El ciclo neoliberal (1973-2008) y
la desregulación financiera internacional
El proceso de acumulación de capital liderado por
los países desarrollados desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha tenido
dos fases diferenciadas. La primera comprende el periodo desde la posguerra a la
crisis de 1973, y la segunda desde esa fecha hasta la crisis del 2008.
La primera fase, tras la devastación de la guerra,
estuvo marcada por las realizaciones del Estado del Bienestar en
infraestructuras y servicios en el que el Estado jugó un papel fundamental en la
planificación indicativa del desarrollo económico. La escuela económica
dominante en ese periodo se fundamentaba en los postulados keynesianos por los
que el Estado articulaba una gran parte de la demanda efectiva y el
sector privado se beneficiaba de la misma además de tener su propio espacio
económico. Las plusvalías que el Estado obtenía de sus propias empresas
proporcionaban recursos para que los bancos centrales estatales pudieran
orientar las nuevas inversiones. El liberalismo económico se encontraba limitado
ante la omnipotencia del Estado, en un sistema que fue denominado como
capitalismo monopolista de Estado.
La crisis de 1973 cuestionó este modelo, pues el
crecimiento económico, circunscrito a los ámbitos nacionales, en la medida que
las grandes realizaciones del Estado se iban completando, precisaba de una
transferencia de la renta
inversión acumulada por el Estado a la
renta consumo para que los
ciudadanos tuvieran más poder adquisitivo con el fin de estimular la demanda
efectiva. Al principio de la década de los setenta, a esta incipiente crisis
del Estado como motor de desarrollo se añadió el abandonó del patrón oro
por EEUU en 1971 y la inundación de dólares en el mercado como forma de hacer
frente a sus gastos de guerra, que derivó en una fuerte subida de los precios
del petróleo por parte de los países productores para mantener el poder
adquisitivo real de este producto ante la devaluación del dólar utilizado como
divisa de pago. La crisis de 1973 se caracterizó por el estancamiento económico
con una fuerte inflación, situación definida como
estanflación. Los países en desarrollo que tenían deudas contraídas con
los países desarrollados sufrieron una fuerte subida de intereses que estranguló
su crecimiento económico, particularmente en Sudamérica.
La salida a la crisis se produciría lentamente. La
inflación paso a controlarse retirando dinero del mercado a través de estimular
mediante altos intereses las imposiciones en bonos a largo plazo, y congelando
las subidas salariales. La solución al crecimiento económico se realizó
restaurando los principios liberales, que por ser una segunda reedición de los
mismos que habían visto su final en la crisis de 1929, pasó a denominarse, tras
la crisis de 1973, conceptualmente como neoliberalismo.
La salida a la crisis de 1973 daría inicio al ciclo neoliberal como modelo de
crecimiento mundial.
Si el liberalismo en el siglo XIX había demandado
la desamortización de la tierra en manos de nobles y de la iglesia para que el
capital privado pudiera hacerse con la misma, tras la crisis de 1973 el
neoliberalismo pasó a demandar la privatización de la mayoría de las finanzas,
empresas y servicios públicos en manos del Estado. Gran Bretaña y EEUU serían
los pioneros en aplicar esta doctrina. El desarrollo económico pasó a
fundamentarse en la estimulación del consumo privado rebajando impuestos y
estimulando el crédito personal, las finanzas públicas se privatizaron y la
concentración de las plusvalías del crecimiento económico, revertirían en el
sector financiero privado.
Desde entonces los Estados vieron mermadas su
capacidad para orientar el crecimiento económico, el mismo pasó a efectuarse de
manera anárquica según el criterio del sector financiero privado que concedía
préstamos para las actividades productivas y de consumo que consideraba más
lucrativas.
El modelo
neoliberal estimuló el sistema competencial y las mejoras de la
productividad. En este modelo de crecimiento des-regulado, el capitalista y el
financiero en particular por ser quien adelanta el dinero para la producción, no
pueden sustraerse a la ley de la caída de la tasa
absoluta de ganancia, propiciada porque en el sistema competencial se
produce una acción continuada a abaratar los costos por producto a través de la
mejora de la productividad, obligando al empresario a producir más productos
para mantener la misma
tasa de
ganancia absoluta. La necesidad de producir más obliga a estimular el
consumo, creando mediante la publicidad nuevas necesidades y facilitando el
préstamo individual para la obtención de artículos y servicios, que en las
sociedades desarrolladas han tenido de forma importante su expresión en la
adquisición de automóviles en ciclos de tiempo progresivamente más cortos y en
la compra de la doble residencia.
