cómo puede
alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no
le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
30 El que no es conmigo,
contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
31 Por tanto os digo:
Todo pecado y blasfemia
será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será
perdonada.
32 A cualquiera que dijere
alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el
venidero.
33 O haced el árbol bueno,
y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se
conoce el árbol.
34 ¡Generación de víboras!
¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón
habla la boca.
35 El hombre bueno, del
buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca
malas cosas.
36 Mas yo os digo que de
toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio.
37 Porque por tus palabras
serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
La
generación perversa demanda señal
(Lc.11.29-32)
38 Entonces respondieron
algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo:
Maestro, deseamos ver de
ti señal.
39 El respondió y les
dijo:
La generación mala y
adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta
Jonás.
40 Porque como estuvo
Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del
Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.
41 Los hombres de Nínive
se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se
arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.
42 La reina del Sur se
levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de
los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que
Salomón en este lugar.
El
espíritu inmundo que vuelve
(Lc.11.24-26)
43 Cuando el espíritu
inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.
44 Entonces dice:
Volveré a mi casa de
donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.
45 Entonces va, y toma
consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el
postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también
acontecerá a esta mala generación.
La
madre y los hermanos de Jesús
(Mr.3.31-35; Lc.8.19-21)
46 Mientras él aún hablaba
a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar.
47 Y le dijo uno:
He aquí tu madre y tus
hermanos están afuera, y te quieren hablar.
48 Respondiendo él al que
le decía esto, dijo:
¿Quién es mi madre, y
quiénes son mis hermanos?
49 Y extendiendo su mano
hacia sus discípulos, dijo:
He aquí mi madre y mis
hermanos.
50 Porque todo aquel que
hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y
hermana, y madre.
Parábola del sembrador
(Mr.4.1-9; Lc.8.4-8)
MATEO
13
1 Aquel día salió Jesús de
la casa y se sentó junto al mar.
2 Y se le juntó mucha
gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
3 Y les habló muchas cosas
por parábolas, diciendo:
He aquí, el sembrador
salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba,
parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
5 Parte cayó en
pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra;
6 pero salido el sol, se
quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7 Y parte cayó entre
espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8 Pero parte cayó en buena
tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
9 El que tiene oídos para
oír, oiga.
Propósito de las parábolas
(Mr.4.10-12; Lc.8.9-10)
10 Entonces, acercándose
los discípulos, le dijeron:
¿Por qué les hablas por
parábolas?
11 El respondiendo, les
dijo:
Porque a vosotros os es
dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
12 Porque a cualquiera que
tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado.
13 Por eso les hablo por
parábolas:
porque viendo no ven, y
oyendo no oyen, ni entienden.
14 De manera que se cumple
en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no
entenderéis;
Y viendo veréis, y no
percibiréis.
15 Porque el corazón de
este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen
pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los
ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón
entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
16 Pero bienaventurados
vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque de cierto os
digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y
oír lo que oís, y no lo oyeron.
Jesús
explica la parábola del sembrador
(Mr.4.13-20; Lc.8.11-15)
18 Oíd, pues, vosotros la
parábola del sembrador:
19 Cuando alguno oye la
palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue
sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
20 Y el que fue sembrado
en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
21 pero no tiene raíz en
sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución
por causa de la palabra, luego tropieza.
22 El que fue sembrado
entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el
engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23 Mas el que fue sembrado
en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce
a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Parábola del trigo y la cizaña
24 Les refirió otra
parábola, diciendo:
El reino de los cielos es
semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25 pero mientras dormían
los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando salió la
hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Vinieron entonces los
siervos del padre de familia y le dijeron:
Señor, ¿no sembraste
buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 El les dijo:
Un enemigo ha hecho esto.
Y los siervos le dijeron:
¿Quieres, pues, que
vayamos y la arranquemos?
29 El les dijo:
No, no sea que al
arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente
lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los
segadores:
Recoged primero la
cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mr.4.30-32; Lc.13.18-19)
31 Otra parábola les
refirió, diciendo:
El reino de los cielos es
semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
32 el cual a la verdad es
la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las
hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen
nidos en sus ramas.
Parábola de la levadura
(Lc.13.20-21)
33 Otra parábola les dijo:
El reino de los cielos es
semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de
harina, hasta que todo fue leudado.
El uso
que Jesús hace de las parábolas
(Mr.4.33-34)
34 Todo esto habló Jesús
por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
35 para que se cumpliese
lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi
boca;
Declararé cosas escondidas
desde la fundación del mundo.
Jesús
explica la parábola de la cizaña
36 Entonces, despedida la
gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron:
Explícanos la parábola de
la cizaña del campo.
37 Respondiendo él, les
dijo:
El que siembra la buena
semilla es el Hijo del Hombre.
38 El campo es el mundo;
la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
39 El enemigo que la
sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los
ángeles.
40 De manera que como se
arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
41 Enviará el Hijo del
Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de
tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42 y los echarán en el
horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír,
oiga.
El
tesoro escondido
44 Además, el reino de los
cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla,
y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra
aquel campo.
La
perla de gran precio
45 También el reino de los
cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46 que habiendo hallado
una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
La red
47 Asimismo el reino de
los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de
peces;
48 y una vez llena, la
sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan
fuera.
49 Así será al fin del
siglo:
saldrán los ángeles, y
apartarán a los malos de entre los justos,
50 y los echarán en el
horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Tesoros
nuevos y viejos
51 Jesús les dijo:
¿Habéis entendido todas
estas cosas? Ellos respondieron:
Sí, Señor.
52 El les dijo:
Por eso todo escriba
docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de
su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
Jesús en Nazaret
(Mr.6.1-6;
Lc.4.16-30)
53 Aconteció que cuando
Terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.
54 Y venido a su tierra,
les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y
decían:
¿De dónde tiene éste esta
sabiduría y estos milagros?
55 ¿No es éste el hijo del
carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y
Judas?
56 ¿No están todas sus
hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
57 Y se escandalizaban de
él. Pero Jesús les dijo:
No hay profeta sin honra,
sino en su propia tierra y en su casa.
58 Y no hizo allí muchos
milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
Muerte
de Juan el Bautista
(Mr.6.14-29; Lc.9.7-9)
MATEO
14
1 En aquel tiempo Herodes
el tetrarca oyó la fama de Jesús,
2 y dijo a sus criados:
Este es Juan el Bautista;
ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
3 Porque Herodes había
prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel, por causa de
Herodías, mujer de Felipe su hermano;
4 porque Juan le decía:
No te es lícito tenerla.
5 Y Herodes quería
matarle, pero temía al pueblo; porque tenían a Juan por profeta.
6 Pero cuando se celebraba
el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a
Herodes,
7 por lo cual éste le
prometió con juramento darle todo lo que pidiese.
8 Ella, instruida primero
por su madre, dijo:
Dame aquí en un plato la
cabeza de Juan el Bautista.
9 Entonces el rey se
entristeció; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa,
mandó que se la diesen,
10 y ordenó decapitar a
Juan en la cárcel.
11 Y fue traída su cabeza
en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre.
12 Entonces llegaron sus
discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a
Jesús.
Alimentación de los cinco mil
(Mr.6.30-44; Lc.9.10-17;
Jn.6.1-14)
13 Oyéndolo Jesús, se
apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo
oyó, le siguió a pie desde las ciudades.
14 Y saliendo Jesús, vio
una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban
enfermos.
15 Cuando anochecía, se
acercaron a él sus discípulos, diciendo:
El lugar es desierto, y
la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y
compren de comer.
16 Jesús les dijo:
No tienen necesidad de
irse; dadles vosotros de comer.
17 Y ellos dijeron:
No tenemos aquí sino
cinco panes y dos peces.
18 El les dijo:
Traédmelos acá.
19 Entonces mandó a la
gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y
levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los
discípulos, y los discípulos a la multitud.
20 Y comieron todos, y se
saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.
21 Y los que comieron
fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Jesús
anda sobre el mar
(Mr.6.45-52; Jn.6.15-21)
22 En seguida Jesús hizo a
sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre
tanto que él despedía a la multitud.
23 Despedida la multitud,
subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
24 Y ya la barca estaba en
medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
25 Mas a la cuarta vigilia
de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
26 Y los discípulos,
viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo:
¡Un fantasma! Y dieron
voces de miedo.
27 Pero en seguida Jesús
les habló, diciendo:
¡Tened ánimo; yo soy, no
temáis!
28 Entonces le respondió
Pedro, y dijo:
Señor, si eres tú, manda
que yo vaya a ti sobre las aguas.
29 Y él dijo:
Ven. Y descendiendo Pedro
de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
30 Pero al ver el fuerte
viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo:
¡Señor, sálvame! 31 Al
momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo:
¡Hombre de poca fe! ¿Por
qué dudaste?
32 Y cuando ellos subieron
en la barca, se calmó el viento.
33 Entonces los que
estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo:
Verdaderamente eres Hijo
de Dios.
Jesús
sana a los enfermos en Genesaret
(Mr.6.53-56)
34 Y terminada la
travesía, vinieron a tierra de Genesaret.
35 Cuando le conocieron
los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor,
y trajeron a él todos los enfermos;
36 y le rogaban que les
dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron,
quedaron sanos.
Lo que
contamina al hombre
(Mr.7.1-23)
MATEO
15
1 Entonces se acercaron a
Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:
2 ¿Por qué tus discípulos
quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando
comen pan.
3 Respondiendo él, les
dijo:
¿Por qué también vosotros
quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
4 Porque Dios mandó
diciendo:
Honra a tu padre y a tu
madre; y:
El que maldiga al padre o
a la madre, muera irremisiblemente.
5 Pero vosotros decís:
Cualquiera que diga a su
padre o a su madre:
Es mi ofrenda a Dios todo
aquello con que pudiera ayudarte,
6 ya no ha de honrar a su
padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra
tradición.
7 Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:
8 Este pueblo de labios me
honra;
Mas su corazón está lejos
de mí.
9 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas,
mandamientos de hombres.
10 Y llamando a sí a la
multitud, les dijo:
Oíd, y entended:
11 No lo que entra en la
boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
12 Entonces acercándose
sus discípulos, le dijeron:
¿Sabes que los fariseos
se ofendieron cuando oyeron esta palabra?
13 Pero respondiendo él,
dijo:
Toda planta que no plantó
mi Padre celestial, será desarraigada.
14 Dejadlos; son ciegos
guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 Respondiendo Pedro, le
dijo:
Explícanos esta parábola.
16 Jesús dijo:
¿También vosotros sois
aún sin entendimiento?
17 ¿No entendéis que todo
lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?
18 Pero lo que sale de la
boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.
19 Porque del corazón
salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,
los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
20 Estas cosas son las que
contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al
hombre.
La fe
de la mujer cananea
(Mr.7.24-30)
21 Saliendo Jesús de allí,
se fue a la región de Tiro y de Sidón.
22 Y he aquí una mujer
cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole:
¡Señor, Hijo de David,
ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
23 Pero Jesús no le
respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo:
Despídela, pues da voces
tras nosotros.
24 El respondiendo, dijo:
No soy enviado sino a las
ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces ella vino y se
postró ante él, diciendo:
¡Señor, socórreme! 26
Respondiendo él, dijo:
No está bien tomar el pan
de los hijos, y echarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo:
Sí, Señor; pero aun los
perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces respondiendo
Jesús, dijo:
Oh mujer, grande es tu
fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Jesús
sana a muchos
29 Pasó Jesús de allí y
vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
30 Y se le acercó mucha
gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos;
y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó;
31 de manera que la
multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los
cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
Alimentación de los cuatro mil
(Mr.8.1-10)
32 Y Jesús, llamando a sus
discípulos, dijo:
Tengo compasión de la
gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y
enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino.
33 Entonces sus discípulos
le dijeron:
¿De dónde tenemos
nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?
34 Jesús les dijo:
¿Cuántos panes tenéis? Y
ellos dijeron:
Siete, y unos pocos
pececillos.
35 Y mandó a la multitud
que se recostase en tierra.
36 Y tomando los siete
panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los
discípulos a la multitud.
37 Y comieron todos, y se
saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.
38 Y eran los que habían
comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39 Entonces, despedida la
gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala.
La
demanda de una señal
(Mr.8.11-13; Lc.12.54-56)
MATEO
16
1 Vinieron los fariseos y
los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
2 Mas él respondiendo, les
dijo:
Cuando anochece, decís:
Buen tiempo; porque el
cielo tiene arreboles.
3 Y por la mañana:
Hoy habrá tempestad;
porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el
aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! 4 La generación
mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del
profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.
La
levadura de los fariseos
(Mr.8.14-21)
5 Llegando sus discípulos
al otro lado, se habían olvidado de traer pan.
6 Y Jesús les dijo:
Mirad, guardaos de la
levadura de los fariseos y de los saduceos.
7 Ellos pensaban dentro de
sí, diciendo:
Esto dice porque no
trajimos pan.
8 Y entendiéndolo Jesús,
les dijo:
¿Por qué pensáis dentro
de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?
9 ¿No entendéis aún, ni os
acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas
recogisteis?
10 ¿Ni de los siete panes
entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?
11 ¿Cómo es que no
entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de
los fariseos y de los saduceos?
12 Entonces entendieron
que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la
doctrina de los fariseos y de los saduceos.
La
confesión de Pedro
(Mr.8.27-30; Lc.9.18-21)
13 Viniendo Jesús a la
región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo:
¿Quién dicen los hombres
que es el Hijo del Hombre?
14 Ellos dijeron:
Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
15 El les dijo:
Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?
16 Respondiendo Simón
Pedro, dijo:
Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente.
17 Entonces le respondió
Jesús:
Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que
está en los cielos.
18 Y yo también te digo,
que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella.
19 Y a ti te daré las
llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en
los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
20 Entonces mandó a sus
discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
Jesús
anuncia su muerte
(Mr.8.31-9.1; Lc.9.22-27)
21 Desde entonces comenzó
Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer
mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser
muerto, y resucitar al tercer día.
22 Entonces Pedro,
tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo:
Señor, ten compasión de
ti; en ninguna manera esto te acontezca.
23 Pero él, volviéndose,
dijo a Pedro:
¡Quítate de delante de
mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios,
sino en las de los hombres.
24 Entonces Jesús dijo a
sus discípulos:
Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
25 Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí,
la hallará.
26 Porque ¿qué aprovechará
al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará
el hombre por su alma?
27 Porque el Hijo del
Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada
uno conforme a sus obras.
28 De cierto os digo que
hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan
visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
La
transfiguración
(Mr.9.2-13; Lc.9.28-36)
MATEO
17
1 Seis días después, Jesús
tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
2 y se transfiguró delante
de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron
blancos como la luz.
3 Y he aquí les
aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
4 Entonces Pedro dijo a
Jesús:
Señor, bueno es para
nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas:
una para ti, otra para
Moisés, y otra para Elías.
5 Mientras él aún hablaba,
una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía:
Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia; a él oíd.
6 Al oír esto los
discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
7 Entonces Jesús se acercó
y los tocó, y dijo:
Levantaos, y no temáis.
8 Y alzando ellos los
ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
9 Cuando descendieron del
monte, Jesús les mandó, diciendo:
No digáis a nadie la
visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
10 Entonces sus discípulos
le preguntaron, diciendo:
¿Por qué, pues, dicen los
escribas que es necesario que Elías venga primero?
11 Respondiendo Jesús, les
dijo:
A la verdad, Elías viene
primero, y restaurará todas las cosas.
12 Mas os digo que Elías
ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así
también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
13 Entonces los discípulos
comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.
Jesús
sana a un muchacho lunático
(Mr.9.14-29; Lc.9.37-43)
14 Cuando llegaron al
gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo:
15 Señor, ten
misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas
veces cae en el fuego, y muchas en el agua.
16 Y lo he traído a tus
discípulos, pero no le han podido sanar.
17 Respondiendo Jesús,
dijo:
¡Oh generación incrédula
y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de
soportar? Traédmelo acá.
18 Y reprendió Jesús al
demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
19 Viniendo entonces los
discípulos a Jesús, aparte, dijeron:
¿Por qué nosotros no
pudimos echarlo fuera?
20 Jesús les dijo:
Por vuestra poca fe;
porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a
este monte:
Pásate de aquí allá, y se
pasará; y nada os será imposible.
21 Pero este género no
sale sino con oración y ayuno.
Jesús
anuncia otra vez su muerte
(Mr.9.30-32; Lc.9.43-45)
22 Estando ellos en
Galilea, Jesús les dijo:
El Hijo del Hombre será
entregado en manos de hombres,
23 y le matarán; mas al
tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
Pago
del impuesto del templo
24 Cuando llegaron a
Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron:
¿Vuestro Maestro no paga
las dos dracmas?
25 El dijo:
Sí. Y al entrar él en
casa, Jesús le habló primero, diciendo:
¿Qué te parece, Simón?
Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus
hijos, o de los extraños?
26 Pedro le respondió:
De los extraños. Jesús le
dijo:
Luego los hijos están
exentos.
27 Sin embargo, para no
ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y
al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti.
¿Quién es el mayor?
(Mr.9.33-37; Lc.9.46-48)
MATEO
18
1 En aquel tiempo los
discípulos vinieron a Jesús, diciendo:
¿Quién es el mayor en el
reino de los cielos?
2 Y llamando Jesús a un
niño, lo puso en medio de ellos,
3 y dijo:
De cierto os digo, que si
no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4 Así que, cualquiera que
se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
5 Y cualquiera que reciba
en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
Ocasiones de caer
(Mr.9.42-48; Lc.17.1-2)
6 Y cualquiera que haga
tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo
profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo por los
tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre
por quien viene el tropiezo! 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de
caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que
teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.
9 Y si tu ojo te es
ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la
vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
Parábola de la oveja perdida
(Lc.15.3-7)
10 Mirad que no
menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los
cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.
11 Porque el Hijo del
Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.
12 ¿Qué os parece? Si un
hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y
nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?
13 Y si acontece que la
encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las
noventa y nueve que no se descarriaron.
14 Así, no es la voluntad
de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.
Cómo se
debe perdonar al hermano
15 Por tanto, si tu
hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has
ganado a tu hermano.
16 Mas si no te oyere,
toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste
toda palabra.
17 Si no los oyere a
ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y
publicano.
18 De cierto os digo que
todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis
en la tierra, será desatado en el cielo.
19 Otra vez os digo, que
si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa
que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
20 Porque donde están dos
o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces se le acercó
Pedro y le dijo:
Señor, ¿cuántas veces
perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
22 Jesús le dijo:
No te digo hasta siete,
sino aun hasta setenta veces siete.
Los dos
deudores
23 Por lo cual el reino de
los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
24 Y comenzando a hacer
cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
25 A éste, como no pudo
pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para
que se le pagase la deuda.
26 Entonces aquel siervo,
postrado, le suplicaba, diciendo:
Señor, ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo.
27 El señor de aquel
siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo aquel
siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de
él, le ahogaba, diciendo:
Págame lo que me debes.
29 Entonces su consiervo,
postrándose a sus pies, le rogaba diciendo:
Ten paciencia conmigo, y
yo te lo pagaré todo.
30 Mas él no quiso, sino
fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
31 Viendo sus consiervos
lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo
que había pasado.
32 Entonces, llamándole su
señor, le dijo:
Siervo malvado, toda
aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
33 ¿No debías tú también
tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
34 Entonces su señor,
enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
35 Así también mi Padre
celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su
hermano sus ofensas.
Jesús
enseña sobre el divorcio
(Mr.10.1-12; Lc.16.18)
MATEO
19
1 Aconteció que cuando
Jesús terminó estas palabras, se alejó de Galilea, y fue a las regiones de Judea
al otro lado del Jordán.
2 Y le siguieron grandes
multitudes, y los sanó allí.
3 Entonces vinieron a él
los fariseos, tentándole y diciéndole:
¿Es lícito al hombre
repudiar a su mujer por cualquier causa?
4 El, respondiendo, les
dijo:
¿No habéis leído que el
que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
5 y dijo:
Por esto el hombre dejará
padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?
6 Así que no son ya más
dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
7 Le dijeron:
¿Por qué, pues, mandó
Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?
8 El les dijo:
Por la dureza de vuestro
corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue
así.
9 Y yo os digo que
cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con
otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
10 Le dijeron sus
discípulos:
Si así es la condición
del hombre con su mujer, no conviene casarse.
11 Entonces él les dijo:
No todos son capaces de
recibir esto, sino aquellos a quienes es dado.
12 Pues hay eunucos que
nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por
los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del
reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.
Jesús
bendice a los niños
(Mr.10.13-16; Lc.18.15-17)
13 Entonces le fueron
presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los
discípulos les reprendieron.
14 Pero Jesús dijo:
Dejad a los niños venir a
mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.
15 Y habiendo puesto sobre
ellos las manos, se fue de allí.
El
joven rico
(Mr.10.17-31; Lc.18.18-30)
16 Entonces vino uno y le
dijo:
Maestro bueno, ¿qué bien
haré para tener la vida eterna?
17 El le dijo:
¿Por que me llamas bueno?
Ninguno hay bueno sino uno:
Dios. Mas si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Le dijo:
¿Cuáles? Y Jesús dijo:
No matarás. No
adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.
19 Honra a tu padre y a tu
madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20 El joven le dijo:
Todo esto lo he guardado
desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
21 Jesús le dijo:
Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y
ven y sígueme.
22 Oyendo el joven esta
palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús dijo a
sus discípulos:
De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
24 Otra vez os digo, que
es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el
reino de Dios.
25 Sus discípulos, oyendo
esto, se asombraron en gran manera, diciendo:
¿Quién, pues, podrá ser
salvo?
26 Y mirándolos Jesús, les
dijo:
Para los hombres esto es
imposible; mas para Dios todo es posible.
27 Entonces respondiendo
Pedro, le dijo:
He aquí, nosotros lo
hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?
28 Y Jesús les dijo:
De cierto os digo que en
la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria,
vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para
juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y cualquiera que haya
dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o
tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
30 Pero muchos primeros
serán postreros, y postreros, primeros.
Los
obreros de la viña
MATEO
20
1 Porque el reino de los
cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a
contratar obreros para su viña.
2 Y habiendo convenido con
los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
3 Saliendo cerca de la
hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados;
4 y les dijo:
Id también vosotros a mi
viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
5 Salió otra vez cerca de
las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.
6 Y saliendo cerca de la
hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo:
¿Por qué estáis aquí todo
el día desocupados?
7 Le dijeron:
Porque nadie nos ha
contratado. El les dijo:
Id también vosotros a la
viña, y recibiréis lo que sea justo.
8 Cuando llegó la noche,
el señor de la viña dijo a su mayordomo:
Llama a los obreros y
págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
9 Y al venir los que
habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
10 Al venir también los
primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada
uno un denario.
11 Y al recibirlo,
murmuraban contra el padre de familia,
12 diciendo:
Estos postreros han
trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado
la carga y el calor del día.
13 El, respondiendo, dijo
a uno de ellos:
Amigo, no te hago
agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?
14 Toma lo que es tuyo, y
vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti.
15 ¿No me es lícito hacer
lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?
16 Así, los primeros serán
postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos
escogidos.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mr.10.32-34; Lc.18.31-34)
17 Subiendo Jesús a
Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
18 He aquí subimos a
Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a
los escribas, y le condenarán a muerte;
19 y le entregarán a los
gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día
resucitará.
Petición de Santiago y de Juan
(Mr.10.35-45)
20 Entonces se le acercó
la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole
algo.
21 El le dijo:
¿Qué quieres? Ella le
dijo:
Ordena que en tu reino se
sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
22 Entonces Jesús
respondiendo, dijo:
No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con
que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron:
Podemos.
23 El les dijo:
A la verdad, de mi vaso
beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el
sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para
quienes está preparado por mi Padre.
24 Cuando los diez oyeron
esto, se enojaron contra los dos hermanos.
25 Entonces Jesús,
llamándolos, dijo:
Sabéis que los
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes
ejercen sobre ellas potestad.
26 Mas entre vosotros no
será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor,
27 y el que quiera ser el
primero entre vosotros será vuestro siervo;
28 como el Hijo del Hombre
no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos.
Dos
ciegos reciben la vista
(Mr.10.46-52; Lc.18.35-43)
29 Al salir ellos de
Jericó, le seguía una gran multitud.
30 Y dos ciegos que
estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron,
diciendo:
¡Señor, Hijo de David,
ten misericordia de nosotros! 31 Y la gente les reprendió para que callasen;
pero ellos clamaban más, diciendo:
¡Señor, Hijo de David,
ten misericordia de nosotros! 32 Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo:
¿Qué queréis que os haga?
33 Ellos le dijeron:
Señor, que sean abiertos
nuestros ojos.
34 Entonces Jesús,
compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le
siguieron.
La
entrada triunfal en Jerusalén
(Mr.11.1-11; Lc.19.28-40;
Jn.12.12-19)
MATEO
21
1 Cuando se acercaron a
Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos
discípulos,
2 diciéndoles:
Id a la aldea que está
enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella;
desatadla, y traédmelos.
3 Y si alguien os dijere
algo, decid:
El Señor los necesita; y
luego los enviará.
4 Todo esto aconteció para
que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
5 Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a
ti,
Manso, y sentado sobre una
asna,
Sobre un pollino, hijo de
animal de carga.
6 Y los discípulos fueron,
e hicieron como Jesús les mandó;
7 y trajeron el asna y el
pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
8 Y la multitud, que era
muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los
árboles, y las tendían en el camino.
9 Y la gente que iba
delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo:
¡Hosanna al Hijo de
David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10
Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo:
¿Quién es éste?
11 Y la gente decía:
Este es Jesús el profeta,
de Nazaret de Galilea.
Purificación del templo
(Mr.11.15-19; Lc.19.45-48;
Jn.2.13-22)
12 Y entró Jesús en el
templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y
volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
13 y les dijo:
Escrito está:
Mi casa, casa de oración
será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
14 Y vinieron a él en el
templo ciegos y cojos, y los sanó.
15 Pero los principales
sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos
aclamando en el templo y diciendo:
¡Hosanna al Hijo de
David! se indignaron,
16 y le dijeron:
¿Oyes lo que éstos dicen?
Y Jesús les dijo:
Sí; ¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y
de los que maman
Perfeccionaste la
alabanza?
17 Y dejándolos, salió
fuera de la ciudad a Betania, y posó allí.
Maldición de la higuera estéril
(Mr.11.12-14,20-26)
18 Por la mañana,
volviendo a la ciudad, tuvo hambre.
19 Y viendo una higuera
cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y
le dijo:
Nunca jamás nazca de ti
fruto. Y luego se secó la higuera.
20 Viendo esto los
discípulos, decían maravillados:
¿Cómo es que se secó en
seguida la higuera?
21 Respondiendo Jesús, les
dijo:
De cierto os digo, que si
tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a
este monte dijereis:
Quítate y échate en el
mar, será hecho.
22 Y todo lo que pidiereis
en oración, creyendo, lo recibiréis.
La
autoridad de Jesús
(Mr.11.27-33; Lc.20.1-8)
23 Cuando vino al templo,
los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras
enseñaba, y le dijeron:
¿Con qué autoridad haces
estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?
24 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Yo también os haré una
pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas
cosas.
25 El bautismo de Juan,
¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí,
diciendo:
Si decimos, del cielo,
nos dirá:
¿Por qué, pues, no le
creísteis?
26 Y si decimos, de los
hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Y respondiendo a Jesús,
dijeron:
No sabemos. Y él también
les dijo:
Tampoco yo os digo con
qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los dos hijos
28 Pero ¿qué os parece? Un
hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo:
Hijo, vé hoy a trabajar
en mi viña.
29 Respondiendo él, dijo:
No quiero; pero después,
arrepentido, fue.
30 Y acercándose al otro,
le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo:
Sí, señor, voy. Y no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo
la voluntad de su padre? Dijeron ellos:
El primero. Jesús les
dijo:
De cierto os digo, que
los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.
32 Porque vino a vosotros
Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras
le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.
Los
labradores malvados
(Mr.12.1-12; Lc.20.9-19)
33 Oíd otra parábola:
Hubo un hombre, padre de
familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar,
edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
34 Y cuando se acercó el
tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen
sus frutos.
35 Mas los labradores,
tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon.
36 Envió de nuevo otros
siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.
37 Finalmente les envió su
hijo, diciendo:
Tendrán respeto a mi
hijo.
38 Mas los labradores,
cuando vieron al hijo, dijeron entre sí:
Este es el heredero;
venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad.
39 Y tomándole, le echaron
fuera de la viña, y le mataron.
40 Cuando venga, pues, el
señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
41 Le dijeron:
A los malos destruirá sin
misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a
su tiempo.
42 Jesús les dijo:
¿Nunca leísteis en las
Escrituras:
La piedra que desecharon
los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del
ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a
nuestros ojos?
43 Por tanto os digo, que
el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los
frutos de él.
44 Y el que cayere sobre
esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
45 Y oyendo sus parábolas
los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.
46 Pero al buscar cómo
echarle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta.
Parábola de la fiesta de bodas
MATEO
22
1 Respondiendo Jesús, les
volvió a hablar en parábolas, diciendo:
2 El reino de los cielos
es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo;
3 y envió a sus siervos a
llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.
4 Volvió a enviar otros
siervos, diciendo:
Decid a los convidados:
He aquí, he preparado mi
comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto;
venid a las bodas.
5 Mas ellos, sin hacer
caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
6 y otros, tomando a los
siervos, los afrentaron y los mataron.
7 Al oírlo el rey, se
enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su
ciudad.
8 Entonces dijo a sus
siervos:
Las bodas a la verdad
están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.
9 Id, pues, a las salidas
de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.
10 Y saliendo los siervos
por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y
las bodas fueron llenas de convidados.
11 Y entró el rey para ver
a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.
12 Y le dijo:
Amigo, ¿cómo entraste
aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.
13 Entonces el rey dijo a
los que servían:
Atadle de pies y manos, y
echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
14 Porque muchos son
llamados, y pocos escogidos.
La
cuestión del tributo
(Mr.12.13-17; Lc.20.20-26)
15 Entonces se fueron los
fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra.
16 Y le enviaron los
discípulos de ellos con los herodianos, diciendo:
Maestro, sabemos que eres
amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te
cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres.
17 Dinos, pues, qué te
parece:
¿Es lícito dar tributo a
César, o no?
18 Pero Jesús, conociendo
la malicia de ellos, les dijo:
¿Por qué me tentáis,
hipócritas?
19 Mostradme la moneda del
tributo. Y ellos le presentaron un denario.
20 Entonces les dijo:
¿De quién es esta imagen,
y la inscripción?
21 Le dijeron:
De César. Y les dijo:
Dad, pues, a César lo que
es de César, y a Dios lo que es de Dios.
22 Oyendo esto, se
maravillaron, y dejándole, se fueron.
La
pregunta sobre la resurrección
(Mr.12.18-27; Lc.20.27-40)
23 Aquel día vinieron a él
los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
24 diciendo:
Maestro, Moisés dijo:
Si alguno muriere sin
hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano.
25 Hubo, pues, entre
nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo
descendencia, dejó su mujer a su hermano.
26 De la misma manera
también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.
27 Y después de todos
murió también la muJer.28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será
ella mujer, ya que todos la tuvieron?
29 Entonces respondiendo
Jesús, les dijo:
Erráis, ignorando las
Escrituras y el poder de Dios.
30 Porque en la
resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los
ángeles de Dios en el cielo.
31 Pero respecto a la
resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios,
cuando dijo:
32 Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino
de vivos.
33 Oyendo esto la gente,
se admiraba de su doctrina.
El gran
mandamiento
(Mr.12.28-34)
34 Entonces los fariseos,
oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
35 Y uno de ellos,
intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el
gran mandamiento en la ley?
37 Jesús le dijo:
Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
38 Este es el primero y
grande mandamiento.
39 Y el segundo es
semejante:
Amarás a tu prójimo como
a ti mismo.
40 De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.
¿De
quién es hijo el Cristo?
(Mr.12.35-37; Lc.20.41-44)
41 Y estando juntos los
fariseos, Jesús les preguntó,
42 diciendo:
¿Qué pensáis del Cristo?
¿De quién es hijo? Le dijeron:
De David.
43 El les dijo:
¿Pues cómo David en el
Espíritu le llama Señor, diciendo:
44 Dijo el Señor a mi
Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus
enemigos por estrado de tus pies?
45 Pues si David le llama
Señor, ¿cómo es su hijo?
46 Y nadie le podía
responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.
Jesús
acusa a escribas y fariseos
(Mr.12.38-40; Lc.11.37-54;20.45-47)
MATEO
23
1 Entonces habló Jesús a
la gente y a sus discípulos, diciendo:
2 En la cátedra de Moisés
se sientan los escribas y los fariseos.
3 Así que, todo lo que os
digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras,
porque dicen, y no hacen.
4 Porque atan cargas
pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres;
pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
5 Antes, hacen todas sus
obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y
extienden los flecos de sus mantos;
6 y aman los primeros
asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
7 y las salutaciones en
las plazas, y que los hombres los llamen:
Rabí, Rabí.
8 Pero vosotros no queráis
que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros
sois hermanos.
9 Y no llaméis padre
vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los
cielos.
10 Ni seáis llamados
maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
11 El que es el mayor de
vosotros, sea vuestro siervo.
12 Porque el que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
13 Mas ¡ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante
de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están
entrando.
14 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como
pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
15 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un
prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros.
16 ¡Ay de vosotros, guías
ciegos! que decís:
Si alguno jura por el
templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
17 ¡Insensatos y ciegos!
porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
18 También decís:
Si alguno jura por el
altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es
deudor.
19 ¡Necios y ciegos!
porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
20 Pues el que jura por el
altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él;
21 y el que jura por el
templo, jura por él, y por el que lo habita;
22 y el que jura por el
cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
23 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el
comino, y dejáis lo más importante de la ley:
la justicia, la
misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
24 ¡Guías ciegos, que
coláis el mosquito, y tragáis el camello!
25 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del
plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
26 ¡Fariseo ciego! Limpia
primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea
limpio.
27 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados,
que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de
huesos de muertos y de toda inmundicia.
28 Así también vosotros
por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis
llenos de hipocresía e iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas,
y adornáis los monumentos de los justos,
30 y decís:
Si hubiésemos vivido en
los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de
los profetas.
31 Así que dais testimonio
contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los
profetas.
32 ¡Vosotros también
llenad la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, generación de víboras!
¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
34 Por tanto, he aquí yo
os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y
crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de
ciudad en ciudad;
35 para que venga sobre
vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la
sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien
matasteis entre el templo y el altar.
36 De cierto os digo que
todo esto vendrá sobre esta generación.
Lamento
de Jesús sobre Jerusalén
(Lc.13.34-35)
37 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste! 38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
39 Porque os digo que
desde ahora no me veréis, hasta que digáis:
Bendito el que viene en
el nombre del Señor.
Jesús
predice la destrucción del templo
(Mr.13.1-2; Lc.21.5-6)
MATEO
24
1 Cuando Jesús salió del
templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del
templo.
2 Respondiendo él, les
dijo:
¿Veis todo esto? De
cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Señales
antes del fin
(Mr.13.3-23; Lc.21.7-24)
3 Y estando él sentado en
el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo:
Dinos, ¿cuándo serán
estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
4 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Mirad que nadie os
engañe.
5 Porque vendrán muchos en
mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo; y a
muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras y
rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto
acontezca; pero aún no es el fin.
7 Porque se levantará
nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y
terremotos en diferentes lugares.
8 Y todo esto será
principio de dolores.
9 Entonces os entregarán a
tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de
mi nombre.
10 Muchos tropezarán
entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
11 Y muchos falsos
profetas se levantarán, y engañarán a muchos;
12 y por haberse
multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
13 Mas el que persevere
hasta el fin, éste será salvo.
14 Y será predicado este
evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin.
15 Por tanto, cuando veáis
en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el
que lee, entienda),
16 entonces los que estén
en Judea, huyan a los montes.
17 El que esté en la
azotea, no descienda para tomar algo de su casa;
18 y el que esté en el
campo, no vuelva atrás para tomar su capa.
19 Mas ¡ay de las que
estén encintas, y de las que críen en aquellos días! 20 Orad, pues, que vuestra
huida no sea en invierno ni en día de reposo;
21 porque habrá entonces
gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora,
ni la habrá.
22 Y si aquellos días no
fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos
días serán acortados.
23 Entonces, si alguno os
dijere:
Mirad, aquí está el
Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.
24 Porque se levantarán
falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal
manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
25 Ya os lo he dicho
antes.
26 Así que, si os dijeren:
Mirad, está en el
desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.
27 Porque como el
relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también
la venida del Hijo del Hombre.
28 Porque dondequiera que
estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.
La
venida del Hijo del Hombre
(Mr.13.24-37; Lc.21.25-36;17.25-36;12.41-48)
29 E inmediatamente
después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no
dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los
cielos serán conmovidas.
30 Entonces aparecerá la
señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de
la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con
poder y gran gloria.
31 Y enviará sus ángeles
con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos,
desde un extremo del cielo hasta el otro.
32 De la higuera aprended
la parábola:
Cuando ya su rama está
tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
33 Así también vosotros,
cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
34 De cierto os digo, que
no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
35 El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán.
36 Pero del día y la hora
nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.
37 Mas como en los días de
Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
38 Porque como en los días
antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento,
hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 y no entendieron hasta
que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo
del Hombre.
40 Entonces estarán dos en
el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
41 Dos mujeres estarán
moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
42 Velad, pues, porque no
sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.
43 Pero sabed esto, que si
el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no
dejaría minar su casa.
44 Por tanto, también
vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no
pensáis.
45 ¿Quién es, pues, el
siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el
alimento a tiempo?
46 Bienaventurado aquel
siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
47 De cierto os digo que
sobre todos sus bienes le pondrá.
48 Pero si aquel siervo
malo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir;
49 y comenzare a golpear a
sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos,
50 vendrá el señor de
aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe,
51 y lo castigará
duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir
de dientes.
Parábola de las diez vírgenes
MATEO
25
1 Entonces el reino de los
cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a
recibir al esposo.
2 Cinco de ellas eran
prudentes y cinco insensatas.
3 Las insensatas, tomando
sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
4 mas las prudentes
tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
5 Y tardándose el esposo,
cabecearon todas y se durmieron.
6 Y a la medianoche se oyó
un clamor:
¡Aquí viene el esposo;
salid a recibirle! 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y
arreglaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron
a las prudentes:
Dadnos de vuestro aceite;
porque nuestras lámparas se apagan.
9 Mas las prudentes
respondieron diciendo:
Para que no nos falte a
nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras
mismas.
10 Pero mientras ellas
iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a
las bodas; y se cerró la puerta.
11 Después vinieron
también las otras vírgenes, diciendo:
¡Señor, señor, ábrenos!
12 Mas él, respondiendo, dijo:
De cierto os digo, que no
os conozco.
13 Velad, pues, porque no
sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
Parábola de los talentos
14 Porque el reino de los
cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó
sus bienes.
15 A uno dio cinco
talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y
luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido
cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
17 Asimismo el que había
recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había
recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo
vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había
recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo:
Señor, cinco talentos me
entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo:
Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Llegando también el que
había recibido dos talentos, dijo:
Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
23 Su señor le dijo:
Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
24 Pero llegando también
el que había recibido un talento, dijo:
Señor, te conocía que
eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25 por lo cual tuve miedo,
y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26 Respondiendo su señor,
le dijo:
Siervo malo y negligente,
sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
27 Por tanto, debías haber
dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío
con los intereses.
28 Quitadle, pues, el
talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le
será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil
echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
El
juicio de las naciones
31 Cuando el Hijo del
Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se
sentará en su trono de gloria,
32 y serán reunidas
delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta
el pastor las ovejas de los cabritos.
33 Y pondrá las ovejas a
su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a
los de su derecha:
Venid, benditos de mi
Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y
me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me
recogisteis;
36 estuve desnudo, y me
cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le
responderán diciendo:
Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos
forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos
enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y respondiendo el Rey,
les dirá:
De cierto os digo que en
cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a
los de la izquierda:
Apartaos de mí, malditos,
al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y
no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me
recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no
me visitasteis.
44 Entonces también ellos
le responderán diciendo:
Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te
servimos?
45 Entonces les responderá
diciendo:
De cierto os digo que en
cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
46 E irán éstos al castigo
eterno, y los justos a la vida eterna.
El
complot para prender a Jesús
(Mr.14.1-2; Lc.22.1-2; Jn.11.45-53)
MATEO
26
1 Cuando hubo acabado
Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
2 Sabéis que dentro de
dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser
crucificado.
3 Entonces los principales
sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del
sumo sacerdote llamado Caifás,
4 y tuvieron consejo para
prender con engaño a Jesús, y matarle.
5 Pero decían:
No durante la fiesta,
para que no se haga alboroto en el pueblo.
Jesús
es ungido en Betania
(Mr.14.3-9; Jn.12.1-8)
6 Y estando Jesús en
Betania, en casa de Simón el leproso,
7 vino a él una mujer, con
un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de
él, estando sentado a la mesa.
8 Al ver esto, los
discípulos se enojaron, diciendo:
¿Para qué este
desperdicio?
9 Porque esto podía
haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres.
10 Y entendiéndolo Jesús,
les dijo:
¿Por qué molestáis a esta
mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra.
11 Porque siempre tendréis
pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.
12 Porque al derramar este
perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.
13 De cierto os digo que
dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará
lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Judas
ofrece entregar a Jesús
(Mr.14.10-11; Lc.22.3-6)
14 Entonces uno de los
doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,
15 y les dijo:
¿Qué me queréis dar, y yo
os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.
16 Y desde entonces
buscaba oportunidad para entregarle.
Institución de la Cena del Señor
(Mr.14.12-25; Lc.22.7-23;
Jn.13.21-30;1 Co.
11.23-26)
17 El primer día de la
fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole:
¿Dónde quieres que
preparemos para que comas la pascua?
18 Y él dijo:
Id a la ciudad a cierto
hombre, y decidle:
El Maestro dice:
Mi tiempo está cerca; en
tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.
19 Y los discípulos
hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.
20 Cuando llegó la noche,
se sentó a la mesa con los doce.
21 Y mientras comían,
dijo:
De cierto os digo, que
uno de vosotros me va a entregar.
22 Y entristecidos en gran
manera, comenzó cada uno de ellos a decirle:
¿Soy yo, Señor?
23 Entonces él
respondiendo, dijo:
El que mete la mano
conmigo en el plato, ése me va a entregar.
24 A la verdad el Hijo del
Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo
del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
25 Entonces respondiendo
Judas, el que le entregaba, dijo:
¿Soy yo, Maestro? Le
dijo:
Tú lo has dicho.
26 Y mientras comían, tomó
Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo:
Tomad, comed; esto es mi
cuerpo.
27 Y tomando la copa, y
habiendo dado gracias, les dio, diciendo:
Bebed de ella todos;
28 porque esto es mi
sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los
pecados.
29 Y os digo que desde
ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba
nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Jesús
anuncia la negación de Pedro
(Mr.14.26-31; Lc.22.31-34;
Jn.13.36-38)
30 Y cuando hubieron
cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
31 Entonces Jesús les
dijo:
Todos vosotros os
escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está:
Heriré al pastor, y las
ovejas del rebaño serán dispersadas.
32 Pero después que haya
resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Respondiendo Pedro, le
dijo:
Aunque todos se
escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
34 Jesús le dijo:
De cierto te digo que
esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Pedro le dijo:
Aunque me sea necesario
morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Jesús
ora en Getsemaní
(Mr.14.32-42; Lc.22.39-46)
36 Entonces llegó Jesús
con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto
que voy allí y oro.
37 Y tomando a Pedro, y a
los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran
manera.
38 Entonces Jesús les
dijo:
Mi alma está muy triste,
hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
39 Yendo un poco adelante,
se postró sobre su rostro, orando y diciendo:
Padre mío, si es posible,
pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
40 Vino luego a sus
discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:
¿Así que no habéis podido
velar conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que
no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne
es débil.
42 Otra vez fue, y oró por
segunda vez, diciendo:
Padre mío, si no puede
pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Vino otra vez y los
halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
44 Y dejándolos, se fue de
nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces vino a sus
discípulos y les dijo:
Dormid ya, y descansad.
He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de
pecadores.
46 Levantaos, vamos; ved,
se acerca el que me entrega.
Arresto
de Jesús
(Mr.14.43-50; Lc.22.47-53;
Jn.18.2-11)
47 Mientras todavía
hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos,
de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregaba
les había dado señal, diciendo:
Al que yo besare, ése es;
prendedle.
49 Y en seguida se acercó
a Jesús y dijo:
¡Salve, Maestro! Y le
besó.
50 Y Jesús le dijo:
Amigo, ¿a qué vienes?
Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
51 Pero uno de los que
estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo
del sumo sacerdote, le quitó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo:
Vuelve tu espada a su
lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
53 ¿Acaso piensas que no
puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de
ángeles?
54 ¿Pero cómo entonces se
cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?
55 En aquella hora dijo
Jesús a la gente:
¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con
vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
56 Mas todo esto sucede,
para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los
discípulos, dejándole, huyeron.
Jesús
ante el concilio
(Mr.14.53-65; Lc.22.54,63-71;
Jn.18.12-14,19-24)
57 Los que prendieron a
Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas
y los ancianos.
58 Mas Pedro le seguía de
lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los
alguaciles, para ver el fin.
59 Y los principales
sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra
Jesús, para entregarle a la muerte,
60 y no lo hallaron,
aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos
falsos,
61 que dijeron:
Este dijo:
Puedo derribar el templo
de Dios, y en tres días reedificarlo.
62 Y levantándose el sumo
sacerdote, le dijo:
¿No respondes nada? ¿Qué
testifican éstos contra ti?
63 Mas Jesús callaba.
Entonces el sumo sacerdote le dijo:
Te conjuro por el Dios
viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dijo:
Tú lo has dicho; y además
os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del
poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo
sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
¡Ha blasfemado! ¿Qué más
necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
66 ¿Qué os parece? Y
respondiendo ellos, dijeron:
¡Es reo de muerte! 67
Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le
abofeteaban,
68 diciendo:
Profetízanos, Cristo,
quién es el que te golpeó.
Pedro
niega a Jesús
(Mr.14.66-72; Lc.22.55-62;
Jn.18.15-18,25-27)
69 Pedro estaba sentado
fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo:
Tú también estabas con
Jesús el galileo.
70 Mas él negó delante de
todos, diciendo:
No sélo que dices.
71 Saliendo él a la
puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí:
También éste estaba con
Jesús el nazareno.
72 Pero él negó otra vez
con juramento:
No conozco al hombre.
73 Un poco después,
acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro:
Verdaderamente también tú
eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
74 Entonces él comenzó a
maldecir, y a jurar:
No conozco al hombre. Y
en seguida cantó el gallo.
75 Entonces Pedro se
acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho:
Antes que cante el gallo,
me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Jesús
ante Pilato
(Mr.15.1; Lc.23.1-2; Jn.18.28-32)
MATEO
27
1 Venida la mañana, todos
los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra
Jesús, para entregarle a muerte.
2 Y le llevaron atado, y
le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
Muerte
de Judas
3 Entonces Judas, el que
le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta
piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,
4 diciendo:
Yo he pecado entregando
sangre inocente. Mas ellos dijeron:
¿Qué nos importa a
nosotros? ¡Allá tú! 5 Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue
y se ahorcó.
6 Los principales
sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron:
No es lícito echarlas en
el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.
7 Y después de consultar,
compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
8 Por lo cual aquel campo
se llama hasta el día de hoy:
Campo de sangre.
9 Así se cumplió lo dicho
por el profeta Jeremías, cuando dijo:
Y tomaron las treinta
piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de
Israel;
10 y las dieron para el
campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
Pilato
interroga a Jesús
(Mr.15.2-5; Lc.23.3-5; Jn.18.33-38)
11 Jesús, pues, estaba en
pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo:
¿Eres tú el Rey de los
judíos? Y Jesús le dijo:
Tú lo dices.
12 Y siendo acusado por
los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.
13 Pilato entonces le
dijo:
¿No oyes cuántas cosas
testifican contra ti?
14 Pero Jesús no le
respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
Jesús
sentenciado a muerte
(Mr.15.6-20; Lc.23.13-25;
Jn.18.38--19.16)
15 Ahora bien, en el día
de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que
quisiesen.
16 Y tenían entonces un
preso famoso llamado Barrabás.
17 Reunidos, pues, ellos,
les dijo Pilato:
¿A quién queréis que os
suelte:
a Barrabás, o a Jesús,
llamado el Cristo?
18 Porque sabía que por
envidia le habían entregado.
19 Y estando él sentado en
el tribunal, su mujer le mandó decir:
No tengas nada que ver
con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.
20 Pero los principales
sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y
que Jesús fuese muerto.
21 Y respondiendo el
gobernador, les dijo:
¿A cuál de los dos
queréis que os suelte? Y ellos dijeron:
A Barrabás.
22 Pilato les dijo:
¿Qué, pues, haré de
Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron:
¡Sea crucificado! 23 Y el
gobernador les dijo:
Pues ¿qué mal ha hecho?
Pero ellos gritaban aún más, diciendo:
¡Sea crucificado!
24 Viendo Pilato que nada
adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos
delante del pueblo, diciendo:
Inocente soy yo de la
sangre de este justo; allá vosotros.
25 Y respondiendo todo el
pueblo, dijo:
Su sangre sea sobre
nosotros, y sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a
Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27 Entonces los soldados
del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda
la compañía;
28 y desnudándole, le
echaron encima un manto de escarlata,
29 y pusieron sobre su
cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando
la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo:
¡Salve, Rey de los
judíos! 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.
31 Después de haberle
escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para
crucificarle.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mr.15.21-41; Lc.23.26-49;
Jn.19.17-30)
32 Cuando salían, hallaron
a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la
cruz.
33 Y cuando llegaron a un
lugar llamado Gólgota, que significa:
Lugar de la Calavera,
34 le dieron a beber
vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
35 Cuando le hubieron
crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se
cumpliese lo dicho por el profeta:
Partieron entre sí mis
vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
36 Y sentados le guardaban
allí.
37 Y pusieron sobre su
cabeza su causa escrita:
ESTE ES JESÚS, EL REY DE
LOS JUDÍOS.38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y
otro a la izquierda.
39 Y los que pasaban le
injuriaban, meneando la cabeza,
40 y diciendo:
Tú que derribas el
templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios,
desciende de la cruz.
41 De esta manera también
los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y
los ancianos, decían:
42 A otros salvó, a sí
mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y
creeremos en él.
43 Confió en Dios; líbrele
ahora si le quiere; porque ha dicho:
Soy Hijo de Dios.
44 Lo mismo le injuriaban
también los ladrones que estaban crucificados con él.
45 Y desde la hora sexta
hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Cerca de la hora
novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo:
Elí, Elí, ¿lama sabactani?
Esto es:
Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?
47 Algunos de los que
estaban allí decían, al oírlo:
A Elías llama éste.
48 Y al instante,
corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola
en una caña, le dio a beber.
49 Pero los otros decían:
Deja, veamos si viene
Elías a librarle.
50 Mas Jesús, habiendo
otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
51 Y he aquí, el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se
partieron;
52 y se abrieron los
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
53 y saliendo de los
sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y
aparecieron a muchos.
54 El centurión, y los que
estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían
sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron:
Verdaderamente éste era
Hijo de Dios.
55 Estaban allí muchas
mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea,
sirviéndole,
56 entre las cuales
estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los
hijos de Zebedeo.
Jesús
es sepultado
(Mr.15.42-47; Lc.23.50-56;
Jn.19.38-42)
57 Cuando llegó la noche,
vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo
de Jesús.
58 Este fue a Pilato y
pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59 Y tomando José el
cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,
60 y lo puso en su
sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran
piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María
Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
La
guardia ante la tumba
62 Al día siguiente, que
es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los
fariseos ante Pilato,
63 diciendo:
Señor, nos acordamos que
aquel engañador dijo, viviendo aún:
Después de tres días
resucitaré.
64 Manda, pues, que se
asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de
noche, y lo hurten, y digan al pueblo:
Resucitó de entre los
muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
65 Y Pilato les dijo:
Ahí tenéis una guardia;
id, aseguradlo como sabéis.
66 Entonces ellos fueron y
aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
La
resurrección
(Mr.16.1-8; Lc.24.1-12; Jn.20.1-10)
MATEO
28
1 Pasado el día de reposo,
al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra
María, a ver el sepulcro.
2 Y hubo un gran
terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió
la piedra, y se sentó sobre ella.
3 Su aspecto era como un
relámpago, y su vestido blanco como la nieve.
4 Y de miedo de él los
guardas temblaron y se quedaron como muertos.
5 Mas el ángel,
respondiendo, dijo a las mujeres:
No temáis vosotras;
porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
6 No está aquí, pues ha
resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
7 E id pronto y decid a
sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de
vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
8 Entonces ellas, saliendo
del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus
discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,
9 he aquí, Jesús les salió
al encuentro, diciendo:
¡Salve! Y ellas,
acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
10 Entonces Jesús les
dijo:
No temáis; id, dad las
nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
El
informe de la guardia
11 Mientras ellas iban, he
aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales
sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.
12 Y reunidos con los
ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados,
13 diciendo:
Decid vosotros:
Sus discípulos vinieron
de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos.
14 Y si esto lo oyere el
gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo.
15 Y ellos, tomando el
dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre
los judíos hasta el día de hoy.
La gran
comisión
(Mr.16.14-18; Lc.24.36-49;
Jn.20.19-23)
16 Pero los once
discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
17 Y cuando le vieron, le
adoraron; pero algunos dudaban.
18 Y Jesús se acercó y les
habló diciendo:
Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo;
20 enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo. Amén.
SAN MARCOS
El
Evangelio Según
SAN
MARCOS
Predicación de Juan el Bautista
(Mt.3.1-12; Lc.3.1-9,15-17;
Jn.1.19-28)
MARCOS
1
1 Principio del evangelio
de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en
Isaías el profeta:
He aquí yo envío mi
mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu
camino delante de ti.
3 Voz del que clama en el
desierto:
Preparad el camino del
Señor;
Enderezad sus sendas.
4 Bautizaba Juan en el
desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.
5 Y salían a él toda la
provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río
Jordán, confesando sus pecados.
6 Y Juan estaba vestido de
pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía
langostas y miel silvestre.
7 Y predicaba, diciendo:
Viene tras mí el que es
más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su
calzado.
8 Yo a la verdad os he
bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.
El
bautismo de Jesús
(Mt.3.13-17; Lc.3.21-22)
9 Aconteció en aquellos
días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el
Jordán.
10 Y luego, cuando subía
del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre
él.
11 Y vino una voz de los
cielos que decía:
Tú eres mi Hijo amado; en
ti tengo complacencia.
Tentación de Jesús
(Mt.4.1-11; Lc.4.1-13)
12 Y luego el Espíritu le
impulsó al desierto.
13 Y estuvo allí en el
desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y
los ángeles le servían.
Jesús
principia su ministerio
(Mt.4.12-17; Lc.4.14-15)
14 Después que Juan fue
encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
15 diciendo:
El tiempo se ha cumplido,
y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
Jesús
llama a cuatro pescadores
(Mt.4.18-22; Lc.5.1-11)
16 Andando junto al mar de
Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque
eran pescadores.
17 Y les dijo Jesús:
Venid en pos de mí, y
haré que seáis pescadores de hombres.
18 Y dejando luego sus
redes, le siguieron.
19 Pasando de allí un poco
más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos
en la barca, que remendaban las redes.
20 Y luego los llamó; y
dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
Un
hombre que tenía un espíritu inmundo
(Lc.4.31-37)
21 Y entraron en Capernaum;
y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.
22 Y se admiraban de su
doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los
escribas.
23 Pero había en la
sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,
24 diciendo:
¡Ah! ¿qué tienes con
nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo
de Dios.
25 Pero Jesús le
reprendió, diciendo:
¡Cállate, y sal de él! 26
Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió
de él.
27 Y todos se asombraron,
de tal manera que discutían entre sí, diciendo:
¿Qué es esto? ¿Qué nueva
doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le
obedecen?
28 Y muy pronto se
difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Jesús
sana a la suegra de Pedro
(Mt.8.14-15; Lc.4.38-39)
29 Al salir de la
sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
30 Y la suegra de Simón
estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.
31 Entonces él se acercó,
y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella
les servía.
Muchos
sanados al ponerse el sol
(Mt.8.16-17; Lc.4.40-41)
32 Cuando llegó la noche,
luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los
endemoniados;
33 y toda la ciudad se
agolpó a la puerta.
34 Y sanó a muchos que
estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no
dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
Jesús
recorre Galilea predicando
(Lc.4.42-44)
35 Levantándose muy de
mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
36 Y le buscó Simón, y los
que con él estaban;
37 y hallándole, le
dijeron:
Todos te buscan.
38 El les dijo:
Vamos a los lugares
vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.
39 Y predicaba en las
sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Jesús
sana a un leproso
(Mt.8.1-4; Lc.5.12-16)
40 Vino a él un leproso,
rogándole; e hincada la rodilla, le dijo:
Si quieres, puedes
limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo
misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo:
Quiero, sé limpio.
42 Y así que él hubo
hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
43 Entonces le encargó
rigurosamente, y le despidió luego,
44 y le dijo:
Mira, no digas a nadie
nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que
Moisés mandó, para testimonio a ellos.
45 Pero ido él, comenzó a
publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar
abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y
venían a él de todas partes.
Jesús
sana a un paralítico
(Mt.9.1-8; Lc.5.17-26)
MARCOS
2
1 Entró Jesús otra vez en
Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
2 E inmediatamente se
juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba
la palabra.
3 Entonces vinieron a él
unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.
4 Y como no podían
acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y
haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Al ver Jesús la fe de
ellos, dijo al paralítico:
Hijo, tus pecados te son
perdonados.
6 Estaban allí sentados
algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:
7 ¿Por qué habla éste
así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Y conociendo luego Jesús
en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo:
¿Por qué caviláis así en
vuestros corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir
al paralítico:
Tus pecados te son
perdonados, o decirle:
Levántate, toma tu lecho
y anda?
10 Pues para que sepáis
que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo
al paralítico):
11 A ti te digo:
Levántate, toma tu lecho,
y vete a tu casa.
12 Entonces él se levantó
en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se
asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo:
Nunca hemos visto tal
cosa.
Llamamiento de Leví
(Mt.9.9-13; Lc.5.27-32)
13 Después volvió a salir
al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
14 Y al pasar, vio a Leví
hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo:
Sígueme. Y levantándose,
le siguió.
15 Aconteció que estando
Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a
la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían
seguido.
16 Y los escribas y los
fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los
discípulos:
¿Qué es esto, que él come
y bebe con los publicanos y pecadores?
17 Al oír esto Jesús, les
dijo:
Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.
La
pregunta sobre el ayuno
(Mt.9.14-17; Lc.5.33-39)
18 Y los discípulos de
Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron:
¿Por qué los discípulos
de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
19 Jesús les dijo:
¿Acaso pueden los que
están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen
consigo al esposo, no pueden ayunar.
20 Pero vendrán días
cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
21 Nadie pone remiendo de
paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo
viejo, y se hace peor la rotura.
22 Y nadie echa vino nuevo
en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se
derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de
echar.
Los
discípulos recogen espigas en el día de reposo
(Mt.12.1-8; Lc.6.1-5)
23 Aconteció que al pasar
él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a
arrancar espigas.
24 Entonces los fariseos
le dijeron:
Mira, ¿por qué hacen en
el día de reposo lo que no es lícito?
25 Pero él les dijo:
¿Nunca leísteis lo que
hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;
26 cómo entró en la casa
de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de
los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él
estaban?
27 También les dijo:
El día de reposo fue
hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
28 Por tanto, el Hijo del
Hombre es Señor aun del día de reposo.
El
hombre de la mano seca
(Mt.12.9-14; Lc.6.6-11)
MARCOS
3
1 Otra vez entró Jesús en
la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
2 Y le acechaban para ver
si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
3 Entonces dijo al hombre
que tenía la mano seca:
Levántate y ponte en
medio.
4 Y les dijo:
¿Es lícito en los días de
reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
5 Entonces, mirándolos
alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al
hombre:
Extiende tu mano. Y él la
extendió, y la mano le fue restaurada sana.
6 Y salidos los fariseos,
tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.
La
multitud a la orilla del mar
7 Mas Jesús se retiró al
mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea,
8 de Jerusalén, de Idumea,
del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán
grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.
9 Y dijo a sus discípulos
que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le
oprimiesen.
10 Porque había sanado a
muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él.
11 Y los espíritus
inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo:
Tú eres el Hijo de Dios.
12 Mas él les reprendía
mucho para que no le descubriesen.
Elección de los doce apóstoles
(Mt.10.1-4; Lc.6.12-16)
13 Después subió al monte,
y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14 Y estableció a doce,
para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,
15 y que tuviesen
autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
16 a Simón, a quien puso
por sobrenombre Pedro;
17 a Jacobo hijo de
Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es,
Hijos del trueno;
18 a Andrés, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista,
19 y Judas Iscariote, el
que le entregó. Y vinieron a casa.
La
blasfemia contra el Espíritu Santo
(Mt.12.22-32; Lc.11.14-23)
20 Y se agolpó de nuevo la
gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
21 Cuando lo oyeron los
suyos, vinieron para prenderle; porque decían:
Está fuera de sí.
22 Pero los escribas que
habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de
los demonios echaba fuera los demonios.
23 Y habiéndolos llamado,
les decía en parábolas:
¿Cómo puede Satanás echar
fuera a Satanás?
24 Si un reino está
dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
25 Y si una casa está
dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
26 Y si Satanás se levanta
contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.
27 Ninguno puede entrar en
la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces
podrá saquear su casa.
28 De cierto os digo que
todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias
cualesquiera que sean;
29 pero cualquiera que
blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de
juicio eterno.
30 Porque ellos habían
dicho:
Tiene espíritu inmundo.
La
madre y los hermanos de Jesús
(Mt.12.46-50; Lc.8.19-21)
31 Vienen después sus
hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.
32 Y la gente que estaba
sentada alrededor de él le dijo:
Tu madre y tus hermanos
están afuera, y te buscan.
33 El les respondió
diciendo:
¿Quién es mi madre y mis
hermanos?
34 Y mirando a los que
estaban sentados alrededor de él, dijo:
He aquí mi madre y mis
hermanos.
35 Porque todo aquel que
hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Parábola del sembrador
(Mt.13.1-23; Lc.8.4-15)
MARCOS
4
1 Otra vez comenzó Jesús a
enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que
entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en
tierra junto al mar.
2 Y les enseñaba por
parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
3 Oíd:
He aquí, el sembrador
salió a sembrar;
4 y al sembrar, aconteció
que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
5 Otra parte cayó en
pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra.
6 Pero salido el sol, se
quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre
espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
8 Pero otra parte cayó en
buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta,
y a ciento por uno.
9 Entonces les dijo:
El que tiene oídos para
oír, oiga.
10 Cuando estuvo solo, los
que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola.
11 Y les dijo:
A vosotros os es dado
saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas
todas las cosas;
12 para que viendo, vean y
no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les
sean perdonados los pecados.
13 Y les dijo:
¿No sabéis esta parábola?
¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador es el que
siembra la palabra.
15 Y éstos son los de
junto al camino:
en quienes se siembra la
palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra
que se sembró en sus corazones.
16 Estos son asimismo los
que fueron sembrados en pedregales:
los que cuando han oído
la palabra, al momento la reciben con gozo;
17 pero no tienen raíz en
sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la
persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
18 Estos son los que
fueron sembrados entre espinos:
los que oyen la palabra,
19 pero los afanes de este
siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y
ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
20 Y éstos son los que
fueron sembrados en buena tierra:
los que oyen la palabra y
la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
Nada
oculto que no haya de ser manifestado
(Lc.8.16-18)
21 También les dijo:
¿Acaso se trae la luz
para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el
candelero?
22 Porque no hay nada
oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
23 Si alguno tiene oídos
para oír, oiga.
24 Les dijo también:
Mirad lo que oís; porque
con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los
que oís.
25 Porque al que tiene, se
le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
Parábola del crecimiento de la semilla
26 Decía además:
Así es el reino de Dios,
como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
27 y duerme y se levanta,
de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
28 Porque de suyo lleva
fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
29 y cuando el fruto está
maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt.13.31-32; Lc.13.18-19)
30 Decía también:
¿A qué haremos semejante
el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?
31 Es como el grano de
mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las
semillas que hay en la tierra;
32 pero después de
sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes
ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
El uso
que Jesús hace de las parábolas
(Mt.13.34-35)
33 Con muchas parábolas
como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
34 Y sin parábolas no les
hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.
Jesús
calma la tempestad
(Mt.8.23-27; Lc.8.22-25)
35 Aquel día, cuando llegó
la noche, les dijo:
Pasemos al otro lado.
36 Y despidiendo a la
multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras
barcas.
37 Pero se levantó una
gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se
anegaba.
38 Y él estaba en la popa,
durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:
Maestro, ¿no tienes
cuidado que perecemos?
39 Y levantándose,
reprendió al viento, y dijo al mar:
Calla, enmudece. Y cesó
el viento, y se hizo grande bonanza.
40 Y les dijo:
¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Entonces temieron con
gran temor, y se decían el uno al otro:
¿Quién es éste, que aun
el viento y el mar le obedecen?
El
endemoniado gadareno
(Mt.8.28-34; Lc.8.26-39)
MARCOS
5
1 Vinieron al otro lado
del mar, a la región de los gadarenos.
2 Y cuando salió él de la
barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un
espíritu inmundo,
3 que tenía su morada en
los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
4 Porque muchas veces
había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas
pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.
5 Y siempre, de día y de
noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con
piedras.
6 Cuando vio, pues, a
Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.
7 Y clamando a gran voz,
dijo:
¿Qué tienes conmigo,
Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía:
Sal de este hombre,
espíritu inmundo.
9 Y le preguntó:
¿Cómo te llamas? Y
respondió diciendo:
Legión me llamo; porque
somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que
no los enviase fuera de aquella región.
11 Estaba allí cerca del
monte un gran hato de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos los
demonios, diciendo:
Envíanos a los cerdos
para que entremos en ellos.
13 Y luego Jesús les dio
permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los
cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y
en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban
los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a
ver qué era aquello que había sucedido.
15 Vienen a Jesús, y ven
al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión,
sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y les contaron los que
lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo
de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle
que se fuera de sus contornos.
18 Al entrar él en la
barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
19 Mas Jesús no se lo
permitió, sino que le dijo:
Vete a tu casa, a los
tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha
tenido misericordia de ti.
