ALEGRÍA Y DOLOR
EVOLUCIÓN DEL ESTILO. EL RELIEVE. RETABLOS, SILLERÍAS Y SEPULCROS
FRANCIA. SIGLOS XIII Y XIV
ESCULTURA BORGOÑONA Y FLAMENCA
ESPAÑA: EL ESTILO GÓTICO FRANCÉS EN CASTILLA
ESCULTURA DEL SIGLO XIV Y PRIMERA MITAD DEL XV EN LEVANTE
LA ESCULTURA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XV
ALEMANIA E INGLATERRA
PINTURA DE ESTILO GÓTICO FRANCÉS. ESPAÑA
ARTES INDUSTRIALES D E ESTILO GÓTICO. HIERROS Y ORFEBRERÍA
VIDRIERAS, GRABADOS, TELAS Y MUEBLES
ALEGRÍA Y DOLOR
.—El resorte que mueve al gótico en las artes
figurativas es el creciente interés por la naturaleza, la nueva actitud
espiritual, cuyo hijo más preclaro es el Santo de Asís (muerte 1226). La
naturaleza, los montes, los árboles y los animales son obras del Creador, son
bellos de por sí y dignos de ser representados por los artistas, tal como se
muestran a nuestra vista.
La escultura, sobre todo en sus primeros tiempos,
conserva el carácter monumental y el sentido de la grandiosidad heredado del
románico, pero después el artista procura, cada vez más, dotar a sus personajes
de expresión humana. Estos personajes no son ya seres deshumanizados,
insensibles al amor y al dolor, creados para hacer pensar en la eternidad y la
grandiosidad divinas, sino la encarnación del Dios del dolor. El grandioso tema,
tan típicamente románico, del Pantocrator rodeado por el Tetramorfos termina por
desaparecer. Lo mismo que el Olimpo griego después del siglo V, la corte
celestial cristiana se humaniza gracias al gótico.
En pocos aspectos se expresa tan claramente este
cambio de actitud como en la manera de representar los dos temas capitales del
arte cristiano: la Virgen con el Niño y el Crucificado, en los que el artista
gótico sólo quiere ver el amor materno y el dolor humano.
La impasible Virgen románica, trono de Dios,
gracias al naturalismo gótico, llega a convertirse en la madre que contempla
amorosamente a su Hijo y juega con él. Abandona el frontalismo y la verticalidad
románicas e inclina ligeramente su cuerpo hacia un lado para poder contemplar al
Hijo que tiene en sus brazos. Cuando está sentada, en vez de colocar al Niño
entre las piernas y de frente, lo sienta sobre una de ellas, para hacer posible
el diálogo. Por el influjo de la tradición románica, pese a este cambio en la
posición del Niño, la Virgen continúa durante algún tiempo con el cuerpo erguido
y mayestático, aunque no tarda en inclinar su rostro e intensificar su diálogo
cada vez más expresivo. El escultor se deleita entonces interpretando graciosos
gestos maternales e infantiles (fig. 1173). La Virgen acaricia al Niño,
que a su vez juega con la mano de la Virgen o con la fruta o el pajarito que le
ofrece. En los últimos tiempos del gótico, el Niño llegará a abrazar la cruz que
le muestran los ángeles; que el dolor de la Pasión, cada vez más obsesionante
para el artista gótico, termina cargando de melancólico presentimiento el tierno
idilio maternal.
(fig. 1173)
Virgen Blanca siglo XIII.
Catedral de Toledo
Descubierto el fecundo filón expresivo del amor
materno, se comprenden los amplios horizontes abiertos al artista gótico, sobre
todo cuando cultiva el relieve o la pintura, mucho más apropiados para
representar emotivos comentarios piadosos de la escena principal. La literatura
mística es a este respecto, tanto para los temas idílicos del amor divino como
para los trágicos de la Pasión y de los martirios de Santos, fuente inspiradora
de primer orden y de influencia decisiva en el desarrollo de la escultura y de
la pintura gótica. Los místicos, al describirnos sus visiones de la vida y
muerte de Jesús, respondiendo a la creciente ansiedad de los devotos por
conocerlas en todos sus detalles, nos las cuentan con los más menudos
pormenores, en los que no hacen sino referir al Salvador los de la vida diaria.
La Virgen, como tema artístico, adquiere ahora
importancia extraordinaria, no sólo como Madre de Jesús, sino en los momentos
gloriosos de su Tránsito, Asunción y Coronación, dedicándosele portadas de
catedrales, hasta el punto de que en la de Reims preside la puerta principal.
El Crucificado románico, lo mismo que el
bizantino, se nos muestra insensible al dolor. Derecho, con los brazos
horizontales, sin sentir el peso del cuerpo, nos contempla con expresión serena.
El artista gótico, en cambio, ve en el Crucificado al Hijo del Hombre que sufre
en el Calvario (fig. 1174).
(fig. 1174)
Crucifijo siglo XIII.
Catedral de Astorga
Al representarlo, se inspira en las dramáticas
descripciones de los místicos. Ya no tiene un clavo en cada pie; para que su
dolor sea más intenso, uno solo le atraviesa los dos. El Cristo gótico es de
tres clavos, y no de cuatro, como el románico. Esta superposición de los pies
hace desaparecer el paralelismo de las piernas, y para expresar su dolor, el
cuerpo abandona su sereno verticalismo y se arquea desplazando las caderas. Se
llega a crear unas fórmulas que imperan hasta fines del siglo XIV, y según las
cuales hasta la cintura se mantiene casi vertical, mientras las piernas aparecen
dobladas hacia un lado o el cuerpo se arquea.
En la centuria
siguiente el cuerpo de Cristo recobra su verticalidad. Típica creación del
gótico del siglo XV, en que al tema trágico del Jesús muerto se agrega el dolor
de su Madre, es el tema de la Piedad (fig. 1175).
(fig. 1175)
Piedad de Valladolid de comienzos del siglo XV
Novedad del gótico es también la importancia que
en el repertorio iconográfico adquieren las vidas de los santos, es decir, la
hagiografía.
Reflejo de este mismo deseo de humanizar la
escultura es la tendencia a que las estatuas de las jambas de las portadas no
permanezcan incomunicadas entre sí. Ya hemos visto cómo en los últimos tiempos
del románico se manifiesta el gótico haciendo conversar a los apóstoles de San
Vicente de Ávila y sonreír a los rostros del maestro Mateo,
ver (fig. 983).
El afán expresivo del gótico lleva al artista,
sobre todo en el siglo XV, a preocuparse por lo secundario y anecdótico, antes
considerado indigno de la representación artística. En la segunda mitad de esa
centuria, por último, el interés del escultor alcanza a lo satírico y burlesco,
llegando a representar temas obscenos como en los últimos tiempos helenísticos.
EVOLUCIÓN DEL ESTILO. EL RELIEVE. RETABLOS,
SILLERÍAS Y SEPULCROS
.— A lo largo de sus tres siglos de vida la
escultura gótica evoluciona intensamente. En su primera etapa se reacciona
contra los amanerados, abundantes y retorcidos plegados del estilo románico de
última hora y los ropajes se tornan sencillos, de escasos pliegues
angulosos y de composición clara y grandiosa, ver (fig. 1173). En esta
época se crea ya el tipo de rostro triangular, de mentón agudo, ojos rasgados y
expresión sonriente que perdurará hasta mediados del siglo XIV. Es estilo
creado en el norte de Francia, que se extiende con rapidez a toda la Europa
gótica (fig. 1176).
(fig. 1176)
Virgen Blanca, catedral de
León
A fines del XIV y comienzos del XV se
manifiesta decidido deseo por alargar las figuras, a las que se hace describir
curvas y contracurvas cada vez más intensas e inspiradas por un criterio también
cada vez más decorativo. Este amor por lo curvilíneo y lo decorativo es
sensible, sobre todo, en los ropajes, en los que, perdida la simplicidad
primitiva, los pliegues se convierten a veces en pura sinuosidad curvilínea (fig.
