Crítica al modelo de reducción de
emisiones de carbono
Cuando se firmó el protocolo
de Kioto en el año 1997, la emisión en millones de toneladas de CO2 a
la atmósfera fue de 23.173. En el año 2005 que entró en vigor, por la
incorporación de Rusia, las emisiones de CO2 fueron de 28.504
millones de toneladas, y en el año 2007, según el registro publicado por la
Agencia Internacional de la Energía (EIA), fueron de 29.914 millones de
toneladas, cuando el objetivo de Kioto para el año 2012 se sitúa en las
emisiones de 1990, es decir, 18.512 millones toneladas.
Según estos datos en el año
2007 se habría superado en más de un 50% el volumen de emisiones del año 1990,
cuando la capacidad de absorción de los sumideros naturales como océanos y
bosques se sitúa entre los 11.000 y los 12.000 millones de toneladas de CO2,
es decir, para mantener un equilibrio natural en los límites de la sociedad
preindustrial, el total de emisiones no debiera superar los 12.000 millones de
toneladas de CO2, que vendría a ser el 50% del volumen de emisiones
del año 1990 (objetivo este último propuesto por Dinamarca).
Estos datos revelan que los
resultados esperados no se corresponden en absoluto con los objetivos previstos
en el protocolo de Kioto, y que, por lo tanto, el mismo ha sido más un esfuerzo
de voluntarismo que de un análisis científico de cómo se debe actuar para atajar
el problemas de las externalización de emisiones de CO2 a la
atmósfera.
Plantear la reducción de
emisiones de CO2 a la atmósfera como un problema separado de las
vigentes <<relaciones competenciales de producción mundiales>>, es
ignorar el fondo económico de la cuestión que induce a que las mismas sigan en
aumento, ya que la externalización de costes en forma de libre emisión de CO2
a la atmósfera forma parte de las ventajas competenciales de producción del
mercado internacional.
Los factores principales que
determinan las emisiones de CO2 son:
1. La dependencia energética
mundial de los combustibles fósiles, que supone un 80% del total de la energía
primaria.
2. Los combustibles fósiles
son los que mejor se adaptan al vigente sistema tecnológico mundial para la
conversión de la energía en trabajo productivo basado en el motor de
combustión interna y, por lo tanto, son los más prácticos y baratos de usar.
3. Las relaciones
competenciales de producción nacionales pierden progresivamente importancia en
favor de las relaciones competenciales de producción mundiales, que basan
su competencia entre otros factores en la
externalización de costes medioambientales para abaratar costes de
producción y obtener una ventaja competitiva en el comercio de mercancías.
La forma de combatir estos
factores que determinan la libre emisión debería basarse principalmente en la
captura del CO2 para reciclarla a sumideros artificiales. Las razones
son las siguientes:
El desarrollo de energías
alternativas a los combustibles fósiles, aunque se desarrollaran hasta conseguir
una sustitución de los mismos del actual 20% a un 50%, no va a evitar la
externalización del todo el carbono de los combustibles fósiles de las reservas
probadas mundiales de Petróleo, Gas Natural y Carbón se
realicen en el presente siglo. El plazo de este agotamiento de las reservas,
estará en función del grado de sustitución del conjunto de fuentes energéticas
primarias, pero su oscilación máxima se puede situar entre lo 20 y los 30 años;
por lo que: 1º debido a la longevidad del CO2 en el aire
atmosférico, y 2º la limitada capacidad de captura de los sumideros naturales
de CO2, la variación del forzamiento radiativo expresado en W/m2
no va a ser muy diferente si el agotamiento de las reservas se produce a
mediados de la segunda mitad del presente siglo o a finales del mismo.
En la época preindustrial el
CO2 en el
aire atmosférico era de 280 partes por millón y en el año 2008 fue de 385
partes por millón. La externalización del conjunto del carbono que contienen los
combustibles fósiles de las reservas probadas en el año 2005 teniendo en cuenta,
por una parte, que su agotamiento se va a producir en el presente siglo y, por
otra, que la capacidad de absorción de los sumideros naturales (12.000 millones
de toneladas de CO2 anuales), las partes por millón de CO2
que el aire atmosférico podrían llegar alcanzar al término de las reservas
probadas de combustibles fósiles del año 2005 sería de 600 partes por millón.