La crisis financiera del 2008 revelada tras el
fiasco de la burbuja inmobiliaria, puso de manifiesto que no era posible crecer
indefinidamente estimulando el consumo privado por elevación de necesidades
subjetivas de una octava parte de la población mundial en ciclos cada vez más
cortos para mantener la tasa absoluta de ganancia por encima de las
mejoras de la productividad. Los consumidores terminaron financieramente
apalancados, el consumo cayó bruscamente y los bancos ante la falta de ingresos
no pudieron hacer frente a sus vencimientos entrando en quiebra técnica.
Los planes de rescate con fondos públicos para el
sector financiero auspiciados por los gobiernos de los países industrializados
se implementaron como forma de salvar al sector financiero pues, sin el mismo,
no es posible la funcionalidad económica de ninguna nación, pero también en la
consideración de que se estaba ante una crisis cíclica, de tal manera, que se
consideraba que la provisión de fondos a los bancos permitiría a éstos sortear
la fase bajista del ciclo económico y, pasado un tiempo, de nuevo, el
crecimiento consumista de los países desarrollados lideraría el crecimiento
económico mundial.
Nada de eso ha sucedido, pues el paso del tiempo
esta desvelando que el ciclo de crecimiento consumista en los países
desarrollados ha hecho techo, al no ser posible implementar un ciclo de consumo
de la magnitud requerida para mantener la
tasa de ganancia absoluta por encima de las mejoras de la productividad, lo
que lleva a las empresas y entidades financieras a su concentración con la
liquidación de las menos competitivas.
Los países más desarrollados siguen enrocados en
pensar y actuar como si la presente crisis fuera cíclica, apostando porque la
misma remitirá por si misma en unos años, pero la realidad es que el ciclo
neoliberal iniciado tras la crisis de 1973 está agotado y ha entrado en una
crisis estructural ante la imposibilidad de reeditar un nuevo ciclo consumista
que estimule la demanda en un grado equivalente al precedente a la crisis del
2008 para evitar la caída de la tasa absoluta de ganancia por encima de las
mejoras de la productividad, lo que supondría volver a un crecimiento del PIB
superior al tres o cuatro por ciento de forma prolongada en el tiempo.
Por otra parte, en todo proceso de acumulación de
capital no regulado, como ha sido el periodo neoliberal, los grupos de renta
altas destinan un porcentaje mayor de renta al ahorro, la concentración
creciente de renta en estos grupos determina un crecimiento global de la renta
ahorro-inversión en detrimento de la renta global destinada al consumo. **
Desde que se inicio el ciclo neoliberal se ha
producido una gran concentración de la renta
inversión en pocas manos y, por
otra parte, las finanzas se han globalizado sin que existan reglas mundiales
para su control, actuando los poseedores de la renta
inversión libremente en el
mercado mundial aprovechando la facilidad y velocidad de las transacciones que
permite en la actualidad el dinero electrónico.
Esta internacionalización financiera ha situado la
enorme concentración de la riqueza de la
renta inversión en paraísos
fiscales o en fondos opacos, de tal manera que a diferencia del periodo del
capitalismo de Estado en el que la misma se ubicaba principalmente en el Estado
nación y, en caso necesario, el Estado podía actuar sobre la renta
inversión gravándola para luego
convertirla en renta consumo o
demanda efectiva agregada, (tal y como lo especificaría Keynes),
actualmente eso no es posible pues la renta inversión se escapa al
control de los Estados neoliberales al carecer éstos de competencias sobre la
renta inversión globalizada, siendo regidos por el dictado de quienes detentan
furtivamente el dinero.
La renta
inversión globalizada ante la
falta de crecimiento se orienta a obtener intereses especulando con las deudas
soberanas, introduciendo una dinámica económica involucionista en los países
industrializados, pues, los intereses de la deuda que obtiene actúan como freno
a la capacidad adquisitiva de las clases medias y, por lo tanto, al consumo y la
inversión en actividades productivas. La banca sin crecimiento económico no
puede prestar y el negocio bancario se reduce lo que le obliga a una permanente
reestructuración por adelgazamiento y concentración.
