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Artículos de Opinión

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Javier Colomo Ugarte

Junio 2010


Por un nuevo orden mundial

 

La confrontación entre naciones por obtener ventajas económicas ha sido la causa a lo largo de la historia que ha dado lugar a los imperios y a su perversa relación de buscar en la dominación y explotación de pueblos y naciones el beneficio para las metrópolis dominantes.

En el siglo XXI a pesar de los pasos dados por los países en desarrollo para acabar con la imposición de unas relaciones desiguales, las mismas, siguen estando dominadas por el  objetivo de unos países de buscar ventajas a costa de los intereses de otros.

Esta desigualdad se fundamenta en dos grandes ejes, el primero, en las relaciones económicas internacionales, y el segundo en las relaciones políticas.

Sobre la desigualdad en las relaciones económicas internacionales.

En las relaciones económicas, son los antiguos países colonialistas europeos y principalmente EEUU quienes marcan la pauta de la política económica de obtener beneficios a costa de terceros países. Esta política es el resultado de haber sido los primeros en realizar la acumulación primaria de capital a costa de la explotación colonial o neocolonial, lo que les ha permitido liderar la ventaja histórica científico-técnica y, con ello, la innovación tecnológica en la creación de nuevo productos y el incremento de la productividad en la conversión de la energía en trabajo productivo.

El concepto de “La Riqueza de las Naciones”  proclamado por Adam Smith y Ricardo como el resultado de las ventajas comparativas que unos países aportaban respecto de otros, ha devenido después de doscientos años de capitalismo en unas relaciones de producción fundamentadas en el intercambio de productividades diferentes, obligando a los países en desarrollo a competir con los desarrollados con mano de obra barata, siendo por ello, mayor la fuerza de trabajo humano que aportan los países en desarrollo en el intercambio de mercancías de la que se benefician los países desarrollados, haciendo que el valor económico, es decir, la demanda solvente mundial se concentre en los países ricos y, por la tanto, sean éstos los que marquen las pautas de consumo mundial de productos y mercancías, y donde, por lo tanto, van destinadas la mayoría de las materias primas del planeta.

Por otra parte, este modelo de relaciones económicas internacionales es también el que impide dar una respuesta adecuada al creciente deterioro medioambiental que tiene su máxima expresión en las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Si bien, estás emisiones vienen determinadas por: 1º la dependencia energética mundial de los combustibles fósiles (que supone un 80% del total mundial), y 2º porque los combustibles fósiles son los que mejor se adaptan al vigente sistema tecnológico mundial para la conversión de la energía en trabajo resultado por ello los más prácticos y baratos de usar; la causa principal de las emisiones se debe a la necesidad económica de externalización de costes medioambientales como ventaja competitiva entre naciones para abaratar los costes de producción para el comercio de mercancías.

Cambiar esa perversión económica de hallar ventajas productivas con la externalización de costes medioambientales podría ser viable si los países desarrollados -por responsabilidad histórica y por tener una mayor productividad- aceptaran la desviación de recursos económicos para la implementación de sumideros artificiales de CO2, pues los países en desarrollo no pueden hacerlo por falta de recursos y porque les obligaría a tener que competir con salarios aun más bajos.

Pero los países desarrollados no están dispuestos a tales medidas pues encarecería sus costes de producción y les restaría competitividad y, por lo tanto, restaría parte de la ventaja económica que ahora tienen en los mercados internacionales. Las palabras de Ángela Merkel al diario dominical germano Bild am Sonntag a propósito de la Conferencia de Copenhague del 2009 sobre el Clima son elocuentes: Avanzar de forma unilateral en la reducción de emisiones contaminantes supondría, para los países europeos, situar a sus respectivas economías en una situación de clara desventaja internacional.

Aunque, esta realidad económica tan evidente para la competitividad particular de cada nación, no puede ignorar otra aterradora realidad, y es que se ha llegado a un estadio en el que ya no es posible con planteamientos de competencia entre naciones hallar soluciones a los graves problemas de pobreza y desastre medioambiental que tiene planteados la humanidad, sino que las soluciones deben venir de la colaboración entre naciones hacia la integración política y económica a escala mundial.

Y, como ya se vio en la conferencia de Copenhague, mientas no se cambien las vigentes relaciones de producción internacionales, las propuestas de los mandatarios mundiales serán brindis al sol para salir del paso coyunturalmente ante la opinión pública mundial pues la atmósfera no entiende de trucos subjetivos y seguirá calentándose.

