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Artículos de Opinión

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Javier Colomo Ugarte

Julio 2012


La crisis económica y el paso del tiempo

 

Desde que se inicio la crisis financiera Occidental en el 2008, el paso del tiempo va mostrando como la misma no constituye una crisis cíclica sino que afecta a los fundamentos estructurales del modelo consumista de desarrollo económico mundial liderado por Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La consideración de la naturaleza de la crisis económica mundial es importante pues en función de la misma se adoptan por los diferentes agentes económicos unas medidas u otras en el medio plazo.

Los países occidentales están instalados en el criterio de que la presente crisis es una crisis cíclica y por ello las medidas adoptadas por los gobiernos y la bancos centrales, son recetas clásicas anticíclicas, consistentes en el caso de lo bancos centrales en abaratar el valor del dinero para estimular la demanda a la vez que se controla la inflación, y en el caso de los gobiernos propiciando su endeudamiento a la vez que se recortan gastos y gravan impuestos, para no incurrir en un fuerte déficit.

El convencimiento de los políticos neoliberales de que después de los planes de ajuste de las cuentas públicas se producirá la recuperación les está llevando a persistir en políticas que el paso del tiempo año tras año las revela infructuosas, y la crisis lejos de mostrarse como cíclica se está convirtiendo en una progresiva depresión.

La insistencia de los políticos y economistas en los principios neoliberales consagrados en las constituciones Occidentales, obedece a dos criterios, en primer lugar, a que la escuela económica neoliberal no tiene dentro de sus fundamentos macroeconómicos elementos para abordar la presente crisis estructural del modelo de crecimiento consumista de los países desarrollados y, por lo tanto, las políticas anticíclicas no pueden dar los resultados esperados y, en segundo lugar, porque el entramado financiero, político y mediático Occidental no puede admitir ante su ciudadanía la carencia de alternativas. Ello lleva a que la acción económica Occidental se encuentre instalada en la inmediatez de la acción para sortear sobre la marcha los problemas que se van presentado ante la falta de crecimiento económico.

Debido a que la crisis no es cíclica sino estructural la misma seguirá prolongándose y, con ello, se está gestando una segunda crisis financiera de los bancos occidentales que solamente se ha develado en parte, singularmente en el sector financiero español. La particularidad de esta segunda crisis financiera a la que está abocada la banca occidental, propiciada por la falta de crecimiento del que detraer plusvalías presentes y a futuro, va a estar determinada por la imposibilidad de implementar nuevos planes de rescate a costa de las cuentas públicas debido a las enormes deudas contraídas por los Estados en estos últimos años, estando abocado el sector bancario occidental, ante la pérdida del valor de sus activos por falta de negocio, a una profunda reestructuración financiera que liquide los bancos insolventes y concentre los progresivamente mermados activos financieros.

Esta percepción de la crisis del modelo consumista occidental se refleja en la encuesta publicada este mes por el Pew Research Center, en la  que se entrevistó a 26.210 personas en 21 países, que representados gráficamente en cuatro grandes regiones del mundo como son: China, EEUU, la UE y los países árabes, muestra entre los años 2007 al 2012 una acusada tendencia pesimista sobre la economía en EEUU, la UE y los países árabes, y una fuerte y sostenida confianza en la marcha de la economía en el caso de China.

 

En los países en desarrollo y particularmente en los países emergentes, el paso del tiempo está incrementando la percepción de que la presente crisis no es cíclica sino estructural, y en consecuencia su crecimiento sustentado en el consumismo occidental va ir perdiendo progresivamente fuerza.
Los países emergentes más conscientes de esta crisis estructural occidental como son China, Rusia y Brasil  intentan progresivamente que los planes de desarrollo estén lo menos posible lastrados a los países occidentales, intensificando para ello la colaboración entre los propios países emergentes y en desarrollo.