1177).
(fig. 1177)
Estatuas, catedral de Amiens
Es la etapa del estilo llamado internacional, cuyas restantes
características se tratarán en la pintura contemporánea, por haber
dejado en ella sus creaciones más importantes. Entrado ya el siglo XV, en
Borgoña y Flandes, y en el resto de la Europa gótica, desde mediados del mismo
se reacciona contra ese estilo curvilíneo tan convencional. La figura humana
recobra el aplomo perdido y el naturalismo da un paso capital, procurando
individualizar los rostros, que se convierten en verdaderos retratos. Formando
contraste con esta actitud naturalista respecto de la figura humana, por
influencia de los pintores Van Eyck, los plegados de los ropajes se quiebran en
ángulos y contraángulos (fig. 1178), como si fuesen de una materia rígida y no
blanda como la tela. En esta última etapa del gótico no es ya Francia, sino
Flandes, la que fija el estilo.
(fig. 1178)
Santa Brígida, final del
siglo XV. Museo de N. York
El relieve, que durante los primeros tiempos
continúa desarrollándose, como en la época románica, en un plano y ante un fondo
sin preocupación por la perspectiva, ve nacer hacia 1400 el paisaje.
A lo largo del XV, sobre todo en los compartimientos de los retablos, el
escenario se hace cada vez más profundo, y en él se ordenan en escala
decreciente, según las leyes de la perspectiva, y en varios planos, montes,
árboles, edificios y personajes. Los relieves bajos del retablo mayor de la
catedral de Toledo son buenos ejemplos de esta última etapa de la evolución del
relieve gótico.(fig. 1179).
(fig. 1179)
Retablo mayor de la catedral
de Toledo
La escultura gótica continúa, como la románica,
decorando las portadas y claustros de los templos, aunque en estos últimos las
escenas son cada vez menos importantes. Pero ahora se abren nuevos campos de
actividad al escultor. El retablo, pequeño todavía en el siglo XIII, se
desarrolla considerablemente en el XIV, y más aún en el XV, sobre todo en
España, donde adquiere proporciones gigantescas. Consta de varias calles o zonas
verticales, y varios cuerpos o zonas horizontales, La inferior de éstas, que
sirve como de pedestal al retablo, es el banco —se usa también la palabra
italiana predella—. La escena que suele coronar la calle del centro es el
Calvario. Los múltiples compartimientos, por lo común rectangulares, en que
están subdivididas las calles, son las casas o encasamientos. El marco
ligeramente oblicuo que suele encuadrar el retablo se llama guardapolvo o
polsera. Aunque algún retablo se hace de piedra —en Levante, alabastro—, lo
corriente es que sean de madera policromada y dorada sobre fino revestimiento de
yeso.
Las sillerías de coro en el siglo XV tienen a
veces los respaldos de sus sillas decorados con grandes relieves, y los bancos y
parte inferior de sus asientos —misericordias—, con figuras y grupos
decorativos. Los de las misericordias son con frecuencia de carácter burlesco,
llegando a representarse escenas de sorprendente obscenidad. El sepulcro, por
último, se convierte en uno de los géneros escultóricos principales, bien en
forma de túmulo o lecho funerario rodeado de estatuillas, o de arco rehundido en
el muro (fig. 1180).
(fig. 1180)
Sepulcro, catedral de León
FRANCIA. SIGLOS XIII Y XIV
.—La gran labor de los escultores franceses del
siglo XIII es la decoración de las portadas de las catedrales de Chartres,
París, Amiens y Reims.
Las portadas que ahora se decoran en Chartres son
las del crucero (1205-1235), cada una con tres puertas. La del crucero
meridional presenta en el tímpano del centro el Juicio Final como se perpetuará
en las interpretaciones posteriores del tema.
El Cristo-juez,
acompañado por la Virgen y el Bautista intercediendo por los mortales —la Déesis
(fig. 1181)— y ángeles con los instrumentos de la Pasión; en el dintel, el peso
de las almas por San Miguel, y los grupos de los elegidos y los condenados. En
el parteluz, el Cristo juez se encuentra reemplazado por el Cristo maestro, de
expresión noble y bondadosa, que preside la asamblea de santos mártires y
confesores que decoran las jambas.(fig. 1182).
(fig. 1181)
Déesis, arte prerrománico.
Museo de Louvre
(fig. 1182)
El Salvador, arte gótico,
catedral de Chartres
En el crucero septentrional, la puerta del centro
está dedicada a la Virgen bajo la presidencia de Santa Ana, incluyendo las
historias de su Tránsito, Asunción y Coronación.
Si comparamos la escultura de estas portadas del
crucero con la del pórtico principal o de los Reyes, veremos cómo nos
encontramos ante un nuevo mundo, el del gótico. Las proporciones de los
personajes son las normales y una franca expresión de vida real anima los
rostros. Humano, reposado, tranquilo, el San Teodoro (fig.
1183) refleja todo el
espíritu de la nueva época.
(fig. 1183)
San Teodoro, catedral de Chartres
Desgraciadamente, las esculturas de las portadas
de la catedral de París no se encuentran tan bien conservadas como las de
Chartres. La Revolución y las restauraciones apenas han dejado parte alguna en
su estado primitivo. En la fachada principal, las puertas laterales están
consagradas a la Virgen. En una aparece entronizada, presidiendo con el Niño de
frente sobre las piernas, y acompañada por los fundadores de la catedral, Luis
VII y el obispo Sully; pero esta parte del tímpano es de hacia 1170(fig.
1184).. En la otra, de hacia 1220, se representa su Tránsito, Asunción y
Coronación (fig. 1185).
(fig. 1184)
Finales del románico. Puerta de Santa Ana de Notre
Dame de París, año 1170
(fig. 1185)
Inicios del gótico. Puerta de la Coronación de
Notre Dame de París, año 1260
El Juicio Final de la puerta del centro está
sumamente restaurado. En las puertas de las fachadas laterales lo más importante
es la bella estatua de la Virgen del parteluz, ya de hacia 1260, y de estilo más
avanzado.
La espléndida decoración escultórica de la
catedral de Amiens ha llegado a nosotros en muy buen estado. Las tres puertas de
su fachada se terminan hacia 1235.
La central, según costumbre, está dedicada al
Juicio; una de las laterales, a la Virgen, con la Coronación, en forma muy
análoga a la parisiense, y la otra, a San Fermín (fig. 1186), el Santo hijo de
Pamplona, evangelizador de Amiens.
(fig. 1186)
Escultura de San Fermín de
la Catedral de Amiens
Además de las hermosas estatuas que decoran
las jambas, cubren sus zócales medallones con preciosos relieves de los vicios y
virtudes, los signos del Zodíaco y las artes y oficios. El estilo de Amiens se
relaciona estrechamente con el de París, y tal vez, por su excelente estado de
conservación, produce el efecto de calidad muy superior. En los ropajes se
advierte, ya bastante lejano, el plegado menudo del momento de tránsito, pero
aún no se crean grandes efectos de claroscuro; en la Anunciación (fig. 1187) y la
Visitación, de las jambas, perdida toda rigidez, los personajes se mueven y
accionan, aunque con la mayor sobriedad.
(fig. 1187)
Anunciación y visitación,
puerta sur, catedral de Amiens
Pero las dos obras más bellas del
numeroso conjunto son el Divino Maestro —el llamado Beau Dieu de Amiens—que preside desde el parteluz de la puerta principal, en el que desaparece
esa cierta rigidez y alargamiento románico que se advierte en el de Chartres
fig.