No queda mucho tiempo, la humanidad ha llegado a un punto en su andadura histórica, donde la gobernanza mundial integral no solo responde ya a un ideal sino que se ha convertido en una necesidad si se quiere poner fin a la desigualdad entre naciones ricas y pobres y garantizar la sostenibilidad de la especie humana en armonía con el medio ambiente. No existe salvación individual ni nacional, el mundo se ha convertido en un barco en el que el destino de la humanidad esta unido inquebrantablemente.

Sobre la desigualdad en las relaciones políticas internacionales.

En las relaciones internacionales el valor supremo es el de la paz. Las dos grandes guerras interimperialistas (1914-1918) y (1939-1945) habían tenido como objeto destruir al imperio rival en el Centro del Sistema Mundial para asegurarse el control de las colonias, pero estas dos guerras interimperialistas generaron sinergias en contra de los centros rectores de los imperios europeos y japonés y que dieron lugar a las guerras de emancipación colonial. Una vez finalizado el proceso descolonizador, se puede considerar que las guerras interimperialistas finalizaron su ciclo histórico de enfrentamientos en el Centro del Sistema político y Económico Mundial al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

En el siglo XXI, si bien el poder económico de los países desarrollados y particularmente del imperio neocolonial y militar de EEUU determina en gran medida las relaciones políticas internacionales, en lo fundamental éstas vienen determinadas por la conformación histórica de la Organización de las Naciones Unidas surgida como nuevo Orden Mundial tras la Segunda Guerra Mundial y modelada en el periodo de la Guerra Fría con la inclusión de China en la ONU y en su Consejo Permanente de Seguridad, así como por la independencia alcanzada en ese periodo de la servidumbre colonial en África, Asia y Oceanía dando lugar a las naciones que actualmente conforman el mosaico de naciones de esas áreas geográficas.

Tras el derrumbe de la potencia soviética en 1989 y la emancipación de la tutela que mantenía Rusia sobre los países del Este europeo, EEUU se planteó seriamente cambiar el Orden Mundial alcanzado durante la Guerra Fría para afirmarse como única potencia rectora mundial. El plan más elaborado para tal propósito se produjo bajo la era de George W. Bush (2000-2008) consistente en acabar con el poder de la ONU a través de constituir un bloque de países liderado por EEUU, al que debía servir como catalizador la guerra de Irak. Este intentó de cambiar el Orden Mundial fracasó al no cubrirse las expectativas de los invasores de alcanzar el dominio de todo el Oriente Medio, y los países que habían constituido la alianza con EEUU le fueron poco a poco abandonando. El fracaso de EEUU en la guerra de Irak, puso de manifiesto que la vuelta al colonialismo es ya históricamente irreversible y la ONU volvió a retomar un nuevo protagonismo como marco fundamental de las relaciones internacionales.

No obstante, en la actualidad a pesar del nuevo protagonismo alcanzado por la ONU, está institución, en su actual configuración particularmente de su Consejo Permanente de Seguridad formado por las potencias de EEUU, Rusia, Francia, Gran Bretaña y China se está constituyendo como un tapón para avanzar hacia el desarrollo de una gobernanza mundial que permita una mayor integración de los países en desarrollo.

Dentro de las potencias emergentes por su población y desarrollo económico China y Rusia se sienten cómodas en la actual conformación de la ONU pues existe una correspondencia de su ascenso como potencias económicas y su representación en el Consejo Permanente de Seguridad, aunque la misma sea como consecuencia de un orden Mundial producto de una etapa histórica que nada tiene que ver con la situación en los principios del siglo XXI.

A las posturas inmovilistas de los miembros del Consejo Permanente de Seguridad de los países Occidentales: Gran Bretaña, Francia y EEUU, se suman, pues, dos de las potencias emergentes: Rusia y China. El rápido frente común formado por el Consejo Permanente de Seguridad para anular la iniciativa de Brasil y Turquía en la solución del contencioso nuclear iraní ha sido una prueba evidente de que éstas potencias no quieren iniciativas de otros países, pues las mismas, neutraliza la política de componendas y acuerdos entre sus miembros.

Los componentes del  Consejo Permanente de Seguridad han demostrado que basan su consenso en de intereses propios, habiéndose convertido en el mayor freno a las aspiraciones de las naciones no alineadas para democratizar la ONU. Deberá ser, pues, desde la propia asamblea de la ONU de donde surja por parte de los países no alineados la demanda y las alternativas en favor de un cambio que acabe de una vez por todas con la tutela odiosa que ejercen cinco potencias sobre el mundo.