La única manera de
acabar con este ciclo involucionista sería que los Estados tuvieran el control
internacional sobre la vigente renta inversión
global para destinarla a crear una demanda efectiva agregada, lo que
daría lugar a un ciclo alcista económico, en el cual, los bancos podrían detraer
plusvalías del crecimiento y sanear sus cuentas y, los Estados, al haber más
productos en el mercado y más actividad económica verían incrementados sus
ingresos por el Impuesto del Valor Añadido, con lo que la deuda soberana podría
ser mitigada por los propios ingresos del Estado sin recurrir al continuado
endeudamiento y progresivos recortes en el gasto.
Objetivamente la regulación financiera mundial es
apremiante, para lo que sería necesario la creación de un organismo de control y
transparencia financiera mundial y la implementación de leyes que permitiesen a
los Estados, en determinadas circunstancias, repatriar las divisas de las
personas o de sociedades nacionales para, mediante políticas impositivas,
traducir esa renta inversión en renta consumo.
Pero ante la incapacidad demostrada hasta el momento de los Estados
neoliberales para dictar normas de regulación financiera internacional
que les devolviera el poder del control financiero, el ciclo
involucionista continuará y, a la postre, la ingente renta inversión,
cifrada en billones de dólares, depositada en fondos opacos puede
convertirse en una gran burbuja sin valor.
La desregulación financiera internacional
le otorga todo el poder a la oligarquía financiera internacional desde
el que maneja los resortes del poder político y mediático en los países
desarrollados y, al pretender a ultranza defender su control sobre la
renta inversión escamoteándola del control de los Estados, está
paralizando la economía mundial, habiéndose convertido en la clase
social internacional que representa el principal freno al desarrollo
económico.
El agotamiento del ciclo
neoliberal debiera hacer
reflexionar a la ciudadanía occidental que el éxito de unas naciones a costa de
otras es un modelo económico decimonónico agotado y que la solución a los
problemas de cada nación se encuentran unidos al destino de todas las naciones,
que en la colaboración hay más que ganar que en la confrontación y que
escasamente existen soluciones nacionales en una economía mundialmente
interconectada, lo que debiera llevar a demandar un nuevo orden mundial para
alcanzar un modelo económico de
integración mundial en beneficio de todo el género humano y no de
minoritarios grupos de poder que ambicionan económicamente y militarmente con
detentar la hegemonía mundial para asegurar su estatus de dominadores
universales.
NOTAS:
** Jhon Maynar Keynes, (Capítulo 22 Notas
sobre el ciclo económico página 286 en Teoría General de la Ocupación el Interés
y el Dinero). Fondo de Cultura Económica, México 1943.
En la teoría keynesiana el exceso relativo de la renta–inversión
sobre la renta–consumo será el factor que determinará el fin del ciclo de auge
económico.
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Según los datos del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas
en inglés) -organismo internacional que depende del G-20 y tiene la misión
de vigilar el sistema financiero-, el tamaño del sector de intermediación
financiera no bancaria, o banca en la sombra, compuesta por los fondos de
alto riesgo o hedge funds, las empresas privadas que operan en renta
variable y otras compañías de inversión, alcanzó el año 2011 los 67
billones de dólares en todo el mundo, cinco billones más de los que se
registraron al comienzo de la crisis en 2007, habiendo este sector eludido
hasta ahora las normativas impuestas al sistema bancario. Según las cifras
publicadas por este organismo, la intermediación financiera no bancaria
creció enormemente antes de la crisis, ya que pasó de suponer 26 billones
de dólares de 2002 a 62 billones en 2007. Después del comienzo de la
crisis, el desarrollo ha continuado. EE.UU. contaba en 2011 con el mayor
sector de intermediación no bancaria (23 billones de dólares, 18 billones
de euros), por delante de la zona euro (22 billones de dólares, 17,2
billones de euros) y Reino Unido (9 billones de dólares, 7 billones de
euros).
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Javier Colomo Ugarte
Doctor en Geografía e Historia