1188).
(fig.
1188)
Beau Dieu de Chartres y Amiens
Las portadas del crucero son posteriores y nos dan
a conocer una nueva etapa en la evolución de la escultura francesa del siglo
XIII. La estatua más bella, y una de las más conocidas del arte medieval, es la
Virgen Dorada del parteluz, de la catedral de Reims de hacia 1290 (fig.
1189). En ella desaparecen los
rasgos comentados en la de la fachada de los pies, medio siglo anterior, y se
anuncia con claridad el estilo, más gracioso que monumental, de la centuria
siguiente. La Virgen Dorada inclina la mitad superior de su cuerpo hacia atrás
para poder contemplar mejor y sonreír a su Hijo.
(fig.
1189)
Virgen Dorada de la catedral de Reims
La fachada principal de la catedral de Reims es
obra posterior a 1250. En sus tres puertas se ha prescindido de los tímpanos,
que han sido reemplazados por vidrieras, trasladando sus historias a los
gabletes, siendo interesante advertir cómo en el centro no aparece ya el Juicio,
que ha pasado a un lado, sino la Coronación de la Virgen. Otro se dedica a la
Crucifixión. Pero lo más valioso escultóricamente son las estatuas de las
jambas. Las de la puerta central, inclinando ligeramente sus cuerpos y rostros
unas hacia otras, nos ofrecen varias escenas evangélicas, sin romper, sin
embargo, el sentido arquitectónico del conjunto. En la Anunciación, mientras la
Virgen es un admirable ejemplo de recato femenino, el ángel sonríe abiertamente
con esa típica expresión que distingue los rostros de Reims, y que después se
generalizará. En la Visitación, en cambio, sorprende el extraordinario
clasicismo de los ropajes, e incluso de la actitud, que hace pensar en la
influencia inmediata de modelos antiguos, habiéndose llegado a pensar que su
autor pudiese haber participado en la cuarta Cruzada y visto el Partenón.(fig.
1190)
(fig. 1190)
Grupo escultórico de la Anunciación y la
Visitación
Las portadas del crucero son de la primera mitad
del siglo XIII, y a ese estilo pertenece alguna estatua de la fachada principal.
Pero la escultura monumental de Reims no se reduce a estas portadas, sino que
comprende un sinnúmero de bellas esculturas, en las partes altas y en las
torres, y toda una serie de esculturitas en los nichos que decoran el interior
entre ellas las que representan la Comunión del Caballero.
La labor en marfil de la época gótica no tiene
para la historia de la escultura tanto interés como la prerrománica y románica,
ya que la gran escultura gótica es abundante. Mas, como es natural, ello no le
resta belleza.
La mayor parte consiste en relieves, por lo
general en forma de dípticos o polípticos, subdivididos en compartimientos con
escenas evangélicas. Pero también se labran relieves para tapas de libros y para
decorar cajitas, tanto de carácter religioso como profano. Los de éste son
particularmente interesantes, por no tener correspondencia en la escultura
monumental. Son temas de carácter literario, entre los que destacan los de
Alejandro, Aristóteles sirviendo de caballo a su concubina, los de la Tabla
Redonda, los caballerescos y los amatorios.
Las estatuas más abundantes y bellas son las de la
Virgen con el Niño, ligeramente arqueadas para adaptarse a la forma de colmillo.
El centro de producción más fecundo de marfiles góticos es París, y su época de
mayor florecimiento, los siglos XIII y XIV. Como es de suponer, dado su pequeño
tamaño, los relieves de carácter religioso son de capital importancia para la
difusión del estilo gótico francés.
ESCULTURA BORGOÑONA Y FLAMENCA
.—El último gran capítulo de la escultura gótica
francesa no se escribe en la región parisiense, sino en Borgoña. No es una
consecuencia exclusiva del arte francés anterior, pero es indudable que a él
debe buena parte de su ser. Lo que constituye su verdadera personalidad viene de
los Países Bajos. Aunque los artistas flamencos colaboran en la corte parisiense
de Carlos V de Francia, el casamiento de su hermano, el duque de Borgoña, con
Margarita de Gante contribuye poderosamente al empleo de artistas de aquel
origen en la corte borgoñona de Dijón, y el hecho es capital para la historia
del arte, porque en ella es donde da sus primeros pasos la pintura flamenca, de
tan glorioso futuro. En calidad de grandes mecenas, conviene recordar los
nombres de sus duques: Felipe el Atrevido (muerte 1404), hermano de Carlos V de
Francia, y Juan Sin Miedo (muerte 1439). Ese amor a la Naturaleza que hemos
visto ir transformando las esculturas románicas en las sonrientes y humanas
Vírgenes góticas, da su paso decisivo en pro de la conquista del individuo en la
escultura borgoñona. Con ella se abre la gran era del naturalismo flamenco que
dominará en Occidente durante todo el siglo XV.
El creador de la escuela, Claus Sluter, trae la
sensibilidad observadora y ansiosa de realidad del temperamento de los Países
Bajos. Escultor de primer orden, nace en Utrech, y sabemos que trabaja en
Bruselas antes de trasladarse a Dijón. Su obra maestra es el llamado Pozo de
Moisés (1399), del Museo de esta ciudad. De forma prismática (fig.
1191), sirve
de pedestal al Calvario monumental —casi totalmente perdido— que se levantaba en
el centro de la fuente de la Cartuja de Champol, hecho construir por Felipe el
Atrevido a dos tiros de ballesta de la ciudad de Dijón. Decoran sus lados los
profetas que anuncian la muerte de Jesús, con lo que la fuente da al Crucificado
el sentido de la Fons Vitae. Las estatuas de los profetas, con sus rótulos, son
ya verdaderos retratos, aunque animados por ese sentido de la grandiosidad
heroica con que sólo los genios saben dotar sus creaciones. El Moisés con sus amplias vestiduras que caen en hermosos plegados, su mirada
grandiosa y sus larguísimas barbas, es el más ilustre predecesor del de Miguel
Ángel. Isaías, con su gran cabeza calva y sus rasgos personales acusadísimos,
nos dice el extremo a que llega el naturalismo gótico gracias a la sensibilidad
holandesa. Lo variado y el ímpetu de sus actitudes y gestos prueban el largo
camino recorrido por la escultura gótica desde los días de Chartres. Pero lo que
nos pone de manifiesto el rango de su autor es que, pese a su interés por
ofrecernos los rasgos del modelo, ha creado verdaderos prototipos de los
personajes representados.
(fig. 1191)
Pozo de Moisés. Museo de
Dijón
La otra gran obra de Claus Sluter es el sepulcro
de Felipe el Atrevido (muerte 1404) (fig. 1192). El escultor, por encargo del
duque, realiza viajes para buscar ricos materiales y estudiar otros sepulcros,
decidiéndose por la forma de lecho funerario de mármol negro, con estatua yacente y numerosas estatuillas en sus lados, unas y otras de mármol blanco.
(fig. 1192)
Sepulcro de Felipe el
Atrevido
Lo
más interesante es esta galería de personajes que acompañan al difunto. Como los profetas, ofrecen la más rica variedad de actitudes y de
expresiones. Figuran a los familiares y servidores del difunto, verdaderos
retratos de los numerosos miembros de la corte ducal, y no simples llorones
profesionales. Sus ropajes son amplios, y caen con naturalidad, bien ajenos al
sentido caligráfico corriente en el gótico de esta época.
Aunque obra ya del sobrino y principal discípulo
de Claus Sluter, Claus de Werve (muerte 1439), vivo reflejo de su estilo es el
sepulcro de Juan Sin Miedo. Del mismo tipo que el anterior, nos ofrece al
difunto acompañado por su esposa. Muerto Claus de "Werve sin terminarlo, consta
que la continúa el aragonés de Daroca Juan de la Huerta, de quien se consideran
las estatuillas de los encapuchados, terminándolo el escultor de Avignon Antonio
Le Moiturier. (fig. 1193).
