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Noviembre 2009

TÍTULO

La Tercera Civilización Mundial

Llegará un día que la humanidad sea gobernada como una gran nación de naciones donde todas las personas sean iguales y tengan los mismos derechos

Autor

Javier Colomo Ugarte

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Prólogo

Las civilizaciones a lo largo de la historia han estado circunscritas a países o regiones, si bien, la humanidad globalmente se ha desenvuelto en dos grandes civilizaciones: la del Antiguo Régimen regida por Reyes y emperadores hasta el periodo de la Ilustración en el siglo XVIII y el inicio de la revolución industrial, donde se alumbrará una segunda civilización mundial regida por el Estado Nación de soberanía popular, y la implementación de los combustibles fósiles a gran escala como forma de transformar la energía en trabajo productivo. Civilización de la cual formamos parte.

La Tercera Civilización Mundial es un ensayo político - histórico en el que se vierten ideas y conceptos de lo que ha sido el periplo de la humanidad en los últimos trescientos años, en el cual se ha ido conformando, en la memoria colectiva, un legado histórico universal de avances y fracasos que nos ha situado a principios del siglo XXI en una situación mundial donde se precisa rearticular un mensaje de esperanza para el conjunto de la humanidad. Un mensaje cuya praxis debiera inaugurar una nueva o Tercera Civilización Mundial para abordar globalmente los graves desequilibrios socioeconómicos, así como, detener los perversos efectos medioambientales que el vigente modelo de desarrollo económico y energético está produciendo.

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PRIMERA CIVILIZACIÓN MUNDIAL

De Antiguo Régimen regida por Reyes y Emperadores:

EDAD ANTIGUA

Inicios datos arqueológicos y escritos hasta:

La caída del imperio Romano (476)

EDAD MEDIA

Final del Imperio Romano hasta:

La caída de Constantinopla (1453)

EDAD MODERNA

Renacimiento al final del siglo XV hasta:

La Revolución Francesa (1789)

SEGUNDA CIVILIZACIÓN MUNDIAL

De Estados Nación de soberanía popular, y revolución industrial basada en los combustibles fósiles:

EDAD CONTEMPORÁNEA

Desde la Revolución francesa hasta:

Nuestros días

El discurso del ensayo discurre en un nivel donde se da por supuesto que el lector ya conoce muchas de las situaciones históricas, conceptos sociales, económicos y políticos. En su formato el ensayo es pretendidamente corto, para facilitar la lectura de quien se asoma a sus páginas.

 

TEMARIO

1. De la primera a la segunda Civilización

2. Auge y decadencia de las ideologías universales

3. El final de los imperialismos

4. Hacia un nuevo paradigma emancipador universal

5. La crisis del modelo económico mundial vigente a comienzos del siglo XXI

6. Encrucijada de intereses en la salida a la crisis económica mundial

7. El desarrollo económico y los límites del crecimiento

8. La Tercera Civilización

9. Epílogo

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Nunca en la historia, el Mundo estuvo tan interconectado en las relaciones económicas y políticas como en la actualidad, sin embargo, los inicios del presente siglo XXI, es uno de esos momentos en la historia contemporánea cuando más se carece de un pensamiento universal transformador cuyo sujeto principal sea el género humano y sus fines sean alcanzar la redención de las plagas que le azotan: hambre, miseria, guerras, analfabetismo, discriminación de la mujer, falta de atención sanitaria y degradación medioambiental.

1. De la primera a la segunda Civilización

Con la ilustración en el siglo XVIII, comenzó una corriente de pensamiento en la que el “ser humano” se constituyó en el “centro de todas las cosas”, por él debían regirse las normas sociales, expresadas en los derechos inalienables de las personas. Al fin, tras siglos de oscurantismo, el siglo de las luces alumbraba un ideal para la humanidad por el cual la Tierra podía dejar de ser un “Valle de Lágrimas” donde, en base a las leyes divinas, le había sido negado al ser humano su capacidad de transformar la realidad social en su propio beneficio.

Había llegado para la humanidad el momento de su periplo histórico, en el que como género, podía aspirar a lograr la felicidad social en la Tierra porque el hombre era perfectible y por lo mismo susceptible de alcanzar la felicidad en un paraíso terrenal y no celestial. De lo que para los ilustrados significó ese gran acto de fe vivificante dio cuenta Saint-Just (1767-1794), el joven revolucionario francés quien ante la Convención (1793) afirmó, con una gran simplicidad, lo que fuera el credo de toda una época: "la felicidad social" -dijo- es una idea nueva. Una idea que ya había sido recogida en la declaración de independencia de los Estados Unidos de América del 4 de julio de 1776 y que tuvo su concreción en el artículo 1 de la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano (24 junio 1793, Año I del gobierno jacobino) por el que se establece: El objetivo de la sociedad es la felicidad común”.

Saint-Just (1767 – 1794)

En esta nueva era que se iniciaba de la mano de un nuevo pensamiento político, el destino de la humanidad ya no pertenecía a los designios divinos y de sus representantes en la Tierra, la soberanía de los pueblos podía dejar de ser “Patrimonio de los Reyes” y los Reyes, hasta entonces omnipresentes en la historia de la humanidad, comenzaron a ser cuestionados. Era el principio del final de la Primera Civilización que había regido los destinos de la humanidad durante milenios.

El siglo XVIII, o siglo de las luces inauguró, pues, una Segunda Civilización y lo era, porque rompía con el paradigma del pensamiento universal, de que la estructura de la sociedad, sustentada en “incuestionables” leyes divinas y sociales, era inmutable y lo era también, porque el nuevo pensamiento proporcionaba al género humano la capacidad de transformar la realidad social, para bien y para mal pero, basándose en su instinto de conservación y en su humanidad, debía y podía aspirar a construir un mundo donde la satisfacción de las necesidades básicas, la justicia social y la libertad de pensamiento abarcaran a todo el género humano sin exclusión.