Por otra parte, en el plano económico, los rápidos cambios que en el área internacional está provocando la crisis económica mundial y la emergencia económica de países en América Latina Asia y África, están poniendo de manifiesto que la rectoría mundial por unas pocas potencias en el plano de la política económica internacional es un corsé que debe ser superado con la transformación de las instituciones económicas mundiales.

La crisis económica mundial un desafío para las potencias emergentes

El sistema financiero privado ha venido desempeñando un papel fundamental en el modelo de crecimiento mundial, fundamentado en la concesión de créditos al consumidor occidental. La banca occidental para mantener su actividad de negocio precisa del creciente endeudamiento de los consumidores a través del crédito, pero ese endeudamiento tiene un límite, que viene determinado por la creciente deuda de los consumidores privados occidentales que limita la capacidad de comprar crecientemente bienes y servicios, ya que el sistema financiero no puede sustraerse a la economía real, pues el dinero que el financiero presta, no es sino un adelanto de futuro de la parte de la ganancia que el empresario obtendrá de la venta de sus productos o servicios, de tal manera que el sistema financiero, se retroalimenta de ese crecimiento de futuro, hasta que llega el momento en que se produce la crisis de sobreproducción, es decir, la capacidad de producción supera la capacidad del gasto a través del endeudamiento, lo que repercute en una disminución de la producción, aumenta el paro y como consecuencia también la morosidad por impagos a la que tienen que hacer frente los bancos.

Esta crisis tiene dos características que la distinguen de las precedentes, la primera, que se ha producido en  la que se puede considerar la fase superior de desarrollo capitalista mundial, caracterizada porque el desarrollo de las fuerzas productivas mundiales han llegado al estadio de la economía mundo donde todos los procesos productivos están tan interconectados que no es posible adoptar al proteccionismo como salvaguarda de los intereses de un país o región; la segunda característica, es que la crisis se ha producido en el centro de sistema económico mundial de los países desarrollados: su sistema financiero.

Si la crisis económica mundial iniciada en el 2008 afectara a una región o sector, tendría un horizonte cíclico, pero dentro del paradigma de crecimiento económico neoliberal dominante y sin posibilidad de retorno al proteccionismo la crisis se perfila como una crisis estructural de largo alcance.

La estrategia de los gobiernos de los países ricos para salir de la crisis se basa en confiar en que sea la clase financiera privada, la que de nuevo, pasado un tiempo, reactivará el modelo consumista de los países ricos a través del crédito. Pero esta es una estrategia, al igual que los planes de rescate bancarios, pensada ante todo para salvaguardar los intereses de las finanzas mundiales en manos privadas, con la fe puesta por los políticos occdentales en el credo neoliberal de que los mecanismos autorreguladores del mercado traerán la reactivación

La estrategia de la clase financiera Occidental, de ganar tiempo para rehacerse de su crisis, además de afectar negativamente a las clases medias de los países ricos, tiene también una incidencia negativa en los países en desarrollo que ven mermada su actividad productiva de exportación al no reactivarse la demanda en los países ricos. Esta situación está llevando a los países emergentes a actuar con premura y a no esperar la reactivación de los países ricos, orientándose éstos a cambiar el modelo económico de producción manufacturera y de exportación de materias primas hacía los países ricos, por otro modelo mixto de exportación a los países desarrollados combinado con el desarrollo del consumo interno de bienes y servicios y el fortalecimiento de las relaciones comerciales entre los propios países emergentes, siendo China quien está liderando esta iniciativa.

La estrategia económica de los países ricos basada en confiar en la clase financiera privada para remontar la recesión seguirá determinando por un tiempo la marcha de la crisis, pero esta clase social de financieros se ha convertido en un lastre para el desarrollo de las fuerzas productivas mundiales, no solo, porque su insolvencia lastra la salida de la crisis, sino porque el modelo de crecimiento económico basado en el consumo y despilfarro de los consumidores occidentales es difícil que pueda reactivarse.