(fig. 1193)
Sepulcro de Juan Sin Miedo
El tema del encapuchado adquiere mayor importancia en el
impresionante sepulcro de Felipe Pot. (fig. 1194)
(fig. 1194)
Sepulcro de Felipe Pot
De Claus Sluter son, en cambio, las estatuas de la
Virgen y de Felipe el Atrevido y su esposa, con sus santos protectores, de la
portada de la Cartuja, todas ellas con hermosos y abundantes ropajes (fig.
1195).
(fig. 1195).
Portada de la Cartuja
La Virgen, con el gran dramatismo de su actitud, nos dice que es hermana de las
estatuas de los profetas, y tanto los santos protectores como los retratos, son
de grandiosidad que nos anuncia el estilo de los Van Eyck.
ESPAÑA: EL ESTILO GÓTICO FRANCÉS EN CASTILLA
.—La escultura gótica francesa forma en España sus
dos escuelas principales al calor de la decoración de las grandes catedrales de
León y Burgos.
La de León ofrece el grandioso conjunto
escultórico de su triple portada de la fachada principal y las del crucero. Esta
numerosa serie de relieves y estatuas se debe a varios escultores, cuya
participación se ha tratado de delimitar. Los principales son el del Juicio
Final y el de la Virgen Blanca (fig. 1196), (fig.
1197). En la puerta central del
crucero y en la del lado opuesto, o del Dado, se deja ya sentir la influencia de
la escuela burgalesa.
(fig. 1196)
Portada del Juicio Final de
la catedral de León
(fig. 1197)
Virgen Blanca de la puerta occidental de la
Catedral de León.
Capítulo importante de la escultura leonesa lo constituyen
los sepulcros, entre los que destaca el del obispo Don Rodrigo (muerte 1232),
cuyo tipo hace escuela más tarde en Salamanca y Ávila. En el relieve del frente
del sepulcro suele representarse la escena del reparto de pan a los pobres (fig.
1198).
(fig. 1198)
Sepulcro del obispo Don Rodrigo. Catedral de León
En la catedral de Burgos se decoran las dos
puertas del crucero del Sarmental y de la Coronería, y la posterior del
claustro. La primera (fig. 1199), que es, probablemente, la más antigua, presenta
en el tímpano al Salvador bendiciendo, mientras los evangelistas, de formas
delicadas y esbeltas proporciones, escriben en sus pupitres acompañados por sus
símbolos respectivos, con arreglo a un modelo empleado en la Isla de Francia.
Los Apóstoles conversan en las jambas, mientras la estatua del parteluz, una de
las mejores de su tiempo en España, dirige su mirada al frente.
(fig. 1199)
Puerta del crucero del Sarmental.
Catedral de Burgos
La puerta de los
Apóstoles, que decora su tímpano con el Juicio Final, es anterior a 1257. (fig.
1200)
(fig. 1200)
Puerta de los Apóstoles.
Catedral de Burgos
En la
puerta del claustro el estilo varía y se nos muestra más avanzado. En uno de los
lados de las jambas las estatuas de la Virgen y el Arcángel forman un verdadero
grupo, y el relieve del Bautismo del tímpano está concebido con una gracia que
hace pensar ya en el siglo XIV (fig. 1201).
(fig. 1201)
Puerta del claustro de la
Catedral de Burgos
A esta misma etapa de la escuela
deben de corresponder las hermosas estatuas reales y la Adoración de los Reyes
del interior del claustro (fig. 1202).
(fig. 1202)
Adoración de los Reyes del interior del claustro
Aunque sin parentesco directo con la escuela
burgalesa, y ya de hacia 1300, es importante la decoración escultórica de la
catedral de Vitoria.
Como es lógico, además de esta escultura de
carácter monumental, abundan las imágenes de madera, sobre todo del Crucificado
y de la Virgen sentada con el Niño. De éstas, son bellos y numerosos los
ejemplares de la región burgalesa. De ese origen debe ser la de la catedral de
Sevilla (fig. 1203).
(fig. 1203)
Virgen sentada con el Niño.
Retablo mayor de la catedral de Sevilla
ESCULTURA DEL SIGLO XIV Y PRIMERA MITAD
DEL XV EN LEVANTE
.—Mientras la escultura del siglo XIV y de la
primera mitad del XV es de escaso interés escultórico en Castilla, en Levante se
producen obras importantes, sobre todo desde los últimos años del primero. Con
anterioridad a esa fecha no poseemos ninguna extraordinaria, aunque no faltan
nombres de artistas, como el del maestro Bartolomé, autor de la Virgen de la
portada de la catedral de Tarragona, de hacia 1278, y el de Beltrán Riquer, a
quien, al parecer, se deben los sepulcros de Pedro el Grande (1306) y de Jaime
II y su mujer (1312) en el monasterio de Santa Creus, que no superan en calidad
a la Virgen del maestro Bartolomé. En cambio, ya a fines del siglo XIV, se
labran monumentos funerarios tan importantes como el de Fernández de Luna
(1382), de la Seo de Zaragoza, obra de Pedro Moragues, en el que el lecho
funerario aparece cubierto por la comitiva fúnebre formada por numerosas
estatuillas y se crean retablos de piedra igualmente interesantes y típicamente
levantinos. En 1366 esculpe el maestro Aloy en la catedral de Tarragona el de la
capilla de los Sastres (fig. 1204), que señala la meta última anterior al gran
florecimiento de la primera mitad del siglo XV.
(fig. 1204)
Retablo de los Sastres.
Catedral de Tarragona
Como veremos más detenidamente al tratar de la
pintura, en los comienzos del siglo XV la fusión de la influencia italiana
—obras importadas capitales de ese origen se consideran el sarcófago de Santa
Eulalia, en la catedral de Barcelona, y los relieves ghibertianos (1416), de la
de Valencia—, y la flamenca, produce en Cataluña una de las escuelas más
valiosas del estilo llamado internacional.
Las dos grandes figuras de esta etapa estilística
son Guillermo Sagrera y Pedro Juan, que corresponden ya al siglo XV. Sagrera,
mallorquín de nacimiento y, según vimos, también arquitecto de primera fila, es
autor de la estatua de San Pedro (1426) (fig. 1205), de la puerta de la catedral
de Palma, en la que el apóstol, envuelto en su gran manto de amplios plegados
curvos, sostiene con la derecha el ropaje.
(fig. 1205)
Estatua de San Pedro, de la puerta de la catedral
de Palma
También es muy hermoso el ángel que
con sus grandes alas decora el tímpano de la Lonja. Así como las rígidas
estatuas del siglo XV se convierten, en manos de Sagrera, en figuras humanas
llenas de vida, bajo el cincel de Pedro Juan los retablos antes citados se
cubren de amplios relieves donde las figuras se mueven con todo el delirio de
una miniatura borgoñona. Su obra más antigua es el San Jorge (1416), del Palacio
de la Generalidad, de Barcelona, que, seguro en su corcel, alancea al dragón con
impetuoso movimiento, muy propio del estilo. (fig. 1206).
(fig. 1206)
San Jorge del Palacio de la Generalidad, de
Barcelona
Pero lo más importante es el retablo mayor (1426)
de la catedral de Tarragona dedicado a su titular, Santa Tecla (fig.
1207), cuyos relieves, animados por una inquietud y un dramatismo muy
característico de este momento, son los más bellos que se esculpen en España
durante la primera mitad del siglo.
(fig. 1207)
Retablo de Santa Tecla de la
catedral de Tarragona
En el retablo mayor de la Seo de Zaragoza,
que comienza poco después (1434), sólo termina el banco. Ambos retablos, según
es normal en Cataluña, están esculpidos en alabastro.