París 1789

La Revolución Francesa de 1789 fue el primer gran revulsivo de la historia de la humanidad, el primer paso práctico por el que se iniciaba el camino de la transformación política basada en los derechos de ser humano. La teoría social formulada por ilustrados como Rousseau, Montesquieu y Voltaire, abrió un nuevo camino a las clases sociales subordinadas a los poderes absolutistas. Esas clases sociales no solamente podían rebelarse contra dichos poderes, como ya había ocurrido otras veces en la historia, pero que siempre habían quedado en simples revueltas ante la falta de un discurso alternativo al de Dios y sus representantes en la tierra sino que desde ese momento, existía un camino diferente para organizar la sociedad, era posible creer en la igualdad en la libertad y la fraternidad de todos los seres humanos. Las rebeliones contra los poderes entonces establecidos, dejaron de ser revueltas y pasaron a ser revoluciones. El mundo comenzó a cambiar de base y los que hasta entonces “nada” eran, podían aspirar a un mañana en el que todo podía ser.

Luís XVI (1754-1793)

Pero esa aspiración que en el pensamiento parecía irrefutable, en la práctica, se encontró con serios obstáculos fundamentados en los intereses creados de clases sociales y sectores de pensamiento del Antiguo Régimen, que veían que el camino hacía ese fin en beneficio del género humano, contradecía sus intereses particulares y por ello, se opusieron al mismo. De esta manera el avance hacia tal objetivo emancipador universal solo podía lograrse mediante la lucha de quienes tenían todo por ganar, contra los que tenían todo por perder en esa lucha, en la que estos últimos defenderían con todos los medios a su alcance: su poder económico y político.

 

La Libertad guiando al Pueblo (1830 )

De Delacroix (1798 – 1863)

 

2. Auge y decadencia de las ideologías universales

El pensamiento liberal, auspiciado por las nuevas clases emergentes burguesas que detentaban el poder de los medios de producción acrecentado por la expansión de la revolución industrial, fue el que barrió políticamente al Antiguo Régimen. Con las desamortizaciones, las propiedades de los nobles y de la iglesia pasaron a regirse por las leyes del mercado y la propiedad privada se convirtió en el nuevo paradigma del desarrollo de las fuerzas productivas. La libertad individual, el triunfo del más fuerte sobre el más débil era la nueva norma de convivencia. La “nación” sustituía al “reino” como marco político para el desarrollo económico.

Napoleón (1769 – 1821)

Pero la mayoría de la población que había creído en el mensaje de la libertad, la igualdad y la fraternidad universal, vieron como ese mensaje, de nuevo, solamente beneficiaba a unos pocos. Y en oposición al pensamiento liberal, el socialismo prendió entre amplios sectores desfavorecidos de obreros y campesinos como ideal universal emancipador enfrentando al nuevo poder del capitalismo pensado y estructurado para perpetuar el interés particular de determinadas clases sociales y naciones por encima del interés general de la humanidad.

Conspiración liberal (1830)

La “nación” surgida al calor de ilustración como soberanía de los pueblos en contra del concepto de soberanía del Antiguo Régimen basada en reyes, parecía el marco adecuado para avanzar en el camino hacia la redención socialista universal del género humano, en el que cada nación protagonizaría su propio cambio a través de la desconexión geopolítica del capitalismo mundial y la suma de estas naciones socialistas llevaría al final del capitalismo, es decir, al final de la prevalencia de los intereses de una “minoría” sobre los universales del género humano.

Comuneros primavera 1871

La conquista revolucionaria del Estado nacional era pues la condición imprescindible. La trágica experiencia de la Comuna de París de 1871, llevó a fundamentar a los teóricos del cambio del capitalismo al socialismo en el principio de que la voluntad popular no garantizaba el cambio pacífico del sistema económico capitalista al socialista, ni siquiera garantizaba las reformas del propio capitalismo si éstas iban en contra de los intereses de las clases sociales que detentaban el poder económico, pues, esas clases, utilizaban todo su poder militar para acabar con los cambios económicos y políticos.

Resistencia comunera 18 de Marzo al 28 de Mayo de 1871

De ese concepto surgió la teoría de que el poder de transformación de la sociedad no nace de las urnas sino de la punta del fusil y que una vez tomado el poder, éste, debe mantenerse también a través de la represión de las clases sociales expulsadas del poder (Teoría que llevaría al movimiento internacionalista a dividirse entre la II internacional de socialismo democrático y la III internacional comunista de dictadura del proletariado).

Lenin hablando a la multitud

La revolución bolchevique de 1917, guiada por ese pensamiento y formulada como teoría científica por Lenin en su obra “El Estado y la Revolución” supuso para millones de personas una luz, un primer paso en el avance hacia el ideal emancipador del género humano, pero el propio método revolucionario de toma del poder por la fuerza de las armas y su estrategia de mantenerlo con una represión brutal sobre ciudadanos y naciones en el ámbito de lo que, luego se constituiría como Imperio Soviético, comenzó a cuestionar entre quienes creían en la emancipación universal de género humano, si tal estrategia podía llevar a tal fin.

Desde el inicio del siglo XIX, el capitalismo de las metrópolis europeas fortalecido en las revoluciones liberales nacionales se expandió militarmente a todo el mundo, justificando con el pensamiento de la exportación de los valores de la civilización de la Ilustración a los pueblos atrasados del mundo, lo que era imperialismo colonial y expolio económico.

