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Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

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31/05/2017

NOTICIA. El 30/05/2017, el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Sigmar Gabriel, en declaraciones a la prensa, resto importancia a las diferencias entre Alemania y EEUU.

NOTICIA. El 31/05/2017, la Comisión Europea presentó un documento de análisis y propuestas para reformar la eurozona.

 

La crisis de la Europa alemana

La cumbre del G-7 celebrada en Taormina (Italia) los días 26 y 27 de mayo, puso de relieve las diferencias entre EEUU y Alemania en el ámbito comercial, las aportaciones al presupuesto de la OTAN y en la ratificación del Acuerdo de París sobre cambio climático. El malestar del gobierno alemán por la falta de consenso en el G-7 derivó en una confrontación dialéctica iniciada por Ángela Merkel con sus declaraciones en un acto electoral en una cervecería de Baviera donde expresó sus dudas respecto a la alineación de la Unión Europea con Estados Unidos y Reino Unido, manifestando que los europeos "tienen que poner su destino en sus propias manos". La respuesta por parte del presidente estadounidense Donald Trump, vino a través de su cuenta de Twitter: "tenemos un déficit comercial ENORME con Alemania, además de que ellos pagan MUCHO MENOS de lo que deberían en la OTAN y en el área militar. Muy malo para EEUU. Esto va a cambiar".

Tras esta confrontación dialéctica, el gobierno alemán ha optado por evitar una escalada de declaraciones y abrir paso a la distensión. El 30/05/2017, el ministro de exteriores, Sigmar Gabriel declararía que los comentarios de la cervecería de Baviera y Twitter "no son adecuados"; "es cierto que las relaciones entre Alemania y Estados Unidos atraviesan una situación difícil", "pero creo que regresaremos a una buena relación en el futuro".

 

Las diferencias de Alemania con su socio estadounidense en el G-7, han venido a sumarse a las diferencias de Alemania con Gran Bretaña por el Brexit, y al creciente malestar sobre la gestión de la crisis económica que ha abierto una notable fractura entre los países del Sur de de la UE y Alemania, mientras en el sur de Europa el desempleo persiste y los gobiernos se han endeudado fuertemente, Alemania como principal prestamista se ha venido beneficiando del servicio de la deuda de estos países.

El desarrollo de la UE desde la implementación del Euro, ha tenido dos periodos claramente diferenciados, antes y después de la crisis del 2008. Hasta la crisis del 2008, el crecimiento económico permitió al conjunto de los Estados de la eurozona mantener el déficit, el volumen de la deuda soberana y el desempleo en unos rangos relativamente bajos, pero la crisis del 2008 cambiaría la ecuación, los Estados más castigados por la crisis como fueron los del sur de la UE por la características del crack inmobiliario serían los que más sufrirían la misma.

El recurso para evitar la quiebra de las cuentas públicas fue el endeudamiento. La opción de una mutualización de las deudas soberanas de toda la UE tuvo su oposición frontal en Alemania, pues ello podía suponer que la factura de los países del Sur de Europa lo tuviera que pagar Alemania. Lejos de eso Alemania optó por la política de que cada Estado aguantase su deuda, y para ello se debía proceder a recortar gastos en partidas sociales, obligando como en el caso de España a modificar la constitución para que el pago de los intereses de la deuda fuera preferente al resto de partidas presupuestarias.

La gobiernos de los Estados endeudados, en la interpretación que la crisis remitiría en dos o tres años, entendieron que las exigencias alemanas también serían transitorias, pero no ha sido así, la prolongación de la crisis ha ido aumentando la deuda, la precariedad en el empleo y los recortes presupuestarios sociales, en educación, sistema de salud, jubilación etc.

El malestar social surge en los Estados del sur de la UE por la prolongación de la crisis y por la percepción política de austeridad de la Comisión Europea compuesta por dirigentes políticos fieles a los dictados de Alemania. Alemania se ha defendido de las críticas de los Estados de sur de la UE achacándoles de ser pueblos perezosos y derrochadores, por oposición al pueblo germano laborioso y buen administrador de sus recursos, un discurso que encaja bien en la tradición cultural supremacista germana lo que ha motivado un apoyo incondicional de la mayoría de la ciudadanía alemana al gobierno de Ángela Merkel.

La germanización de la UE tras la crisis del 2008 ha ido cobrando fuerza y esta germanización ha suscitado a su vez una fractura política con las dirigencias de los Estados con mayor tradición nacionalista como Gran Bretaña y Francia. El Brexit fue una respuesta a la germanización de la UE, y el avance electoral del Frente Nacional con pretensiones de reconducir a Francia fuera de la UE también.

Estos movimientos políticos y otros surgidos al margen de los partidos tradicionales de derecha e izquierdas se vienen combatiendo desde estos partidos bajo el vago enunciado de "populismos" elevado el término a la categoría de anatema como si el apoyo ciudadano a otras opciones políticas fuera obra de una especie de virus maléfico que contamina el alma de los electores, y no una respuesta política a los errores de la Comisión Europea y de la ambición alemana de beneficiarse de las deudas soberanas de otros Estados de la UE.