20 Y se fue, y comenzó a
publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se
maravillaban.
La hija
de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt.9.18-26; Lc.8.40-56)
21 Pasando otra vez Jesús
en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él
estaba junto al mar.
22 Y vino uno de los
principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus
pies,
23 y le rogaba mucho,
diciendo:
Mi hija está agonizando;
ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
24 Fue, pues, con él; y le
seguía una gran multitud, y le apretaban.
25 Pero una mujer que
desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
26 y había sufrido mucho
de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes
le iba peor,
27 cuando oyó hablar de
Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
28 Porque decía:
Si tocare tan solamente
su manto, seré salva.
29 Y en seguida la fuente
de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30 Luego Jesús, conociendo
en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo:
¿Quién ha tocado mis
vestidos?
31 Sus discípulos le
dijeron:
Ves que la multitud te
aprieta, y dices:
¿Quién me ha tocado?
32 Pero él miraba
alrededor para ver quién había hecho esto.
33 Entonces la mujer,
temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró
delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo:
Hija, tu fe te ha hecho
salva; vé en paz, y queda sana de tu azote.
35 Mientras él aún
hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo:
Tu hija ha muerto; ¿para
qué molestas más al Maestro?
36 Pero Jesús, luego que
oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga:
No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que le
siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
38 Y vino a casa del
principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban
mucho.
39 Y entrando, les dijo:
¿Por qué alborotáis y
lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.
40 Y se burlaban de él.
Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los
que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la
niña, le dijo:
Talita cumi; que
traducido es:
Niña, a ti te digo,
levántate.
42 Y luego la niña se
levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.
43 Pero él les mandó mucho
que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
Jesús
en Nazaret
(Mt.13.53-58; Lc.4.16-30)
MARCOS
6
1 Salió Jesús de allí y
vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2 Y llegado el día de
reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y
decían:
¿De dónde tiene éste
estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por
sus manos son hechos?
3 ¿No es éste el
carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No
están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4 Mas Jesús les decía:
No hay profeta sin honra
sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí
ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las
manos.
6 Y estaba asombrado de la
incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Misión
de los doce discípulos
(Mt.10.5-15; Lc.9.1-6)
7 Después llamó a los
doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los
espíritus inmundos.
8 Y les mandó que no
llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni
dinero en el cinto,
9 sino que calzasen
sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10 Y les dijo:
Dondequiera que entréis
en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11 Y si en algún lugar no
os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de
vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del
juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para
aquella ciudad.
12 Y saliendo, predicaban
que los hombres se arrepintiesen.
13 Y echaban fuera muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Muerte
de Juan el Bautista
(Mt.14.1-12; Lc.9.7-9)
14 Oyó el rey Herodes la
fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo:
Juan el Bautista ha
resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15 Otros decían:
Es Elías. Y otros decían:
Es un profeta, o alguno
de los profetas.
16 Al oír esto Herodes,
dijo:
Este es Juan, el que yo
decapité, que ha resucitado de los muertos.
17 Porque el mismo Herodes
había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de
Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por muJer.18 Porque
Juan decía a Herodes:
No te es lícito tener la
mujer de tu hermano.
19 Pero Herodías le
acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20 porque Herodes temía a
Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole,
se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21 Pero venido un día
oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus
príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22 entrando la hija de
Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el
rey dijo a la muchacha:
Pídeme lo que quieras, y
yo te lo daré.
23 Y le juró:
Todo lo que me pidas te
daré, hasta la mitad de mi reino.
24 Saliendo ella, dijo a
su madre:
¿Qué pediré? Y ella le
dijo:
La cabeza de Juan el
Bautista.
25 Entonces ella entró
prontamente al rey, y pidió diciendo:
Quiero que ahora mismo me
des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26 Y el rey se entristeció
mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no
quiso desecharla.
27 Y en seguida el rey,
enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28 El guarda fue, le
decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y
la muchacha la dio a su madre.
29 Cuando oyeron esto sus
discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
(Mt.14.13-21; Lc.9.10-17;
Jn.6.1-14)
30 Entonces los apóstoles
se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían
enseñado.
31 El les dijo:
Venid vosotros aparte a
un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y
venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32 Y se fueron solos en
una barca a un lugar desierto.
33 Pero muchos los vieron
ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron
antes que ellos, y se juntaron a él.
34 Y salió Jesús y vio una
gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían
pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Cuando ya era muy
avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo:
El lugar es desierto, y
la hora ya muy avanzada.
36 Despídelos para que
vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué
comer.
37 Respondiendo él, les
dijo:
Dadles vosotros de comer.
Ellos le dijeron:
¿Que vayamos y compremos
pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38 El les dijo:
¿Cuántos panes tenéis? Id
y vedlo. Y al saberlo, dijeron:
Cinco, y dos peces.
39 Y les mandó que
hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40 Y se recostaron por
grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41 Entonces tomó los cinco
panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los
panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos
peces entre todos.
42 Y comieron todos, y se
saciaron.
43 Y recogieron de los
pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44 Y los que comieron eran
cinco mil hombres.
Jesús
anda sobre el mar
(Mt.14.22-27; Jn.6.15-21)
45 En seguida hizo a sus
discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera,
entre tanto que él despedía a la multitud.
46 Y después que los hubo
despedido, se fue al monte a orar;
47 y al venir la noche, la
barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48 Y viéndoles remar con
gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de
la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49 Viéndole ellos andar
sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50 porque todos le veían,
y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo:
¡Tened ánimo; yo soy, no
temáis! 51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se
asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52 Porque aún no habían
entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Jesús
sana a los enfermos en Genesaret
(Mt.14.34-36)
53 Terminada la travesía,
vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54 Y saliendo ellos de la
barca, en seguida la gente le conoció.
55 Y recorriendo toda la
tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a
donde oían que estaba.
56 Y dondequiera que
entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban
enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y
todos los que le tocaban quedaban sanos.
Lo que
contamina al hombre
(Mt.15.1-20)
MARCOS
7
1 Se juntaron a Jesús los
fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén;
2 los cuales, viendo a
algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no
lavadas, los condenaban.
3 Porque los fariseos y
todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no
se lavan las manos, no comen.
4 Y volviendo de la plaza,
si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar,
como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios
de metal, y de los lechos.
5 Le preguntaron, pues,
los fariseos y los escribas:
¿Por qué tus discípulos
no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos
inmundas?
6 Respondiendo él, les
dijo:
Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me
honra,
Mas su corazón está lejos
de mí.
7 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas
mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el
mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres:
los lavamientos de los
jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también:
Bien invalidáis el
mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
10 Porque Moisés dijo:
Honra a tu padre y a tu
madre; y:
El que maldiga al padre o
a la madre, muera irremisiblemente.
11 Pero vosotros decís:
Basta que diga un hombre
al padre o a la madre:
Es Corbán (que quiere
decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte,
12 y no le dejáis hacer
más por su padre o por su madre,
13 invalidando la palabra
de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis
semejantes a estas.
14 Y llamando a sí a toda
la multitud, les dijo:
Oídme todos, y entended:
15 Nada hay fuera del
hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es
lo que contamina al hombre.
16 Si alguno tiene oídos
para oír, oiga.
17 Cuando se alejó de la
multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
18 El les dijo:
¿También vosotros estáis
así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el
hombre, no le puede contaminar,
19 porque no entra en su
corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios
todos los alimentos.
20 Pero decía, que lo que
del hombre sale, eso contamina al hombre.
21 Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios,
22 los hurtos, las
avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la
soberbia, la insensatez.
23 Todas estas maldades de
dentro salen, y contaminan al hombre.
La fe
de la mujer sirofenicia
(Mt.15.21-28)
24 Levantándose de allí,
se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que
nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
25 Porque una mujer, cuya
hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus
pies.
26 La mujer era griega, y
sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27 Pero Jesús le dijo:
Deja primero que se
sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los
perrillos.
28 Respondió ella y le
dijo:
Sí, Señor; pero aun los
perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo:
Por esta palabra, ve; el
demonio ha salido de tu hija.
30 Y cuando llegó ella a
su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.
Jesús
sana a un sordomudo
31 Volviendo a salir de la
región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de
Decápolis.
32 Y le trajeron un sordo
y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.
33 Y tomándole aparte de
la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34 y levantando los ojos
al cielo, gimió, y le dijo:
Efata, es decir:
Sé abierto.
35 Al momento fueron
abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo
dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37 Y en gran manera se
maravillaban, diciendo:
bien lo ha hecho todo;
hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.
Alimentación de los cuatro mil
(Mt.15.32-39)
MARCOS
8
1 En aquellos días, como
había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y
les dijo:
2 Tengo compasión de la
gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;
3 y si los enviare en
ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido
de lejos.
4 Sus discípulos le
respondieron:
¿De dónde podrá alguien
saciar de pan a éstos aquí en el desierto?
5 El les preguntó:
¿Cuántos panes tenéis?
Ellos dijeron:
Siete.
6 Entonces mandó a la
multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado
gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los
pusieron delante de la multitud.
7 Tenían también unos
pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.
8 Y comieron, y se
saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas.
9 Eran los que comieron,
como cuatro mil; y los despidió.
10 Y luego entrando en la
barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
La
demanda de una señal
(Mt.16.1-4; Lc.12.54-56)
11 Vinieron entonces los
fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para
tentarle.
12 Y gimiendo en su
espíritu, dijo:
¿Por qué pide señal esta
generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
13 Y dejándolos, volvió a
entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.
La
levadura de los fariseos
(Mt.16.5-12)
14 Habían olvidado de
traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
15 Y él les mandó,
diciendo:
Mirad, guardaos de la
levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
16 Y discutían entre sí,
diciendo:
Es porque no trajimos
pan.
17 Y entendiéndolo Jesús,
les dijo:
¿Qué discutís, porque no
tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro
corazón?
18 ¿Teniendo ojos no veis,
y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?
19 Cuando partí los cinco
panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y
ellos dijeron:
Doce.
20 Y cuando los siete
panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y
ellos dijeron:
Siete.
21 Y les dijo:
¿Cómo aún no entendéis?
Un
ciego sanado en Betsaida
22 Vino luego a Betsaida;
y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.
23 Entonces, tomando la
mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las
manos encima, y le preguntó si veía algo.
24 El, mirando, dijo:
Veo los hombres como
árboles, pero los veo que andan.
25 Luego le puso otra vez
las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de
lejos y claramente a todos.
26 Y lo envió a su casa,
diciendo:
No entres en la aldea, ni
lo digas a nadie en la aldea.
La
confesión de Pedro
(Mt.16.13-20; Lc.9.18-21)
27 Salieron Jesús y sus
discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus
discípulos, diciéndoles:
¿Quién dicen los hombres
que soy yo?
28 Ellos respondieron:
Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.
29 Entonces él les dijo:
Y vosotros, ¿quién decís
que soy? Respondiendo Pedro, le dijo:
Tú eres el Cristo.
30 Pero él les mandó que
no dijesen esto de él a ninguno.
Jesús
anuncia su muerte
(Mt.16.21-28; Lc.9.22-27)
31 Y comenzó a enseñarles
que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los
ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y
resucitar después de tres días.
32 Esto les decía
claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle.
33 Pero él, volviéndose y
mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo:
¡Quítate de delante de
mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres.
34 Y llamando a la gente y
a sus discípulos, les dijo:
Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
35 Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí
y del evangelio, la salvará.
36 Porque ¿qué aprovechará
al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
37 ¿O qué recompensa dará
el hombre por su alma?
38 Porque el que se
avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el
Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su
Padre con los santos ángeles.
MARCOS
9
1 También les dijo:
De cierto os digo que hay
algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto
el reino de Dios venido con poder.
La
transfiguración
(Mt.17.1-13; Lc.9.28-36)
2 Seis días después, Jesús
tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se
transfiguró delante de ellos.
3 Y sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador
en la tierra los puede hacer tan blancos.
4 Y les apareció Elías con
Moisés, que hablaban con Jesús.
5 Entonces Pedro dijo a
Jesús:
Maestro, bueno es para
nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para
Moisés, y otra para Elías.
6 Porque no sabía lo que
hablaba, pues estaban espantados.
7 Entonces vino una nube
que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía:
Este es mi Hijo amado; a
él oíd.
8 Y luego, cuando miraron,
no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
9 Y descendiendo ellos del
monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo
del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
10 Y guardaron la palabra
entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.
11 Y le preguntaron,
diciendo:
¿Por qué dicen los
escribas que es necesario que Elías venga primero?
12 Respondiendo él, les
dijo:
Elías a la verdad vendrá
primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre,
que padezca mucho y sea tenido en nada?
13 Pero os digo que Elías
ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
Jesús
sana a un muchacho endemoniado
(Mt.17.14-21; Lc.9.37-43)
14 Cuando llegó a donde
estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que
disputaban con ellos.
15 Y en seguida toda la
gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.
16 El les preguntó:
¿Qué disputáis con ellos?
17 Y respondiendo uno de
la multitud, dijo:
Maestro, traje a ti mi
hijo, que tiene un espíritu mudo,
18 el cual, dondequiera
que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va
secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.
19 Y respondiendo él, les
dijo:
¡Oh generación incrédula!
¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?
Traédmelo.
20 Y se lo trajeron; y
cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo
en tierra se revolcaba, echando espumarajos.
21 Jesús preguntó al
padre:
¿Cuánto tiempo hace que
le sucede esto? Y él dijo:
Desde niño.
22 Y muchas veces le echa
en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten
misericordia de nosotros, y ayúdanos.
23 Jesús le dijo:
Si puedes creer, al que
cree todo le es posible.
24 E inmediatamente el
padre del muchacho clamó y dijo:
Creo; ayuda mi
incredulidad.
25 Y cuando Jesús vio que
la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole:
Espíritu mudo y sordo, yo
te mando, sal de él, y no entres más en él.
26 Entonces el espíritu,
clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo
que muchos decían:
Está muerto.
27 Pero Jesús, tomándole
de la mano, le enderezó; y se levantó.
28 Cuando él entró en
casa, sus discípulos le preguntaron aparte:
¿Por qué nosotros no
pudimos echarle fuera?
29 Y les dijo:
Este género con nada
puede salir, sino con oración y ayuno.
Jesús
anuncia otra vez su muerte
(Mt.17.22-23; Lc.9.43-45)
30 Habiendo salido de
allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
31 Porque enseñaba a sus
discípulos, y les decía:
El Hijo del Hombre será
entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará
al tercer día.
32 Pero ellos no entendían
esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
¿Quién
es el mayor?
(Mt.18.1-5; Lc.9.46-48)
33 Y llegó a Capernaum; y
cuando estuvo en casa, les preguntó:
¿Qué disputabais entre
vosotros en el camino?
34 Mas ellos callaron;
porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor.
35 Entonces él se sentó y
llamó a los doce, y les dijo:
Si alguno quiere ser el
primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
36 Y tomó a un niño, y lo
puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
37 El que reciba en mi
nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me
recibe a mí sino al que me envió.
El que
no es contra nosotros, por nosotros es
(Lc.9.49-50)
38 Juan le respondió
diciendo:
Maestro, hemos visto a
uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo
prohibimos, porque no nos seguía.
39 Pero Jesús dijo:
No se lo prohibáis;
porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de
mí.
40 Porque el que no es
contra nosotros, por nosotros es.
41 Y cualquiera que os
diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que
no perderá su recompensa.
Ocasiones de caer
(Mt.18.6-9; Lc.17.1-2)
42 Cualquiera que haga
tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le
atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
43 Si tu mano te fuere
ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos
manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
44 donde el gusano de
ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
45 Y si tu pie te fuere
ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos
pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado,
46 donde el gusano de
ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
47 Y si tu ojo te fuere
ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que
teniendo dos ojos ser echado al infierno,
48 donde el gusano de
ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
49 Porque todos serán
salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
50 Buena es la sal; mas si
la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y
tened paz los unos con los otros.
Jesús
enseña sobre el divorcio
(Mt.19.1-12; Lc.16.18)
MARCOS
10
1 Levantándose de allí,
vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a
juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.
2 Y se acercaron los
fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su
muJer.3 El, respondiendo, les dijo:
¿Qué os mandó Moisés?
4 Ellos dijeron:
Moisés permitió dar carta
de divorcio, y repudiarla.
5 Y respondiendo Jesús,
les dijo:
Por la dureza de vuestro
corazón os escribió este mandamiento;
6 pero al principio de la
creación, varón y hembra los hizo Dios.
7 Por esto dejará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
8 y los dos serán una sola
carne; así que no son ya más dos, sino uno.
9 Por tanto, lo que Dios
juntó, no lo separe el hombre.
10 En casa volvieron los
discípulos a preguntarle de lo mismo,
11 y les dijo:
Cualquiera que repudia a
su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella;
12 y si la mujer repudia a
su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Jesús
bendice a los niños
(Mt.19.13-15; Lc.18.15-17)
13 Y le presentaban niños
para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.
14 Viéndolo Jesús, se
indignó, y les dijo:
Dejad a los niños venir a
mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo, que
el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en los
brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
El
joven rico
(Mt.19.16-30; Lc.18.18-30)
17 Al salir él para seguir
su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó:
Maestro bueno, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?
18 Jesús le dijo:
¿Por qué me llamas bueno?
Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
19 Los mandamientos sabes:
No adulteres. No mates.
No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu
madre.
20 El entonces,
respondiendo, le dijo:
Maestro, todo esto lo he
guardado desde mi juventud.
21 Entonces Jesús,
mirándole, le amó, y le dijo:
Una cosa te falta:
anda, vende todo lo que
tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme,
tomando tu cruz.
22 Pero él, afligido por
esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando
alrededor, dijo a sus discípulos:
¡Cuán difícilmente
entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Los discípulos se
asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles:
Hijos, ¡cuán difícil les
es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! 25 Más fácil
es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de
Dios.
26 Ellos se asombraban aun
más, diciendo entre sí:
¿Quién, pues, podrá ser
salvo?
27 Entonces Jesús,
mirándolos, dijo:
Para los hombres es
imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó
a decirle:
He aquí, nosotros lo
hemos dejado todo, y te hemos seguido.
29 Respondió Jesús y dijo:
De cierto os digo que no
hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o
mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 que no reciba cien
veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y
tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
31 Pero muchos primeros
serán postreros, y los postreros, primeros.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt.20.17-19; Lc.18.31-34)
32 Iban por el camino
subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se asombraron, y le seguían
con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las
cosas que le habían de acontecer:
33 He aquí subimos a
Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a
los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;
34 y le escarnecerán, le
azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.
Petición de Santiago y de Juan
(Mt.20.20-28)
35 Entonces Jacobo y Juan,
hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo:
Maestro, querríamos que
nos hagas lo que pidiéremos.
36 El les dijo:
¿Qué queréis que os haga?
37 Ellos le dijeron:
Concédenos que en tu
gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les
dijo:
No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo
soy bautizado?
39 Ellos dijeron:
Podemos. Jesús les dijo:
A la verdad, del vaso que
yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis
bautizados;
40 pero el sentaros a mi
derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está
preparado.
41 Cuando lo oyeron los
diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan.
42 Mas Jesús, llamándolos,
les dijo:
Sabéis que los que son
tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes
ejercen sobre ellas potestad.
43 Pero no será así entre
vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor,
44 y el que de vosotros
quiera ser el primero, será siervo de todos.
45 Porque el Hijo del
Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate
por muchos.
El
ciego Bartimeo recibe la vista
(Mt.20.29-34; Lc.18.35-43)
46 Entonces vinieron a
Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo
el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús
nazareno, comenzó a dar voces y a decir:
¡Jesús, Hijo de David,
ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él
clamaba mucho más:
¡Hijo de David, ten
misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron
al ciego, diciéndole:
Ten confianza; levántate,
te llama.
50 El entonces, arrojando
su capa, se levantó y vino a Jesús.
51 Respondiendo Jesús, le
dijo:
¿Qué quieres que te haga?
Y el ciego le dijo:
Maestro, que recobre la
vista.
52 Y Jesús le dijo:
Vete, tu fe te ha
salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
La
entrada triunfal en Jerusalén
(Mt.21.1-11; Lc.19.28-40;
Jn.12.12-19)
MARCOS
11
1 Cuando se acercaban a
Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús
envió dos de sus discípulos,
2 y les dijo:
Id a la aldea que está
enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado,
en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dijere:
¿Por qué hacéis eso?
decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.
4 Fueron, y hallaron el
pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron.
5 Y unos de los que
estaban allí les dijeron:
¿Qué hacéis desatando el
pollino?
6 Ellos entonces les
dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
7 Y trajeron el pollino a
Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
8 También muchos tendían
sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían
por el camino.
9 Y los que iban delante y
los que venían detrás daban voces, diciendo:
¡Hosanna! ¡Bendito el que
viene en el nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David que
viene! ¡Hosanna en las alturas!
11 Y entró Jesús en
Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya
anochecía, se fue a Betania con los doce.
Maldición de la higuera estéril
(Mt.21.18-19)
12 Al día siguiente,
cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo de lejos una
higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando
llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
14 Entonces Jesús dijo a
la higuera:
Nunca jamás coma nadie
fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
Purificación del templo
(Mt.21.12-17; Lc.19.45-48;
Jn.2.13-22)
15 Vinieron, pues, a
Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que
vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las
sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que
nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.
17 Y les enseñaba,
diciendo:
¿No está escrito:
Mi casa será llamada casa
de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de
ladrones.
18 Y lo oyeron los
escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían
miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina.
19 Pero al llegar la
noche, Jesús salió de la ciudad.
La
higuera maldecida se seca
(Mt.21.19-22)
20 Y pasando por la
mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Entonces Pedro,
acordándose, le dijo:
Maestro, mira, la higuera
que maldijiste se ha secado.
22 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os
digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el
mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que
diga le será hecho.
24 Por tanto, os digo que
todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
25 Y cuando estéis orando,
perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está
en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
26 Porque si vosotros no
perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras
ofensas.
La
autoridad de Jesús
(Mt.21.23-27; Lc.20.1-8)
27 Volvieron entonces a
Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes,
los escribas y los ancianos,
28 y le dijeron:
¿Con qué autoridad haces
estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?
29 Jesús, respondiendo,
les dijo:
Os haré yo también una
pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas.
30 El bautismo de Juan,
¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
31 Entonces ellos
discutían entre sí, diciendo:
Si decimos, del cielo,
dirá:
¿Por qué, pues, no le
creísteis?
32 ¿Y si decimos, de los
hombres...? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero
profeta.
33 Así que, respondiendo,
dijeron a Jesús:
No sabemos. Entonces
respondiendo Jesús, les dijo:
Tampoco yo os digo con
qué autoridad hago estas cosas.
Los
labradores malvados
(Mt.21.33-46; Lc.20.9-19)
MARCOS
12
1 Entonces comenzó Jesús a
decirles por parábolas:
Un hombre plantó una
viña, la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos
labradores, y se fue lejos.
2 Y a su tiempo envió un
siervo a los labradores, para que recibiese de éstos del fruto de la viña.
3 Mas ellos, tomándole, le
golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
4 Volvió a enviarles otro
siervo; pero apedreándole, le hirieron en la cabeza, y también le enviaron
afrentado.
5 Volvió a enviar otro, y
a éste mataron; y a otros muchos, golpeando a unos y matando a otros.
6 Por último, teniendo aún
un hijo suyo, amado, lo envió también a ellos, diciendo:
Tendrán respeto a mi
hijo.
7 Mas aquellos labradores
dijeron entre sí:
Este es el heredero;
venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
8 Y tomándole, le mataron,
y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el
señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los labradores, y dará su viña a otros.
10 ¿Ni aun esta escritura
habéis leído:
La piedra que desecharon
los edificadores
Ha venido a ser cabeza del
ángulo;
11 El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a
nuestros ojos?
12 Y procuraban prenderle,
porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían a la
multitud, y dejándole, se fueron.
La
cuestión del tributo
(Mt.22.15-22; Lc.20.20-26)
13 Y le enviaron algunos
de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna
palabra.
14 Viniendo ellos, le
dijeron:
Maestro, sabemos que eres
hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los
hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a
César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
15 Mas él, percibiendo la
hipocresía de ellos, les dijo:
¿Por qué me tentáis?
Traedme la moneda para que la vea.
16 Ellos se la trajeron; y
les dijo:
¿De quién es esta imagen
y la inscripción? Ellos le dijeron:
De César.
17 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Dad a César lo que es de
César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
La
pregunta sobre la resurrección
(Mt.22.23-33; Lc.20.27-40)
18 Entonces vinieron a él
los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos
escribió que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare
hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
20 Hubo siete hermanos; el
primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia.
21 Y el segundo se casó
con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma
manera.
22 Y así los siete, y no
dejaron descendencia; y después de todos murió también la muJer.23 En la
resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que
los siete la tuvieron por mujer?
24 Entonces respondiendo
Jesús, les dijo:
¿No erráis por esto,
porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?
25 Porque cuando resuciten
de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los
ángeles que están en los cielos.
26 Pero respecto a que los
muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en
la zarza, diciendo:
Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
27 Dios no es Dios de
muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
El gran
mandamiento
(Mt.22.34-40)
28 Acercándose uno de los
escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le
preguntó:
¿Cuál es el primer
mandamiento de todos?
29 Jesús le respondió:
El primer mandamiento de
todos es:
Oye, Israel; el Señor
nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Y amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas
tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
31 Y el segundo es
semejante:
Amarás a tu prójimo como
a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
32 Entonces el escriba le
dijo:
Bien, Maestro, verdad has
dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
33 y el amarle con todo el
corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y
amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y
sacrificios.
34 Jesús entonces, viendo
que había respondido sabiamente, le dijo:
No estás lejos del reino
de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
¿De
quién es hijo el Cristo?
(Mt.22.41-46; Lc.20.41-44)
35 Enseñando Jesús en el
templo, decía:
¿Cómo dicen los escribas
que el Cristo es hijo de David?
36 Porque el mismo David
dijo por el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga tus
enemigos por estrado de tus pies.
37 David mismo le llama
Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.
Jesús
acusa a los escribas
(Mt.23.1-36; Lc.11.37-54;20.45-47)
38 Y les decía en su
doctrina:
Guardaos de los escribas,
que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas,
39 y las primeras sillas
en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
40 que devoran las casas
de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor
condenación.
La
ofrenda de la viuda
(Lc.21.1-4)
41 Estando Jesús sentado
delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca;
y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una viuda pobre,
y echó dos blancas, o sea un cuadrante.
43 Entonces llamando a sus
discípulos, les dijo:
De cierto os digo que
esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
44 porque todos han echado
de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su
sustento.
Jesús
predice la destrucción del templo
(Mt.24.1-2; Lc.21.5-6)
MARCOS
13
1 Saliendo Jesús del
templo, le dijo uno de sus discípulos:
Maestro, mira qué
piedras, y qué edificios.
2 Jesús, respondiendo, le
dijo:
¿Ves estos grandes
edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Señales
antes del fin
(Mt.24.3-28; Lc.21.7-24;17.22-24)
3 Y se sentó en el monte
de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron
aparte:
4 Dinos, ¿cuándo serán
estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
5 Jesús, respondiéndoles,
comenzó a decir:
Mirad que nadie os
engañe;
6 porque vendrán muchos en
mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo; y
engañarán a muchos.
7 Mas cuando oigáis de
guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda
así; pero aún no es el fin.
8 Porque se levantará
nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos
lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos.
9 Pero mirad por vosotros
mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y
delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio
a ellos.
10 Y es necesario que el
evangelio sea predicado antes a todas las naciones.
11 Pero cuando os trajeren
para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis,
sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 Y el hermano entregará
a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los
padres, y los matarán.
13 Y seréis aborrecidos de
todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será
salvo.
14 Pero cuando veáis la
abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe
estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los
montes.
15 El que esté en la
azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
16 y el que esté en el
campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
17 Mas ¡ay de las que
estén encintas, y de las que críen en aquellos días! 18 Orad, pues, que vuestra
huida no sea en invierno;
19 porque aquellos días
serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que
Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
20 Y si el Señor no
hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los
escogidos que él escogió, acortó aquellos días.
21 Entonces si alguno os
dijere:
Mirad, aquí está el
Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis.
22 Porque se levantarán
falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si
fuese posible, aun a los escogidos.
23 Mas vosotros mirad; os
lo he dicho todo antes.
La
venida del Hijo del Hombre
(Mt.24.29-35,42-44; Lc.21.25-36)
24 Pero en aquellos días,
después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor,
25 y las estrellas caerán
del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.
26 Entonces verán al Hijo
del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.
27 Y entonces enviará sus
ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la
tierra hasta el extremo del cielo.
28 De la higuera aprended
la parábola:
Cuando ya su rama está
tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29 Así también vosotros,
cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
30 De cierto os digo, que
no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
31 El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día y de
la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino
el Padre.
33 Mirad, velad y orad;
porque no sabéis cuándo será el tiempo.
34 Es como el hombre que
yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su
obra, y al portero mandó que velase.
35 Velad, pues, porque no
sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o
al canto del gallo, o a la mañana;
36 para que cuando venga
de repente, no os halle durmiendo.
37 Y lo que a vosotros
digo, a todos lo digo:
Velad.
El
complot para prender a Jesús
(Mt.26.1-5; Lc.22.1-2; Jn.11.45-53)
MARCOS
14
1 Dos días después era la
pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales
sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle.
2 Y decían:
No durante la fiesta para
que no se haga alboroto del pueblo.
Jesús
es ungido en Betania
(Mt.26.6-13; Jn.12.1-8)
3 Pero estando él en
Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un
vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso
de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
4 Y hubo algunos que se
enojaron dentro de sí, y dijeron:
¿Para qué se ha hecho
este desperdicio de perfume?
5 Porque podía haberse
vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y
murmuraban contra ella.
6 Pero Jesús dijo:
Dejadla, ¿por qué la
molestáis? Buena obra me ha hecho.
7 Siempre tendréis a los
pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no
siempre me tendréis.
8 Esta ha hecho lo que
podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
9 De cierto os digo que
dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará
lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Judas
ofrece entregar a Jesús
(Mt.26.14-16; Lc.22.3-6)
10 Entonces Judas
Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
11 Ellos, al oírlo, se
alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para
entregarle.
Institución de la Cena del Señor
(Mt.26.17-29; Lc.22.7-23;
Jn.13.21-30;1 Co.
11.23-26)
12 El primer día de la
fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua,
sus discípulos le dijeron:
¿Dónde quieres que
vayamos a preparar para que comas la pascua?
13 Y envió dos de sus
discípulos, y les dijo:
Id a la ciudad, y os
saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,
14 y donde entrare, decid
al señor de la casa:
El Maestro dice:
¿Dónde está el aposento
donde he de comer la pascua con mis discípulos?
15 Y él os mostrará un
gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.
16 Fueron sus discípulos y
entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
17 Y cuando llegó la
noche, vino él con los doce.
18 Y cuando se sentaron a
la mesa, mientras comían, dijo Jesús:
De cierto os digo que uno
de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
19 Entonces ellos
comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno:
¿Seré yo? Y el otro:
¿Seré yo?
20 El, respondiendo, les
dijo:
Es uno de los doce, el
que moja conmigo en el plato.
21 A la verdad el Hijo del
Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo
del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
22 Y mientras comían,
Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo:
Tomad, esto es mi cuerpo.
23 Y tomando la copa, y
habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.
24 Y les dijo:
Esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada.
25 De cierto os digo que
no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el
reino de Dios.
Jesús
anuncia la negación de Pedro
(Mt.26.30-35; Lc.22.31-34;
Jn.13.36-38)
26 Cuando hubieron cantado
el himno, salieron al monte de los Olivos.
27 Entonces Jesús les
dijo:
Todos os escandalizaréis
de mí esta noche; porque escrito está:
Heriré al pastor, y las
ovejas serán dispersadas.
28 Pero después que haya
resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo:
Aunque todos se
escandalicen, yo no.
30 Y le dijo Jesús:
De cierto te digo que tú,
hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres
veces.
31 Mas él con mayor
insistencia decía:
Si me fuere necesario
morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Jesús
ora en Getsemaní
(Mt.26.36-46; Lc.22.39-46)
32 Vinieron, pues, a un
lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto
que yo oro.
33 Y tomó consigo a Pedro,
a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
34 Y les dijo:
Mi alma está muy triste,
hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
35 Yéndose un poco
adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella
hora.
36 Y decía:
Abba, Padre, todas las
cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero,
sino lo que tú.
37 Vino luego y los halló
durmiendo; y dijo a Pedro:
Simón, ¿duermes? ¿No has
podido velar una hora?
38 Velad y orad, para que
no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne
es débil.
39 Otra vez fue y oró,
diciendo las mismas palabras.
40 Al volver, otra vez los
halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían
qué responderle.
41 Vino la tercera vez, y
les dijo:
Dormid ya, y descansad.
Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de
los pecadores.
42 Levantaos, vamos; he
aquí, se acerca el que me entrega.
Arresto
de Jesús
(Mt.26.47-56; Lc.22.47-53;
Jn.18.2-11)
43 Luego, hablando él aún,
vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos,
de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que le entregaba
les había dado señal, diciendo:
Al que yo besare, ése es;
prendedle, y llevadle con seguridad.
45 Y cuando vino, se
acercó luego a él, y le dijo:
Maestro, Maestro. Y le
besó.
46 Entonces ellos le
echaron mano, y le prendieron.
47 Pero uno de los que
estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole
la oreja.
48 Y respondiendo Jesús,
les dijo:
¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y con palos para prenderme?
49 Cada día estaba con
vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se
cumplan las Escrituras.
50 Entonces todos los
discípulos, dejándole, huyeron.
El
joven que huyó
51 Pero cierto joven le
seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron;
52 mas él, dejando la
sábana, huyó desnudo.
Jesús
ante el concilio
(Mt.26.57-68; Lc.22.54-55,63-71;
Jn.18.12-14,19-24)
53 Trajeron, pues, a Jesús
al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes y los
ancianos y los escribas.
54 Y Pedro le siguió de
lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los
alguaciles, calentándose al fuego.
55 Y los principales
sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle
a la muerte; pero no lo hallaban.
56 Porque muchos decían
falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban.
57 Entonces levantándose
unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
58 Nosotros le hemos oído
decir:
Yo derribaré este templo
hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
59 Pero ni aun así
concordaban en el testimonio.
60 Entonces el sumo
sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo:
¿No respondes nada? ¿Qué
testifican éstos contra ti?
61 Mas él callaba, y nada
respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo:
¿Eres tú el Cristo, el
Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le dijo:
Yo soy; y veréis al Hijo
del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del
cielo.
63 Entonces el sumo
sacerdote, rasgando su vestidura, dijo:
¿Qué más necesidad
tenemos de testigos?
64 Habéis oído la
blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno
de muerte.
65 Y algunos comenzaron a
escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle:
Profetiza. Y los
alguaciles le daban de bofetadas.
Pedro
niega a Jesús
(Mt.26.69-75; Lc.22.55-62;
Jn.18.15-18,25-27)
66 Estando Pedro abajo, en
el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
67 y cuando vio a Pedro
que se calentaba, mirándole, dijo:
Tú también estabas con
Jesús el nazareno.
68 Mas él negó, diciendo:
No le conozco, ni sé lo
que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo.
69 Y la criada, viéndole
otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí:
Este es de ellos.
70 Pero él negó otra vez.
Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro:
Verdaderamente tú eres de
ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos.
71 Entonces él comenzó a
maldecir, y a jurar:
No conozco a este hombre
de quien habláis.
72 Y el gallo cantó la
segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho:
Antes que el gallo cante
dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Jesús
ante Pilato
(Mt.27.1-2,11-14; Lc.23.1-5;
Jn.18.28-38)
MARCOS
15
1 Muy de mañana, habiendo
tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y
con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato.
2 Pilato le preguntó:
¿Eres tú el Rey de los
judíos? Respondiendo él, le dijo:
Tú lo dices.
3 Y los principales
sacerdotes le acusaban mucho.
4 Otra vez le preguntó
Pilato, diciendo:
¿Nada respondes? Mira de
cuántas cosas te acusan.
5 Mas Jesús ni aun con eso
respondió; de modo que Pilato se maravillaba.
Jesús
sentenciado a muerte
(Mt.27.15-31; Lc.23.13-25;
Jn.18.38-19.16)
6 Ahora bien, en el día de
la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
7 Y había uno que se
llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido
homicidio en una revuelta.
8 Y viniendo la multitud,
comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho.
9 Y Pilato les respondió
diciendo:
¿Queréis que os suelte al
Rey de los judíos?
10 Porque conocía que por
envidia le habían entregado los principales sacerdotes.
11 Mas los principales
sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás.
12 Respondiendo Pilato,
les dijo otra vez:
¿Qué, pues, queréis que
haga del que llamáis Rey de los judíos?
13 Y ellos volvieron a dar
voces:
¡Crucifícale! 14 Pilato
les decía:
¿Pues qué mal ha hecho?
Pero ellos gritaban aun más:
¡Crucifícale! 15 Y
Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús,
después de azotarle, para que fuese crucificado.
16 Entonces los soldados
le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la
compañía.
17 Y le vistieron de
púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas,
18 comenzaron luego a
saludarle:
¡Salve, Rey de los
judíos! 19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de
rodillas le hacían reverencias.
20 Después de haberle
escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le
sacaron para crucificarle.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt.27.32-56; Lc.23.26-49;
Jn.19.17-30)
21 Y obligaron a uno que
pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a
que le llevase la cruz.
22 Y le llevaron a un
lugar llamado Gólgota, que traducido es:
Lugar de la Calavera.
23 Y le dieron a beber
vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.
24 Cuando le hubieron
crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para
ver qué se llevaría cada uno.
25 Era la hora tercera
cuando le crucificaron.
26 Y el título escrito de
su causa era:
EL REY DE LOS JUDÍOS.27
Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su
izquierda.
28 Y se cumplió la
Escritura que dice:
Y fue contado con los
inicuos.
29 Y los que pasaban le
injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
¡Bah! tú que derribas el
templo de Dios, y en tres días lo reedificas,
30 sálvate a ti mismo, y
desciende de la cruz.
31 De esta manera también
los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los
escribas:
A otros salvó, a sí mismo
no se puede salvar.
32 El Cristo, Rey de
Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que
estaban crucificados con él le injuriaban.
33 Cuando vino la hora
sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena
Jesús clamó a gran voz, diciendo:
Eloi, Eloi, ¿lama
sabactani? que traducido es:
Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?
35 Y algunos de los que
estaban allí decían, al oírlo:
Mirad, llama a Elías.
36 Y corrió uno, y
empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber,
diciendo:
Dejad, veamos si viene
Elías a bajarle.
37 Mas Jesús, dando una
gran voz, expiró.
38 Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Y el centurión que
estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo:
Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios.
40 También había algunas
mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la
madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé,
41 quienes, cuando él
estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con
él a Jerusalén.
Jesús
es sepultado
(Mt.27.57-61; Lc.23.50-56;
Jn.19.38-42)
42 Cuando llegó la noche,
porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo,
43 José de Arimatea,
miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró
osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se sorprendió de
que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba
muerto.
45 E informado por el
centurión, dio el cuerpo a José,
46 el cual compró una
sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que
estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 Y María Magdalena y
María madre de José miraban dónde lo ponían.
La
resurrección
(Mt.28.1-10; Lc.24.1-12;
Jn.20.1-10)
MARCOS
16
1 Cuando pasó el día de
reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias
aromáticas para ir a ungirle.
2 Y muy de mañana, el
primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol.
3 Pero decían entre sí:
¿Quién nos removerá la
piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero cuando miraron,
vieron removida la piedra, que era muy grande.
5 Y cuando entraron en el
sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa
blanca; y se espantaron.
6 Mas él les dijo:
No os asustéis; buscáis a
Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el
lugar en donde le pusieron.
7 Pero id, decid a sus
discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis,
como os dijo.
8 Y ellas se fueron
huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada
a nadie, porque tenían miedo.
Jesús
se aparece a María Magdalena
(Jn.20.11-18)
9 Habiendo, pues,
resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció
primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
10 Yendo ella, lo hizo
saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
11 Ellos, cuando oyeron
que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
Jesús
se aparece a dos de sus discípulos
(Lc.24.13-35)
12 Pero después apareció
en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.
13 Ellos fueron y lo
hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.
Jesús
comisiona a los apóstoles
(Mt.28.16-20; Lc.24.36-49;
Jn.20.19-23)
14 Finalmente se apareció
a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían
visto resucitado.
15 Y les dijo:
Id por todo el mundo y
predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
17 Y estas señales
seguirán a los que creen:
En mi nombre echarán
fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán en las manos
serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán.
La
ascensión
(Lc.24.50-53)
19 Y el Señor, después que
les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
20 Y ellos, saliendo,
predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con
las señales que la seguían. Amén.
SAN LUCAS
El
Evangelio Según
SAN LUCAS
Dedicatoria a Teófilo
LUCAS 1
1 Puesto que ya muchos han
tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido
ciertísimas,
2 tal como nos lo
enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros
de la palabra,
3 me ha parecido también a
mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen,
escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
4 para que conozcas bien
la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.
Anuncio
del nacimiento de Juan
5 Hubo en los días de
Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su
mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
6 Ambos eran justos
delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas
del Señor.
7 Pero no tenían hijo,
porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
8 Aconteció que ejerciendo
Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,
9 conforme a la costumbre
del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario
del Señor.
10 Y toda la multitud del
pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
11 Y se le apareció un
ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
12 Y se turbó Zacarías al
verle, y le sobrecogió temor.
13 Pero el ángel le dijo:
Zacarías, no temas;
porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre Juan.
14 Y tendrás gozo y
alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
15 porque será grande
delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun
desde el vientre de su madre.
16 Y hará que muchos de
los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
17 E irá delante de él con
el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a
los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto.
18 Dijo Zacarías al ángel:
¿En qué conoceré esto?
Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.
19 Respondiendo el ángel,
le dijo:
Yo soy Gabriel, que estoy
delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.
20 Y ahora quedarás mudo y
no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis
palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
21 Y el pueblo estaba
esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario.
22 Pero cuando salió, no
les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. El les
hablaba por señas, y permaneció mudo.
23 Y cumplidos los días de
su ministerio, se fue a su casa.
24 Después de aquellos
días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
25 Así ha hecho conmigo
el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio
del nacimiento de Jesús
26 Al sexto mes el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada
con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen
era María.
28 Y entrando el ángel en
donde ella estaba, dijo:
¡Salve, muy favorecida!
El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
29 Mas ella, cuando le
vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
30 Entonces el ángel le
dijo:
María, no temas, porque
has hallado gracia delante de Dios.
31 Y ahora, concebirás en
tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.32 Este será
grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de
David su padre;
33 y reinará sobre la casa
de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
34 Entonces María dijo al
ángel:
¿Cómo será esto? pues no
conozco varón.
35 Respondiendo el ángel,
le dijo:
El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también
el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí tu parienta
Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes
para ella, la que llamaban estéril;
37 porque nada hay
imposible para Dios.
38 Entonces María dijo:
He aquí la sierva del
Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
María
visita a Elisabet
39 En aquellos días,
levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
40 y entró en casa de
Zacarías, y saludó a Elisabet.
41 Y aconteció que cuando
oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet
fue llena del Espíritu Santo,
42 y exclamó a gran voz, y
dijo:
Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
43 ¿Por qué se me concede
esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque tan pronto como
llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi
vientre.
45 Y bienaventurada la que
creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.
46 Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al
Señor;
47 Y mi espíritu se
regocija en Dios mi Salvador.
48 Porque ha mirado la
bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora
me dirán bienaventurada todas las generaciones.
49 Porque me ha hecho
grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
50 Y su misericordia es de
generación en generación
A los que le temen.
51 Hizo proezas con su
brazo;
Esparció a los soberbios
en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó de los tronos a
los poderosos,
Y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó
de bienes,
Y a los ricos envió
vacíos.
54 Socorrió a Israel su
siervo,
Acordándose de la
misericordia
55 De la cual habló a
nuestros padres,
Para con Abraham y su
descendencia para siempre.
56 Y se quedó María con
ella como tres meses; después se volvió a su casa.
Nacimiento de Juan el Bautista
57 Cuando a Elisabet se le
cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo.
58 Y cuando oyeron los
vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su
misericordia, se regocijaron con ella.
59 Aconteció que al octavo
día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre,
Zacarías;
60 pero respondiendo su
madre, dijo:
No; se llamará Juan.
61 Le dijeron:
¿Por qué? No hay nadie en
tu parentela que se llame con ese nombre.
62 Entonces preguntaron
por señas a su padre, cómo le quería llamar.
63 Y pidiendo una
tablilla, escribió, diciendo:
Juan es su nombre. Y
todos se maravillaron.
64 Al momento fue abierta
su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
65 Y se llenaron de temor
todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas
cosas.
66 Y todos los que las
oían las guardaban en su corazón, diciendo:
¿Quién, pues, será este
niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Profecía de Zacarías
67 Y Zacarías su padre fue
lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
68 Bendito el Señor Dios
de Israel,
Que ha visitado y redimido
a su pueblo,
69 Y nos levantó un
poderoso Salvador
En la casa de David su
siervo,
70 Como habló por boca de
sus santos profetas que fueron desde el principio;
71 Salvación de nuestros
enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
72 Para hacer misericordia
con nuestros padres,
Y acordarse de su santo
pacto;
73 Del juramento que hizo
a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder
74 Que, librados de
nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
75 En santidad y en
justicia delante de él, todos nuestros días.
76 Y tú, niño, profeta del
Altísimo serás llamado;
Porque irás delante de la
presencia del Señor, para preparar sus caminos;
77 Para dar conocimiento
de salvación a su pueblo,
Para perdón de sus
pecados,
78 Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó desde
lo alto la aurora,
79 Para dar luz a los que
habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros
pies por camino de paz.
80 Y el niño crecía, y se
fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su
manifestación a Israel.
Nacimiento de Jesús
(Mt.1.18-25)
LUCAS 2
1 Aconteció en aquellos
días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo
fuese empadronado.
2 Este primer censo se
hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
3 E iban todos para ser
empadronados, cada uno a su ciudad.
4 Y José subió de Galilea,
de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por
cuanto era de la casa y familia de David;
5 para ser empadronado con
María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
6 Y aconteció que estando
ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
7 Y dio a luz a su hijo
primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos en el mesón.
Los
ángeles y los pastores
8 Había pastores en la
misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y he aquí, se les
presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y
tuvieron gran temor.
10 Pero el ángel les dijo:
No temáis; porque he aquí
os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy,
en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12 Esto os servirá de
señal:
Hallaréis al niño
envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente
apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a
Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las
alturas,
Y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!
15 Sucedió que cuando los
ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
Pasemos, pues, hasta
Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues,
apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a
conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron,
se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba
todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20 Y volvieron los
pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y
visto, como se les había dicho.
Presentación de Jesús en el templo
21 Cumplidos los ocho días
para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido
puesto por el ángel antes que fuese concebido.
22 Y cuando se cumplieron
los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a
Jerusalén para presentarle al Señor 23 (como está escrito en la ley del Señor:
Todo varón que abriere la
matriz será llamado santo al Señor),
24 y para ofrecer conforme
a lo que se dice en la ley del Señor:
Un par de tórtolas, o dos
palominos.
25 Y he aquí había en
Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la
consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 Y le había sido
revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido
del Señor.
27 Y movido por el
Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al
templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28 él le tomó en sus
brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29 Ahora, Señor, despides
a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis
ojos tu salvación,
31 La cual has preparado
en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a
los gentiles,
Y gloria de tu pueblo
Israel.
33 Y José y su madre
estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
34 Y los bendijo Simeón, y
dijo a su madre María:
He aquí, éste está puesto
para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será
contradicha 35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados
los pensamientos de muchos corazones.
36 Estaba también allí
Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues
había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37 y era viuda hacía
ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día
con ayunos y oraciones.
38 Esta, presentándose en
la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban
la redención en Jerusalén.
El
regreso a Nazaret
39 Después de haber
cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su
ciudad de Nazaret.
40 Y el niño crecía y se
fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
El niño
Jesús en el templo
41 Iban sus padres todos
los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
42 y cuando tuvo doce
años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
43 Al regresar ellos,
acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José
y su madre.
44 Y pensando que estaba
entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los
parientes y los conocidos;
45 pero como no le
hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46 Y aconteció que tres
días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la
ley, oyéndoles y preguntándoles.
47 Y todos los que le
oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
48 Cuando le vieron, se
sorprendieron; y le dijo su madre:
Hijo, ¿por qué nos has
hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
49 Entonces él les dijo:
¿Por qué me buscabais?
¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
50 Mas ellos no
entendieron las palabras que les habló.
51 Y descendió con ellos,
y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas
cosas en su corazón.
52 Y Jesús crecía en
sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
Predicación de Juan el Bautista
(Mt.3.1-12; Mr.1.1-8; Jn.1.19-28)
LUCAS 3
1 En el año decimoquinto
del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y
Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la
provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
2 y siendo sumos
sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto.
3 Y él fue por toda la
región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para
perdón de pecados,
4 como está escrito en el
libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:
Voz del que clama en el
desierto:
Preparad el camino del
Señor;
Enderezad sus sendas.
5 Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y
collado;
Los caminos torcidos serán
enderezados,
Y los caminos ásperos
allanados;
6 Y verá toda carne la
salvación de Dios.
7 Y decía a las multitudes
que salían para ser bautizadas por él:
¡Oh generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos
dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos:
Tenemos a Abraham por
padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas
piedras.
9 Y ya también el hacha
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto
se corta y se echa en el fuego.
10 Y la gente le
preguntaba, diciendo:
Entonces, ¿qué haremos?
11 Y respondiendo, les
dijo:
El que tiene dos túnicas,
dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
12 Vinieron también unos
publicanos para ser bautizados, y le dijeron:
Maestro, ¿qué haremos?
13 El les dijo:
No exijáis más de lo que
os está ordenado.
14 También le preguntaron
unos soldados, diciendo:
Y nosotros, ¿qué haremos?
Y les dijo:
No hagáis extorsión a
nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
15 Como el pueblo estaba
en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el
Cristo,
16 respondió Juan,
diciendo a todos:
Yo a la verdad os bautizo
en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la
correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 Su aventador está en su
mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en
fuego que nunca se apagará.
18 Con estas y otras
muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
19 Entonces Herodes el
tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su
hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
20 sobre todas ellas,
añadió además esta:
encerró a Juan en la
cárcel.
El
bautismo de Jesús
(Mt.3.13-17; Mr.1.9-11)
21 Aconteció que cuando
todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se
abrió,
22 y descendió el Espíritu
Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que
decía:
Tú eres mi Hijo amado; en
ti tengo complacencia.
Genealogía de Jesús
(Mt.1.1-17)
23 Jesús mismo al comenzar
su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de
Elí,
24 hijo de Matat, hijo de
Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo
de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26 hijo de Maat, hijo de
Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joana, hijo de
Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28 hijo de Melqui, hijo de
Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de
Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
30 hijo de Leví, hijo de
Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de
Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de
Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
33 hijo de Aminadab, hijo
de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de
Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
35 hijo de Serug, hijo de
Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
36 hijo de Cainán, hijo de
Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37 hijo de Matusalén, hijo
de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de
Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
Tentación de Jesús
(Mt.4.1-11; Mr.1.12-13)
LUCAS 4
1 Jesús, lleno del
Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto 2
por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos
días, pasados los cuales, tuvo hambre.
3 Entonces el diablo le
dijo:
Si eres Hijo de Dios, dí
a esta piedra que se convierta en pan.
4 Jesús, respondiéndole,
dijo:
Escrito está:
No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra de Dios.
5 Y le llevó el diablo a
un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.
6 Y le dijo el diablo:
A ti te daré toda esta
potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien
quiero la doy.
7 Si tú postrado me
adorares, todos serán tuyos.
8 Respondiendo Jesús, le
dijo:
Vete de mí, Satanás,
porque escrito está:
Al Señor tu Dios
adorarás, y a él solo servirás.
9 Y le llevó a Jerusalén,
y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo:
Si eres Hijo de Dios,
échate de aquí abajo;
10 porque escrito está:
A sus ángeles mandará
acerca de ti, que te guarden;
11 y,
En las manos te
sostendrán,
Para que no tropieces con
tu pie en piedra.
12 Respondiendo Jesús, le
dijo:
Dicho está:
No tentarás al Señor tu
Dios.
13 Y cuando el diablo hubo
acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
Jesús
principia su ministerio
(Mt.4.12-17; Mr.1.14-15)
14 Y Jesús volvió en el
poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de
alrededor.
15 Y enseñaba en las
sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
Jesús en Nazaret
(Mt.13.53-58;
Mr.6.1-6)
16 Vino a Nazaret, donde
se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su
costumbre, y se levantó a leer.
17 Y se le dio el libro
del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba
escrito:
18 El Espíritu del Señor
está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a
los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los
cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los
oprimidos;
19 A predicar el año
agradable del Señor.
20 Y enrollando el libro,
lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos
en él.
21 Y comenzó a decirles:
Hoy se ha cumplido esta
Escritura delante de vosotros.
22 Y todos daban buen
testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de
su boca, y decían:
¿No es éste el hijo de
José?
23 El les dijo:
Sin duda me diréis este
refrán:
Médico, cúrate a ti
mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también
aquí en tu tierra.
24 Y añadió:
De cierto os digo, que
ningún profeta es acepto en su propia tierra.
25 Y en verdad os digo que
muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado
por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
26 pero a ninguna de ellas
fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
27 Y muchos leprosos había
en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino
Naamán el sirio.
28 Al oír estas cosas,
todos en la sinagoga se llenaron de ira;
29 y levantándose, le
echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el
cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.
30 Mas él pasó por en
medio de ellos, y se fue.
Un
hombre que tenía un espíritu inmundo
(Mr.1.21-28)
31 Descendió Jesús a
Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.
32 Y se admiraban de su
doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33 Estaba en la sinagoga
un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
34 diciendo:
Déjanos; ¿qué tienes con
nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién
eres, el Santo de Dios.
35 Y Jesús le reprendió,
diciendo:
Cállate, y sal de él.
Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo
daño alguno.
36 Y estaban todos
maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo:
¿Qué palabra es esta, que
con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se difundía
por todos los lugares de los contornos.
Jesús
sana a la suegra de Pedro
(Mt.8.14-15; Mr.1.29-31)
38 Entonces Jesús se
levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón
tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.
39 E inclinándose hacia
ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al
instante, les servía.
Muchos
sanados al ponerse el sol
(Mt.8.16-17; Mr.1.32-34)
40 Al ponerse el sol,
todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él,
poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
41 También salían demonios
de muchos, dando voces y diciendo:
Tú eres el Hijo de Dios.
Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el
Cristo.
Jesús
recorre Galilea predicando
(Mr.1.35-39)
42 Cuando ya era de día,
salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde
estaba, le detenían para que no se fuera de ellos.
43 Pero él les dijo:
Es necesario que también
a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he
sido enviado.
44 Y predicaba en las
sinagogas de Galilea.
La
pesca milagrosa
(Mt.4.18-22; Mr.1.16-20)
LUCAS 5
1 Aconteció que estando
Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la
palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que
estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de
ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de
aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un
poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de
hablar, dijo a Simón:
Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le
dijo:
Maestro, toda la noche
hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho,
encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas
a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y
vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro,
cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:
Apártate de mí, Señor,
porque soy hombre pecador.
9 Porque por la pesca que
habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con
él,
10 y asimismo de Jacobo y
Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:
No temas; desde ahora
serás pescador de hombres.
11 Y cuando trajeron a
tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Jesús
sana a un leproso
(Mt.8.1-4; Mr.1.40-45)
12 Sucedió que estando él
en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a
Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo:
Señor, si quieres, puedes
limpiarme.
13 Entonces, extendiendo
él la mano, le tocó, diciendo:
Quiero; sé limpio. Y al
instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no lo
dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu
purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero su fama se
extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de
sus enfermedades.
16 Mas él se apartaba a
lugares desiertos, y oraba.
Jesús
sana a un paralítico
(Mt.9.1-8; Mr.2.1-12)
17 Aconteció un día, que
él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los
cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y
el poder del Señor estaba con él para sanar.
18 Y sucedió que unos
hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban
llevarle adentro y ponerle delante de él.
19 Pero no hallando cómo
hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le
bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
20 Al ver él la fe de
ellos, le dijo:
Hombre, tus pecados te
son perdonados.
21 Entonces los escribas y
los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo:
¿Quién es éste que habla
blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
22 Jesús entonces,
conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo:
¿Qué caviláis en vuestros
corazones?
23 ¿Qué es más fácil,
decir:
Tus pecados te son
perdonados, o decir:
Levántate y anda?
24 Pues para que sepáis
que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo
al paralítico):
A ti te digo:
Levántate, toma tu lecho,
y vete a tu casa.
25 Al instante,
levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado,
se fue a su casa, glorificando a Dios.
26 Y todos, sobrecogidos
de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían:
Hoy hemos visto
maravillas.
Llamamiento de Leví
(Mt.9.9-13; Mr.2.13-17)
27 Después de estas cosas
salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos
públicos, y le dijo:
Sígueme.
28 Y dejándolo todo, se
levantó y le siguió.
29 Y Leví le hizo gran
banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban
a la mesa con ellos.
30 Y los escribas y los
fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo:
¿Por qué coméis y bebéis
con publicanos y pecadores?
31 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Los que están sanos no
tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
32 No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
La
pregunta sobre el ayuno
(Mt.9.14-17; Mr.2.18-22)
33 Entonces ellos le
dijeron:
¿Por qué los discípulos
de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos,
pero los tuyos comen y beben?
34 El les dijo:
¿Podéis acaso hacer que
los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
35 Mas vendrán días cuando
el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Les dijo también una
parábola:
Nadie corta un pedazo de
un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente
rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.
37 Y nadie echa vino nuevo
en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará,
y los odres se perderán.
38 Mas el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
39 Y ninguno que beba del
añejo, quiere luego el nuevo; porque dice:
El añejo es mejor.
Los
discípulos recogen espigas en el día de reposo
(Mt.12.1-8; Mr.2.23-28)
LUCAS 6
1 Aconteció en un día de
reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y
comían, restregándolas con las manos.
2 Y algunos de los
fariseos les dijeron:
¿Por qué hacéis lo que no
es lícito hacer en los días de reposo?
3 Respondiendo Jesús, les
dijo:
¿Ni aun esto habéis
leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
4 cómo entró en la casa de
Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino
sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
5 Y les decía:
El Hijo del Hombre es
Señor aun del día de reposo.
El
hombre de la mano seca
(Mt.12.9-14; Mr.3.1-6)
6 Aconteció también en
otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un
hombre que tenía seca la mano derecha.
7 Y le acechaban los
escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de
hallar de qué acusarle.
8 Mas él conocía los
pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca:
Levántate, y ponte en
medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
9 Entonces Jesús les dijo:
Os preguntaré una cosa:
¿Es lícito en día de
reposo hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?
10 Y mirándolos a todos
alrededor, dijo al hombre:
Extiende tu mano. Y él lo
hizo así, y su mano fue restaurada.
11 Y ellos se llenaron de
furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
Elección de los doce apóstoles
(Mt.10.1-4; Mr.3.13-19)
12 En aquellos días él fue
al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
13 Y cuando era de día,
llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó
apóstoles:
14 a Simón, a quien
también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
15 Mateo, Tomás, Jacobo
hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote,
16 Judas hermano de
Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
Jesús
atiende a una multitud
(Mt.4.23-25)
17 Y descendió con ellos,
y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran
multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón,
que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
18 y los que habían sido
atormentados de espíritus inmundos eran sanados.
19 Y toda la gente
procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
Bienaventuranzas y ayes
(Mt.5.1-12)
20 Y alzando los ojos
hacia sus discípulos, decía:
Bienaventurados vosotros
los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados los que
ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora
lloráis, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis
cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y
desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día, y
alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
hacían sus padres con los profetas.
24 Mas ¡ay de vosotros,
ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los
que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que
ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
26 ¡Ay de vosotros, cuando
todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los
falsos profetas.
El amor
hacia los enemigos, y la regla de oro
(Mt.5.38-48;7.12)
27 Pero a vosotros los que
oís, os digo:
Amad a vuestros enemigos,
haced bien a los que os aborrecen;
28 bendecid a los que os
maldicen, y orad por los que os calumnian.
29 Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica
le niegues.
30 A cualquiera que te
pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
31 Y como queréis que
hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
32 Porque si amáis a los
que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los
aman.
33 Y si hacéis bien a los
que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo
mismo.
34 Y si prestáis a
aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
35 Amad, pues, a vuestros
enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro
galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los
ingratos y malos.
36 Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
El
juzgar a los demás
(Mt.7.1-5)
37 No juzguéis, y no
seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados.
38 Dad, y se os dará;
medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con
la misma medida con que medís, os volverán a medir.
39 Y les decía una
parábola:
¿Acaso puede un ciego
guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40 El discípulo no es
superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su
maestro.
41 ¿Por qué miras la paja
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu
propio ojo?
42 ¿O cómo puedes decir a
tu hermano:
Hermano, déjame sacar la
paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Por sus
frutos los conoceréis
(Mt.7.15-20)
43 No es buen árbol el que
da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
44 Porque cada árbol se
conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas
se vendimian uvas.
45 El hombre bueno, del
buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su
corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Los dos
cimientos
(Mt.7.24-27)
46 ¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
47 Todo aquel que viene a
mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
48 Semejante es al hombre
que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y
cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no
la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49 Mas el que oyó y no
hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento;
contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de
aquella casa.
Jesús
sana al siervo de un centurión
(Mt.8.5-13)
LUCAS 7
1 Después que hubo
terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.
2 Y el siervo de un
centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el centurión oyó
hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y
sanase a su siervo.
4 Y ellos vinieron a Jesús
y le rogaron con solicitud, diciéndole:
Es digno de que le
concedas esto;
5 porque ama a nuestra
nación, y nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos.
Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos,
diciéndole:
Señor, no te molestes,
pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por lo que ni aun me
tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy
hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste:
Ve, y va; y al otro:
Ven, y viene; y a mi
siervo:
Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se
maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía:
Os digo que ni aun en
Israel he hallado tanta fe.
10 Y al regresar a casa
los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Jesús
resucita al hijo de la viuda de Naín
11 Aconteció después, que
él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y
una gran multitud.
12 Cuando llegó cerca de
la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único
de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la
vio, se compadeció de ella, y le dijo:
No llores.
14 Y acercándose, tocó el
féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo:
Joven, a ti te digo,
levántate.
15 Entonces se incorporó
el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo,
y glorificaban a Dios, diciendo:
Un gran profeta se ha
levantado entre nosotros; y:
Dios ha visitado a su
pueblo.
17 Y se extendió la fama
de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Los
mensajeros de Juan el Bautista
(Mt.11.2-19)
18 Los discípulos de Juan
le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús,
para preguntarle:
¿Eres tú el que había de
venir, o esperaremos a otro?
20 Cuando, pues, los
hombres vinieron a él, dijeron:
Juan el Bautista nos ha
enviado a ti, para preguntarte:
¿Eres tú el que había de
venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó
a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les
dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús,
les dijo:
Id, haced saber a Juan lo
que habéis visto y oído:
los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados,
y a los pobres es anunciado el evangelio;
23 y bienaventurado es
aquel que no halle tropiezo en mí.
24 Cuando se fueron los
mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente:
¿Qué salisteis a ver al
desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25 Mas ¿qué salisteis a
ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen
vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
26 Mas ¿qué salisteis a
ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
27 Este es de quien está
escrito:
He aquí, envío mi
mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu
camino delante de ti.
28 Os digo que entre los
nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Y todo el pueblo y los
publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo
de Juan.
30 Mas los fariseos y los
intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no
siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor:
¿A qué, pues, compararé
los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los
muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen:
Os tocamos flauta, y no
bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque vino Juan el
Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís:
Demonio tiene.
34 Vino el Hijo del
Hombre, que come y bebe, y decís:
Este es un hombre comilón
y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Mas la sabiduría es
justificada por todos sus hijos.
Jesús
en el hogar de Simón el fariseo
36 Uno de los fariseos
rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se
sentó a la mesa.
37 Entonces una mujer de
la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38 y estando detrás de él
a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con
sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
39 Cuando vio esto el
fariseo que le había convidado, dijo para sí:
Este, si fuera profeta,
conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
40 Entonces respondiendo
Jesús, le dijo:
Simón, una cosa tengo que
decirte. Y él le dijo:
Di, Maestro.
41 Un acreedor tenía dos
deudores:
el uno le debía
quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42 y no teniendo ellos con
qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
43 Respondiendo Simón,
dijo:
Pienso que aquel a quien
perdonó más. Y él le dijo:
Rectamente has juzgado.
44 Y vuelto a la mujer,
dijo a Simón:
¿Ves esta mujer? Entré en
tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con
lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso; mas
ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza
con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
47 Por lo cual te digo que
sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le
perdona poco, poco ama.
48 Y a ella le dijo:
Tus pecados te son
perdonados.
49 Y los que estaban
juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí:
¿Quién es éste, que
también perdona pecados?
50 Pero él dijo a la
mujer:
Tu fe te ha salvado, vé
en paz.
Mujeres
que sirven a Jesús
LUCAS 8
1 Aconteció después, que
Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio
del reino de Dios, y los doce con él,
2 y algunas mujeres que
habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades:
María, que se llamaba
Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
3 Juana, mujer de Chuza
intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
Parábola del sembrador
(Mt.13.1-15,18-23;
Mr.4.1-20)
4 Juntándose una gran
multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
5 El sembrador salió a
sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue
hollada, y las aves del cielo la comieron.
6 Otra parte cayó sobre la
piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
7 Otra parte cayó entre
espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en
buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas,
decía a gran voz:
El que tiene oídos para
oír, oiga.
9 Y sus discípulos le
preguntaron, diciendo:
¿Qué significa esta
parábola?
10 Y él dijo:
A vosotros os es dado
conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para
que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 Esta es, pues, la
parábola:
La semilla es la palabra
de Dios.
12 Y los de junto al
camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la
palabra, para que no crean y se salven.
13 Los de sobre la piedra
son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen
raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
14 La que cayó entre
espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
15 Mas la que cayó en
buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra
oída, y dan fruto con perseverancia.
Nada
oculto que no haya de ser manifestado
(Mr.4.21-25)
16 Nadie que enciende una
luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en
un candelero para que los que entran vean la luz.
17 Porque nada hay oculto,
que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de
salir a luz.
18 Mirad, pues, cómo oís;
porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que
piensa tener se le quitará.
La
madre y los hermanos de Jesús
(Mt.12.46-50; Mr.3.31-35)
19 Entonces su madre y sus
hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
20 Y se le avisó,
diciendo:
Tu madre y tus hermanos
están fuera y quieren verte.