Influencia colonial principios siglo XX

Ejército imperial Británico

Pero esta expansión de raíz económica y política, llevaba a profundas diferencias de intereses de dominio territorial geopolítico entre las propias potencias, de tal manera que, el poder capitalista se reforzó militarmente, no solo para frenar posibles cambios sociales en la propia metrópolis sino para expandir sus áreas de influencia geopolítica. La crisis económica de 1873 y la larga depresión que le sucedió, traería el final del entendimiento pacífico entre las potencias occidentales para repartirse el mundo, y culminó en 1914 en una confrontación sin precedentes: La Primera Guerra Mundial.

Trincheras: Primera Guerra Mundial

Tras esta guerra el mundo cambio radicalmente, el nuevo estatus internacional consolidó el predominio Británico y Francés frente a Alemania. A ese predominio se añadió una nueva potencia con valores opuestos al capitalismo, la URSS. La depresión de los años treinta iniciada tras la crisis económica de 1929 volvió a enfrentar a las potencias capitalistas, pero esta vez, Alemania, la gran derrotada en la Primera Guerra Mundial y sus aliados Italia y Japón se convirtieron en las potencias emergentes y trataron de imponer un nuevo orden mundial en el que no habría lugar ni para las democracias sustentadas en los valores individuales de la Ilustración, ni para los regímenes socialistas. La guerra contra ambos sistemas políticos llevó a Alemania a invadir Europa hacia el Oeste y hacia el Este y a Japón a invadir China, dando lugar a la Segunda Guerra Mundial, que fue la guerra más grande y devastadora que jamás conoció el género humano.

La crisis económica de 1929 tuvo la característica de dar un fuerte impulso al sesgo internacionalista de todas las ideologías emergentes. Por un lado, la revolución bolchevique empeñada en subvertir el orden capitalista mundial, por otro, el nazismo Alemán y fascismo Italiano que aspiraban también a instaurar sus sistemas totalitarios no únicamente en su naciones de origen, sino en el mundo entero. En ese contexto, las democracias sustentadas en los valores liberales de la Ilustración entendieron que debían hacer lo mismo, siendo Estados Unidos quien lideraría esta corriente de pensamiento. La diferencia cualitativa entre la Primera Gran Guerra y la Segunda fue, pues, que las partes confrontadas no lo hicieron solamente por ambiciones territoriales sino porque pretendían implantar un sistema político económico e ideológico a escala planetaria.

Expansión militar de Alemania y Japón en la Segunda Guerra Mundial

En 1945, Alemania, Italia y Japón fueron derrotados por las fuerzas soviéticas en alianza con EEUU y Gran Bretaña. En Núremberg, liberales y bolcheviques juzgaron a los vencidos por la responsabilidad individual en las atrocidades cometidas  y a los regímenes nazi y fascista los sepultaron en el basurero de la historia como los sistemas más odiosos jamás conocidos.

Mas las diferencias entre la corriente bolchevique y la liberal tapadas por la alianza frente al nazismo, no tardaría en destaparse, la victoria comunista en China el país más poblado de la Tierra, puso en guardia al triunfador de la corriente liberal, EEUU. La primera gran confrontación tendría lugar en la guerra de Corea, que terminó en 1953 dividiendo a ese país en dos, en el paralelo 38, eso y la incorporación de las armas atómicas a los arsenales de EEUU y la URSS, estableció un empate mundial que dejó al mundo dividido en dos corrientes de pensamiento y zonas geopolíticas que tenían el afán de cambiar el mundo, exportando, desde la URSS, el sistema bolchevique y, desde Estados Unidos, la democracia liberal.

Churchill, Roosevelt y Stalin

Conferencia de Yalta (febrero 1945)

Pero a pesar de ese empate que dio lugar a una larga guerra fría, donde se evitaba el cuerpo a cuerpo, sobre todo por el miedo a desatar una guerra nuclear, el Primer Mundo el Occidental liberal, industrial y capitalista liderado por EEUU, y el Segundo Mundo el de la URSS, industrial y socialista liderado por Rusia, tuvieron un terreno donde llevar sus aspiraciones expansionistas, un mundo sin industrializar, habitado por la mayoría de la población mundial, un mundo de pobreza y subordinación a las antiguas metrópolis imperiales europeas: el Tercer Mundo.

Las viejas potencias coloniales europeas, relegadas ya como imperios por Estados Unidos, no tuvieron el apoyo de esta nueva potencia para mantener su poder colonial, y menos interés tenía aun el otro ganador de la Segunda Guerra Mundial, la URSS. Por otra parte, el combate de estas dos potencias en el Tercer Mundo estaba más en ganarse aliados que en buscar una presencia militar directa, pues ello, les hubiera enfrentado a los sectores sociales más activos de las viejas colonias con afán de gobernarlas como naciones libres. De tal manera, después de la Segunda Guerra Mundial, tras el vacío de poder que dejaron los antiguos imperios europeos en sus colonias, los movimientos de liberación colonial se desarrollaron con inusitado vigor, rompieron las cadenas que los unían a sus antiguas metrópolis imperiales y dieron lugar en la segunda mitad del siglo XX a la mayoría de naciones que constituyen el mosaico internacional del Tercer Mundo en Asia, África y Oceanía.

La emancipación colonial, según la potencia aliada en el proceso de descolonización, bien Estados Unidos o la URSS, ampliaba su área de influencia geopolítica respectiva. La confrontación entre ambas potencias por dominar el proceso descolonizador tuvo su máxima expresión en la guerra de Vietnam. La URSS ayudando a los comunistas del Viet-Cong y Estados Unidos con una intervención militar directa. Estados Unidos poseedor hasta entonces de la maquinaria de guerra más poderosa de la historia, fue derrotado por un ejército de campesinos. Las imágenes de la precipitada y bochornosa retirada de sus últimos efectivos de Saigón en 1975 fueron grabadas y vistas en todos los medios informativos del mundo y dejaron un recuerdo imborrable para la historia de que el poderío basado solamente en la fuerza de las armas, sino está apoyado por amplios sectores sociales, está destinado al fracaso. Una lección que no aprendió el Imperio Soviético, y que años más tarde tuvo que experimentarla en la ocupación a Afganistán y en su posterior expulsión de ese país por los señores de la guerra.

