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Artículos de Opinión

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Javier Colomo Ugarte

Febrero 2019


Manifestaciones históricas y contemporáneas de la ideología imperialista

A lo largo de la historia, los imperialismos han tenido como soporte diferentes formas ideológicas en la justificación e impulso de los centros imperiales para la expansión de su influencia.

El imperialismo, entendido como tal, por el poder político, económico y cultural de un Estado Central con subordinación de vastos territorios al Centro imperial, ha formado parte de la historia de la humanidad desde las primeras civilizaciones en la Edad Antigua, como fueron la Egipcia, Persa, Griega, Romana y China.

EDAD ANTIGUA

La expansión de la Cultura

En ese periodo de la historia de la humanidad, la motivación del Centro imperial al impulso de su expansionismo territorial tenía como razón principal la seguridad en las fronteras de sus territorios sujetas al vandalismo de pueblos que vivían del saqueo, pero una vez sometidos éstos, ante la falta de oponentes la expansión territorial se realizaba hasta la siguiente línea de resistencia.

La riqueza de los territorios y pueblos sometidos redundaría en el Centro imperial y ello contribuiría a la formación de una clase social que propiciaría un desarrollo de las artes, las letras y los conocimientos en ciencia y técnica, y esta nueva forma de cultura avanzada se convertiría a su vez en una nueva justificación para la expansión territorial frente a los pueblos bárbaros. Ciro II el Grande (559-529 ac) y Darío I (512-484 ac) expandirían el imperio y la cultura Persa, y Alejandro Magno (336-333 ac) lo haría con la cultura helénica desde Grecia, impulsando en los nuevos territorios conquistados las formas culturales del Centro imperial, en arquitectura, escultura, letras y organización social. Con posterioridad, Bajo estas premisas, se desarrollaría en Occidente y el Medio Oriente el Imperio Romano (27ac-476dc), y en Oriente la dinastía Chi'n (221-206 ac) y Han (206ac-220dc).

EDAD MEDIA

La religión

En el periodo desde la caída del Imperio Romano en el siglo V hasta el siglo XVI en el que renacen de nuevo los imperios europeos, y catalogado por la historiografía occidental como Edad Media por la división de Europa en pequeños reinos, aparecería un nuevo factor ideológico para el expansionismo territorial, las religiones monoteístas. El cristianismo y el Islam llevarían a cabo su expansión territorial por la fuerza de las armas bajo la justificación de convertir al mundo al único Dios "verdadero".

El monoteísmo a diferencia del politeísmo daría lugar al absolutismo en el pensamiento y el totalitarismo político, donde quien no participaba de la fe "verdadera" era catalogado de hereje y perseguido por sus creencias. La expansión del Islam abarcaría numerosos territorios en Asia, África y en Europa ocuparía parte de la península ibérica. Los reinos cristianos en Europa una vez contenido el Islam, se expandirían en la lucha contra el mismo e intentarían su reunificación con la formación del Sacro imperio Romano-Germánico siendo su primer impulsor el emperador Carlomagno coronado como tal en la navidad del año 800 y que sus descendientes continuarían.

EDAD MODERNA

Guerras de religión y expansión colonial

En el siglo XVI, con la extensión de las monarquías europeas a los territorios de ultramar en las Indias occidentales (América) y Orientales (Oriente de Asia), volvieron a renacer los imperios en Europa e inauguraría la Edad Moderna.

Durante los siglos XVI y XVII, la expansión imperial con la enseña de la cruz cristiana y la fuerza de las armas enfrentaría no solamente al catolicismo con el Islam, sino que las guerras de religión por la formación del Sacro Imperio Romano bajo la égida de los Austrias, en pugna con las religiones protestantes que se negaban a someterse doctrinariamente a Roma, asolarían internamente a Europa.

A su vez, a los nacientes imperios europeos se les abriría otro frente de rivalidad en los nuevos territorios de ultramar principalmente entre la corona portuguesa y la española. El tratado de Tordesillas (1494) establecería un pacto entre ambas potencias para la división del Nuevo Mundo, por el que, a la corona de Castilla le pertenecían todas las tierras descubiertas a 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde, que situaba, con la excepción de Brasil, a todo el continente americano bajo la soberanía de la Corona española. Las riquezas de oro y plata que precisaba el reino de España para financiar las guerras contra el protestantismo en Europa, estimularía la colonización de todo el continente americano.