21 El entonces
respondiendo, les dijo:
Mi madre y mis hermanos
son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
Jesús
calma la tempestad
(Mt.8.23-27; Mr.4.35-41)
22 Aconteció un día, que
entró en una barca con sus discípulos, y les dijo:
Pasemos al otro lado del
lago. Y partieron.
23 Pero mientras
navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y
se anegaban y peligraban.
24 Y vinieron a él y le
despertaron, diciendo:
¡Maestro, Maestro, que
perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se
hizo bonanza.
25 Y les dijo:
¿Dónde está vuestra fe? Y
atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros:
¿Quién es éste, que aun a
los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
El
endemoniado gadareno
(Mt.8.28-34; Mr.5.1-20)
26 Y arribaron a la tierra
de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
27 Al llegar él a tierra,
vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho
tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
28 Este, al ver a Jesús,
lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz:
¿Qué tienes conmigo,
Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
29 (Porque mandaba al
espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había
apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas,
era impelido por el demonio a los desiertos.) 30 Y le preguntó Jesús, diciendo:
¿Cómo te llamas? Y él
dijo:
Legión. Porque muchos
demonios habían entrado en él.
31 Y le rogaban que no los
mandase ir al abismo.
32 Había allí un hato de
muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en
ellos; y les dio permiso.
33 Y los demonios, salidos
del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al
lago, y se ahogó.
34 Y los que apacentaban
los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso
en la ciudad y por los campos.
35 Y salieron a ver lo que
había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido
los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y
tuvieron miedo.
36 Y los que lo habían
visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
37 Entonces toda la
multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de
ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
38 Y el hombre de quien
habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le
despidió, diciendo:
39 Vuélvete a tu casa, y
cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por
toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
La hija
de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt.9.18-26; Mr.5.21-43)
40 Cuando volvió Jesús, le
recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.
41 Entonces vino un varón
llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de
Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
42 porque tenía una hija
única, como de doce años, que se estaba muriendo.
Y mientras iba, la
multitud le oprimía.
43 Pero una mujer que
padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos
todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
44 se le acercó por detrás
y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
45 Entonces Jesús dijo:
¿Quién es el que me ha
tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban:
Maestro, la multitud te
aprieta y oprime, y dices:
¿Quién es el que me ha
tocado?
46 Pero Jesús dijo:
Alguien me ha tocado;
porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la
mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies,
le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al
instante había sido sanada.
48 Y él le dijo:
Hija, tu fe te ha
salvado; ve en paz.
49 Estaba hablando aún,
cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle:
Tu hija ha muerto; no
molestes más al Maestro.
50 Oyéndolo Jesús, le
respondió:
No temas; cree solamente,
y será salva.
51 Entrando en la casa, no
dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la
madre de la niña.
52 Y lloraban todos y
hacían lamentación por ella. Pero él dijo:
No lloréis; no está
muerta, sino que duerme.
53 Y se burlaban de él,
sabiendo que estaba muerta.
54 Mas él, tomándola de la
mano, clamó diciendo:
Muchacha, levántate.
55 Entonces su espíritu
volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.
56 Y sus padres estaban
atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Misión de los doce
discípulos
(Mt.10.5-15; Mr.6.7-13)
LUCAS 9
1 Habiendo reunido a sus
doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para
sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar
el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo:
No toméis nada para el
camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
4 Y en cualquier casa
donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
5 Y dondequiera que no os
recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en
testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban por
todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
Muerte
de Juan el Bautista
(Mt.14.1-12; Mr.6.14-29)
7 Herodes el tetrarca oyó
de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos:
Juan ha resucitado de los
muertos;
8 otros:
Elías ha aparecido; y
otros:
Algún profeta de los
antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes:
A Juan yo le hice
decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Alimentación de los cinco mil
(Mt.14.13-21; Mr.6.30-44;
Jn.6.1-14)
10 Vueltos los apóstoles,
le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar
desierto de la ciudad llamada Betsaida.
11 Y cuando la gente lo
supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a
los que necesitaban ser curados.
12 Pero el día comenzaba a
declinar; y acercándose los doce, le dijeron:
Despide a la gente, para
que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren
alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
13 El les dijo:
Dadles vosotros de comer.
Y dijeron ellos:
No tenemos más que cinco
panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para
toda esta multitud.
14 Y eran como cinco mil
hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
Hacedlos sentar en
grupos, de cincuenta en cincuenta.
15 Así lo hicieron,
haciéndolos sentar a todos.
16 Y tomando los cinco
panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los
partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
17 Y comieron todos, y se
saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.
La
confesión de Pedro
(Mt.16.13-20; Mr.8.27-30)
18 Aconteció que mientras
Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo:
¿Quién dice la gente que
soy yo?
19 Ellos respondieron:
Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 El les dijo:
¿Y vosotros, quién decís
que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo:
El Cristo de Dios.
Jesús
anuncia su muerte
(Mt.16.21-28; Mr.8.31-9.1)
21 Pero él les mandó que a
nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,
22 y diciendo:
Es necesario que el Hijo
del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los
principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al
tercer día.
23 Y decía a todos:
Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí,
éste la salvará.
25 Pues ¿qué aprovecha al
hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
26 Porque el que se
avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre
cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
27 Pero os digo en verdad,
que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean
el reino de Dios.
La
transfiguración
(Mt.17.1-8; Mr.9.2-8)
28 Aconteció como ocho
días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al
monte a orar.
29 Y entre tanto que
oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y
resplandeciente.
30 Y he aquí dos varones
que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 quienes aparecieron
rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en
Jerusalén.
32 Y Pedro y los que
estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron
la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
33 Y sucedió que
apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús:
Maestro, bueno es para
nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para
Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
34 Mientras él decía esto,
vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
35 Y vino una voz desde la
nube, que decía:
Este es mi Hijo amado; a
él oíd.
36 Y cuando cesó la voz,
Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a
nadie de lo que habían visto.
Jesús
sana a un muchacho endemoniado
(Mt.17.14-21; Mr.9.14-29)
37 Al día siguiente,
cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y he aquí, un hombre de
la multitud clamó diciendo:
Maestro, te ruego que
veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
39 y sucede que un
espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace
echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
40 Y rogué a tus
discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41 Respondiendo Jesús,
dijo:
¡Oh generación incrédula
y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae
acá a tu hijo.
42 Y mientras se acercaba
el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús
reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
43 Y todos se admiraban de
la grandeza de Dios.
Jesús
anuncia otra vez su muerte
(Mt.17.22-23; Mr.9.30-32)
Y maravillándose todos de
todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 Haced que os penetren
bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será
entregado en manos de hombres.
45 Mas ellos no entendían
estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían
preguntarle sobre esas palabras.
¿Quién
es el mayor?
(Mt.18.1-5; Mr.9.33-37)
46 Entonces entraron en
discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
47 Y Jesús, percibiendo
los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
48 y les dijo:
Cualquiera que reciba a
este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe
al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el
más grande.
El que
no es contra nosotros, por nosotros es
(Mr.9.38-40)
49 Entonces respondiendo
Juan, dijo:
Maestro, hemos visto a
uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue
con nosotros.
50 Jesús le dijo:
No se lo prohibáis;
porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Jesús
reprende a Jacobo y a Juan
51 Cuando se cumplió el
tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a
Jerusalén.
52 Y envió mensajeros
delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para
hacerle preparativos.
53 Mas no le recibieron,
porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
54 Viendo esto sus
discípulos Jacobo y Juan, dijeron:
Señor, ¿quieres que
mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
55 Entonces volviéndose
él, los reprendió, diciendo:
Vosotros no sabéis de qué
espíritu sois;
56 porque el Hijo del
Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y
se fueron a otra aldea.
Los que
querían seguir a Jesús
(Mt.8.18-22)
57 Yendo ellos, uno le
dijo en el camino:
Señor, te seguiré
adondequiera que vayas.
58 Y le dijo Jesús:
Las zorras tienen
guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar la cabeza.
59 Y dijo a otro:
Sígueme. El le dijo:
Señor, déjame que primero
vaya y entierre a mi padre.
60 Jesús le dijo:
Deja que los muertos
entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
61 Entonces también dijo
otro:
Te seguiré, Señor; pero
déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 Y Jesús le dijo:
Ninguno que poniendo su
mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Misión
de los setenta
LUCAS
10
1 Después de estas cosas,
designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante
de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
2 Y les decía:
La mies a la verdad es
mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe
obreros a su mies.
3 Id; he aquí yo os envío
como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni
alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde
entréis, primeramente decid:
Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún
hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y posad en aquella misma
casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su
salario. No os paséis de casa en casa.
8 En cualquier ciudad
donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;
9 y sanad a los enfermos
que en ella haya, y decidles:
Se ha acercado a vosotros
el reino de Dios.
10 Mas en cualquier ciudad
donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
11 Aun el polvo de
vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros.
Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel
día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
Ayes
sobre las ciudades impenitentes
(Mt.11.20-24)
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay
de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se
han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían
arrepentido.
14 Por tanto, en el juicio
será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
15 Y tú, Capernaum, que
hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
16 El que a vosotros oye,
a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a
mí, desecha al que me envió.
Regreso
de los setenta
17 Volvieron los setenta
con gozo, diciendo:
Señor, aun los demonios
se nos sujetan en tu nombre.
18 Y les dijo:
Yo veía a Satanás caer
del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad
de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará.
20 Pero no os regocijéis
de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres
están escritos en los cielos.
Jesús
se regocija
(Mt.11.25-27;13.16-17)
21 En aquella misma hora
Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo:
Yo te alabo, oh Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y
entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me
fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre;
ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
23 Y volviéndose a los
discípulos, les dijo aparte:
Bienaventurados los ojos
que ven lo que vosotros veis;
24 porque os digo que
muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír
lo que oís, y no lo oyeron.
El buen
samaritano
25 Y he aquí un intérprete
de la ley se levantó y dijo, para probarle:
Maestro, ¿haciendo qué
cosa heredaré la vida eterna?
26 El le dijo:
¿Qué está escrito en la
ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo,
dijo:
Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo:
Bien has respondido; haz
esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo
justificarse a sí mismo, dijo a Jesús:
¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús,
dijo:
Un hombre descendía de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e
hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió
un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita,
llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que
iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó
sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó
al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir,
sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo:
Cuídamele; y todo lo que
gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos
tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 El dijo:
El que usó de
misericordia con él. Entonces Jesús le dijo:
Ve, y haz tú lo mismo.
Jesús
visita a Marta y a María
38 Aconteció que yendo de
camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana
que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se
preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo:
Señor, ¿no te da cuidado
que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Respondiendo Jesús, le
dijo:
Marta, Marta, afanada y
turbada estás con muchas cosas.
42 Pero sólo una cosa es
necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Jesús y
la oración
(Mt.6.9-15;7.7-11)
LUCAS
11
1 Aconteció que estaba
Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
Señor, enséñanos a orar,
como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y les dijo:
Cuando oréis, decid:
Padre nuestro que estás
en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así también en la tierra.
3 El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy.
4 Y perdónanos nuestros
pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal.
5 Les dijo también:
¿Quién de vosotros que
tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice:
Amigo, préstame tres
panes,
6 porque un amigo mío ha
venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
7 y aquél, respondiendo
desde adentro, le dice:
No me molestes; la puerta
ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y
dártelos?
8 Os digo, que aunque no
se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se
levantará y le dará todo lo que necesite.
9 Y yo os digo:
Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
10 Porque todo aquel que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre de vosotros,
si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado,
le dará una serpiente?
12 ¿O si le pide un huevo,
le dará un escorpión?
13 Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Una
casa dividida contra sí misma
(Mt.12.22-30; Mr.3.20-27)
14 Estaba Jesús echando
fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo
habló; y la gente se maravilló.
15 Pero algunos de ellos
decían:
Por Beelzebú, príncipe de
los demonios, echa fuera los demonios.
16 Otros, para tentarle,
le pedían señal del cielo.
17 Mas él, conociendo los
pensamientos de ellos, les dijo:
Todo reino dividido
contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
18 Y si también Satanás
está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por
Beelzebú echo yo fuera los demonios.
19 Pues si yo echo fuera
los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces.
20 Mas si por el dedo de
Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a
vosotros.
21 Cuando el hombre fuerte
armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
22 Pero cuando viene otro
más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y
reparte el botín.
23 El que no es conmigo,
contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
El
espíritu inmundo que vuelve
(Mt.12.43-45)
24 Cuando el espíritu
inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no
hallándolo, dice:
Volveré a mi casa de
donde salí.
25 Y cuando llega, la
halla barrida y adornada.
26 Entonces va, y toma
otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Los que
en verdad son bienaventurados
27 Mientras él decía estas
cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo:
Bienaventurado el vientre
que te trajo, y los senos que mamaste.
28 Y él dijo:
Antes bienaventurados los
que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
La
generación perversa demanda señal
(Mt.12.38-42)
29 Y apiñándose las
multitudes, comenzó a decir:
Esta generación es mala;
demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás.
30 Porque así como Jonás
fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
31 La reina del Sur se
levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará;
porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y
he aquí más que Salomón en este lugar.
32 Los hombres de Nínive
se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la
predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar.
La
lámpara del cuerpo
(Mt.6.22-23)
33 Nadie pone en oculto la
luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que
entran vean la luz.
34 La lámpara del cuerpo
es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz;
pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
35 Mira pues, no suceda
que la luz que en ti hay, sea tinieblas.
36 Así que, si todo tu
cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo
luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
Jesús
acusa a fariseos y a intérpretes de la ley
(Mt.23.1-36; Mr.12.38-40;
Lc.20.45-47)
37 Luego que hubo hablado,
le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a
la mesa.
38 El fariseo, cuando lo
vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
39 Pero el Señor le dijo:
Ahora bien, vosotros los
fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis
llenos de rapacidad y de maldad.
40 Necios, ¿el que hizo lo
de fuera, no hizo también lo de adentro?
41 Pero dad limosna de lo
que tenéis, y entonces todo os será limpio.
42 Mas ¡ay de vosotros,
fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto
la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
43 ¡Ay de vosotros,
fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en
las plazas.
44 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los
hombres que andan encima no lo saben.
45 Respondiendo uno de los
intérpretes de la ley, le dijo:
Maestro, cuando dices
esto, también nos afrentas a nosotros.
46 Y él dijo:
¡Ay de vosotros también,
intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden
llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
47 ¡Ay de vosotros, que
edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! 48 De
modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque
a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por eso la sabiduría de
Dios también dijo:
Les enviaré profetas y
apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,
50 para que se demande de
esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la
fundación del mundo,
51 desde la sangre de Abel
hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo
que será demandada de esta generación.
52 ¡Ay de vosotros,
intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros
mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
53 Diciéndoles él estas
cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a
provocarle a que hablase de muchas cosas;
54 acechándole, y
procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
La
levadura de los fariseos
LUCAS
12
1 En esto, juntándose por
millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a
sus discípulos, primeramente:
Guardaos de la levadura
de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Porque nada hay
encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
3 Por tanto, todo lo que
habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en
los aposentos, se proclamará en las azoteas.
A quién
se debe temer
(Mt.10.26-31)
4 Mas os digo, amigos
míos:
No temáis a los que matan
el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
5 Pero os enseñaré a quién
debéis temer:
Temed a aquel que después
de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a
éste temed.
6 ¿No se venden cinco
pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de
Dios.
7 Pues aun los cabellos de
vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que
muchos pajarillos.
El que
me confesare delante de los hombres
8 Os digo que todo aquel
que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará
delante de los ángeles de Dios;
9 mas el que me negare
delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10 A todo aquel que dijere
alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que
blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 Cuando os trajeren a
las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por
cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir;
12 porque el Espíritu
Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
El rico
insensato
13 Le dijo uno de la
multitud:
Maestro, di a mi hermano
que parta conmigo la herencia.
14 Mas él le dijo:
Hombre, ¿quién me ha
puesto sobre vosotros como juez o partidor?
15 Y les dijo:
Mirad, y guardaos de toda
avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes
que posee.
16 También les refirió una
parábola, diciendo:
La heredad de un hombre
rico había producido mucho.
17 Y él pensaba dentro de
sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no
tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo:
Esto haré:
derribaré mis graneros, y
los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19 y diré a mi alma:
Alma, muchos bienes
tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20 Pero Dios le dijo:
Necio, esta noche vienen
a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para
sí tesoro, y no es rico para con Dios.
El afán
y la ansiedad
(Mt.6.25-34)
22 Dijo luego a sus
discípulos:
Por tanto os digo:
No os afanéis por vuestra
vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
23 La vida es más que la
comida, y el cuerpo que el vestido.
24 Considerad los cuervos,
que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los
alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
25 ¿Y quién de vosotros
podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?
26 Pues si no podéis ni
aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
27 Considerad los lirios,
cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su
gloria se vistió como uno de ellos.
28 Y si así viste Dios la
hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a
vosotros, hombres de poca fe?
29 Vosotros, pues, no os
preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis
en ansiosa inquietud.
30 Porque todas estas
cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad
de estas cosas.
31 Mas buscad el reino de
Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
Tesoro
en el cielo
(Mt.6.19-21)
32 No temáis, manada
pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
33 Vended lo que poseéis,
y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no
se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
34 Porque donde está
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
El
siervo vigilante
35 Estén ceñidos vuestros
lomos, y vuestras lámparas encendidas;
36 y vosotros sed
semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que
cuando llegue y llame, le abran en seguida.
37 Bienaventurados
aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto
os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
38 Y aunque venga a la
segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así,
bienaventurados son aquellos siervos.
39 Pero sabed esto, que si
supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría
ciertamente, y no dejaría minar su casa.
40 Vosotros, pues,
también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre
vendrá.
El
siervo infiel
(Mt.24.45-51)
41 Entonces Pedro le dijo:
Señor, ¿dices esta
parábola a nosotros, o también a todos?
42 Y dijo el Señor:
¿Quién es el mayordomo
fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé
su ración?
43 Bienaventurado aquel
siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
44 En verdad os digo que
le pondrá sobre todos sus bienes.
45 Mas si aquel siervo
dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir;
y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y
embriagarse,
46 vendrá el señor de
aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará
duramente, y le pondrá con los infieles.
47 Aquel siervo que
conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su
voluntad, recibirá muchos azotes.
48 Mas el que sin
conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a
quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya
confiado, más se le pedirá.
Jesús,
causa de división
(Mt.10.34-36)
49 Fuego vine a echar en
la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
50 De un bautismo tengo
que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he
venido para dar paz en la tierra? Os digo:
No, sino disensión.
52 Porque de aquí en
adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra
tres.
53 Estará dividido el
padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la
hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
¿Cómo
no reconocéis este tiempo?
(Mt.16.1-4; Mr.8.11-13)
54 Decía también a la
multitud:
Cuando veis la nube que
sale del poniente, luego decís:
Agua viene; y así sucede.
55 Y cuando sopla el
viento del sur, decís:
Hará calor; y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis
distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este
tiempo?
Arréglate con tu adversario
(Mt.5.25-26)
57 ¿Y por qué no juzgáis
por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas al
magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que
te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en
la cárcel.
59 Te digo que no saldrás
de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca.
Arrepentíos o pereceréis
LUCAS
13
1 En este mismo tiempo
estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato
había mezclado con los sacrificios de ellos.
2 Respondiendo Jesús, les
dijo:
¿Pensáis que estos
galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los
galileos?
3 Os digo:
No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho
sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más
culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
5 Os digo:
No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Parábola de la higuera estéril
6 Dijo también esta
parábola:
Tenía un hombre una
higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
7 Y dijo al viñador:
He aquí, hace tres años
que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué
inutiliza también la tierra?
8 El entonces,
respondiendo, le dijo:
Señor, déjala todavía
este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.
9 Y si diere fruto, bien;
y si no, la cortarás después.
Jesús
sana a una mujer en el día de reposo
10 Enseñaba Jesús en una
sinagoga en el día de reposo;
11 y había allí una mujer
que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada,
y en ninguna manera se podía enderezar.
12 Cuando Jesús la vio, la
llamó y le dijo:
Mujer, eres libre de tu
enfermedad.
13 Y puso las manos sobre
ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
14 Pero el principal de la
sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la
gente:
Seis días hay en que se
debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.
15 Entonces el Señor le
respondió y dijo:
Hipócrita, cada uno de
vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva
a beber?
16 Y a esta hija de
Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta
ligadura en el día de reposo?
17 Al decir él estas
cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba
por todas las cosas gloriosas hechas por él.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt.13.31-32; Mr.4.30-32)
18 Y dijo:
¿A qué es semejante el
reino de Dios, y con qué lo compararé?
19 Es semejante al grano
de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol
grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Parábola de la levadura
(Mt.13.33)
20 Y volvió a decir:
¿A qué compararé el reino
de Dios?
21 Es semejante a la
levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que
todo hubo fermentado.
La
puerta estrecha
(Mt.7.13-14,21-23)
22 Pasaba Jesús por
ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
23 Y alguien le dijo:
Señor, ¿son pocos los que
se salvan? Y él les dijo:
24 Esforzaos a entrar por
la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
25 Después que el padre de
familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar
a la puerta, diciendo:
Señor, Señor, ábrenos, él
respondiendo os dirá:
No sé de dónde sois.
26 Entonces comenzaréis a
decir:
Delante de ti hemos
comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
27 Pero os dirá:
Os digo que no sé de
dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
28 Allí será el llanto y
el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los
profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
29 Porque vendrán del
oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el
reino de Dios.
30 Y he aquí hay postreros
que serán primeros, y primeros que serán postreros.
Lamento
de Jesús sobre Jerusalén
(Mt.23.37-39)
31 Aquel mismo día
llegaron unos fariseos, diciéndole:
Sal, y vete de aquí,
porque Herodes te quiere matar.
32 Y les dijo:
Id, y decid a aquella
zorra:
He aquí, echo fuera
demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.
33 Sin embargo, es
necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible
que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y
no quisiste! 35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me
veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis:
Bendito el que viene en
nombre del Señor.
Jesús
sana a un hidrópico
LUCAS
14
1 Aconteció un día de
reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era
fariseo, éstos le acechaban.
2 Y he aquí estaban
delante de él un hombre hidrópico.
3 Entonces Jesús habló a
los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo:
¿Es lícito sanar en el
día de reposo?
4 Mas ellos callaron. Y
él, tomándole, le sanó, y le despidió.
5 Y dirigiéndose a ellos,
dijo:
¿Quién de vosotros, si su
asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día
de reposo?
6 Y no le podían replicar
a estas cosas.
Los
convidados a las bodas
7 Observando cómo escogían
los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola,
diciéndoles:
8 Cuando fueres convidado
por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más
distinguido que tú esté convidado por él,
9 y viniendo el que te
convidó a ti y a él, te diga:
Da lugar a éste; y
entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
10 Mas cuando fueres
convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te
convidó, te diga:
Amigo, sube más arriba;
entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
11 Porque cualquiera que
se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
12 Dijo también al que le
había convidado:
Cuando hagas comida o
cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas
recompensado.
13 Mas cuando hagas
banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14 y serás bienaventurado;
porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la
resurrección de los justos.
Parábola de la gran cena
15 Oyendo esto uno de los
que estaban sentados con él a la mesa, le dijo:
Bienaventurado el que
coma pan en el reino de Dios.
16 Entonces Jesús le dijo:
Un hombre hizo una gran
cena, y convidó a muchos.
17 Y a la hora de la cena
envió a su siervo a decir a los convidados:
Venid, que ya todo está
preparado.
18 Y todos a una
comenzaron a excusarse. El primero dijo:
He comprado una hacienda,
y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
19 Otro dijo:
He comprado cinco yuntas
de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
20 Y otro dijo:
Acabo de casarme, y por
tanto no puedo ir.
21 Vuelto el siervo, hizo
saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su
siervo:
Ve pronto por las plazas
y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los
ciegos.
22 Y dijo el siervo:
Señor, se ha hecho como
mandaste, y aún hay lugar.
23 Dijo el señor al
siervo:
Ve por los caminos y por
los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
24 Porque os digo que
ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Lo que
cuesta seguir a Cristo
25 Grandes multitudes iban
con él; y volviéndose, les dijo:
26 Si alguno viene a mí,
y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y
aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que no lleva su
cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque ¿quién de
vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
29 No sea que después que
haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a
hacer burla de él,
30 diciendo:
Este hombre comenzó a
edificar, y no pudo acabar.
31 ¿O qué rey, al marchar
a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer
frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32 Y si no puede, cuando
el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
33 Así, pues, cualquiera
de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Cuando
la sal pierde su sabor
(Mt.5.13; Mr.9.50)
34 Buena es la sal; mas si
la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
35 Ni para la tierra ni
para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
Parábola de la oveja perdida
(Mt.18.10-14)
LUCAS
15
1 Se acercaban a Jesús
todos los publicanos y pecadores para oírle,
2 y los fariseos y los
escribas murmuraban, diciendo:
Este a los pecadores
recibe, y con ellos come.
3 Entonces él les refirió
esta parábola, diciendo:
4 ¿Qué hombre de
vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y
nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
5 Y cuando la encuentra,
la pone sobre sus hombros gozoso;
6 y al llegar a casa,
reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles:
Gozaos conmigo, porque he
encontrado mi oveja que se había perdido.
7 Os digo que así habrá
más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve
justos que no necesitan de arrepentimiento.
Parábola de la moneda perdida
8 ¿O qué mujer que tiene
diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y
busca con diligencia hasta encontrarla?
9 Y cuando la encuentra,
reúne a sus amigas y vecinas, diciendo:
Gozaos conmigo, porque he
encontrado la dracma que había perdido.
10 Así os digo que hay
gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Parábola del hijo pródigo
11 También dijo:
Un hombre tenía dos
hijos;
12 y el menor de ellos
dijo a su padre:
Padre, dame la parte de
los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después,
juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo
malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno
de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que
apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su
vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17 Y volviendo en sí,
dijo:
¡Cuántos jornaleros en
casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me
levantaré e iré a mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a
su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a
misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo:
Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a
sus siervos:
Sacad el mejor vestido, y
vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro
gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo
muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a
regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba
en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas;
26 y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello.
27 El le dijo:
Tu hermano ha venido; y
tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no
quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Mas él, respondiendo,
dijo al padre:
He aquí, tantos años te
sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para
gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este
tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el
becerro gordo.
31 El entonces le dijo:
Hijo, tú siempre estás
conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Mas era necesario hacer
fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se
había perdido, y es hallado.
Parábola del mayordomo infiel
LUCAS
16
1 Dijo también a sus
discípulos:
Había un hombre rico que
tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
2 Entonces le llamó, y le
dijo:
¿Qué es esto que oigo
acerca de tí? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo
dijo para sí:
¿Qué haré? Porque mi amo
me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
4 Ya sé lo que haré para
que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Y llamando a cada uno de
los deudores de su amo, dijo al primero:
¿Cuánto debes a mi amo?
6 El dijo:
Cien barriles de aceite.
Y le dijo:
Toma tu cuenta, siéntate
pronto, y escribe cincuenta.
7 Después dijo a otro:
Y tú, ¿cuánto debes? Y él
dijo:
Cien medidas de trigo. El
le dijo:
Toma tu cuenta, y escribe
ochenta.
8 Y alabó el amo al
mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son
más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
9 Y yo os digo:
Ganad amigos por medio de
las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas
eternas.
10 El que es fiel en lo
muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también
en lo más es injusto.
11 Pues si en las riquezas
injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si en lo ajeno no
fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
13 Ningún siervo puede
servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
14 Y oían también todas
estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
15 Entonces les dijo:
Vosotros sois los que os
justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros
corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es
abominación.
La ley
y el reino de Dios
16 La ley y los profetas
eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se
esfuerzan por entrar en él.
17 Pero más fácil es que
pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
Jesús
enseña sobre el divorcio
(Mt.19.1-12; Mr.10.1-12)
18 Todo el que repudia a
su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del
marido, adultera.
El rico
y Lázaro
19 Había un hombre rico,
que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con
esplendidez.
20 Había también un
mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de
las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían
las llagas.
22 Aconteció que murió el
mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el
rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus
ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando
voces, dijo:
Padre Abraham, ten
misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua,
y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham le dijo:
Hijo, acuérdate que
recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es
consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de todo esto,
una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que
quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo:
Te ruego, pues, padre,
que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco
hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este
lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo:
A Moisés y a los profetas
tienen; óiganlos.
30 El entonces dijo:
No, padre Abraham; pero
si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Mas Abraham le dijo:
Si no oyen a Moisés y a
los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
Ocasiones de caer
(Mt.18.6-7,21-22; Mr.9.42)
LUCAS
17
1 Dijo Jesús a sus
discípulos:
Imposible es que no
vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera que se le
atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar
a uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros
mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere,
perdónale.
4 Y si siete veces al día
pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo:
Me arrepiento; perdónale.
Auméntanos la fe
5 Dijeron los apóstoles al
Señor:
Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo:
Si tuvierais fe como un
grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro:
Desarráigate, y plántate
en el mar; y os obedecería.
El
deber del siervo
7 ¿Quién de vosotros,
teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le
dice:
Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien:
Prepárame la cena,
cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe
tú?
9 ¿Acaso da gracias al
siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
10 Así también vosotros,
cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid:
Siervos inútiles somos,
pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Diez
leprosos son limpiados
11 Yendo Jesús a
Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una
aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de
lejos 13 y alzaron la voz, diciendo:
¡Jesús, Maestro, ten
misericordia de nosotros! 14 Cuando él los vio, les dijo:
Id, mostraos a los
sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
15 Entonces uno de ellos,
viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
16 y se postró rostro en
tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
17 Respondiendo Jesús,
dijo:
¿No son diez los que
fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
18 ¿No hubo quien volviese
y diese gloria a Dios sino este extranjero?
19 Y le dijo:
Levántate, vete; tu fe te
ha salvado.
La
venida del Reino
(Mt.24.23-28,36-41)
20 Preguntado por los
fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo:
El reino de Dios no
vendrá con advertencia,
21 ni dirán:
Helo aquí, o helo allí;
porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
22 Y dijo a sus
discípulos:
Tiempo vendrá cuando
desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán:
Helo aquí, o helo allí.
No vayáis, ni los sigáis.
24 Porque como el
relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro,
así también será el Hijo del Hombre en su día.
25 Pero primero es
necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.
26 Como fue en los días de
Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
27 Comían, bebían, se
casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y
vino el diluvio y los destruyó a todos.
28 Asimismo como sucedió
en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 mas el día en que Lot
salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
30 Así será el día en que
el Hijo del Hombre se manifieste.
31 En aquel día, el que
esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el
campo, asimismo no vuelva atrás.
32 Acordaos de la mujer de
Lot.
33 Todo el que procure
salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
34 Os digo que en aquella
noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
35 Dos mujeres estarán
moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
36 Dos estarán en el
campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
37 Y respondiendo, le
dijeron:
¿Dónde, Señor? El les
dijo:
Donde estuviere el
cuerpo, allí se juntarán también las águilas.
Parábola de la viuda y el juez injusto
LUCAS
18
1 También les refirió
Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
2 diciendo:
Había en una ciudad un
juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella
ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo:
Hazme justicia de mi
adversario.
4 Y él no quiso por algún
tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí:
Aunque ni temo a Dios, ni
tengo respeto a hombre,
5 sin embargo, porque esta
viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote
la paciencia.
6 Y dijo el Señor:
Oíd lo que dijo el juez
injusto.
7 ¿Y acaso Dios no hará
justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en
responderles?
8 Os digo que pronto les
hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Parábola del fariseo y el publicano
9 A unos que confiaban en
sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron
al templo a orar:
uno era fariseo, y el
otro publicano.
11 El fariseo, puesto en
pie, oraba consigo mismo de esta manera:
Dios, te doy gracias
porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como
este publicano;
12 ayuno dos veces a la
semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Mas el publicano,
estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho, diciendo:
Dios, sé propicio a mí,
pecador.
14 Os digo que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Jesús
bendice a los niños
(Mt.19.13-15; Mr.10.13-16)
15 Traían a él los niños
para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16 Mas Jesús, llamándolos,
dijo:
Dejad a los niños venir a
mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
17 De cierto os digo, que
el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El
joven rico
(Mt.19.16-30; Mr.10.17-31)
18 Un hombre principal le
preguntó, diciendo:
Maestro bueno, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?
19 Jesús le dijo:
¿Por qué me llamas bueno?
Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20 Los mandamientos sabes:
No adulterarás; no
matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21 El dijo:
Todo esto lo he guardado
desde mi juventud.
22 Jesús, oyendo esto, le
dijo:
Aún te falta una cosa:
vende todo lo que tienes,
y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, oyendo
esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24 Al ver Jesús que se
había entristecido mucho, dijo:
¡Cuán difícilmente
entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil
pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de
Dios.
26 Y los que oyeron esto
dijeron:
¿Quién, pues, podrá ser
salvo?
27 El les dijo:
Lo que es imposible para
los hombres, es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo:
He aquí, nosotros hemos
dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29 Y él les dijo:
De cierto os digo, que no
hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el
reino de Dios,
30 que no haya de recibir
mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt.20.17-19; Mr.10.32-34)
31 Tomando Jesús a los
doce, les dijo:
He aquí subimos a
Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del
Hijo del Hombre.
32 Pues será entregado a
los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
33 Y después que le hayan
azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
34 Pero ellos nada
comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían
lo que se les decía.
Un
ciego de Jericó recibe la vista
(Mt.20.29-34; Mr.10.46-52)
35 Aconteció que
acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36 y al oír a la multitud
que pasaba, preguntó qué era aquello.
37 Y le dijeron que pasaba
Jesús nazareno.
38 Entonces dio voces,
diciendo:
¡Jesús, Hijo de David,
ten misericordia de mí! 39 Y los que iban delante le reprendían para que
callase; pero él clamaba mucho más:
¡Hijo de David, ten
misericordia de mí! 40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su
presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41 diciendo:
¿Qué quieres que te haga?
Y él dijo:
Señor, que reciba la
vista.
42 Jesús le dijo:
Recíbela, tu fe te ha
salvado.
43 Y luego vio, y le
seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza
a Dios.
Jesús y
Zaqueo
LUCAS
19
1 Habiendo entrado Jesús
en Jericó, iba pasando por la ciudad.
2 Y sucedió que un varón
llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,
3 procuraba ver quién era
Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
4 Y corriendo delante,
subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
5 Cuando Jesús llegó a
aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo:
Zaqueo, date prisa,
desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
6 Entonces él descendió
aprisa, y le recibió gozoso.
7 Al ver esto, todos
murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto
en pie, dijo al Señor:
He aquí, Señor, la mitad
de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo
devuelvo cuadruplicado.
9 Jesús le dijo:
Hoy ha venido la
salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del
Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Parábola de las diez minas
11 Oyendo ellos estas
cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de
Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
12 Dijo, pues:
Un hombre noble se fue a
un país lejano, para recibir un reino y volver.
13 Y llamando a diez
siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo:
Negociad entre tanto que
vengo.
14 Pero sus conciudadanos
le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo:
No queremos que éste
reine sobre nosotros.
15 Aconteció que vuelto
él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los
cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
16 Vino el primero,
diciendo:
Señor, tu mina ha ganado
diez minas.
17 El le dijo:
Está bien, buen siervo;
por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 Vino otro, diciendo:
Señor, tu mina ha
producido cinco minas.
19 Y también a éste dijo:
Tú también sé sobre cinco
ciudades.
20 Vino otro, diciendo:
Señor, aquí está tu mina,
la cual he tenido guardada en un pañuelo;
21 porque tuve miedo de
ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que
no sembraste.
22 Entonces él le dijo:
Mal siervo, por tu propia
boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que
siego lo que no sembré;
23 ¿por qué, pues, no
pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con
los intereses?
24 Y dijo a los que
estaban presentes:
Quitadle la mina, y dadla
al que tiene las diez minas.
25 Ellos le dijeron:
Señor, tiene diez minas.
26 Pues yo os digo que a
todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le
quitará.
27 Y también a aquellos
mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y
decapitadlos delante de mí.
La
entrada triunfal en Jerusalén
(Mt.21.1-11; Mr.11.1-11;
Jn.12.12-19)
28 Dicho esto, iba delante
subiendo a Jerusalén.
29 Y aconteció que
llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos,
envió dos de sus discípulos,
30 diciendo:
Id a la aldea de
enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún
hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
31 Y si alguien os
preguntare:
¿Por qué lo desatáis? le
responderéis así:
Porque el Señor lo
necesita.
32 Fueron los que habían
sido enviados, y hallaron como les dijo.
33 Y cuando desataban el
pollino, sus dueños les dijeron:
¿Por qué desatáis el
pollino?
34 Ellos dijeron:
Porque el Señor lo
necesita.
35 Y lo trajeron a Jesús;
y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
36 Y a su paso tendían sus
mantos por el camino.
37 Cuando llegaban ya
cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que
habían visto,
38 diciendo:
¡Bendito el rey que viene
en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39 Entonces
algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
Maestro, reprende a tus
discípulos.
40 El, respondiendo, les
dijo:
Os digo que si éstos
callaran, las piedras clamarían.
41 Y cuando llegó cerca de
la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo:
¡Oh, si también tú
conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días
sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por
todas partes te estrecharán,
44 y te derribarán a
tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por
cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Purificación del templo
(Mt.21.12-17; Mr.11.15-19;
Jn.2.13-22)
45 Y entrando en el
templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
46 diciéndoles:
Escrito está:
Mi casa es casa de
oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Y enseñaba cada día en
el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del
pueblo procuraban matarle.
48 Y no hallaban nada que
pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
La
autoridad de Jesús
(Mt.21.23-27; Mr.11.27-33)
LUCAS
20
1 Sucedió un día, que
enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los
principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
2 y le hablaron diciendo:
Dinos:
¿con qué autoridad haces
estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
3 Respondiendo Jesús, les
dijo:
Os haré yo también una
pregunta; respondedme:
4 El bautismo de Juan,
¿era del cielo, o de los hombres?
5 Entonces ellos discutían
entre sí, diciendo:
Si decimos, del cielo,
dirá:
¿Por qué, pues, no le
creísteis?
6 Y si decimos, de los
hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era
profeta.
7 Y respondieron que no
sabían de dónde fuese.
8 Entonces Jesús les dijo:
Yo tampoco os diré con
qué autoridad hago estas cosas.
Los
labradores malvados
(Mt.21.33-44; Mr.12.1-11)
9 Comenzó luego a decir al
pueblo esta parábola:
Un hombre plantó una
viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
10 Y a su tiempo envió un
siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los
labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
11 Volvió a enviar otro
siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las
manos vacías.
12 Volvió a enviar un
tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
13 Entonces el señor de la
viña dijo:
¿Qué haré? Enviaré a mi
hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto.
14 Mas los labradores, al
verle, discutían entre sí, diciendo:
Este es el heredero;
venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.
15 Y le echaron fuera de
la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y destruirá a
estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron:
¡Dios nos libre! 17 Pero
él, mirándolos, dijo:
¿Qué, pues, es lo que
está escrito:
La piedra que
desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza
del ángulo?
18 Todo el que cayere
sobre aquella piedra, será quebrantado;
mas sobre quien ella
cayere, le desmenuzará.
La
cuestión del tributo
(Mt.21.45-46;22.15-22;
Mr.12.12-17)
19 Procuraban los
principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque
comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al
pueblo.
20 Y acechándole enviaron
espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para
entregarle al poder y autoridad del gobernador.
21 Y le preguntaron,
diciendo:
Maestro, sabemos que
dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas
el camino de Dios con verdad.
22 ¿Nos es lícito dar
tributo a César, o no?
23 Mas él, comprendiendo
la astucia de ellos, les dijo:
¿Por qué me tentáis?
24 Mostradme la moneda.
¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron:
De César.
25 Entonces les dijo:
Pues dad a César lo que
es de César, y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron
sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su
respuesta, callaron.
La
pregunta sobre la resurrección
(Mt.22.23-33; Mr.12.18-27)
27 Llegando entonces
algunos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,
28 diciendo:
Maestro, Moisés nos
escribió:
Si el hermano de alguno
muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y
levante descendencia a su hermano.
29 Hubo, pues, siete
hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.
30 Y la tomó el segundo,
el cual también murió sin hijos.
31 La tomó el tercero, y
así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.
32 Finalmente murió
también la muJer.33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya
que los siete la tuvieron por mujer?
34 Entonces respondiendo
Jesús, les dijo:
Los hijos de este siglo
se casan, y se dan en casamiento;
35 mas los que fueren
tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los
muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.
36 Porque no pueden ya más
morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la
resurrección.
37 Pero en cuanto a que
los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza,
cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 Porque Dios no es Dios
de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
39 Respondiéndole algunos
de los escribas, dijeron:
Maestro, bien has dicho.
40 Y no osaron preguntarle
nada más.
¿De
quién es hijo el Cristo?
(Mt.22.41-46; Mr.12.35-37)
41 Entonces él les dijo:
¿Cómo dicen que el Cristo
es hijo de David?
42 Pues el mismo David
dice en el libro de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
43 Hasta que ponga a tus
enemigos por estrado de tus pies.
44 David, pues, le llama
Señor; ¿cómo entonces es su hijo?
Jesús
acusa a los escribas
(Mt.23.1-36; Mr.12.38-40;
Lc.11.37-54)
45 Y oyéndole todo el
pueblo, dijo a sus discípulos:
46 Guardaos de los
escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las
plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las
cenas;
47 que devoran las casas
de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor
condenación.
La
ofrenda de la viuda
(Mr.12.41-44)
LUCAS
21
1 Levantando los ojos, vio
a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
2 Vio también a una viuda
muy pobre, que echaba allí dos blancas.
3 Y dijo:
En verdad os digo, que
esta viuda pobre echó más que todos.
4 Porque todos aquéllos
echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza
echó todo el sustento que tenía.
Jesús
predice la destrucción del templo
(Mt.24.1-2; Mr.13.1-2)
5 Y a unos que hablaban de
que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
6 En cuanto a estas cosas
que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea
destruida.
Señales
antes del fin
(Mt.24.3-28; Mr.13.3-23)
7 Y le preguntaron,
diciendo:
Maestro, ¿cuándo será
esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?
8 El entonces dijo:
Mirad que no seáis
engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo, y:
El tiempo está cerca. Mas
no vayáis en pos de ellos.
9 Y cuando oigáis de
guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas
acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
10 Entonces les dijo:
Se levantará nación
contra nación, y reino contra reino;
11 y habrá grandes
terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y
grandes señales del cielo.
12 Pero antes de todas
estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y
a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi
nombre.
13 Y esto os será ocasión
para dar testimonio.
14 Proponed en vuestros
corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
15 porque yo os daré
palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se
opongan.
16 Mas seréis entregados
aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos
de vosotros;
17 y seréis aborrecidos de
todos por causa de mi nombre.
18 Pero ni un cabello de
vuestra cabeza perecerá.
19 Con vuestra paciencia
ganaréis vuestras almas.
20 Pero cuando viereis a
Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
21 Entonces los que estén
en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que
estén en los campos, no entren en ella.
22 Porque estos son días
de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 Mas ¡ay de las que
estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad
en la tierra, e ira sobre este pueblo.
24 Y caerán a filo de
espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada
por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
La
venida del Hijo del Hombre
(Mt.24.29-35,42-44;
Mr.13.24-37)
25 Entonces habrá señales
en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
26 desfalleciendo los
hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la
tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
27 Entonces verán al Hijo
del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
28 Cuando estas cosas
comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención
está cerca.
29 También les dijo una
parábola:
Mirad la higuera y todos
los árboles.
30 Cuando ya brotan,
viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
31 Así también vosotros,
cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
32 De cierto os digo, que
no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
33 El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34 Mirad también por
vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez
y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
35 Porque como un lazo
vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
36 Velad, pues, en todo
tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
37 Y enseñaba de día en el
templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
38 Y todo el pueblo venía
a él por la mañana, para oírle en el templo.
El
complot para matar a Jesús
(Mt.26.1-5,14-16;
Mr.14.1-2,10-11; Jn.11.45-53)
LUCAS
22
1 Estaba cerca la fiesta
de los panes sin levadura, que se llama la pascua.
2 Y los principales
sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
3 Y entró Satanás en
Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
4 y éste fue y habló con
los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo
entregaría.
5 Ellos se alegraron, y
convinieron en darle dinero.
6 Y él se comprometió, y
buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt.26.17-29; Mr.14.12-25;
Jn.13.21-30;1 Co.
11.23-26)
7 Llegó el día de los
panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
8 Y Jesús envió a Pedro y
a Juan, diciendo:
Id, preparadnos la pascua
para que la comamos.
9 Ellos le dijeron:
¿Dónde quieres que la
preparemos?
10 El les dijo:
He aquí, al entrar en la
ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle
hasta la casa donde entrare,
11 y decid al padre de
familia de esa casa:
El Maestro te dice:
¿Dónde está el aposento
donde he de comer la pascua con mis discípulos?
12 Entonces él os mostrará
un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
13 Fueron, pues, y
hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
14 Cuando era la hora, se
sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
15 Y les dijo:
¡Cuánto he deseado comer
con vosotros esta pascua antes que padezca! 16 Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Y habiendo tomado la
copa, dio gracias, y dijo:
Tomad esto, y repartidlo
entre vosotros;
18 porque os digo que no
beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
19 Y tomó el pan y dio
gracias, y lo partió y les dio, diciendo:
Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 De igual manera,
después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo:
Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
21 Mas he aquí, la mano
del que me entrega está conmigo en la mesa.
22 A la verdad el Hijo del
Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es
entregado! 23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos
sería el que había de hacer esto.
La
grandeza en el servicio
24 Hubo también entre
ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
25 Pero él les dijo:
Los reyes de las naciones
se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados
bienhechores;
26 mas no así vosotros,
sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que
sirve.
27 Porque, ¿cuál es mayor,
el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa?
Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.
28 Pero vosotros sois los
que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
29 Yo, pues, os asigno un
reino, como mi Padre me lo asignó a mí,
30 para que comáis y
bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus
de Israel.
Jesús
anuncia la negación de Pedro
(Mt.26.31-35; Mr.14.27-31;
Jn.13.36-38)
31 Dijo también el Señor:
Simón, Simón, he aquí
Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
32 pero yo he rogado por
ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
33 El le dijo:
Señor, dispuesto estoy a
ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.
34 Y él le dijo:
Pedro, te digo que el
gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
Bolsa,
alforja y espada
35 Y a ellos dijo:
Cuando os envié sin
bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron:
Nada.
36 Y les dijo:
Pues ahora, el que tiene
bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y
compre una.
37 Porque os digo que es
necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito:
Y fue contado con los
inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.
38 Entonces ellos dijeron:
Señor, aquí hay dos
espadas. Y él les dijo:
Basta.
Jesús
ora en Getsemaní
(Mt.26.36-46; Mr.14.32-42)
39 Y saliendo, se fue,
como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
40 Cuando llegó a aquel
lugar, les dijo:
Orad que no entréis en
tentación.
41 Y él se apartó de ellos
a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
42 diciendo:
Padre, si quieres, pasa
de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43 Y se le apareció un
ángel del cielo para fortalecerle.
44 Y estando en agonía,
oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían
hasta la tierra.
45 Cuando se levantó de la
oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;
46 y les dijo:
¿Por qué dormís?
Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Arresto
de Jesús
(Mt.26.47-56; Mr.14.43-50;
Jn.18.2-11)
47 Mientras él aún
hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba
al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
48 Entonces Jesús le dijo:
Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del Hombre?
49 Viendo los que estaban
con él lo que había de acontecer, le dijeron:
Señor, ¿heriremos a
espada?
50 Y uno de ellos hirió a
un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces respondiendo
Jesús, dijo:
Basta ya; dejad. Y
tocando su oreja, le sanó.
52 Y Jesús dijo a los
principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos,
que habían venido contra él:
¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y palos?
53 Habiendo estado con
vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es
vuestra hora, y la potestad de la tinieblas.
Pedro
niega a Jesús
(Mt.26.57-58,69-75;
Mr.14.53-54,66-72; Jn.18.12-18,25-27)
54 Y prendiéndole, le
llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y habiendo ellos
encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó
también entre ellos.
56 Pero una criada, al
verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo:
También éste estaba con
él.
57 Pero él lo negó,
diciendo:
Mujer, no lo conozco.
58 Un poco después,
viéndole otro, dijo:
Tú también eres de ellos.
Y Pedro dijo:
Hombre, no lo soy.
59 Como una hora después,
otro afirmaba, diciendo:
Verdaderamente también
éste estaba con él, porque es galileo.
60 Y Pedro dijo:
Hombre, no sé lo que
dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
61 Entonces, vuelto el
Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había
dicho:
Antes que el gallo cante,
me negarás tres veces.
62 Y Pedro, saliendo
fuera, lloró amargamente.
Jesús
escarnecido y azotado
(Mt.26.67-68; Mr.14.65)
63 Y los hombres que
custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
64 y vendándole los ojos,
le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo:
Profetiza, ¿quién es el
que te golpeó?
65 Y decían otras muchas
cosas injuriándole.
Jesús
ante el concilio
(Mt.26.59-66; Mr.14.55-64;
Jn.18.19-24)
66 Cuando era de día, se
juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y
le trajeron al concilio, diciendo:
67 ¿Eres tú el Cristo?
Dínoslo. Y les dijo:
Si os lo dijere, no
creeréis;
68 y también si os
preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
69 Pero desde ahora el
Hijo del Hombre se sentaré a la diestra del poder de Dios.
70 Dijeron todos:
¿Luego eres tú el Hijo de
Dios? Y él les dijo:
Vosotros decís que lo
soy.
71 Entonces ellos dijeron:
¿Qué más testimonio
necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Jesús
ante Pilato
(Mt.27.1-2,11-14;
Mr.15.1-5; Jn.18.28-38)
LUCAS
23
1 Levantándose entonces
toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle,
diciendo:
A éste hemos hallado que
pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo
es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le
preguntó, diciendo:
¿Eres tú el Rey de los
judíos? Y respondiéndole él, dijo:
Tú lo dices.
4 Y Pilato dijo a los
principales sacerdotes, y a la gente:
Ningún delito hallo en
este hombre.
5 Pero ellos porfiaban,
diciendo:
Alborota al pueblo,
enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Jesús
ante Herodes
6 Entonces Pilato, oyendo
decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
7 Y al saber que era de la
jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también
estaba en Jerusalén.
8 Herodes, viendo a Jesús,
se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas
cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
9 Y le hacía muchas
preguntas, pero él nada le respondió.
10 Y estaban los
principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
11 Entonces Herodes con
sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y
volvió a enviarle a Pilato.
12 Y se hicieron amigos
Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Jesús
sentenciado a muerte
(Mt.27.15-26; Mr.15.6-15;
Jn.18.38-19.16)
13 Entonces Pilato,
convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14 les dijo:
Me habéis presentado a
éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo
delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de
que le acusáis.
15 Y ni aun Herodes,
porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
16 Le soltaré, pues,
después de castigarle.
17 Y tenía necesidad de
soltarles uno en cada fiesta.
18 Mas toda la multitud
dio voces a una, diciendo:
¡Fuera con éste, y
suéltanos a Barrabás! 19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la
ciudad, y por un homicidio.
20 Les habló otra vez
Pilato, queriendo soltar a Jesús;
21 pero ellos volvieron a
dar voces, diciendo:
¡Crucifícale,
crucifícale! 22 El les dijo por tercera vez:
¿Pues qué mal ha hecho
éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le
soltaré.
23 Mas ellos instaban a
grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los
principales sacerdotes prevalecieron.
24 Entonces Pilato
sentenció que se hiciese lo que ellos pedían;
25 y les soltó a aquel que
había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido;
y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt.27.32-56; Mr.15.21-41;
Jn.19.17-30)
26 Y llevándole, tomaron a
cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para
que la llevase tras Jesús.
27 Y le seguía gran
multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
28 Pero Jesús, vuelto
hacia ellas, les dijo:
Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
29 Porque he aquí vendrán
días en que dirán:
Bienaventuradas las
estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
30 Entonces comenzarán a
decir a los montes:
Caed sobre nosotros; y a
los collados:
Cubridnos.
31 Porque si en el árbol
verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
32 Llevaban también con él
a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
33 Y cuando llegaron al
lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a
la derecha y otro a la izquierda.
34 Y Jesús decía:
Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35 Y el pueblo estaba
mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo:
A otros salvó; sálvese a
sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36 Los soldados también le
escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37 y diciendo:
Si tú eres el Rey de los
judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él
un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas:
ESTE ES EL REY DE LOS
JUDÍOS.39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo:
Si tú eres el Cristo,
sálvate a ti mismo y a nosotros.
40 Respondiendo el otro,
le reprendió, diciendo:
¿Ni aun temes tú a Dios,
estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas
éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús:
Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo:
De cierto te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso.
44 Cuando era como la hora
sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció,
y el velo del templo se rasgó por la mitad.
46 Entonces Jesús,
clamando a gran voz, dijo:
Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
47 Cuando el centurión vio
lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo:
Verdaderamente este
hombre era justo.
48 Y toda la multitud de
los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido,
se volvían golpeándose el pecho.
49 Pero todos sus
conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos
mirando estas cosas.
Jesús
es sepultado
(Mt.27.57-61; Mr.15.42-47;
Jn.19.38-42)
50 Había un varón llamado
José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón
bueno y justo.
51 Este, que también
esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos
de ellos,
52 fue a Pilato, y pidió
el cuerpo de Jesús.
53 Y quitándolo, lo
envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual
aún no se había puesto a nadie.
54 Era día de la
preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
55 Y las mujeres que
habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y
cómo fue puesto su cuerpo.
56 Y vueltas, prepararon
especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al
mandamiento.
La
resurrección
(Mt.28.1-10; Mr.16.1-8; Jn.20.1-10)
LUCAS
24
1 El primer día de la
semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas
que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
2 Y hallaron removida la
piedra del sepulcro;
3 y entrando, no hallaron
el cuerpo del Señor Jesús.
4 Aconteció que estando
ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con
vestiduras resplandecientes;
5 y como tuvieron temor, y
bajaron el rostro a tierra, les dijeron:
¿Por qué buscáis entre
los muertos al que vive?
6 No está aquí, sino que
ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
7 diciendo:
Es necesario que el Hijo
del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y
resucite al tercer día.
8 Entonces ellas se
acordaron de sus palabras,
9 y volviendo del
sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.
10 Eran María Magdalena, y
Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas
cosas a los apóstoles.
11 Mas a ellos les
parecían locura las palabras de ellas, y no las creían.
12 Pero levantándose
Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue
a casa maravillándose de lo que había sucedido.
En el
camino a Emaús
(Mr.16.12-13)
13 Y he aquí, dos de ellos
iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de
Jerusalén.
14 E iban hablando entre
sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
15 Sucedió que mientras
hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
16 Mas los ojos de ellos
estaban velados, para que no le conociesen.
17 Y les dijo:
¿Qué pláticas son estas
que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
18 Respondiendo uno de
ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo:
¿Eres tú el único
forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en
estos días?
19 Entonces él les dijo:
¿Qué cosas? Y ellos le
dijeron:
De Jesús nazareno, que
fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el
pueblo;
20 y cómo le entregaron
los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le
crucificaron.
21 Pero nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo
esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
22 Aunque también nos han
asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al
sepulcro;
23 y como no hallaron su
cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes
dijeron que él vive.
24 Y fueron algunos de los
nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no
le vieron.
25 Entonces él les dijo:
¡Oh insensatos, y tardos
de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario
que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde
Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían.
28 Llegaron a la aldea
adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.
29 Mas ellos le obligaron
a quedarse, diciendo:
Quédate con nosotros,
porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con
ellos.
30 Y aconteció que estando
sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
31 Entonces les fueron
abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al
otro:
¿No ardía nuestro corazón
en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las
Escrituras?
33 Y levantándose en la
misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que
estaban con ellos,
34 que decían:
Ha resucitado el Señor
verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
35 Entonces ellos contaban
las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al
partir el pan.
Jesús
se aparece a los discípulos
(Mt.28.16-20; Mr.16.14-18;
Jn.20.19-23)
36 Mientras ellos aún
hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo:
Paz a vosotros.
37 Entonces, espantados y
atemorizados, pensaban que veían espíritu.
38 Pero él les dijo:
¿Por qué estáis turbados,
y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
39 Mirad mis manos y mis
pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni
huesos, como veis que yo tengo.
40 Y diciendo esto, les
mostró las manos y los pies.
41 Y como todavía ellos,
de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo:
¿Tenéis aquí algo de
comer?
42 Entonces le dieron
parte de un pez asado, y un panal de miel.
43 Y él lo tomó, y comió
delante de ellos.
44 Y les dijo:
Estas son las palabras
que os hablé, estando aún con vosotros:
que era necesario que se
cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y
en los salmos.
45 Entonces les abrió el
entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
46 y les dijo:
Así está escrito, y así
fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer
día;
47 y que se predicase en
su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén.
48 Y vosotros sois
testigos de estas cosas.
49 He aquí, yo enviaré la
promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de
Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
La
ascensión
(Mr.16.19-20)
50 Y los sacó fuera hasta
Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
51 Y aconteció que
bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
52 Ellos, después de
haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
53 y estaban siempre en el
templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
SAN JUAN
El
Evangelio Según
SAN JUAN
El
Verbo hecho carne
JUAN 1
1 En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
2 Este era en el principio
con Dios.
3 Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
4 En él estaba la vida, y
la vida era la luz de los hombres.
5 La luz en las tinieblas
resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
6 Hubo un hombre enviado
de Dios, el cual se llamaba Juan.
7 Este vino por
testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por
él.
8 No era él la luz, sino
para que diese testimonio de la luz.
9 Aquella luz verdadera,
que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
10 En el mundo estaba, y
el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
11 A lo suyo vino, y los
suyos no le recibieron.
12 Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios;
13 los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de
Dios.
14 Y aquel Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre), lleno de gracia y de verdad.
15 Juan dio testimonio de
él, y clamó diciendo:
Este es de quien yo
decía:
El que viene después de
mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
16 Porque de su plenitud
tomamos todos, y gracia sobre gracia.
17 Pues la ley por medio
de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
18 A Dios nadie le vio
jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a
conocer.
Testimonio de Juan el Bautista
(Mt.3.11-12; Mr.1.7-8; Lc.3.15-17)
19 Este es el testimonio
de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que
le preguntasen:
¿Tú, quién eres?
20 Confesó, y no negó,
sino confesó:
Yo no soy el Cristo.
21 Y le preguntaron:
¿Qué pues? ¿Eres tú
Elías? Dijo:
No soy. ¿Eres tú el
profeta? Y respondió:
No.
22 Le dijeron:
¿Pues quién eres? para
que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
23 Dijo:
Yo soy la voz de uno que
clama en el desierto:
Enderezad el camino del
Señor, como dijo el profeta Isaías.
24 Y los que habían sido
enviados eran de los fariseos.
25 Y le preguntaron, y le
dijeron:
¿Por qué, pues, bautizas,
si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
26 Juan les respondió
diciendo:
Yo bautizo con agua; mas
en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
27 Este es el que viene
después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la
correa del calzado.
28 Estas cosas sucedieron
en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El
Cordero de Dios
29 El siguiente día vio
Juan a Jesús que venía a él, y dijo:
He aquí el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Este es aquel de quien
yo dije:
Después de mí viene un
varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
31 Y yo no le conocía; mas
para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
32 También dio Juan
testimonio, diciendo:
Vi al Espíritu que
descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
33 Y yo no le conocía;
pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo:
Sobre quien veas
descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el
Espíritu Santo.
34 Y yo le vi, y he dado
testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Los
primeros discípulos
35 El siguiente día otra
vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
36 Y mirando a Jesús que
andaba por allí, dijo:
He aquí el Cordero de
Dios.
37 Le oyeron hablar los
dos discípulos, y siguieron a Jesús.
38 Y volviéndose Jesús, y
viendo que le seguían, les dijo:
¿Qué buscáis? Ellos le
dijeron:
Rabí (que traducido es,
Maestro), ¿dónde moras?
39 Les dijo:
Venid y ved. Fueron, y
vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora
décima.
40 Andrés, hermano de
Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a
Jesús.
41 Este halló primero a su
hermano Simón, y le dijo:
Hemos hallado al Mesías
(que traducido es, el Cristo).
42 Y le trajo a Jesús. Y
mirándole Jesús, dijo:
Tú eres Simón, hijo de
Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).
Jesús
llama a Felipe y a Natanael
43 El siguiente día quiso
Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo:
Sígueme.
44 Y Felipe era de
Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
45 Felipe halló a Natanael,
y le dijo:
Hemos hallado a aquel de
quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas:
a Jesús, el hijo de José,
de Nazaret.
46 Natanael le dijo:
¿De Nazaret puede salir
algo de bueno? Le dijo Felipe:
Ven y ve.
47 Cuando Jesús vio a
Natanael que se le acercaba, dijo de él:
He aquí un verdadero
israelita, en quien no hay engaño.
48 Le dijo Natanael:
¿De dónde me conoces?
Respondió Jesús y le dijo:
Antes que Felipe te
llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
49 Respondió Natanael y le
dijo:
Rabí, tú eres el Hijo de
Dios; tú eres el Rey de Israel.
50 Respondió Jesús y le
dijo:
¿Porque te dije:
Te vi debajo de la
higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.
51 Y le dijo:
De cierto, de cierto os
digo:
De aquí adelante veréis
el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo
del Hombre.
Las
bodas de Caná
JUAN 2
1 Al tercer día se
hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
2 Y fueron también
invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
3 Y faltando el vino, la
madre de Jesús le dijo:
No tienen vino.
4 Jesús le dijo:
¿Qué tienes conmigo,
mujer? Aún no ha venido mi hora.
5 Su madre dijo a los que
servían:
Haced todo lo que os
dijere.
6 Y estaban allí seis
tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos,
en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.
7 Jesús les dijo:
Llenad estas tinajas de
agua. Y las llenaron hasta arriba.
8 Entonces les dijo:
Sacad ahora, y llevadlo
al maestresala. Y se lo llevaron.
9 Cuando el maestresala
probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los
sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,
10 y le dijo:
Todo hombre sirve primero
el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has
reservado el buen vino hasta ahora.
11 Este principio de
señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos
creyeron en él.
12 Después de esto
descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y
estuvieron allí no muchos días.
Jesús
purifica el templo
(Mt.21.12-13; Mr.11.15-18;
Lc.19.45-46)
13 Estaba cerca la pascua
de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,
14 y halló en el templo a
los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
15 Y haciendo un azote de
cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció
las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
16 y dijo a los que
vendían palomas:
Quitad de aquí esto, y no
hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
17 Entonces se acordaron
sus discípulos que está escrito:
El celo de tu casa me
consume.
18 Y los judíos
respondieron y le dijeron:
¿Qué señal nos muestras,
ya que haces esto?
19 Respondió Jesús y les
dijo:
Destruid este templo, y
en tres días lo levantaré.
20 Dijeron luego los
judíos:
En cuarenta y seis años
fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
21 Mas él hablaba del
templo de su cuerpo.
22 Por tanto, cuando
resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto;
y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Jesús
conoce a todos los hombres
23 Estando en Jerusalén en
la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que
hacía.
24 Pero Jesús mismo no se
fiaba de ellos, porque conocía a todos,
25 y no tenía necesidad de
que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el
hombre.
Jesús y
Nicodemo
JUAN 3
1 Había un hombre de los
fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
2 Este vino a Jesús de
noche, y le dijo:
Rabí, sabemos que has
venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú
haces, si no está Dios con él.
3 Respondió Jesús y le
dijo:
De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le dijo:
¿Cómo puede un hombre
nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su
madre, y nacer?
5 Respondió Jesús:
De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios.
6 Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
7 No te maravilles de que
te dije:
Os es necesario nacer de
nuevo.
8 El viento sopla de donde
quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.
9 Respondió Nicodemo y le
dijo:
¿Cómo puede hacerse esto?
10 Respondió Jesús y le
dijo:
¿Eres tú maestro de
Israel, y no sabes esto?
11 De cierto, de cierto te
digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no
recibís nuestro testimonio.
12 Si os he dicho cosas
terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
13 Nadie subió al cielo,
sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó
la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea
levantado,
15 para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
De tal
manera amó Dios al mundo
16 Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él.
18 El que en él cree, no
es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en
el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la
condenación:
que la luz vino al mundo,
y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20 Porque todo aquel que
hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean
reprendidas.
21 Mas el que practica la
verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.
El
amigo del esposo
22 Después de esto, vino
Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y
bautizaba.
23 Juan bautizaba también
en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran
bautizados.
24 Porque Juan no había
sido aún encarcelado.
25 Entonces hubo discusión
entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
26 Y vinieron a Juan y le
dijeron:
Rabí, mira que el que
estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y
todos vienen a él.
27 Respondió Juan y dijo:
No puede el hombre
recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
28 Vosotros mismos me sois
testigos de que dije:
Yo no soy el Cristo, sino
que soy enviado delante de él.
29 El que tiene la esposa,
es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza
grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.
30 Es necesario que él
crezca, pero que yo mengüe.
El que
viene de arriba
31 El que de arriba viene,
es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla;
el que viene del cielo, es sobre todos.
32 Y lo que vio y oyó,
esto testifica; y nadie recibe su testimonio.
33 El que recibe su
testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.
34 Porque el que Dios
envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.
35 El Padre ama al Hijo, y
todas las cosas ha entregado en su mano.
36 El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que
la ira de Dios está sobre él.
Jesús y
la mujer samaritana
JUAN 4
1 Cuando, pues, el Señor
entendió que los fariseos habían oído decir:
Jesús hace y bautiza más
discípulos que Juan 2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
3 salió de Judea, y se fue
otra vez a Galilea.
4 Y le era necesario pasar
por Samaria.
5 Vino, pues, a una ciudad
de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
6 Y estaba allí el pozo de
Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como
la hora sexta.
7 Vino una mujer de
Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo:
Dame de beber.
8 Pues sus discípulos
habían ido a la ciudad a comprar de comer.
9 La mujer samaritana le
dijo:
¿Cómo tú, siendo judío,
me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no
se tratan entre sí.
10 Respondió Jesús y le
dijo:
Si conocieras el don de
Dios, y quién es el que te dice:
Dame de beber; tú le
pedirías, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo:
Señor, no tienes con qué
sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Acaso eres tú mayor
que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos
y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le
dijo:
Cualquiera que bebiere de
esta agua, volverá a tener sed;
14 mas el que bebiere del
agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será
en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
15 La mujer le dijo:
Señor, dame esa agua,
para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
16 Jesús le dijo:
Ve, llama a tu marido, y
ven acá.