La clase financiera de la UE ha cerrado filas con las políticas de la Comisión Europea y  del gobierno Alemán cuyos dos máximos representantes son el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble. Esta clase financiera ha contado en los dirigentes de la socialdemocracia y de la derecha tradicional unos fieles ejecutores de sus políticas, y el precio que algunos partidos socialdemócratas gobernantes han pagado como en Grecia y Francia ha sido su práctica extinción, o en el caso de Italia y España una fuerte disminución de su representación política.

Tras el Brexit, las recientes elecciones presidenciales francesas han sido la última contienda en la que el inmovilismo de la Comisión Europea y del Gobierno Alemán en sus políticas europeas puso en jaque a la UE. El triunfo de Emmanuel Macron, político fiel a los dictados de la Comisión Europea, ha supuesto un respiro para Alemania.

En política exterior, Alemania con el antiguo gobierno estadounidense de Barack Obama había venido marcando la agenda de la política exterior de la UE, aunque sus resultados han sido desastrosos. Su proyecto de acogida de refugiados ante la presión de los empresarios alemanes de contar con mano de obra barata, convulsionó a los principales países de la UE. La tergiversación interesada de los acuerdos de Minks, acusando a Rusia de su incumplimiento cuando Rusia no figura como parte de los mismos sino como garante al igual que Alemania y Francia, y son las autoridades de Kiev las que lo incumplen al negarse a reconocer la autonomía a las repúblicas de Dombas tal y como recogen los puntos diez y once de los acuerdos de Minks, forma parte de la hostilidad germana a Rusia y el temor de que Rusia pudiera retomar su tradicional alianza con Francia.

La Europa alemana se encuentra en crisis, la propia manera de referirse a Europa por parte de Ángela Merkel la delata, cuando afirma que los europeos "tienen que poner su destino en sus propias manos, cabría preguntarse a que europeos se refiere, pues tanto Gran Bretaña como parte de Rusia son Europa. El proyecto económico pensado por Alemania para la UE y ejecutado hasta ahora por Bruselas no puede continuar sin consecuencias en el seno de la UE. La centralización alemana de la UE genera tendencias centrífugas y la insistencia en esa política, por muy bien que le vaya a Alemania aumenta la hostilidad hacia el proyecto de la UE.

La UE se encuentra en una encrucijada en la que debe apostar por una mayor integración europea, lo que debiera suponer en primer lugar una mutualización de las deudas soberanas, lo cual podría cerrar la herida de la desconfianza ciudadana hacia la Comisión Europea, y sino se opta por ese camino las tendencias nacionalistas aumentarán y el proyecto europeo estará abocado a una revisión del tratado de Lisboa para que las naciones recuperen gran parte de sus competencias nacionales en materia comercial, de tránsito, fiscales y financieras.

El 31/05/2017, la Comisión Europea en un sorprendente documento de 33 páginas y dos anexos, redactado por el conservador Valdis Dombrovskis y el socialdemócrata Pierre Moscovici, realiza una serie de propuestas para reformar la eurozona con un calendario de medidas a corto plazo para implementarlas en dos años y otras de medio y largo plazo para los próximos ocho años.

En el mismo se afirma que el euro está lejos de ser perfecto y necesita reformas. "La convergencia económica de los primeros años del euro hasta la crisis del 2008 fue ilusoria”. Desde esa fecha, señala el documento, la crisis ha dejado un doloroso legado en forma de altas deudas y un desempleo excesivo en varios países de la UE. Destaca que la lenta recuperación “no es capaz de revertir suficientemente las divergencias económicas y sociales que han emergido” que ha dejado a la eurozona partida en dos, Norte-Sur. Advierte sobre las “fuerzas centrífugas políticas emergentes” que suponen un gran riesgo que obligarán a pagar “un enorme precio político si no se solucionan”, incluido “el debilitamiento del apoyo de los ciudadanos al euro”. Y añade que hay que dar “pasos adelante” para terminar con la actual “polarización”, advirtiendo de que no se debe esperar a la próxima crisis para actuar”.

Con este diagnóstico, se propone como medidas de regeneración de la UE un presupuesto común para toda la UE y un Tesoro que emita eurobonos a largo plazo en el objetivo de la mutualización de las deudas soberanas con el fin de restaurar la convergencia económica para acabar con la brecha Norte-Sur, y apuntalar el euro.

 

Con toda probabilidad, el gobierno alemán disentirá del diagnóstico de la Comisión y de sus propuestas porque las mismas podrían suponer una carga para la ciudadanía alemana que no está dispuesta a aceptar, y lo último que va hacer el gobierno alemán es poner en su contra a una mayoría electoral, cuando al acecho se encuentra el nuevo partido de derechas "Alternativa para Alemania".

Las contradicciones generadas entre el proyecto alemán para Europa y un proyecto mancomunado europeo, tal vez sean ya insalvables y el destino final sea una reforma del Tratado de Lisboa que limite competencias a la Comisión Europea y las restituya a los Estados, un proyecto que, por otra parte, encajaría mejor con la visión política y comercial de la nueva administración estadounidense de entenderse con cada nación por separado y le facilitaria a EEUU poner en la mesa de negociación la enorme dependencia en materia de defensa que Alemania tiene de EEUU.

 

La afirmación de la comisión Europea de que no se debe esperar a la próxima crisis para actuar, tal vez llega tarde, porque la crisis ya está presente.

 

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