Guerra de EEUU en Vietnam (1964 1975)

Guerra de la URSS en Afganistán (1979-1989)

Huida últimos efectivos de EEUU (Saigón 1975)

Ambas derrotas anunciaron un tiempo, consustancial para todos los imperios habidos, y que habían experimentado previamente una secuencia de tres fases: inicio, auge y decadencia. 1. los inicios se corresponden con una expansión militar relativamente rápida donde se incorporan amplios territorios; 2. el período de auge se corresponde con el mantenimiento del estatus quo territorial basado principalmente en lo que puede denominarse el poder blando, es decir, la cultura, la ideología o religión y el desarrollo de infraestructuras; 3. el período de decadencia se produce a partir de que se precisa de nuevo del poderío militar, pero no para su expansión sino para su mantenimiento, en esta última fase todos los imperios han sucumbido.

Las dirigencias militares tanto soviéticas como norteamericanas, no percibieron que se encontraban en esa tercera fase militar de su declive, lección ya aprendida en otras guerras por el imperio colonial francés en Indochina y Argelia, o por el británico en Oriente Medio y África Oriental.

Por otra parte, las ideologías en las que se justificaban la ampliación de la influencia soviética o de EEUU dejaron de ser universales y comenzaron a prevalecer los intereses de las metrópolis imperiales sobre las propias ideologías. En el caso de la URSS con la represión en los países del Este europeo incorporados al área soviética después de la Segunda Guerra Mundial, donde se impuso por la fuerza la planificación de sus economías en función de los intereses de Rusia en modelos económicos “socialistas” que tenían el rechazo mayoritario de sus habitantes como lo acreditó la apertura de la “primavera de Praga” en 1968 y su posterior aplastamiento ese mismo año por los tanques del Pacto de Varsovia. En el caso de EEUU, con el apoyo a los cruentos golpes de Estado en América Latina para mantener su influencia geopolítica, como fueron, entre otros, los golpes de Estado en Chile y Argentina, con el fin de frenar los cambios democráticos liderados por gobiernos que querían implementar reformas sociales en favor de la mayoría de la población, limitando para ello el poder de las oligarquías dominantes, y también, con el apoyo a dictaduras sanguinarias como la de los Somoza en Nicaragua, política que contradecía abiertamente su mensaje universal de exportación de la democracia.

En el mundo occidental, el pensamiento universal, instrumentalizado en el caso del “socialismo” por el Imperio soviético y de la “democracia” por el imperialismo de EEUU, comenzaron a ser cuestionados por la hipocresía en la que se sustentaban y tuvo su máxima expresión en la denominada “revolución de Mayo de 1968”, la cual se puede considerar una rebelión contra la falacia entre la teoría y la práctica de los discursos universales. Dentro de este movimiento de protesta, en unos casos, se intentó articular discursos alternativos, en otros, revisar los viejos pero ninguno tuvo el eco necesario como para recomponer o formular un nuevo discurso universal capaz de motivar a la sociedades en las diferentes partes del mundo y éstas, y cada una de ellas, se atrincheraron en las políticas nacionales.

Manifestantes en Paris en 1968

En América Latina, los golpes de Estado contra los gobiernos reformistas salidos de las urnas, revivieron en la oposición de izquierdas, el principio de que el único poder político para llevar adelante las reformas sociales estaba en la “punta del fusil” y un movimiento guerrillero se extendió por varios países del continente.

En los países que en el tercer cuarto del siglo XX habían salido del dominio colonial y habían accedido a la independencia, los gobiernos iniciaron el camino para hacer valer ante sus sociedades el principio de que la consecución de la independencia política debía servir no solo para restablecer la dignidad nacional, sino también para hacer avanzar económicamente a las sociedades respectivas. Pero la crisis económica de 1973 que se prolongaría durante más de una década, tiraría por tierra esas expectativas. Los países pobres que se habían endeudado para modernizar sus economías, debido a las características estanflacionarias de la crisis incrementaron los intereses de las deudas contraídas y éstas paralizaron el desarrollo económico de la mayoría de los países del Tercer Mundo y los gobiernos de esos países tuvieron que recurrir a la represión para mantenerse en el Poder.

El siglo XX, que había comenzado su andadura pensando en una revolución socialista universal, que había proclamado, a mediados de siglo ante el fascismo, la vigencia universal de la democracia, en la recta final del siglo XX fenecían esos valores ante los intereses creados por las elites dominantes en casi todos los países del mundo. El sueño universal de libertad, igualdad y fraternidad se desplomaba. Aquellos que habían levantado la bandera de la democracia apoyaban las dictaduras y se demostraba que quienes habían levantado la bandera roja del socialismo eran sanguinarios carceleros de pueblos y naciones.

Dictadores de países latinoamericanos

Campo de trabajo en la URSS

En los años ochenta del siglo XX las ideologías universalistas estaban agotadas. La riqueza del Tercer Mundo redundaba en las sociedades de los países ricos, por la transferencia de la deuda de los países pobres a los ricos y por el intercambio desigual de mercancías, por ello, la mayoría social de los países ricos no precisaba ningún discurso universal redentor y podían mirar para otro lado cuando sus gobiernos democráticos apoyaban a siniestras dictaduras en el Tercer Mundo.