17 Respondió la mujer y
dijo:
No tengo marido. Jesús le
dijo:
Bien has dicho:
No tengo marido;
18 porque cinco maridos
has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
19 Le dijo la mujer:
Señor, me parece que tú
eres profeta.
20 Nuestros padres
adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se
debe adorar.
21 Jesús le dijo:
Mujer, créeme, que la
hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que
no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los
judíos.
23 Mas la hora viene, y
ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
24 Dios es Espíritu; y los
que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
25 Le dijo la mujer:
Sé que ha de venir el
Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.
26 Jesús le dijo:
Yo soy, el que habla
contigo.
27 En esto vinieron sus
discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno
dijo:
¿Qué preguntas? o, ¿Qué
hablas con ella?
28 Entonces la mujer dejó
su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:
29 Venid, ved a un hombre
que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?
30 Entonces salieron de la
ciudad, y vinieron a él.
31 Entre tanto, los
discípulos le rogaban, diciendo:
Rabí, come.
32 El les dijo:
Yo tengo una comida que
comer, que vosotros no sabéis.
33 Entonces los discípulos
decían unos a otros:
¿Le habrá traído alguien
de comer?
34 Jesús les dijo:
Mi comida es que haga la
voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
35 ¿No decís vosotros:
Aún faltan cuatro meses
para que llegue la siega? He aquí os digo:
Alzad vuestros ojos y
mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
36 Y el que siega recibe
salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce
juntamente con el que siega.
37 Porque en esto es
verdadero el dicho:
Uno es el que siembra, y
otro es el que siega.
38 Yo os he enviado a
segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado
en sus labores.
39 Y muchos de los
samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que
daba testimonio diciendo:
Me dijo todo lo que he
hecho.
40 Entonces vinieron los
samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos
días.
41 Y creyeron muchos más
por la palabra de él,
42 y decían a la mujer:
Ya no creemos solamente
por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente
éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Jesús
sana al hijo de un noble
43 Dos días después, salió
de allí y fue a Galilea.
44 Porque Jesús mismo dio
testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra.
45 Cuando vino a Galilea,
los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en
Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.
46 Vino, pues, Jesús otra
vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en
Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.
47 Este, cuando oyó que
Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y
sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.
48 Entonces Jesús le dijo:
Si no viereis señales y
prodigios, no creeréis.
49 El oficial del rey le
dijo:
Señor, desciende antes
que mi hijo muera.
50 Jesús le dijo:
Ve, tu hijo vive. Y el
hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
51 Cuando ya él descendía,
sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo:
Tu hijo vive.
52 Entonces él les
preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron:
Ayer a las siete le dejó
la fiebre.
53 El padre entonces
entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho:
Tu hijo vive; y creyó él
con toda su casa.
54 Esta segunda señal hizo
Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.
El
paralítico de Betesda
JUAN 5
1 Después de estas cosas
había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén,
cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el
cual tiene cinco pórticos.
3 En éstos yacía una
multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento
del agua.
4 Porque un ángel
descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero
descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier
enfermedad que tuviese.
5 Y había allí un hombre
que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús lo vio
acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:
¿Quieres ser sano?
7 Señor, le respondió el
enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre
tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dijo:
Levántate, toma tu lecho,
y anda.
9 Y al instante aquel
hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
10 Entonces los judíos
dijeron a aquel que había sido sanado:
Es día de reposo; no te
es lícito llevar tu lecho.
11 El les respondió:
El que me sanó, él mismo
me dijo:
Toma tu lecho y anda.
12 Entonces le
preguntaron:
¿Quién es el que te dijo:
Toma tu lecho y anda?
13 Y el que había sido
sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que
estaba en aquel lugar.
14 Después le halló Jesús
en el templo, y le dijo:
Mira, has sido sanado; no
peques más, para que no te venga alguna cosa peor.
15 El hombre se fue, y dio
aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
16 Y por esta causa los
judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el
día de reposo.
17 Y Jesús les respondió:
Mi Padre hasta ahora
trabaja, y yo trabajo.
18 Por esto los judíos aun
más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que
también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
La
autoridad del Hijo
19 Respondió entonces
Jesús, y les dijo:
De cierto, de cierto os
digo:
No puede el Hijo hacer
nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre
hace, también lo hace el Hijo igualmente.
20 Porque el Padre ama al
Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le
mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
21 Porque como el Padre
levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da
vida.
22 Porque el Padre a nadie
juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,
23 para que todos honren
al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le
envió.
24 De cierto, de cierto os
digo:
El que oye mi palabra, y
cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha
pasado de muerte a vida.
25 De cierto, de cierto os
digo:
Viene la hora, y ahora
es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren
vivirán.
26 Porque como el Padre
tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;
27 y también le dio
autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
28 No os maravilléis de
esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su
voz;
29 y los que hicieron lo
bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación.
Testigos de Cristo
30 No puedo yo hacer nada
por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.
31 Si yo doy testimonio
acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
32 Otro es el que da
testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
33 Vosotros enviasteis
mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.
34 Pero yo no recibo
testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.
35 El era antorcha que
ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
36 Mas yo tengo mayor
testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que
cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me
ha enviado.
37 También el Padre que me
envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su
aspecto,
38 ni tenéis su palabra
morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.
39 Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mí;
40 y no queréis venir a mí
para que tengáis vida.
41 Gloria de los hombres
no recibo.
42 Mas yo os conozco, que
no tenéis amor de Dios en vosotros.
43 Yo he venido en nombre
de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése
recibiréis.
44 ¿Cómo podéis vosotros
creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que
viene del Dios único?
45 No penséis que yo voy a
acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra
esperanza.
46 Porque si creyeseis a
Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
47 Pero si no creéis a sus
escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?
Alimentación de los cinco mil
(Mt.14.13-21; Mr.6.30-44;
Lc.9.10-17)
JUAN 6
1 Después de esto, Jesús
fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.
2 Y le seguía gran
multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
3 Entonces subió Jesús a
un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
4 Y estaba cerca la
pascua, la fiesta de los judíos.
5 Cuando alzó Jesús los
ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe:
¿De dónde compraremos pan
para que coman éstos?
6 Pero esto decía para
probarle; porque él sabía lo que había de hacer.
7 Felipe le respondió:
Doscientos denarios de
pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.
8 Uno de sus discípulos,
Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
9 Aquí está un muchacho,
que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
10 Entonces Jesús dijo:
Haced recostar la gente.
Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil
varones.
11 Y tomó Jesús aquellos
panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los
discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto
querían.
12 Y cuando se hubieron
saciado, dijo a sus discípulos:
Recoged los pedazos que
sobraron, para que no se pierda nada.
13 Recogieron, pues, y
llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los
que habían comido.
14 Aquellos hombres
entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron:
Este verdaderamente es el
profeta que había de venir al mundo.
15 Pero entendiendo Jesús
que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al
monte él solo.
Jesús
anda sobre el mar
(Mt.14.22-27; Mr.6.45-52)
16 Al anochecer,
descendieron sus discípulos al mar,
17 y entrando en una
barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había
venido a ellos.
18 Y se levantaba el mar
con un gran viento que soplaba.
19 Cuando habían remado
como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se
acercaba a la barca; y tuvieron miedo.
20 Mas él les dijo:
Yo soy; no temáis.
21 Ellos entonces con
gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde
iban.
La
gente busca a Jesús
22 El día siguiente, la
gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una
sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que
éstos se habían ido solos.
23 Pero otras barcas
habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de
haber dado gracias el Señor.
24 Cuando vio, pues, la
gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y
fueron a Capernaum, buscando a Jesús.
Jesús,
el pan de vida
25 Y hallándole al otro
lado del mar, le dijeron:
Rabí, ¿cuándo llegaste
acá?
26 Respondió Jesús y les
dijo:
De cierto, de cierto os
digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis
el pan y os saciasteis.
27 Trabajad, no por la
comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el
Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.
28 Entonces le dijeron:
¿Qué debemos hacer para
poner en práctica las obras de Dios?
29 Respondió Jesús y les
dijo:
Esta es la obra de Dios,
que creáis en el que él ha enviado.
30 Le dijeron entonces:
¿Qué señal, pues, haces
tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?
31 Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito:
Pan del cielo les dio a
comer.
32 Y Jesús les dijo:
De cierto, de cierto os
digo:
No os dio Moisés el pan
del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
33 Porque el pan de Dios
es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.
34 Le dijeron:
Señor, danos siempre este
pan.
35 Jesús les dijo:
Yo soy el pan de vida; el
que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
36 Mas os he dicho, que
aunque me habéis visto, no creéis.
37 Todo lo que el Padre me
da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
38 Porque he descendido
del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39 Y esta es la voluntad
del Padre, el que me envió:
Que de todo lo que me
diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
40 Y esta es la voluntad
del que me ha enviado:
Que todo aquel que ve al
Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
41 Murmuraban entonces de
él los judíos, porque había dicho:
Yo soy el pan que
descendió del cielo.
42 Y decían:
¿No es éste Jesús, el
hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste:
Del cielo he descendido?
43 Jesús respondió y les
dijo:
No murmuréis entre
vosotros.
44 Ninguno puede venir a
mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día
postrero.
45 Escrito está en los
profetas:
Y serán todos enseñados
por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.
46 No que alguno haya
visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.
47 De cierto, de cierto os
digo:
El que cree en mí, tiene
vida eterna.
48 Yo soy el pan de vida.
49 Vuestros padres
comieron el maná en el desierto, y murieron.
50 Este es el pan que
desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
51 Yo soy el pan vivo que
descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el
pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos
contendían entre sí, diciendo:
¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?
53 Jesús les dijo:
De cierto, de cierto os
digo:
Si no coméis la carne del
Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56 El que come mi carne y
bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57 Como me envió el Padre
viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por
mí.
58 Este es el pan que
descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el
que come de este pan, vivirá eternamente.
59 Estas cosas dijo en la
sinagoga, enseñando en Capernaum.
Palabras de vida eterna
60 Al oírlas, muchos de
sus discípulos dijeron:
Dura es esta palabra;
¿quién la puede oír?
61 Sabiendo Jesús en sí
mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:
¿Esto os ofende?
62 ¿Pues qué, si viereis
al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
63 El espíritu es el que
da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son
espíritu y son vida.
64 Pero hay algunos de
vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los
que no creían, y quién le había de entregar.
65 Y dijo:
Por eso os he dicho que
ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
66 Desde entonces muchos
de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
67 Dijo entonces Jesús a
los doce:
¿Queréis acaso iros
también vosotros?
68 Le respondió Simón
Pedro:
Señor, ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras de vida eterna.
69 Y nosotros hemos creído
y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
70 Jesús les respondió:
¿No os he escogido yo a
vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?
71 Hablaba de Judas
Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de
los doce.
Incredulidad de los hermanos de Jesús
JUAN 7
1 Después de estas cosas,
andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos
procuraban matarle.
2 Estaba cerca la fiesta
de los judíos, la de los tabernáculos;
3 y le dijeron sus
hermanos:
Sal de aquí, y vete a
Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces.
4 Porque ninguno que
procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate
al mundo.
5 Porque ni aun sus
hermanos creían en él.
6 Entonces Jesús les dijo:
Mi tiempo aún no ha
llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.
7 No puede el mundo
aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus
obras son malas.
8 Subid vosotros a la
fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
9 Y habiéndoles dicho
esto, se quedó en Galilea.
Jesús
en la fiesta de los tabernáculos
10 Pero después que sus
hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente,
sino como en secreto.
11 Y le buscaban los
judíos en la fiesta, y decían:
¿Dónde está aquél?
12 Y había gran murmullo
acerca de él entre la multitud, pues unos decían:
Es bueno; pero otros
decían:
No, sino que engaña al
pueblo.
13 Pero ninguno hablaba
abiertamente de él, por miedo a los judíos.
14 Mas a la mitad de la
fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba.
15 Y se maravillaban los
judíos, diciendo:
¿Cómo sabe éste letras,
sin haber estudiado?
16 Jesús les respondió y
dijo:
Mi doctrina no es mía,
sino de aquel que me envió.
17 El que quiera hacer la
voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi
propia cuenta.
18 El que habla por su
propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le
envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.
19 ¿No os dio Moisés la
ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme?
20 Respondió la multitud y
dijo:
Demonio tienes; ¿quién
procura matarte?
21 Jesús respondió y les
dijo:
Una obra hice, y todos os
maravilláis.
22 Por cierto, Moisés os
dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres); y en el día
de reposo circuncidáis al hombre.
23 Si recibe el hombre la
circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada,
¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre?
24 No juzguéis según las
apariencias, sino juzgad con justo juicio.
¿Es
éste el Cristo?
25 Decían entonces unos de
Jerusalén:
¿No es éste a quien
buscan para matarle?
26 Pues mirad, habla
públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes
que éste es el Cristo?
27 Pero éste, sabemos de
dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea.
28 Jesús entonces,
enseñando en el templo, alzó la voz y dijo:
A mí me conocéis, y
sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es
verdadero, a quien vosotros no conocéis.
29 Pero yo le conozco,
porque de él procedo, y él me envió.
30 Entonces procuraban
prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora.
31 Y muchos de la multitud
creyeron en él, y decían:
El Cristo, cuando venga,
¿hará más señales que las que éste hace?
Los
fariseos envían alguaciles para prender a Jesús
32 Los fariseos oyeron a
la gente que murmuraba de él estas cosas; y los principales sacerdotes y los
fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen.
33 Entonces Jesús dijo:
Todavía un poco de tiempo
estaré con vosotros, e iré al que me envió.
34 Me buscaréis, y no me
hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir.
35 Entonces los judíos
dijeron entre sí:
¿Adónde se irá éste, que
no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los
griegos?
36 ¿Qué significa esto que
dijo:
Me buscaréis, y no me
hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir?
Ríos de
agua viva
37 En el último y gran día
de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:
Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba.
38 El que cree en mí, como
dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
39 Esto dijo del Espíritu
que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el
Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
División entre la gente
40 Entonces algunos de la
multitud, oyendo estas palabras, decían:
Verdaderamente éste es el
profeta.
41 Otros decían:
Este es el Cristo. Pero
algunos decían:
¿De Galilea ha de venir
el Cristo?
42 ¿No dice la Escritura
que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir
el Cristo?
43 Hubo entonces disensión
entre la gente a causa de él.
44 Y algunos de ellos
querían prenderle; pero ninguno le echó mano.
¡Nunca
ha hablado hombre así!
45 Los alguaciles vinieron
a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron:
¿Por qué no le habéis
traído?
46 Los alguaciles
respondieron:
¡Jamás hombre alguno ha
hablado como este hombre! 47 Entonces los fariseos les respondieron:
¿También vosotros habéis
sido engañados?
48 ¿Acaso ha creído en él
alguno de los gobernantes, o de los fariseos?
49 Mas esta gente que no
sabe la ley, maldita es.
50 Les dijo Nicodemo, el
que vino a él de noche, el cual era uno de ellos:
51 ¿Juzga acaso nuestra
ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?
52 Respondieron y le
dijeron:
¿Eres tú también galileo?
Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.
La
mujer adúltera
53 Cada uno se fue a su
casa;
JUAN 8
1 y Jesús se fue al monte
de los Olivos.
2 Y por la mañana volvió
al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
3 Entonces los escribas y
los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en
medio,
4 le dijeron:
Maestro, esta mujer ha
sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
5 Y en la ley nos mandó
Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
6 Mas esto decían
tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía
en tierra con el dedo.
7 Y como insistieran en
preguntarle, se enderezó y les dijo:
El que de vosotros esté
sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E inclinándose de nuevo
hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
9 Pero ellos, al oír esto,
acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos
hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
10 Enderezándose Jesús, y
no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo:
Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella dijo:
Ninguno, Señor. Entonces
Jesús le dijo:
Ni yo te condeno; vete, y
no peques más.
Jesús,
la luz del mundo
12 Otra vez Jesús les
habló, diciendo:
Yo soy la luz del mundo;
el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
13 Entonces los fariseos
le dijeron:
Tú das testimonio acerca
de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
14 Respondió Jesús y les
dijo:
Aunque yo doy testimonio
acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a
dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.
15 Vosotros juzgáis según
la carne; yo no juzgo a nadie.
16 Y si yo juzgo, mi
juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
17 Y en vuestra ley está
escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
18 Yo soy el que doy
testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
19 Ellos le dijeron:
¿Dónde está tu Padre?
Respondió Jesús:
Ni a mí me conocéis, ni a
mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.
20 Estas palabras habló
Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió,
porque aún no había llegado su hora.
A donde
yo voy, vosotros no podéis venir
21 Otra vez les dijo
Jesús:
Yo me voy, y me
buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis
venir.
22 Decían entonces los
judíos:
¿Acaso se matará a sí
mismo, que dice:
A donde yo voy, vosotros
no podéis venir?
23 Y les dijo:
Vosotros sois de abajo,
yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
24 Por eso os dije que
moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros
pecados moriréis.
25 Entonces le dijeron:
¿Tú quién eres? Entonces
Jesús les dijo:
Lo que desde el principio
os he dicho.
26 Muchas cosas tengo que
decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he
oído de él, esto hablo al mundo.
27 Pero no entendieron que
les hablaba del Padre.
28 Les dijo, pues, Jesús:
Cuando hayáis levantado
al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí
mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.
29 Porque el que me envió,
conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le
agrada.
30 Hablando él estas
cosas, muchos creyeron en él.
La
verdad os hará libres
31 Dijo entonces Jesús a
los judíos que habían creído en él:
Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
32 y conoceréis la verdad,
y la verdad os hará libres.
33 Le respondieron:
Linaje de Abraham somos,
y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú:
Seréis libres?
34 Jesús les respondió:
De cierto, de cierto os
digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
35 Y el esclavo no queda
en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
36 Así que, si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres.
37 Sé que sois
descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla
cabida en vosotros.
38 Yo hablo lo que he
visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro
padre.
Sois de
vuestro padre el diablo
39 Respondieron y le
dijeron:
Nuestro padre es Abraham.
Jesús les dijo:
Si fueseis hijos de
Abraham, las obras de Abraham haríais.
40 Pero ahora procuráis
matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no
hizo esto Abraham.
41 Vosotros hacéis las
obras de vuestro padre. Entonces le dijeron:
Nosotros no somos nacidos
de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
42 Jesús entonces les
dijo:
Si vuestro padre fuese
Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no
he venido de mí mismo, sino que él me envió.
43 ¿Por qué no entendéis
mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
44 Vosotros sois de
vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay
verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre
de mentira.
45 Y a mí, porque digo la
verdad, no me creéis.
46 ¿Quién de vosotros me
redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
47 El que es de Dios, las
palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
La
preexistencia de Cristo
48 Respondieron entonces
los judíos, y le dijeron:
¿No decimos bien
nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?
49 Respondió Jesús:
Yo no tengo demonio,
antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis.
50 Pero yo no busco mi
gloria; hay quien la busca, y juzga.
51 De cierto, de cierto os
digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
52 Entonces los judíos le
dijeron:
Ahora conocemos que
tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices:
El que guarda mi palabra,
nunca sufrirá muerte.
53 ¿Eres tú acaso mayor
que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te
haces a ti mismo?
54 Respondió Jesús:
Si yo me glorifico a mí
mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís
que es vuestro Dios.
55 Pero vosotros no le
conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como
vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.
56 Abraham vuestro padre
se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
57 Entonces le dijeron los
judíos:
Aún no tienes cincuenta
años, ¿y has visto a Abraham?
58 Jesús les dijo:
De cierto, de cierto os
digo:
Antes que Abraham fuese,
yo soy.
59 Tomaron entonces
piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y
atravesando por en medio de ellos, se fue.
Jesús
sana a un ciego de nacimiento
JUAN 9
1 Al pasar Jesús, vio a un
hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus
discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o
sus padres, para que haya nacido ciego?
3 Respondió Jesús:
No es que pecó éste, ni
sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
4 Me es necesario hacer
las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando
nadie puede trabajar.
5 Entre tanto que estoy en
el mundo, luz soy del mundo.
6 Dicho esto, escupió en
tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
7 y le dijo:
Ve a lavarte en el
estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y
regresó viendo.
8 Entonces los vecinos, y
los que antes le habían visto que era ciego, decían:
¿No es éste el que se
sentaba y mendigaba?
9 Unos decían:
El es; y otros:
A él se parece. El decía:
Yo soy.
10 Y le dijeron:
¿Cómo te fueron abiertos
los ojos?
11 Respondió él y dijo:
Aquel hombre que se llama
Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo:
Ve al Siloé, y lávate; y
fui, y me lavé, y recibí la vista.
12 Entonces le dijeron:
¿Dónde está él? El dijo:
No sé.
Los
fariseos interrogan al ciego sanado
13 Llevaron ante los
fariseos al que había sido ciego.
14 Y era día de reposo
cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
15 Volvieron, pues, a
preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo:
Me puso lodo sobre los
ojos, y me lavé, y veo.
16 Entonces algunos de los
fariseos decían:
Ese hombre no procede de
Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían:
¿Cómo puede un hombre
pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.
17 Entonces volvieron a
decirle al ciego:
¿Qué dices tú del que te
abrió los ojos? Y él dijo:
Que es profeta.
18 Pero los judíos no
creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que
llamaron a los padres del que había recibido la vista,
19 y les preguntaron,
diciendo:
¿Es éste vuestro hijo, el
que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
20 Sus padres respondieron
y les dijeron:
Sabemos que éste es
nuestro hijo, y que nació ciego;
21 pero cómo vea ahora, no
lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad
tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
22 Esto dijeron sus
padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían
acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la
sinagoga.
23 Por eso dijeron sus
padres:
Edad tiene, preguntadle a
él.
24 Entonces volvieron a
llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron:
Da gloria a Dios;
nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
25 Entonces él respondió y
dijo:
Si es pecador, no lo sé;
una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
26 Le volvieron a decir:
¿Qué te hizo? ¿Cómo te
abrió los ojos?
27 El les respondió:
Ya os lo he dicho, y no
habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros
haceros sus discípulos?
28 Y le injuriaron, y
dijeron:
Tú eres su discípulo;
pero nosotros, discípulos de Moisés somos.
29 Nosotros sabemos que
Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.
30 Respondió el hombre, y
les dijo:
Pues esto es lo
maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.
31 Y sabemos que Dios no
oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a
ése oye.
32 Desde el principio no
se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.
33 Si éste no viniera de
Dios, nada podría hacer.
34 Respondieron y le
dijeron:
Tú naciste del todo en
pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
Ceguera
espiritual
35 Oyó Jesús que le habían
expulsado; y hallándole, le dijo:
¿Crees tú en el Hijo de
Dios?
36 Respondió él y dijo:
¿Quién es, Señor, para
que crea en él?
37 Le dijo Jesús:
Pues le has visto, y el
que habla contigo, él es.
38 Y él dijo:
Creo, Señor; y le adoró.
39 Dijo Jesús:
Para juicio he venido yo
a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
40 Entonces algunos de los
fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron:
¿Acaso nosotros somos
también ciegos?
41 Jesús les respondió:
Si fuerais ciegos, no
tendríais pecado; mas ahora, porque decís:
Vemos, vuestro pecado
permanece.
Parábola del redil
JUAN 10
1 De cierto, de cierto os
digo:
El que no entra por la
puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y
salteador.
2 Mas el que entra por la
puerta, el pastor de las ovejas es.
3 A éste abre el portero,
y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
4 Y cuando ha sacado fuera
todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen
su voz.
5 Mas al extraño no
seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6 Esta alegoría les dijo
Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
Jesús,
el buen pastor
7 Volvió, pues, Jesús a
decirles:
De cierto, de cierto os
digo:
Yo soy la puerta de las
ovejas.
8 Todos los que antes de
mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
9 Yo soy la puerta; el que
por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
10 El ladrón no viene sino
para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor;
el buen pastor su vida da por las ovejas.
12 Mas el asalariado, y
que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja
las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
13 Así que el asalariado
huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor;
y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
15 así como el Padre me
conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras
ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y
habrá un rebaño, y un pastor.
17 Por eso me ama el
Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
18 Nadie me la quita, sino
que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
19 Volvió a haber
disensión entre los judíos por estas palabras.
20 Muchos de ellos decían:
Demonio tiene, y está
fuera de sí; ¿por qué le oís?
21 Decían otros:
Estas palabras no son de
endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
Los
judíos rechazan a Jesús
22 Celebrábase en
Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,
23 y Jesús andaba en el
templo por el pórtico de Salomón.
24 Y le rodearon los
judíos y le dijeron:
¿Hasta cuándo nos
turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
25 Jesús les respondió:
Os lo he dicho, y no
creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
26 pero vosotros no
creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
27 Mis ovejas oyen mi voz,
y yo las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida
eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las
dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
30 Yo y el Padre uno
somos.
31 Entonces los judíos
volvieron a tomar piedras para apedrearle.
32 Jesús les respondió:
Muchas buenas obras os he
mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
33 Le respondieron los
judíos, diciendo:
Por buena obra no te
apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
34 Jesús les respondió:
¿No está escrito en
vuestra ley:
Yo dije, dioses sois?
35 Si llamó dioses a
aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser
quebrantada),
36 ¿al que el Padre
santificó y envió al mundo, vosotros decís:
Tú blasfemas, porque
dije:
Hijo de Dios soy?
37 Si no hago las obras de
mi Padre, no me creáis.
38 Mas si las hago, aunque
no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre
está en mí, y yo en el Padre.
39 Procuraron otra vez
prenderle, pero él se escapó de sus manos.
40 Y se fue de nuevo al
otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se
quedó allí.
41 Y muchos venían a él, y
decían:
Juan, a la verdad,
ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.
42 Y muchos creyeron en él
allí.
Muerte
de Lázaro
JUAN 11
1 Estaba entonces enfermo
uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.
2 (María, cuyo hermano
Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los
pies con sus cabellos.) 3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús:
Señor, he aquí el que
amas está enfermo.
4 Oyéndolo Jesús, dijo:
Esta enfermedad no es
para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella.
5 Y amaba Jesús a Marta, a
su hermana y a Lázaro.
6 Cuando oyó, pues, que
estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
7 Luego, después de esto,
dijo a los discípulos:
Vamos a Judea otra vez.
8 Le dijeron los
discípulos:
Rabí, ahora procuraban
los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
9 Respondió Jesús:
¿No tiene el día doce
horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10 pero el que anda de
noche, tropieza, porque no hay luz en él.
11 Dicho esto, les dijo
después:
Nuestro amigo Lázaro
duerme; mas voy para despertarle.
12 Dijeron entonces sus
discípulos:
Señor, si duerme, sanará.
13 Pero Jesús decía esto
de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
14 Entonces Jesús les dijo
claramente:
Lázaro ha muerto;
15 y me alegro por
vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
16 Dijo entonces Tomás,
llamado Dídimo, a sus condiscípulos:
Vamos también nosotros,
para que muramos con él.
Jesús,
la resurrección y la vida
17 Vino, pues, Jesús, y
halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
18 Betania estaba cerca de
Jerusalén, como a quince estadios;
19 y muchos de los judíos
habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
20 Entonces Marta, cuando
oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
21 Y Marta dijo a Jesús:
Señor, si hubieses estado
aquí, mi hermano no habría muerto.
22 Mas también sé ahora
que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
23 Jesús le dijo:
Tu hermano resucitará.
24 Marta le dijo:
Yo sé que resucitará en
la resurrección, en el día postrero.
25 Le dijo Jesús:
Yo soy la resurrección y
la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
26 Y todo aquel que vive y
cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
27 Le dijo:
Sí, Señor; yo he creído
que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Jesús
llora ante la tumba de Lázaro
28 Habiendo dicho esto,
fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto:
El Maestro está aquí y te
llama.
29 Ella, cuando lo oyó, se
levantó de prisa y vino a él.
30 Jesús todavía no había
entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había
encontrado.
31 Entonces los judíos que
estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había
levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo:
Va al sepulcro a llorar
allí.
32 María, cuando llegó a
donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole:
Señor, si hubieses estado
aquí, no habría muerto mi hermano.
33 Jesús entonces, al
verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se
estremeció en espíritu y se conmovió,
34 y dijo:
¿Dónde le pusisteis? Le
dijeron:
Señor, ven y ve.
35 Jesús lloró.
36 Dijeron entonces los
judíos:
Mirad cómo le amaba.
37 Y algunos de ellos
dijeron:
¿No podía éste, que abrió
los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
Resurrección de Lázaro
38 Jesús, profundamente
conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta
encima.
39 Dijo Jesús:
Quitad la piedra. Marta,
la hermana del que había muerto, le dijo:
Señor, hiede ya, porque
es de cuatro días.
40 Jesús le dijo:
¿No te he dicho que si
crees, verás la gloria de Dios?
41 Entonces quitaron la
piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo
alto, dijo:
Padre, gracias te doy por
haberme oído.
42 Yo sabía que siempre me
oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean
que tú me has enviado.
43 Y habiendo dicho esto,
clamó a gran voz:
¡Lázaro, ven fuera! 44 Y
el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo:
Desatadle, y dejadle ir.
El
complot para matar a Jesús
(Mt.26.1-5; Mr.14.1-2; Lc.22.1-2)
45 Entonces muchos de los
judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús,
creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos
fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
47 Entonces los
principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron:
¿Qué haremos? Porque este
hombre hace muchas señales.
48 Si le dejamos así,
todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y
nuestra nación.
49 Entonces Caifás, uno de
ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo:
Vosotros no sabéis nada;
50 ni pensáis que nos
conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.
51 Esto no lo dijo por sí
mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había
de morir por la nación;
52 y no solamente por la
nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban
dispersos.
53 Así que, desde aquel
día acordaron matarle.
54 Por tanto, Jesús ya no
andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región
contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus
discípulos.
55 Y estaba cerca la
pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de
la pascua, para purificarse.
56 Y buscaban a Jesús, y
estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros:
¿Qué os parece? ¿No
vendrá a la fiesta?
57 Y los principales
sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde
estaba, lo manifestase, para que le prendiesen.
Jesús
es ungido en Betania
(Mt.26.6-13; Mr.14.3-9)
JUAN 12
1 Seis días antes de la
pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y
a quien había resucitado de los muertos.
2 Y le hicieron allí una
cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con
él.
3 Entonces María tomó una
libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y
los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
4 Y dijo uno de sus
discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:
5 ¿Por qué no fue este
perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?
6 Pero dijo esto, no
porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa,
sustraía de lo que se echaba en ella.
7 Entonces Jesús dijo:
Déjala; para el día de mi
sepultura ha guardado esto.
8 Porque a los pobres
siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
El
complot contra Lázaro
9 Gran multitud de los
judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa
de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los
muertos.
10 Pero los principales
sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro,
11 porque a causa de él
muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
La
entrada triunfal en Jerusalén
(Mt.21.1-11; Mr.11.1-11;
Lc.19.28-40)
12 El siguiente día,
grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a
Jerusalén,
13 tomaron ramas de
palmera y salieron a recibirle, y clamaban:
¡Hosanna! ¡Bendito el que
viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! 14 Y halló Jesús un asnillo, y
montó sobre él, como está escrito:
15 No temas, hija de Sion;
He aquí tu Rey viene,
Montado sobre un pollino
de asna.
16 Estas cosas no las
entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado,
entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que
se las habían hecho.
17 Y daba testimonio la
gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los
muertos.
18 Por lo cual también
había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta
señal.
19 Pero los fariseos
dijeron entre sí:
Ya veis que no conseguís
nada. Mirad, el mundo se va tras él.
Unos
griegos buscan a Jesús
20 Había ciertos griegos
entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
21 Estos, pues, se
acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo:
Señor, quisiéramos ver a
Jesús.
22 Felipe fue y se lo dijo
a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
23 Jesús les respondió
diciendo:
Ha llegado la hora para
que el Hijo del Hombre sea glorificado.
24 De cierto, de cierto os
digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si
muere, lleva mucho fruto.
25 El que ama su vida, la
perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
26 Si alguno me sirve,
sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me
sirviere, mi Padre le honrará.
Jesús
anuncia su muerte
27 Ahora está turbada mi
alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta
hora.
28 Padre, glorifica tu
nombre. Entonces vino una voz del cielo:
Lo he glorificado, y lo
glorificaré otra vez.
29 Y la multitud que
estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían:
Un ángel le ha hablado.
30 Respondió Jesús y dijo:
No ha venido esta voz por
causa mía, sino por causa de vosotros.
31 Ahora es el juicio de
este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
32 Y yo, si fuere
levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.
33 Y decía esto dando a
entender de qué muerte iba a morir.
34 Le respondió la gente:
Nosotros hemos oído de la
ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35 Entonces Jesús les
dijo:
Aún por un poco está la
luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan
las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.
36 Entre tanto que tenéis
la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.
Incredulidad de los judíos
Estas cosas habló Jesús, y
se fue y se ocultó de ellos.
37 Pero a pesar de que
había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él;
38 para que se cumpliese
la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor, ¿quién ha creído a
nuestro anuncio?
¿Y a quién se ha revelado
el brazo del Señor?
39 Por esto no podían
creer, porque también dijo Isaías:
40 Cegó los ojos de ellos,
y endureció su corazón;
Para que no vean con los
ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan, y yo los
sane.
41 Isaías dijo esto cuando
vio su gloria, y habló acerca de él.
42 Con todo eso, aun de
los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo
confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.
43 Porque amaban más la
gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Las
palabras de Jesús juzgarán a los hombres
44 Jesús clamó y dijo:
El que cree en mí, no
cree en mí, sino en el que me envió;
45 y el que me ve, ve al
que me envió.
46 Yo, la luz, he venido
al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
47 Al que oye mis
palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al
mundo, sino a salvar al mundo.
48 El que me rechaza, y no
recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le
juzgará en el día postrero.
49 Porque yo no he hablado
por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he
de decir, y de lo que he de hablar.
50 Y sé que su mandamiento
es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha
dicho.
Jesús
lava los pies de sus discípulos
JUAN 13
1 Antes de la fiesta de la
pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo
al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
fin.
2 Y cuando cenaban, como
el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que
le entregase,
3 sabiendo Jesús que el
Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y
a Dios iba,
4 se levantó de la cena, y
se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego puso agua en un
lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la
toalla con que estaba ceñido.
6 Entonces vino a Simón
Pedro; y Pedro le dijo:
Señor, ¿tú me lavas los
pies?
7 Respondió Jesús y le
dijo:
Lo que yo hago, tú no lo
comprendes ahora; mas lo entenderás después.
8 Pedro le dijo:
No me lavarás los pies
jamás. Jesús le respondió:
Si no te lavare, no
tendrás parte conmigo.
9 Le dijo Simón Pedro:
Señor, no sólo mis pies,
sino también las manos y la cabeza.
10 Jesús le dijo:
El que está lavado, no
necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios
estáis, aunque no todos.
11 Porque sabía quién le
iba a entregar; por eso dijo:
No estáis limpios todos.
12 Así que, después que
les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo:
¿Sabéis lo que os he
hecho?
13 Vosotros me llamáis
Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y
el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies
los unos a los otros.
15 Porque ejemplo os he
dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
16 De cierto, de cierto os
digo:
El siervo no es mayor que
su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
17 Si sabéis estas cosas,
bienaventurados seréis si las hiciereis.
18 No hablo de todos
vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura:
El que come pan conmigo,
levantó contra mí su calcañar.
19 Desde ahora os lo digo
antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.
20 De cierto, de cierto os
digo:
El que recibe al que yo
enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
Jesús
anuncia la traición de Judas
(Mt.26.20-25; Mr.14.17-21;
Lc.22.21-23)
21 Habiendo dicho Jesús
esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo:
De cierto, de cierto os
digo, que uno de vosotros me va a entregar.
22 Entonces los discípulos
se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba.
23 Y uno de sus
discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.
24 A éste, pues, hizo
señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.
25 El entonces, recostado
cerca del pecho de Jesús, le dijo:
Señor, ¿quién es?
26 Respondió Jesús:
A quien yo diere el pan
mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.
27 Y después del bocado,
Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo:
Lo que vas a hacer, hazlo
más pronto.
28 Pero ninguno de los que
estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto.
29 Porque algunos
pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía:
Compra lo que necesitamos
para la fiesta; o que diese algo a los pobres.
30 Cuando él, pues, hubo
tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.
El
nuevo mandamiento
31 Entonces, cuando hubo
salido, dijo Jesús:
Ahora es glorificado el
Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.
32 Si Dios es glorificado
en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará.
33 Hijitos, aún estaré con
vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a
vosotros:
A donde yo voy, vosotros
no podéis ir.
34 Un mandamiento nuevo os
doy:
Que os améis unos a
otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
35 En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Jesús
anuncia la negación de Pedro
(Mt.26.31-35; Mr.14.27-31;
Lc.22.31-34)
36 Le dijo Simón Pedro:
Señor, ¿a dónde vas?
Jesús le respondió:
A donde yo voy, no me
puedes seguir ahora; mas me seguirás después.
37 Le dijo Pedro:
Señor, ¿por qué no te
puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti.
38 Jesús le respondió:
¿Tu vida pondrás por mí?
De cierto, de cierto te digo:
No cantará el gallo, sin
que me hayas negado tres veces.
Jesús,
el camino al Padre
JUAN 14
1 No se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre
muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros.
3 Y si me fuere y os
preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis.
4 Y sabéis a dónde voy, y
sabéis el camino.
5 Le dijo Tomás:
Señor, no sabemos a dónde
vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
6 Jesús le dijo:
Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
7 Si me conocieseis,
también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
8 Felipe le dijo:
Señor, muéstranos el
Padre, y nos basta.
9 Jesús le dijo:
¿Tanto tiempo hace que
estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú:
Muéstranos el Padre?
10 ¿No crees que yo soy en
el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi
propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.
11 Creedme que yo soy en
el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
12 De cierto, de cierto os
digo:
El que en mí cree, las
obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al
Padre.
13 Y todo lo que pidiereis
al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14 Si algo pidiereis en mi
nombre, yo lo haré.
La
promesa del Espíritu Santo
15 Si me amáis, guardad
mis mandamientos.
16 Y yo rogaré al Padre, y
os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
17 el Espíritu de verdad,
al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros
le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
18 No os dejaré huérfanos;
vendré a vosotros.
19 Todavía un poco, y el
mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también
viviréis.
20 En aquel día vosotros
conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
21 El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado
por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
22 Le dijo Judas (no el
Iscariote):
Señor, ¿cómo es que te
manifestarás a nosotros, y no al mundo?
23 Respondió Jesús y le
dijo:
El que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
24 El que no me ama, no
guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que
me envió.
25 Os he dicho estas cosas
estando con vosotros.
26 Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
27 La paz os dejo, mi paz
os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo.
28 Habéis oído que yo os
he dicho:
Voy, y vengo a vosotros.
Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque
el Padre mayor es que yo.
29 Y ahora os lo he dicho
antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.
30 No hablaré ya mucho con
vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.
31 Mas para que el mundo
conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos
de aquí.
Jesús,
la vid verdadera
JUAN 15
1 Yo soy la vid verdadera,
y mi Padre es el labrador.
2 Todo pámpano que en mí
no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que
lleve más fruto.
3 Ya vosotros estáis
limpios por la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo
en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece
en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros
los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer.
6 El que en mí no
permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden.
7 Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado
mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
9 Como el Padre me ha
amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
10 Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos
de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he
hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
12 Este es mi mandamiento:
Que os améis unos a
otros, como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor
que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 Ya no os llamaré
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado
amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
16 No me elegisteis
vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y
llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al
Padre en mi nombre, él os lo dé.
17 Esto os mando:
Que os améis unos a
otros.
El
mundo os aborrecerá
18 Si el mundo os
aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
19 Si fuerais del mundo,
el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del
mundo, por eso el mundo os aborrece.
20 Acordaos de la palabra
que yo os he dicho:
El siervo no es mayor que
su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han
guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
21 Mas todo esto os harán
por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
22 Si yo no hubiera
venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa
por su pecado.
23 El que me aborrece a
mí, también a mi Padre aborrece.
24 Si yo no hubiese hecho
entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han
visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.
25 Pero esto es para que
se cumpla la palabra que está escrita en su ley:
Sin causa me
aborrecieron.
26 Pero cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
27 Y vosotros daréis
testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.
JUAN 16
1 Estas cosas os he
hablado, para que no tengáis tropiezo.
2 Os expulsarán de las
sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde
servicio a Dios.
3 Y harán esto porque no
conocen al Padre ni a mí.
4 Mas os he dicho estas
cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
La obra
del Espíritu Santo
Esto no os lo dije al
principio, porque yo estaba con vosotros.
5 Pero ahora voy al que me
envió; y ninguno de vosotros me pregunta:
¿A dónde vas?
6 Antes, porque os he
dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.
7 Pero yo os digo la
verdad:
Os conviene que yo me
vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me
fuere, os lo enviaré.
8 Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
9 De pecado, por cuanto no
creen en mí;
10 de justicia, por cuanto
voy al Padre, y no me veréis más;
11 y de juicio, por cuanto
el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
12 Aún tengo muchas cosas
que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
13 Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su
propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que
habrán de venir.
14 El me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
15 Todo lo que tiene el
Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
La
tristeza se convertirá en gozo
16 Todavía un poco, y no
me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.
17 Entonces se dijeron
algunos de sus discípulos unos a otros:
¿Qué es esto que nos
dice:
Todavía un poco y no me
veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?
18 Decían, pues:
¿Qué quiere decir con:
Todavía un poco? No
entendemos lo que habla.
19 Jesús conoció que
querían preguntarle, y les dijo:
¿Preguntáis entre
vosotros acerca de esto que dije:
Todavía un poco y no me
veréis, y de nuevo un poco y me veréis?
20 De cierto, de cierto os
digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque
vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21 La mujer cuando da a
luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un
niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre
en el mundo.
22 También vosotros ahora
tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os
quitará vuestro gozo.
23 En aquel día no me
preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al
Padre en mi nombre, os lo dará.
24 Hasta ahora nada habéis
pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.
Yo he
vencido al mundo
25 Estas cosas os he
hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino
que claramente os anunciaré acerca del Padre.
26 En aquel día pediréis
en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
27 pues el Padre mismo os
ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.
28 Salí del Padre, y he
venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.
29 Le dijeron sus
discípulos:
He aquí ahora hablas
claramente, y ninguna alegoría dices.
30 Ahora entendemos que
sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos
que has salido de Dios.
31 Jesús les respondió:
¿Ahora creéis?
32 He aquí la hora viene,
y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis
solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33 Estas cosas os he
hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo.
Jesús
ora por sus discípulos
JUAN 17
1 Estas cosas habló Jesús,
y levantando los ojos al cielo, dijo:
Padre, la hora ha
llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;
2 como le has dado
potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
3 Y esta es la vida
eterna:
que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
4 Yo te he glorificado en
la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
5 Ahora pues, Padre,
glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el
mundo fuese.
6 He manifestado tu nombre
a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado
tu palabra.
7 Ahora han conocido que
todas las cosas que me has dado, proceden de ti;
8 porque las palabras que
me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que
salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
9 Yo ruego por ellos; no
ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,
10 y todo lo mío es tuyo,
y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
11 Y ya no estoy en el
mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has
dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
12 Cuando estaba con ellos
en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y
ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se
cumpliese.
13 Pero ahora voy a ti; y
hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
14 Yo les he dado tu
palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo.
15 No ruego que los quites
del mundo, sino que los guardes del mal.
16 No son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo.
17 Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad.
18 Como tú me enviaste al
mundo, así yo los he enviado al mundo.
19 Y por ellos yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
20 Mas no ruego solamente
por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
21 para que todos sean
uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en
nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 La gloria que me diste,
yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
23 Yo en ellos, y tú en
mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me
enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
24 Padre, aquellos que me
has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean
mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del
mundo.
25 Padre justo, el mundo
no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me
enviaste.
26 Y les he dado a conocer
tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté
en ellos, y yo en ellos.
Arresto
de Jesús
(Mt.26.47-56; Mr.14.43-50;
Lc.22.47-53)
JUAN 18
1 Habiendo dicho Jesús
estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde
había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.
2 Y también Judas, el que
le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido
allí con sus discípulos.
3 Judas, pues, tomando una
compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los
fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.
4 Pero Jesús, sabiendo
todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo:
¿A quién buscáis?
5 Le respondieron:
A Jesús nazareno. Jesús
les dijo:
Yo soy. Y estaba también
con ellos Judas, el que le entregaba.
6 Cuando les dijo:
Yo soy, retrocedieron, y
cayeron a tierra.
7 Volvió, pues, a
preguntarles:
¿A quién buscáis? Y ellos
dijeron:
A Jesús nazareno.
8 Respondió Jesús:
Os he dicho que yo soy;
pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos;
9 para que se cumpliese
aquello que había dicho:
De los que me diste, no
perdí ninguno.
10 Entonces Simón Pedro,
que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le
cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
11 Jesús entonces dijo a
Pedro:
Mete tu espada en la
vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
Jesús
ante el sumo sacerdote
(Mt.26.57-58; Mr.14.53-54;
Lc.22.54)
12 Entonces la compañía de
soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le
ataron,
13 y le llevaron
primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel
año.
14 Era Caifás el que había
dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el
pueblo.
Pedro
en el patio de Anás
(Mt.26.69-70; Mr.14.66-68;
Lc.22.55-57)
15 Y seguían a Jesús Simón
Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y
entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;
16 mas Pedro estaba fuera,
a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y
habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.
17 Entonces la criada
portera dijo a Pedro:
¿No eres tú también de
los discípulos de este hombre? Dijo él:
No lo soy.
18 Y estaban en pie los
siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se
calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
Anás
interroga a Jesús
(Mt.26.59-66; Mr.14.55-64;
Lc.22.66-71)
19 Y el sumo sacerdote
preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
20 Jesús le respondió:
Yo públicamente he
hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se
reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
21 ¿Por qué me preguntas a
mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben
lo que yo he dicho.
22 Cuando Jesús hubo dicho
esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo:
¿Así respondes al sumo
sacerdote?
23 Jesús le respondió:
Si he hablado mal,
testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?
24 Anás entonces le envió
atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro
niega a Jesús
(Mt.26.71-75; Mr.14.69-72;
Lc.22.58-62)
25 Estaba, pues, Pedro en
pie, calentándose. Y le dijeron:
¿No eres tú de sus
discípulos? El negó, y dijo:
No lo soy.
26 Uno de los siervos del
sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo:
¿No te vi yo en el huerto
con él?
27 Negó Pedro otra vez; y
en seguida cantó el gallo.
Jesús
ante Pilato
(Mt.27.1-2,11-31;
Mr.15.1-20; Lc.23.1-5,13-25)
28 Llevaron a Jesús de
casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio
para no contaminarse, y así poder comer la pascua.
29 Entonces salió Pilato a
ellos, y les dijo:
¿Qué acusación traéis
contra este hombre?
30 Respondieron y le
dijeron:
Si éste no fuera
malhechor, no te lo habríamos entregado.
31 Entonces les dijo
Pilato:
Tomadle vosotros, y
juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron:
A nosotros no nos está
permitido dar muerte a nadie;
32 para que se cumpliese
la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
33 Entonces Pilato volvió
a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo:
¿Eres tú el Rey de los
judíos?
34 Jesús le respondió:
¿Dices tú esto por ti
mismo, o te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato le respondió:
¿Soy yo acaso judío? Tu
nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Respondió Jesús:
Mi reino no es de este
mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no
fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
37 Le dijo entonces
Pilato:
¿Luego, eres tú rey?
Respondió Jesús:
Tú dices que yo soy rey.
Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la
verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
38 Le dijo Pilato:
¿Qué es la verdad?
Y cuando hubo dicho esto,
salió otra vez a los judíos, y les dijo:
Yo no hallo en él ningún
delito.
39 Pero vosotros tenéis la
costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al
Rey de los judíos?
40 Entonces todos dieron
voces de nuevo, diciendo:
No a éste, sino a
Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
JUAN 19
1 Así que, entonces tomó
Pilato a Jesús, y le azotó.
2 Y los soldados
entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le
vistieron con un manto de púrpura;
3 y le decían:
¡Salve, Rey de los
judíos! y le daban de bofetadas.
4 Entonces Pilato salió
otra vez, y les dijo:
Mirad, os lo traigo
fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.
5 Y salió Jesús, llevando
la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo:
¡He aquí el hombre! 6
Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces,
diciendo:
¡Crucifícale!
¡Crucifícale! Pilato les dijo:
Tomadle vosotros, y
crucificadle; porque yo no hallo delito en él.
7 Los judíos le
respondieron:
Nosotros tenemos una ley,
y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
8 Cuando Pilato oyó decir
esto, tuvo más miedo.
9 Y entró otra vez en el
pretorio, y dijo a Jesús:
¿De dónde eres tú? Mas
Jesús no le dio respuesta.
10 Entonces le dijo
Pilato:
¿A mí no me hablas? ¿No
sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para
soltarte?
11 Respondió Jesús:
Ninguna autoridad
tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha
entregado, mayor pecado tiene.
12 Desde entonces
procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo:
Si a éste sueltas, no
eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone.
13 Entonces Pilato, oyendo
esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el
Enlosado, y en hebreo Gabata.
14 Era la preparación de
la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos:
¡He aquí vuestro Rey! 15
Pero ellos gritaron:
¡Fuera, fuera,
crucifícale! Pilato les dijo:
¿A vuestro Rey he de
crucificar? Respondieron los principales sacerdotes:
No tenemos más rey que
César.
16 Así que entonces lo
entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le
llevaron.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt.27.32-50; Mr.15.21-37;
Lc.23.26-49)
17 Y él, cargando su cruz,
salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota;
18 y allí le crucificaron,
y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Escribió también Pilato
un título, que puso sobre la cruz, el cual decía:
JESÚS NAZARENO, REY DE
LOS JUDÍOS.20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde
Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en
hebreo, en griego y en latín.
21 Dijeron a Pilato los
principales sacerdotes de los judíos:
No escribas:
Rey de los judíos; sino,
que él dijo:
Soy Rey de los judíos.
22 Respondió Pilato:
Lo que he escrito, he
escrito.
23 Cuando los soldados
hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes,
una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un
solo tejido de arriba abajo.
24 Entonces dijeron entre
sí:
No la partamos, sino
echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese
la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis
vestidos,
Y sobre mi ropa echaron
suertes.
Y así lo hicieron los
soldados.
25 Estaban junto a la cruz
de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María
Magdalena.
26 Cuando vio Jesús a su
madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al
discípulo:
He ahí tu madre. Y desde
aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28 Después de esto,
sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se
cumpliese:
Tengo sed.
29 Y estaba allí una
vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y
poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.
30 Cuando Jesús hubo
tomado el vinagre, dijo:
Consumado es. Y habiendo
inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El
costado de Jesús traspasado
31 Entonces los judíos,
por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen
en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran
solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen
quitados de allí.
32 Vinieron, pues, los
soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido
crucificado con él.
33 Mas cuando llegaron a
Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.
34 Pero uno de los
soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
35 Y el que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que
vosotros también creáis.
36 Porque estas cosas
sucedieron para que se cumpliese la Escritura:
No será quebrado hueso
suyo.
37 Y también otra
Escritura dice:
Mirarán al que
traspasaron.
Jesús
es sepultado
(Mt.27.57-61; Mr.15.42-47;
Lc.23.50-56)
38 Después de todo esto,
José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los
judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se
lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús.
39 También Nicodemo, el
que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y
de áloes, como cien libras.
40 Tomaron, pues, el
cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es
costumbre sepultar entre los judíos.
41 Y en el lugar donde
había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el
cual aún no había sido puesto ninguno.
42 Allí, pues, por causa
de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba
cerca, pusieron a Jesús.
La
resurrección
(Mt.28.1-10; Mr.16.1-8; Lc.24.1-12)
JUAN 20
1 El primer día de la
semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio
quitada la piedra del sepulcro.
2 Entonces corrió, y fue a
Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo:
Se han llevado del
sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
3 Y salieron Pedro y el
otro discípulo, y fueron al sepulcro.
4 Corrían los dos juntos;
pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
5 Y bajándose a mirar, vio
los lienzos puestos allí, pero no entró.
6 Luego llegó Simón Pedro
tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí,
7 y el sudario, que había
estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un
lugar aparte.
8 Entonces entró también
el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.
9 Porque aún no habían
entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.
10 Y volvieron los
discípulos a los suyos.
Jesús
se aparece a María Magdalena
(Mr.16.9-11)
11 Pero María estaba fuera
llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del
sepulcro;
12 y vio a dos ángeles con
vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los
pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
13 Y le dijeron:
Mujer, ¿por qué lloras?
Les dijo:
Porque se han llevado a
mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
14 Cuando había dicho
esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
15 Jesús le dijo:
Mujer, ¿por qué lloras?
¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
Señor, si tú lo has
llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo:
¡María! Volviéndose ella,
le dijo:
¡Raboni! (que quiere
decir, Maestro).
17 Jesús le dijo:
No me toques, porque aún
no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a
vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
18 Fue entonces María
Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y
que él le había dicho estas cosas.
Jesús
se aparece a los discípulos
(Mt.28.16-20; Mr.16.14-18;
Lc.24.36-49)
19 Cuando llegó la noche
de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el
lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús,
y puesto en medio, les dijo:
Paz a vosotros.
20 Y cuando les hubo dicho
esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo
al Señor.
21 Entonces Jesús les dijo
otra vez:
Paz a vosotros. Como me
envió el Padre, así también yo os envío.
22 Y habiendo dicho esto,
sopló, y les dijo:
Recibid el Espíritu
Santo.
23 A quienes remitiereis
los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son
retenidos.
Incredulidad de Tomás
24 Pero Tomás, uno de los
doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Le dijeron, pues, los
otros discípulos:
Al Señor hemos visto. El
les dijo:
Si no viere en sus manos
la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere
mi mano en su costado, no creeré.
26 Ocho días después,
estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando
las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo:
Paz a vosotros.
27 Luego dijo a Tomás:
Pon aquí tu dedo, y mira
mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente.
28 Entonces Tomás
respondió y le dijo:
¡Señor mío, y Dios mío!
29 Jesús le dijo:
Porque me has visto,
Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
El
propósito del libro
30 Hizo además Jesús
muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están
escritas en este libro.
31 Pero éstas se han
escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo, tengáis vida en su nombre.
Jesús
se aparece a siete de sus discípulos
JUAN 21
1 Después de esto, Jesús
se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó
de esta manera:
2 Estaban juntos Simón
Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de
Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dijo:
Voy a pescar. Ellos le
dijeron:
Vamos nosotros también
contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya iba
amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era
Jesús.
5 Y les dijo:
Hijitos, ¿tenéis algo de
comer? Le respondieron:
No.
6 El les dijo:
Echad la red a la derecha
de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la
gran cantidad de peces.
7 Entonces aquel discípulo
a quien Jesús amaba dijo a Pedro:
¡Es el Señor! Simón
Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado
de ella), y se echó al mar.
8 Y los otros discípulos
vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra
sino como doscientos codos.
9 Al descender a tierra,
vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan.
10 Jesús les dijo:
Traed de los peces que
acabáis de pescar.
11 Subió Simón Pedro, y
sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun
siendo tantos, la red no se rompió.
12 Les dijo Jesús:
Venid, comed. Y ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle:
¿Tú, quién eres? sabiendo
que era el Señor.
13 Vino, pues, Jesús, y
tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado.
14 Esta era ya la tercera
vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de
los muertos.
Apacienta mis ovejas
15 Cuando hubieron comido,
Jesús dijo a Simón Pedro:
Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas más que éstos? Le respondió:
Sí, Señor; tú sabes que
te amo. El le dijo:
Apacienta mis corderos.
16 Volvió a decirle la
segunda vez:
Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas? Pedro le respondió:
Sí, Señor; tú sabes que
te amo. Le dijo:
Pastorea mis ovejas.
17 Le dijo la tercera vez:
Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez:
¿Me amas? y le respondió:
Señor, tú lo sabes todo;
tú sabes que te amo. Jesús le dijo:
Apacienta mis ovejas.
18 De cierto, de cierto te
digo:
Cuando eras más joven, te
ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos,
y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.
19 Esto dijo, dando a
entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió:
Sígueme.
El
discípulo amado
20 Volviéndose Pedro, vio
que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se
había recostado al lado de él, y le había dicho:
Señor, ¿quién es el que
te ha de entregar?
21 Cuando Pedro le vio,
dijo a Jesús:
Señor, ¿y qué de éste?
22 Jesús le dijo:
Si quiero que él quede
hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.
23 Este dicho se extendió
entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le
dijo que no moriría, sino:
Si quiero que él quede
hasta que yo venga, ¿qué a ti?
24 Este es el discípulo
que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su
testimonio es verdadero.
25 Y hay también otras
muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso
que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.
HECHOS
de los
Apóstoles
La
promesa del Espíritu Santo
HECHOS
1
1 En el primer tratado, oh
Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
2 hasta el día en que fue
recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los
apóstoles que había escogido;
3 a quienes también,
después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
4 Y estando juntos, les
mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la
cual, les dijo, oísteis de mí.
5 Porque Juan ciertamente
bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de
no muchos días.
La
ascensión
6 Entonces los que se
habían reunido le preguntaron, diciendo:
Señor, ¿restaurarás el
reino a Israel en este tiempo?
7 Y les dijo:
No os toca a vosotros
saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
8 pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
9 Y habiendo dicho estas
cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus
ojos.
10 Y estando ellos con los
ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a
ellos dos varones con vestiduras blancas,
11 los cuales también les
dijeron:
Varones galileos, ¿por
qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al
cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
Elección del sucesor de Judas
12 Entonces volvieron a
Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de
Jerusalén, camino de un día de reposo.
13 Y entrados, subieron al
aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás,
Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de
Jacobo.
14 Todos éstos
perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre
de Jesús, y con sus hermanos.
15 En aquellos días Pedro
se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en
número), y dijo:
16 Varones hermanos, era
necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por
boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,
17 y era contado con
nosotros, y tenía parte en este ministerio.
18 Este, pues, con el
salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por
la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.
19 Y fue notorio a todos
los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia
lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre.
20 Porque está escrito en
el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su
habitación,
Y no haya quien more en
ella;
y:
Tome otro su oficio.
21 Es necesario, pues, que
de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor
Jesús entraba y salía entre nosotros,
22 comenzando desde el
bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno
sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.
23 Y señalaron a dos:
a José, llamado Barsabás,
que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
24 Y orando, dijeron:
Tú, Señor, que conoces
los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido,
25 para que tome la parte
de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a
su propio lugar.
26 Y les echaron suertes,
y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
La
venida del Espíritu Santo
HECHOS
2
1 Cuando llegó el día de
Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
2 Y de repente vino del
cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la
casa donde estaban sentados;
3 y se les aparecieron
lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
4 Y fueron todos llenos
del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen.
5 Moraban entonces en
Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
6 Y hecho este estruendo,
se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su
propia lengua.
7 Y estaban atónitos y
maravillados, diciendo:
Mirad, ¿no son galileos
todos estos que hablan?
8 ¿Cómo, pues, les oímos
nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
9 Partos, medos, elamitas,
y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en
Asia,
10 en Frigia y Panfilia,
en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí
residentes, tanto judíos como prosélitos,
11 cretenses y árabes, les
oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Y estaban todos
atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros:
¿Qué quiere decir esto?
13 Mas otros, burlándose,
decían:
Están llenos de mosto.
Primer
discurso de Pedro
14 Entonces Pedro,
poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo:
Varones judíos, y todos
los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
15 Porque éstos no están
ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
16 Mas esto es lo dicho
por el profeta Joel:
17 Y en los postreros
días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu
sobre toda carne,
Y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán
visiones,
Y vuestros ancianos
soñarán sueños;
18 Y de cierto sobre mis
siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu,
y profetizarán.
19 Y daré prodigios arriba
en el cielo,
Y señales abajo en la
tierra,
Sangre y fuego y vapor de
humo;
20 El sol se convertirá en
tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del
Señor,
Grande y manifiesto;
21 Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo.
22 Varones israelitas, oíd
estas palabras:
Jesús nazareno, varón
aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que
Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;
23 a éste, entregado por
el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y
matasteis por manos de inicuos, crucificándole;
24 al cual Dios levantó,
sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido
por ella.
25 Porque David dice de
él:
Veía al Señor siempre
delante de mí;
Porque está a mi diestra,
no seré conmovido.
26 Por lo cual mi corazón
se alegró, y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará
en esperanza;
27 Porque no dejarás mi
alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo
vea corrupción.
28 Me hiciste conocer los
caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu
presencia.
29 Varones hermanos, se os
puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su
sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
30 Pero siendo profeta, y
sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en
cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,
31 viéndolo antes, habló
de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne
vio corrupción.
32 A este Jesús resucitó
Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
33 Así que, exaltado por
la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo,
ha derramado esto que vosotros veis y oís.
34 Porque David no subió a
los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
35 Hasta que ponga a tus
enemigos por estrado de tus pies.
36 Sepa, pues,
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
37 Al oír esto, se
compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué
haremos?
38 Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es
la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para
cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
40 Y con otras muchas
palabras testificaba y les exhortaba, diciendo:
Sed salvos de esta
perversa generación.
41 Así que, los que
recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
personas.
42 Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del
pan y en las oraciones.
La vida
de los primeros cristianos
43 Y sobrevino temor a
toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44 Todos los que habían
creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
45 y vendían sus
propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
46 Y perseverando unánimes
cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con
alegría y sencillez de corazón,
47 alabando a Dios, y
teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los
que habían de ser salvos.
Curación de un cojo
HECHOS
3
1 Pedro y Juan subían
juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
2 Y era traído un hombre
cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama
la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
3 Este, cuando vio a Pedro
y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.
4 Pedro, con Juan, fijando
en él los ojos, le dijo:
Míranos.
5 Entonces él les estuvo
atento, esperando recibir de ellos algo.
6 Mas Pedro dijo:
No tengo plata ni oro,
pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y
anda.
7 Y tomándole por la mano
derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos;
8 y saltando, se puso en
pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a
Dios.
9 Y todo el pueblo le vio
andar y alabar a Dios.
10 Y le reconocían que era
el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se
llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.
Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón
11 Y teniendo asidos a
Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió
a ellos al pórtico que se llama de Salomón.
12 Viendo esto Pedro,
respondió al pueblo:
Varones israelitas, ¿por
qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por
nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
13 El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a
quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había
resuelto ponerle en libertad.
14 Mas vosotros negasteis
al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,
15 y matasteis al Autor de
la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos
testigos.
16 Y por la fe en su
nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la
fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos
vosotros.
17 Mas ahora, hermanos, sé
que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.
18 Pero Dios ha cumplido
así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo
había de padecer.
19 Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de refrigerio,
20 y él envíe a
Jesucristo, que os fue antes anunciado;
21 a quien de cierto es
necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las
cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde
tiempo antiguo.
22 Porque Moisés dijo a
los padres:
El Señor vuestro Dios os
levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas
las cosas que os hable;
23 y toda alma que no oiga
a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.
24 Y todos los profetas
desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.
25 Vosotros sois los hijos
de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a
Abraham:
En tu simiente serán
benditas todas las familias de la tierra.
26 A vosotros
primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os
bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
Pedro y
Juan ante el concilio
HECHOS
4
1 Hablando ellos al
pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del
templo, y los saduceos,
2 resentidos de que
enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.
3 Y les echaron mano, y
los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.
4 Pero muchos de los que
habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.
5 Aconteció al día
siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los
escribas,
6 y el sumo sacerdote Anás,
y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos
sacerdotes;
7 y poniéndoles en medio,
les preguntaron:
¿Con qué potestad, o en
qué nombre, habéis hecho vosotros esto?
8 Entonces Pedro, lleno
del Espíritu Santo, les dijo:
Gobernantes del pueblo, y
ancianos de Israel:
9 Puesto que hoy se nos
interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste
haya sido sanado,
10 sea notorio a todos
vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de
Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos,
por él este hombre está en vuestra presencia sano.
11 Este Jesús es la piedra
reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del
ángulo.
12 Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos.
13 Entonces viendo el
denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo,
se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.
14 Y viendo al hombre que
había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra.
15 Entonces les ordenaron
que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí,
16 diciendo:
¿Qué haremos con estos
hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a
todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.
17 Sin embargo, para que
no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en
adelante a hombre alguno en este nombre.
18 Y llamándolos, les
intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
19 Mas Pedro y Juan
respondieron diciéndoles:
Juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;
20 porque no podemos dejar
de decir lo que hemos visto y oído.
21 Ellos entonces les
amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del
pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho,
22 ya que el hombre en
quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.
Los
creyentes piden confianza y valor
23 Y puestos en libertad,
vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los
ancianos les habían dicho.
24 Y ellos, habiéndolo
oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron:
Soberano Señor, tú eres
el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
25 que por boca de David
tu siervo dijiste:
¿Por qué se amotinan las
gentes,
Y los pueblos piensan
cosas vanas?
26 Se reunieron los reyes
de la tierra,
Y los príncipes se
juntaron en uno
Contra el Señor, y contra
su Cristo.
27 Porque verdaderamente
se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y
Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
28 para hacer cuanto tu
mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.
29 Y ahora, Señor, mira
sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra,
30 mientras extiendes tu
mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu
santo Hijo Jesús.
31 Cuando hubieron orado,
el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu
Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.
Todas
las cosas en común
32 Y la multitud de los
que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio
nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
33 Y con gran poder los
apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante
gracia era sobre todos ellos.
34 Así que no había entre
ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las
vendían, y traían el precio de lo vendido,
35 y lo ponían a los pies
de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
36 Entonces José, a quien
los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de
consolación), levita, natural de Chipre,
37 como tenía una heredad,
la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
Ananías
y Safira
HECHOS
5
1 Pero cierto hombre
llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad,
2 y sustrajo del precio,
sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de
los apóstoles.
3 Y dijo Pedro:
Ananías, ¿por qué llenó
Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del
precio de la heredad?
4 Reteniéndola, ¿no se te
quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu
corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5 Al oír Ananías estas
palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.
6 Y levantándose los
jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
7 Pasado un lapso como de
tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.
8 Entonces Pedro le dijo:
Dime, ¿vendisteis en
tanto la heredad? Y ella dijo:
Sí, en tanto.
9 Y Pedro le dijo:
¿Por qué convinisteis en
tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han
sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
10 Al instante ella cayó a
los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y
la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.
11 Y vino gran temor sobre
toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.
Muchas
señales y maravillas
12 Y por la mano de los
apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos
unánimes en el pórtico de Salomón.
13 De los demás, ninguno
se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente.
14 Y los que creían en el
Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres;
15 tanto que sacaban los
enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro,
a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos.
16 Y aun de las ciudades
vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus
inmundos; y todos eran sanados.
