Los límites del crecimiento
Mientras los intereses de las naciones prevalezcan sobre el interés del
conjunto de la humanidad y del medio ambiente mundial, el crecimiento económico
y demográfico mundial se desarrollará de manera incontrolada. La Riqueza de las
Naciones, es un concepto que debiera ser sustituido por la Libertad y el
Bienestar de la Humanidad y el equilibrio medioambiental Mundial.
Artículo publicado en 1992, a
propósito de la Conferencia de Río Janeiro sobre Medio Ambiente.
Desde entonces las preguntas para un desarrollo económico mundial
equitativo siguen siendo las mismas, sin que ninguna de las alternativas
propuestas por las grandes potencias e instituciones internacionales hayan
mejorado la situación. La inercia del funcionamiento de la economía mundial es
la que marca el ritmo de los acontecimientos, tal vez, hacía una catástrofe
humanitaria y medio ambiental?; o tal vez, hacia un revolución que propicie un
cambio profundo positivo que devuelva a la humanidad la esperanza de un mundo
donde desaparezca la pobreza, las agresiones a los derechos humanos y el
equilibrio entre desarrollo económico y medio ambiente.
Los límites del crecimiento y el desarrollo económico (Año
1992)
Es en la época de la primera revolución industrial cuando se
plantea de forma importante la polémica sobre las posibilidades del desarrollo
económico. Mientras Adam Smith, basa sus teorías económicas en un crecimiento
continúo de la productividad humana, Ricardo y Malthus por distintas razones
apuntaban unos límites al proceso. Marx en este aspecto concreto se situaría en
la línea de Adam Smith concibiendo el desarrollo de las fuerzas productivas sin
plantearse los límites del crecimiento.
En el sistema capitalista una de las leyes internas que mueven el
proceso productivo capitalista es la acumulación de capital continúa, este
proceso resulta imparable pues en el momento que se reduce la actividad
productiva las ganancias decaen y se colapsa el funcionamiento económico.
Los países socialistas del área del antiguo COMECON consiguieron
logros sociales importantes, pero pretendieron sin éxito alcanzar el desarrollo
de las fuerzas productivas de los países capitalistas más industrializados
quedándose rezagados en la competitividad de sus economías.
No obstante, la coincidencia teórica en ambos modelos económicos
y de pensamiento, de basar su desarrollo en el crecimiento ilimitado, relegó
hasta la década de los setenta del presente siglo la discusión sobre los límites
del crecimiento, predominando las tesis optimistas de los teóricos tanto del
capitalismo como del socialismo.
El movimiento descolonizador que tiene su mayor expansión después
de la Segunda Guerra Mundial pone sobre la mesa las necesidades de los nuevos
países emancipados, que se traduce en la aspiración de conseguir los grados de
desarrollo de la antigua metrópolis dominante. Pronto se verá que esto no es
posible por las nuevas relaciones de dominio neocolonial de los países
triunfadores en la Segunda Guerra mundial.
Los países subdesarrollados se convierten en suministradores de
materias primas baratas que permiten la reindustrialización acelerada de Europa
y la expansión de Estados Unidos y la aparición de un nuevo coloso económico,
Japón.
Las diferencias entre los países ricos del norte y los países
pobres del sur se han ido acrecentando de forma larvada en las últimas décadas,
al incidir varios factores al mismo tiempo. La expoliación de las materias
primas de los países pobres, el intercambio desigual de mercancías, la
corrupción de las clases políticas dirigentes de los países subdesarrollados;
por otra parte el inusitado crecimiento demográfico y urbano de estos países
está provocando grandes problemas de asentamientos humanos.
En el centro de este creciente abismo que se abre entre estos dos
mundos surge de nuevo con fuerza en los años setenta el debate sobre los límites
del crecimiento económico y demográfico a través de instituciones como el Club
de Roma, la conferencia de Estocolmo, los movimientos ecologistas.
Las posibles consecuencias desastrosas del desarrollo económico
como el efecto invernadero, con su incidencia en un cambio climático, produce un
estado de alarma que obliga a recapitular seriamente sobre los límites del
crecimiento.
Si en los actuales niveles de desarrollo económico los
indicadores de alarma medioambiental se están comenzando a disparar, cuando los
cotas de riqueza a alcanzar que se proponen como modelo ideal de desarrollo para
los países pobres, son en la actualidad patrimonio solamente de un 23% de la
población mundial, es difícil imaginar unos niveles de desarrollo en todo el
mundo con los niveles de Estados Unidos, cuando en la actualidad existe ya la
alarma ecológica en cuanto al destino de la Tierra.
Si se generalizara el consumo de energía en unos niveles de
consumo por persona equivalentes a los de Estados Unidos en 1976 y con una
población mundial de 11.000 millones de personas, el gas natural se agotaría en
20 años, el petróleo en 7 años y el carbón en 200 años. Ello supondría unos
niveles de emisión de gases de efecto invernadero que resultarían catastróficos
para le planeta.
Esta breve exposición de datos refleja de alguna manera la
quiebra del modelo de desarrollo que los países ricos están aplicando y que
están exportando a los países denominados en vías de desarrollo.
La contradicción en la que se sume el capitalismo se asemeja a un
gigantesco dragón que tiene que estar permanentemente consumiendo para
sobrevivir. La dinámica de la oferta y la demanda solo atiende las necesidades
de aquellos que pueden pagar por su satisfacción, de tal manera que estamos
asistiendo a un inusitado crecimiento del consumo de automóviles mientras otros
no pueden pagar los alimentos necesarios para su supervivencia. La ley de la
oferta y la demanda capitalista no tiene nada que ver con la demanda de las
necesidades reales de la humanidad, por ello la tendencia creciente es a
aumentar los niveles de consumo en los países ricos y la miseria en los países
pobres.
Los riesgos ecológicos planetarios pueden ser utilizados por los
políticos de los países ricos como un chantaje para que los países pobres
acepten con resignación su destino de miseria, ante la imposibilidad de un
crecimiento ilimitado, mientras los ricos nadan en la opulencia.
En realidad lo que ha fracasado ha sido un modelo de desarrollo
económico basado en el despilfarro de unos pocos. Pero esta aseveración pone en
entredicho el propio sistema capitalista que se muestra incapaz de reorientar su
modelo de crecimiento hacia la solución de los problemas del tercer mundo,
siendo preso de su alocado desarrollismo basado en una sociedad de consumo para
los más ricos.
Los planteamientos ecológicos difícilmente van a poder ser
globales sino cuestionan como aspecto fundamental el modelo de desarrollo
actual.
La caridad de los más ricos para con los pobres y las injustas
acusaciones a estos de ser responsables de su propia pobreza no pueden ocultar
ya una realidad de creciente deterioro medioambiental y la responsabilidad de un
capitalismo desaforado. Los primeros en darse cuenta de ello fueron ya algunos
países pobres. Las declaraciones en 1992 de Maumoon Abdul Gayoom de las Maldivas
en la conferencia de Río “Mi país puede desaparecer de la faz de La Tierra el
próximo siglo al igual que otros estados insulares”, o las de Guy Willy
Razanamasky de Madagascar “La mancha de sangre que los astronautas dicen ver en
el Azul océano es mi país erosionado”, son afirmaciones por si mismas
elocuentes.
Los desheredados de la tierra, no solo se enfrentan a una
situación de pobreza sino que su propio desarrollo económico al modo occidental
está en entredicho. De nuevo, en palabras de Walter Benjamín, la esperanza de
un mundo diferente solo nos puede ser dada de gracias a aquellos sin esperanza.
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Javier Colomo Ugarte
Doctor en Geografía e Historia