Desarrollismo consumista Occidental

En la URSS, el régimen perdía apoyo popular ante el atraso económico respecto de Occidente por eso la dirigencia soviética tuvo que recurrir, cada vez más, a la represión para mantenerse en el poder.

Leonid Brézhnev (1907 1982)

Existía, pues, un agotamiento ideológico mundial. Lo que sostenía a Occidente era su alto estatus económico, pero en la URSS la economía se había articulado no en base al desarrollo de las fuerzas productivas en interés de la sociedad sino en base a la paranoia de la defensa militar. El abandono de las necesidades de la sociedad como eje central del desarrollo económico generó una economía sumergida que era la que regía la demanda interna, y una nueva clase social surgida de las camarillas de burócratas bien situados en el aparato del Estado eran sus beneficiarios.

Borís Yeltsin (1931 2007)

Eso llevó a que esa misma clase de funcionarios aspirara a un Estado político en el que sus intereses fueran legales. Y paradójicamente, la patria donde se había levantado un sistema social inspirado en el marxismo, veía como se cumplía uno de los principios con los que Marx había fundamentado sus tesis de los cambios históricos: “la contradicción que en un momento histórico determinado se produce entre la necesidad social del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción obsoletas existentes para propiciar ese desarrollo”, contradicción que había dado el triunfo a la burguesía frente al Antiguo Régimen en el siglo XIX y que daba ahora el triunfo a la nueva burguesía rusa frente al anquilosado régimen soviético. Todo se juntó, y en 1989 explotó el sistema soviético, afortunadamente de manera incruenta, los países del Este Europeo se independizaron de la tutela odiosa de Rusia y este país entró en la última década del siglo en un proceso de disgregación social y política.

Caída del Muro de Berlín 9/11/ 1989

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A China solo le puede salvar el socialismo” era el eslogan del Partido Comunista de China (PCCh) en su lucha contra la ocupación japonesa y en la posterior guerra civil librada contra las fuerzas del Koumitang, frase que se hizo realidad cuando Mao Zedong proclamó en 1949 en Pekín la fundación de la República Popular de China, con la frase, ¡China se ha puesto en pie!

Solo China puede salvar el socialismo” fue el eslogan al que se aferraron los dirigentes del PCCh ante el retroceso mundial del denominado “socialismo real” iniciado con la caída del “muro de Berlín” en 1989.

Entre ambas fechas que coinciden con el período de la Guerra Fría, China vivió aislada del mundo, no era algo nuevo, pues, hasta la ocupación semicolonial británica y la posterior ocupación japonesa, China el país más populoso y avanzado hasta el siglo XVII de nuestra era, había creído que fuera de sus fronteras solo existían bárbaros y que China unía todo lo que había de importante bajo el cielo. En el periodo de la Guerra Fría en el que la construcción del socialismo a escala planetaria se fundamentaba en la progresiva desconexión económica de países del sistema capitalista, la tradición histórica de China encajaba bien en ese modelo.

Mao Zedong (1893 1976) y Den Xiaoping (1904 1997)

Pero la caída de la URSS y los disturbios de la plaza de Tian'anmen fueron lecciones que los dirigentes Chinos aprendieron rápido, comprendieron que los tiempos estaban cambiando y que había que “avanzar al paso del tiempo”.

Tanques del Ejército Popular de Liberación

En la plaza de Tian'anmen el 4/6/1989

El proceso de reforma y apertura iniciado por Deng Xiaoping en 1979 pasó a una fase acelerada impulsado por la política económica de "economía socialista y de mercado", socialista para los campesinos y socialista y capitalista en las zonas industriales específicas de la costa oriental de China para el desarrollo económico; por otra parte, la política de un "país con dos sistemas” permitió la incorporación de Macao y Hong Kong a la soberanía China respetando sus modelos políticos y administrativos. China comenzó a crecer económicamente como ningún país lo había hecho nunca desde la revolución industrial y cientos de millones de personas comenzaron a salir del atraso y la miseria. El PCCh sorteo la crisis ideológica desarrollando el aspecto nacionalista de su ideario, dejando para otro tiempo histórico el objetivo comunista de la redención del género humano bajo la premisa de que cada nación sin injerencias externas encontraría su camino de desarrollo y prosperidad.

Sanghai en el siglo XXI

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La última década del siglo XX supuso el final de las ideologías universales tal y como las concibieron en su praxis los teóricos liberales y socialistas del siglo XIX, “la práctica, único criterio científico e histórico de verdad” proclamado por Marx, así lo atestiguaba. Al mismo tiempo, en muchos de los países del Tercer Mundo, sus habitantes veían como las ideologías políticas universalistas en las que se habían apoyado los dirigentes de los movimientos independentistas, una vez éstos en el gobierno, no habían sido capaces, en su recorrido histórico desde la independencia hasta el final del siglo XX, de propiciar un desarrollo económico de las economías nacionales favorable a la mayoría de la población. El término de “países en vías de desarrollo” utilizado para definir a los países pobres, se desveló como un eufemismo sin contenido real, porque los pobres cada vez eran más pobres, y nadie sabía cuanto tiempo era necesario para culminar el desarrollo prometido. Las economías de esos países seguían sustentándose básicamente en ser suministradores de materias primas de los países ricos, y el declive de las economías agrarias de autoconsumo para rentabilizar los espacios agrarios a su vez expulsaban a millones de campesinos a la periferia de las ciudades conformando grandes aglomeraciones en asentamientos humanos carentes de las infraestructuras básicas como alcantarillados, luz y agua potable; hábitats donde la subsistencia se aseguraba a través del desarrollo de un sector económico informal desligado de las actividades productivas.