Pedro y
Juan son perseguidos
17 Entonces levantándose
el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los
saduceos, se llenaron de celos;
18 y echaron mano a los
apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.
19 Mas un ángel del Señor,
abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo:
20 Id, y puestos en pie
en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida.
21 Habiendo oído esto,
entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, vinieron el sumo
sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos los
ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos.
22 Pero cuando llegaron
los alguaciles, no los hallaron en la cárcel; entonces volvieron y dieron aviso,
23 diciendo:
Por cierto, la cárcel
hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las
puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro.
24 Cuando oyeron estas
palabras el sumo sacerdote y el jefe de la guardia del templo y los principales
sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.
25 Pero viniendo uno, les
dio esta noticia:
He aquí, los varones que
pusisteis en la cárcel están en el templo, y enseñan al pueblo.
26 Entonces fue el jefe de
la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia, porque temían ser
apedreados por el pueblo.
27 Cuando los trajeron,
los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó,
28 diciendo:
¿No os mandamos
estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a
Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese
hombre.
29 Respondiendo Pedro y
los apóstoles, dijeron:
Es necesario obedecer a
Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros
padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.
31 A éste, Dios ha
exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados.
32 Y nosotros somos
testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios
a los que le obedecen.
33 Ellos, oyendo esto, se
enfurecían y querían matarlos.
34 Entonces levantándose
en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo
el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles,
35 y luego dijo:
Varones israelitas, mirad
por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres.
36 Porque antes de estos
días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como
de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían
fueron dispersados y reducidos a nada.
37 Después de éste, se
levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho
pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados.
38 Y ahora os digo:
Apartaos de estos
hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se
desvanecerá;
39 mas si es de Dios, no
la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios.
40 Y convinieron con él; y
llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en
el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad.
41 Y ellos salieron de la
presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer
afrenta por causa del Nombre.
42 Y todos los días, en el
templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Elección de siete diáconos
HECHOS
6
1 En aquellos días, como
creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los
hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución
diaria.
2 Entonces los doce
convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron:
No es justo que nosotros
dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.
3 Buscad, pues, hermanos,
de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo
y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo.
4 Y nosotros persistiremos
en la oración y en el ministerio de la palabra.
5 Agradó la propuesta a
toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo,
a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de
Antioquía;
6 a los cuales presentaron
ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.
7 Y crecía la palabra del
Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén;
también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
Arresto
de Esteban
8 Y Esteban, lleno de
gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.
9 Entonces se levantaron
unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría,
de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban.
10 Pero no podían resistir
a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
11 Entonces sobornaron a
unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés
y contra Dios.
12 Y soliviantaron al
pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le
trajeron al concilio.
13 Y pusieron testigos
falsos que decían:
Este hombre no cesa de
hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley;
14 pues le hemos oído
decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres
que nos dio Moisés.
15 Entonces todos los que
estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como
el rostro de un ángel.
Defensa
y muerte de Esteban
HECHOS
7
1 El sumo sacerdote dijo
entonces:
¿Es esto así?
2 Y él dijo:
Varones hermanos y
padres, oíd:
El Dios de la gloria
apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en
Harán,
3 y le dijo:
Sal de tu tierra y de tu
parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.
4 Entonces salió de la
tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le
trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
5 Y no le dio herencia en
ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión,
y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo.
6 Y le dijo Dios así:
Que su descendencia sería
extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los
maltratarían, por cuatrocientos años.
7 Mas yo juzgaré, dijo
Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me
servirán en este lugar.
8 Y le dio el pacto de la
circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día; e
Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9 Los patriarcas, movidos
por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él,
10 y le libró de todas sus
tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el
cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
11 Vino entonces hambre en
toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no
hallaban alimentos.
12 Cuando oyó Jacob que
había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.
13 Y en la segunda, José
se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a Faraón el linaje de José.
14 Y enviando José, hizo
venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco
personas.
15 Así descendió Jacob a
Egipto, donde murió él, y también nuestros padres;
16 los cuales fueron
trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que a precio de dinero compró
Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
17 Pero cuando se acercaba
el tiempo de la promesa, que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se
multiplicó en Egipto,
18 hasta que se levantó en
Egipto otro rey que no conocía a José.
19 Este rey, usando de
astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres, a fin de que expusiesen
a la muerte a sus niños, para que no se propagasen.
20 En aquel mismo tiempo
nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado tres meses en casa de su
padre.
21 Pero siendo expuesto a
la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crió como a hijo suyo.
22 Y fue enseñado Moisés
en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras.
23 Cuando hubo cumplido la
edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos
de Israel.
24 Y al ver a uno que era
maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido.
25 Pero él pensaba que sus
hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo
habían entendido así.
26 Y al día siguiente, se
presentó a unos de ellos que reñían, y los ponía en paz, diciendo:
Varones, hermanos sois,
¿por qué os maltratáis el uno al otro?
27 Entonces el que
maltrataba a su prójimo le rechazó, diciendo:
¿Quién te ha puesto por
gobernante y juez sobre nosotros?
28 ¿Quieres tú matarme,
como mataste ayer al egipcio?
29 Al oír esta palabra,
Moisés huyó, y vivió como extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos
hijos.
30 Pasados cuarenta años,
un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de
una zarza.
31 Entonces Moisés,
mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la
voz del Señor:
32 Yo soy el Dios de tus
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés,
temblando, no se atrevía a mirar.
33 Y le dijo el Señor:
Quita el calzado de tus
pies, porque el lugar en que estás es tierra santa.
34 Ciertamente he visto la
aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido
para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.
35 A este Moisés, a quien
habían rechazado, diciendo:
¿Quién te ha puesto por
gobernante y juez?, a éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano
del ángel que se le apareció en la zarza.
36 Este los sacó, habiendo
hecho prodigios y señales en tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el
desierto por cuarenta años.
37 Este Moisés es el que
dijo a los hijos de Israel:
Profeta os levantará el
Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis.
38 Este es aquel Moisés
que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el
monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos;
39 al cual nuestros padres
no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a
Egipto,
40 cuando dijeron a Aarón:
Haznos dioses que vayan
delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto,
no sabemos qué le haya acontecido.
41 Entonces hicieron un
becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras de sus manos se
regocijaron.
42 Y Dios se apartó, y los
entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el
libro de los profetas:
¿Acaso me ofrecisteis
víctimas y sacrificios
En el desierto por
cuarenta años, casa de Israel?
43 Antes bien llevasteis
el tabernáculo de Moloc,
Y la estrella de vuestro
dios Renfán,
Figuras que os hicisteis
para adorarlas.
Os transportaré, pues, más
allá de Babilonia.
44 Tuvieron nuestros
padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios
cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto.
45 El cual, recibido a su
vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al tomar posesión de la
tierra de los gentiles, a los cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros
padres, hasta los días de David.
46 Este halló gracia
delante de Dios, y pidió proveer tabernáculo para el Dios de Jacob.
47 Mas Salomón le edificó
casa;
48 si bien el Altísimo no
habita en templos hechos de mano, como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de
mis pies.
¿Qué casa me edificaréis?
dice el Señor;
¿O cuál es el lugar de mi
reposo?
50 ¿No hizo mi mano todas
estas cosas?
51 ¡Duros de cerviz, e
incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu
Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
52 ¿A cuál de los profetas
no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la
venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
53 vosotros que
recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.
54 Oyendo estas cosas, se
enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él.
55 Pero Esteban, lleno del
Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús
que estaba a la diestra de Dios,
56 y dijo:
He aquí, veo los cielos
abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
57 Entonces ellos, dando
grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él.
58 Y echándole fuera de la
ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven
que se llamaba Saulo.
59 Y apedreaban a Esteban,
mientras él invocaba y decía:
Señor Jesús, recibe mi
espíritu.
60 Y puesto de rodillas,
clamó a gran voz:
Señor, no les tomes en
cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
Saulo
persigue a la iglesia
HECHOS
8
1 Y Saulo consentía en su
muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en
Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria,
salvo los apóstoles.
2 Y hombres piadosos
llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.
3 Y Saulo asolaba la
iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los
entregaba en la cárcel.
Predicación del evangelio en Samaria
4 Pero los que fueron
esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.
5 Entonces Felipe,
descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.
6 Y la gente, unánime,
escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales
que hacía.
7 Porque de muchos que
tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos
paralíticos y cojos eran sanados;
8 así que había gran gozo
en aquella ciudad.
9 Pero había un hombre
llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a
la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.
10 A éste oían atentamente
todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo:
Este es el gran poder de
Dios.
11 Y le estaban atentos,
porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.
12 Pero cuando creyeron a
Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo,
se bautizaban hombres y mujeres.
13 También creyó Simón
mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y
grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
14 Cuando los apóstoles
que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios,
enviaron allá a Pedro y a Juan;
15 los cuales, habiendo
venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo;
16 porque aún no había
descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en
el nombre de Jesús.
17 Entonces les imponían
las manos, y recibían el Espíritu Santo.
18 Cuando vio Simón que
por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les
ofreció dinero,
19 diciendo:
Dadme también a mí este
poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu
Santo.
20 Entonces Pedro le dijo:
Tu dinero perezca
contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.
21 No tienes tú parte ni
suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de
esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón;
23 porque en hiel de
amargura y en prisión de maldad veo que estás.
24 Respondiendo entonces
Simón, dijo:
Rogad vosotros por mí al
Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.
25 Y ellos, habiendo
testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas
poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.
Felipe
y el etíope
26 Un ángel del Señor
habló a Felipe, diciendo:
Levántate y ve hacia el
sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.
27 Entonces él se levantó
y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los
etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para
adorar,
28 volvía sentado en su
carro, y leyendo al profeta Isaías.
29 Y el Espíritu dijo a
Felipe:
Acércate y júntate a ese
carro.
30 Acudiendo Felipe, le
oyó que leía al profeta Isaías, y dijo:
Pero ¿entiendes lo que
lees?
31 El dijo:
¿Y cómo podré, si alguno
no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
32 El pasaje de la
Escritura que leía era este:
Como oveja a la muerte fue
llevado;
Y como cordero mudo
delante del que lo trasquila,
Así no abrió su boca.
33 En su humillación no se
le hizo justicia;
Mas su generación, ¿quién
la contará?
Porque fue quitada de la
tierra su vida.
34 Respondiendo el eunuco,
dijo a Felipe:
Te ruego que me digas:
¿de quién dice el profeta
esto; de sí mismo, o de algún otro?
35 Entonces Felipe,
abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de
Jesús.
36 Y yendo por el camino,
llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco:
Aquí hay agua; ¿qué
impide que yo sea bautizado?
37 Felipe dijo:
Si crees de todo corazón,
bien puedes. Y respondiendo, dijo:
Creo que Jesucristo es el
Hijo de Dios.
38 Y mandó parar el carro;
y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.
39 Cuando subieron del
agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y
siguió gozoso su camino.
40 Pero Felipe se encontró
en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que
llegó a Cesarea.
Conversión de Saulo
(Hch.22.6-16;26.12-18)
HECHOS
9
1 Saulo, respirando aún
amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,
2 y le pidió cartas para
las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de
este Camino, los trajese presos a Jerusalén.
3 Mas yendo por el camino,
aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor
de luz del cielo;
4 y cayendo en tierra, oyó
una voz que le decía:
Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?
5 El dijo:
¿Quién eres, Señor? Y le
dijo:
Yo soy Jesús, a quien tú
persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
6 El, temblando y
temeroso, dijo:
Señor, ¿qué quieres que
yo haga? Y el Señor le dijo:
Levántate y entra en la
ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
7 Y los hombres que iban
con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie.
8 Entonces Saulo se
levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por
la mano, le metieron en Damasco,
9 donde estuvo tres días
sin ver, y no comió ni bebió.
10 Había entonces en
Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión:
Ananías. Y él respondió:
Heme aquí, Señor.
11 Y el Señor le dijo:
Levántate, y ve a la
calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de
Tarso; porque he aquí, él ora,
12 y ha visto en visión a
un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre
la vista.
13 Entonces Ananías
respondió:
Señor, he oído de muchos
acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;
14 y aun aquí tiene
autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu
nombre.
15 El Señor le dijo:
Ve, porque instrumento
escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de
reyes, y de los hijos de Israel;
16 porque yo le mostraré
cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
17 Fue entonces Ananías y
entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo:
Hermano Saulo, el Señor
Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que
recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
18 Y al momento le cayeron
de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue
bautizado.
19 Y habiendo tomado
alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos
que estaban en Damasco.
Saulo
predica en Damasco
20 En seguida predicaba a
Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios.
21 Y todos los que le oían
estaban atónitos, y decían:
¿No es éste el que
asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para
llevarlos presos ante los principales sacerdotes?
22 Pero Saulo mucho más se
esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que
Jesús era el Cristo.
Saulo
escapa de los judíos
23 Pasados muchos días,
los judíos resolvieron en consejo matarle;
24 pero sus asechanzas
llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de
noche para matarle.
25 Entonces los
discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una
canasta.
Saulo
en Jerusalén
26 Cuando llegó a
Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo,
no creyendo que fuese discípulo.
27 Entonces Bernabé,
tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el
camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado
valerosamente en el nombre de Jesús.
28 Y estaba con ellos en
Jerusalén; y entraba y salía,
29 y hablaba denodadamente
en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban
matarle.
30 Cuando supieron esto
los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.
31 Entonces las iglesias
tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el
temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.
Curación de Eneas
32 Aconteció que Pedro,
visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida.
33 Y halló allí a uno que
se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.
34 Y le dijo Pedro:
Eneas, Jesucristo te
sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó.
35 Y le vieron todos los
que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.
Dorcas
es resucitada
36 Había entonces en Jope
una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba
en buenas obras y en limosnas que hacía.
37 Y aconteció que en
aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala.
38 Y como Lida estaba
cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos
hombres, a rogarle:
No tardes en venir a
nosotros.
39 Levantándose entonces
Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon
todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas
hacía cuando estaba con ellas.
40 Entonces, sacando a
todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo:
Tabita, levántate. Y ella
abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.
41 Y él, dándole la mano,
la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
42 Esto fue notorio en
toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.
43 Y aconteció que se
quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor.
Pedro y
Cornelio
HECHOS
10
1 Había en Cesarea un
hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana,
2 piadoso y temeroso de
Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios
siempre.
3 Este vio claramente en
una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él
estaba, y le decía:
Cornelio.
4 El, mirándole fijamente,
y atemorizado, dijo:
¿Qué es, Señor? Y le
dijo:
Tus oraciones y tus
limosnas han subido para memoria delante de Dios.
5 Envía, pues, ahora
hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro.
6 Este posa en casa de
cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es
necesario que hagas.
7 Ido el ángel que hablaba
con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que
le asistían;
8 a los cuales envió a
Jope, después de haberles contado todo.
9 Al día siguiente,
mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la
azotea para orar, cerca de la hora sexta.
10 Y tuvo gran hambre, y
quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis;
11 y vio el cielo abierto,
y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas
era bajado a la tierra;
12 en el cual había de
todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo.
13 Y le vino una voz:
Levántate, Pedro, mata y
come.
14 Entonces Pedro dijo:
Señor, no; porque ninguna
cosa común o inmunda he comido jamás.
15 Volvió la voz a él la
segunda vez:
Lo que Dios limpió, no lo
llames tú común.
16 Esto se hizo tres
veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
17 Y mientras Pedro estaba
perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he
aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando
por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
18 Y llamando, preguntaron
si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro.
19 Y mientras Pedro
pensaba en la visión, le dijo el Espíritu:
He aquí, tres hombres te
buscan.
20 Levántate, pues, y
desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado.
21 Entonces Pedro,
descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les
dijo:
He aquí, yo soy el que
buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?
22 Ellos dijeron:
Cornelio el centurión,
varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de
los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su
casa para oír tus palabras.
23 Entonces, haciéndoles
entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le
acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
24 Al otro día entraron en
Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y
amigos más íntimos.
25 Cuando Pedro entró,
salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró.
26 Mas Pedro le levantó,
diciendo:
Levántate, pues yo mismo
también soy hombre.
27 Y hablando con él,
entró, y halló a muchos que se habían reunido.
28 Y les dijo:
Vosotros sabéis cuán
abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a
mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo;
29 por lo cual, al ser
llamado, vine sin replicar. Así que pregunto:
¿Por qué causa me habéis
hecho venir?
30 Entonces Cornelio dijo:
hace cuatro días que a
esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi
que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente,
31 y dijo:
Cornelio, tu oración ha
sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios.
32 Envía, pues, a Jope, y
haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de
Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará.
33 Así que luego envié por
ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la
presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.
34 Entonces Pedro,
abriendo la boca, dijo:
En verdad comprendo que
Dios no hace acepción de personas,
35 sino que en toda nación
se agrada del que le teme y hace justicia.
36 Dios envió mensaje a
los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo;
éste es Señor de todos.
37 Vosotros sabéis lo que
se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que
predicó Juan:
38 cómo Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo
bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
39 Y nosotros somos
testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén;
a quien mataron colgándole en un madero.
40 A éste levantó Dios al
tercer día, e hizo que se manifestase;
41 no a todo el pueblo,
sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos
y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
42 Y nos mandó que
predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por
Juez de vivos y muertos.
43 De éste dan testimonio
todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de
pecados por su nombre.
44 Mientras aún hablaba
Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el
discurso.
45 Y los fieles de la
circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también
sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
46 Porque los oían que
hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
47 Entonces respondió
Pedro:
¿Puede acaso alguno
impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu
Santo también como nosotros?
48 Y mandó bautizarles en
el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
Informe
de Pedro a la iglesia de Jerusalén
HECHOS
11
1 Oyeron los apóstoles y
los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la
palabra de Dios.
2 Y cuando Pedro subió a
Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión,
3 diciendo:
¿Por qué has entrado en
casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?
4 Entonces comenzó Pedro a
contarles por orden lo sucedido, diciendo:
5 Estaba yo en la ciudad
de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que
descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí.
6 Cuando fijé en él los
ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del
cielo.
7 Y oí una voz que me
decía:
Levántate, Pedro, mata y
come.
8 Y dije:
Señor, no; porque ninguna
cosa común o inmunda entró jamás en mi boca.
9 Entonces la voz me
respondió del cielo por segunda vez:
Lo que Dios limpió, no lo
llames tú común.
10 Y esto se hizo tres
veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo.
11 Y he aquí, luego
llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea.
12 Y el Espíritu me dijo
que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y
entramos en casa de un varón,
13 quien nos contó cómo
había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo:
Envía hombres a Jope, y
haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro;
14 él te hablará palabras
por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa.
15 Y cuando comencé a
hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al
principio.
16 Entonces me acordé de
lo dicho por el Señor, cuando dijo:
Juan ciertamente bautizó
en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
17 Si Dios, pues, les
concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor
Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?
18 Entonces, oídas estas
cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo:
¡De manera que también a
los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!
La
iglesia en Antioquía
19 Ahora bien, los que
habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban,
pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino
sólo a los judíos.
20 Pero había entre ellos
unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía,
hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús.
21 Y la mano del Señor
estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor.
22 Llegó la noticia de
estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé
que fuese hasta Antioquía.
23 Este, cuando llegó, y
vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de
corazón permaneciesen fieles al Señor.
24 Porque era varón bueno,
y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.
25 Después fue Bernabé a
Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía.
26 Y se congregaron allí
todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les
llamó cristianos por primera vez en Antioquía.
27 En aquellos días unos
profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía.
28 Y levantándose uno de
ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran
hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio.
29 Entonces los
discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los
hermanos que habitaban en Judea;
30 lo cual en efecto
hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
Jacobo,
muerto; Pedro, encarcelado
HECHOS
12
1 En aquel mismo tiempo el
rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles.
2 Y mató a espada a
Jacobo, hermano de Juan.
3 Y viendo que esto había
agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los
días de los panes sin levadura.
4 Y habiéndole tomado
preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados
cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de la
pascua.
5 Así que Pedro estaba
custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
Pedro
es librado de la cárcel
6 Y cuando Herodes le iba
a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto
con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel.
7 Y he aquí que se
presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a
Pedro en el costado, le despertó, diciendo:
Levántate pronto. Y las
cadenas se le cayeron de las manos.
8 Le dijo el ángel:
Cíñete, y átate las
sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo:
Envuélvete en tu manto, y
sígueme.
9 Y saliendo, le seguía;
pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía
una visión.
10 Habiendo pasado la
primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la
ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego
el ángel se apartó de él.
11 Entonces Pedro,
volviendo en sí, dijo:
Ahora entiendo
verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de
Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
12 Y habiendo considerado
esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre
Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
13 Cuando llamó Pedro a la
puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode,
14 la cual, cuando
reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo
adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
15 Y ellos le dijeron:
Estás loca. Pero ella
aseguraba que así era. Entonces ellos decían:
¡Es su ángel! 16 Mas
Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos.
17 Pero él, haciéndoles
con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la
cárcel. Y dijo:
Haced saber esto a Jacobo
y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.
18 Luego que fue de día,
hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro.
19 Mas Herodes, habiéndole
buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la
muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Muerte
de Herodes
20 Y Herodes estaba
enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y
sobornado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su
territorio era abastecido por el del rey.
21 Y un día señalado,
Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó.
22 Y el pueblo aclamaba
gritando:
¡Voz de Dios, y no de
hombre! 23 Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a
Dios; y expiró comido de gusanos.
24 Pero la palabra del
Señor crecía y se multiplicaba.
25 Y Bernabé y Saulo,
cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también consigo a Juan,
el que tenía por sobrenombre Marcos.
Bernabé
y Saulo comienzan su primer viaje misionero
HECHOS
13
1 Había entonces en la
iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros:
Bernabé, Simón el que se
llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes
el tetrarca, y Saulo.
2 Ministrando éstos al
Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a
Saulo para la obra a que los he llamado.
3 Entonces, habiendo
ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Los
apóstoles predican en Chipre
4 Ellos, entonces,
enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a
Chipre.
5 Y llegados a Salamina,
anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a
Juan de ayudante.
6 Y habiendo atravesado
toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado
Barjesús,
7 que estaba con el
procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo,
deseaba oír la palabra de Dios.
8 Pero les resistía Elimas,
el mago (pues así se traduce su nombre), procurando apartar de la fe al
procónsul.
9 Entonces Saulo, que
también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos,
10 dijo:
¡Oh, lleno de todo engaño
y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de
trastornar los caminos rectos del Señor?
11 Ahora, pues, he aquí la
mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún
tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando
alrededor, buscaba quien le condujese de la mano.
12 Entonces el procónsul,
viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
Pablo y
Bernabé en Antioquía de Pisidia
13 Habiendo zarpado de
Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan,
apartándose de ellos, volvió a Jerusalén.
14 Ellos, pasando de Perge,
llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día de reposo y se
sentaron.
15 Y después de la lectura
de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles:
Varones hermanos, si
tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
16 Entonces Pablo,
levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo:
Varones israelitas, y los
que teméis a Dios, oíd:
17 El Dios de este pueblo
de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos
extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
18 Y por un tiempo como de
cuarenta años los soportó en el desierto;
19 y habiendo destruido
siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su territorio.
20 Después, como por
cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel.
21 Luego pidieron rey, y
Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta
años.
22 Quitado éste, les
levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo:
He hallado a David hijo
de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.
23 De la descendencia de
éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel.
24 Antes de su venida,
predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
25 Mas cuando Juan
terminaba su carrera, dijo:
¿Quién pensáis que soy?
No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el
calzado de los pies.
26 Varones hermanos, hijos
del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es
enviada la palabra de esta salvación.
27 Porque los habitantes
de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los
profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle.
28 Y sin hallar en él
causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase.
29 Y habiendo cumplido
todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron
en el sepulcro.
30 Mas Dios le levantó de
los muertos.
31 Y él se apareció
durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea a
Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.
32 Y nosotros también os
anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres,
33 la cual Dios ha
cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está
escrito también en el salmo segundo:
Mi hijo eres tú, yo te he
engendrado hoy.
34 Y en cuanto a que le
levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así:
Os daré las misericordias
fieles de David.
35 Por eso dice también en
otro salmo:
No permitirás que tu Santo
vea corrupción.
36 Porque a la verdad
David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios,
durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción.
37 Mas aquel a quien Dios
levantó, no vio corrupción.
38 Sabed, pues, esto,
varones hermanos:
que por medio de él se os
anuncia perdón de pecados,
39 y que de todo aquello
de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado
todo aquel que cree.
40 Mirad, pues, que no
venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:
41 Mirad, oh
menospreciadores, y asombraos, y desapareced;
Porque yo hago una obra en
vuestros días,
Obra que no creeréis, si
alguien os la contare.
42 Cuando salieron ellos
de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de
reposo les hablasen de estas cosas.
43 Y despedida la
congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a
Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la
gracia de Dios.
44 El siguiente día de
reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.
45 Pero viendo los judíos
la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía,
contradiciendo y blasfemando.
46 Entonces Pablo y
Bernabé, hablando con denuedo, dijeron:
A vosotros a la verdad
era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la
desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los
gentiles.
47 Porque así nos ha
mandado el Señor, diciendo:
Te he puesto para luz de
los gentiles,
A fin de que seas para
salvación hasta lo último de la tierra.
48 Los gentiles, oyendo
esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los
que estaban ordenados para vida eterna.
49 Y la palabra del Señor
se difundía por toda aquella provincia.
50 Pero los judíos
instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad,
y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus
límites.
51 Ellos entonces,
sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio.
52 Y los discípulos
estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Pablo y
Bernabé en Iconio
HECHOS
14
1 Aconteció en Iconio que
entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó
una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos.
2 Mas los judíos que no
creían excitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
3 Por tanto, se detuvieron
allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba
testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos
de ellos señales y prodigios.
4 Y la gente de la ciudad
estaba dividida:
unos estaban con los
judíos, y otros con los apóstoles.
5 Pero cuando los judíos y
los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a afrentarlos y
apedrearlos,
6 habiéndolo sabido,
huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina,
7 y allí predicaban el
evangelio.
Pablo
es apedreado en Listra
8 Y cierto hombre de
Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás
había andado.
9 Este oyó hablar a Pablo,
el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado,
10 dijo a gran voz:
Levántate derecho sobre
tus pies. Y él saltó, y anduvo.
11 Entonces la gente,
visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica:
Dioses bajo la semejanza
de hombres han descendido a nosotros.
12 Y a Bernabé llamaban
Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra.
13 Y el sacerdote de
Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante
de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios.
14 Cuando lo oyeron los
apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud,
dando voces 15 y diciendo:
Varones, ¿por qué hacéis
esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos
que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la
tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.
16 En las edades pasadas
él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos;
17 si bien no se dejó a sí
mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos
fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.
18 Y diciendo estas cosas,
difícilmente lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio.
19 Entonces vinieron unos
judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo
apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba
muerto.
20 Pero rodeándole los
discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con
Bernabé para Derbe.
21 Y después de anunciar
el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra,
a Iconio y a Antioquía,
22 confirmando los ánimos
de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles:
Es necesario que a través
de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
23 Y constituyeron
ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor
en quien habían creído.
El
regreso a Antioquía de Siria
24 Pasando luego por
Pisidia, vinieron a Panfilia.
25 Y habiendo predicado la
palabra en Perge, descendieron a Atalia.
26 De allí navegaron a
Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra
que habían cumplido.
27 Y habiendo llegado, y
reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos,
y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.
28 Y se quedaron allí
mucho tiempo con los discípulos.
El
concilio en Jerusalén
HECHOS
15
1 Entonces algunos que
venían de Judea enseñaban a los hermanos:
Si no os circuncidáis
conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.
2 Como Pablo y Bernabé
tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen
Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los
ancianos, para tratar esta cuestión.
3 Ellos, pues, habiendo
sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la
conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
4 Y llegados a Jerusalén,
fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron
todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
5 Pero algunos de la secta
de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo:
Es necesario
circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
6 Y se reunieron los
apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto.
7 Y después de mucha
discusión, Pedro se levantó y les dijo:
Varones hermanos,
vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles
oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.
8 Y Dios, que conoce los
corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a
nosotros;
9 y ninguna diferencia
hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
10 Ahora, pues, ¿por qué
tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni
nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
11 Antes creemos que por
la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
12 Entonces toda la
multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales
y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.
13 Y cuando ellos
callaron, Jacobo respondió diciendo:
Varones hermanos, oídme.
14 Simón ha contado cómo
Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su
nombre.
15 Y con esto concuerdan
las palabras de los profetas, como está escrito:
16 Después de esto volveré
Y reedificaré el
tabernáculo de David, que está caído;
Y repararé sus ruinas,
Y lo volveré a levantar,
17 Para que el resto de
los hombres busque al Señor,
Y todos los gentiles,
sobre los cuales es invocado mi nombre,
18 Dice el Señor, que hace
conocer todo esto desde tiempos antiguos.
19 Por lo cual yo juzgo
que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,
20 sino que se les escriba
que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado
y de sangre.
21 Porque Moisés desde
tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde
es leído cada día de reposo.
22 Entonces pareció bien a
los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos
varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé:
a Judas que tenía por
sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos;
23 y escribir por conducto
de ellos:
Los apóstoles y los
ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en
Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud.
24 Por cuanto hemos oído
que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han
inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y
guardar la ley,
25 nos ha parecido bien,
habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con
nuestros amados Bernabé y Pablo,
26 hombres que han
expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27 Así que enviamos a
Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo.
28 Porque ha parecido bien
al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas
necesarias:
29 que os abstengáis de
lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales
cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.
30 Así, pues, los que
fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación,
entregaron la carta;
31 habiendo leído la cual,
se regocijaron por la consolación.
32 Y Judas y Silas, como
ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con
abundancia de palabras.
33 Y pasando algún tiempo
allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los
habían enviado.
34 Mas a Silas le pareció
bien el quedarse allí.
35 Y Pablo y Bernabé
continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el
evangelio con otros muchos.
Pablo
se separa de Bernabé, y comienza su segundo viaje misionero
36 Después de algunos
días, Pablo dijo a Bernabé:
Volvamos a visitar a los
hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para
ver cómo están.
37 Y Bernabé quería que
llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;
38 pero a Pablo no le
parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y
no había ido con ellos a la obra.
39 Y hubo tal desacuerdo
entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó
a Chipre,
40 y Pablo, escogiendo a
Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor,
41 y pasó por Siria y
Cilicia, confirmando a las iglesias.
Timoteo
acompaña a Pablo y a Silas
HECHOS
16
1 Después llegó a Derbe y
a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una
mujer judía creyente, pero de padre griego;
2 y daban buen testimonio
de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.
3 Quiso Pablo que éste
fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en
aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.
4 Y al pasar por las
ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los
ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen.
5 Así que las iglesias
eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.
La
visión del varón macedonio
6 Y atravesando Frigia y
la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la
palabra en Asia;
7 y cuando llegaron a
Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.
8 Y pasando junto a Misia,
descendieron a Troas.
9 Y se le mostró a Pablo
una visión de noche:
un varón macedonio estaba
en pie, rogándole y diciendo:
Pasa a Macedonia y
ayúdanos.
10 Cuando vio la visión,
en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos
llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
Encarcelados en Filipos
11 Zarpando, pues, de
Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;
12 y de allí a Filipos,
que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y
estuvimos en aquella ciudad algunos días.
13 Y un día de reposo
salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y
sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.
14 Entonces una mujer
llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a
Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese
atenta a lo que Pablo decía.
15 Y cuando fue bautizada,
y su familia, nos rogó diciendo:
Si habéis juzgado que yo
sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.
16 Aconteció que mientras
íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de
adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
17 Esta, siguiendo a Pablo
y a nosotros, daba voces, diciendo:
Estos hombres son siervos
del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
18 Y esto lo hacía por
muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu:
Te mando en el nombre de
Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.
19 Pero viendo sus amos
que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y
los trajeron al foro, ante las autoridades;
20 y presentándolos a los
magistrados, dijeron:
Estos hombres, siendo
judíos, alborotan nuestra ciudad,
21 y enseñan costumbres
que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.
22 Y se agolpó el pueblo
contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con
varas.
23 Después de haberles
azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase
con seguridad.
24 El cual, recibido este
mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el
cepo.
25 Pero a medianoche,
orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
26 Entonces sobrevino de
repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se
sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se
soltaron.
27 Despertando el
carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a
matar, pensando que los presos habían huido.
28 Mas Pablo clamó a gran
voz, diciendo:
No te hagas ningún mal,
pues todos estamos aquí.
29 El entonces, pidiendo
luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de
Silas;
30 y sacándolos, les dijo:
Señores, ¿qué debo hacer
para ser salvo?
31 Ellos dijeron:
Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
32 Y le hablaron la
palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
33 Y él, tomándolos en
aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él
con todos los suyos.
34 Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.
35 Cuando fue de día, los
magistrados enviaron alguaciles a decir:
Suelta a aquellos
hombres.
36 Y el carcelero hizo
saber estas palabras a Pablo:
Los magistrados han
mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz.
37 Pero Pablo les dijo:
Después de azotarnos
públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en
la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos
mismos a sacarnos.
38 Y los alguaciles
hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al
oír que eran romanos.
39 Y viniendo, les
rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad.
40 Entonces, saliendo de
la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los
consolaron, y se fueron.
El
alboroto en Tesalónica
HECHOS
17
1 Pasando por Anfípolis y
Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.
2 Y Pablo, como
acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos,
3 declarando y exponiendo
por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el
Cristo.
4 Y algunos de ellos
creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran
número, y mujeres nobles no pocas.
5 Entonces los judíos que
no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y
juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón,
procuraban sacarlos al pueblo.
6 Pero no hallándolos,
trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad,
gritando:
Estos que trastornan el
mundo entero también han venido acá;
7 a los cuales Jasón ha
recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay
otro rey, Jesús.
8 Y alborotaron al pueblo
y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas.
9 Pero obtenida fianza de
Jasón y de los demás, los soltaron.
Pablo y
Silas en Berea
10 Inmediatamente, los
hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo
llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.
11 Y éstos eran más nobles
que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda
solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran
así.
12 Así que creyeron muchos
de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.
13 Cuando los judíos de
Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por
Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes.
14 Pero inmediatamente los
hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron
allí.
15 Y los que se habían
encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden
para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron.
Pablo
en Atenas
16 Mientras Pablo los
esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la
idolatría.
17 Así que discutía en la
sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que
concurrían.
18 Y algunos filósofos de
los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían:
¿Qué querrá decir este
palabrero? Y otros:
Parece que es predicador
de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la
resurrección.
19 Y tomándole, le
trajeron al Areópago, diciendo:
¿Podremos saber qué es
esta nueva enseñanza de que hablas?
20 Pues traes a nuestros
oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto.
21 (Porque todos los
atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se
interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)
22 Entonces Pablo, puesto
en pie en medio del Areópago, dijo:
Varones atenienses, en
todo observo que sois muy religiosos;
23 porque pasando y
mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta
inscripción:
AL DIOS NO CONOCIDO. Al
que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
24 El Dios que hizo el
mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no
habita en templos hechos por manos humanas,
25 ni es honrado por manos
de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y
aliento y todas las cosas.
26 Y de una sangre ha
hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la
tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su
habitación;
27 para que busquen a
Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está
lejos de cada uno de nosotros.
28 Porque en él vivimos, y
nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho:
Porque linaje suyo somos.
29 Siendo, pues, linaje de
Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra,
escultura de arte y de imaginación de hombres.
30 Pero Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres
en todo lugar, que se arrepientan;
31 por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
32 Pero cuando oyeron lo
de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían:
Ya te oiremos acerca de
esto otra vez.
33 Y así Pablo salió de en
medio de ellos.
34 Mas algunos creyeron,
juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer
llamada Dámaris, y otros con ellos.
Pablo
en Corinto
HECHOS
18
1 Después de estas cosas,
Pablo salió de Atenas y fue a Corinto.
2 Y halló a un judío
llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su
mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma.
Fue a ellos,
3 y como era del mismo
oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era
hacer tiendas.
4 Y discutía en la
sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos.
5 Y cuando Silas y Timoteo
vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la
palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo.
6 Pero oponiéndose y
blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos:
Vuestra sangre sea sobre
vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles.
7 Y saliendo de allí, se
fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la
sinagoga.
8 Y Crispo, el principal
de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios,
oyendo, creían y eran bautizados.
9 Entonces el Señor dijo a
Pablo en visión de noche:
No temas, sino habla, y
no calles;
10 porque yo estoy
contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo
mucho pueblo en esta ciudad.
11 Y se detuvo allí un año
y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
12 Pero siendo Galión
procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le
llevaron al tribunal,
13 diciendo:
Este persuade a los
hombres a honrar a Dios contra la ley.
14 Y al comenzar Pablo a
hablar, Galión dijo a los judíos:
Si fuera algún agravio o
algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría.
15 Pero si son cuestiones
de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero
ser juez de estas cosas.
16 Y los echó del
tribunal.
17 Entonces todos los
griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban
delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.
18 Mas Pablo, habiéndose
detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a
Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea,
porque tenía hecho voto.
19 Y llegó a Efeso, y los
dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos,
20 los cuales le rogaban
que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió,
21 sino que se despidió de
ellos, diciendo:
Es necesario que en todo
caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a
vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Efeso.
Pablo
regresa a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero
22 Habiendo arribado a
Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía.
23 Y después de estar allí
algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia,
confirmando a todos los discípulos.
Apolos
predica en Efeso
24 Llegó entonces a Efeso
un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las
Escrituras.
25 Este había sido
instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y
enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el
bautismo de Juan.
26 Y comenzó a hablar con
denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron
aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.
27 Y queriendo él pasar a
Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le
recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia
habían creído;
28 porque con gran
vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras
que Jesús era el Cristo.
Pablo
en Efeso
HECHOS
19
1 Aconteció que entre
tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones
superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
2 les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu
Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron:
Ni siquiera hemos oído si
hay Espíritu Santo.
3 Entonces dijo:
¿En qué, pues, fuisteis
bautizados? Ellos dijeron:
En el bautismo de Juan.
4 Dijo Pablo:
Juan bautizó con bautismo
de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después
de él, esto es, en Jesús el Cristo.
5 Cuando oyeron esto,
fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6 Y habiéndoles impuesto
Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y
profetizaban.
7 Eran por todos unos doce
hombres.
8 Y entrando Pablo en la
sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y
persuadiendo acerca del reino de Dios.
9 Pero endureciéndose
algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó
Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de
uno llamado Tiranno.
10 Así continuó por
espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y
griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
11 Y hacía Dios milagros
extraordinarios por mano de Pablo,
12 de tal manera que aun
se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las
enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.
13 Pero algunos de los
judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús
sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:
Os conjuro por Jesús, el
que predica Pablo.
14 Había siete hijos de un
tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto.
15 Pero respondiendo el
espíritu malo, dijo:
A Jesús conozco, y sé
quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?
16 Y el hombre en quien
estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que
ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
17 Y esto fue notorio a
todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor
todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.
18 Y muchos de los que
habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.
19 Asimismo muchos de los
que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de
todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de
plata.
20 Así crecía y prevalecía
poderosamente la palabra del Señor.
21 Pasadas estas cosas,
Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y
Acaya, diciendo:
Después que haya estado
allí, me será necesario ver también a Roma.
22 Y enviando a Macedonia
a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en
Asia.
El
alboroto en Efeso
23 Hubo por aquel tiempo
un disturbio no pequeño acerca del Camino.
24 Porque un platero
llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca
ganancia a los artífices;
25 a los cuales, reunidos
con los obreros del mismo oficio, dijo:
Varones, sabéis que de
este oficio obtenemos nuestra riqueza;
26 pero veis y oís que
este Pablo, no solamente en Efeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas
gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las
manos.
27 Y no solamente hay
peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el
templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida
la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
28 Cuando oyeron estas
cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo:
¡Grande es Diana de los
efesios! 29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro,
arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo.
30 Y queriendo Pablo salir
al pueblo, los discípulos no le dejaron.
31 También algunas de las
autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no
se presentase en el teatro.
32 Unos, pues, gritaban
una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no
sabían por qué se habían reunido.
33 Y sacaron de entre la
multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido
silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo.
34 Pero cuando le
conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas:
¡Grande es Diana de los
efesios! 35 Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo:
Varones efesios, ¿y quién
es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de
la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter?
36 Puesto que esto no
puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis
precipitadamente.
37 Porque habéis traído a
estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa.
38 Que si Demetrio y los
artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden,
y procónsules hay; acúsense los unos a los otros.
39 Y si demandáis alguna
otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir.
40 Porque peligro hay de
que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por
la cual podamos dar razón de este concurso.
41 Y habiendo dicho esto,
despidió la asamblea.
Viaje
de Pablo a Macedonia y Grecia
HECHOS
20
1 Después que cesó el
alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se
despidió y salió para ir a Macedonia.
2 Y después de recorrer
aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
3 Después de haber estado
allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se
embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
4 Y le acompañaron hasta
Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y
Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
5 Estos, habiéndose
adelantado, nos esperaron en Troas.
6 Y nosotros, pasados los
días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos
reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.
Visita
de despedida de Pablo en Troas
7 El primer día de la
semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo
de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
8 Y había muchas lámparas
en el aposento alto donde estaban reunidos;
9 y un joven llamado
Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por
cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo,
y fue levantado muerto.
10 Entonces descendió
Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo:
No os alarméis, pues está
vivo.
11 Después de haber
subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió.
12 Y llevaron al joven
vivo, y fueron grandemente consolados.
Viaje
de Troas a Mileto
13 Nosotros,
adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que
así lo había determinado, queriendo él ir por tierra.
14 Cuando se reunió con
nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.
15 Navegando de allí, al
día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y
habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
16 Porque Pablo se había
propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba
por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
17 Enviando, pues, desde
Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
18 Cuando vinieron a él,
les dijo:
Vosotros sabéis cómo me
he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en
Asia,
19 sirviendo al Señor con
toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las
asechanzas de los judíos;
20 y cómo nada que fuese
útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
21 testificando a judíos y
a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor
Jesucristo.
22 Ahora, he aquí, ligado
yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
23 salvo que el Espíritu
Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones
y tribulaciones.
24 Pero de ninguna cosa
hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi
carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora, he aquí, yo sé
que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de
Dios, verá más mi rostro.
26 Por tanto, yo os
protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;
27 porque no he rehuido
anunciaros todo el consejo de Dios.
28 Por tanto, mirad por
vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre.
29 Porque yo sé que
después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no
perdonarán al rebaño.
30 Y de vosotros mismos se
levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los
discípulos.
31 Por tanto, velad,
acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con
lágrimas a cada uno.
32 Y ahora, hermanos, os
encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para
sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
33 Ni plata ni oro ni
vestido de nadie he codiciado.
34 Antes vosotros sabéis
que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos
me han servido.
35 En todo os he enseñado
que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras
del Señor Jesús, que dijo:
Más bienaventurado es dar
que recibir.
36 Cuando hubo dicho estas
cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
37 Entonces hubo gran
llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 doliéndose en gran
manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron
al barco.
Viaje
de Pablo a Jerusalén
HECHOS
21
1 Después de separarnos de
ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y
de allí a Pátara.
2 Y hallando un barco que
pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.
3 Al avistar Chipre,
dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el
barco había de descargar allí.
4 Y hallados los
discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el
Espíritu, que no subiese a Jerusalén.
5 Cumplidos aquellos días,
salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la
ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.
6 Y abrazándonos los unos
a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.
7 Y nosotros completamos
la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a
los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
8 Al otro día, saliendo
Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe
el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.
9 Este tenía cuatro hijas
doncellas que profetizaban.
10 Y permaneciendo
nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,
11 quien viniendo a
vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo:
Esto dice el Espíritu
Santo:
Así atarán los judíos en
Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los
gentiles.
12 Al oír esto, le rogamos
nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.
13 Entonces Pablo
respondió:
¿Qué hacéis llorando y
quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas
aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
14 Y como no le pudimos
persuadir, desistimos, diciendo:
Hágase la voluntad del
Señor.
15 Después de esos días,
hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén.
16 Y vinieron también con
nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado
Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.
Arresto
de Pablo en el templo
17 Cuando llegamos a
Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.
18 Y al día siguiente
Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los
ancianos;
19 a los cuales, después
de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre
los gentiles por su ministerio.
20 Cuando ellos lo oyeron,
glorificaron a Dios, y le dijeron:
Ya ves, hermano, cuántos
millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.
21 Pero se les ha
informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los
gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni
observen las costumbres.
22 ¿Qué hay, pues? La
multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido.
23 Haz, pues, esto que te
decimos:
Hay entre nosotros cuatro
hombres que tienen obligación de cumplir voto.
24 Tómalos contigo,
purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos
comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú
también andas ordenadamente, guardando la ley.
25 Pero en cuanto a los
gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden
nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de
sangre, de ahogado y de fornicación.
26 Entonces Pablo tomó
consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos,
entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la
purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos.
27 Pero cuando estaban
para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo,
alborotaron a toda la multitud y le echaron mano,
28 dando voces:
¡Varones israelitas,
ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo,
la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha
profanado este santo lugar.
29 Porque antes habían
visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había
metido en el templo.
30 Así que toda la ciudad
se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron
fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.
31 Y procurando ellos
matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén
estaba alborotada.
32 Este, tomando luego
soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los
soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces, llegando el
tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué
había hecho.
34 Pero entre la multitud,
unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a
causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.
35 Al llegar a las gradas,
aconteció que era llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la
multitud;
36 porque la muchedumbre
del pueblo venía detrás, gritando:
¡Muera!
Defensa
de Pablo ante el pueblo
37 Cuando comenzaron a
meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno:
¿Se me permite decirte
algo? Y él dijo:
¿Sabes griego?
38 ¿No eres tú aquel
egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los
cuatro mil sicarios?
39 Entonces dijo Pablo:
Yo de cierto soy hombre
judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te
ruego que me permitas hablar al pueblo.
40 Y cuando él se lo
permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo.
Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
HECHOS
22
1 Varones hermanos y
padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.
2 Y al oír que les hablaba
en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo:
3 Yo de cierto soy judío,
nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de
Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios,
como hoy lo sois todos vosotros.
4 Perseguía yo este Camino
hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres;
5 como el sumo sacerdote
también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas
para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los
que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
Pablo
relata su conversión
(Hch.9.1-19;26.12-18)
6 Pero aconteció que yendo
yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz
del cielo;
7 y caí al suelo, y oí una
voz que me decía:
Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?
8 Yo entonces respondí:
¿Quién eres, Señor? Y me
dijo:
Yo soy Jesús de Nazaret,
a quien tú persigues.
9 Y los que estaban
conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz
del que hablaba conmigo.
10 Y dije:
¿Qué haré, Señor? Y el
Señor me dijo:
Levántate, y ve a
Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.
11 Y como yo no veía a
causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo,
llegué a Damasco.
12 Entonces uno llamado
Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los
judíos que allí moraban,
13 vino a mí, y
acercándose, me dijo:
Hermano Saulo, recibe la
vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.
14 Y él dijo:
El Dios de nuestros
padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la
voz de su boca.
15 Porque serás testigo
suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.
16 Ahora, pues, ¿por qué
te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.
Pablo
es enviado a los gentiles
17 Y me aconteció, vuelto
a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis.
18 Y le vi que me decía:
Date prisa, y sal
prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.
19 Yo dije:
Señor, ellos saben que yo
encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;
20 y cuando se derramaba
la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía
en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.
21 Pero me dijo:
Ve, porque yo te enviaré
lejos a los gentiles.
Pablo
en manos del tribuno
22 Y le oyeron hasta esta
palabra; entonces alzaron la voz, diciendo:
Quita de la tierra a tal
hombre, porque no conviene que viva.
23 Y como ellos gritaban y
arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire,
24 mandó el tribuno que le
metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber
por qué causa clamaban así contra él.
25 Pero cuando le ataron
con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente:
¿Os es lícito azotar a un
ciudadano romano sin haber sido condenado?
26 Cuando el centurión oyó
esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo:
¿Qué vas a hacer? Porque
este hombre es ciudadano romano.
27 Vino el tribuno y le
dijo:
Dime, ¿eres tú ciudadano
romano? El dijo:
Sí.
28 Respondió el tribuno:
Yo con una gran suma
adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo:
Pero yo lo soy de
nacimiento.
29 Así que, luego se
apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que
era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.
Pablo
ante el concilio
30 Al día siguiente,
queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó
de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio,
y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
HECHOS
23
1 Entonces Pablo, mirando
fijamente al concilio, dijo:
Varones hermanos, yo con
toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.
2 El sumo sacerdote
Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la
boca.
3 Entonces Pablo le dijo:
¡Dios te golpeará a ti,
pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y
quebrantando la ley me mandas golpear?
4 Los que estaban
presentes dijeron:
¿Al sumo sacerdote de
Dios injurias?
5 Pablo dijo:
No sabía, hermanos, que
era el sumo sacerdote; pues escrito está:
No maldecirás a un
príncipe de tu pueblo.
6 Entonces Pablo, notando
que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio:
Varones hermanos, yo soy
fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los
muertos se me juzga.
7 Cuando dijo esto, se
produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.
8 Porque los saduceos
dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman
estas cosas.
9 Y hubo un gran vocerío;
y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo:
Ningún mal hallamos en
este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios.
10 Y habiendo grande
disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos,
mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen
a la fortaleza.
11 A la noche siguiente se
le presentó el Señor y le dijo:
Ten ánimo, Pablo, pues
como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques
también en Roma.
Complot
contra Pablo
12 Venido el día, algunos
de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que
no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.
13 Eran más de cuarenta
los que habían hecho esta conjuración,
14 los cuales fueron a los
principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron:
Nosotros nos hemos
juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a
Pablo.
15 Ahora pues, vosotros,
con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como
que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos
listos para matarle antes que llegue.
16 Mas el hijo de la
hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio
aviso a Pablo.
17 Pablo, llamando a uno
de los centuriones, dijo:
Lleva a este joven ante
el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.
18 El entonces tomándole,
le llevó al tribuno, y dijo:
El preso Pablo me llamó y
me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte.
19 El tribuno, tomándole
de la mano y retirándose aparte, le preguntó:
¿Qué es lo que tienes que
decirme?
20 El le dijo:
Los judíos han convenido
en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir
alguna cosa más cierta acerca de él.
21 Pero tú no les creas;
porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han
juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte;
y ahora están listos esperando tu promesa.
22 Entonces el tribuno
despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de
esto.
Pablo
es enviado a Félix el gobernador
23 Y llamando a dos
centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos
soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;
24 y que preparasen
cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el
gobernador.
25 Y escribió una carta en
estos términos:
26 Claudio Lisias al
excelentísimo gobernador Félix:
Salud.
27 A este hombre,
aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con
la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano.
28 Y queriendo saber la
causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;
29 y hallé que le acusaban
por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte
o de prisión.
30 Pero al ser avisado de
asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he
enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que
tengan contra él. Pásalo bien.
31 Y los soldados, tomando
a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris.
32 Y al día siguiente,
dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza.
33 Cuando aquéllos
llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo
delante de él.
34 Y el gobernador, leída
la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de
Cilicia,
35 le dijo:
Te oiré cuando vengan tus
acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
Defensa
de Pablo ante Félix
HECHOS
24
1 Cinco días después,
descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto
orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.
2 Y cuando éste fue
llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo:
Como debido a ti gozamos
de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,
3 oh excelentísimo Félix,
lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud.
4 Pero por no molestarte
más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad.
5 Porque hemos hallado que
este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por
todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos.
6 Intentó también profanar
el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley.
7 Pero interviniendo el
tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos,
8 mandando a sus
acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de
todas estas cosas de que le acusamos.
9 Los
judíos también confirmaban, diciendo ser así todo.
10 Habiéndole hecho señal
el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió:
Porque sé que desde hace
muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa.
11 Como tú puedes
cerciorarte, no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén;
12 y no me hallaron
disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las
sinagogas ni en la ciudad;
13 ni te pueden probar las
cosas de que ahora me acusan.
14 Pero esto te confieso,
que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres,
creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas;
15 teniendo esperanza en
Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los
muertos, así de justos como de injustos.
16 Y por esto procuro
tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.
17 Pero pasados algunos
años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas.
18 Estaba en ello, cuando
unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con
alboroto.
19 Ellos debieran
comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo.
20 O digan éstos mismos si
hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio,
21 a no ser que estando
entre ellos prorrumpí en alta voz:
Acerca de la resurrección
de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.
22 Entonces Félix, oídas
estas cosas, estando bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo:
Cuando descendiere el
tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto.
23 Y mandó al centurión
que se custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no
impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.
24 Algunos días después,
viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó
acerca de la fe en Jesucristo.
25 Pero al disertar Pablo
acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se
espantó, y dijo:
Ahora vete; pero cuando
tenga oportunidad te llamaré.
26 Esperaba también con
esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo
hacía venir y hablaba con él.
27 Pero al cabo de dos
años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse
con los judíos, dejó preso a Pablo.
Pablo
apela a César
HECHOS
25
1 Llegado, pues, Festo a
la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después.
2 Y los principales
sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra
Pablo, y le rogaron,
3 pidiendo contra él, como
gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para
matarle en el camino.
4 Pero Festo respondió que
Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve.
5 Los que de vosotros
puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre,
acúsenle.
6 Y deteniéndose entre
ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en
el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.
7 Cuando éste llegó, lo
rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él muchas
y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
8 alegando Pablo en su
defensa:
Ni contra la ley de los
judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
9 Pero Festo, queriendo
congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo:
¿Quieres subir a
Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?
10 Pablo dijo:
Ante el tribunal de César
estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como
tú sabes muy bien.
11 Porque si algún
agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada
hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César
apelo.
12 Entonces Festo,
habiendo hablado con el consejo, respondió:
A César has apelado; a
César irás.
Pablo
ante Agripa y Berenice
13 Pasados algunos días,
el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.
14 Y como estuvieron allí
muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo:
Un hombre ha sido dejado
preso por Félix,
15 respecto al cual,
cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los
ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él.
16 A éstos respondí que no
es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado
tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación.
17 Así que, habiendo
venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el
tribunal, mandé traer al hombre.
18 Y estando presentes los
acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba,
19 sino que tenían contra
él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el
que Pablo afirmaba estar vivo.
20 Yo, dudando en cuestión
semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas
cosas.
21 Mas como Pablo apeló
para que se le reservase para el conocimiento de Augusto, mandé que le
custodiasen hasta que le enviara yo a César.
22 Entonces Agripa dijo a
Festo:
Yo también quisiera oír a
ese hombre. Y él le dijo:
Mañana le oirás.
23 Al otro día, viniendo
Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y
principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.
24 Entonces Festo dijo:
Rey Agripa, y todos los
varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto
del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí,
dando voces que no debe vivir más.
25 Pero yo, hallando que
ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he
determinado enviarle a él.
26 Como no tengo cosa
cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante
ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir.
27 Porque me parece fuera
de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra.
Defensa
de Pablo ante Agripa
HECHOS
26
1 Entonces Agripa dijo a
Pablo:
Se te permite hablar por
ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:
2 Me tengo por dichoso, oh
rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de
que soy acusado por los judíos.
3 Mayormente porque tú
conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual
te ruego que me oigas con paciencia.
Vida
anterior de Pablo
4 Mi vida, pues, desde mi
juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen
todos los judíos;
5 los cuales también saben
que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa
secta de nuestra religión, viví fariseo.
6 Y ahora, por la
esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio;
7 promesa cuyo
cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo
constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy
acusado por los judíos.
8 ¡Qué! ¿Se juzga entre
vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?
Pablo
el perseguidor
9 Yo ciertamente había
creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;
10 lo cual también hice en
Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido
poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.
11 Y muchas veces,
castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido
sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Pablo
relata su conversión
(Hch.9.1-19;22.6-16)
12 Ocupado en esto, iba yo
a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes,
13 cuando a mediodía, oh
rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del
sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.
14 Y habiendo caído todos
nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea:
Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
15 Yo entonces dije:
¿Quién eres, Señor? Y el
Señor dijo:
Yo soy Jesús, a quien tú
persigues.
16 Pero levántate, y ponte
sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y
testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,
17 librándote de tu
pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
18 para que abras sus
ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de
Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y
herencia entre los santificados.
Pablo
obedece a la visión
19 Por lo cual, oh rey
Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,
20 sino que anuncié
primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de
Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo
obras dignas de arrepentimiento.
21 Por causa de esto los
judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
22 Pero habiendo obtenido
auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a
grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron
que habían de suceder:
23 Que el Cristo había de
padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz
al pueblo y a los gentiles.
Pablo
insta a Agripa a que crea
24 Diciendo él estas cosas
en su defensa, Festo a gran voz dijo:
Estás loco, Pablo; las
muchas letras te vuelven loco.
25 Mas él dijo:
No estoy loco,
excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
26 Pues el rey sabe estas
cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que
ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón.
27 ¿Crees, oh rey Agripa,
a los profetas? Yo sé que crees.
28 Entonces Agripa dijo a
Pablo:
Por poco me persuades a
ser cristiano.
29 Y Pablo dijo:
¡Quisiera Dios que por
poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen,
fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!
30 Cuando había dicho
estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían
sentado con ellos;
31 y cuando se retiraron
aparte, hablaban entre sí, diciendo:
Ninguna cosa digna ni de
muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
32 Y Agripa dijo a Festo:
Podía este hombre ser
puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.
Pablo
es enviado a Roma
HECHOS
27
1 Cuando se decidió que
habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a
un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.
2 Y embarcándonos en una
nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con
nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.
3 Al otro día llegamos a
Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los
amigos, para ser atendido por ellos.
4 Y haciéndonos a la vela
desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5 Habiendo atravesado el
mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.
6 Y hallando allí el
centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
7 Navegando muchos días
despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento,
navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón.
8 Y costeándola con
dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba
la ciudad de Lasea.
9 Y habiendo pasado mucho
tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo
les amonestaba,
10 diciéndoles:
Varones, veo que la
navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de
la nave, sino también de nuestras personas.
11 Pero el centurión daba
más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.
12 Y siendo incómodo el
puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen
arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar
allí.
La
tempestad en el mar
13 Y soplando una brisa
del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban
costeando Creta.
14 Pero no mucho después
dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.
15 Y siendo arrebatada la
nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos
llevar.
16 Y habiendo corrido a
sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el
esquife.
17 Y una vez subido a
bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la
Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.
18 Pero siendo combatidos
por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar,
19 y al tercer día con
nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.
20 Y no apareciendo ni sol
ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya
habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
21 Entonces Pablo, como
hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo:
Habría sido por cierto
conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para
recibir este perjuicio y pérdida.
22 Pero ahora os exhorto a
tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino
solamente de la nave.
23 Porque esta noche ha
estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,
24 diciendo:
Pablo, no temas; es
necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los
que navegan contigo.
25 Por tanto, oh varones,
tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho.
26 Con todo, es necesario
que demos en alguna isla.
27 Venida la decimacuarta
noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los
marineros sospecharon que estaban cerca de tierra;
28 y echando la sonda,
hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la
sonda, hallaron quince brazas.
29 Y temiendo dar en
escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.
30 Entonces los marineros
procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que
querían largar las anclas de proa.
31 Pero Pablo dijo al
centurión y a los soldados:
Si éstos no permanecen en
la nave, vosotros no podéis salvaros.
32 Entonces los soldados
cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.
33 Cuando comenzó a
amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo:
Este es el decimocuarto
día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
34 Por tanto, os ruego que
comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de
vosotros perecerá.
35 Y habiendo dicho esto,
tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a
comer.
36 Entonces todos,
teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
37 Y éramos todas las
personas en la nave doscientas setenta y seis.
38 Y ya satisfechos,
aligeraron la nave, echando el trigo al mar.
El
naufragio
39 Cuando se hizo de día,
no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual
acordaron varar, si pudiesen, la nave.
40 Cortando, pues, las
anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada
al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.
41 Pero dando en un lugar
de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la
popa se abría con la violencia del mar.
42 Entonces los soldados
acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.
43 Pero el centurión,
queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen
nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra;
44 y los demás, parte en
tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron
saliendo a tierra.
Pablo
en la isla de Malta
HECHOS
28
1 Estando ya a salvo,
supimos que la isla se llamaba Malta.
2 Y los naturales nos
trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a
todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío.
3 Entonces, habiendo
recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del
calor, se le prendió en la mano.
4 Cuando los naturales
vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros:
Ciertamente este hombre
es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir.
5 Pero él, sacudiendo la
víbora en el fuego, ningún daño padeció.
6 Ellos estaban esperando
que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y
viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.
7 En aquellos lugares
había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos
recibió y hospedó solícitamente tres días.
8 Y aconteció que el padre
de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a
verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.
9 Hecho esto, también los
otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados;
10 los cuales también nos
honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas
necesarias.
Pablo
llega a Roma
11 Pasados tres meses, nos
hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la
cual tenía por enseña a Cástor y Pólux.
12 Y llegados a Siracusa,
estuvimos allí tres días.
13 De allí, costeando
alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur,
llegamos al segundo día a Puteoli,
14 donde habiendo hallado
hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a
Roma,
15 de donde, oyendo de
nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres
Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento.
16 Cuando llegamos a Roma,
el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió
vivir aparte, con un soldado que le custodiase.
Pablo
predica en Roma
17 Aconteció que tres días
después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que
estuvieron reunidos, les dijo:
Yo, varones hermanos, no
habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros
padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos;
18 los cuales, habiéndome
examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte.
19 Pero oponiéndose los
judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi
nación.
20 Así que por esta causa
os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy
sujeto con esta cadena.
21 Entonces ellos le
dijeron:
Nosotros ni hemos
recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que
haya denunciado o hablado algún mal de ti.
22 Pero querríamos oír de
ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se
habla contra ella.
23 Y habiéndole señalado
un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les
testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles
acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.
24 Y algunos asentían a lo
que se decía, pero otros no creían.
25 Y como no estuviesen de
acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra:
Bien habló el Espíritu
Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
26 Ve a este pueblo, y
diles:
De oído oiréis, y no
entenderéis;
Y viendo veréis, y no
percibiréis;
27 Porque el corazón de
este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyeron
pesadamente,
Y sus ojos han cerrado,
Para que no vean con los
ojos,
Y oigan con los oídos,
Y entiendan de corazón,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
28 Sabed, pues, que a los
gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.
29 Y cuando hubo dicho
esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.
30 Y Pablo permaneció dos
años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
31 predicando el reino de
Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
ROMANOS
La
Epístola del Apóstol San Pablo a los
ROMANOS
Salutación
ROMANOS
1
1 Pablo, siervo de
Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,
2 que él había prometido
antes por sus profetas en las santas Escrituras,
3 acerca de su Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne,
4 que fue declarado Hijo
de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre
los muertos,
5 y por quien recibimos la
gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por
amor de su nombre;
6 entre las cuales estáis
también vosotros, llamados a ser de Jesucristo;
7 a todos los que estáis
en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos:
Gracia y paz a vosotros,
de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Deseo
de Pablo de visitar Roma
8 Primeramente doy gracias
a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe
se divulga por todo el mundo.
9 Porque testigo me es
Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar
hago mención de vosotros siempre en mis oraciones,
10 rogando que de alguna
manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a
vosotros.
11 Porque deseo veros,
para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados;
12 esto es, para ser
mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.
13 Pero no quiero,
hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero
hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto,
como entre los demás gentiles.
14 A griegos y a no
griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.
15 Así que, en cuanto a
mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en
Roma.
El
poder del evangelio
16 Porque no me avergüenzo
del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al
judío primeramente, y también al griego.
17 Porque en el evangelio
la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe
vivirá.
La
culpabilidad del hombre
18 Porque la ira de Dios
se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que
detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios
se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
20 Porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde
la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no tienen excusa.
21 Pues habiendo conocido
a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se
envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios,
se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria
del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de
cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual también
Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de
modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
25 ya que cambiaron la
verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que
al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los
entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural
por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo también
los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia
unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo
en sí mismos la retribución debida a su extravío.
28 Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen;
29 estando atestados de
toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia,
homicidios, contiendas, engaños y malignidades;
30 murmuradores,
detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores
de males, desobedientes a los padres,
31 necios, desleales, sin
afecto natural, implacables, sin misericordia;
32 quienes habiendo
entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de
muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican.
El
justo juicio de Dios
ROMANOS
2
1 Por lo cual eres
inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que
juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.
2 Mas sabemos que el
juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.
3 ¿Y piensas esto, oh
hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás
del juicio de Dios?
4 ¿O menosprecias las
riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad
te guía al arrepentimiento?
5 Pero por tu dureza y por
tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de
la revelación del justo juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada
uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que,
perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los
que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la
injusticia;
9 tribulación y angustia
sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el
griego,
10 pero gloria y honra y
paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego;
11 porque no hay acepción
de personas para con Dios.
12 Porque todos los que
sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han
pecado, por la ley serán juzgados;
13 porque no son los
oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán
justificados.
14 Porque cuando los
gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos,
aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
15 mostrando la obra de la
ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o
defendiéndoles sus razonamientos,
16 en el día en que Dios
juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Los
judíos y la ley
17 He aquí, tú tienes el
sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios,
18 y conoces su voluntad,
e instruido por la ley apruebas lo mejor,
19 y confías en que eres
guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
20 instructor de los
indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la
verdad.
21 Tú, pues, que enseñas a
otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar,
¿hurtas?
22 Tú que dices que no se
ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
23 Tú que te jactas de la
ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
24 Porque como está
escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de
vosotros.
25 Pues en verdad la
circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley,
tu circuncisión viene a ser incircuncisión.
26 Si, pues, el
incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su
incircuncisión como circuncisión?
27 Y el que físicamente es
incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la
letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley.
28 Pues no es judío el que
lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la
carne;
29 sino que es judío el
que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no
en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
ROMANOS
3
1 ¿Qué ventaja tiene,
pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión?
2 Mucho, en todas maneras.
Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.
3 ¿Pues qué, si algunos de
ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de
Dios?
4 De ninguna manera; antes
bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito:
Para que seas justificado
en tus palabras,
Y venzas cuando fueres
juzgado.
5 Y si nuestra injusticia
hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da
castigo? (Hablo como hombre.) 6 En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría
Dios al mundo?
7 Pero si por mi mentira
la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?
8 ¿Y por qué no decir
(como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirma que
nosotros decimos):
Hagamos males para que
vengan bienes?