En los primeros años del siglo XVI, los crueles métodos utilizados en la región del Caribe para su colonización llevaría a la extinción de las poblaciones nativas, lo cual cuestionaba la misión católica evangelizadora. La Iglesia Católica intervino sobre el tratamiento que debían tener los nativos, estableciendo que éstos poseían alma lo que les diferenciaba de las bestias y por lo tanto no podían ser tratados como tales y debían ser bautizados. Tras el establecimiento de esta premisa, la conversión de los nativos a la religión católica se constituiría en  la ideología para la expansión del imperialismo español en el "Nuevo Mundo".

A principios del siglo XVIII, tras la derrota de la dinastía de los Austrias por la francesa de los Borbones, las guerras de religión darían paso a una lucha entre las monarquías imperiales europeas por el control de territorios. Gran Bretaña por un lado y Francia y España por otro se disputarían las áreas de influencia.

EDAD CONTEMPORÁNEA

Revolución y nuevos imperios coloniales

A finales del siglo XVIII las monarquías absolutistas europeas entrarían en crisis con el auge de la burguesía. La Independencia de EEUU y la revolución francesa marcarían un antes y un después e inaugurarían una nueva era, la Edad Contemporánea.

A principios del siglo XIX, la ideología para la expansión imperialista cambio de signo. Con Napoleón pasaría a sustentarse en la expansión de los valores de la revolución francesa por la fuerza de las armas al resto de Europa.

La derrota de Napoleón (1815) por las fuerzas de la restauración del Antiguo Régimen, no evitaría la era de transformaciones burguesas. A partir de 1830 una ola de revoluciones liberales se propagaría por Europa, que barrería el Antiguo Régimen, pero ello tampoco afectaría a la componente imperialista de los nuevos Estados europeos. En 1884 en la Conferencia de Berlín, las potencias europeas se repartirían en régimen colonial el continente africano.

No obstante, sería Gran Bretaña la nación que se constituiría en el imperio colonial más importante durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. En los comienzos del siglo XIX, la derrota en la batalla de Trafalgar de la escuadra franco-española por la armada británica y la independencia de la mayoría de los territorios españoles en América pondría fin a 300 años de existencia del imperio español. Gran Bretaña pasaría a dominar la principales rutas marítimas del mundo y ello favorecería su expansión imperialista de dominio colonial. La ideología imperialista dejó de sustentarse en la expansión religiosa, siendo sustituida por la "exportación de los avanzados valores de la civilización occidental a los pueblos atrasados del mundo" que servía de subterfugio a lo que era el expolio colonial de materias primas.

Con la llegada de las nuevas clases burguesas al poder político en las principales potencias europeas, el capitalismo cobraría un fuerte impulso. Si embargo en 1873, tras la quiebra en Estados Unidos de la entidad bancaria Jay Cooke and Company, se produciría la primera gran crisis del capitalismo global y una ola de proteccionismo se apoderaría de las incipientes economías capitalistas emergentes.

Dentro de esa tendencia proteccionista, el imperialismo económico basado en el control de áreas exclusivas de influencia para el comercio se constituiría en el fundamento de las rivalidades entre imperios europeos, pero en esta nueva realidad geo-económica existían profundas diferencias entre los distintos imperios europeos, mientras que Gran Bretaña y Francia ya habían consolidado su influencia colonial en los territorios de ultramar, Alemania constituida como Imperio Alemán en 1871 tras la reunificación de un mosaico político de 39 Estados, pasaría a ser la principal potencia económica europea, pero debido a su tardía formación, sus dominios coloniales en los territorios de ultramar eran escasos y por lo tanto, su área de influencia exclusiva también.

Las Guerras Mundiales

Este desequilibrio acentuaría las rivalidades de Alemania con Francia y Gran Bretaña; para Alemania, el camino más corto para dominar las áreas de influencia globales pasaba por dominar Europa como Centro de la economía Mundial, desplazando del mismo a Francia y Gran Bretaña, en el entendimiento de que, quien dominara el Centro se haría con el control de la colonias de ultramar. En esta coyuntura la ideología imperialista adquiriría un sesgo de nacional-imperialismo, creándose las bases para la que sería la Primera Guerra Mundial (1914-1918), de Alemania principalmente contra Francia y Gran Bretaña.