Este incremento del CO2 atmosférico supondría un incremento en el
forzamiento radiativo de los 11 W/m2 del año 1999, a 18 W/m2,
al final del siglo XXI, frente a los 8 W/m2 de la época
preindustrial.
Por lo tanto, la
implementación de energías alternativas a los combustibles fósiles, puede servir
para paliar la carencia energética derivada del progresivo agotamiento de los
combustibles fósiles, pero en ningún caso va a evitar la externalización
ambiental del carbono de todos los combustibles fósiles en un plazo de tiempo
suficiente para revertir el creciente efecto invernadero que puede llevar a un
cambio térmico climático de consecuencias impredecibles.
Para evitar la emisión masiva
de de CO2 a la atmósfera solo cabe hacerlo, pues, mediante la
implementación a escala planetaria de sumideros artificiales de CO2,
pero ello implicaría un encarecimiento de costes a la producción de 0,01 a 0,05
dólares por kw/h, lo que iría en contra del principio económico de considerar la
externalización de gases de efecto invernadero como una ventaja de disminución
de costes para el intercambio comercial. *
Cambiar esa perversión
económica de hallar ventajas comerciales en la externalización de costes podría
ser viable si todos los países del mundo aceptaran la desviación de recursos
económicos para la implementación de sumideros artificiales de CO2,
pero tal medida no es posible acometerla sin abordar previamente la integración
política y económica mundial para armonizar el desarrollo económico de toda la
humanidad con el medioambiente, pues
ningún país va a ponerse en desventaja en el mercado comercial mundial frente al
otro por los costes adicionales que supondría la exclusión unilateral de la
externalización de la libre emisión de gases a la atmósfera, y en los países en
desarrollo dificultaría su propio desarrollo, pues los efectos medioambientales
de su industrialización son recientes, mientras que los países desarrollados
llevan dos siglos contaminando, cuestión esta última que debe abordarse bajo el
principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas.
No obstante,
a pesar de que no queda mucho tiempo para abordar una política mundial de
implementación de sumideros de CO2, el vigente orden político
económico mundial esta muy lejos de aproximarse a una visión de ese calibre.
Hasta ahora, los intentos de los mandatarios mundiales para evitar la libre
emisión antropogénica de gases de efecto invernadero han sido infructuosos.
El mundo
necesita cambiar, pero actualmente no existen las fuerzas subjetivas ideológicas
y políticas mundiales capaces de hacerlo. Sino se produce ese cambio cualitativo
en la dirección mundial, para cambiar la forma de como disminuir
las emisiones de CO2, es previsible que las políticas energéticas
determinadas por el modelo político económico mundial se aparten muy poco de las
que se vienen desarrollando hasta ahora, por lo que la brecha entre desarrollo
económico y equilibrio medioambiental será cada vez mayor.
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* La palabras de Angela Merkel a un diario
dominical germano en diciembre del 2009 a propósito de la Conferencia de Copenhague sobre el Clima,
son elocuentes: <No permitiremos que Alemania y otros países industrializados de
Europa tomen la delantera en la protección del clima mientras que otros no hacen
nada y después se llevan nuestros puestos de trabajo con el argumento de costos
menores de la protección climática", dijo Merkel a Bild am Sonntag. "No
permitiré eso y por ello necesitamos un acuerdo global ... > Merkel
después finalizada la conferencia donde, como era de esperar, no se estableció
ningún acuerdo vinculante, insto en el mismo diario a no desacreditar los
acuerdos alcanzados en la capital danesa> las palabras textuales son: <Copenhague
es un primer paso hacia un nuevo orden del clima mundial, no más, pero tampoco
menos>
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Javier Colomo Ugarte
Doctor en Geografía e Historia