No hay
justo
9 ¿Qué, pues? Somos
nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y
a gentiles, que todos están bajo pecado.
10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda.
No hay quien busque a
Dios.
12 Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su
garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay
debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de
maldición y de amargura.
15 Sus pies se apresuran
para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura
hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino
de paz.
18 No hay temor de Dios
delante de sus ojos.
19 Pero sabemos que todo
lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se
cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
20 ya que por las obras de
la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la
ley es el conocimiento del pecado.
La
justicia es por medio de la fe
21 Pero ahora, aparte de
la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los
profetas;
22 la justicia de Dios por
medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay
diferencia,
23 por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a
causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de
manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que
justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la
jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la
ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que
el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente Dios
de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los
gentiles.
30 Porque Dios es uno, y
él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de
la incircuncisión.
31 ¿Luego por la fe
invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.
El
ejemplo de Abraham
ROMANOS
4
1 ¿Qué, pues, diremos que
halló Abraham, nuestro padre según la carne?
2 Porque si Abraham fue
justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
3 Porque ¿qué dice la
Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
4 Pero al que obra, no se
le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
5 mas al que no obra, sino
cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
6 Como también David habla
de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
7 diciendo:
Bienaventurados aquellos
cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son
cubiertos.
8 Bienaventurado el varón
a quien el Señor no inculpa de pecado.
9 ¿Es, pues, esta
bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la
incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
10 ¿Cómo, pues, le fue
contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la
circuncisión, sino en la incircuncisión.
11 Y recibió la
circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún
incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a
fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia;
12 y padre de la
circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también
siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser
circuncidado.
La
promesa realizada mediante la fe
13 Porque no por la ley
fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del
mundo, sino por la justicia de la fe.
14 Porque si los que son
de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Pues la ley produce
ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por tanto, es por fe,
para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su
descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es
de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros 17 (como está escrito:
Te he puesto por padre de
muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y
llama las cosas que no son, como si fuesen.
18 El creyó en esperanza
contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se
le había dicho:
Así será tu descendencia.
19 Y no se debilitó en la
fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien
años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
20 Tampoco dudó, por
incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria
a Dios,
21 plenamente convencido
de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;
22 por lo cual también su
fe le fue contada por justicia.
23 Y no solamente con
respecto a él se escribió que le fue contada,
24 sino también con
respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en
el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,
25 el cual fue entregado
por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Resultados de la justificación
ROMANOS
5
1 Justificados, pues, por
la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por quien también
tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos
gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce
paciencia;
4 y la paciencia, prueba;
y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos fue dado.
6 Porque Cristo, cuando
aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Ciertamente, apenas
morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el
bueno.
8 Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando
ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10 Porque si siendo
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más,
estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no sólo esto, sino
que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien
hemos recibido ahora la reconciliación.
Adán y
Cristo
12 Por tanto, como el
pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte
pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
13 Pues antes de la ley,
había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
14 No obstante, reinó la
muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la
transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15 Pero el don no fue como
la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos,
abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de
un hombre, Jesucristo.
16 Y con el don no sucede
como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa
de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas
transgresiones para justificación.
17 Pues si por la
transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno
solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la
justicia.
18 Así que, como por la
transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera
por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
19 Porque así como por la
desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también
por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.
20 Pero la ley se
introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó
la gracia;
21 para que así como el
pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Muertos
al pecado
ROMANOS
6
1 ¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
2 En ninguna manera.
Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
3 ¿O no sabéis que todos
los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su
muerte?
4 Porque somos sepultados
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó
de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida
nueva.
5 Porque si fuimos
plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos
en la de su resurrección;
6 sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
7 Porque el que ha muerto,
ha sido justificado del pecado.
8 Y si morimos con Cristo,
creemos que también viviremos con él;
9 sabiendo que Cristo,
habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más
de él.
10 Porque en cuanto murió,
al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
11 Así también vosotros
consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor
nuestro.
12 No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias;
13 ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a
Dios como instrumentos de justicia.
14 Porque el pecado no se
enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Siervos
de la justicia
15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos,
porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.
16 ¿No sabéis que si os
sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios,
que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella
forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
18 y libertados del
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
19 Hablo como humano, por
vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros
miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para
santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.
20 Porque cuando erais
esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.
21 ¿Pero qué fruto teníais
de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es
muerte.
22 Mas ahora que habéis
sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la
santificación, y como fin, la vida eterna.
23 Porque la paga del
pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro.
Analogía tomada del matrimonio
ROMANOS
7
1 ¿Acaso ignoráis,
hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del
hombre entre tanto que éste vive?
2 Porque la mujer casada
está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere,
ella queda libre de la ley del marido.
3 Así que, si en vida del
marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere,
es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será
adúltera.
4 Así también vosotros,
hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que
seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para
Dios.
5 Porque mientras
estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en
nuestros miembros llevando fruto para muerte.
6 Pero ahora estamos
libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de
modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo
de la letra.
El
pecado que mora en mí
7 ¿Qué diremos, pues? ¿La
ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley;
porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera:
No codiciarás.
8 Mas el pecado, tomando
ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el
pecado está muerto.
9 Y yo sin la ley vivía en
un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
10 Y hallé que el mismo
mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11 porque el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De manera que la ley a
la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13 ¿Luego lo que es bueno,
vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse
pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por
el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
14 Porque sabemos que la
ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
15 Porque lo que hago, no
lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
16 Y si lo que no quiero,
esto hago, apruebo que la ley es buena.
17 De manera que ya no soy
yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
18 Y yo sé que en mí, esto
es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no
el hacerlo.
19 Porque no hago el bien
que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
20 Y si hago lo que no
quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo
hacer el bien, hallo esta ley:
que el mal está en mí.
22 Porque según el hombre
interior, me deleito en la ley de Dios;
23 pero veo otra ley en
mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a
la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias doy a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado.
Viviendo en el Espíritu
ROMANOS
8
1 Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a
la carne, sino conforme al Espíritu.
2 Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte.
3 Porque lo que era
imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su
Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en
la carne;
4 para que la justicia de
la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.
5 Porque los que son de la
carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las
cosas del Espíritu.
6 Porque el ocuparse de la
carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
7 Por cuanto los designios
de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden;
8 y los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no vivís
según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
10 Pero si Cristo está en
vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu
vive a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de
aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los
muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que mora en vosotros.
12 Así que, hermanos,
deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
13 porque si vivís
conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de
la carne, viviréis.
14 Porque todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
15 Pues no habéis recibido
el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido
el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! 16 El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
18 Pues tengo por cierto
que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria
venidera que en nosotros ha de manifestarse.
19 Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
20 Porque la creación fue
sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó
en esperanza;
21 porque también la
creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad
gloriosa de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que toda
la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
23 y no sólo ella, sino
que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros
también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención
de nuestro cuerpo.
24 Porque en esperanza
fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que
alguno ve, ¿a qué esperarlo?
25 Pero si esperamos lo
que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
26 Y de igual manera el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene,
no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles.
27 Mas el que escudriña
los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la
voluntad de Dios intercede por los santos.
Más que
vencedores
28 Y sabemos que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados.
29 Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de
su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó,
a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó.
31 ¿Qué, pues, diremos a
esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32 El que no escatimó ni a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién es el que
condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35 ¿Quién nos separará del
amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada?
36 Como está escrito:
Por causa de ti somos
muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas
de matadero.
37 Antes, en todas estas
cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es
en Cristo Jesús Señor nuestro.
La
elección de Israel
ROMANOS
9
1 Verdad digo en Cristo,
no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran tristeza
y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque deseara yo mismo
ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis
parientes según la carne;
4 que son israelitas, de
los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el
culto y las promesas;
5 de quienes son los
patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 No que la palabra de
Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,
7 ni por ser descendientes
de Abraham, son todos hijos; sino:
En Isaac te será llamada
descendencia.
8 Esto es:
No los que son hijos
según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la
promesa son contados como descendientes.
9 Porque la palabra de la
promesa es esta:
Por este tiempo vendré, y
Sara tendrá un hijo.
10 Y no sólo esto, sino
también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11 (pues no habían
aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios
conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),
12 se le dijo:
El mayor servirá al
menor.
13 Como está escrito:
A Jacob amé, mas a Esaú
aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos?
¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
15 Pues a Moisés dice:
Tendré misericordia del
que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
16 Así que no depende del
que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
17 Porque la Escritura
dice a Faraón:
Para esto mismo te he
levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por
toda la tierra.
18 De manera que de quien
quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
19 Pero me dirás:
¿Por qué, pues, inculpa?
porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
20 Mas antes, oh hombre,
¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo
formó:
¿Por qué me has hecho
así?
21 ¿O no tiene potestad el
alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro
para deshonra?
22 ¿Y qué, si Dios,
queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia
los vasos de ira preparados para destrucción,
23 y para hacer notorias
las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él
preparó de antemano para gloria,
24 a los cuales también ha
llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los
gentiles?
25 Como también en Oseas
dice:
Llamaré pueblo mío al que
no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
26 Y en el lugar donde se
les dijo:
Vosotros no sois pueblo
mío,
Allí serán llamados hijos
del Dios viviente.
27 También Isaías clama
tocante a Israel:
Si fuere el número de los
hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo;
28 porque el Señor
ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud.
29 Y como antes dijo
Isaías:
Si el Señor de los
ejércitos no nos hubiera dejado descendencia,
Como Sodoma habríamos
venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.
La
justicia que es por fe
30 ¿Qué, pues, diremos?
Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es
decir, la justicia que es por fe;
31 mas Israel, que iba
tras una ley de justicia, no la alcanzó.
32 ¿Por qué? Porque iban
tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra
de tropiezo,
33 como está escrito:
He aquí pongo en Sion
piedra de tropiezo y roca de caída;
Y el que creyere en él, no
será avergonzado.
ROMANOS
10
1 Hermanos, ciertamente el
anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.
2 Porque yo les doy
testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.
3 Porque ignorando la
justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a
la justicia de Dios;
4 porque el fin de la ley
es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.
5 Porque de la justicia
que es por la ley Moisés escribe así:
El hombre que haga estas
cosas, vivirá por ellas.
6 Pero la justicia que es
por la fe dice así:
No digas en tu corazón:
¿Quién subirá al cielo?
(esto es, para traer abajo a Cristo);
7 o, ¿quién descenderá al
abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
8 Mas ¿qué dice? Cerca de
ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que
predicamos:
9 que si confesares con
tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de
los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón
se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
11 Pues la Escritura dice:
Todo aquel que en él
creyere, no será avergonzado.
12 Porque no hay
diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico
para con todos los que le invocan;
13 porque todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán
a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si
no fueren enviados? Como está escrito:
¡Cuán hermosos son los
pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! 16 Mas no
todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice:
Señor, ¿quién ha creído a
nuestro anuncio?
17 Así que la fe es por el
oír, y el oír, por la palabra de Dios.
18 Pero digo:
¿No han oído? Antes bien,
Por toda la tierra ha
salido la voz de ellos,
Y hasta los fines de la
tierra sus palabras.
19 También digo:
¿No ha conocido esto
Israel? Primeramente Moisés dice:
Yo os provocaré a celos
con un pueblo que no es pueblo;
Con pueblo insensato os
provocaré a ira.
20 E Isaías dice
resueltamente:
Fui hallado de los que no
me buscaban;
Me manifesté a los que no
preguntaban por mí.
21 Pero acerca de Israel
dice:
Todo el día extendí mis
manos a un pueblo rebelde y contradictor.
El
remanente de Israel
ROMANOS
11
1 Digo, pues:
¿Ha desechado Dios a su
pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia
de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2 No ha desechado Dios a
su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la
Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:
3 Señor, a tus profetas
han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran
matarme?
4 Pero ¿qué le dice la
divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la
rodilla delante de Baal.
5 Así también aun en este
tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.
6 Y si por gracia, ya no
es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es
gracia; de otra manera la obra ya no es obra.
7 ¿Qué pues? Lo que
buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y
los demás fueron endurecidos;
8 como está escrito:
Dios les dio espíritu de
estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy.
9 Y David dice:
Sea vuelto su convite en
trampa y en red,
En tropezadero y en
retribución;
10 Sean oscurecidos sus
ojos para que no vean,
Y agóbiales la espalda
para siempre.
La
salvación de los gentiles
11 Digo, pues:
¿Han tropezado los de
Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la
salvación a los gentiles, para provocarles a celos.
12 Y si su transgresión es
la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su
plena restauración?
13 Porque a vosotros
hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio,
14 por si en alguna manera
pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos.
15 Porque si su exclusión
es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los
muertos?
16 Si las primicias son
santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son
las ramas.
17 Pues si algunas de las
ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en
lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del
olivo,
18 no te jactes contra las
ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
19 Pues las ramas, dirás,
fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
20 Bien; por su
incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te
ensoberbezcas, sino teme.
21 Porque si Dios no
perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.
22 Mira, pues, la bondad y
la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la
bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también
serás cortado.
23 Y aun ellos, si no
permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para
volverlos a injertar.
24 Porque si tú fuiste
cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste
injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales,
serán injertados en su propio olivo?
La
restauración de Israel
25 Porque no quiero,
hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a
vosotros mismos:
que ha acontecido a
Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles;
26 y luego todo Israel
será salvo, como está escrito:
Vendrá de Sion el
Libertador,
Que apartará de Jacob la
impiedad.
27 Y este será mi pacto
con ellos,
Cuando yo quite sus
pecados.
28 Así que en cuanto al
evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son
amados por causa de los padres.
29 Porque irrevocables son
los dones y el llamamiento de Dios.
30 Pues como vosotros
también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado
misericordia por la desobediencia de ellos,
31 así también éstos ahora
han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos
también alcancen misericordia.
32 Porque Dios sujetó a
todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.
33 ¡Oh profundidad de las
riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus
juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del
Señor? ¿O quién fue su consejero?
35 ¿O quién le dio a él
primero, para que le fuese recompensado?
36 Porque de él, y por él,
y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Deberes
cristianos
ROMANOS
12
1 Así que, hermanos, os
ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
2 No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
3 Digo, pues, por la
gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más
alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
4 Porque de la manera que
en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma
función,
5 así nosotros, siendo
muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
6 De manera que, teniendo
diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese
conforme a la medida de la fe;
7 o si de servicio, en
servir; o el que enseña, en la enseñanza;
8 el que exhorta, en la
exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el
que hace misericordia, con alegría.
9 El amor sea sin
fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.
10 Amaos los unos a los
otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.
11 En lo que requiere
diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
12 gozosos en la
esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
13 compartiendo para las
necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os
persiguen; bendecid, y no maldigáis.
15 Gozaos con los que se
gozan; llorad con los que lloran.
16 Unánimes entre
vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en
vuestra propia opinión.
17 No paguéis a nadie mal
por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros
mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está:
Mía es la venganza, yo
pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo
esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo
malo, sino vence con el bien el mal.
ROMANOS
13
1 Sométase toda persona a
las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las
que hay, por Dios han sido establecidas.
2 De modo que quien se
opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten,
acarrean condenación para sí mismos.
3 Porque los magistrados
no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues,
no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
4 porque es servidor de
Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la
espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.
5 Por lo cual es necesario
estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de
la conciencia.
6 Pues por esto pagáis
también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a
esto mismo.
7 Pagad a todos lo que
debéis:
al que tributo, tributo;
al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
8 No debáis a nadie nada,
sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
9 Porque:
No adulterarás, no
matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro
mandamiento, en esta sentencia se resume:
Amarás a tu prójimo como
a ti mismo.
10 El amor no hace mal al
prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
11 Y esto, conociendo el
tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de
nosotros nuestra salvación que cuando creímos.
12 La noche está avanzada,
y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos
las armas de la luz.
13 Andemos como de día,
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en
contiendas y envidia,
14 sino vestíos del Señor
Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
Los
débiles en la fe
ROMANOS
14
1 Recibid al débil en la
fe, pero no para contender sobre opiniones.
2 Porque uno cree que se
ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.
3 El que come, no
menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios
le ha recibido.
4 ¿Tú quién eres, que
juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará
firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.
5 Uno hace diferencia
entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente
convencido en su propia mente.
6 El que hace caso del
día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo
hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no
come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.
7 Porque ninguno de
nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Pues si vivimos, para el
Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o
que muramos, del Señor somos.
9 Porque Cristo para esto
murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de
los que viven.
10 Pero tú, ¿por qué
juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque
todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor,
que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a
Dios.
12 De manera que cada uno
de nosotros dará a Dios cuenta de sí.
13 Así que, ya no nos
juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u
ocasión de caer al hermano.
14 Yo sé, y confío en el
Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es
inmundo, para él lo es.
15 Pero si por causa de la
comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por
la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.
16 No sea, pues,
vituperado vuestro bien;
17 porque el reino de Dios
no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
18 Porque el que en esto
sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.
19 Así que, sigamos lo que
contribuye a la paz y a la mutua edificación.
20 No destruyas la obra de
Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es
malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.
21 Bueno es no comer
carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se
debilite.
22 ¿Tienes tú fe? Tenla
para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en
lo que aprueba.
23 Pero el que duda sobre
lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene
de fe, es pecado.
ROMANOS
15
1 Así que, los que somos
fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a
nosotros mismos.
2 Cada uno de nosotros
agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
3 Porque ni aun Cristo se
agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito:
Los vituperios de los que
te vituperaban, cayeron sobre mí.
4 Porque las cosas que se
escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la
paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
5 Pero el Dios de la
paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo
Jesús,
6 para que unánimes, a una
voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
El
evangelio a los gentiles
7 Por tanto, recibíos los
unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.
8 Pues os digo, que Cristo
Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para
confirmar las promesas hechas a los padres,
9 y para que los gentiles
glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito:
Por tanto, yo te confesaré
entre los gentiles,
Y cantaré a tu nombre.
10 Y otra vez dice:
Alegraos, gentiles, con su
pueblo.
11 Y otra vez:
Alabad al Señor todos los
gentiles,
Y magnificadle todos los
pueblos.
12 Y otra vez dice Isaías:
Estará la raíz de Isaí,
Y el que se levantará a
regir los gentiles;
Los gentiles esperarán en
él.
13 Y el Dios de esperanza
os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el
poder del Espíritu Santo.
14 Pero estoy seguro de
vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos
de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros.
15 Mas os he escrito,
hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia
que de Dios me es dada 16 para ser ministro de Jesucristo a los gentiles,
ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda
agradable, santificada por el Espíritu Santo.
17 Tengo, pues, de qué
gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.
18 Porque no osaría hablar
sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los
gentiles, con la palabra y con las obras,
19 con potencia de señales
y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y
por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.
20 Y de esta manera me
esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para
no edificar sobre fundamento ajeno,
21 sino, como está
escrito:
Aquellos a quienes nunca
les fue anunciado acerca de él, verán;
Y los que nunca han oído
de él, entenderán.
Pablo
se propone ir a Roma
22 Por esta causa me he
visto impedido muchas veces de ir a vosotros.
23 Pero ahora, no teniendo
más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros,
24 cuando vaya a España,
iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por
vosotros, una vez que haya gozado con vosotros.
25 Mas ahora voy a
Jerusalén para ministrar a los santos.
26 Porque Macedonia y
Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos
que están en Jerusalén.
27 Pues les pareció bueno,
y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de
sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales.
28 Así que, cuando haya
concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a
España.
29 Y sé que cuando vaya a
vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo.
30 Pero os ruego,
hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me
ayudéis orando por mí a Dios,
31 para que sea librado de
los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en
Jerusalén sea acepta;
32 para que con gozo
llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con
vosotros.
33 Y el Dios de paz sea
con todos vosotros. Amén.
Saludos
personales
ROMANOS
16
1 Os recomiendo además
nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea;
2 que la recibáis en el
Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que
necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.
3 Saludad a Priscila y a
Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,
4 que expusieron su vida
por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de
los gentiles.
5 Saludad también a la
iglesia de su casa. Saludad a Epeneto, amado mío, que es el primer fruto de
Acaya para Cristo.
6 Saludad a María, la cual
ha trabajado mucho entre vosotros.
7 Saludad a Andrónico y a
Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy
estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo.
8 Saludad a Amplias, amado
mío en el Señor.
9 Saludad a Urbano,
nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío.
10 Saludad a Apeles,
aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo.
11 Saludad a Herodión, mi
pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor.
12 Saludad a Trifena y a
Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha
trabajado mucho en el Señor.
13 Saludad a Rufo,
escogido en el Señor, y a su madre y mía.
14 Saludad a Asíncrito, a
Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos.
15 Saludad a Filólogo, a
Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con
ellos.
16 Saludaos los unos a los
otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.
17 Mas os ruego, hermanos,
que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina
que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.
18 Porque tales personas
no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves
palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.
19 Porque vuestra
obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero
quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal.
20 Y el Dios de paz
aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor
Jesucristo sea con vosotros.
21 Os saludan Timoteo mi
colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes.
22 Yo Tercio, que escribí
la epístola, os saludo en el Señor.
23 Os saluda Gayo,
hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y
el hermano Cuarto.
24 La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Doxología final
25 Y al que puede
confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la
revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,
26 pero que ha sido
manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el
mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que
obedezcan a la fe,
27 al único y sabio Dios,
sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.
1 CORINTIOS 1
Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los
CORINTIOS
Salutación
1 Pablo, llamado a ser
apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes,
2 a la iglesia de Dios que
está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con
todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro:
3 Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Acción
de gracias por dones espirituales
4 Gracias doy a mi Dios
siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús;
5 porque en todas las
cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia;
6 así como el testimonio
acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros,
7 de tal manera que nada
os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;
8 el cual también os
confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro
Señor Jesucristo.
9 Fiel es Dios, por el
cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
¿Está
dividido Cristo?
10 Os ruego, pues,
hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma
cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente
unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
11 Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre
vosotros contiendas.
12 Quiero decir, que cada
uno de vosotros dice:
Yo soy de Pablo; y yo de
Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
13 ¿Acaso está dividido
Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre
de Pablo?
14 Doy gracias a Dios de
que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo,
15 para que ninguno diga
que fuisteis bautizados en mi nombre.
16 También bauticé a la
familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro.
17 Pues no me envió Cristo
a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que
no se haga vana la cruz de Cristo.
Cristo,
poder y sabiduría de Dios
18 Porque la palabra de
la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a
nosotros, es poder de Dios.
19 Pues está escrito:
Destruiré la sabiduría de
los sabios,
Y desecharé el
entendimiento de los entendidos.
20 ¿Dónde está el sabio?
¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha
enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
21 Pues ya que en la
sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a
Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
22 Porque los judíos piden
señales, y los griegos buscan sabiduría;
23 pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para
los gentiles locura;
24 mas para los llamados,
así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
25 Porque lo insensato de
Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres.
26 Pues mirad, hermanos,
vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos,
ni muchos nobles;
27 sino que lo necio del
mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió
Dios, para avergonzar a lo fuerte;
28 y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,
29 a fin de que nadie se
jacte en su presencia.
30 Mas por él estáis
vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención;
32 para que, como está
escrito:
El que se gloría,
gloríese en el Señor.
Proclamando a Cristo crucificado
1
CORINTIOS 2
1 Así que, hermanos,
cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con
excelencia de palabras o de sabiduría.
2 Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
3 Y estuve entre vosotros
con debilidad, y mucho temor y temblor;
4 y ni mi palabra ni mi
predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder,
5 para que vuestra fe no
esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
La
revelación por el Espíritu de Dios
6 Sin embargo, hablamos
sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni
de los príncipes de este siglo, que perecen.
7 Mas hablamos sabiduría
de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los
siglos para nuestra gloria,
8 la que ninguno de los
príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían
crucificado al Señor de gloria.
9 Antes bien, como está
escrito:
Cosas que ojo no vio, ni
oído oyó,
Ni han subido en corazón
de hombre,
Son las que Dios ha
preparado para los que le aman.
10 Pero Dios nos las
reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo
profundo de Dios.
11 Porque ¿quién de los
hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?
Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido,
13 lo cual también
hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que
enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
14 Pero el hombre natural
no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y
no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
15 En cambio el espiritual
juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
16 Porque ¿quién conoció
la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de
Cristo.
Colaboradores de Dios
1
CORINTIOS 3
1 De manera que yo,
hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a
niños en Cristo.
2 Os di a beber leche, y
no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,
3 porque aún sois
carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois
carnales, y andáis como hombres?
4 Porque diciendo el uno:
Yo ciertamente soy de
Pablo; y el otro:
Yo soy de Apolos, ¿no
sois carnales?
5 ¿Qué, pues, es Pablo, y
qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo
que a cada uno concedió el Señor.
6 Yo planté, Apolos regó;
pero el crecimiento lo ha dado Dios.
7 Así que ni el que planta
es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.
8 Y el que planta y el que
riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su
labor.
9 Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
10 Conforme a la gracia
de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y
otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica.
11 Porque nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
12 Y si sobre este
fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca,
13 la obra de cada uno se
hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y
la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.
14 Si permaneciere la obra
de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.
15 Si la obra de alguno se
quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por
fuego.
16 ¿No sabéis que sois
templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17 Si alguno destruyere el
templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois
vosotros, santo es.
18 Nadie se engañe a sí
mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante,
para que llegue a ser sabio.
19 Porque la sabiduría de
este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está:
El prende a los sabios en
la astucia de ellos.
20 Y otra vez:
El Señor conoce los
pensamientos de los sabios, que son vanos.
21 Así que, ninguno se
gloríe en los hombres; porque todo es vuestro:
22 sea Pablo, sea Apolos,
sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por
venir, todo es vuestro,
23 y vosotros de Cristo, y
Cristo de Dios.
El
ministerio de los apóstoles
1
CORINTIOS 4
1 Así, pues, téngannos
los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de
Dios.
2 Ahora bien, se requiere
de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.
3 Yo en muy poco tengo el
ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí
mismo.
4 Porque aunque de nada
tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el
Señor.
5 Así que, no juzguéis
nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo
oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y
entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
6 Pero esto, hermanos, lo
he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en
nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa
de uno, os envanezcáis unos contra otros.
7 Porque ¿quién te
distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te
glorías como si no lo hubieras recibido?
8 Ya estáis saciados, ya
estáis ricos, sin nosotros reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros
reinásemos también juntamente con vosotros! 9 Porque según pienso, Dios nos ha
exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte;
pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.
10 Nosotros somos
insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros
débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados.
11 Hasta esta hora
padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos
morada fija.
12 Nos fatigamos
trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos
persecución, y la soportamos.
13 Nos difaman, y rogamos;
hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.
14 No escribo esto para
avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados.
15 Porque aunque tengáis
diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os
engendré por medio del evangelio.
16 Por tanto, os ruego que
me imitéis.
17 Por esto mismo os he
enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará
mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las
iglesias.
18 Mas algunos están
envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros.
19 Pero iré pronto a
vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los
que andan envanecidos.
20 Porque el reino de Dios
no consiste en palabras, sino en poder.
21 ¿Qué queréis? ¿Iré a
vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?
Un caso
de inmoralidad juzgado
1
CORINTIOS 5
1 De cierto se oye que
hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre
los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.
2 Y vosotros estáis
envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de
en medio de vosotros el que cometió tal acción?
3 Ciertamente yo, como
ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que
tal cosa ha hecho.
4 En el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesucristo,
5 el tal sea entregado a
Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el
día del Señor Jesús.
6 No es buena vuestra
jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?
7 Limpiaos, pues, de la
vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque
nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
8 Así que celebremos la
fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad,
sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.
9 Os he escrito por
carta, que no os juntéis con los fornicarios;
10 no absolutamente con
los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los
idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.
11 Más bien os escribí que
no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o
idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.
12 Porque ¿qué razón
tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que
están dentro?
13 Porque a los que están
fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.
Litigios delante de los incrédulos
1
CORINTIOS 6
1 ¿Osa alguno de
vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y
no delante de los santos?
2 ¿O no sabéis que los
santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros,
¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
3 ¿O no sabéis que hemos
de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?
4 Si, pues, tenéis juicios
sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en
la iglesia?
5 Para avergonzaros lo
digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre
sus hermanos,
6 sino que el hermano con
el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?
7 Así que, por cierto es
ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no
sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?
8 Pero vosotros cometéis
el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.
9 ¿No sabéis que los
injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,
10 ni los ladrones, ni los
avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el
reino de Dios.
11 Y esto erais algunos;
mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
Glorificad a Dios en vuestro cuerpo
12 Todas las cosas me son
lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me
dejaré dominar de ninguna.
13 Las viandas para el
vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras
destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y
el Señor para el cuerpo.
14 Y Dios, que levantó al
Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros
cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los
haré miembros de una ramera? De ningún modo.
16 ¿O no sabéis que el que
se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice:
Los dos serán una sola
carne.
17 Pero el que se une al
Señor, un espíritu es con él.
18 Huid de la fornicación.
Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que
fornica, contra su propio cuerpo peca.
19 ¿O ignoráis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de
Dios, y que no sois vuestros?
20 Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios.
Problemas del matrimonio
1
CORINTIOS 7
1 En cuanto a las cosas
de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer;
2 pero a causa de las
fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio
marido.
3 El marido cumpla con la
mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.
4 La mujer no tiene
potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido
potestad sobre su propio cuerpo, sino la muJer.5 No os neguéis el uno al otro, a
no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en
la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de
vuestra incontinencia.
6 Mas esto digo por vía de
concesión, no por mandamiento.
7 Quisiera más bien que
todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno
a la verdad de un modo, y otro de otro.
8 Digo, pues, a los
solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo;
9 pero si no tienen don de
continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando.
10 Pero a los que están
unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor:
Que la mujer no se separe
del marido;
11 y si se separa, quédese
sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su muJer. 12
Y a los demás yo digo, no el Señor:
Si algún hermano tiene
mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
13 Y si una mujer tiene
marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el marido
incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de
otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.
15 Pero si el incrédulo se
separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en
semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
16 Porque ¿qué sabes tú,
oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá
harás salva a tu mujer?
17 Pero cada uno como el
Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas
las iglesias.
18 ¿Fue llamado alguno
siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso?
No se circuncide.
19 La circuncisión nada
es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios.
20 Cada uno en el estado
en que fue llamado, en él se quede.
21 ¿Fuiste llamado siendo
esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más.
22 Porque el que en el
Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue
llamado siendo libre, esclavo es de Cristo.
23 Por precio fuisteis
comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.
24 Cada uno, hermanos, en
el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios.
25 En cuanto a las
vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha
alcanzado misericordia del Señor para ser fiel.
26 Tengo, pues, esto por
bueno a causa de la necesidad que apremia; que hará bien el hombre en quedarse
como está.
27 ¿Estás ligado a mujer?
No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte.
28 Mas también si te
casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán
aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar.
29 Pero esto digo,
hermanos:
que el tiempo es corto;
resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen;
30 y los que lloran, como
si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que
compran, como si no poseyesen;
31 y los que disfrutan de
este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se
pasa.
32 Quisiera, pues, que
estuvieseis sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de
cómo agradar al Señor;
33 pero el casado tiene
cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su muJer.34 Hay asimismo
diferencia entre la casada y la doncella. La doncella tiene cuidado de las cosas
del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene
cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.
35 Esto lo digo para
vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para
que sin impedimento os acerquéis al Señor.
36 Pero si alguno piensa
que es impropio para su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que así
sea, haga lo que quiera, no peca; que se case.
37 Pero el que está firme
en su corazón, sin tener necesidad, sino que es dueño de su propia voluntad, y
ha resuelto en su corazón guardar a su hija virgen, bien hace.
38 De manera que el que la
da en casamiento hace bien, y el que no la da en casamiento hace mejor.
39 La mujer casada está
ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es
para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.
40 Pero a mi juicio, más
dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de
Dios.
Lo
sacrificado a los ídolos
1
CORINTIOS 8
1 En cuanto a lo
sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El
conocimiento envanece, pero el amor edifica.
2 Y si alguno se imagina
que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.
3 Pero si alguno ama a
Dios, es conocido por él.
4 Acerca, pues, de las
viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el
mundo, y que no hay más que un Dios.
5 Pues aunque haya algunos
que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y
muchos señores),
6 para nosotros, sin
embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y
nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las
cosas, y nosotros por medio de él.
7 Pero no en todos hay
este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen
como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina.
8 Si bien la vianda no nos
hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no
comamos, seremos menos.
9 Pero mirad que esta
libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.
10 Porque si alguno te ve
a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la
conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado
a los ídolos?
11 Y por el conocimiento
tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.
12 De esta manera, pues,
pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo
pecáis.
13 Por lo cual, si la
comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner
tropiezo a mi hermano.
Los
derechos de un apóstol
1
CORINTIOS 9
1 ¿No soy apóstol? ¿No
soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en
el Señor?
2 Si para otros no soy
apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois
vosotros en el Señor.
3 Contra los que me
acusan, esta es mi defensa:
4 ¿Acaso no tenemos
derecho de comer y beber?
5 ¿No tenemos derecho de
traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los
hermanos del Señor, y Cefas?
6 ¿O sólo yo y Bernabé no
tenemos derecho de no trabajar?
7 ¿Quién fue jamás soldado
a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién
apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño?
8 ¿Digo esto sólo como
hombre? ¿No dice esto también la ley?
9 Porque en la ley de
Moisés está escrito:
No pondrás bozal al buey
que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes,
10 o lo dice enteramente
por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el
que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.
11 Si nosotros sembramos
entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo
material?
12 Si otros participan de
este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?
Pero no hemos usado de
este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al
evangelio de Cristo.
13 ¿No sabéis que los que
trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar,
del altar participan?
14 Así también ordenó el
Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
15 Pero yo de nada de
esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo;
porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria.
16 Pues si anuncio el
evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de
mí si no anunciare el evangelio!
17 Por lo cual, si lo
hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión
me ha sido encomendada.
18 ¿Cuál, pues, es mi
galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de
Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio.
19 Por lo cual, siendo
libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número.
20 Me he hecho a los
judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley
(aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que
están sujetos a la ley;
21 a los que están sin
ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la
ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
22 Me he hecho débil a los
débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de
todos modos salve a algunos.
23 Y esto hago por causa
del evangelio, para hacerme copartícipe de él.
24 ¿No sabéis que los que
corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el
premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
25 Todo aquel que lucha,
de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible,
pero nosotros, una incorruptible.
26 Así que, yo de esta
manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea
el aire,
27 sino que golpeo mi
cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros,
yo mismo venga a ser eliminado.
Amonestaciones contra la idolatría
1
CORINTIOS 10
1 Porque no quiero,
hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y
todos pasaron el mar;
2 y todos en Moisés fueron
bautizados en la nube y en el mar,
3 y todos comieron el
mismo alimento espiritual,
4 y todos bebieron la
misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y
la roca era Cristo.
5 Pero de los más de ellos
no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.
6 Mas estas cosas
sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como
ellos codiciaron.
7 Ni seáis idólatras, como
algunos de ellos, según está escrito:
Se sentó el pueblo a
comer y a beber, y se levantó a jugar.
8 Ni forniquemos, como
algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.
9 Ni tentemos al Señor,
como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.
10 Ni murmuréis, como
algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.
11 Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a
quienes han alcanzado los fines de los siglos.
12 Así que, el que piensa
estar firme, mire que no caiga.
13 No os ha sobrevenido
ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser
tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar.
14 Por tanto, amados
míos, huid de la idolatría.
15 Como a sensatos os
hablo; juzgad vosotros lo que digo.
16 La copa de bendición
que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos,
¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
17 Siendo uno solo el pan,
nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel
mismo pan.
18 Mirad a Israel según la
carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar?
19 ¿Qué digo, pues? ¿Que
el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos?
20 Antes digo que lo que
los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero
que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.
21 No podéis beber la copa
del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor,
y de la mesa de los demonios.
22 ¿O provocaremos a celos
al Señor? ¿Somos más fuertes que él?
Haced
todo para la gloria de Dios
23 Todo me es lícito,
pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.
24 Ninguno busque su
propio bien, sino el del otro.
25 De todo lo que se vende
en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia;
26 porque del Señor es la
tierra y su plenitud.
27 Si algún incrédulo os
invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar
nada por motivos de conciencia.
28 Mas si alguien os
dijere:
Esto fue sacrificado a
los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de
conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud.
29 La conciencia, digo, no
la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la
conciencia de otro?
30 Y si yo con
agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy
gracias?
31 Si, pues, coméis o
bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
32 No seáis tropiezo ni a
judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;
33 como también yo en
todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de
muchos, para que sean salvos.
1
CORINTIOS 11
1 Sed imitadores de mí,
así como yo de Cristo.
Atavío
de las mujeres
2 Os alabo, hermanos,
porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las
entregué.
3 Pero quiero que sepáis
que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y
Dios la cabeza de Cristo.
4 Todo varón que ora o
profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.
5 Pero toda mujer que ora
o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que
si se hubiese rapado.
6 Porque si la mujer no se
cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer
cortarse el cabello o raparse, que se cubra.
7 Porque el varón no debe
cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria
del varón.
8 Porque el varón no
procede de la mujer, sino la mujer del varón,
9 y tampoco el varón fue
creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
10 Por lo cual la mujer
debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
11 Pero en el Señor, ni el
varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón;
12 porque así como la
mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de
Dios.
13 Juzgad vosotros mismos:
¿Es propio que la mujer
ore a Dios sin cubrirse la cabeza?
14 La naturaleza misma ¿no
os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?
15 Por el contrario, a la
mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es
dado el cabello.
16 Con todo eso, si alguno
quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de
Dios.
Abusos
en la Cena del Señor
17 Pero al anunciaros
esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo
peor.
18 Pues en primer lugar,
cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en
parte lo creo.
19 Porque es preciso que
entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros
los que son aprobados.
20 Cuando, pues, os reunís
vosotros, esto no es comer la cena del Señor.
21 Porque al comer, cada
uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga.
22 Pues qué, ¿no tenéis
casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis
a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt.26.26-29;
Mr.14.22-25; Lc.22.14-20)
23 Porque yo recibí del
Señor lo que también os he enseñado:
Que el Señor Jesús, la
noche que fue entregado, tomó pan;
24 y habiendo dado
gracias, lo partió, y dijo:
Tomad, comed; esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
25 Asimismo tomó también
la copa, después de haber cenado, diciendo:
Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de
mí.
26 Así, pues, todas las
veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga.
Tomando
la Cena indignamente
27 De manera que
cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será
culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
28 Por tanto, pruébese
cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
29 Porque el que come y
bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para
sí.
30 Por lo cual hay muchos
enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.
31 Si, pues, nos
examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;
32 mas siendo juzgados,
somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos
míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros.
34 Si alguno tuviere
hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las
pondré en orden cuando yo fuere.
Dones
espirituales
1
CORINTIOS 12
1 No quiero, hermanos,
que ignoréis acerca de los dones espirituales.
2 Sabéis que cuando erais
gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos.
3 Por tanto, os hago saber
que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede
llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.
4 Ahora bien, hay
diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
5 Y hay diversidad de
ministerios, pero el Señor es el mismo.
6 Y hay diversidad de
operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
7 Pero a cada uno le es
dada la manifestación del Espíritu para provecho.
8 Porque a éste es dada
por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo
Espíritu;
9 a otro, fe por el mismo
Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
10 A otro, el hacer
milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro,
diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas
las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere.
12 Porque así como el
cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo,
siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.
13 Porque por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
14 Además, el cuerpo no
es un solo miembro, sino muchos.
15 Si dijere el pie:
Porque no soy mano, no
soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
16 Y si dijere la oreja:
Porque no soy ojo, no soy
del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
17 Si todo el cuerpo fuese
ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
18 Mas ahora Dios ha
colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.
19 Porque si todos fueran
un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
20 Pero ahora son muchos
los miembros, pero el cuerpo es uno solo.
21 Ni el ojo puede decir a
la mano:
No te necesito, ni
tampoco la cabeza a los pies:
No tengo necesidad de
vosotros.
22 Antes bien los miembros
del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;
23 y a aquellos del cuerpo
que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en
nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.
24 Porque los que en
nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo,
dando más abundante honor al que le faltaba,
25 para que no haya
desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por
los otros.
26 De manera que si un
miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe
honra, todos los miembros con él se gozan.
27 Vosotros, pues, sois
el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
28 Y a unos puso Dios en
la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego
los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que
administran, los que tienen don de lenguas.
29 ¿Son todos apóstoles?
¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?
30 ¿Tienen todos dones de
sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?
31 Procurad, pues, los
dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.
La
preeminencia del amor
1
CORINTIOS 13
1 Si yo hablase lenguas
humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o
címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y
entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal
manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiese todos
mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
4 El amor es sufrido, es
benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
5 no hace nada indebido,
no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6 no se goza de la
injusticia, mas se goza de la verdad.
7 Todo lo sufre, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor nunca deja de
ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia
acabará.
9 Porque en parte
conocemos, y en parte profetizamos;
10 mas cuando venga lo
perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
11 Cuando yo era niño,
hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui
hombre, dejé lo que era de niño.
12 Ahora vemos por espejo,
oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero
entonces conoceré como fui conocido.
13 Y ahora permanecen la
fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
El
hablar en lenguas
1
CORINTIOS 14
1 Seguid el amor; y
procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.
2 Porque el que habla en
lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por
el Espíritu habla misterios.
3 Pero el que profetiza
habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.
4 El que habla en lengua
extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.
5 Así que, quisiera que
todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es
el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para
que la iglesia reciba edificación.
6 Ahora pues, hermanos,
si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare
con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina?
7 Ciertamente las cosas
inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren
distinción de voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la
cítara?
8 Y si la trompeta diere
sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?
9 Así también vosotros, si
por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que
decís? Porque hablaréis al aire.
10 Tantas clases de
idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado.
11 Pero si yo ignoro el
valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla
será como extranjero para mí.
12 Así también vosotros;
pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación
de la iglesia.
13 Por lo cual, el que
habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla.
14 Porque si yo oro en
lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto.
15 ¿Qué, pues? Oraré con
el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu,
pero cantaré también con el entendimiento.
16 Porque si bendices sólo
con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu
acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho.
17 Porque tú, a la verdad,
bien das gracias; pero el otro no es edificado.
18 Doy gracias a Dios que
hablo en lenguas más que todos vosotros;
19 pero en la iglesia
prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a
otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.
20 Hermanos, no seáis
niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el
modo de pensar.
21 En la ley está escrito:
En otras lenguas y con
otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor.
22 Así que, las lenguas
son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a
los incrédulos, sino a los creyentes.
23 Si, pues, toda la
iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos
o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?
24 Pero si todos
profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por
todos es juzgado;
25 lo oculto de su corazón
se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios,
declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros.
26 ¿Qué hay, pues,
hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina,
tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para
edificación.
27 Si habla alguno en
lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno
interprete.
28 Y si no hay intérprete,
calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.
29 Asimismo, los profetas
hablen dos o tres, y los demás juzguen.
30 Y si algo le fuere
revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero.
31 Porque podéis
profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados.
32 Y los espíritus de los
profetas están sujetos a los profetas;
33 pues Dios no es Dios de
confusión, sino de paz.
Como en todas las
iglesias de los santos,
34 vuestras mujeres callen
en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén
sujetas, como también la ley lo dice.
35 Y si quieren aprender
algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable
en la congregación.
36 ¿Acaso ha salido de
vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?
37 Si alguno se cree
profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del
Señor.
38 Mas el que ignora,
ignore.
39 Así que, hermanos,
procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas;
40 pero hágase todo
decentemente y con orden.
La
resurrección de los muertos
1
CORINTIOS 15
1 Además os declaro,
hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el
cual también perseveráis;
2 por el cual asimismo, si
retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os
he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
4 y que fue sepultado, y
que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
5 y que apareció a Cefas,
y después a los doce.
6 Después apareció a más
de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya
duermen.
7 Después apareció a
Jacobo; después a todos los apóstoles;
8 y al último de todos,
como a un abortivo, me apareció a mí.
9 Porque yo soy el más
pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque
perseguí a la iglesia de Dios.
10 Pero por la gracia de
Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he
trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.
11 Porque o sea yo o sean
ellos, así predicamos, y así habéis creído.
12 Pero si se predica de
Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no
hay resurrección de muertos?
13 Porque si no hay
resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.
14 Y si Cristo no
resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.
15 Y somos hallados falsos
testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al
cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.
16 Porque si los muertos
no resucitan, tampoco Cristo resucitó;
17 y si Cristo no
resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.
18 Entonces también los
que durmieron en Cristo perecieron.
19 Si en esta vida
solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos
los hombres.
20 Mas ahora Cristo ha
resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
21 Porque por cuanto la
muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los
muertos.
22 Porque así como en Adán
todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
23 Pero cada uno en su
debido orden:
Cristo, las primicias;
luego los que son de Cristo, en su venida.
24 Luego el fin, cuando
entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda
autoridad y potencia.
25 Porque preciso es que
él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 Y el postrer enemigo
que será destruido es la muerte.
27 Porque todas las cosas
las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido
sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.
28 Pero luego que todas
las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le
sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
29 De otro modo, ¿qué
harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos
resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?
30 ¿Y por qué nosotros
peligramos a toda hora?
31 Os aseguro, hermanos,
por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día
muero.
32 Si como hombre batallé
en Efeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos
y bebamos, porque mañana moriremos.
33 No erréis; las malas
conversaciones corrompen las buenas costumbres.
34 Velad debidamente, y no
pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.
35 Pero dirá alguno:
¿Cómo resucitarán los
muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?
36 Necio, lo que tú
siembras no se vivifica, si no muere antes.
37 Y lo que siembras no es
el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro
grano;
38 pero Dios le da el
cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.
39 No toda carne es la
misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las
bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves.
40 Y hay cuerpos
celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y
otra la de los terrenales.
41 Una es la gloria del
sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una
estrella es diferente de otra en gloria.
42 Así también es la
resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en
incorrupción.
43 Se siembra en deshonra,
resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.
44 Se siembra cuerpo
animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo
espiritual.
45 Así también está
escrito:
Fue hecho el primer
hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
46 Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
47 El primer hombre es de
la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
48 Cual el terrenal, tales
también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
49 Y así como hemos traído
la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
50 Pero esto digo,
hermanos:
que la carne y la sangre
no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un
misterio:
No todos dormiremos; pero
todos seremos transformados,
52 en un momento, en un
abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es necesario que
esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de
inmortalidad.
54 Y cuando esto
corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
Sorbida es la muerte en
victoria.
55 ¿Dónde está, oh muerte,
tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
56 ya que el aguijón de la
muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.
57 Mas gracias sean dadas
a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
58 Así que, hermanos míos
amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
La
ofrenda para los santos
1
CORINTIOS 16
1 En cuanto a la ofrenda
para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias
de Galacia.
2 Cada primer día de la
semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.
3 Y cuando haya llegado, a
quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro
donativo a Jerusalén.
4 Y si fuere propio que yo
también vaya, irán conmigo.
Planes
de Pablo
5 Iré a vosotros, cuando
haya pasado por Macedonia, pues por Macedonia tengo que pasar.
6 Y podrá ser que me quede
con vosotros, o aun pase el invierno, para que vosotros me encaminéis a donde
haya de ir.
7 Porque no quiero veros
ahora de paso, pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo
permite.
8 Pero estaré en Efeso
hasta Pentecostés;
9 porque se me ha abierto
puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios.
10 Y si llega Timoteo,
mirad que esté con vosotros con tranquilidad, porque él hace la obra del Señor
así como yo.
11 Por tanto, nadie le
tenga en poco, sino encaminadle en paz, para que venga a mí, porque le espero
con los hermanos.
12 Acerca del hermano
Apolos, mucho le rogué que fuese a vosotros con los hermanos, mas de ninguna
manera tuvo voluntad de ir por ahora; pero irá cuando tenga oportunidad.
Salutaciones finales
13 Velad, estad firmes en
la fe; portaos varonilmente, y esforzaos.
14 Todas vuestras cosas
sean hechas con amor.
15 Hermanos, ya sabéis
que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han
dedicado al servicio de los santos.
16 Os ruego que os
sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan.
17 Me regocijo con la
venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra
ausencia.
18 Porque confortaron mi
espíritu y el vuestro; reconoced, pues, a tales personas.
19 Las iglesias de Asia
os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan
mucho en el Señor.
20 Os saludan todos los
hermanos. Saludaos los unos a los otros con ósculo santo.
21 Yo, Pablo, os escribo
esta salutación de mi propia mano.
22 El que no amare al
Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.
23 La gracia del Señor
Jesucristo esté con vosotros.
24 Mi amor en Cristo Jesús
esté con todos vosotros. Amén.
2 CORINTIOS
Segunda
Epístola del Apóstol San Pablo a los
CORINTIOS
Salutación
1 Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios
que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya:
2 Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Aflicciones de Pablo
3 Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación,
4 el cual nos consuela en
todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los
que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros
somos consolados por Dios.
5 Porque de la manera que
abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo
Cristo nuestra consolación.
6 Pero si somos
atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es
para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas
aflicciones que nosotros también padecemos.
7 Y nuestra esperanza
respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las
aflicciones, también lo sois en la consolación.
8 Porque hermanos, no
queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia;
pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que
aun perdimos la esperanza de conservar la vida.
9 Pero tuvimos en nosotros
mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en
Dios que resucita a los muertos;
10 el cual nos libró, y
nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;
11 cooperando también
vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas
gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.
Por qué
Pablo pospuso su visita a Corinto
12 Porque nuestra gloria
es esta:
el testimonio de nuestra
conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana,
sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con
vosotros.
13 Porque no os escribimos
otras cosas de las que leéis, o también entendéis; y espero que hasta el fin las
entenderéis;
14 como también en parte
habéis entendido que somos vuestra gloria, así como también vosotros la nuestra,
para el día del Señor Jesús.
15 Con esta confianza
quise ir primero a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia,
16 y por vosotros pasar a
Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser encaminado por
vosotros a Judea.
17 Así que, al proponerme
esto, ¿usé quizá de ligereza? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso según la carne,
para que haya en mí Sí y No?
18 Mas, como Dios es fiel,
nuestra palabra a vosotros no es Sí y No.
19 Porque el Hijo de Dios,
Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y
Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él;
20 porque todas las
promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la
gloria de Dios.
21 Y el que nos confirma
con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios,
22 el cual también nos ha
sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
23 Mas yo invoco a Dios
por testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado
todavía a Corinto.
24 No que nos enseñoreemos
de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis
firmes.
2
CORINTIOS 2
1 Esto, pues, determiné
para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza.
2 Porque si yo os
contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo contristé?
3 Y esto mismo os escribí,
para que cuando llegue no tenga tristeza de parte de aquellos de quienes me
debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros.
4 Porque por la mucha
tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que
fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os
tengo.
Pablo
perdona al ofensor
5 Pero si alguno me ha
causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no
exagerar) a todos vosotros.
6 Le basta a tal persona
esta reprensión hecha por muchos;
7 así que, al contrario,
vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de
demasiada tristeza.
8 Por lo cual os ruego que
confirméis el amor para con él.
9 Porque también para este
fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo.
10 Y al que vosotros
perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he
perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo,
11 para que Satanás no
gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
Ansiedad de Pablo en Troas
12 Cuando llegué a Troas
para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor,
13 no tuve reposo en mi
espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos,
partí para Macedonia.
Triunfantes en Cristo
14 Mas a Dios gracias, el
cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros
manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.
15 Porque para Dios somos
grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden;
16 a éstos ciertamente
olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas
cosas, ¿quién es suficiente?
17 Pues no somos como
muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad,
como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.
Ministros del nuevo pacto
2
CORINTIOS 3
1 ¿Comenzamos otra vez a
recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas
de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?
2 Nuestras cartas sois
vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los
hombres;
3 siendo manifiesto que
sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del
corazón.
4 Y tal confianza tenemos
mediante Cristo para con Dios;
5 no que seamos
competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino
que nuestra competencia proviene de Dios,
6 el cual asimismo nos
hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu;
porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.
7 Y si el ministerio de
muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de
Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de
su rostro, la cual había de perecer,
8 ¿cómo no será más bien
con gloria el ministerio del espíritu?
9 Porque si el ministerio
de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de
justificación.
10 Porque aun lo que fue
glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más
eminente.
11 Porque si lo que perece
tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.
12 Así que, teniendo tal
esperanza, usamos de mucha franqueza;
13 y no como Moisés, que
ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista
en el fin de aquello que había de ser abolido.
14 Pero el entendimiento
de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto,
les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado.
15 Y aun hasta el día de
hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.
16 Pero cuando se
conviertan al Señor, el velo se quitará.
17 Porque el Señor es el
Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
18 Por tanto, nosotros
todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor.
2
CORINTIOS 4
1 Por lo cual, teniendo
nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no
desmayamos.
2 Antes bien renunciamos a
lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de
Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia
humana delante de Dios.
3 Pero si nuestro
evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;
4 en los cuales el dios de
este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca
la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
5 Porque no nos predicamos
a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros
siervos por amor de Jesús.
6 Porque Dios, que mandó
que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo.
Viviendo por la fe
7 Pero tenemos este
tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de
nosotros,
8 que estamos atribulados
en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;
9 perseguidos, mas no
desamparados; derribados, pero no destruidos;
10 llevando en el cuerpo
siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestros cuerpos.
11 Porque nosotros que
vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De manera que la muerte
actúa en nosotros, y en vosotros la vida.
13 Pero teniendo el mismo
espíritu de fe, conforme a lo que está escrito:
Creí, por lo cual hablé,
nosotros también creemos, por lo cual también hablamos,
14 sabiendo que el que
resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos
presentará juntamente con vosotros.
15 Porque todas estas
cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de
muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.
16 Por tanto, no
desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el
interior no obstante se renueva de día en día.
17 Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno
peso de gloria;
18 no mirando nosotros las
cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son
temporales, pero las que no se ven son eternas.
2
CORINTIOS 5
1 Porque sabemos que si
nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un
edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
2 Y por esto también
gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;
3 pues así seremos
hallados vestidos, y no desnudos.
4 Porque asimismo los que
estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser
desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Mas el que nos hizo para
esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.
6 Así que vivimos
confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos
ausentes del Señor 7 (porque por fe andamos, no por vista);
8 pero confiamos, y más
quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.
9 Por tanto procuramos
también, o ausentes o presentes, serle agradables.
10 Porque es necesario que
todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea
malo.
El
ministerio de la reconciliación
11 Conociendo, pues, el
temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que
somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.
12 No nos recomendamos,
pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para
que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el
corazón.
13 Porque si estamos
locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros.
14 Porque el amor de
Cristo nos constriñe, pensando esto:
que si uno murió por
todos, luego todos murieron;
15 y por todos murió, para
que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por
ellos.
16 De manera que nosotros
de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo
conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
17 De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas.
18 Y todo esto proviene de
Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de
la reconciliación;
19 que Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
20 Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo:
Reconciliaos con Dios.
21 Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él.
2
CORINTIOS 6
1 Así, pues, nosotros,
como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la
gracia de Dios.
2 Porque dice:
En tiempo aceptable te he
oído,
Y en día de salvación te
he socorrido.
He aquí ahora el tiempo
aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
3 No damos a nadie ninguna
ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado;
4 antes bien, nos
recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en
tribulaciones, en necesidades, en angustias;
5 en azotes, en cárceles,
en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos;
6 en pureza, en ciencia,
en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero,
7 en palabra de verdad, en
poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;
8 por honra y por
deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces;
9 como desconocidos, pero
bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no
muertos;
10 como entristecidos, mas
siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada,
mas poseyéndolo todo.
11 Nuestra boca se ha
abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado.
12 No estáis estrechos en
nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón.
13 Pues, para corresponder
del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros.
Somos
templo del Dios viviente
14 No os unáis en yugo
desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la
injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
15 ¿Y qué concordia Cristo
con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
16 ¿Y qué acuerdo hay
entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios
viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre
ellos,
Y seré su Dios,
Y ellos serán mi pueblo.
17 Por lo cual,
Salid de en medio de
ellos, y apartaos, dice el Señor,
Y no toquéis lo inmundo;
Y yo os recibiré,
18 Y seré para vosotros
por Padre,
Y vosotros me seréis hijos
e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
2
CORINTIOS 7
1 Así que, amados, puesto
que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de
espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
Regocijo de Pablo al arrepentirse los corintios
2 Admitidnos:
a nadie hemos agraviado,
a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.
3 No lo digo para
condenaros; pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir y
para vivir juntamente.
4 Mucha franqueza tengo
con vosotros; mucho me glorío con respecto de vosotros; lleno estoy de
consolación; sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
5 Porque de cierto,
cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo
fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores.
6 Pero Dios, que consuela
a los humildes, nos consoló con la venida de Tito;
7 y no sólo con su venida,
sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a
vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra
solicitud por mí, de manera que me regocijé aun más.
8 Porque aunque os
contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que
aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó.
9 Ahora me gozo, no porque
hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para
arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna
pérdida padecieseis por nuestra parte.
10 Porque la tristeza que
es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que
arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
11 Porque he aquí, esto
mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en
vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué
celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.
12 Así que, aunque os
escribí, no fue por causa del que cometió el agravio, ni por causa del que lo
padeció, sino para que se os hiciese manifiesta nuestra solicitud que tenemos
por vosotros delante de Dios.
13 Por esto hemos sido
consolados en vuestra consolación; pero mucho más nos gozamos por el gozo de
Tito, que haya sido confortado su espíritu por todos vosotros.
14 Pues si de algo me he
gloriado con él respecto de vosotros, no he sido avergonzado, sino que así como
en todo os hemos hablado con verdad, también nuestro gloriarnos con Tito resultó
verdad.
15 Y su cariño para con
vosotros es aun más abundante, cuando se acuerda de la obediencia de todos
vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor.
16 Me gozo de que en todo
tengo confianza en vosotros.
La
ofrenda para los santos
2
CORINTIOS 8
1 Asimismo, hermanos, os
hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia;
2 que en grande prueba de
tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en
riquezas de su generosidad.
3 Pues doy testimonio de
que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas,
4 pidiéndonos con muchos
ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para
los santos.
5 Y no como lo
esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a
nosotros por la voluntad de Dios;
6 de manera que exhortamos
a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros
esta obra de gracia.
7 Por tanto, como en todo
abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor
para con nosotros, abundad también en esta gracia.
8 No hablo como quien
manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la
sinceridad del amor vuestro.
9 Porque ya conocéis la
gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre,
siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
10 Y en esto doy mi
consejo; porque esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes, no sólo a
hacerlo, sino también a quererlo, desde el año pasado.
11 Ahora, pues, llevad
también a cabo el hacerlo, para que como estuvisteis prontos a querer, así
también lo estéis en cumplir conforme a lo que tengáis.
12 Porque si primero hay
la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no
tiene.
13 Porque no digo esto
para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez,
14 sino para que en este
tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que
también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya
igualdad,
15 como está escrito:
El que recogió mucho, no
tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.
16 Pero gracias a Dios
que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros.
17 Pues a la verdad
recibió la exhortación; pero estando también muy solícito, por su propia
voluntad partió para ir a vosotros.
18 Y enviamos juntamente
con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias;
19 y no sólo esto, sino
que también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra
peregrinación para llevar este donativo, que es administrado por nosotros para
gloria del Señor mismo, y para demostrar vuestra buena voluntad;
20 evitando que nadie nos
censure en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos,
21 procurando hacer las
cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los
hombres.
22 Enviamos también con
ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en
muchas cosas, y ahora mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en
vosotros.
23 En cuanto a Tito, es mi
compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son
mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo.
24 Mostrad, pues, para con
ellos ante las iglesias la prueba de vuestro amor, y de nuestro gloriarnos
respecto de vosotros.
2
CORINTIOS 9
1 Cuanto a la
ministración para los santos, es por demás que yo os escriba;
2 pues conozco vuestra
buena voluntad, de la cual yo me glorío entre los de Macedonia, que Acaya está
preparada desde el año pasado; y vuestro celo ha estimulado a la mayoría.
3 Pero he enviado a los
hermanos, para que nuestro gloriarnos de vosotros no sea vano en esta parte;
para que como lo he dicho, estéis preparados;
4 no sea que si vinieren
conmigo algunos macedonios, y os hallaren desprevenidos, nos avergoncemos
nosotros, por no decir vosotros, de esta nuestra confianza.
5 Por tanto, tuve por
necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen
primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de
generosidad, y no como de exigencia nuestra.
6 Pero esto digo:
El que siembra
escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente también segará.
7 Cada uno dé como propuso
en su corazón:
no con tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
8 Y poderoso es Dios para
hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en
todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
9 como está escrito:
Repartió, dio a los
pobres;
Su justicia permanece para
siempre.
10 Y el que da semilla al
que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y
aumentará los frutos de vuestra justicia,
11 para que estéis
enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de
nosotros acción de gracias a Dios.
12 Porque la ministración
de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también
abunda en muchas acciones de gracias a Dios;
13 pues por la experiencia
de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al
evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y
para todos;
14 asimismo en la oración
de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de
Dios en vosotros.
15 ¡Gracias a Dios por su
don inefable!
Pablo
defiende su ministerio
2
CORINTIOS 10
1 Yo Pablo os ruego por
la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy
humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros;
2 ruego, pues, que cuando
esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a
proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según
la carne.
3 Pues aunque andamos en
la carne, no militamos según la carne;
4 porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas,
5 derribando argumentos y
toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo
todo pensamiento a la obediencia a Cristo,
6 y estando prontos para
castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.
7 Miráis las cosas según
la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto
también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros
somos de Cristo.
8 Porque aunque me gloríe
algo más todavía de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación
y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré;
9 para que no parezca como
que os quiero amedrentar por cartas.
10 Porque a la verdad,
dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la
palabra menospreciable.
11 Esto tenga en cuenta
tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo
seremos también en hechos, estando presentes.
12 Porque no nos atrevemos
a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos,
midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son
juiciosos.
13 Pero nosotros no nos
gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por
medida, para llegar también hasta vosotros.
14 Porque no nos hemos
extralimitado, como si no llegásemos hasta vosotros, pues fuimos los primeros en
llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo.
15 No nos gloriamos
desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme crezca
vuestra fe seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra regla;
16 y que anunciaremos el
evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro
para gloriarnos en lo que ya estaba preparado.
17 Mas el que se gloría,
gloríese en el Señor;
18 porque no es aprobado
el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.
2
CORINTIOS 11
1 ¡Ojalá me toleraseis un
poco de locura! Sí, toleradme.
2 Porque os celo con celo
de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una
virgen pura a Cristo.
3 Pero temo que como la
serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera
extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.
4 Porque si viene alguno
predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro
espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis
aceptado, bien lo toleráis;
5 y pienso que en nada he
sido inferior a aquellos grandes apóstoles.
6 Pues aunque sea tosco en
la palabra, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos
demostrado.
7 ¿Pequé yo humillándome a
mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por cuanto os he predicado el
evangelio de Dios de balde?
8 He despojado a otras
iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros.
9 Y cuando estaba entre
vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo
suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me
guardaré de seros gravoso.
10 Por la verdad de Cristo
que está en mí, que no se me impedirá esta mi gloria en las regiones de Acaya.
11 ¿Por qué? ¿Porque no os
amo? Dios lo sabe.
12 Mas lo que hago, lo
haré aún, para quitar la ocasión a aquellos que la desean, a fin de que en
aquello en que se glorían, sean hallados semejantes a nosotros.
13 Porque éstos son falsos
apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo.
14 Y no es maravilla,
porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.
15 Así que, no es extraño
si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será
conforme a sus obras.
Sufrimientos de Pablo como apóstol
16 Otra vez digo:
Que nadie me tenga por
loco; o de otra manera, recibidme como a loco, para que yo también me gloríe un
poquito.
17 Lo que hablo, no lo
hablo según el Señor, sino como en locura, con esta confianza de gloriarme.
18 Puesto que muchos se
glorían según la carne, también yo me gloriaré;
19 porque de buena gana
toleráis a los necios, siendo vosotros cuerdos.
20 Pues toleráis si alguno
os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se
enaltece, si alguno os da de bofetadas.
21 Para vergüenza mía lo
digo, para eso fuimos demasiado débiles.
Pero en lo que otro tenga
osadía (hablo con locura), también yo tengo osadía.
22 ¿Son hebreos? Yo
también. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? También yo.
23 ¿Son ministros de
Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en
azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces.
24 De los judíos cinco
veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
25 Tres veces he sido
azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una
noche y un día he estado como náufrago en alta mar;
26 en caminos muchas
veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación,
peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto,
peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;
27 en trabajo y fatiga, en
muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;
28 y además de otras
cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las
iglesias.
29 ¿Quién enferma, y yo no
enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?
30 Si es necesario
gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.
31 El Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.
32 En Damasco, el
gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos
para prenderme;
33 y fui descolgado del
muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos.
El
aguijón en la carne
2
CORINTIOS 12
1 Ciertamente no me
conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor.
2 Conozco a un hombre en
Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo,
no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.
3 Y conozco al tal hombre
(si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe),
4 que fue arrebatado al
paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.
5 De tal hombre me
gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades.
6 Sin embargo, si quisiera
gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que
nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí.
7 Y para que la grandeza
de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi
carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca
sobremanera;
8 respecto a lo cual tres
veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.
9 Y me ha dicho:
Bástate mi gracia; porque
mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré
más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
10 Por lo cual, por amor a
Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
11 Me he hecho un necio
al gloriarme; vosotros me obligasteis a ello, pues yo debía ser alabado por
vosotros; porque en nada he sido menos que aquellos grandes apóstoles, aunque
nada soy.
12 Con todo, las señales
de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales,
prodigios y milagros.
13 Porque ¿en qué habéis
sido menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga?
¡Perdonadme este agravio!
Pablo
anuncia su tercera visita
14 He aquí, por tercera
vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo
vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino
los padres para los hijos.
15 Y yo con el mayor
placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras
almas, aunque amándoos más, sea amado menos.
16 Pero admitiendo esto,
que yo no os he sido carga, sino que como soy astuto, os prendí por engaño,
17 ¿acaso os he engañado
por alguno de los que he enviado a vosotros?
18 Rogué a Tito, y envié
con él al hermano. ¿Os engañó acaso Tito? ¿No hemos procedido con el mismo
espíritu y en las mismas pisadas?
19 ¿Pensáis aún que nos
disculpamos con vosotros? Delante de Dios en Cristo hablamos; y todo, muy
amados, para vuestra edificación.
20 Pues me temo que cuando
llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no
queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones,
maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes;
21 que cuando vuelva, me
humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que
antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y
lascivia que han cometido.