NAVARRA
.—No menos espléndida, pero con área de
expansión más reducida y carácter menos nacional, se nos presenta la otra gran
escuela de este período. Regida Navarra en esta época por una dinastía francesa,
nada tiene de extraño que sean franceses los principales escultores que trabajan
en su corte. En efecto, de Tournai es Janin de Lomme, que en 1416 comienza el
sepulcro de Carlos el Noble y su mujer, de la catedral de Pamplona. Sus hermosas
estatuas yacentes de mármol blanco, sobre el lecho de mármol negro rodeado por
las estatuillas del cortejo fúnebre, de mármol de aquel color, lo relacionan con
el sepulcro de Felipe el Atrevido, en Dijón, terminado muy poco antes (fig.
1208).
(fig. 1208)
Sepulcro de Carlos el Noble,
catedral de Pamplona
Importante es también el tímpano con la Muerte de
la Virgen de la puerta de la Virgen del Amparo de la catedral de Pamplona.
(fig. 1209).
(fig. 1209)
Muerte de la Virgen de la catedral de Pamplona
Es, por tanto, jalón principalísimo para la historia del llamado
Renacimiento borgoñón. Pero el sepulcro con que guarda mayor analogía es el del
duque de Berry (1433), en Bourges, algo posterior. La presencia de Janin de
Lomme en Navarra explicaría el que el daroqués Juan de la Huerta pudiera
encargarse en Dijón, en 1443, del sepulcro de Juan el Bueno.
En Portugal, las obras maestras de la escultura
gótica del siglo XIV son los sepulcros de Pedro I y Doña Inés de Castro (muerte
1355), en el monasterio de Alcobaca. Sus frentes aparecen cubiertos por
numerosas escenas, en bellos encuadramientos arquitectónicos, y ángeles rodean a
la famosa reina coronada después de morir.(fig. 1210).
(fig. 1210)
Sepulcros de Pedro I y Doña
Inés de Castro en el monasterio de Alcobaca
LA ESCULTURA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XV
.—Como en toda la Europa gótica, al mediar el
siglo, el llamado estilo internacional cede el paso al flamenco de influencia
eyckiana. Con él recobra Castilla la importancia artística que perdiera en el
siglo XIV, y de nuevo Burgos es sede de una de las escuelas más importantes,
coincidiendo con el florecimiento de la arquitectura ya comentado. El monumento
que inicia el nuevo estilo es el sepulcro de Don Alonso de Cartagena, el
propulsor de las grandes reformas que se emprenden en la catedral. En él
encontramos ya el estilo rico de los grandes maestros de la escuela: Gil de
Siloé —Gilíes de Siloé— y su colaborador, Diego de la Cruz, tal vez los
escultores más representativos de esta última fase espléndida y ostentosa del
gótico, no sólo español, sino europeo.
En 1486 aparece ya Siloé trabajando en el
extraordinario sepulcro de Juan II y Doña Isabel de Portugal (lám. 474), de la
Cartuja, de planta de estrella de ocho puntas, con escenas bíblicas en sus
frentes y estatuillas sobre los ángulos. Los monarcas, lujosamente vestidos,
reposan su cabeza sobre ricos almohadones y bajo doseles prolijamente
esculpidos. De análoga riqueza decorativa se hace alarde en el sepulcro del
príncipe Don Alonso, orante ante su sitial, en el mismo templo. (fig.
1211).
(fig. 1211)
Sepulcro de Juan II e Isabel
de Portugal y Retablo, Cartuja, Burgos
Si la vida intensa que anima las estatuillas del
sepulcro de Don Juan y Doña Isabel no vuelve a superarla el propio Siloé, el
efecto de riqueza deslumbrante alcanza extremos tal vez superiores en el retablo
mayor de la misma Cartuja formando así, con los enterramientos
citados, el conjunto más fastuoso de la escultura gótica del XV en toda Europa.
El retablo, comenzado por Siloé, en colaboración con Diego de la Cruz, en 1499, tiene su
cuerpo principal una enorme corona de ángeles con el Crucificado en el centro,
que incluye y es rodeada por otras menores de nubes con diversas historias en su
interior. En el banco aparecen orantes Juan II y Doña Isabel de Portugal.
A Siloé y Diego de la Cruz se debe, además, el
retablo de Santa Ana, de la catedral burgalesa, también de riqueza excepcional.
Eco del lujo desplegado en estos retablos existen
otros en Burgos, el más importante de los cuales es el de la iglesia de San
Nicolás. Como sepulcro, es obra también muy destacada y digna de Siloé, el de
Don Juan de Padilla (1491), en el Museo de Burgos, muerto en la flor de su
juventud en la guerra de Granada, y representado en actitud orante, como el del
príncipe Don Alonso, de la Cartuja.
La otra gran escuela castellana de la última etapa
gótica radica en Toledo, y es su primer maestro conocido Juan Alemán, autor de
las esculturas de la Virgen, las Santas Mujeres y los Apóstoles, y de los
relieves de los tímpanos de la puerta de los Leones, de la catedral (1495), de
elegancia rogeriana y típicos plegados angulosos flamencos, pero sin el
recargamiento burgalés.
Sin el lujo excepcional de la escultura funeraria
burgalesa, los sepulcros toledanos del último tercio del siglo son también del
mayor interés. Representado el difunto a veces medio incorporado, leyendo en su
lecho mortuorio; si es varón, suele acompañarle un paje con el casco, y si es
dama, una dueña, uno y otra en escala menor. El mejor ejemplo de este tipo es el
sepulcro, en la catedral de Sigüenza, de Don Martín Vázquez de Arce, mal llamado
el Doncel (muerte 1486) muerto, como Don Juan de Padilla, en plena
juventud en la guerra de Granada.(fig. 1212).
(fig. 1212)
Sepulcro de Martín Vázquez
de Arce, en la catedral de Sigüenza
Sepulcros de tipo diferente son los tumulares
de Don Álvaro de Luna y de su esposa, en la catedral de Toledo, obra de
Sebastián de Almonacid, uno de los principales escultores de este momento.
En el campo del relieve, las dos grandes
creaciones de la escultura toledana son el retablo mayor de la catedral, que
traza, pero no puede terminar, el francés Peti Juan (muerte 1507), y la sillería
baja del coro del mismo templo (1489-1495), obra ésta del alemán Rodrigo Duque. Los temas
representados en sus respaldos no son de carácter religioso, sino escenas de la
conquista de Granada. Es, pues, la crónica gráfica de la gran guerra (fig.
1213).
(fig. 1213)
Escenas de la guerra de
Granada. Catedral de Toledo
Sevilla cuenta en el tercer cuarto de siglo con un
escultor de primera calidad. Lorenzo Mercadante de Bretaña (1453-1467) es,
probablemente, el que con mayor pureza, aplicados a la escultura, sigue los
ideales eyckianos. Nacido en Bretaña, debe de haberse formado en tierra
flamenca, o muy próxima a ella. En el sepulcro del cardenal Cervantes (1458),
que firma haciendo constar su origen, el rostro de] prelado, seco y nervioso, es
de realismo tan sorprendente que hace pensar en la utilización de la mascarilla.
Sin este carácter funerario, el sentimiento naturalista de estirpe eyckiana es
más sensible en la espléndida serie de estatuas de barro cocido de las portadas
del mismo templo. Los santos prelados, en particular, concebidos con sin igual
nobleza, sumidos en la lectura de los libros que tienen en sus manos, son obras
no superadas por ningún escultor gótico de su tiempo (fig.
1214).
