POEMAS COMPLETOS

DYLAN THOMAS

(1914-1953)

 


ÍNDICE

Nota y Prólogo del autor

POEMAS

Veo a los muchachos del verano

Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo

Un cambio en los climas del corazón

Antes que llamara

La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor

Mi héroe desnuda sus nervios

Donde una vez las aguas de tu rostro

Si me hiciera cosquillas el roce del amor

Nuestros sueños de eunuco

Sobre todo cuando el viento de octubre

Cuando, como una tumba veloz

Desde la primera fiebre del amor a su infortunio

Al principio

La luz irrumpe donde ningún sol brilla

Me hice camarada del sueño

Soñé mi génesis

Mi mundo es pirámide

Todo, todo y todo, los mundos áridos levantan

Yo, en mi imagen intrincada

Este pan que yo parto

El demonio encarnado

Hoy este insecto

La semilla-latente

Se dirá que los dioses cascan las nubes

Aquí en esta primavera

¿no haces las veces de mi padre?

De los suspiros

Aferra estos antiguos minutos en el mes del cucu

Un tiempo hubo

Ahora

Por qué el viento del este

Hace una pena

Qué pronto el sol sirviente

Hay orejas que oyen en las torres

Alimenta la luz

La mano que firmó el papel derribó una ciudad

Si los faroles brillaran

He ansiado alejarme

Halla la carne sobre los huesos

El dolor, ladrón del tiempo

Y la muerte no tendrá dominio

Entonces mi neófito estaba

En dirección al altar bajo la luz del buho

Acaso porque el ave del placer silbe

Hago esto en una ausencia tumultuosa

Cuando mis cinco sentidos campesinos vean

Tendidos en la arena junto al mar

Es la campana de lengua polvorienta de los pecadores

Oh hazme una máscara

La cúpula se estira

Después del funeral

Una vez era el color del decir

Nunca desde esta ira

Cómo el animal que hay en mí

La losa decía la fecha de su muerte

Sin trabajar con las palabras

Un santo a punto de caer

"si mi cabeza causara el más mínimo dolor"

Veinticuatro años

La conversación de los rezos

Negativa a lamentar la muerte por fuego de una niña en londres

Poema de octubre

este lado de la verdad

A otros que a ti

Amor en el hospicio

Por desgracia una muerte

El jorobado en el parque

Dentro de su cabeza yacente

No entres dócilmente en esa noche quieta

Muertes y entradas

Cuento de invierno

En el aniversario de una boda

Una vez hubo un salvador

En las bodas de una virgen

En mi oficio o arte sombrío

Ceremonia después de un bombardeo

Érase otra vez

Cuando desperté

Entre los muertos en el ataque al alba había un hombre de cien años

Yace tranquilo, duerme en paz

Balada del señuelo de piernas largas

Bendita primavera

Fern hill

En el sueño campestre

Sobre la colina de sir john

Poema en su cumpleaños

Lamento

En el muslo del gigante blanco

Elegía


Nota sobre el poema final: Elegía (Vernon Watkins)

Notas sobre los poemas (Elizabeth Azcona Cranwell)

Introducción sobre la traducción (Elizabeth Azcona Cranwell)


 

Nota de la Autor

El prólogo en verso, escrito para esta edición de poemas completos, fue pensado como una guía para mis lectores, esos extraños.

Este libro contiene la mayoría de los poemas que he escrito y todos los que hasta el presente año deseo conservar. He corregido un poco algunos de ellos pero si hubiese continuado revisando todo lo que ahora no me gusta de este libro, hubiera estado tan ocupado que no me habría quedado tiempo para intentar escribir nuevos poemas.

Leí una vez algo sobre un pastor que cuando le preguntaron por que cumplía ciertos ritos, en un circulo de hongos, relacionados con la luna, para proteger sus rebaños, él contestó: "Sería un condenado tonto si no lo hiciera". Estos poemas con todas sus crudezas, sus dudas y confusiones están escritos por amor al Hombre y en alabanza de Dios, y yo sería un condenado tonto si ello no fuera así.

 

D. T.

Noviembre, 1952.