2
CORINTIOS 13
1 Esta es la tercera vez
que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto.
2 He dicho antes, y ahora
digo otra vez como si estuviera presente, y ahora ausente lo escribo a los que
antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no seré indulgente;
3 pues buscáis una prueba
de que habla Cristo en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es
poderoso en vosotros.
4 Porque aunque fue
crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos
débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.
5 Examinaos a vosotros
mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a
vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?
6 Mas espero que
conoceréis que nosotros no estamos reprobados.
7 Y oramos a Dios que
ninguna cosa mala hagáis; no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino para
que vosotros hagáis lo bueno, aunque nosotros seamos como reprobados.
8 Porque nada podemos
contra la verdad, sino por la verdad.
9 Por lo cual nos gozamos
de que seamos nosotros débiles, y que vosotros estéis fuertes; y aun oramos por
vuestra perfección.
10 Por esto os escribo
estando ausente, para no usar de severidad cuando esté presente, conforme a la
autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción.
Saludos
y doxología final
11 Por lo demás,
hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid
en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.
12 Saludaos unos a otros
con ósculo santo.
13 Todos los santos os
saludan.
14 La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros. Amén.
GÁLATAS
La
Epístola del Apóstol San Pablo a los
GÁLATAS
Salutación
GÁLATAS 1
1 Pablo, apóstol (no de
hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó
de los muertos),
2 y todos los hermanos que
están conmigo, a las iglesias de Galacia:
3 Gracia y paz sean a
vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo,
4 el cual se dio a sí
mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la
voluntad de nuestro Dios y Padre,
5 a quien sea la gloria
por los siglos de los siglos. Amén.
No hay
otro evangelio
6 Estoy maravillado de
que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para
seguir un evangelio diferente.
7 No que haya otro, sino
que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.
8 Mas si aun nosotros, o
un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos
anunciado, sea anatema.
9 Como antes hemos dicho,
también ahora lo repito:
Si alguno os predica
diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
10 Pues, ¿busco ahora el
favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si
todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
El
ministerio de Pablo
11 Mas os hago saber,
hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre;
12 pues yo ni lo recibí ni
lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
13 Porque ya habéis oído
acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a
la iglesia de Dios, y la asolaba;
14 y en el judaísmo
aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso
de las tradiciones de mis padres.
15 Pero cuando agradó a
Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
16 revelar a su Hijo en
mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con
carne y sangre,
17 ni subí a Jerusalén a
los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a
Damasco.
18 Después, pasados tres
años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días;
19 pero no vi a ningún
otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.
20 En esto que os escribo,
he aquí delante de Dios que no miento.
21 Después fui a las
regiones de Siria y de Cilicia,
22 y no era conocido de
vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo;
23 solamente oían decir:
Aquel que en otro tiempo
nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba.
24 Y glorificaban a Dios
en mí.
GÁLATAS 2
1 Después, pasados
catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a
Tito.
2 Pero subí según una
revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los
que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles.
3 Mas ni aun Tito, que
estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse;
4 y esto a pesar de los
falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra
libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud,
5 a los cuales ni por un
momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese
con vosotros.
6 Pero de los que tenían
reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios
no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me
comunicaron.
7 Antes por el contrario,
como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión,
como a Pedro el de la circuncisión 8 (pues el que actuó en Pedro para el
apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles),
9 y reconociendo la gracia
que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como
columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para
que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.
10 Solamente nos pidieron
que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer.
Pablo
reprende a Pedro en Antioquía
11 Pero cuando Pedro vino
a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.
12 Pues antes que viniesen
algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron,
se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.
13 Y en su simulación
participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también
arrastrado por la hipocresía de ellos.
14 Pero cuando vi que no
andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de
todos:
Si tú, siendo judío,
vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a
judaizar?
15 Nosotros, judíos de
nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,
16 sabiendo que el hombre
no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo,
nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de
Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie
será justificado.
17 Y si buscando ser
justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso
Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
18 Porque si las cosas que
destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
19 Porque yo por la ley
soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
20 Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó
a sí mismo por mí.
21 No desecho la gracia de
Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.
El
Espíritu se recibe por la fe
GÁLATAS 3
1 ¡Oh gálatas insensatos!
¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos
Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?
2 Esto solo quiero saber
de vosotros:
¿Recibisteis el Espíritu
por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3 ¿Tan necios sois?
¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
4 ¿Tantas cosas habéis
padecido en vano? si es que realmente fue en vano.
5 Aquel, pues, que os
suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras
de la ley, o por el oír con fe?
El
pacto de Dios con Abraham
6 Así Abraham creyó a
Dios, y le fue contado por justicia.
7 Sabed, por tanto, que
los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.
8 Y la Escritura,
previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano
la buena nueva a Abraham, diciendo:
En ti serán benditas
todas las naciones.
9 De modo que los de la fe
son bendecidos con el creyente Abraham.
10 Porque todos los que
dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está:
Maldito todo aquel que no
permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
11 Y que por la ley
ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque:
El justo por la fe
vivirá;
12 y la ley no es de fe,
sino que dice:
El que hiciere estas
cosas vivirá por ellas.
13 Cristo nos redimió de
la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito:
Maldito todo el que es
colgado en un madero),
14 para que en Cristo
Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe
recibiésemos la promesa del Espíritu.
15 Hermanos, hablo en
términos humanos:
Un pacto, aunque sea de
hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.
16 Ahora bien, a Abraham
fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice:
Y a las simientes, como
si hablase de muchos, sino como de uno:
Y a tu simiente, la cual
es Cristo.
17 Esto, pues, digo:
El pacto previamente
ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años
después, no lo abroga, para invalidar la promesa.
18 Porque si la herencia
es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante
la promesa.
El
propósito de la ley
19 Entonces, ¿para qué
sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la
simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en
mano de un mediador.
20 Y el mediador no lo es
de uno solo; pero Dios es uno.
21 ¿Luego la ley es
contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada
pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.
22 Mas la Escritura lo
encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo
fuese dada a los creyentes.
23 Pero antes que viniese
la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a
ser revelada.
24 De manera que la ley ha
sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados
por la fe.
25 Pero venida la fe, ya
no estamos bajo ayo,
26 pues todos sois hijos
de Dios por la fe en Cristo Jesús;
27 porque todos los que
habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
28 Ya no hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si vosotros sois de
Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.
GÁLATAS 4
1 Pero también digo:
Entre tanto que el
heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;
2 sino que está bajo
tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.
3 Así también nosotros,
cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.
4 Pero cuando vino el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la
ley,
5 para que redimiese a los
que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
6 Y por cuanto sois hijos,
Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama:
¡Abba, Padre! 7 Así que
ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de
Cristo.
Exhortación contra el volver a la esclavitud
8 Ciertamente, en otro
tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;
9 mas ahora, conociendo a
Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a
los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?
10 Guardáis los días, los
meses, los tiempos y los años.
11 Me temo de vosotros,
que haya trabajado en vano con vosotros.
12 Os ruego, hermanos,
que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros. Ningún agravio
me habéis hecho.
13 Pues vosotros sabéis
que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio;
14 y no me despreciasteis
ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis
como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde, pues, está esa
satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis
podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.
16 ¿Me he hecho, pues,
vuestro enemigo, por deciros la verdad?
17 Tienen celo por
vosotros, pero no para bien, sino que quieren apartaros de nosotros para que
vosotros tengáis celo por ellos.
18 Bueno es mostrar celo
en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros.
19 Hijitos míos, por
quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en
vosotros,
20 quisiera estar con
vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a
vosotros.
Alegoría de Sara y Agar
21 Decidme, los que
queréis estar bajo la ley:
¿no habéis oído la ley?
22 Porque está escrito que
Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.
23 Pero el de la esclava
nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.
24 Lo cual es una
alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte
Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.
25 Porque Agar es el monte
Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus
hijos, está en esclavitud.
26 Mas la Jerusalén de
arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
27 Porque está escrito:
Regocíjate, oh estéril, tú
que no das a luz;
Prorrumpe en júbilo y
clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos
de las desolada, que de la que tiene marido.
28 Así que, hermanos,
nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.
29 Pero como entonces el
que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu,
así también ahora.
30 Mas ¿qué dice la
Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la
esclava con el hijo de la libre.
31 De manera, hermanos,
que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Estad
firmes en la libertad
GÁLATAS 5
1 Estad, pues, firmes en
la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo
de esclavitud.
2 He aquí, yo Pablo os
digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
3 Y otra vez testifico a
todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley.
4 De Cristo os
desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
5 Pues nosotros por el
Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;
6 porque en Cristo Jesús
ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el
amor.
7 Vosotros corríais bien;
¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?
8 Esta persuasión no
procede de aquel que os llama.
9 Un poco de levadura
leuda toda la masa.
10 Yo confío respecto de
vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba
llevará la sentencia, quienquiera que sea.
11 Y yo, hermanos, si aún
predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha
quitado el tropiezo de la cruz.
12 ¡Ojalá se mutilasen los
que os perturban!
13 Porque vosotros,
hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como
ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
14 Porque toda la ley en
esta sola palabra se cumple:
Amarás a tu prójimo como
a ti mismo.
15 Pero si os mordéis y os
coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.
Las
obras de la carne y el fruto del Espíritu
16 Digo, pues:
Andad en el Espíritu, y
no satisfagáis los deseos de la carne.
17 Porque el deseo de la
carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
18 Pero si sois guiados
por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
19 Y manifiestas son las
obras de la carne, que son:
adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os
amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios.
22 Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.
24 Pero los que son de
Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25 Si vivimos por el
Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26 No nos hagamos
vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
GÁLATAS 6
1 Hermanos, si alguno
fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle
con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también
seas tentado.
2 Sobrellevad los unos las
cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
3 Porque el que se cree
ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.
4 Así que, cada uno someta
a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de
sí mismo, y no en otro;
5 porque cada uno llevará
su propia carga.
6 El que es enseñado en
la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.
7 No os engañéis; Dios no
puede ser burlado:
pues todo lo que el
hombre sembrare, eso también segará.
8 Porque el que siembra
para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el
Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
9 No nos cansemos, pues,
de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
10 Así que, según tengamos
oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Pablo
se gloría en la cruz de Cristo
11 Mirad con cuán grandes
letras os escribo de mi propia mano.
12 Todos los que quieren
agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no
padecer persecución a causa de la cruz de Cristo.
13 Porque ni aun los
mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os
circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne.
14 Pero lejos esté de mí
gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es
crucificado a mí, y yo al mundo.
15 Porque en Cristo Jesús
ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.
16 Y a todos los que anden
conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.
17 De aquí en adelante
nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor
Jesús.
Bendición final
18 Hermanos, la gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
EFESIOS 1
La
Epístola del Apóstol San Pablo a los
EFESIOS
Salutación
1 Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que
están en Efeso:
2 Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Bendiciones espirituales en Cristo
3 Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo,
4 según nos escogió en él
antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante
de él,
5 en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad,
6 para alabanza de la
gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
7 en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
8 que hizo sobreabundar
para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
9 dándonos a conocer el
misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si
mismo,
10 de reunir todas las
cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que
están en los cielos, como las que están en la tierra.
11 En él asimismo tuvimos
herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas
las cosas según el designio de su voluntad,
12 a fin de que seamos
para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
13 En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14 que es las arras de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de
su gloria.
El
espíritu de sabiduría y de revelación
15 Por esta causa también
yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con
todos los santos,
16 no ceso de dar gracias
por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
17 para que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de
revelación en el conocimiento de él,
18 alumbrando los ojos de
vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha
llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
19 y cuál la supereminente
grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del
poder de su fuerza,
20 la cual operó en
Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales,
21 sobre todo principado y
autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este
siglo, sino también en el venidero;
22 y sometió todas las
cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
23 la cual es su cuerpo,
la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Salvos
por gracia
EFESIOS 2
1 Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia,
3 entre los cuales también
todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo
la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de
ira, lo mismo que los demás.
4 Pero Dios, que es rico
en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
5 aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
6 y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús,
7 para mostrar en los
siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que
nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.
Reconciliación por medio de la cruz
11 Por tanto, acordaos de
que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados
incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.
12 En aquel tiempo
estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos
de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Pero ahora en Cristo
Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos
por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra
paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de
separación,
15 aboliendo en su carne
las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear
en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
16 y mediante la cruz
reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
17 Y vino y anunció las
buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;
18 porque por medio de él
los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
19 Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la
familia de Dios,
20 edificados sobre el
fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo,
21 en quien todo el
edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
22 en quien vosotros
también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.
Ministerio de Pablo a los gentiles
EFESIOS 3
1 Por esta causa yo
Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles;
2 si es que habéis oído de
la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros;
3 que por revelación me
fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente,
4 leyendo lo cual podéis
entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo,
5 misterio que en otras
generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es
revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu:
6 que los gentiles son
coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo
Jesús por medio del evangelio,
7 del cual yo fui hecho
ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación
de su poder.
8 A mí, que soy menos que
el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre
los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,
9 y de aclarar a todos
cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que
creó todas las cosas;
10 para que la multiforme
sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los
principados y potestades en los lugares celestiales,
11 conforme al propósito
eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,
12 en quien tenemos
seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;
13 por lo cual pido que no
desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra
gloria.
El amor
que excede a todo conocimiento
14 Por esta causa doblo
mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
15 de quien toma nombre
toda familia en los cielos y en la tierra,
16 para que os dé,
conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre
interior por su Espíritu;
17 para que habite Cristo
por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
18 seáis plenamente
capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura,
19 y de conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la
plenitud de Dios.
20 Y a Aquel que es
poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
21 a él sea gloria en la
iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.
Amén.
La
unidad del Espíritu
EFESIOS 4
1 Yo pues, preso en el
Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis
llamados,
2 con toda humildad y
mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,
3 solícitos en guardar la
unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
4 un cuerpo, y un
Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra
vocación;
5 un Señor, una fe, un
bautismo,
6 un Dios y Padre de
todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
7 Pero a cada uno de
nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
8 Por lo cual dice:
Subiendo a lo alto, llevó
cautiva la cautividad,
Y dio dones a los hombres.
9 Y eso de que subió, ¿qué
es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la
tierra?
10 El que descendió, es el
mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
11 Y él mismo constituyó a
unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros,
12 a fin de perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo,
13 hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos
niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error,
15 sino que siguiendo la
verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el
cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor.
La
nueva vida en Cristo
17 Esto, pues, digo y
requiero en el Señor:
que ya no andéis como los
otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
18 teniendo el
entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en
ellos hay, por la dureza de su corazón;
19 los cuales, después que
perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez
toda clase de impureza.
20 Mas vosotros no habéis
aprendido asía Cristo,
21 si en verdad le habéis
oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
22 En cuanto a la pasada
manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los
deseos engañosos,
23 y renovaos en el
espíritu de vuestra mente,
24 y vestíos del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
25 Por lo cual,
desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos
miembros los unos de los otros.
26 Airaos, pero no
pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27 ni deis lugar al
diablo.
28 El que hurtaba, no
hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga
qué compartir con el que padece necesidad.
29 Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al
Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención.
31 Quítense de vosotros
toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos
con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo.
Andad
como hijos de luz
EFESIOS 5
1 Sed, pues, imitadores
de Dios como hijos amados.
2 Y andad en amor, como
también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y
sacrificio a Dios en olor fragante.
3 Pero fornicación y toda
inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;
4 ni palabras deshonestas,
ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de
gracias.
5 Porque sabéis esto, que
ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el
reino de Cristo y de Dios.
6 Nadie os engañe con
palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia.
7 No seáis, pues,
partícipes con ellos.
8 Porque en otro tiempo
erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz 9
(porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad),
10 comprobando lo que es
agradable al Señor.
11 Y no participéis en las
obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas;
12 porque vergonzoso es
aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.
13 Mas todas las cosas,
cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la
luz es lo que manifiesta todo.
14 Por lo cual dice:
Despiértate, tú que
duermes,
Y levántate de los
muertos,
Y te alumbrará Cristo.
15 Mirad, pues, con
diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,
16 aprovechando bien el
tiempo, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis
insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
18 No os embriaguéis con
vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,
19 hablando entre vosotros
con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en
vuestros corazones;
20 dando siempre gracias
por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Someteos los unos a los otros
21 Someteos unos a otros
en el temor de Dios.
22 Las casadas estén
sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
23 porque el marido es
cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su
cuerpo, y él es su Salvador.
24 Así que, como la
iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en
todo.
25 Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella,
26 para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
27 a fin de presentársela
a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
28 Así también los maridos
deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí
mismo se ama.
29 Porque nadie aborreció
jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a
la iglesia,
30 porque somos miembros
de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
31 Por esto dejará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola
carne.
32 Grande es este
misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
33 Por lo demás, cada uno
de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su
marido.
EFESIOS 6
1 Hijos, obedeced en el
Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
2 Honra a tu padre y a tu
madre, que es el primer mandamiento con promesa;
3 para que te vaya bien, y
seas de larga vida sobre la tierra.
4 Y vosotros, padres, no
provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación
del Señor.
5 Siervos, obedeced a
vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón,
como a Cristo;
6 no sirviendo al ojo,
como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de
corazón haciendo la voluntad de Dios;
7 sirviendo de buena
voluntad, como al Señor y no a los hombres,
8 sabiendo que el bien que
cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.
9 Y vosotros, amos, haced
con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y
vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.
La
armadura de Dios
10 Por lo demás, hermanos
míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11 Vestíos de toda la
armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda
la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado
todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes,
ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con
el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el
escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo
con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos;
19 y por mí, a fin de que
al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio
del evangelio,
20 por el cual soy
embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
Salutaciones finales
21 Para que también
vosotros sepáis mis asuntos, y lo que hago, todo os lo hará saber Tíquico,
hermano amado y fiel ministro en el Señor,
22 el cual envié a
vosotros para esto mismo, para que sepáis lo tocante a nosotros, y que consuele
vuestros corazones.
23 Paz sea a los
hermanos, y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
24 La gracia sea con todos
los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.
FILIPENSES
La Epístola del Apóstol
San Pablo a los
FILIPENSES
Salutación
FILIPENSES 1
1 Pablo y Timoteo,
siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos,
con los obispos y diáconos:
2 Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Oración
de Pablo por los creyentes
3 Doy gracias a mi Dios
siempre que me acuerdo de vosotros,
4 siempre en todas mis
oraciones rogando con gozo por todos vosotros,
5 por vuestra comunión en
el evangelio, desde el primer día hasta ahora;
6 estando persuadido de
esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el
día de Jesucristo;
7 como me es justo sentir
esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y
en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes
conmigo de la gracia.
8 Porque Dios me es
testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo.
9 Y esto pido en oración,
que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento,
10 para que aprobéis lo
mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,
11 llenos de frutos de
justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
Para mí
el vivir es Cristo
12 Quiero que sepáis,
hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el
progreso del evangelio,
13 de tal manera que mis
prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los
demás.
14 Y la mayoría de los
hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a
hablar la palabra sin temor.
15 Algunos, a la verdad,
predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad.
16 Los unos anuncian a
Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis
prisiones;
17 pero los otros por
amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.
18 ¿Qué, pues? Que no
obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y
en esto me gozo, y me gozaré aún.
19 Porque sé que por
vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará
en mi liberación,
20 conforme a mi anhelo y
esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como
siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por
muerte.
21 Porque para mí el vivir
es Cristo, y el morir es ganancia.
22 Mas si el vivir en la
carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger.
23 Porque de ambas cosas
estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual
es muchísimo mejor;
24 pero quedar en la carne
es más necesario por causa de vosotros.
25 Y confiado en esto, sé
que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y
gozo de la fe,
26 para que abunde vuestra
gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros.
27 Solamente que os
comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a
veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo
espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,
28 y en nada intimidados
por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas
para vosotros de salvación; y esto de Dios.
29 Porque a vosotros os es
concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que
padezcáis por él,
30 teniendo el mismo
conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.
Humillación y exaltación de Cristo
FILIPENSES 2
1 Por tanto, si hay
alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del
Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
2 completad mi gozo,
sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
3 Nada hagáis por
contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a él mismo;
4 no mirando cada uno por
lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
5 Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma
de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también
le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y
debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Luminares en el mundo
12 Por tanto, amados
míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino
mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor,
13 porque Dios es el que
en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
14 Haced todo sin
murmuraciones y contiendas,
15 para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el
mundo;
16 asidos de la palabra de
vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en
vano, ni en vano he trabajado.
17 Y aunque sea derramado
en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con
todos vosotros.
18 Y asimismo gozaos y
regocijaos también vosotros conmigo.
Timoteo
y Epafrodito
19 Espero en el Señor
Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber
de vuestro estado;
20 pues a ninguno tengo
del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros.
21 Porque todos buscan lo
suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.
22 Pero ya conocéis los
méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio.
23 Así que a éste espero
enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos;
24 y confío en el Señor
que yo también iré pronto a vosotros.
25 Mas tuve por necesario
enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro
mensajero, y ministrador de mis necesidades;
26 porque él tenía gran
deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído
que había enfermado.
27 Pues en verdad estuvo
enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de
él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.
28 Así que le envío con
mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos
tristeza.
29 Recibidle, pues, en el
Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él;
30 porque por la obra de
Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba
en vuestro servicio por mí.
Prosigo
al blanco
FILIPENSES 3
1 Por lo demás, hermanos,
gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para
vosotros es seguro.
2 Guardaos de los perros,
guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo.
3 Porque nosotros somos la
circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo
Jesús, no teniendo confianza en la carne.
4 Aunque yo tengo también
de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la
carne, yo más:
5 circuncidado al octavo
día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto
a la ley, fariseo;
6 en cuanto a celo,
perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley,
irreprensible.
7 Pero cuantas cosas eran
para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
8 Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no
teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
10 a fin de conocerle, y
el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a
ser semejante a él en su muerte,
11 si en alguna manera
llegase a la resurrección de entre los muertos.
12 No que lo haya
alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir
aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
13 Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15 Así que, todos los que
somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo
revelará Dios.
16 Pero en aquello a que
hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.
17 Hermanos, sed
imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis
en nosotros.
18 Porque por ahí andan
muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que
son enemigos de la cruz de Cristo;
19 el fin de los cuales
será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo
piensan en lo terrenal.
20 Mas nuestra ciudadanía
está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
21 el cual transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria
suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Regocijaos en el Señor siempre
FILIPENSES 4
1 Así que, hermanos míos
amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.
2 Ruego a Evodia y a
Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor.
3 Asimismo te ruego
también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente
conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos,
cuyos nombres están en el libro de la vida.
4 Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos! 5 Vuestra
gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
6 Por nada estéis
afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias.
7 Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús.
En esto
pensad
8 Por lo demás, hermanos,
todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad.
9 Lo que aprendisteis y
recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con
vosotros.
Dádivas de los filipenses
10 En gran manera me gocé
en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual
también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.
11 No lo digo porque tenga
escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.
12 Sé vivir humildemente,
y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado
como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.
13 Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece.
14 Sin embargo, bien
hicisteis en participar conmigo en mi tribulación.
15 Y sabéis también
vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio,
cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y
recibir, sino vosotros solos;
16 pues aun a Tesalónica
me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.
17 No es que busque
dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.
18 Pero todo lo he
recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo
que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.
19 Mi Dios, pues, suplirá
todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
20 Al Dios y Padre nuestro
sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Salutaciones finales
21 Saludad a todos los
santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan.
22 Todos los santos os
saludan, y especialmente los de la casa de César.
23 La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
COLOSENSES
La
Epístola del Apóstol San Pablo a los
COLOSENSES
Salutación
COLOSENSES 1
1 Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo,
2 a los santos y fieles
hermanos en Cristo que están en Colosas:
Gracia y paz sean a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Pablo
pide que Dios les conceda sabiduría espiritual
3 Siempre orando por
vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
4 habiendo oído de vuestra
fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos,
5 a causa de la esperanza
que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra
verdadera del evangelio,
6 que ha llegado hasta
vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros,
desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad,
7 como lo habéis aprendido
de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para
vosotros,
8 quien también nos ha
declarado vuestro amor en el Espíritu.
9 Por lo cual también
nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir
que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e
inteligencia espiritual,
10 para que andéis como es
digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios;
11 fortalecidos con todo
poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;
12 con gozo dando gracias
al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
13 el cual nos ha librado
de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
14 en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados.
Reconciliación por medio de la muerte de Cristo
15 El es la imagen del
Dios invisible, el primogénito de toda creación.
16 Porque en él fueron
creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
17 Y él es antes de todas
las cosas, y todas las cosas en él subsisten;
18 y él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los
muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
19 por cuanto agradó al
Padre que en él habitase toda plenitud,
20 y por medio de él
reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que
están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
21 Y a vosotros también,
que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas
obras, ahora os ha reconciliado 22 en su cuerpo de carne, por medio de la
muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;
23 si en verdad
permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del
evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está
debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.
Ministerio de Pablo a los gentiles
24 Ahora me gozo en lo
que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones
de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia;
25 de la cual fui hecho
ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros,
para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios,
26 el misterio que había
estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a
sus santos,
27 a quienes Dios quiso
dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que
es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
28 a quien anunciamos,
amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de
presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
29 para lo cual también
trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.
COLOSENSES 2
1 Porque quiero que
sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y
por todos los que nunca han visto mi rostro;
2 para que sean consolados
sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno
entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
3 en quien están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
4 Y esto lo digo para que
nadie os engañe con palabras persuasivas.
5 Porque aunque estoy
ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y
mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
6 Por tanto, de la manera
que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él;
7 arraigados y
sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados,
abundando en acciones de gracias.
Plenitud de vida en Cristo
8 Mirad que nadie os
engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los
hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
9 Porque en él habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
10 y vosotros estáis
completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.
11 En él también fuisteis
circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo
pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;
12 sepultados con él en el
bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el
poder de Dios que le levantó de los muertos.
13 Y a vosotros, estando
muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,
14 anulando el acta de los
decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en
medio y clavándola en la cruz,
15 y despojando a los
principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos
en la cruz.
16 Por tanto, nadie os
juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de
reposo,
17 todo lo cual es sombra
de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
18 Nadie os prive de
vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo
que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,
19 y no asiéndose de la
Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las
coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.
20 Pues si habéis muerto
con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en
el mundo, os sometéis a preceptos 21 tales como:
No manejes, ni gustes, ni
aun toques 22 (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que
todas se destruyen con el uso?
23 Tales cosas tienen a la
verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro
trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.
COLOSENSES 3
1 Si, pues, habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a
la diestra de Dios.
2 Poned la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra.
3 Porque habéis muerto, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
4 Cuando Cristo, vuestra
vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en
gloria.
La vida
antigua y la nueva
5 Haced morir, pues, lo
terrenal en vosotros:
fornicación, impureza,
pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;
6 cosas por las cuales la
ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,
7 en las cuales vosotros
también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.
8 Pero ahora dejad también
vosotros todas estas cosas:
ira, enojo, malicia,
blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.
9 No mintáis los unos a
los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,
10 y revestido del nuevo,
el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el
conocimiento pleno,
11 donde no hay griego ni
judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino
que Cristo es el todo, y en todos.
12 Vestíos, pues, como
escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad,
de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
13 soportándoos unos a
otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la
manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
14 Y sobre todas estas
cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.
15 Y la paz de Dios
gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo
cuerpo; y sed agradecidos.
16 La palabra de Cristo
more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda
sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e
himnos y cánticos espirituales.
17 Y todo lo que hacéis,
sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando
gracias a Dios Padre por medio de él.
Deberes
sociales de la nueva vida
18 Casadas, estad sujetas
a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
19 Maridos, amad a
vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
20 Hijos, obedeced a
vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
21 Padres, no exasperéis a
vuestros hijos, para que no se desalienten.
22 Siervos, obedeced en
todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren
agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios.
23 Y todo lo que hagáis,
hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
24 sabiendo que del Señor
recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
25 Mas el que hace
injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de
personas.
COLOSENSES 4
1 Amos, haced lo que es
justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo
en los cielos.
2 Perseverad en la
oración, velando en ella con acción de gracias;
3 orando también al mismo
tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de
dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso,
4 para que lo manifieste
como debo hablar.
5 Andad sabiamente para
con los de afuera, redimiendo el tiempo.
6 Sea vuestra palabra
siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a
cada uno.
Salutaciones finales
7 Todo lo que a mí se
refiere, os lo hará saber Tíquico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en
el Señor,
8 el cual he enviado a
vosotros para esto mismo, para que conozca lo que a vosotros se refiere, y
conforte vuestros corazones,
9 con Onésimo, amado y
fiel hermano, que es uno de vosotros. Todo lo que acá pasa, os lo harán saber.
10 Aristarco, mi
compañero de prisiones, os saluda, y Marcos el sobrino de Bernabé, acerca del
cual habéis recibido mandamientos; si fuere a vosotros, recibidle;
11 y Jesús, llamado Justo;
que son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y han
sido para mí un consuelo.
12 Os saluda Epafras, el
cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por
vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo
lo que Dios quiere.
13 Porque de él doy
testimonio de que tiene gran solicitud por vosotros, y por los que están en
Laodicea, y los que están en Hierápolis.
14 Os saluda Lucas el
médico amado, y Demas.
15 Saludad a los hermanos
que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.
16 Cuando esta carta haya
sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los
laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros.
17 Decid a Arquipo:
Mira que cumplas el
ministerio que recibiste en el Señor.
18 La salutación de mi
propia mano, de Pablo. Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros.
Amén.
1
TESALONICENSES 1
Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los
TESALONICENSES
Salutación
1 Pablo, Silvano y
Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor
Jesucristo:
Gracia y paz sean a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Ejemplo
de los tesalonicenses
2 Damos siempre gracias a
Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones,
3 acordándonos sin cesar
delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de
vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor
Jesucristo.
4 Porque conocemos,
hermanos amados de Dios, vuestra elección;
5 pues nuestro evangelio
no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu
Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por
amor de vosotros.
6 Y vosotros vinisteis a
ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran
tribulación, con gozo del Espíritu Santo,
7 de tal manera que habéis
sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído.
8 Porque partiendo de
vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya,
sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que
nosotros no tenemos necesidad de hablar nada;
9 porque ellos mismos
cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de
los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero,
10 y esperar de los cielos
a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira
venidera.
Ministerio de Pablo en Tesalónica
1
TESALONICENSES 2
1 Porque vosotros mismos
sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana;
2 pues habiendo antes
padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro
Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.
3 Porque nuestra
exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño,
4 sino que según fuimos
aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como
para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.
5 Porque nunca usamos de
palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;
6 ni buscamos gloria de
los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como
apóstoles de Cristo.
7 Antes fuimos tiernos
entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos.
8 Tan grande es nuestro
afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de
Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy
queridos.
9 Porque os acordáis,
hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para
no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
10 Vosotros sois testigos,
y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con
vosotros los creyentes;
11 así como también sabéis
de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno
de vosotros,
12 y os encargábamos que
anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.
13 Por lo cual también
nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de
Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino
según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.
14 Porque vosotros,
hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que
están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas
cosas que ellas padecieron de los judíos,
15 los cuales mataron al
Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan
a Dios, y se oponen a todos los hombres,
16 impidiéndonos hablar a
los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus
pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo.
Ausencia de Pablo de la iglesia
17 Pero nosotros,
hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de
corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro;
18 por lo cual quisimos ir
a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó.
19 Porque ¿cuál es nuestra
esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de
nuestro Señor Jesucristo, en su venida?
20 Vosotros sois nuestra
gloria y gozo.
1
TESALONICENSES 3
1 Por lo cual, no
pudiendo soportarlo más, acordamos quedarnos solos en Atenas,
2 y enviamos a Timoteo
nuestro hermano, servidor de Dios y colaborador nuestro en el evangelio de
Cristo, para confirmaros y exhortaros respecto a vuestra fe,
3 a fin de que nadie se
inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto
estamos puestos.
4 Porque también estando
con vosotros, os predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha
acontecido y sabéis.
5 Por lo cual también yo,
no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os
hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano.
6 Pero cuando Timoteo
volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y
que siempre nos recordáis con cariño, deseando vernos, como también nosotros a
vosotros,
7 por ello, hermanos, en
medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por
medio de vuestra fe;
8 porque ahora vivimos, si
vosotros estáis firmes en el Señor.
9 Por lo cual, ¿qué acción
de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos
gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios,
10 orando de noche y de
día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que
falte a vuestra fe?
11 Mas el mismo Dios y
Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros.
12 Y el Señor os haga
crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo
hacemos nosotros para con vosotros,
13 para que sean afirmados
vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en
la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
La vida
que agrada a Dios
1
TESALONICENSES 4
1 Por lo demás, hermanos,
os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de
nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más.
2 Porque ya sabéis qué
instrucciones os dimos por el Señor Jesús;
3 pues la voluntad de Dios
es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;
4 que cada uno de vosotros
sepa tener su propia esposa en santidad y honor;
5 no en pasión de
concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;
6 que ninguno agravie ni
engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya
os hemos dicho y testificado.
7 Pues no nos ha llamado
Dios a inmundicia, sino a santificación.
8 Así que, el que desecha
esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.
9 Pero acerca del amor
fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis
aprendido de Dios que os améis unos a otros;
10 y también lo hacéis así
con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos,
que abundéis en ello más y más;
11 y que procuréis tener
tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de
la manera que os hemos mandado,
12 a fin de que os
conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada.
La
venida del Señor
13 Tampoco queremos,
hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis
como los otros que no tienen esperanza.
14 Porque si creemos que
Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en
él.
15 Por lo cual os decimos
esto en palabra del Señor:
que nosotros que vivimos,
que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que
durmieron.
16 Porque el Señor mismo
con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
17 Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor.
18 Por tanto, alentaos los
unos a los otros con estas palabras.
1
TESALONICENSES 5
1 Pero acerca de los
tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.
2 Porque vosotros sabéis
perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche;
3 que cuando digan:
Paz y seguridad, entonces
vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y
no escaparán.
4 Mas vosotros, hermanos,
no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.
5 Porque todos vosotros
sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.
6 Por tanto, no durmamos
como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
7 Pues los que duermen, de
noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan.
8 Pero nosotros, que somos
del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y
con la esperanza de salvación como yelmo.
9 Porque no nos ha puesto
Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo,
10 quien murió por
nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.
11 Por lo cual, animaos
unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
Pablo
exhorta a los hermanos
12 Os rogamos, hermanos,
que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y
os amonestan;
13 y que los tengáis en
mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.
14 También os rogamos,
hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que
sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos.
15 Mirad que ninguno pague
a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para
con todos.
16 Estad siempre gozosos.
17 Orad sin cesar.
18 Dad gracias en todo,
porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
19 No apaguéis al
Espíritu.
20 No menospreciéis las
profecías.
21 Examinadlo todo;
retened lo bueno.
22 Absteneos de toda
especie de mal.
23 Y el mismo Dios de paz
os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
24 Fiel es el que os
llama, el cual también lo hará.
Salutaciones y bendición final
25 Hermanos, orad por
nosotros.
26 Saludad a todos los
hermanos con ósculo santo.
27 Os conjuro por el
Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos.
28 La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén.
2
TESALONICENSES 1
Segunda Epístola del Apóstol San Pablo a los
TESALONICENSES
Salutación
1 Pablo, Silvano y
Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor
Jesucristo:
2 Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Dios
juzgará a los pecadores en la venida de Cristo
3 Debemos siempre dar
gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va
creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás;
4 tanto, que nosotros
mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia
y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.
5 Esto es demostración
del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios,
por el cual asimismo padecéis.
6 Porque es justo delante
de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan,
7 y a vosotros que sois
atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús
desde el cielo con los ángeles de su poder,
8 en llama de fuego, para
dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de
nuestro Señor Jesucristo;
9 los cuales sufrirán pena
de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su
poder,
10 cuando venga en aquel
día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron
(por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).
11 Por lo cual asimismo
oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su
llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder,
12 para que el nombre de
nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la
gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Manifestación del hombre de pecado
2
TESALONICENSES
1 Pero con respecto a la
venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos,
hermanos,
2 que no os dejéis mover
fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por
palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del
Señor está cerca.
3 Nadie os engañe en
ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
4 el cual se opone y se
levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se
sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
5 ¿No os acordáis que
cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?
6 Y ahora vosotros sabéis
lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
7 Porque ya está en acción
el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta
que él a su vez sea quitado de en medio.
8 Y entonces se
manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y
destruirá con el resplandor de su venida;
9 inicuo cuyo advenimiento
es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,
10 y con todo engaño de
iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad
para ser salvos.
11 Por esto Dios les envía
un poder engañoso, para que crean la mentira,
12 a fin de que sean
condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la
injusticia.
Escogidos para salvación
13 Pero nosotros debemos
dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de
que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la
santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,
14 a lo cual os llamó
mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
15 Así que, hermanos,
estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por
carta nuestra.
16 Y el mismo Jesucristo
Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación
eterna y buena esperanza por gracia,
17 conforte vuestros
corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.
Que la
palabra de Dios sea glorificada
2
TESALONICENSES 3
1 Por lo demás, hermanos,
orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así
como lo fue entre vosotros,
2 y para que seamos
librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.
3 Pero fiel es el Señor,
que os afirmará y guardará del mal.
4 Y tenemos confianza
respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.
5 Y el Señor encamine
vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.
El
deber de trabajar
6 Pero os ordenamos,
hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo
hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de
nosotros.
7 Porque vosotros mismos
sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos
desordenadamente entre vosotros,
8 ni comimos de balde el
pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser
gravosos a ninguno de vosotros;
9 no porque no tuviésemos
derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
10 Porque también cuando
estábamos con vosotros, os ordenábamos esto:
Si alguno no quiere
trabajar, tampoco coma.
11 Porque oímos que
algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino
entremetiéndose en lo ajeno.
12 A los tales mandamos y
exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su
propio pan.
13 Y vosotros, hermanos,
no os canséis de hacer bien.
14 Si alguno no obedece a
lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él,
para que se avergüence.
15 Mas no lo tengáis por
enemigo, sino amonestadle como a hermano.
Bendición final
16 Y el mismo Señor de
paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.
17 La salutación es de mi
propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo.
18 La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
1 TIMOTEO 1
Primera Epístola del Apóstol San Pablo a
TIMOTEO
Salutación
1 Pablo, apóstol de
Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra
esperanza,
2 a Timoteo, verdadero
hijo en la fe:
Gracia, misericordia y
paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor.
Advertencia contra falsas doctrinas
3 Como te rogué que te
quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no
enseñen diferente doctrina,
4 ni presten atención a
fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que
edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora.
5 Pues el propósito de
este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y
de fe no fingida,
6 de las cuales cosas
desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería,
7 queriendo ser doctores
de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman.
8 Pero sabemos que la ley
es buena, si uno la usa legítimamente;
9 conociendo esto, que la
ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para
los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y
matricidas, para los homicidas,
10 para los fornicarios,
para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y
para cuanto se oponga a la sana doctrina,
11 según el glorioso
evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.
El
ministerio de Pablo
12 Doy gracias al que me
fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en
el ministerio,
13 habiendo yo sido antes
blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo
hice por ignorancia, en incredulidad.
14 Pero la gracia de
nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.
15 Palabra fiel y digna de
ser recibida por todos:
que Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
16 Pero por esto fui
recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su
clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.
17 Por tanto, al Rey de
los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
18 Este mandamiento, hijo
Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en
cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia,
19 manteniendo la fe y
buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos,
20 de los cuales son
Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no
blasfemar.
Instrucciones sobre la oración
1
TIMOTEO 2
1 Exhorto ante todo, a que
se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los
hombres;
2 por los reyes y por
todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en
toda piedad y honestidad.
3 Porque esto es bueno y
agradable delante de Dios nuestro Salvador,
4 el cual quiere que todos
los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
5 Porque hay un solo Dios,
y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,
6 el cual se dio a sí
mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
7 Para esto yo fui
constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro
de los gentiles en fe y verdad.
8 Quiero, pues, que los
hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
9 Asimismo que las mujeres
se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni
oro, ni perlas, ni vestidos costosos,
10 sino con buenas obras,
como corresponde a mujeres que profesan piedad.
11 La mujer aprenda en
silencio, con toda sujeción.
12 Porque no permito a la
mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
13 Porque Adán fue formado
primero, después Eva;
14 y Adán no fue engañado,
sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.
15 Pero se salvará
engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.
Requisitos de los obispos
1
TIMOTEO 3
1 Palabra fiel:
Si alguno anhela
obispado, buena obra desea.
2 Pero es necesario que el
obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso,
hospedador, apto para enseñar;
3 no dado al vino, no
pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no
avaro;
4 que gobierne bien su
casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad 5 (pues el que no
sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6 no un neófito, no sea
que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que
tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en
lazo del diablo.
Requisitos de los diáconos
8 Los diáconos asimismo
deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de
ganancias deshonestas;
9 que guarden el misterio
de la fe con limpia conciencia.
10 Y éstos también sean
sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son
irreprensibles.
11 Las mujeres asimismo
sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
12 Los diáconos sean
maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas.
13 Porque los que ejerzan
bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe
que es en Cristo Jesús.
El
misterio de la piedad
14 Esto te escribo, aunque
tengo la esperanza de ir pronto a verte,
15 para que si tardo,
sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
viviente, columna y baluarte de la verdad.
16 E indiscutiblemente,
grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en
carne,
Justificado en el
Espíritu,
Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles,
Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria.
Predicción de la apostasía
1
TIMOTEO 4
1 Pero el Espíritu dice
claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando
a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;
2 por la hipocresía de
mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia,
3 prohibirán casarse, y
mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias
participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.
4 Porque todo lo que Dios
creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias;
5 porque por la palabra de
Dios y por la oración es santificado.
Un buen
ministro de Jesucristo
6 Si esto enseñas a los
hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y
de la buena doctrina que has seguido.
7 Desecha las fábulas
profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad;
8 porque el ejercicio
corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene
promesa de esta vida presente, y de la venidera.
9 Palabra fiel es esta, y
digna de ser recibida por todos.
10 que por esto mismo
trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el
Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.
11 Esto manda y enseña.
12 Ninguno tenga en poco
tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor,
espíritu, fe y pureza.
13 Entre tanto que voy,
ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.
14 No descuides el don que
hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del
presbiterio.
15 Ocúpate en estas cosas;
permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.
16 Ten cuidado de ti mismo
y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y
a los que te oyeren.
Deberes
hacia los demás
1
TIMOTEO 5
1 No reprendas al anciano,
sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos;
2 a las ancianas, como a
madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.
3 Honra a las viudas que
en verdad lo son.
4 Pero si alguna viuda
tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia
familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable
delante de Dios.
5 Mas la que en verdad es
viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones
noche y día.
6 Pero la que se entrega a
los placeres, viviendo está muerta.
7 Manda también estas
cosas, para que sean irreprensibles;
8 porque si alguno no
provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es
peor que un incrédulo.
9 Sea puesta en la lista
sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido,
10 que tenga testimonio de
buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado
los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda
buena obra.
11 Pero viudas más jóvenes
no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo,
quieren casarse,
12 incurriendo así en
condenación, por haber quebrantado su primera fe.
13 Y también aprenden a
ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también
chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran.
14 Quiero, pues, que las
viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al
adversario ninguna ocasión de maledicencia.
15 Porque ya algunas se
han apartado en pos de Satanás.
16 Si algún creyente o
alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a
fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.
17 Los ancianos que
gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que
trabajan en predicar y enseñar.
18 Pues la Escritura dice:
No pondrás bozal al buey
que trilla; y:
Digno es el obrero de su
salario.
19 Contra un anciano no
admitas acusación sino con dos o tres testigos.
20 A los que persisten en
pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman.
21 Te encarezco delante de
Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas
sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad.
22 No impongas con
ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro.
23 Ya no bebas agua, sino
usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes
enfermedades.
24 Los pecados de algunos
hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les
descubren después.
25 Asimismo se hacen
manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer
ocultas.
1
TIMOTEO 6
1 Todos los que están bajo
el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no
sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina.
2 Y los que tienen amos
creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por
cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto
enseña y exhorta.
Piedad
y contentamiento
3 Si alguno enseña otra
cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la
doctrina que es conforme a la piedad,
4 está envanecido, nada
sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales
nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas,
5 disputas necias de
hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad
como fuente de ganancia; apártate de los tales.
6 Pero gran ganancia es la
piedad acompañada de contentamiento;
7 porque nada hemos traído
a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.
8 Así que, teniendo
sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
9 Porque los que quieren
enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas,
que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
10 porque raíz de todos
los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la
fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
La
buena batalla de la fe
11 Mas tú, oh hombre de
Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la
paciencia, la mansedumbre.
12 Pelea la buena batalla
de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado,
habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
13 Te mando delante de
Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la
buena profesión delante de Poncio Pilato,
14 que guardes el
mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor
Jesucristo,
15 la cual a su tiempo
mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores,
16 el único que tiene
inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.
17 A los ricos de este
siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las
cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos.
18 Que hagan bien, que
sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
19 atesorando para sí buen
fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.
Encargo
final de Pablo a Timoteo
20 Oh Timoteo, guarda lo
que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y
los argumentos de la falsamente llamada ciencia,
21 la cual profesando
algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén.
2 TIMOTEO
Segunda Epístola del Apóstol San Pablo a
TIMOTEO
Salutación
1 Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo
Jesús,
2 a Timoteo, amado hijo:
Gracia, misericordia y
paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.
Testificando de Cristo
3 Doy gracias a Dios, al
cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo
de ti en mis oraciones noche y día;
4 deseando verte, al
acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo;
5 trayendo a la memoria la
fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu
madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.
6 Por lo cual te aconsejo
que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis
manos.
7 Porque no nos ha dado
Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
8 Por tanto, no te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,
9 quien nos salvó y llamó
con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito
suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los
siglos,
10 pero que ahora ha sido
manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la
muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,
11 del cual yo fui
constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.
12 Por lo cual asimismo
padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy
seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
13 Retén la forma de las
sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.
14 Guarda el buen depósito
por el Espíritu Santo que mora en nosotros.
15 Ya sabes esto, que me
abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes.
16 Tenga el Señor
misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se
avergonzó de mis cadenas,
17 sino que cuando estuvo
en Roma, me buscó solícitamente y me halló.
18 Concédale el Señor que
halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Efeso, tú
lo sabes mejor.
Un buen
soldado de Jesucristo
2
TIMOTEO 2
1 Tú, pues, hijo mío,
esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.
2 Lo que has oído de mí
ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para
enseñar también a otros.
3 Tú, pues, sufre
penalidades como buen soldado de Jesucristo.
4 Ninguno que milita se
enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por
soldado.
5 Y también el que lucha
como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.
6 El labrador, para
participar de los frutos, debe trabajar primero.
7 Considera lo que digo, y
el Señor te dé entendimiento en todo.
8 Acuérdate de Jesucristo,
del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio,
9 en el cual sufro
penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está
presa.
10 Por tanto, todo lo
soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación
que es en Cristo Jesús con gloria eterna.
11 Palabra fiel es esta:
Si somos muertos con él,
también viviremos con él;
12 Si sufrimos, también
reinaremos con él;
Si le negáremos, él
también nos negará.
13 Si fuéremos infieles,
él permanece fiel;
El no puede negarse a sí
mismo.
Un
obrero aprobado
14 Recuérdales esto,
exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para
nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes.
15 Procura con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que
usa bien la palabra de verdad.
16 Mas evita profanas y
vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.
17 Y su palabra carcomerá
como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto,
18 que se desviaron de la
verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de
algunos.
19 Pero el fundamento de
Dios está firme, teniendo este sello:
Conoce el Señor a los que
son suyos; y:
Apártese de iniquidad
todo aquel que invoca el nombre de Cristo.
20 Pero en una casa
grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y
de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles.
21 Así que, si alguno se
limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor,
y dispuesto para toda buena obra.
22 Huye también de las
pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de
corazón limpio invocan al Señor.
23 Pero desecha las
cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas.
24 Porque el siervo del
Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar,
sufrido;
25 que con mansedumbre
corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan
para conocer la verdad,
26 y escapen del lazo del
diablo, en que están cautivos a voluntad de él.
Carácter de los hombres en los postreros días
2
TIMOTEO 3
1 También debes saber
esto:
que en los postreros días
vendrán tiempos peligrosos.
2 Porque habrá hombres
amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos,
3 sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,
4 traidores, impetuosos,
infatuados, amadores de los deleites más que de Dios,
5 que tendrán apariencia
de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.
6 Porque de éstos son los
que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de
pecados, arrastradas por diversas concupiscencias.
7 Estas siempre están
aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.
8 Y de la manera que Janes
y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres
corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe.
9 Mas no irán más
adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la
de aquéllos.
10 Pero tú has seguido mi
doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia,
11 persecuciones,
padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra;
persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor.
12 Y también todos los que
quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;
13 mas los malos hombres y
los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
14 Pero persiste tú en lo
que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;
15 y que desde la niñez
has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
16 Toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia,
17 a fin de que el hombre
de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Predica
la palabra
2
TIMOTEO 4
1 Te encarezco delante de
Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su
manifestación y en su reino,
2 que prediques la
palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con
toda paciencia y doctrina.
3 Porque vendrá tiempo
cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
4 y apartarán de la verdad
el oído y se volverán a las fábulas.
5 Pero tú sé sobrio en
todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
6 Porque yo ya estoy para
ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
7 He peleado la buena
batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
8 Por lo demás, me está
guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel
día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Instrucciones personales
9 Procura venir pronto a
verme,
10 porque Demas me ha
desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a
Galacia, y Tito a Dalmacia.
11 Sólo Lucas está
conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.
12 A Tíquico lo envié a
Efeso.
13 Trae, cuando vengas, el
capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los
pergaminos.
14 Alejandro el calderero
me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.
15 Guárdate tú también de
él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras.
16 En mi primera defensa
ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en
cuenta.
17 Pero el Señor estuvo a
mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que
todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león.
18 Y el Señor me librará
de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
Saludos
y bendición final
19 Saluda a Prisca y a
Aquila, y a la casa de Onesíforo.
20 Erasto se quedó en
Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo.
21 Procura venir antes del
invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.
22 El Señor Jesucristo
esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.
TITO
La
Epístola del Apóstol San Pablo a
TITO
Salutación
TITO 1
1 Pablo, siervo de Dios y
apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el
conocimiento de la verdad que es según la piedad,
2 en la esperanza de la
vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de
los siglos,
3 y a su debido tiempo
manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por
mandato de Dios nuestro Salvador,
4 a Tito, verdadero hijo
en la común fe:
Gracia, misericordia y
paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador.
Requisitos de ancianos y obispos
5 Por esta causa te dejé
en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada
ciudad, así como yo te mandé;
6 el que fuere
irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén
acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que
el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no
iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas,
8 sino hospedador, amante
de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo,
9 retenedor de la palabra
fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana
enseñanza y convencer a los que contradicen.
10 Porque hay aún muchos
contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la
circuncisión,
11 a los cuales es preciso
tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta
lo que no conviene.
12 Uno de ellos, su propio
profeta, dijo:
Los cretenses, siempre
mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.
13 Este testimonio es
verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe,
14 no atendiendo a fábulas
judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
15 Todas las cosas son
puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro;
pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
16 Profesan conocer a
Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados
en cuanto a toda buena obra.
Enseñanza de la sana doctrina
TITO 2
1 Pero tú habla lo que
está de acuerdo con la sana doctrina.
2 Que los ancianos sean
sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia.
3 Las ancianas asimismo
sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras
del bien;
4 que enseñen a las
mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
5 a ser prudentes, castas,
cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de
Dios no sea blasfemada.
6 Exhorta asimismo a los
jóvenes a que sean prudentes;
7 presentándote tú en todo
como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad,
8 palabra sana e
irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que
decir de vosotros.
9 Exhorta a los siervos a
que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones;
10 no defraudando, sino
mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro
Salvador.
11 Porque la gracia de
Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
12 enseñándonos que,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente,
13 aguardando la esperanza
bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo,
14 quien se dio a sí mismo
por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo
propio, celoso de buenas obras.
15 Esto habla, y exhorta y
reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie.
Justificados por gracia
TITO 3
1 Recuérdales que se
sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a
toda buena obra.
2 Que a nadie difamen, que
no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos
los hombres.
3 Porque nosotros también
éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de
concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia,
aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.
4 Pero cuando se manifestó
la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
5 nos salvó, no por obras
de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
6 el cual derramó en
nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,
7 para que justificados
por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida
eterna.
8 Palabra fiel es esta, y
en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios
procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los
hombres.
9 Pero evita las
cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la
ley; porque son vanas y sin provecho.
10 Al hombre que cause
divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo,
11 sabiendo que el tal se
ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio.
Instrucciones personales
12 Cuando envíe a ti a
Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí en Nicópolis, porque allí he
determinado pasar el invierno.
13 A Zenas intérprete de
la ley, y a Apolos, encamínales con solicitud, de modo que nada les falte.
14 Y aprendan también los
nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no
sean sin fruto.
Salutaciones y bendición final
15 Todos los que están
conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe.
La gracia sea con todos
vosotros. Amén.
FILEMÓN
La
Epístola del Apóstol San Pablo a
FILEMÓN
Salutación
FILEMÓN
1
1 Pablo, prisionero de
Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro,
2 y a la amada hermana
Apia, y a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu
casa:
3 Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
El amor y
la fe de Filemón
4 Doy gracias a mi Dios,
haciendo siempre memoria de tí en mis oraciones,
5 porque oigo del amor y
de la fe que tienes hacia el Señor Jesús, y para con todos los santos;
6 para que la
participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en
vosotros por Cristo Jesús.
7 Pues tenemos gran gozo y
consolación en tu amor, porque por ti, oh hermano, han sido confortados los
corazones de los santos.
Pablo
intercede por Onésimo
8 Por lo cual, aunque
tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene,
9 más bien te ruego por
amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de
Jesucristo;
10 te ruego por mi hijo
Onésimo, a quien engendré en mis prisiones,
11 el cual en otro tiempo
te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil,
12 el cual vuelvo a
enviarte; tú, pues, recíbele como a mí mismo.
13 Yo quisiera retenerle
conmigo, para que en lugar tuyo me sirviese en mis prisiones por el evangelio;
14 pero nada quise hacer
sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino
voluntario.
15 Porque quizás para esto
se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre;
16 no ya como esclavo,
sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto
más para ti, tanto en la carne como en el Señor.
17 Así que, si me tienes
por compañero, recíbele como a mí mismo.
18 Y si en algo te dañó, o
te debe, ponlo a mi cuenta.
19 Yo Pablo lo escribo de
mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también.
20 Sí, hermano, tenga yo
algún provecho de ti en el Señor; conforta mi corazón en el Señor.
21 Te he escrito confiando
en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo.
22 Prepárame también
alojamiento; porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido.
Salutaciones y bendición final
23 Te saludan Epafras, mi
compañero de prisiones por Cristo Jesús,
24 Marcos, Aristarco,
Demas y Lucas, mis colaboradores.
25 La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
HEBREOS
La
Epístola a los
HEBREOS
Dios ha
hablado por su Hijo
HEBREOS
1
1 Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
2 en estos postreros días
nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien
asimismo hizo el universo;
3 el cual, siendo el
resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta
todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación
de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad
en las alturas,
4 hecho tanto superior a
los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.
El
Hijo, superior a los ángeles
5 Porque ¿a cuál de los
ángeles dijo Dios jamás:
Mi Hijo eres tú,
Yo te he engendrado hoy,
y otra vez:
Yo seré a él Padre,
Y él me será a mí hijo?
6 Y otra vez, cuando
introduce al Primogénito en el mundo, dice:
Adórenle todos los ángeles
de Dios.
7 Ciertamente de los
ángeles dice:
El que hace a sus ángeles
espíritus,
Y a sus ministros llama de
fuego.
8 Mas del Hijo dice:
Tu trono, oh Dios, por el
siglo del siglo;
Cetro de equidad es el
cetro de tu reino.
9 Has amado la justicia, y
aborrecido la maldad,
Por lo cual te ungió Dios,
el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más
que a tus compañeros.
10 Y:
Tú, oh Señor, en el
principio fundaste la tierra,
Y los cielos son obra de
tus manos.
11 Ellos perecerán, mas tú
permaneces;
Y todos ellos se
envejecerán como una vestidura,
12 Y como un vestido los
envolverás, y serán mudados;
Pero tú eres el mismo,
Y tus años no acabarán.
13 Pues, ¿a cuál de los
ángeles dijo Dios jamás:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus
enemigos por estrado de tus pies?
14 ¿No son todos espíritus
ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la
salvación?
Una
salvación tan grande
HEBREOS
2
1 Por tanto, es necesario
que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos
deslicemos.
2 Porque si la palabra
dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia
recibió justa retribución,
3 ¿cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido
anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
4 testificando Dios
juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y
repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.
El
autor de la salvación
5 Porque no sujetó a los
ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando;
6 pero alguien testificó
en cierto lugar, diciendo:
¿Qué es el hombre, para
que te acuerdes de él,
O el hijo del hombre, para
que le visites?
7 Le hiciste un poco menor
que los ángeles,
Le coronaste de gloria y
de honra,
Y le pusiste sobre las
obras de tus manos;
8 Todo lo sujetaste bajo
sus pies.
Porque en cuanto le sujetó
todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que
todas las cosas le sean sujetas.
9 Pero vemos a aquel que
fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra,
a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la
muerte por todos.
10 Porque convenía a aquel
por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que
habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al
autor de la salvación de ellos.
11 Porque el que santifica
y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de
llamarlos hermanos,
12 diciendo:
Anunciaré a mis hermanos
tu nombre,
En medio de la
congregación te alabaré.
13 Y otra vez:
Yo confiaré en él.
Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos
que Dios me dio.
14 Así que, por cuanto los
hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para
destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es,
al diablo,
15 y librar a todos los
que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre.
16 Porque ciertamente no
socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.
17 Por lo cual debía ser
en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
18 Pues en cuanto él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Jesús
es superior a Moisés
HEBREOS
3
1 Por tanto, hermanos
santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo
sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;
2 el cual es fiel al que
le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.
3 Porque de tanto mayor
gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa
el que la hizo.
4 Porque toda casa es
hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.
5 Y Moisés a la verdad fue
fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a
decir;
6 pero Cristo como hijo
sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la
confianza y el gloriarnos en la esperanza.
El
reposo del pueblo de Dios
7 Por lo cual, como dice
el Espíritu Santo:
Si oyereis hoy su voz,
8 No endurezcáis vuestros
corazones,
Como en la provocación, en
el día de la tentación en el desierto,
9 Donde me tentaron
vuestros padres; me probaron,
Y vieron mis obras
cuarenta años.
10 A causa de lo cual me
disgusté contra esa generación,
Y dije:
Siempre andan vagando en
su corazón,
Y no han conocido mis
caminos.
11 Por tanto, juré en mi
ira:
No entrarán en mi reposo.
12 Mirad, hermanos, que no
haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios
vivo;
13 antes exhortaos los
unos a los otros cada día, entre tanto que se dice:
Hoy; para que ninguno de
vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
14 Porque somos hechos
participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra
confianza del principio,
15 entre tanto que se
dice:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros
corazones, como en la provocación.
16 ¿Quiénes fueron los
que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto
por mano de Moisés?
17 ¿Y con quiénes estuvo
él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron
en el desierto?
18 ¿Y a quiénes juró que
no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?
19 Y vemos que no pudieron
entrar a causa de incredulidad.
HEBREOS
4
1 Temamos, pues, no sea
que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros
parezca no haberlo alcanzado.
2 Porque también a
nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó
el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.
3 Pero los que hemos
creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:
Por tanto, juré en mi ira,
No entrarán en mi reposo;
aunque las obras suyas
estaban acabadas desde la fundación del mundo.
4 Porque en cierto lugar
dijo así del séptimo día:
Y reposó Dios de todas
sus obras en el séptimo día.
5 Y otra vez aquí:
No entrarán en mi reposo.
6 Por lo tanto, puesto que
falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la
buena nueva no entraron por causa de desobediencia,
7 otra vez determina un
día:
Hoy, diciendo después de
tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros
corazones.
8 Porque si Josué les
hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.
9 Por tanto, queda un
reposo para el pueblo de Dios.
10 Porque el que ha
entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
11 Procuremos, pues,
entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de
desobediencia.
12 Porque la palabra de
Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Y no hay cosa creada
que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas
y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Jesús
el gran sumo sacerdote
14 Por tanto, teniendo un
gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos
nuestra profesión.
15 Porque no tenemos un
sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que
fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
16 Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro.
HEBREOS
5
1 Porque todo sumo
sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en
lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los
pecados;
2 para que se muestre
paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de
debilidad;
3 y por causa de ella debe
ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo.
4 Y nadie toma para sí
esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón.
5 Así tampoco Cristo se
glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:
Tú eres mi Hijo,
Yo te he engendrado hoy.
6 Como también dice en
otro lugar:
Tú eres sacerdote para
siempre,
Según el orden de
Melquisedec.
7 Y Cristo, en los días de
su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le
podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
8 Y aunque era Hijo, por
lo que padeció aprendió la obediencia;
9 y habiendo sido
perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le
obedecen;
10 y fue declarado por
Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
Advertencia contra la apostasía
11 Acerca de esto tenemos
mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para
oír.
12 Porque debiendo ser ya
maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a
enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis
llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.
13 Y todo aquel que
participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño;
14 pero el alimento sólido
es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los
sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
HEBREOS
6
1 Por tanto, dejando ya
los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no
echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en
Dios,
2 de la doctrina de
bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del
juicio eterno.
3 Y esto haremos, si Dios
en verdad lo permite.
4 Porque es imposible que
los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos
partícipes del Espíritu Santo,
5 y asimismo gustaron de
la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,
6 y recayeron, sean otra
vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo
de Dios y exponiéndole a vituperio.
7 Porque la tierra que
bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a
aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
8 pero la que produce
espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser
quemada.
9 Pero en cuanto a
vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la
salvación, aunque hablamos así.
10 Porque Dios no es
injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia
su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.
11 Pero deseamos que cada
uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de
la esperanza,
12 a fin de que no os
hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia
heredan las promesas.
13 Porque cuando Dios hizo
la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,
14 diciendo:
De cierto te bendeciré
con abundancia y te multiplicaré grandemente.
15 Y habiendo esperado con
paciencia, alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres
ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda
controversia es el juramento para confirmación.
17 Por lo cual, queriendo
Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad
de su consejo, interpuso juramento;
18 para que por dos cosas
inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo
consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de
nosotros.
19 La cual tenemos como
segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,
20 donde Jesús entró por
nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de
Melquisedec.
El
sacerdocio de Melquisedec
HEBREOS
7
1 Porque este Melquisedec,
rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que
volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,
2 a quien asimismo dio
Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia,
y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
3 sin padre, sin madre,
sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho
semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
4 Considerad, pues, cuán
grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín.
5 Ciertamente los que de
entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del
pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también
hayan salido de los lomos de Abraham.
6 Pero aquel cuya
genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo
al que tenía las promesas.
7 Y sin discusión alguna,
el menor es bendecido por el mayor.
8 Y aquí ciertamente
reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio
de que vive.
9 Y por decirlo así, en
Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos;
10 porque aún estaba en
los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Si, pues, la perfección
fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué
necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de
Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
12 Porque cambiado el
sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;
13 y aquel de quien se
dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.
14 Porque manifiesto es
que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante
al sacerdocio.
15 Y esto es aun más
manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto,
16 no constituido conforme
a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una
vida indestructible.
17 Pues se da testimonio
de él:
Tú eres sacerdote para
siempre,
Según el orden de
Melquisedec.
18 Queda, pues, abrogado
el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19 (pues nada
perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual
nos acercamos a Dios.
20 Y esto no fue hecho sin
juramento;
21 porque los otros
ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento
del que le dijo:
Juró el Señor, y no se
arrepentirá:
Tú eres sacerdote para
siempre,
Según el orden de
Melquisedec.
22 Por tanto, Jesús es
hecho fiador de un mejor pacto.
23 Y los otros sacerdotes
llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar;
24 mas éste, por cuanto
permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;
25 por lo cual puede
también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos.
26 Porque tal sumo
sacerdote nos convenía:
santo, inocente, sin
mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;
27 que no tiene necesidad
cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus
propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para
siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28 Porque la ley
constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento,
posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.
El
mediador de un nuevo pacto
HEBREOS
8
1 Ahora bien, el punto
principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual
se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,
2 ministro del santuario,
y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
3 Porque todo sumo
sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es
necesario que también éste tenga algo que ofrecer.
4 Así que, si estuviese
sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que
presentan las ofrendas según la ley;
5 los cuales sirven a lo
que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés
cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole:
Mira, haz todas las cosas
conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.
6 Pero ahora tanto mejor
ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre
mejores promesas.
7 Porque si aquel primero
hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el
segundo.
8 Porque reprendiéndolos
dice:
He aquí vienen días, dice
el Señor,
En que estableceré con la
casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;
9 No como el pacto que
hice con sus padres
El día que los tomé de la
mano para sacarlos de la tierra de Egipto;
Porque ellos no
permanecieron en mi pacto,
Y yo me desentendí de
ellos, dice el Señor.
10 Por lo cual, este es el
pacto que haré con la casa de Israel
Después de aquellos días,
dice el Señor:
Pondré mis leyes en la
mente de ellos,
Y sobre su corazón las
escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por
pueblo;
11 Y ninguno enseñará a su
prójimo,
Ni ninguno a su hermano,
diciendo:
Conoce al Señor;
Porque todos me conocerán,
Desde el menor hasta el
mayor de ellos.
12 Porque seré propicio a
sus injusticias,
Y nunca más me acordaré de
sus pecados y de sus iniquidades.
13 Al decir:
Nuevo pacto, ha dado por
viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a
desaparecer.
HEBREOS
9
1 Ahora bien, aun el
primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.
2 Porque el tabernáculo
estaba dispuesto así:
en la primera parte,
llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la
proposición.
3 Tras el segundo velo
estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,
4 el cual tenía un
incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la
que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que
reverdeció, y las tablas del pacto;
5 y sobre ella los
querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se
puede ahora hablar en detalle.
6 Y así dispuestas estas
cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente
para cumplir los oficios del culto;
7 pero en la segunda
parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por
sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;
8 dando el Espíritu Santo
a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar
Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.
9 Lo cual es símbolo para
el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no
pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto,
10 ya que consiste sólo de
comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne,
impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.