(fig. 1214)
Estatua de Prelado. Catedral de Sevilla
La gran empresa del último cuarto del siglo XV y
principios del siglo XVI es el retablo mayor de la catedral. De gigantescas
proporciones, y subdividido en varias calles y cuerpos, el último volado
formando enorme guardapolvo, lo traza (1482), al parecer, el maestro Dancart.
Buena parte de los relieves que llenan sus múltiples compartimientos son ya de
principios del siglo XVI, y obra de Jorge Fernández, el escultor más activo de
estos años en Sevilla (fig. 1215).
(fig. 1215)
Retablo, catedral de Sevilla
ALEMANIA E INGLATERRA
.—En los comienzos del gótico, la catedral de
Estrasburgo no sólo ofrece una importante decoración escultórica, sino que nos
ha conservado el nombre de una escultora admirable. Los hermosos relieves de la
portada del crucero, todavía románico, dedicados a la Virgen, están firmados por
Savina. Sus personajes mueven sus cuerpos con la blanda flexibilidad del gótico,
si bien en el plegado menudo de sus telas se advierte aún la influencia del
románico de última hora. Obra suya o de su taller son, además, las esbeltas
estatuas de la Iglesia y de la Sinagoga, muy semejantes a las de la catedral de
Reims.
En la escultura de la fachada principal el estilo
es ya típicamente gótico, siendo interesante observar cómo la moderación mímica
francesa cede paso con frecuencia a la exaltación expresiva alemana. Las
estatuas principales son las Vírgenes prudentes y fatuas y las Virtudes
alanceando los vicios. Adviértase, sin embargo, que, víctima de la Revolución
francesa, la escultura de la catedral de Estrasburgo se restaura después en
forma tal que no es fácil distinguir en la actualidad lo primitivo de lo
moderno.
Los otros conjuntos principales de la escultura
alemana de este período son los de las catedrales de Bamberg y Naumburgo, donde
las violentas luchas del Imperio y el abuso del régimen feudal ponen una nota
profana y violenta que no existe en Francia. En la portada de Bamberg, de hacia
1220, Adán y Eva se nos presentan bajo los doseles de gran tamaño, totalmente
desnudos y formando juego en la jamba frontera con las estatuas de los
emperadores. En el Juicio Final de otra portada de la
misma catedral aparecen entre los condenados el emperador Otón y sus amigos, y
entre los elegidos, su competidor Felipe, que muere asesinado en Bamberg, y
retrato de éste se considera la bella estatua ecuestre que decora uno de los
pilares del interior del templo (fig. 1216).
(fig. 1216)
Estatua ecuestre, catedral
de Bamberg
En la catedral de Naumburgo, lo profano gana aún
más terreno. Los protectores de la catedral se hacen retratar en su interior, y
no con la expresión austera que distingue al jinete de Bamberg. Los rostros de
Etta y Regelindis sonríen y miran con desenfado humano.(fig.
1217).
(fig. 1217)
Etta y Regelindis. Catedral de Naumburgo
En el último tercio del siglo XV y principios del
XVI, la escultura alemana vive una época brillante y de mayor originalidad. Es
escultura en madera, de retablos y de imágenes policromadas, y excusado es el
insistir en su carácter naturalista, en sus intensos efectos de claroscuro y en
el barroquismo de sus ropajes, quebrados en millares de menudos pliegues
angulosos. Los maestros más realistas son los del sur de Alemania.
En el Tirol, Miguel Pacher es autor del hermoso
retablo de la Coronación de la Virgen, de Gries, donde la escena, en un relieve
que es, en realidad, bulto redondo, se desarrolla con todo el lujo de una gran
fiesta litúrgica (fig. 1218).
(fig. 1218)
Retablo de la Coronación de la Virgen, de Gries
Con excepción de Pacher, todos los grandes
escultores alemanes de este período, que viven ya en los comienzos del
Renacimiento, son de Franconia. Del mismo Nuremberg son Veit Stoss, Adán Kraft y
Pedro Vischer. Veit Stoss es el más representativo del estilo gótico alemán de
fin de siglo. De temperamento dramático, apasionado, con dominio extraordinario
de la técnica de su arte, le gusta insistir en los menores detalles. Su obra
maestra es el retablo de la Virgen, de Cracovia, de grandiosidad no frecuente en
retablos góticos. (fig. 1219).
(fig. 1219)
Retablo de la Virgen, de
Cracovia
Algo de lo que Vcit Stoss representa como escultor en madera
significa para la escultura en piedra Adán Kraft, autor del Sagrario de San
Lorenzo (1493), de su ciudad natal, subdividido en varios cuerpos, en el
inferior de los cuales se retrata el propio artista sosteniendo el monumento en
unión de dos de sus compañeros. Peter Vischer es, en cambio, escultor en bronce,
en el que las formas góticas se mezclan ya claramente con las renacentistas. El
baldaquino del arca de San Sebaldo, de San Lorenzo de Nuremberg (1507), fundido
con arte admirable, contiene relieves de la vida del santo y numerosas
esculturitas de santos diversos, fundidas con verdadero primor, a las que se
agrega la del propio autor trabajando.
Lo más singular de la escultura inglesa son,
probablemente, sus relieves de alabastro, de tamaño más bien pequeño, y de
estilo muy uniforme, que se exportan en grandes cantidades a las ciudades
costeras europeas, desde Escandinavia hasta Italia. Debido, al parecer, a la
persecución iconoclasta de tiempos de la Reforma, son escasos los conservados en
la misma Inglaterra. De tipo muy industrial, su florecimento comienza a fines
del siglo XIV.
PINTURA DE ESTILO GÓTICO FRANCÉS. ESPAÑA
.—Los reducidos espacios de muro conservados en
los templos góticos hacen innecesaria la gran pintura mural, cuyo papel pasa a
desempeñar la vidriera. Muy pequeño todavía el retablo, el campo principal de la
pintura se reduce, durante los siglos XIII y XIV, a las miniaturas de los
códices.
Pintura aún sin sentido de la profundidad, su
manera de interpretar la figura humana —proporción, movimiento, mímica, tipos de
rostro, plegados—, es la comentada en la escultura contemporánea, por la que se
encuentra intensamente influida. Desde el punto de vista pictórico, es todavía
estilo en el que el dibujo desempeña papel de primer orden y el modelado es aún
muy somero, aunque desaparecen los convencionalismos de los pintores románicos y
los escenarios arquitectónicos son análogos a los de los relieves. Con
frecuencia, como en la miniatura románica, son de oro, aplicado en panes.
La pintura gótica francesa de los siglos XIII y
XIV, lo mismo que la escultura, se impone al Occidente, y con una uniformidad
que lo nacional apenas se percibe.
En la primera mitad del siglo XIII es frecuente,
como en las vidrieras, representar las historias dentro de medallones circulares
—Salterio de San Luis, de Leyde; Biblia de San Luis, de la catedral de Toledo—,
y a medida que avanza el tiempo se va formando en las orlas una caprichosa y
fina ornamentación vegetal y figurada, reflejo de la arquitectónica, que
continúa evolucionando hasta fines del gótico. Entre las obras encargadas por
San Luis, que ejercen influencia decisiva en la formación de la miniatura
gótica, figuran los Evangelios de la Santa Capilla, de la Biblioteca Nacional de
París, hacia 1270. A fines del siglo la personalidad más destacada de la
miniatura parisiense es el maestro Honoré, autor del Breviario de Felipe el
Bueno (1296), igualmente en la Biblioteca Nacional de París (fig.
1220).
(fig. 1220)
Breviario de Felipe III el Bueno
A principios del siglo XIV, precedido en la
evolución por los miniaturistas ingleses, Jean Pucelle —Breviario de 1317 y
Biblia de 1327, ambos en la Biblioteca Nacional de París— intensifica en la
miniatura parisiense el elemento pintoresco y la riqueza de las márgenes, y más
que por el color se preocupa por el dibujo y por los grises. La influencia de su
estilo perdura unos cincuenta años. La etapa de fines de siglo enlaza con el
nacimiento de la pintura flamenca.