Alemania perdería la guerra y las condiciones impuestas por Francia y Gran Bretaña en el Tratado de Versalles (1919) que dejaban a Alemania como un Estado tutelado por ambas potencias dejaría una profunda herida en la sociedad alemana. Tras la guerra, la economía mundial de la mano de Francia y Gran Bretaña y de la potencia emergente, EEUU, tendería de nuevo hacia la apertura y la globalización, pero la crisis económica de 1929 restauraría de nuevo los fantasmas de la crisis de 1873. El proteccionismo volvió a imponerse y con ello la geo-economía de áreas de influencia exclusivas para el comercio.

Alemania, en medio de una profunda crisis económica, quedó atrapada por las vejatorias condiciones del tratado de Versalles y por su escasa influencia colonial. La opción de romper es nudo gordiano tomando el control del Centro económico mundial, es decir, con la guerra de nuevo contra Gran Bretaña y Francia, volvería con fuerza. En esta coyuntura la ideología nacional-imperialista volvería a calar profundamente en la sociedad alemana, pero esta vez, el nacional-imperialismo se fundamentó en la perversión del racismo de la mano del nazismo.

En la ideología nazi, el género humano quedaba dividido en razas de humanos y subhumanos. La raza aria germánica se situaba en lo más alto del escalafón, y por ello estaba destinada a regir los destinos del mundo, mientras que los judíos y eslavos eran considerados como subhumanos, por lo que su genocidio o esclavitud estaba justificado. En los años treinta Alemania reconduciría su capacidad industrial al desarrollo de la industria militar, la guerra civil española (1936-1939) fue el escenario de prueba de las nuevas armas alemanas, y la megalomanía de su poder militar le llevaría a desatar la guerra hacia el Oeste para rendir a Gran Bretaña y Francia y posteriormente hacia el Este para someter a los pueblos eslavos de la URSS.

En 1945 Alemania perdería la guerra. Los líderes fascistas que sobrevivieron fueron juzgados y condenados y la ideología nacional-imperialista nazi fue condenada y desterrada como una de las mayores aberraciones de la historia de la humanidad. El racismo ha sido definido como el rasgo definitorio de la ideología nazi, pero hay que tener en cuenta que tal perversión fue devastadora por la combinación que tuvo con sus ambiciones imperialistas que le llevaría a invadir la mayoría de los países de Europa, siendo en los países ocupados como Polonia y Rusia, es decir, fuera de sus fronteras, donde llevaría a cabo el grueso de sus crímenes, siendo Rusia la que soportó el mayor genocidio con veinte millones de muertos por la guerra.

Posguerra, Guerra Fría y descolonización

Con la derrota de Alemania por la URSS y Estados Unidos, los centros geopolíticos mundiales dejaron de estar en Europa, pero el sistema de áreas de influencia geo-económicas prevaleció después de la guerra. Bajo control de EEUU se situarían los países occidentales, Japón y América Latina, y bajo la tutela de la URSS las naciones que componían la Unión Soviética.

A partir de 1945, la ostentación de la ideología imperialista entró en declive, a diferencia del pasado, ninguna nación en el mundo se autodefiniría como imperio. El término "imperio" objeto de apología desde las primeras civilizaciones de la humanidad que se calificaron como tales: Imperio Persa, Imperio Helénico; Imperio Romano, Imperio Carolingio; Sacro Imperio Romano; Imperio Español; Imperio Británico; Imperio Francés, Imperio Alemán, Imperio Ruso; Imperio Japonés..., y que había gozado de la estima y admiración de pueblos y gobernantes, se ocultaba con vergüenza.

Dos factores contribuyeron a ello, el primero la sucesión de dos guerra mundiales por disputas claramente imperiales, y el segundo porque en la posguerra, con la relegación de Gran Bretaña y Francia del dominio mundial, se creo un vacío de poder en sus dominios coloniales que favorecería que los movimientos antiimperialistas de emancipación colonial fueran proclamando su independencia como naciones libres.

Sin embargo, la denostación del término imperio no impediría que las prácticas imperiales continuasen con los dos ganadores de la Segunda Guerra Mundial. EEUU y la URSS, esta vez bajo el manto de la expansión de nuevos valores por ambas partes: el socialismo desde la URRSS y la democracia liberal desde EEUU.