Al final del siglo XX, los pobres del planeta quedaron, pues, huérfanos de la teoría científica transformadora y revolucionaria por la cual todo el género humano debía beneficiarse por igual de los avances técnicos, científicos, sanitarios y educativos, así como de los recursos energéticos y alimentarios.

Y, tal vez por ello, en esa década del final del siglo XX, cuando la esperanza transformadora universal se ha agotado, es cuando se comienzan a gestar los grandes movimientos migratorios de los países pobres a los países ricos. Las fronteras de las naciones que constituían el mosaico de los países pobres, y por las que arduamente se había luchado por su independencia y por el desarrollo económico, eran percibidas por gran parte de sus habitantes como prisiones de miseria y éstos, comenzaron a asaltar la fortaleza de los países ricos, arriesgando en ello su vida, cruzando desiertos a pie, océanos en barcazas de pesca. Los que conseguían atravesar sus murallas, veían que la tierra prometida no era tal y caían en redes de explotación de jornadas intensas de trabajo por escasos salarios, pero esta explotación era considerada, por muchos, como un mal menor ante la desesperanza de pensar, que en su país de origen, nunca tendrían un porvenir mejor.

Cayuco con emigrantes africanos

Emigrantes mexicanos intentando pasar

la valla fronteriza con EEUU

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3. El final de los imperialismos

Agotadas, pues, tanto política como ideológicamente las fuerzas que pretendieron ser transformadoras de la historia, los países ricos, podían proyectar sin resistencia su acción dominadora al resto del mundo. El “pensamiento de la desigualdad universal”, vencedor en los países ricos, se edulcoraba con un ropaje en el que parecía justo que los triunfadores se beneficiaran de su buen hacer, mientras que, los pobres del mundo recogían los frutos de su incompetencia. Incluso se podía manifestar la bondad de los triunfadores con los fracasados en las “ayudas al desarrollo” y, por otra parte, EEUU sin oponente militar, por defunción del adversario, podía proclamar que la batalla estaba ganada. Era el momento de lanzarse a regir los destinos del Mundo desde la nación que se había constituido en el Centro del sistema político y económico mundial: Estados Unidos.

Presencia militar de EEUU en el Mundo a principios del siglo XXI

Con el comienzo del siglo XXI entró en el gobierno de EEUU el partido republicano con George W. Bush como presidente. Los nuevos estrategas de la Casa Blanca aspiraban a instaurar un nuevo orden mundial basado en el liderazgo inequívoco de EEUU ante el desorden en el que había quedado el mundo al finalizar la Guerra Fría. Tras el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York el 11S del 2001, todo se desarrolló como si de un guión escrito se tratara.

Atentado contra las torres gemelas de Nueva York el 11/9/2001

El gobierno de Estados Unidos diseñó un Plan mundial por el que se magnificaba la amenaza terrorista, con ello, se tenía el pretexto para recortar libertades y formular la política del ataque preventivo, “atacar para evitar se atacado”. El primer objetivo fue Afganistán bastión del fundamentalismo islámico.

Invasión de EEUU a Afganistán el 7 de octubre de 2001

Se derrocó al gobierno de los talibanes, al mundo le pareció bien y el nuevo gobierno de ese país tuvo la bendición de la ONU. Eso animó a los estrategas de EEUU a seguir adelante en su política de instaurar un mundo unipolar bajo la égida de Estados Unidos, para ello, existían dos organizaciones de relevancia mundial que debían ser relegadas, la más importante: la ONU, surgida tras la Segunda Guerra Mundial como equilibrio de potencias que ya no existían y la segunda en importancia: la OPEP, cártel petrolero que EEUU no controlaba y, por lo tanto, no podía decidir sobre los volúmenes de extracción y como consecuencia sobre el precio del crudo. La invasión de Irak montada sobre la mentira de que el régimen iraquí tenía armas de destrucción masiva para su uso contra EEUU o sus aliados, servía al propósito de la guerra preventiva, así como para crear una alianza de países que funcionarían dejando de lado a la ONU y bajo la dirección de Estados Unidos. El éxito de esa guerra garantizaba el éxito de esa nueva alianza de naciones, y también, la ruptura del monopolio de la OPEP, pues la nueva alianza tendría a su disposición una parte importante de las reservas mundiales de petróleo.

Invasión de Irak por EEUU (20/03/2003)

La invasión fue todo un éxito, mas cuando parecía inevitable que este plan funcionara, comenzó poco a poco a desmoronarse. Francia y Alemania, encasilladas por la administración de EEUU como países de la vieja Europa que pertenecían ya a un orden mundial pasado, se resistieron a aceptar de buen grado la nueva política de hechos consumados de EEUU, la mayoría de los países musulmanes también veían con recelo que Occidente incrementase su poder en la zona, pero por encima de estas objeciones a la invasión, lo que hizo inviable la misma, fue la constatación como una verdad histórica inconmovible: “que la época histórica de los Imperios coloniales con presencia militar y administración del invasor en territorio ocupado había pasado”. Las guerras de independencia contra los últimos imperios coloniales francés y británico estaban aun calientes en la memoria de quienes habían luchado contra ellos. No importaba que esta vez la ideología que encabezaba la resistencia no estuviera inspirada en principios laicos, sino religiosos, el resultado era el mismo, una fiera resistencia al invasor. Como en Vietnam el guión parecía también escrito, la ocupación se ganaba pero la guerra se perdía.

Los países que apoyaron a EEUU en la invasión fueron abandonando poco a poco la coalición. La revelación al mundo de la mentira de las armas de destrucción masiva y los crueles métodos del invasor utilizados contra la resistencia desacreditaron mundialmente a EEUU. Los estrategas de EEUU y sus aliados se dieron cuenta tarde de que habían subestimado las lecciones de su propia experiencia histórica y la de otras potencias coloniales donde se demostraba que la fortaleza de las naciones descansa en última instancia en la conciencia nacional de las personas que las pueblan, y por ello, la descolonización no era reversible históricamente y tampoco era posible que sus propias sociedades aceptaran con indiferencia el horror de la tortura y de los campos de concentración como el de Guantánamo.