Los monumentos verdaderamente interesantes de la
pintura de caballete francesa corresponden ya a la segunda mitad del siglo XIV,
aunque, por desgracia, son escasísimos los conservados. El paramento de Narbona
(1375), del Museo del Louvre, es de lo más importante (fig.
1221).
(fig. 1221)
El paramento de Narbona, del Museo del Louvre
La pintura española de la segunda mitad del siglo
XIII y primera del XIV, como toda la gótica de este período, sigue el estilo
francés, estilo que sobrevive en gran parte en España hasta cerca del año 1400.
Con el triunfo del vano, la pintura mural también
aquí casi desaparece. Las más importantes de carácter religioso son las murales
firmadas por Antón Sánchez de Segovia, en la catedral de Salamanca, que figuran
un retablo en torno a un nicho central para una imagen (fig.
1222). Algo
irregular en su distribución, por exigencias de su emplazamiento, presenta en
sus diversos espacios varios profetas, santos y ángeles que ofrecen música a la
imagen, o llaman la atención sobre ella. Dentro de la clara traza
arquitectónica, las figuras, de dibujo seguro y hermosos ojos rasgados, son de
grandiosidad no corriente; se mueven sin amaneramiento, y los ángeles, con sus
alas enhiestas, revelan fino sentido decorativo. Fechadas estas pinturas en
1262, lo avanzado de su estilo hace pensar en época algo posterior.
(fig. 1222)
Pintura mural, catedral de
Salamca
Las principales de carácter profano no se
conservan en tierra cristiana, sino en las bóvedas de las Salas de los Reyes de
la Alhambra. Aunque están pintadas en cuero, sobre preparación de yeso, como la
de las tablas, por su función deben agruparse con las pinturas murales. De las
tres bóvedas, la central presenta a varios reyes, que, por considerarse los de
la dinastía nazarí, permiten fechar las pinturas entre 1396 y 1408. Las más
atrayentes son, sin embargo, las laterales, con escenas de caballería y de amor,
inspiradas en algún texto literario novelesco aún no identificado. Cristianos la
casi totalidad de los personajes, y cristiana la arquitectura del fondo, el
caballero moro que figura en lugar preeminente presta a la composición sabor de
romance fronterizo.
El capítulo de la pintura en tabla está
representado en Castilla por el retablo de Quejana (1396), hoy en el Museo de
Chicago, particularmente interesante, no sólo desde el punto de vista artístico,
sino desde el histórico, como mandado pintar por el canciller Pedro López de
Ayala, el gran escritor y hombre político de fines del XIV. Dividido en dos
anchas zonas, se figuran en él diversas escenas de la Pasión, cuyo orden sólo se
interrumpe en la parte central para intercalar en el centro el Crucifijo y el
lugar para la custodia. Tanto el canciller como sus familiares aparecen
representados en actitud orante (fig. 1223).
(fig. 1223)
Retablo de Quejana
Pero lo más bello de la pintura gótica francesa en
España es la miniatura alfonsina. El fruto más valioso del taller cortesano de
Alfonso el Sabio es la ilustración de las Cantigas, de que conservamos el códice
de El Escorial y el incompleto de la Biblioteca de Florencia. Por los seis
cuadros en que se encuentran subdivididos sus hermosos folios vemos desfilar
gran parte de la Castilla de entonces, ofreciéndonos un arsenal gráfico que no
poseemos de ningún otro período de nuestra Edad Media. Como cada una de esas
series de escenas ilustra el texto de un cantiga en loor de la Virgen, terminan
casi todas ellas con la oración de gracias a María por sus milagrosos favores.
Como es natural, la vida religiosa desempeña papel de primer orden: obispos,
monjes, religiosas y peregrinos con sus grandes sombreros, la venera y el
bordón, camino de Santiago, son representados en sus más varias ocupaciones. Las
escenas guerreras, con sus escuadrones de jinetes afrontados, sus infantes
protegidos por enormes escudos, y sus ballesteros, ocupan también bastante
espacio. Pero al mismo tiempo vemos tiendas, boticas, pintores trabajando, niños
que juegan, cazadores, etc. Y, como es natural, en sociedad tan compleja como la
castellana de la época, judíos y moros desfilan con frecuencia por el escenario
de las Cantigas perfectamente caracterizados (fig. 1224).
(fig. 1224)
Miniaturas de las Cantigas,
Alfonso X el Sabio
ARTES INDUSTRIALES DE ESTILO GÓTICO.
HIERROS Y ORFEBRERÍA
.—El arte del hierro forjado en el período
románico deja sus principales manifestaciones en las rejas interiores de los
templos y en las guarniciones de las puertas de madera. En ambos el tema
decorativo dominante es el mismo: el roleo o espiral, que se repite
reiteradamente como elemento casi exclusivo de la decoración (fig.
1225). La reja
románica es muy tupida y el roleo suele desempeñar papel más importante que el
barrote vertical. Sirva de ejemplo la de Santa María del Mercado, de León, y la
de la catedral de Palencia.
(fig. 1225)
Rejas románicas de Santa María del Mercado, de
León
Con el gótico, la reja adquiere carácter
monumental hasta entonces desconocido y cierra las más amplias capillas. El
barrote, que es de sección circular, sólo se encuentra interrumpido por
estrechas planchas de hierro horizontales, caladas, que, por lo común, cubren
las barras dispuestas en ese sentido que traban los barrotes verticales. La
decoración que se concentra en la parte superior es la crestería y en los tipos
más antiguos está formada por grandes flores. Existen buenos ejemplos de este
tipo en el claustro de la catedral de Barcelona. Pero cuando la reja toma
proporciones monumentales, y en ellas ningún país supera a España, es en los
últimos tiempos del gótico. La edad de oro de nuestra rejería se prolonga hasta
el Renacimiento. En el tránsito del Renacimiento la barra de hierro es con
frecuencia de sección cuadrada, y en el deseo de enriquecerla se retuerce y se
abre en rombos de lados curvos u ojos acorazonados. En la crestería, los
pináculos y los arcos de chapa calada, todo ello dispuesto en un plano,
reemplazan a las flores que antes extendían sus pétalos y hojas en todos los
sentidos. La reja de la Cartuja del Paular es una obra excelente de este
momento.(fig. 1226).
(fig. 1226)
Reja de la Cartuja del
Paular
Entre las de carácter civil deben recordarse las de la fachada de la
Casa de las Conchas, de Salamanca. (fig. 1227).
(fig. 1227)
Rejas de la fachada de la Casa de las Conchas, de
Salamanca
De la orfebrería gótica poseemos numerosos
monumentos, tanto religiosos, que son los más abundantes, como de carácter
civil, y, como es natural, reflejan las formas arquitectónicas del estilo. Los
pies y secciones de las piezas son poligonales y mixtilíneos, y los cuerpos se
revisten con pináculos, arbotantes y hojas de cardo. Las cruces procesionales
adquieren gran tamaño, tienen en su parte inferior voluminoso ensanchamiento o
manzana, y los brazos terminan con bastante frecuencia en perfil de flor de lis.
La creación de la fiesta del Corpus, en 1319, como resultado del milagro de
haber sangrado la Sagrada Forma de Bolsena a fines del siglo anterior, hace que
el ostensorio para exponer el Santísimo cobre desarrollo extraordinario. Este
ostensorio o custodia adopta dos tipos: el de tubo, frecuente en Alemania, y el del disco. Tanto uno como otro descansan sobre un pie de las
características dichas.