Por ello esta crisis mundial, a diferencia de anteriores, pone en entredicho el vigente modelo de relaciones de producción mundiales, regido por las potencias económicas desarrolladas, así como su capacidad para liderar la reactivación económica mundial, pues, en los países ricos no existen intereses económicos (fuerzas objetivas) ni pensamiento político (fuerzas subjetivas) capaces de reorientar su modelo de crecimiento consumista, hacia otro basado en incorporar al consumo de bienes y servicios a la población de los países en desarrollo, debiendo ser, por ello, desde la periferia del sistema económico mundial (países pobres y emergentes) donde deberá surgir la iniciativa para liderar un cambio en las relaciones de producción entre países que favorezca el desarrollo de las fuerzas productivas mundiales.

Los países gobernados por partidos de izquierda y que entre sus referencias de pensamiento político y económico está el modelo de economía mixta pública y privada y disponen de potentes bancas públicas y planes de inversión en la economía real como motor de desarrollo de las fuerzas productivas como son los casos de China y Brasil, son los que están marcando la pauta de crecimiento mundial, mientras Occidente se estanca. Esta crisis ha puesto de manifiesto que los países occidentales regidos por bancas privadas en manos de una organizada oligarquía financiera seguirán estancados, mientras que los países con bancas públicas liderarán la reactivación económica mundial.

Y, gracias principalmente a China en Asia, y Brasil en Sudaamérica, con una previsión por el FMI, de crecimiento para el 2010 del 10,5% del PIB en China y del 5,2% para Brasil, la economía mundial por su gran globalización no ha derivado en una depresión económica de consecuencias mayores que la que tuvo la de 1929 y, lejos de eso, afortunadamente se reactiva y crece al 5%.

El creciente protagonismo que están adquiriendo los países emergentes en la economía mundial les puede permitir liderar el proceso político y económico hacia un nuevo orden económico mundial, donde: 1. el dólar deje de ser hegemónico y se implemente una nueva moneda de referencia mundial, en base a una cesta de divisas, que asegure que las transacciones comerciales se realizan con equidad y que el valor de los depósitos bancarios en divisas no dependan de las fluctuaciones de la moneda de un solo país; 2. se reformen los organismos financieros internacionales con un mayor protagonismo de los países emergentes; 3. el grueso de las finanzas mundiales estén bajo la influencia y control de los Estados para garantizar que el crédito fluya en base a las necesidades más perentorias de las personas y no en función de la ambición especulativa de una oligarquía de ejecutivos financieros sin escrúpulos.

En esa dirección, es importante para los países emergentes no solo tener respuestas para su desarrollo interno, sino estar preparados para liderar propuestas que faciliten una mayor integración económica de los países en vías de desarrollo, potenciando la inversión en infraestructuras a través de la creación de bancos públicos regionales coordinados con los organismos internacionales.

La economía global se encuentra en una encrucijada histórica, como nunca lo estuvo antes y los países emergentes pueden hacer que el vigente sistema capitalista neoliberal dominante en el mundo pueda experimentar una profunda transformación que traiga un modelo económico más humanizado orientado a la satisfacción de las necesidades básicas de los pobres del mundo, así como su acceso a los bienes de consumo, ello redundaría en beneficio de la humanidad en general.

El papel que en este nuevo escenario mundial está desempeñando la emergencia de China es importante. De hecho su creciente ascenso económico y su solidez financiera están permitiendo el desarrollo de un mundo multipolar al haber encontrado los países en desarrollo un nuevo centro económico con el que comerciar y, por lo tanto, liberarse de la dependencia casi exclusiva de EEUU y la UE. Pero si bien China está posibilitando una democratización de las relaciones económicas internacionales, su posición en el Consejo Permanente de Seguridad le hace ser un país conservador del vigente Orden Internacional y, por lo tanto, no puede desempeñar el papel de liderazgo para llevar al mundo a un nuevo escenario de relaciones políticas internacionales.

La esperanza del papel de los países no alineados

En estos momentos, las regiones y naciones emergentes del mundo no alineadas políticamente con ninguno de los países del Consejo Permanente de Seguridad de la ONU, como son Brasil y UNASUR en América Latina; Sudáfrica y la OUA en África; Turquía, Pakistán, Irán, Vietnam e India en Asia; Indonesia en Oceanía, son la principal esperanza para abrir un frente común que derrumbe el viejo orden mundial de la guerra fría, acabe con la tiranía del Consejo Permanente de Seguridad de la ONU y de paso a un nuevo periodo histórico en las relaciones políticas internacionales que permitan cambiar las actuales relaciones económicas, basadas en la competencia entre naciones, por otras sustentadas en la integración y la colaboración política y económica mundial.

 

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Javier Colomo Ugarte

Doctor en Geografía e Historia

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