PRÓLOGO DEL AUTOR

 

 

Este día que hoy devana ante Dios

el fin del verano apresurado

en el torrente del sol color salmón,

en mi casa que los mares sacuden

sobre un despeñadero

enredada entre fruta y gorjeos,

espuma, flauta, aleta y pluma,

ante la pezuña danzarina de un bosque

junto a las arenas espumosas con estrellas marinas

cruzadas por vendedoras de pescado

por flautistas y velas, coquillas y gaviotas,

y afuera el cuervo negro,

hombres con avíos de nubes

que se hincan ante los nidos del crepúsculo,

muchachos que tajean a los gansos

cercanos en el cielo,

y garzas, caracolas

que hablan los siete mares,

aguas eternas, lejos de las ciudades

con noches de nueve días

cuyas torres se enredaran

en el viento piadoso

como estacas de paja alta y seca,

ante la pobre paz yo canto

para vosotros, extranjeros,

(aunque la canción sea un acto

encrespado y ardiente,

con el fuego de los pájaros

en el bosque giratorio del mundo

por mis sonidos salpicados y dispersos

fuera de estas hojas con pulgares de mar

que han de echarse a volar para caer

como las hojas de los árboles, tan pronto

como se desmoronen sin morirse,

al entrar en la noche sofocante.

Guardián del mar, el salmón sorbe los deslices del sol

y los cisnes mudos amoratan

mi penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo

a este alboroto de las formas,

para que sepas tú como yo, un hombre giratorio

reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso,

al mar nacido y al hombre desgarrado y a la sangre bendita.

Oye: en este sitio soplo la trompeta

desde el pez hasta el cerro saltarín.

Mira: construyo mi barca que desciende

hasta lo mas alto de mi amor

cuando el diluvio empieza

fuera del manantial del miedo, de la candente ira del hombre que está vivo,

fluido y montañoso brota

sobre las granjas vacías blanco-oveja

que duermen heridas por el sueño

hacia Gales en mis brazos.

¡Oh, guárdate en un castillo

tu, rey de las tonadas de los búhos,

que iluminas de luna las carreras aladas

y zambulles al ciervo muerto

envuelto en pieles de cañada!

¡Hola, en armaduras plúmbeas

oh mi anillada paloma torcaz

en la ululante oscuridad cercana

con la corneja reverente de Gales,

arrulla la alabanza de los bosques

la que aluna sus notas azules desde el nido

hasta la grey de pájaros acuáticos!

¡Alto, cofradía festiva,

ágape, con el pesar en vuestros picos

sobre los cabos parloteantes!

¡Ay a caballo del cerro

la veloz liebre macho!

que oye en esta luz de zorro

el estruendo del diluvio en mi barca

mientras rompo y destruyo

(un choque de yunques

para mi alboroto y mi violín

esta tonada sobre un hongo esponjoso)

todo menos los animales gruesos como ladrones

sobre las rudas y confusas tierras del Señor

(¡Salud a la raza de Sus bestias!)

¡las bestias que duermen flacas y bondadosas,

chito, en los bosques que abultan como cerdos!

¡Cloquean las huecas granjas de las parvas

y se aferran al tropel de las aguas!

Oh, el reino de vecinos aleteante

caído y desplumado, destella en mi barca remendada

y la luz de la luna se bebió a Noé en la bahía

con pellejo y escamas y vellones;

solo las ahogadas campanas profundas

de ovejas y de iglesias

resuenan por la pobre paz cuando el sol cae

y las tinieblas cubren todos los campos benditos.

¡Cabalgaremos solitarios y entonces

bajo las estrellas de Gales

han de llorar multitudes de barcas!

A través de las tierras con párpados acuáticos,

guarecidas con sus amores

ellas irán de una colina a otra

como boscosas islas.

¡Hola, mi paloma de proa con su flauta!

¡Salve, viejo zorro con tus patas de mar,

picaflor y jilguero!

Mi barca canta al sol

al final del verano por Dios apresurado

y el diluvio comienza a florecer.

 

 VEO A LOS MUCHACHOS DEL VERANO

 

I

 

Veo a los muchachos del verano en su ruina

convertir en eriales los dorados rastrojos,

desdeñar las cosechas y congelar los suelos;

y allí, en su ardor, el invernal diluvio

de amores escarchados, persiguen a las niñas,

y echan en sus mareas los sacos de manzanas.