La orfebrería gótica no se limita a crear este
ostensorio que en las de menor tamaño, el sacerdote lleva en sus manos, sino que
labra, para colocarlo en su centro, un gran templete o torre, en el que se
multiplican estribos, pináculos, arbotantes y toda suerte de ornamentación.
Donde estas custodias monumentales llegan a su máxima riqueza es en nuestro
país, y la más importante de estilo gótico es la de la catedral de Toledo (1515), obra de
Enrique de Arfe, primer miembro de una familia de orfebres. A él se debe, además, la custodia de la
catedral de Córdoba, obra también de primer orden. (fig.
1228).
(fig. 1228)
Custodias catedral de Toledo
y de Córdoba
En la orfebrería civil son muy características del
gusto por la riqueza decorativa del gótico de última hora, las formas
abullonadas y torsas. En este aspecto las creaciones más típicas son las copas
alemanas, a veces de gigantescas proporciones. También son frecuentes
las naves para centros de mesa. La copa real de Santa Inés es una copa sólida
recubierta de oro, magníficamente decorada con esmalte y perlas. Fue hecha para
los miembros de la familia real francesa a finales del siglo XIV, y más tarde
perteneció a varios monarcas ingleses antes de pasar casi 300 años en España.
Desde 1892 se encuentra en el Museo Británico. (fig. 1229)
(fig. 1229)
Copa real de Santa Inés
El esmalte gótico es translúcido, representándose
en él historias de numerosos personajes y complicadas composiciones. El
sombreado se obtiene haciendo más profunda la incisión en el metal para que, al
ser más gruesa la capa de esmalte, su color resulte más oscuro. El esmalte de
este período alcanza gran perfeccionamiento en Italia. En España se cultiva
principalmente en Cataluña y Valencia, donde se emplea con profusión en cruces
procesionales como la de Játiva.
VIDRIERAS, GRABADOS, TELAS Y MUEBLES
.—El espacio cada vez mayor concedido a las
ventanas por la arquitectura gótica hace que prospere el arte de la vidriería,
que crea ya obras valiosas en el período románico —catedral de Chartres (fig.
1230).
(fig. 1230)
Vidrieras de la catedral de Chartres
Lo mismo entonces que en el período gótico, los
trozos de vidrio, que forman un verdadero mosaico, se encuentran dispuestos
dentro de una red irregular de tiras de plomo con dos canales o rehundimientos
laterales en los que encajan sus bordes. En la época románica y en los comienzos
de la gótica son frecuentes los medallones circulares con escenas en su
interior. En la gótica, una figura de gran tamaño suele ocupar el espacio antes
dedicado a varios medallones, y por lo general se le corona con estrecho y alto
gablete o dosel y encuadra con baquetones o columnillas. El dibujo de rostros, plegados
de ropas y demás pormenores, se obtiene pintando sobre el trozo de vidrio con un
color de carácter metálico que, sometido a cocción, se adhiere a aquél. (fig.
1231)
(fig. 1231)
Vidriera de la catedral de
Saint Denis
En España, la serie más rica de vidrieras góticas
de los primeros tiempos es la de la catedral de León. Del siglo XV existen en
otras varias catedrales españolas.
Creación también del gótico es el grabado, que ya
en la segunda mitad del siglo XV produce obras de gran belleza. El grabado en
madera o xilografía se dibuja en un tablero, rebajándose el fondo en forma que
el dibujo queda en relieve. Embadurnado con negro de humo disuelto en aceite de
linaza, pueden obtenerse copias en hojas de papel húmedo presionándolas sobre él
con un rodillo. Este tipo de reproducción industrial, que sirve de punto de
partida a la imprenta, da sus primeros pasos con las hojas de la Biblia Pauperum
o Biblia de los Pobres, y otras obras religiosas análogas en que se representan
gráficamente todas las historias que el buen cristiano debe conocer-
El grabado en bronce es creación de orfebres. Al
contrario que en la xilografía, el dibujo no queda en relieve, sino inciso en la
lámina, siendo las ranuras las que se entintan. Tanto en el grabado en madera
como el grabado en metal, la figura resulta invertida en la copia. Como no pocos
grabadores son grandes pintores —recuérdense los nombres de Durero, Rembrandt y
Goya—, y el país donde el grabado alcanza en esta época mayor perfección es
Alemania, se tratará de los principales en el capítulo dedicado a su pintura.
La influencia del Extremo Oriente, que gracias a
la dominación mongólica en Persia termina por desterrar del tejido árabe la
vieja decoración bizantina de ruedas, produce el mismo resultado en Occidente.
Donde se crea el nuevo estilo es en la ciudad toscana de Lucca, que recibe la
seda de Oriente por el puerto de Pisa. Abandonándose las ruedas, se crean
patrones asimétricos en que se oponen perros, águilas, ciervos, leones y garzas
reales, y se figuran castillos rodeados de agua, rayos de luz, hojas, etc.
El apogeo de este estilo corresponde al siglo XV. En época más
avanzada, y perdida ya la hegemonía por Lucca, se generaliza el patrón de tallo
ondulante y oblicuamente dispuesto con follaje, flores y frutos. Este tipo de
decoración da lugar a la llamada de granadas, en la que ese fruto, al principio
pequeño, aumenta de tamaño en tales proporciones que termina ocupando la mayor
parte de la tela.
Característicos de los últimos tiempos del gótico
son los brocados de oro y plata, en los que con los hilos de seda de colores se
entretejen otros de esos metales, los damascos o telas de un solo color, cuyo
dibujo se forma por medio de diverso ligamento, y los terciopelos.
El otro gran capítulo del arte textil es el de la
tapicería, que se inicia en el norte de Francia y Flandes a principio del siglo
XIV, y llega a tal perfección a fines del mismo en Arras, que mucho tiempo
después de perdida su preponderancia en este arte, continúa llamándose a los
tapices paños de Arras y todavía en italiano se les denomina arrazi. Es de
técnica por completo diversa de la del tejido, relacionándose íntimamente con la
pintura, ya que para labrarlo se precisa un cartón que, hecho por un pintor y
puesto tras el telar, copia el operario. Creado este arte al calor de la lujosa
vida cortesana de París y Borgoña, las escenas en ellos representadas son
religiosas, de historia antigua, mitológicas, alegóricas, de amor, etc. Entre
los monumentos más antiguos e importantes figuran los tapices del Apocalipsis de
la catedral de Angers, hechos todavía en el siglo XIV por cartones del pintor
del rey de Francia.
El mueble, que durante el período románico emplea,
sobre todo, la técnica del torneado, y del que conservamos escasísimos
monumentos, bajo el gótico se enriquece y generaliza. Del siglo XV poseemos ya
bastantes ejemplos.
La gran novedad de carácter técnico es que al
simple carpintero sucede el ebanista, que emplea el ensamblaje, la cola y la
chapa de madera. La sierra y el cepillo son ya instrumentos esenciales. Gracias
a estos progresos técnicos, los tableros decorados desempeñan papel de primer
orden. Aparte de las formas decorativas usuales en la arquitectura gótica, es
específico del mueble el tema de los pergaminos plegados. Entre los muebles
figura en primer plano el arcón, del que derivan todos los de guardar. Pero en
el siglo XV son ya corrientes los armarios, con la mitad superior cerrada.
Análoga al armario es la credencia, que, ordenada también en altura en su tipo
más puro, consta de varios cuerpos abiertos donde exponer la vajilla rica. Con
frecuencia se funde con el armario. Los sillones y bancos de este último período
gótico son de formas macizas, y revisten sus frentes, como los arcones, con
decoración arquitectónica de arcos y tracerías. Si la parte inferior del asiento
sirve de arca, se llama sillón de caja. La cama tiene en la cabecera respaldo
alto, a veces con anaqueles, y las de mayor lujo se completan con un dosel.