11 Pero estando ya
presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más
perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
12 y no por sangre de
machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para
siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
13 Porque si la sangre de
los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los
inmundos, santifican para la purificación de la carne,
14 ¿cuánto más la sangre
de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha
a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios
vivo?
15 Así que, por eso es
mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de
las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la
promesa de la herencia eterna.
16 Porque donde hay
testamento, es necesario que intervenga muerte del testador.
17 Porque el testamento
con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.
18 De donde ni aun el
primer pacto fue instituido sin sangre.
19 Porque habiendo
anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la
sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e
hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,
20 diciendo:
Esta es la sangre del
pacto que Dios os ha mandado.
21 Y además de esto, roció
también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
22 Y casi todo es
purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace
remisión.
El
sacrificio de Cristo quita el pecado
23 Fue, pues, necesario
que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas
celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.
24 Porque no entró Cristo
en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para
presentarse ahora por nosotros ante Dios;
25 y no para ofrecerse
muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con
sangre ajena.
26 De otra manera le
hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero
ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
27 Y de la manera que está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio,
28 así también Cristo fue
ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda
vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
HEBREOS
10
1 Porque la ley, teniendo
la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede,
por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer
perfectos a los que se acercan.
2 De otra manera cesarían
de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya
más conciencia de pecado.
3 Pero en estos
sacrificios cada año se hace memoria de los pecados;
4 porque la sangre de los
toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
5 Por lo cual, entrando en
el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no
quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
6 Holocaustos y
expiaciones por el pecado no te agradaron.
7 Entonces dije:
He aquí que vengo, oh
Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro
está escrito de mí.
8 Diciendo primero:
Sacrificio y ofrenda y
holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales
cosas se ofrecen según la ley),
9 y diciendo luego:
He aquí que vengo, oh
Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.
10 En esa voluntad somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre.
11 Y ciertamente todo
sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos
sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
12 pero Cristo, habiendo
ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado
a la diestra de Dios,
13 de ahí en adelante
esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;
14 porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
15 Y nos atestigua lo
mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:
16 Este es el pacto que
haré con ellos
Después de aquellos días,
dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus
corazones,
Y en sus mentes las
escribiré,
17 añade:
Y nunca más me acordaré de
sus pecados y transgresiones.
18 Pues donde hay remisión
de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
19 Así que, hermanos,
teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
20 por el camino nuevo y
vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
21 y teniendo un gran
sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con
corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala
conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme, sin
fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
24 Y considerémonos unos a
otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;
25 no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Advertencia al que peca deliberadamente
26 Porque si pecáremos
voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no
queda más sacrificio por los pecados,
27 sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
28 El que viola la ley de
Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.
29 ¿Cuánto mayor castigo
pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la
sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de
gracia?
30 Pues conocemos al que
dijo:
Mía es la venganza, yo
daré el pago, dice el Señor. Y otra vez:
El Señor juzgará a su
pueblo.
31 ¡Horrenda cosa es caer
en manos del Dios vivo!
32 Pero traed a la memoria
los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis
gran combate de padecimientos;
33 por una parte,
ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por
otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.
34 Porque de los presos
también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo,
sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.
35 No perdáis, pues,
vuestra confianza, que tiene grande galardón;
36 porque os es necesaria
la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
37 Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir
vendrá, y no tardará.
38 Mas el justo vivirá por
fe;
Y si retrocediere, no
agradará a mi alma.
39 Pero nosotros no somos
de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para
preservación del alma.
La fe
HEBREOS
11
1 Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
2 Porque por ella
alcanzaron buen testimonio los antiguos.
3 Por la fe entendemos
haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se
ve fue hecho de lo que no se veía.
4 Por la fe Abel ofreció a
Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que
era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
5 Por la fe Enoc fue
traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y
antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
6 Pero sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,
y que es galardonador de los que le buscan.
7 Por la fe Noé, cuando
fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el
arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho
heredero de la justicia que viene por la fe.
8 Por la fe Abraham,
siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia;
y salió sin saber a dónde iba.
9 Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con
Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;
10 porque esperaba la
ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11 Por la fe también la
misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera
del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
12 Por lo cual también, de
uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y
como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
13 Conforme a la fe
murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y
creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre
la tierra.
14 Porque los que esto
dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
15 pues si hubiesen estado
pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
16 Pero anhelaban una
mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de
ellos; porque les ha preparado una ciudad.
17 Por la fe Abraham,
cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas
ofrecía su unigénito,
18 habiéndosele dicho:
En Isaac te será llamada
descendencia;
19 pensando que Dios es
poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado,
también le volvió a recibir.
20 Por la fe bendijo Isaac
a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras.
21 Por la fe Jacob, al
morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo
de su bordón.
22 Por la fe José, al
morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de
sus huesos.
23 Por la fe Moisés,
cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño
hermoso, y no temieron el decreto del rey.
24 Por la fe Moisés, hecho
ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
25 escogiendo antes ser
maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del
pecado,
26 teniendo por mayores
riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía
puesta la mirada en el galardón.
27 Por la fe dejó a
Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.
28 Por la fe celebró la
pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos
no los tocase a ellos.
29 Por la fe pasaron el
Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron
ahogados.
30 Por la fe cayeron los
muros de Jericó después de rodearlos siete días.
31 Por la fe Rahab la
ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los
espías en paz.
32 ¿Y qué más digo? Porque
el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de
David, así como de Samuel y de los profetas;
33 que por fe conquistaron
reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
34 apagaron fuegos
impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron
fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.
35 Las mujeres recibieron
sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando
el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.
36 Otros experimentaron
vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.
37 Fueron apedreados,
aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para
allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados,
maltratados;
38 de los cuales el mundo
no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por
las cavernas de la tierra.
39 Y todos éstos, aunque
alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;
40 proveyendo Dios alguna
cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de
nosotros.
Puestos
los ojos en Jesús
HEBREOS
12
1 Por tanto, nosotros
también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos
de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera
que tenemos por delante,
2 puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.
3 Considerad a aquel que
sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no
se canse hasta desmayar.
4 Porque aún no habéis
resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;
5 y habéis ya olvidado la
exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies
la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres
reprendido por él;
6 Porque el Señor al que
ama, disciplina,
Y azota a todo el que
recibe por hijo.
7 Si soportáis la
disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el
padre no disciplina?
8 Pero si se os deja sin
disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y
no hijos.
9 Por otra parte, tuvimos
a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué
no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
10 Y aquéllos, ciertamente
por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que
nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
11 Es verdad que ninguna
disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después
da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Los que
rechazan la gracia de Dios
12 Por lo cual, levantad
las manos caídas y las rodillas paralizadas;
13 y haced sendas derechas
para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea
sanado.
14 Seguid la paz con
todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
15 Mirad bien, no sea que
alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura,
os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
16 no sea que haya algún
fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su
primogenitura.
17 Porque ya sabéis que
aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad
para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
18 Porque no os habéis
acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a
las tinieblas y a la tempestad,
19 al sonido de la
trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se
les hablase más,
20 porque no podían
soportar lo que se ordenaba:
Si aun una bestia tocare
el monte, será apedreada, o pasada con dardo;
21 y tan terrible era lo
que se veía, que Moisés dijo:
Estoy espantado y
temblando;
22 sino que os habéis
acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a
la compañía de muchos millares de ángeles,
23 a la congregación de
los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a
los espíritus de los justos hechos perfectos,
24 a Jesús el Mediador del
nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
25 Mirad que no desechéis
al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los
amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta
desde los cielos.
26 La voz del cual
conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo:
Aún una vez, y conmoveré
no solamente la tierra, sino también el cielo.
27 Y esta frase:
Aún una vez, indica la
remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las
inconmovibles.
28 Así que, recibiendo
nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a
Dios agradándole con temor y reverencia;
29 porque nuestro Dios es
fuego consumidor.
Deberes
cristianos
HEBREOS
13
1 Permanezca el amor
fraternal.
2 No os olvidéis de la
hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
3 Acordaos de los presos,
como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que
también vosotros mismos estáis en el cuerpo.
4 Honroso sea en todos el
matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros
los juzgará Dios.
5 Sean vuestras costumbres
sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo:
No te desampararé, ni te
dejaré;
6 de manera que podemos
decir confiadamente:
El Señor es mi ayudador;
no temeré
Lo que me pueda hacer el
hombre.
7 Acordaos de vuestros
pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el
resultado de su conducta, e imitad su fe.
8 Jesucristo es el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos.
9 No os dejéis llevar de
doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la
gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de
ellas.
10 Tenemos un altar, del
cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo.
11 Porque los cuerpos de
aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario
por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento.
12 Por lo cual también
Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la
puerta.
13 Salgamos, pues, a él,
fuera del campamento, llevando su vituperio;
14 porque no tenemos aquí
ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.
15 Así que, ofrezcamos
siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de
labios que confiesan su nombre.
16 Y de hacer bien y de la
ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.
17 Obedeced a vuestros
pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como
quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose,
porque esto no os es provechoso.
18 Orad por nosotros; pues
confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo.
19 Y más os ruego que lo
hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto.
Bendición y salutaciones finales
20 Y el Dios de paz que
resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las
ovejas, por la sangre del pacto eterno,
21 os haga aptos en toda
obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es
agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.
22 Os ruego, hermanos, que
soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente.
23 Sabed que está en
libertad nuestro hermano Timoteo, con el cual, si viniere pronto, iré a veros.
24 Saludad a todos
vuestros pastores, y a todos los santos. Los de Italia os saludan.
25 La gracia sea con todos
vosotros. Amén.
SANTIAGO
La
Epístola Universal de
SANTIAGO
Salutación
SANTIAGO 1
1 Santiago, siervo de Dios
y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión:
Salud.
La
sabiduría que viene de Dios
2 Hermanos míos, tened por
sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
3 sabiendo que la prueba
de vuestra fe produce paciencia.
4 Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna.
5 Y si alguno de vosotros
tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada.
6 Pero pida con fe, no
dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
7 No piense, pues, quien
tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
8 El hombre de doble ánimo
es inconstante en todos sus caminos.
9 El hermano que es de
humilde condición, gloríese en su exaltación;
10 pero el que es rico, en
su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.
11 Porque cuando sale el
sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa
apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
Soportando las pruebas
12 Bienaventurado el varón
que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la
corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
13 Cuando alguno es
tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
14 sino que cada uno es
tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
15 Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte.
16 Amados hermanos míos,
no erréis.
17 Toda buena dádiva y
todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no
hay mudanza, ni sombra de variación.
18 El, de su voluntad, nos
hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
Hacedores de la palabra
19 Por esto, mis amados
hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para
airarse;
20 porque la ira del
hombre no obra la justicia de Dios.
21 Por lo cual, desechando
toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
22 Pero sed hacedores de
la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno es
oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que
considera en un espejo su rostro natural.
24 Porque él se considera
a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
25 Mas el que mira
atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo
que hace.
26 Si alguno se cree
religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la
religión del tal es vana.
27 La religión pura y sin
mácula delante de Dios el Padre es esta:
Visitar a los huérfanos y
a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
Amonestación contra la parcialidad
SANTIAGO 2
1 Hermanos míos, que
vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.
2 Porque si en vuestra
congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también
entra un pobre con vestido andrajoso,
3 y miráis con agrado al
que trae la ropa espléndida y le decís:
Siéntate tú aquí en buen
lugar; y decís al pobre:
Estate tú allí en pie, o
siéntate aquí bajo mi estrado;
4 ¿no hacéis distinciones
entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?
5 Hermanos míos amados,
oíd:
¿No ha elegido Dios a los
pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha
prometido a los que le aman?
6 Pero vosotros habéis
afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os
arrastran a los tribunales?
7 ¿No blasfeman ellos el
buen nombre que fue invocado sobre vosotros?
8 Si en verdad cumplís la
ley real, conforme a la Escritura:
Amarás a tu prójimo como
a ti mismo, bien hacéis;
9 pero si hacéis acepción
de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.
10 Porque cualquiera que
guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
11 Porque el que dijo:
No cometerás adulterio,
también ha dicho:
No matarás. Ahora bien,
si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.
12 Así hablad, y así
haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.
13 Porque juicio sin
misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia
triunfa sobre el juicio.
La fe
sin obras es muerta
14 Hermanos míos, ¿de qué
aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe
salvarle?
15 Y si un hermano o una
hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
16 y alguno de vosotros
les dice:
Id en paz, calentaos y
saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué
aprovecha?
17 Así también la fe, si
no tiene obras, es muerta en sí misma.
18 Pero alguno dirá:
Tú tienes fe, y yo tengo
obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19 Tú crees que Dios es
uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
20 ¿Mas quieres saber,
hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
21 ¿No fue justificado por
las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22 ¿No ves que la fe actuó
juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
23 Y se cumplió la
Escritura que dice:
Abraham creyó a Dios, y
le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
24 Vosotros veis, pues,
que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
25 Asimismo también Rahab
la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los
envió por otro camino?
26 Porque como el cuerpo
sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
La
lengua
SANTIAGO 3
1 Hermanos míos, no os
hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
2 Porque todos ofendemos
muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz
también de refrenar todo el cuerpo.
3 He aquí nosotros ponemos
freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su
cuerpo.
4 Mirad también las naves;
aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy
pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
5 Así también la lengua es
un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque
enciende un pequeño fuego!
6 Y la lengua es un fuego,
un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina
todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por
el infierno.
7 Porque toda naturaleza
de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido
domada por la naturaleza humana;
8 pero ningún hombre puede
domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno
mortal.
9 Con ella bendecimos al
Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la
semejanza de Dios.
10 De una misma boca
proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
11 ¿Acaso alguna fuente
echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
12 Hermanos míos, ¿puede
acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente
puede dar agua salada y dulce.
La
sabiduría de lo alto
13 ¿Quién es sabio y
entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia
mansedumbre.
14 Pero si tenéis celos
amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la
verdad;
15 porque esta sabiduría
no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.
16 Porque donde hay celos
y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.
17 Pero la sabiduría que
es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de
misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
18 Y el fruto de justicia
se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
La
amistad con el mundo
SANTIAGO 4
1 ¿De dónde vienen las
guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales
combaten en vuestros miembros?
2 Codiciáis, y no tenéis;
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no
tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
3 Pedís, y no recibís,
porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
5 ¿O pensáis que la
Escritura dice en vano:
El Espíritu que él ha
hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
6 Pero él da mayor gracia.
Por esto dice:
Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios;
resistid al diablo, y huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios, y él se
acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble
ánimo, purificad vuestros corazones.
9 Afligíos, y lamentad, y
llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
10 Humillaos delante del
Señor, y él os exaltará.
Juzgando al hermano
11 Hermanos, no murmuréis
los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura
de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la
ley, sino juez.
12 Uno solo es el dador de
la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
No os
gloriéis del día de mañana
13 ¡Vamos ahora! los que
decís:
Hoy y mañana iremos a tal
ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
14 cuando no sabéis lo que
será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece
por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
15 En lugar de lo cual
deberíais decir:
Si el Señor quiere,
viviremos y haremos esto o aquello.
16 Pero ahora os jactáis
en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;
17 y al que sabe hacer lo
bueno, y no lo hace, le es pecado.
Contra
los ricos opresores
SANTIAGO 5
1 ¡Vamos ahora, ricos!
Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
2 Vuestras riquezas están
podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla.
3 Vuestro oro y plata
están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo
vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.
4 He aquí, clama el jornal
de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha
sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en
los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Habéis vivido en
deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones
como en día de matanza.
6 Habéis condenado y dado
muerte al justo, y él no os hace resistencia.
Sed
pacientes y orad
7 Por tanto, hermanos,
tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el
precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia
temprana y la tardía.
8 Tened también vosotros
paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.
9 Hermanos, no os quejéis
unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante
de la puerta.
10 Hermanos míos, tomad
como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre
del Señor.
11 He aquí, tenemos por
bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis
visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
12 Pero sobre todo,
hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro
juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis
en condenación.
13 ¿Está alguno entre
vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.
14 ¿Está alguno enfermo
entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole
con aceite en el nombre del Señor.
15 Y la oración de fe
salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le
serán perdonados.
16 Confesaos vuestras
ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración
eficaz del justo puede mucho.
17 Elías era hombre sujeto
a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese,
y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
18 Y otra vez oró, y el
cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
19 Hermanos, si alguno de
entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver,
20 sepa que el que haga
volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá
multitud de pecados.
1 PEDRO 1
Primera Epístola Universal de
SAN
PEDRO APÓSTOL
1 Pedro, apóstol de
Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia,
Asia y Bitinia,
2 elegidos según la
presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser
rociados con la sangre de Jesucristo:
Gracia y paz os sean
multiplicadas.
Una
esperanza viva
3 Bendito el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer
para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
4 para una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para
vosotros,
5 que sois guardados por
el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada
para ser manifestada en el tiempo postrero.
6 En lo cual vosotros os
alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser
afligidos en diversas pruebas,
7 para que sometida a
prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se
prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo,
8 a quien amáis sin
haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo
inefable y glorioso;
9 obteniendo el fin de
vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
10 Los profetas que
profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente
indagaron acerca de esta salvación,
11 escudriñando qué
persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual
anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían
tras ellos.
12 A éstos se les reveló
que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os
son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo
enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.
Llamamiento a una vida santa
13 Por tanto, ceñid los
lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia
que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado;
14 como hijos obedientes,
no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
15 sino, como aquel que os
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
16 porque escrito está:
Sed santos, porque yo soy
santo.
17 Y si invocáis por Padre
a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos
en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
18 sabiendo que fuisteis
rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros
padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
19 sino con la sangre
preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
20 ya destinado desde
antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por
amor de vosotros,
21 y mediante el cual
creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que
vuestra fe y esperanza sean en Dios.
22 Habiendo purificado
vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor
fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;
23 siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre.
24 Porque:
Toda carne es como hierba,
Y toda la gloria del
hombre como flor de la hierba.
La hierba se seca, y la
flor se cae;
25 Mas la palabra del
Señor permanece para siempre.
Y esta es la palabra que
por el evangelio os ha sido anunciada.
1 PEDRO
2
1 Desechando, pues, toda
malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,
2 desead, como niños
recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis
para salvación,
3 si es que habéis gustado
la benignidad del Señor.
La
piedra viva
4 Acercándoos a él, piedra
viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
5 vosotros también, como
piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
6 Por lo cual también
contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sion la
principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no
será avergonzado.
7 Para vosotros, pues, los
que creéis, él es precioso;
pero para los que no
creen,
La piedra que los
edificadores desecharon,
Ha venido a ser la cabeza
del ángulo;
8 y:
Piedra de tropiezo, y roca
que hace caer,
porque tropiezan en la
palabra, siendo desobedientes;
a lo cual fueron también
destinados.
El
pueblo de Dios
9 Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable;
10 vosotros que en otro
tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo
no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
Vivid
como siervos de Dios
11 Amados, yo os ruego
como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que
batallan contra el alma,
12 manteniendo buena
vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de
vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al
considerar vuestras buenas obras.
13 Por causa del Señor
someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior,
14 ya a los gobernadores,
como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen
bien.
15 Porque esta es la
voluntad de Dios:
que haciendo bien, hagáis
callar la ignorancia de los hombres insensatos;
16 como libres, pero no
como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como
siervos de Dios.
17 Honrad a todos. Amad a
los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
18 Criados, estad sujetos
con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino
también a los difíciles de soportar.
19 Porque esto merece
aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias
padeciendo injustamente.
20 Pues ¿qué gloria es, si
pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo
soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.
21 Pues para esto fuisteis
llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para
que sigáis sus pisadas;
22 el cual no hizo pecado,
ni se halló engaño en su boca;
23 quien cuando le
maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino
encomendaba la causa al que juzga justamente;
24 quien llevó él mismo
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados.
25 Porque vosotros erais
como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de
vuestras almas.
Deberes
conyugales
1 PEDRO
3
1 Asimismo vosotras,
mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a
la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
2 considerando vuestra
conducta casta y respetuosa.
3 Vuestro atavío no sea el
externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
4 sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de
grande estima delante de Dios.
5 Porque así también se
ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando
sujetas a sus maridos;
6 como Sara obedecía a
Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si
hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
7 Vosotros, maridos,
igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más
frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras
oraciones no tengan estorbo.
Una
buena conciencia
8 Finalmente, sed todos de
un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos,
amigables;
9 no devolviendo mal por
mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo
que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.
10 Porque:
El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen
engaño;
11 Apártese del mal, y
haga el bien;
Busque la paz, y sígala.
12 Porque los ojos del
Señor están sobre los justos,
Y sus oídos atentos a sus
oraciones;
Pero el rostro del Señor
está contra aquellos que hacen el mal.
13 ¿Y quién es aquel que
os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?
14 Mas también si alguna
cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os
amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis,
15 sino santificad a Dios
el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros;
16 teniendo buena
conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean
avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.
17 Porque mejor es que
padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo
el mal.
18 Porque también Cristo
padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos
a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
19 en el cual también fue
y predicó a los espíritus encarcelados,
20 los que en otro tiempo
desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé,
mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron
salvadas por agua.
21 El bautismo que
corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne,
sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección
de Jesucristo,
22 quien habiendo subido
al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y
potestades.
Buenos
administradores de la gracia de Dios
1 PEDRO
4
1 Puesto que Cristo ha
padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo
pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado,
2 para no vivir el tiempo
que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino
conforme a la voluntad de Dios.
3 Baste ya el tiempo
pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias,
concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.
4 A éstos les parece cosa
extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución,
y os ultrajan;
5 pero ellos darán cuenta
al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.
6 Porque por esto también
ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne
según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.
7 Mas el fin de todas las
cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración.
8 Y ante todo, tened entre
vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.
9 Hospedaos los unos a los
otros sin murmuraciones.
10 Cada uno según el don
que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la
multiforme gracia de Dios.
11 Si alguno habla, hable
conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder
que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien
pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Padeciendo como cristianos
12 Amados, no os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese,
13 sino gozaos por cuanto
sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la
revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
14 Si sois vituperados por
el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios
reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero
por vosotros es glorificado.
15 Así que, ninguno de
vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo
ajeno;
16 pero si alguno padece
como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.
17 Porque es tiempo de que
el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros,
¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?
18 Y:
Si el justo con dificultad
se salva,
¿En dónde aparecerá el
impío y el pecador?
19 De modo que los que
padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y
hagan el bien.
Apacentad la grey de Dios
1 PEDRO
5
1 Ruego a los ancianos que
están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los
padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será
revelada:
2 Apacentad la grey de
Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
3 no como teniendo señorío
sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
4 Y cuando aparezca el
Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
5 Igualmente, jóvenes,
estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de
humildad; porque:
Dios resiste a los
soberbios,
Y da gracia a los
humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la
poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
7 echando toda vuestra
ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando
a quien devorar;
9 al cual resistid firmes
en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros
hermanos en todo el mundo.
10 Mas el Dios de toda
gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis
padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y
establezca.
11 A él sea la gloria y el
imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Salutaciones finales
12 Por conducto de
Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente,
amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la
cual estáis.
13 La iglesia que está en
Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan.
14 Saludaos unos a otros
con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo.
Amén.
2 PEDRO
Segunda
Epístola Universal de
SAN
PEDRO APÓSTOL
Salutación
1 Simón Pedro, siervo y
apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro
Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:
2 Gracia y paz os sean
multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.
Partícipes de la naturaleza divina
3 Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder,
mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,
4 por medio de las cuales
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay
en el mundo a causa de la concupiscencia;
5 vosotros también,
poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la
virtud, conocimiento;
6 al conocimiento, dominio
propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;
7 a la piedad, afecto
fraternal; y al afecto fraternal, amor.
8 Porque si estas cosas
están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto
al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
9 Pero el que no tiene
estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la
purificación de sus antiguos pecados.
10 Por lo cual, hermanos,
tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo
estas cosas, no caeréis jamás.
11 Porque de esta manera
os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.
12 Por esto, yo no dejaré
de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis
confirmados en la verdad presente.
13 Pues tengo por justo,
en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación;
14 sabiendo que en breve
debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado.
15 También yo procuraré
con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener
memoria de estas cosas.
Testigos presenciales de la gloria de Cristo
16 Porque no os hemos dado
a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas
artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.
17 Pues cuando él recibió
de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz
que decía:
Este es mi Hijo amado, en
el cual tengo complacencia.
18 Y nosotros oímos esta
voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
19 Tenemos también la
palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de
la mañana salga en vuestros corazones;
20 entendiendo primero
esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
21 porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Falsos
profetas y falsos maestros
(Judas
3-13)
2 PEDRO
2
1 Pero hubo también falsos
profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que
introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que
los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.
2 Y muchos seguirán sus
disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado,
3 y por avaricia harán
mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo
la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.
4 Porque si Dios no
perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó
a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;
5 y si no perdonó al mundo
antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas,
trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos;
6 y si condenó por
destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y
poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente,
7 y libró al justo Lot,
abrumado por la nefanda conducta de los malvados 8 (porque este justo, que
moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos
inicuos de ellos),
9 sabe el Señor librar de
tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el
día del juicio;
10 y mayormente a aquellos
que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el
señorío.
Atrevidos y contumaces, no
temen decir mal de las potestades superiores,
11 mientras que los
ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de
maldición contra ellas delante del Señor.
12 Pero éstos, hablando
mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y
destrucción, perecerán en su propia perdición,
13 recibiendo el galardón
de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos
son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean
en sus errores.
14 Tienen los ojos llenos
de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el
corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.
15 Han dejado el camino
recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual
amó el premio de la maldad,
16 y fue reprendido por su
iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la
locura del profeta.
17 Estos son fuentes sin
agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad
está reservada para siempre.
18 Pues hablando palabras
infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los
que verdaderamente habían huido de los que viven en error.
19 Les prometen libertad,
y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno
es hecho esclavo del que lo venció.
20 Ciertamente, si
habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento
del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su
postrer estado viene a ser peor que el primero.
21 Porque mejor les
hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo
conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.
22 Pero les ha acontecido
lo del verdadero proverbio:
El perro vuelve a su
vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.
El día
del Señor vendrá
2 PEDRO
3
1 Amados, esta es la
segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro
limpio entendimiento,
2 para que tengáis memoria
de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del
mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles;
3 sabiendo primero esto,
que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias
concupiscencias,
4 y diciendo:
¿Dónde está la promesa de
su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las
cosas permanecen así como desde el principio de la creación.
5 Estos ignoran
voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios
los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste,
6 por lo cual el mundo de
entonces pereció anegado en agua;
7 pero los cielos y la
tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para
el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.
8 Mas, oh amados, no
ignoréis esto:
que para con el Señor un
día es como mil años, y mil años como un día.
9 El Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento.
10 Pero el día del Señor
vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande
estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que
en ella hay serán quemadas.
11 Puesto que todas estas
cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa
manera de vivir,
12 esperando y
apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos,
encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!
13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en
los cuales mora la justicia.
14 Por lo cual, oh amados,
estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él
sin mancha e irreprensibles, en paz.
15 Y tened entendido que
la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado
hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,
16 casi en todas sus
epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas
difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como
también las otras Escrituras, para su propia perdición.
17 Así que vosotros, oh
amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de
los inicuos, caigáis de vuestra firmeza.
18 Antes bien, creced en
la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea
gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
1 JUAN 1
Primera Epístola Universal de
SAN
JUAN APÓSTOL
La
palabra de vida
1 Lo que era desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la
vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida
eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó);
3 lo que hemos visto y
oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con
nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo
Jesucristo.
4 Estas cosas os
escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
Dios es
luz
5 Este es el mensaje que
hemos oído de él, y os anunciamos:
Dios es luz, y no hay
ningunas tinieblas en él.
6 Si decimos que tenemos
comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
7 pero si andamos en luz,
como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo
su Hijo nos limpia de todo pecado.
8 Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros.
9 Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad.
10 Si decimos que no hemos
pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Cristo,
nuestro abogado
1 JUAN
2
1 Hijitos míos, estas
cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado
tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
2 Y él es la propiciación
por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo.
3 Y en esto sabemos que
nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.
4 El que dice:
Yo le conozco, y no
guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;
5 pero el que guarda su
palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto
sabemos que estamos en él.
6 El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo.
El
nuevo mandamiento
7 Hermanos, no os escribo
mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el
principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el
principio.
8 Sin embargo, os escribo
un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas
van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.
9 El que dice que está en
la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.
10 El que ama a su
hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
11 Pero el que aborrece a
su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque
las tinieblas le han cegado los ojos.
12 Os escribo a vosotros,
hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.
13 Os escribo a vosotros,
padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros,
jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos,
porque habéis conocido al Padre.
14 Os he escrito a
vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he
escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece
en vosotros, y habéis vencido al maligno.
15 No améis al mundo, ni
las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él.
16 Porque todo lo que hay
en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de
la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
17 Y el mundo pasa, y sus
deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
El
anticristo
18 Hijitos, ya es el
último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han
surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.
19 Salieron de nosotros,
pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían
permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son
de nosotros.
20 Pero vosotros tenéis la
unción del Santo, y conocéis todas las cosas.
21 No os he escrito como
si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira
procede de la verdad.
22 ¿Quién es el mentiroso,
sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al
Padre y al Hijo.
23 Todo aquel que niega al
Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
24 Lo que habéis oído
desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el
principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en
el Padre.
25 Y esta es la promesa
que él nos hizo, la vida eterna.
26 Os he escrito esto
sobre los que os engañan.
27 Pero la unción que
vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que
nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es
verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.
28 Y ahora, hijitos,
permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en
su venida no nos alejemos de él avergonzados.
29 Si sabéis que él es
justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.
Hijos
de Dios
1 JUAN
3
1 Mirad cuál amor nos ha
dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos
conoce, porque no le conoció a él.
2 Amados, ahora somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es.
3 Y todo aquel que tiene
esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
4 Todo aquel que comete
pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
5 Y sabéis que él apareció
para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
6 Todo aquel que permanece
en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
7 Hijitos, nadie os
engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
8 El que practica el
pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto
apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
9 Todo aquel que es nacido
de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no
puede pecar, porque es nacido de Dios.
10 En esto se manifiestan
los hijos de Dios, y los hijos del diablo:
todo aquel que no hace
justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
11 Porque este es el
mensaje que habéis oído desde el principio:
Que nos amemos unos a
otros.
12 No como Caín, que era
del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran
malas, y las de su hermano justas.
13 Hermanos míos, no os
extrañéis si el mundo os aborrece.
14 Nosotros sabemos que
hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su
hermano, permanece en muerte.
15 Todo aquel que aborrece
a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna
permanente en él.
16 En esto hemos conocido
el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos.
17 Pero el que tiene
bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su
corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
18 Hijitos míos, no amemos
de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
19 Y en esto conocemos que
somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él;
20 pues si nuestro corazón
nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
21 Amados, si nuestro
corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
22 y cualquiera cosa que
pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos
las cosas que son agradables delante de él.
23 Y este es su
mandamiento:
Que creamos en el nombre
de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
24 Y el que guarda sus
mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él
permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
El
Espíritu de Dios y el espíritu del anticristo
1 JUAN
4
1 Amados, no creáis a todo
espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos
profetas han salido por el mundo.
2 En esto conoced el
Espíritu de Dios:
Todo espíritu que
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;
3 y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu
del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en
el mundo.
4 Hijitos, vosotros sois
de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el
que está en el mundo.
5 Ellos son del mundo; por
eso hablan del mundo, y el mundo los oye.
6 Nosotros somos de Dios;
el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto
conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.
Dios es
amor
7 Amados, amémonos unos a
otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y
conoce a Dios.
8 El que no ama, no ha
conocido a Dios; porque Dios es amor.
9 En esto se mostró el
amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que vivamos por él.
10 En esto consiste el
amor:
no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en
propiciación por nuestros pecados.
11 Amados, si Dios nos ha
amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
12 Nadie ha visto jamás a
Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha
perfeccionado en nosotros.
13 En esto conocemos que
permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.
14 Y nosotros hemos visto
y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
15 Todo aquel que confiese
que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
16 Y nosotros hemos
conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el
que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
17 En esto se ha
perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del
juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
18 En el amor no hay
temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en
sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
19 Nosotros le amamos a
él, porque él nos amó primero.
20 Si alguno dice:
Yo amo a Dios, y aborrece
a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto,
¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
21 Y nosotros tenemos este
mandamiento de él:
El que ama a Dios, ame
también a su hermano.
La fe
que vence al mundo
1 JUAN
5
1 Todo aquel que cree que
Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama
también al que ha sido engendrado por él.
2 En esto conocemos que
amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
3 Pues este es el amor a
Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
4 Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe.
5 ¿Quién es el que vence
al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
El
testimonio del Espíritu
6 Este es Jesucristo, que
vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y
sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad.
7 Porque tres son los que
dan testimonio en el cielo:
el Padre, el Verbo y el
Espíritu Santo; y estos tres son uno.
8 Y tres son los que dan
testimonio en la tierra:
el Espíritu, el agua y la
sangre; y estos tres concuerdan.
9 Si recibimos el
testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el
testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo.
10 El que cree en el Hijo
de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho
mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su
Hijo.
11 Y este es el
testimonio:
que Dios nos ha dado vida
eterna; y esta vida está en su Hijo.
12 El que tiene al Hijo,
tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
El
conocimiento de la vida eterna
13 Estas cosas os he
escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que
tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
14 Y esta es la confianza
que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos
oye.
15 Y si sabemos que él nos
oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le
hayamos hecho.
16 Si alguno viere a su
hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto
es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por
el cual yo no digo que se pida.
17 Toda injusticia es
pecado; pero hay pecado no de muerte.
18 Sabemos que todo aquel
que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por
Dios le guarda, y el maligno no le toca.
19 Sabemos que somos de
Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.
20 Pero sabemos que el
Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es
verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios, y la vida eterna.
21 Hijitos, guardaos de
los ídolos. Amén.
2 JUAN
Segunda Epístola de
SAN
JUAN APÓSTOL
Salutación
1 El anciano a la señora
elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también
todos los que han conocido la verdad,
2 a causa de la verdad que
permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros:
3 Sea con vosotros
gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del
Padre, en verdad y en amor.
Permaneced en la doctrina de Cristo
4 Mucho me regocijé porque
he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento
que recibimos del Padre.
5 Y ahora te ruego,
señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido
desde el principio, que nos amemos unos a otros.
6 Y este es el amor, que
andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento:
que andéis en amor, como
vosotros habéis oído desde el principio.
7 Porque muchos
engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido
en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
8 Mirad por vosotros
mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis
galardón completo.
9 Cualquiera que se
extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que
persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.
10 Si alguno viene a
vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis:
¡Bienvenido! 11 Porque el
que le dice:
¡Bienvenido! participa en
sus malas obras.
Espero
ir a vosotros
12 Tengo muchas cosas que
escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero
ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido.
13 Los hijos de tu
hermana, la elegida, te saludan. Amén.
3 JUAN 1
Tercera Epístola de
SAN
JUAN APÓSTOL
Salutación
1 El anciano a Gayo, el
amado, a quien amo en la verdad.
2 Amado, yo deseo que tú
seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu
alma.
3 Pues mucho me regocijé
cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en
la verdad.
4 No tengo yo mayor gozo
que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
Elogio
de la hospitalidad de Gayo
5 Amado, fielmente te
conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los
desconocidos,
6 los cuales han dado ante
la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de
su servicio a Dios, para que continúen su viaje.
7 Porque ellos salieron
por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles.
8 Nosotros, pues, debemos
acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.
La
oposición de Diótrefes
9 Yo he escrito a la
iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no
nos recibe.
10 Por esta causa, si yo
fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra
nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que
quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia.
Buen
testimonio acerca de Demetrio
11 Amado, no imites lo
malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo,
no ha visto a Dios.
12 Todos dan testimonio de
Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros
sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
Salutaciones finales
13 Yo tenía muchas cosas
que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma,
14 porque espero verte en
breve, y hablaremos cara a cara.
15 La paz sea contigo. Los
amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular.
SAN JUDAS
APÓSTOL
La
Epístola Universal de
SAN JUDAS APÓSTOL
Salutación
JUDAS 1
1 Judas, siervo de
Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y
guardados en Jesucristo:
2 Misericordia y paz y
amor os sean multiplicados.
Falsas
doctrinas y falsos maestros
(2 P.2.1-17)
3 Amados, por la gran
solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido
necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha
sido una vez dada a los santos.
4 Porque algunos hombres
han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para
esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de
nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
5 Mas quiero recordaros,
ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo
sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.
6 Y a los ángeles que no
guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado
bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día;
7 como Sodoma y Gomorra y
las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo
fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo,
sufriendo el castigo del fuego eterno.
8 No obstante, de la misma
manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y
blasfeman de las potestades superiores.
9 Pero cuando el arcángel
Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se
atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo:
El Señor te reprenda.
10 Pero éstos blasfeman de
cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como
animales irracionales.
11 ¡Ay de ellos! porque
han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y
perecieron en la contradicción de Coré.
12 Estos son manchas en
vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí
mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles
otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;
13 fieras ondas del mar,
que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está
reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.
14 De éstos también
profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo:
He aquí, vino el Señor
con sus santas decenas de millares,
15 para hacer juicio
contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que
han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han
hablado contra él.
16 Estos son murmuradores,
querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas,
adulando a las personas para sacar provecho.
Amonestaciones y exhortaciones
17 Pero vosotros, amados,
tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de
nuestro Señor Jesucristo;
18 los que os decían:
En el postrer tiempo
habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos.
19 Estos son los que
causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.
20 Pero vosotros, amados,
edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo,
21 conservaos en el amor
de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
22 A algunos que dudan,
convencedlos.
23 A otros salvad,
arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo
aun la ropa contaminada por su carne.
Doxología
24 Y a aquel que es
poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria
con gran alegría,
25 al único y sabio Dios,
nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos
los siglos. Amén.
EL APOCALIPSIS
De San
Juan
La
revelación de Jesucristo
APOCALIPSIS 1
1 La revelación de
Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben
suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,
2 que ha dado testimonio
de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que
ha visto.
3 Bienaventurado el que
lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella
escritas; porque el tiempo está cerca.
Salutaciones a las siete iglesias
4 Juan, a las siete
iglesias que están en Asia:
Gracia y paz a vosotros,
del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están
delante de su trono;
5 y de Jesucristo el
testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la
tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
6 y nos hizo reyes y
sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los
siglos. Amén.
7 He aquí que viene con
las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de
la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
8 Yo soy el Alfa y la
Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el
Todopoderoso.
Una
visión del Hijo del Hombre
9 Yo Juan, vuestro
hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia
de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios
y el testimonio de Jesucristo.
10 Yo estaba en el
Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
11 que decía:
Yo soy el Alfa y la
Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las
siete iglesias que están en Asia:
a Efeso, Esmirna, Pérgamo,
Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
12 Y me volví para ver la
voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13 y en medio de los siete
candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba
hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14 Su cabeza y sus
cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de
fuego;
15 y sus pies semejantes
al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de
muchas aguas.
16 Tenía en su diestra
siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era
como el sol cuando resplandece en su fuerza.
17 Cuando le vi, caí como
muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome:
No temas; yo soy el
primero y el último;
18 y el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las
llaves de la muerte y del Hades.
19 Escribe las cosas que
has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
20 El misterio de las
siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro:
las siete estrellas son
los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las
siete iglesias.
Mensajes a las siete iglesias:
El
mensaje a Efeso
APOCALIPSIS 2
1 Escribe al ángel de la
iglesia en Efeso:
El que tiene las siete
estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro,
dice esto:
2 Yo conozco tus obras, y
tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has
probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos;
3 y has sufrido, y has
tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has
desmayado.
4 Pero tengo contra ti,
que has dejado tu primer amor.
5 Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré
pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
6 Pero tienes esto, que
aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
7 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del
árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
El
mensaje a Esmirna
8 Y escribe al ángel de la
iglesia en Esmirna:
El primero y el postrero,
el que estuvo muerto y vivió, dice esto:
9 Yo conozco tus obras, y
tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.
10 No temas en nada lo que
vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel,
para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la
muerte, y yo te daré la corona de la vida.
11 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la
segunda muerte.
El
mensaje a Pérgamo
12 Y escribe al ángel de
la iglesia en Pérgamo:
El que tiene la espada
aguda de dos filos dice esto:
13 Yo conozco tus obras, y
dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has
negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre
vosotros, donde mora Satanás.
14 Pero tengo unas pocas
cosas contra ti:
que tienes ahí a los que
retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los
hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer
fornicación.
15 Y también tienes a los
que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.
16 Por tanto,
arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la
espada de mi boca.
17 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná
escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre
nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
El
mensaje a Tiatira
18 Y escribe al ángel de
la iglesia en Tiatira:
El Hijo de Dios, el que
tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:
19 Yo conozco tus obras, y
amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que
las primeras.
20 Pero tengo unas pocas
cosas contra ti:
que toleras que esa mujer
Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a
comer cosas sacrificadas a los ídolos.
21 Y le he dado tiempo
para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.
22 He aquí, yo la arrojo
en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se
arrepienten de las obras de ella.
23 Y a sus hijos heriré de
muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el
corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.
24 Pero a vosotros y a los
demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido
lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo:
No os impondré otra
carga;
25 pero lo que tenéis,
retenedlo hasta que yo venga.
26 Al que venciere y
guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,
27 y las regirá con vara
de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he
recibido de mi Padre;
28 y le daré la estrella
de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El
mensaje a Sardis
APOCALIPSIS 3
1 Escribe al ángel de la
iglesia en Sardis:
El que tiene los siete
espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto:
Yo conozco tus obras, que
tienes nombre de que vives, y estás muerto.
2 Sé vigilante, y afirma
las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas
delante de Dios.
3 Acuérdate, pues, de lo
que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré
sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
4 Pero tienes unas pocas
personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en
vestiduras blancas, porque son dignas.
5 El que venciere será
vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El
mensaje a Filadelfia
7 Escribe al ángel de la
iglesia en Filadelfia:
Esto dice el Santo, el
Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y
cierra y ninguno abre:
8 Yo conozco tus obras; he
aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar;
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi
nombre.
9 He aquí, yo entrego de
la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que
mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que
yo te he amado.
10 Por cuanto has guardado
la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que
ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.
11 He aquí, yo vengo
pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
12 Al que venciere, yo lo
haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva
Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El
mensaje a Laodicea
14 Y escribe al ángel de
la iglesia en Laodicea:
He aquí el Amén, el
testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
15 Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices:
Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18 Por tanto, yo te
aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y
vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu
desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a
todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado
con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
La
adoración celestial
APOCALIPSIS 4
1 Después de esto miré, y
he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de
trompeta, hablando conmigo, dijo:
Sube acá, y yo te
mostraré las cosas que sucederán después de estas.
2 Y al instante yo estaba
en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno
sentado.
3 Y el aspecto del que
estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor
del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
4 Y alrededor del trono
había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos,
vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
5 Y del trono salían
relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de
fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
6 Y delante del trono
había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor
del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás.
7 El primer ser viviente
era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía
rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres
vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de
ojos; y no cesaban día y noche de decir:
Santo, santo, santo es el
Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
9 Y siempre que aquellos
seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el
trono, al que vive por los siglos de los siglos,
10 los veinticuatro
ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que
vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono,
diciendo:
11 Señor, digno eres de
recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y
por tu voluntad existen y fueron creadas.
El
rollo y el Cordero
APOCALIPSIS 5
1 Y vi en la mano derecha
del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera,
sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel fuerte
que pregonaba a gran voz:
¿Quién es digno de abrir
el libro y desatar sus sellos?
3 Y ninguno, ni en el
cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun
mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho,
porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni
de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me
dijo:
No llores. He aquí que el
León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y
desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y vi que en
medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos,
estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos,
los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
7 Y vino, y tomó el libro
de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el
libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron
delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que
son las oraciones de los santos;
9 y cantaban un nuevo
cántico, diciendo:
Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has
redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
10 y nos has hecho para
nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de
muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos;
y su número era millones de millones,
12 que decían a gran voz:
El Cordero que fue
inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza,
la honra, la gloria y la alabanza.
13 Y a todo lo creado que
está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a
todas las cosas que en ellos hay, oí decir:
Al que está sentado en el
trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los
siglos de los siglos.
14 Los cuatro seres
vivientes decían:
Amén; y los veinticuatro
ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de
los siglos.
Los
sellos
APOCALIPSIS 6
1 Vi cuando el Cordero
abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con
voz de trueno:
Ven y mira.
2 Y miré, y he aquí un
caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y
salió venciendo, y para vencer.
3 Cuando abrió el segundo
sello, oí al segundo ser viviente, que decía:
Ven y mira.
4 Y salió otro caballo,
bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y
que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.
5 Cuando abrió el tercer
sello, oí al tercer ser viviente, que decía:
Ven y mira. Y miré, y he
aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
6 Y oí una voz de en medio
de los cuatro seres vivientes, que decía:
Dos libras de trigo por
un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni
el vino.
7 Cuando abrió el cuarto
sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía:
Ven y mira.
8 Miré, y he aquí un
caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le
seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar
con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
9 Cuando abrió el quinto
sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la
palabra de Dios y por el testimonio que tenían.
10 Y clamaban a gran voz,
diciendo:
¿Hasta cuándo, Señor,
santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la
tierra?
11 Y se les dieron
vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo,
hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también
habían de ser muertos como ellos.
12 Miré cuando abrió el
sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela
de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
13 y las estrellas del
cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es
sacudida por un fuerte viento.
14 Y el cielo se
desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió
de su lugar.
15 Y los reyes de la
tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y
todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
16 y decían a los montes y
a las peñas:
Caed sobre nosotros, y
escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del
Cordero;
17 porque el gran día de
su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
Los 144
mil sellados
APOCALIPSIS 7
1 Después de esto vi a
cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los
cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra,
ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.
2 Vi también a otro ángel
que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran
voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a
la tierra y al mar,
3 diciendo:
No hagáis daño a la
tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a
los siervos de nuestro Dios.
4 Y oí el número de los
sellados:
ciento cuarenta y cuatro
mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
5 De la tribu de Judá,
doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad,
doce mil sellados.
6 De la tribu de Aser,
doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de
Manasés, doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón,
doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar,
doce mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón,
doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de
Benjamín, doce mil sellados.
La
multitud vestida de ropas blancas
9 Después de esto miré, y
he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y
tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
10 y clamaban a gran voz,
diciendo:
La salvación pertenece a
nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
11 Y todos los ángeles
estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres
vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a
Dios,
12 diciendo:
Amén. La bendición y la
gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la
fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
13 Entonces uno de los
ancianos habló, diciéndome:
Estos que están vestidos
de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
14 Yo le dije:
Señor, tú lo sabes. Y él
me dijo:
Estos son los que han
salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido
en la sangre del Cordero.
15 Por esto están delante
del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado
sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
16 Ya no tendrán hambre ni
sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno;
17 porque el Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida;
y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
El
séptimo sello
APOCALIPSIS 8
1 Cuando abrió el séptimo
sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
2 Y vi a los siete ángeles
que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
3 Otro ángel vino entonces
y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso
para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que
estaba delante del trono.
4 Y de la mano del ángel
subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los
santos.
5 Y el ángel tomó el
incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo
truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.
Las
trompetas
6 Y los siete ángeles que
tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
7 El primer ángel tocó la
trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre
la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba
verde.
8 El segundo ángel tocó la
trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y
la tercera parte del mar se convirtió en sangre.
9 Y murió la tercera parte
de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves
fue destruida.
10 El tercer ángel tocó la
trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó
sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.
11 Y el nombre de la
estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y
muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.
12 El cuarto ángel tocó la
trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna,
y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de
ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche.
13 Y miré, y oí a un ángel
volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz:
¡Ay, ay, ay, de los que
moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar
los tres ángeles!
APOCALIPSIS 9
1 El quinto ángel tocó la
trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave
del pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del
abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol
y el aire por el humo del pozo.
3 Y del humo salieron
langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones
de la tierra.
4 Y se les mandó que no
dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol,
sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
5 Y les fue dado, no que
los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como
tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
6 Y en aquellos días los
hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la
muerte huirá de ellos.
7 El aspecto de las
langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas
tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas;
8 tenían cabello como
cabello de mujer; sus dientes eran como de leones;
9 tenían corazas como
corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros
de caballos corriendo a la batalla;
10 tenían colas como de
escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los
hombres durante cinco meses.
11 Y tienen por rey sobre
ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
12 El primer ay pasó; he
aquí, vienen aún dos ayes después de esto.
13 El sexto ángel tocó la
trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba
delante de Dios,
14 diciendo al sexto ángel
que tenía la trompeta:
Desata a los cuatro
ángeles que están atados junto al gran río Eufrates.
15 Y fueron desatados los
cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de
matar a la tercera parte de los hombres.
16 Y el número de los
ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número.
17 Así vi en visión los
caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de
azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca
salían fuego, humo y azufre.
18 Por estas tres plagas
fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre
que salían de su boca.
19 Pues el poder de los
caballos estaba en su boca y en sus colas; porque sus colas, semejantes a
serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban.
20 Y los otros hombres que
no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de
sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de
plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni
andar;
21 y no se arrepintieron
de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus
hurtos.
El
ángel con el librito
APOCALIPSIS 10
1 Vi descender del cielo a
otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su
rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
2 Tenía en su mano un
librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la
tierra;
3 y clamó a gran voz, como
ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
4 Cuando los siete truenos
hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me
decía:
Sella las cosas que los
siete truenos han dicho, y no las escribas.
5 Y el ángel que vi en pie
sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
6 y juró por el que vive
por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y
la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él,
que el tiempo no sería más,
7 sino que en los días de
la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de
Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
8 La voz que oí del cielo
habló otra vez conmigo, y dijo:
Ve y toma el librito que
está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la
tierra.
9 Y fui al ángel,
diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo:
Toma, y cómelo; y te
amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
10 Entonces tomé el
librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel,
pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
11 Y él me dijo:
Es necesario que
profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
Los dos
testigos
APOCALIPSIS 11
1 Entonces me fue dada una
caña semejante a una vara de medir, y se me dijo:
Levántate, y mide el
templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.
2 Pero el patio que está
fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los
gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
3 Y daré a mis dos
testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
4 Estos testigos son los
dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.
5 Si alguno quiere
dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno
quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.
6 Estos tienen poder para
cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen
poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con
toda plaga, cuantas veces quieran.
7 Cuando hayan acabado su
testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los
vencerá y los matará.
8 Y sus cadáveres estarán
en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y
Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
9 Y los de los pueblos,
tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no
permitirán que sean sepultados.
10 Y los moradores de la
tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a
otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la
tierra.
11 Pero después de tres
días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se
levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.
12 Y oyeron una gran voz
del cielo, que les decía:
Subid acá. Y subieron al
cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
13 En aquella hora hubo un
gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto
murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron
gloria al Dios del cielo.
14 El segundo ay pasó; he
aquí, el tercer ay viene pronto.
La
séptima trompeta
15 El séptimo ángel tocó
la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían:
Los reinos del mundo han
venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los
siglos.
16 Y los veinticuatro
ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre
sus rostros, y adoraron a Dios,
17 diciendo:
Te damos gracias, Señor
Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado
tu gran poder, y has reinado.
18 Y se airaron las
naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el
galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre,
a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
19 Y el templo de Dios fue
abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo
relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.
La
mujer y el dragón
APOCALIPSIS 12
1 Apareció en el cielo una
gran señal:
una mujer vestida del
sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas.
2 Y estando encinta,
clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.
3 También apareció otra
señal en el cielo:
he aquí un gran dragón
escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete
diademas;
4 y su cola arrastraba la
tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el
dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a
su hijo tan pronto como naciese.
5 Y ella dio a luz un hijo
varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue
arrebatado para Dios y para su trono.
6 Y la mujer huyó al
desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por
mil doscientos sesenta días.
7 Después hubo una gran
batalla en el cielo:
Miguel y sus ángeles
luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
8 pero no prevalecieron,
ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
9 Y fue lanzado fuera el
gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña
al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con
él.
10 Entonces oí una gran
voz en el cielo, que decía:
Ahora ha venido la
salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo;
porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
11 Y ellos le han vencido
por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y
menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12 Por lo cual alegraos,
cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!
porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco
tiempo.
13 Y cuando vio el dragón
que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz
al hijo varón.
14 Y se le dieron a la
mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente
al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la
mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente arrojó
de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el
río.
16 Pero la tierra ayudó a
la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado
de su boca.
17 Entonces el dragón se
llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la
descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesucristo.
Las dos
bestias
APOCALIPSIS 13
1 Me paré sobre la arena
del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y
en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo.
2 Y la bestia que vi era
semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y
el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad.
3 Vi una de sus cabezas
como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la
tierra en pos de la bestia,
4 y adoraron al dragón que
había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo:
¿Quién como la bestia, y
quién podrá luchar contra ella?
5 También se le dio boca
que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar
cuarenta y dos meses.
6 Y abrió su boca en
blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los
que moran en el cielo.
7 Y se le permitió hacer
guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda
tribu, pueblo, lengua y nación.
8 Y la adoraron todos los
moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida
del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
9 Si alguno tiene oído,
oiga.
10 Si alguno lleva en
cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto.
Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
11 Después vi otra bestia
que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero
hablaba como dragón.
12 Y ejerce toda la
autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los
moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
13 También hace grandes
señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra
delante de los hombres.
14 Y engaña a los
moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia
de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la
bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
15 Y se le permitió
infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese
matar a todo el que no la adorase.
16 Y hacía que a todos,
pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca
en la mano derecha, o en la frente;
17 y que ninguno pudiese
comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el
número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El
que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de
hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
El
cántico de los 144 mil
APOCALIPSIS 14
1 Después miré, y he aquí
el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y
cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.
2 Y oí una voz del cielo
como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí
era como de arpistas que tocaban sus arpas.
3 Y cantaban un cántico
nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los
ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y
cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.
4 Estos son los que no se
contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero
por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como
primicias para Dios y para el Cordero;
5 y en sus bocas no fue
hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.
El
mensaje de los tres ángeles
6 Vi volar por en medio
del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los
moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
7 diciendo a gran voz:
Temed a Dios, y dadle
gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el
cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
8 Otro ángel le siguió,
diciendo:
Ha caído, ha caído
Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino
del furor de su fornicación.
9 Y el tercer ángel los
siguió, diciendo a gran voz:
Si alguno adora a la
bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
10 él también beberá del
vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será
atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;
11 y el humo de su
tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de
noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de
su nombre.
12 Aquí está la paciencia
de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Oí una voz que desde el
cielo me decía:
Escribe:
Bienaventurados de aquí
en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu,
descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
La
tierra es segada
14 Miré, y he aquí una
nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía
en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
15 Y del templo salió otro
ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube:
Mete tu hoz, y siega;
porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.
16 Y el que estaba sentado
sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada.
17 Salió otro ángel del
templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.
18 Y salió del altar otro
ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz
aguda, diciendo:
Mete tu hoz aguda, y
vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras.
19 Y el ángel arrojó su
hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran
lagar de la ira de Dios.
20 Y fue pisado el lagar
fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos,
por mil seiscientos estadios.
Los
ángeles con las siete postreras plagas
APOCALIPSIS 15
1 Vi en el cielo otra
señal, grande y admirable:
siete ángeles que tenían
las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios.
2 Vi también como un mar
de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la
bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de
vidrio, con las arpas de Dios.
3 Y cantan el cántico de
Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas
son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey
de los santos.
4 ¿Quién no te temerá, oh
Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las
naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado.
5 Después de estas cosas
miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del
testimonio;
6 y del templo salieron
los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y
resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
7 Y uno de los cuatro
seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de
Dios, que vive por los siglos de los siglos.
8 Y el templo se llenó de
humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo
hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.
Las
copas de ira
APOCALIPSIS 16
1 Oí una gran voz que
decía desde el templo a los siete ángeles:
Id y derramad sobre la
tierra las siete copas de la ira de Dios.
2 Fue el primero, y
derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre
los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
3 El segundo ángel derramó
su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo
ser vivo que había en el mar.
4 El tercer ángel derramó
su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en
sangre.
5 Y oí al ángel de las
aguas, que decía:
Justo eres tú, oh Señor,
el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron la
sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre;
pues lo merecen.
7 También oí a otro, que
desde el altar decía:
Ciertamente, Señor Dios
Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
8 El cuarto ángel derramó
su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego.
9 Y los hombres se
quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder
sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
10 El quinto ángel derramó
su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y
mordían de dolor sus lenguas,
11 y blasfemaron contra el
Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus
obras.
12 El sexto ángel derramó
su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que
estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
13 Y vi salir de la boca
del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres
espíritus inmundos a manera de ranas;
14 pues son espíritus de
demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo,
para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como
ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande
desnudo, y vean su vergüenza.
16 Y los reunió en el
lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel
derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del
trono, diciendo:
Hecho está.
18 Entonces hubo
relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan
grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
19 Y la gran ciudad fue
dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran
Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del
ardor de su ira.
20 Y toda isla huyó, y los
montes no fueron hallados.
21 Y cayó del cielo sobre
los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres
blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue
sobremanera grande.
Condenación de la gran ramera
APOCALIPSIS 17
1 Vino entonces uno de los
siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome:
Ven acá, y te mostraré la
sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
2 con la cual han
fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado
con el vino de su fornicación.
3 Y me llevó en el
Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena
de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba
vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de
perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la
inmundicia de su fornicación;
5 y en su frente un nombre
escrito, un misterio:
BABILONIA LA GRANDE, LA
MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
6 Vi a la mujer ebria de
la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi,
quedé asombrado con gran asombro.
7 Y el ángel me dijo:
¿Por qué te asombras? Yo
te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las
siete cabezas y los diez cuernos.
8 La bestia que has visto,
era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de
la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo
en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
9 Esto, para la mente que
tenga sabiduría:
Las siete cabezas son
siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,
10 y son siete reyes.
Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es
necesario que dure breve tiempo.
11 La bestia que era, y no
es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.
12 Y los diez cuernos que
has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora
recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.
13 Estos tienen un mismo
propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.
14 Pelearán contra el
Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes;
y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.
15 Me dijo también:
Las aguas que has visto
donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que
viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y
desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego;
17 porque Dios ha puesto
en sus corazones el ejecutar lo que él quiso:
ponerse de acuerdo, y dar
su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has
visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
La
caída de Babilonia
APOCALIPSIS 18
1 Después de esto vi a
otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su
gloria.
2 Y clamó con voz potente,
diciendo:
Ha caído, ha caído la
gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu
inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible.
3 Porque todas las
naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la
tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido
de la potencia de sus deleites.
4 Y oí otra voz del cielo,
que decía:
Salid de ella, pueblo
mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus
plagas;
5 porque sus pecados han
llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.
6 Dadle a ella como ella
os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó
bebida, preparadle a ella el doble.
7 Cuanto ella se ha
glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque
dice en su corazón:
Yo estoy sentada como
reina, y no soy viuda, y no veré llanto;
8 por lo cual en un solo
día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego;
porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga.
9 Y los reyes de la tierra
que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán
lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio,
10 parándose lejos por el
temor de su tormento, diciendo:
¡Ay, ay, de la gran
ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!
11 Y los mercaderes de la
tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno compra más sus
mercaderías;
12 mercadería de oro, de
plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de
escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de
madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol;
13 y canela, especias
aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo,
bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres.
14 Los frutos codiciados
por tu alma se apartaron de ti, y todas las cosas exquisitas y espléndidas te
han faltado, y nunca más las hallarás.
15 Los mercaderes de estas
cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se pararán lejos por el temor de
su tormento, llorando y lamentando,
16 y diciendo:
¡Ay, ay, de la gran
ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba
adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas! 17 Porque en una hora han
sido consumidas tantas riquezas. Y todo piloto, y todos los que viajan en naves,
y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se pararon lejos;
18 y viendo el humo de su
incendio, dieron voces, diciendo:
¿Qué ciudad era semejante
a esta gran ciudad?
19 Y echaron polvo sobre
sus cabezas, y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo:
¡Ay, ay de la gran
ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de
sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada! 20 Alégrate sobre ella, cielo,
y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en
ella.
21 Y un ángel poderoso
tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar,
diciendo:
Con el mismo ímpetu será
derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada.
22 Y voz de arpistas, de
músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice
de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti.
23 Luz de lámpara no
alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus
mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron
engañadas todas las naciones.
24 Y en ella se halló la
sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en
la tierra.
Alabanzas en el cielo
APOCALIPSIS 19
1 Después de esto oí una
gran voz de gran multitud en el cielo, que decía:
¡Aleluya! Salvación y
honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro;
2 porque sus juicios son
verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la
tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de
ella.
3 Otra vez dijeron:
¡Aleluya! Y el humo de
ella sube por los siglos de los siglos.
4 Y los veinticuatro
ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios,
que estaba sentado en el trono, y decían:
¡Amén! ¡Aleluya! 5 Y
salió del trono una voz que decía:
Alabad a nuestro Dios
todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.
6 Y oí como la voz de una
gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes
truenos, que decía:
¡Aleluya, porque el Señor
nuestro Dios Todopoderoso reina! 7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria;
porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
8 Y a ella se le ha
concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino
fino es las acciones justas de los santos.
La cena
de las bodas del Cordero
9 Y el ángel me dijo:
Escribe:
Bienaventurados los que
son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo:
Estas son palabras
verdaderas de Dios.
10 Yo me postré a sus pies
para adorarle. Y él me dijo:
Mira, no lo hagas; yo soy
consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a
Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.
El
jinete del caballo blanco
11 Entonces vi el cielo
abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y
Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
12 Sus ojos eran como
llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito
que ninguno conocía sino él mismo.
13 Estaba vestido de una
ropa teñida en sangre; y su nombre es:
EL VERBO DE DIOS.14 Y los
ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en
caballos blancos.
15 De su boca sale una
espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de
hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
16 Y en su vestidura y en
su muslo tiene escrito este nombre:
REY DE REYES Y SEÑOR DE
SEÑORES.17 Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz,
diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo:
Venid, y congregaos a la
gran cena de Dios,
18 para que comáis carnes
de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus
jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes.
19 Y vi a la bestia, a los
reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que
montaba el caballo, y contra su ejército.
20 Y la bestia fue
apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las
señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la
bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un
lago de fuego que arde con azufre.
21 Y los demás fueron
muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas
las aves se saciaron de las carnes de ellos.
Los mil
años
APOCALIPSIS 20
1 Vi a un ángel que
descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.
2 Y prendió al dragón, la
serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años;
3 y lo arrojó al abismo, y
lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones,
hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un
poco de tiempo.
4 Y vi tronos, y se
sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de
los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los
que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca
en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
5 Pero los otros muertos
no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera
resurrección.
6 Bienaventurado y santo
el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene
potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán
con él mil años.
7 Cuando los mil años se
cumplan, Satanás será suelto de su prisión,
8 y saldrá a engañar a las
naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de
reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.
9 Y subieron sobre la
anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada;
y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.
10 Y el diablo que los
engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el
falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
El
juicio ante el gran trono blanco
11 Y vi un gran trono
blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el
cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
12 Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro
fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por
las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
13 Y el mar entregó los
muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había
en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.
14 Y la muerte y el Hades
fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
15 Y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Cielo
nuevo y tierra nueva
APOCALIPSIS 21
1 Vi un cielo nuevo y una
tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no
existía más.
2 Y yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una
esposa ataviada para su marido.
3 Y oí una gran voz del
cielo que decía:
He aquí el tabernáculo de
Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios
mismo estará con ellos como su Dios.
4 Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
5 Y el que estaba sentado
en el trono dijo:
He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas. Y me dijo:
Escribe; porque estas
palabras son fieles y verdaderas.
6 Y me dijo:
Hecho está. Yo soy el
Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré
gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
7 El que venciere heredará
todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8 Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, que es la muerte segunda.
La
nueva Jerusalén
9 Vino entonces a mí uno
de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas
postreras, y habló conmigo, diciendo:
Ven acá, yo te mostraré
la desposada, la esposa del Cordero.
10 Y me llevó en el
Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de
Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,
11 teniendo la gloria de
Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de
jaspe, diáfana como el cristal.
12 Tenía un muro grande y
alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que
son los de las doce tribus de los hijos de Israel;
13 al oriente tres
puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
14 Y el muro de la ciudad
tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del
Cordero.
15 El que hablaba conmigo
tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
16 La ciudad se halla
establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad
con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son
iguales.
17 Y midió su muro, ciento
cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
18 El material de su muro
era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;
19 y los cimientos del
muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento
era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda;
20 el quinto, ónice; el
sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio;
el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
21 Las doce puertas eran
doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era
de oro puro, transparente como vidrio.
22 Y no vi en ella templo;
porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
23 La ciudad no tiene
necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la
ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
24 Y las naciones que
hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán
su gloria y honor a ella.
25 Sus puertas nunca serán
cerradas de día, pues allí no habrá noche.
26 Y llevarán la gloria y
la honra de las naciones a ella.
27 No entrará en ella
ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que
están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
APOCALIPSIS 22
1 Después me mostró un río
limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de
Dios y del Cordero.
2 En medio de la calle de
la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce
doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad
de las naciones.
3 Y no habrá más
maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le
servirán,
4 y verán su rostro, y su
nombre estará en sus frentes.
5 No habrá allí más noche;
y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor
los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
La
venida de Cristo está cerca
6 Y me dijo:
Estas palabras son fieles
y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado
su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
7 ¡He aquí, vengo pronto!
Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
8 Yo Juan soy el que oyó y
vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a
los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
9 Pero él me dijo:
Mira, no lo hagas; porque
yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las
palabras de este libro. Adora a Dios.
10 Y me dijo:
No selles las palabras de
la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 El que es injusto, sea
injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo,
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
12 He aquí yo vengo
pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
13 Yo soy el Alfa y la
Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
14 Bienaventurados los que
lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las
puertas en la ciudad.
15 Mas los perros estarán
fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo
aquel que ama y hace mentira.
16 Yo Jesús he enviado mi
ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el
linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
17 Y el Espíritu y la
Esposa dicen:
Ven. Y el que oye, diga:
Ven. Y el que tiene sed,
venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
18 Yo testifico a todo
aquel que oye las palabras de la profecía de este libro:
Si alguno añadiere a
estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
19 Y si alguno quitare de
las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la
vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
20 El que da testimonio de
estas cosas dice:
Ciertamente vengo en
breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
21 La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
AMÉN