Con dos centros geopolíticos mundiales tan distantes como Moscú y Washington, dos sistemas económicos tan diferentes como el socialismo de la URSS y el capitalismo estadounidense, las áreas de influencia respectivas estaban radicalmente separadas y desconexionadas unas de otras. Los movimientos revolucionarios que luchaban contra la influencia estadounidense se alineaban en la zona de influencia de Moscú, y viceversa. El imperialismo no se revelaba como motivación política pero las guerras por la independencia colonial terminaron siendo guerras por limitar la influencia geopolítica respectiva entre ambos centros del poder mundial, como sucedió en la Guerra de Corea (1950-1953) o de Vietnam (1955-1964-1975).

En China, después de una larga lucha contra el imperialismo japonés y la guerra civil entre el Partido Comunista de China (PCCh) y el Kuomintang, el PCCh tomaría el poder y proclamaría en 1949 la República Popular de China (RPCh). La alianza entre el nuevo poder en China y la URSS se había venido gestando durante la guerra de resistencia contra Japón, y la URSS contribuiría en la década de los cincuenta a que China iniciara sus primeros pasos en la modernización de un país que en un 90% era rural. Sin embargo, a finales de esa década China entraría en un periodo convulso sobre como abordar el proceso de industrialización. Los dirigentes chinos comenzaron a desconfiar de las intenciones de Moscú al considerar que quería convertir a China en una nación tutelada y se produjo una ruptura en las relaciones. Los asesores soviéticos volvieron a Moscú y China comenzó a calificar de hostil e imperialista a la URSS.

En el este de Europa los países bajo el Pacto de Varsovia también comenzaron a percibir como hostil la excesiva dependencia de Moscú. La primavera de Praga en 1968, marcaría el inicio del declive del dominio soviético en esos países. A finales de la década de los setenta las tropas de la URSS entrarían en Afganistán a petición del gobierno de esa nación, teniendo que soportar durante más de una década una encarnizada lucha de resistencia. Existía una creciente percepción en los países bajo la égida de Moscú que la propagación del socialismo se había convertido en un ideología para la expansión de un modelo imperialista. El desgaste de la URSS se acentuó con la creación de grupos de poder dentro de la URSS que querían poner fin a la etapa socialista. La URSS se disolvería en 1991, y el proyecto de expansión del socialismo como un área de influencia desconexionada del sistema capitalista global llegaría históricamente a su fin.

Globalización económica

En la última década del siglo XX, EEUU se alzaría como la potencia mundial indiscutible, en esos años culminaría también el proceso descolonizador que ha conformado el actual mosaico mundial de naciones. Una vez extinguida la división mundial en áreas de influencia, la opción para las nuevas naciones surgidas de la descolonización, como para las que componían la URSS, sería la de integrarse en el modelo económico global. China desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con EEUU en la década de los setenta ya había dado pasos en esa dirección, que los afianzó con su integración en el año 2001 en la OMC, y la globalización económica entró en una senda irreversible.

La crisis financiera del 2008 convulsionaría de nuevo la economía mundial, pero en su evolución posterior se ha definido claramente que la vuelta al modelo de áreas de influencia, a pesar del proteccionismo arancelario iniciado por EEUU, es ya económicamente imposible.

Colonialismo y Neocolonialismo

El colonialismo y el neocolonialismo difieren en la forma de sometimiento a los pueblos y de las políticas económicas de dominación. El colonialismo tuvo su máximo apogeo en el siglo XIX con  Francia y Gran Bretaña como los principales imperios coloniales, sometiendo a la mayor parte de África y de Asia en régimen colonial. El colonialismo se sustentaba ideológicamente en las sociedades occidentales en su excepcionalidad para llevar la civilización a los territorios habitados por pueblos atrasados, y se caracterizaba por la presencia militar con administración directa y la explotación de los recursos en interés de la metrópolis imperial.

Tras los procesos de independencia del colonialismo europeo, EEUU intentó ocupar su lugar en algunas naciones como fue en Indochina tras la retirada francesa, pero su derrota en la guerra de Vietnam demostró que no era posible. En el año 2003 lo volvió a intentar en Irak, incluso llegó a establecer una administración estadounidense en ese país, pero la guerra de desgaste a la que se vio sometido posteriormente a la invasión, volvió a demostrar que la conciencia política nacional de los pueblos hacía inviable la dominación territorial en régimen colonial con presencia militar y administrativa del poder imperial.