Preso sin juicio en cárcel de Guantánamo

Este intento y fracaso de EEUU de cambiar el estatus mundial por la fuerza de las armas, revelaba también que ni el final político del socialismo soviético y el fracaso de las grandes ideologías socialistas universales surgidas en el siglo XIX, era suficiente para transgredir determinados valores alcanzados por la mayoría de las sociedades del mundo desde que alumbrara la Ilustración en el siglo XVIII. Esos valores tenían que ver con la asunción colectiva de las “soberanías nacionales” como marco de decisión política de las sociedades respectivas, y ante las cuales, las ambiciones imperialistas sucumbían.

El imperialismo como método de expansión militar en los principios del siglo XXI, tras la guerra de Irak, había muerto, pero no solo había muerto el imperialismo militar de EEUU sino todos los imperialismos, porque cualquier experiencia similar estaba de antemano condenada ya a su derrota.

El presidente de EEUU Barack Obama y el primer ministro iraquí Al Maliki en su llegada a una conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca el 22 de julio del 2009 en Washington para anunciar la retirada de las tropas de EEUU de Irak

Y También quedaba obsoleto el concepto de guerra ofensiva como método expansionista, porque el triunfo militar relámpago de la ocupación ya no garantizaba, a la postre, el éxito de la contienda en la guerra prolongada y además, producía la pérdida de la influencia política del agresor.

Tras el hundimiento del imperio soviético y el fracasado intento expansionista del imperialismo americano en Irak, el final de los imperialismos con dominio militar había llegado históricamente a su fin. No obstante, los cambios históricos no suelen ser percibidos a veces por las sociedades y dirigentes políticos y en Estados Unidos, seguían existiendo fuerzas políticas y económicas que continuaban apostando por hacer valer su hegemonía militar al resto del mundo, pero también existían fuerzas que habían comprendido que ese camino solamente traería un gran sufrimiento de varias y prolongadas guerras a la vez, en distintas partes del mundo, para las que su sociedad ni su economía estaba preparada. A la postre, esa estrategia militar aceleraría su declive como potencia y por ello, estos sectores políticos de EEUU apostaban por iniciar una etapa en la que el país debiera tratar de consolidar su supremacía mundial a través del desarrollo de un poder blando basado en el respeto y el diálogo con las naciones y revitalizando coherentemente los valores universales de la democracia liberal, acabando con los campos de concentración, con la institucionalización de la tortura y dejando de promover golpes de Estado contra sistemas democráticos. Estas dos opciones se enfrentaron en las elecciones presidenciales de EEUU en el 2008, y la ciudadanía apostó por un discurso basado en una política de diálogo y entendimiento con el resto de los países del mundo, pero, como se ha visto con el paso del tiempo, EEUU es una nación que, con independencia de quien gobierne, debe su prosperidad en gran medida al sometimiento de otras naciones a sus intereses y, por ello, su acomodación a los nuevos tiempos no va depender del discurso de las campaña electorales sino solo puede ser fruto del empuje de otras naciones en el escenario internacional, cuestión que llevará su tiempo.

 

4. Hacia un nuevo paradigma emancipador universal

Una nueva realidad política parece, pues, que comienza a abrirse camino con el final de la hegemonía mundial Occidental: la formación de un mundo multipolar, donde los nuevos polos geopolíticos emergentes estarían de acuerdo en las relaciones entre iguales, es decir, sin ambiciones imperialistas como superación de las dramáticas experiencias históricas vividas, como fue en China la larga guerra contra la ocupación japonesa, en los países latinoamericanos el largo período de subordinación política a su vecino del norte y el azote de los golpes de Estado, o en el caso de Rusia, por la amarga experiencia del Imperio Soviético que le arrastró al caos como nación en la última década del siglo XX. Por otra parte, los países que no son “polo” también están interesados en que se desarrolle un mundo multipolar porque les permite establecer sus relaciones internacionales preferentes en libre competencia, en lugar de depender exclusivamente de Occidente.

En este emergente escenario mundial tras el fracaso en la práctica de las ideologías universalistas liberal y socialista al que contribuyeron las dos grandes potencias que las instrumentalizaron en su propio beneficio, EEUU y la extinta URSS ¿Cabe pensar que el proyecto de una humanidad regida por los valores de libertad, igualdad y fraternidad  son una utopía? ¿Cabe pensar que el género humano se ha detenido en su afán por transformar la sociedad en la búsqueda de esos valores comunes a todas las ideologías, sean liberales o socialistas, nacidas de los ideales de la Ilustración, por las que la humanidad creyó que la felicidad social en la tierra era posible? Si la humanidad aceptó con resignación durante milenios que la Tierra era un valle de lágrimas y que solo en otro mundo metafísico dejaría de serlo ¿Se ha vuelto de nuevo a esa situación del pensamiento universal? Cabe pensar que no, y cabe hacerlo, porque tras un recorrido histórico de doscientos años de lucha por esos ideales, la voluntad transformadora sigue vigente y la resignación pertenece ya al oscurantismo de otra civilización que fue sepultada en el siglo de las luces y cabe también pensar que no, porque los desheredados de la tierra quieren salir de su situación de pobreza y la humanidad se enfrenta a problemas como el cambio climático, la malnutrición, las enfermedades y el analfabetismo, problemas que necesitan de soluciones globales.