Es en esa dirección en la que hay que situar la Quinta Conferencia Ministerial del Foro sobre Cooperación China-África (FOCAC) en Beijing, el 19 de julio de 2012 que reunió a China y a 50 de las 54 naciones soberanas que tiene África. China acordó con las naciones africanas proveer 20.000 millones de dólares a través de líneas de crédito a los países africanos para asistencia a las infraestructuras, la agricultura, la industria manufacturera y a las pequeñas y medianas empresas, actividad que ya viene desempeñando China desde hace varias décadas en su política de colaboración entre países en vías de desarrollo.

También hay que situar en esa dirección la apuesta de Rusia por integrarse en el desarrollo en Asia Oriental, que tendrá un punto importante en su materialización en la próxima cumbre de la APEC  (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) que tendrá lugar en la isla Russki cerca de Vladivostok, en el Extremo Oriente ruso, entre el 2 y el 9 de septiembre de 2012.

Y en Sudamérica cobra relevancia el fortalecimiento del MERCOSUR con la entrada en el mismo de Venezuela, y con la progresiva diversificación del comercio de la región en el que en los últimos años, además de los socios tradicionales, China está tomando un protagonismo de primer orden.

No obstante, la incierta deriva que está experimentando Occidente en esta crisis, debiera llevar a los países emergentes y en desarrollo a actuar con mayor premura e intensidad en su colaboración y desarrollo recíproco sino quieren correr el riesgo de verse arrastrados por las sacudidas económicas que todavía pueden estar por venir en el mundo occidental.

Los países emergentes, en esta reorientación de su estrategia mundial, no sólo deberán responder a los desafíos económicos sino que también van a tener que adecuar su estrategia defensiva, pues Occidente y sus aliados están traduciendo su debilidad económica en un incremento de su agresividad bélica mundial. EEUU con su regreso a Asia y sus pretensiones de enemistar a China con sus vecinos, la OTAN con el creciente acoso a Rusia tanto en campañas mediáticas en su contra como con su hostigamiento a través de la ampliación de sus infraestructuras militares en los países del Este europeo, particularmente con su proyecto de Escudo Antimisiles, a la que ha venido a sumarse la reactivación por parte de Japón del contencioso de las islas Kuriles. En Latinoamérica con la permanente intromisión occidental en los asuntos de la región y la permanencia de la IV flota de EEUU, y en los países árabes y el Próximo y Medio Oriente con la presencia militar directa de la OTAN.

Aunque afortunadamente la política de bloques geomilitares desapareció tras el fin de la URSS, Occidente ha mantenido la OTAN y no va a permanecer impasible ante la emergencia económica y política de otros actores internacionales y, por ello, las naciones que precisan de las políticas de paz y desarrollo tendrán que considerar la creación de alianzas regionales en el plano defensivo que les dote de un mayor potencial disuasorio que les permita asegurar la paz ante posibles amenazas e injerencias exteriores.

La política militar occidental se caracteriza por ser agresiva con las naciones débiles que no se avienen a sus dictados, y ser prudente con las fuertes, tal vez por ello, Rusia y China se sienten seguras pero la labor de cerco occidental a través de terceros países es una política muy activa por parte de la OTAN y EEUU. La mejor respuesta para estas dos naciones y las que componen la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) debiera ser reforzar el compromiso de ayuda mutua en materia de defensa.

En el caso de Sudamérica, la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR está demostrando su efectividad regional, puesta de relieve últimamente con la firme posición adoptada frente al golpe de Estado de guante blanco en Paraguay, pero su política regional a favor de la paz no será totalmente efectiva hasta que la región no diseñe una política de defensa conjunta.

Las diferentes regiones del mundo económicamente emergentes, que precisan de la política de paz y desarrollo, tendrán que saber fortalecerse a través de alianzas defensivas regionales para asegurar la paz mundial frente a las convulsiones geopolíticas que se puedan manifestar como consecuencia del malestar económico occidental, y a su vez, estas alianzas podrían contribuir por su fuerza disuasoria a cambiar la naturaleza hegemónica occidental y posibilitar una integración económica que permita un desarrollo socioeconómico mundial inclusivo, donde, finiquitadas las aspiraciones hegemónicas, las alianzas militares carezcan de sentido y se pueda abordar una política de desarme mundial efectiva.

 

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Javier Colomo Ugarte

Doctor en Geografía e Historia

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