Estos fracasos han determinado el cambio de las metrópolis desarrolladas en la forma de ejercer sus ambiciones imperialistas sobre las antiguas colonias, a un modelo neocolonial.

En el modelo neocolonial, la metrópolis imperial subordina a sus intereses a la nación neocolonizada a través de tres elementos clave: 1. La instauración de un gobierno que garantice la subordinación política de la nación al centro imperial, siendo las oligarquías locales las principales beneficiarias del comercio con la metrópolis. 2. La preservación del estatus quo de atraso del país en desarrollo para asegurar que será una nación dependiente. 3. La amenaza de invasión militar en el caso de rebelión a la tutela imperial.

EEUU, tiene una larga experiencia en este modelo de dominación neocolonial en las que han sido sus relaciones con las naciones de América Latina en más de un siglo, habiendo utilizado la fuerza militar directa en multitud de ocasiones en ese continente para restablecer su dominación: Panamá (1918; 1920; 1925; 1958; 1989), Cuba (1917-1933), Honduras (1919; 1924-1925), Nicaragua (1912-1933), República Dominicana (1965-1966)), Guatemala (1920; 1954; 1966-1967), El Salvador (1932), Grenada (1983-1984), además del apoyo a las siniestras dictaduras militares en el pasado siglo. La ideología utilizada para justificar el dominio neocolonial se basa principalmente, al igual que en los viejos imperios coloniales, en su autoarrogada excepcionalidad como nación para regir a las naciones latinoamericanas.

En la globalidad, el proyecto neocolonial de EEUU y los países de la OTAN, con un 15% de la población mundial, se fundamenta en preservar su hegemonía económica que concentra la mayor parte del PIB mundial, para lo cual los países en desarrollo que acogen el 85% de la población mundial restante no deben prosperar, pues un cambio de su estatus hasta la equiparación de su renta a la de los países desarrollados, relegaría el poder económico global de los países de la OTAN.

Las naciones que desde la soberanía política avanzan con éxito en su desarrollo económico y tecnológico, como son por su importancia China y Rusia y en Oriente Medio Irán, incrementan su participación en el PIB mundial al margen de la tutela de EEUU, y con ello el poder económico global estadounidense disminuye, lo que les convierte en naciones a contener o debilitar mediante sanciones, aranceles u otras medidas económicas, en contra del principio económico de que toda prosperidad es positiva. En el siglo XXI esta práctica de economía destructiva contra naciones que pretenden un desarrollo soberano se aplica principalmente a Rusia, China, Irán, y Venezuela. Y en otras naciones contrarias a la hegemonía estadounidense que no tenían el poder militar de las anteriores se ha optado por su destrucción económica, social y política mediante la guerra, como ha sucedido en el presente siglo con Afganistán, Irak, Libia y Siria.

La visión ideológica neocolonial de la que participan las sociedades occidentales, es la de un mundo "libre" constituido principalmente por los países de la OTAN y otro "no libre" compuesto en su mayoría por naciones gobernadas por mandatarios corruptos y despóticos que le otorga a las naciones del "mundo libre" el derecho a la injerencia, la cual es alimentada por los medios de comunicación de masas sobre los que descansa la formación ideológica de la sociedad imperial, impidiendo que se desarrollen fuerzas ideológicas contrarias en el seno de la propias sociedades.

Por el contrario, la visión sobre la que se asienta la legalidad internacional, sustentada en el concepto de que deben ser los pueblos organizados en naciones soberanas los que desarrollen por si mismos la democracia, los derechos humanos y su prosperidad económica sin injerencias foráneas, es ignorada.

El imperialismo en cualquiera de sus manifestaciones ideológicas, ha sido, es y será, el origen de todas las guerras de agresión, y el responsable de sus secuelas en vidas humanas. La ideología pacifista seguirá siendo una ilusión mientras no se erradique de la sociedad humana la cultura imperialista, que en la actualidad se sustenta en la auto-arrogada excepcionalidad de EEUU para injerir y declarar la guerra a otras naciones al margen de la legalidad internacional.

El cambio civilizatorio de valores en las relaciones internacionales para la relegación de la cultura imperialista tendrá que venir de los países en desarrollo, particularmente de aquellos que han hecho de la no injerencia y el desarrollo económico y tecnológico compartido su estandarte en las relaciones internacionales.

 

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