Lo que ha fracasado, no son, pues, esos grandes ideales, sino el camino trazado por los teóricos del liberalismo y socialismo del siglo XIX. El recorrido histórico ha desbrozado lo verdadero de lo falso. Lo falso ha sido que la verdad de unos no se puede imponer por la fuerza a otros, pretexto bajo el que actuaron los imperios coloniales europeos, el imperialismo de EEUU y el de la antigua URSS. Lo verdadero es que el género humano ha extraído de ese camino de dolor, la experiencia de que solo es posible avanzar desde el diálogo, el respeto y el entendimiento entre el mosaico de naciones surgidas desde el siglo XVIII tras un doloroso parto de guerras y lo verdadero es también que el ritmo de los cambios políticos y sociales lo deben marcar los propios ciudadanos de cada nación.

 Guernica (1937)

Representa los terribles sufrimientos que la guerra inflige a los seres humanos.

Pablo Picasso (1881 1793)

Después de dos siglos se ha dado con el método pacífico y científico de cambio. El poder transformador ya no nace de la punta del fusil sino del respeto entre naciones y de la democracia interna en cada una de ellas. Pero el método no significa el cambio, sino las bases para fundamentar el cambio. Lo que  hará que el cambio se ponga en marcha es la necesidad de las naciones en colaborar para afrontar los graves problemas que tiene la humanidad. No obstante, si bien el marco de las naciones es la base sobre la que deben fundamentarse las transformaciones mundiales, el enemigo número uno para llevar adelante esas transformaciones, paradójicamente, es la concepción retrógrada de exaltación de la competencia entre naciones. Durante los siglos XIX y XX la competencia entre imperios y naciones se justificaba porque ante todo, lo que debía prevalecer era el bienestar de cada nación sobre el resto. Se trataba de sacar beneficio unilateral y ello llevaba al enfrentamiento, ese modelo vigente en la conciencia de la mayoría de las sociedades de muchas naciones, principalmente de las que fueron antiguos imperios coloniales, sigue siendo una de las herencias negativas del proceso de fundación de las naciones. El objetivo de las naciones debe ser su desaparición por superación de las fronteras, al entender que en la colaboración hay más beneficio que en la competencia siendo las propias naciones quienes vayan determinando los ritmos de integración en las relaciones políticas y económicas.

Es evidente que las sociedades más enrocadas en el paradigma de confrontación entre naciones, en lugar del entendimiento, son aquellas en las cuales su grado de bienestar ha alcanzado un alto desarrollo, pues entienden que los postulados políticos universales pueden perjudicar su estatus. Serán pues los países o regiones del mundo más poblados y emergentes económica y políticamente los más interesados en un proceso integrador. No obstante, el posible avance en un proceso de entendimiento entre naciones a escala mundial dependerá de las naciones que tienen más poder económico y capacidad de decisión para implementar políticas globales por su peso económico y demográfico. En el actual momento histórico, corresponde ese papel de liderazgo a EEUU y a China en primer lugar y, en un segundo plano, a los países emergentes: Brasil, Rusia, India, seguidos del resto de países emergentes. Por ello, el proceso de integración política y económica mundial vendrá determinado en gran medida por la relación entre Occidente y Oriente.

Países de economías emergentes (BRIC)

Brasil, Rusia, India, China

Representan el 40% de la población mundial

Las relaciones políticas que mantienen los países del mundo con China, se pueden dividir en dos grandes apartados. En el primero estarían los países Occidentales o países ricos, y en el segundo, los países pobres y países emergentes entre los que destacan por su importancia Brasil, Rusia e India. La relación de Occidente con China, es una relación de amor, odio, una relación que ha venido a denominarse para China en la política de “golpe y contacto”. Occidente se ha beneficiado en los últimos años de los productos de exportación baratos de China y en la presente crisis económica espera beneficiarse de la reactivación interna de China. Pero este interés es contradictorio, pues, si bien Occidente desea que China se reactive económicamente para beneficiarse de su crecimiento también teme las consecuencias políticas que implica un mayor peso económico y político de China en la esfera internacional. A diferencia, de este bloque de países, la relación de los países del Tercer Mundo y países emergentes con China es diferente. Su relación se basa únicamente en la política de “contacto”, pues, China constituye una alternativa de oportunidades económicas frente a la dependencia que han tenido y tienen del consumismo de los países ricos y no temen la influencia política China, pues esta nación secularmente ha basado sus relaciones con otras naciones en el respeto de los asuntos políticos internos de cada país. La manera de desacreditar a China que tienen los países occidentales en la esfera internacional es proclamando su sistema político democrático como el más evolucionado de la historia de la humanidad por estar basado en la libre pluralidad política. Este mensaje tiene una verdad y una mentira, la verdad es que la libertad de asociación política constituye un estadio superior de la democracia y la mentira, es que las democracias occidentales tienen sobre sus espaldas una negra historia de injerencia en otros países de guerras y de apoyo a golpistas, consecuencia y herencia política y cultural de su pasado colonial e imperialista, por eso los países pobres desconfían de los países ricos, particularmente de EEUU.

El sistema político vigente en China se basa en el sistema de partidos del Frente Único liderados por el PCCh que dio lugar a la fundación en 1949 de la actual Republica Popular en la parte continental de China, de la que quedó excluido el Kuomitang por la confrontación militar entre ambos bandos, quedando este partido recluido en la isla de Taiwán. Los treinta años de reforma y apertura en China han sido un gran paso adelante en materia de avances económicos, sociales y desarrollo legislativo para conformarse como un Estado de derecho, pero la pregunta que cabe hacerse es: si China, ante la necesidad cada vez más imperiosa de la humanidad por avanzar en la construcción de un mundo multipolar basado en la democracia y la justicia social mundial, entenderá que el principio de Deng Xiaoping de “caminar al paso del tiempo” deberá traer un cambio cualitativo interno

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