 

Los muchachos de luz en su locura, coagulan lo que tocan,

agrian la miel hirviente;

hurguetean los muñecos de escarcha en las colmenas;

allí en el sol, frígidas hebras

de oscuridad y duda, ellos nutren sus nervios

y el signo de la luna, nada es en sus vacíos.

 

Veo a los muchachos del verano en el vientre materno

rasgar hacia la luz la atmósfera del útero,

dividir noche y día con pulgares de duende;

allí, desde lo hondo, con sombras seccionadas

de sol y luna ellos pintan sus dársenas

mientras les pinta el sol los cascos de la frente.

 

Sé que de estos muchachos han de surgir hombres de nada

hechos por la transformación de las semillas,

o han de lisiar el aire saltando de sus llamas,

desde sus corazones, cuando el pulso candente

del amor y la luz estalle en sus gargantas.

Oh, ved el pulso del verano en el hielo.

 

II

 

Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán

en algún cuarto de hora repicante

donde, como una puntual muerte hacemos tintinear las estrellas;

esa noche en que el invierno soñoliento

les tira de la negra lengua a las campanas

y no se atreven a chistar siquiera

los vientos de la luna y de la medianoche.

 

Somos los oscuros negadores, exorcicemos a la muerte

en la mujer colmada de verano,

arrojemos la vida musculosa de los amantes que se crispan,

y de los muertos limpios que hace fluir el mar

echemos al gusano de ojos brillantes en la linterna de Davy,

y del vientre preñado quitemos el muñeco de paja.

 

Nosotros, muchachos del verano en esta red de cuatro vientos,

verdes por el hierro de las algas,

levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros,

alcemos la bola del mundo llena de olas y espuma

para ahogar los desiertos con sus mareas

y trenzar los jardines del condado.

 

En primavera ornamentamos nuestra frente.

Vivan las bayas y la sangre,

y crucificamos a los alegres señores en los árboles;

Aquí el húmedo músculo del amor se aja y muere,

aquí estalla un beso en una cantera sin amor,

Oh ved en los muchachos los polos de la promesa.

 

III

 

Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra ruina.

El hombre en el desierto de su larva.

Y los muchachos son plenos y ajenos en la bolsa.

Soy el hombre que vuestro padre fue.

Somos hijos del pedernal y de la brea.

Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan.

 

 CUANDO DE PRONTO LOS CERROJOS DEL CREPÚSCULO

 

Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo

ya no encerraron el largo gusano de mi dedo

ni maldijeron al mar enroscado en mi puño,

la boca del tiempo sorbió como una esponja

el ácido lechoso en cada gozne

y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.

 

Cuando el mar de galaxia fue sorbido

y liberado todo el lecho seco del mar,

envié a mi criatura para explorar el globo,

el mismo globo de pelos y osamenta

que cosido a mí mismo por mi mente y mis nervios,

mi frasco de materia ligara a su costilla.

 

Mis fusibles calcularon el tiempo para impulsar su corazón,

él estalló, hecho polvo, hacia la luz

y celebró con el sol un pequeño sabático,

pero cuando los astros asumiendo su forma

dibujaron las briznas del sueño en sus ojos,

ahogó dentro de un sueño las magias de su padre.

 

Todo surgió armado de la tumba

el cáncer pelirrojo, vivo aún,

los ojos velados de cataratas con sus turbios tejidos;

algunos muertos deshicieron sus quijadas tupidas,

y hubo bolsas de sangre que soltaron sus moscas;

él supo de memoria el sendero de cruces funerarias.

 

El sueño navega las mareas del tiempo;

el áspero sargazo de la tumba

entrega a sus muertos en este mar tan laborioso;

y el sueño mudo rueda por los lechos

donde las sombras comen el alimento de los peces

y a través de las flores, emergen hacia el cielo.

 

Cuando de pronto giraron las tuercas del crepúsculo,

y la leche materna fue dura como arena,

envié a mi propio embajador hacia la luz;

por truco o por azar él se durmió

y por arte de magia se armó de una osamenta

para robarme los fluidos en su corazón.

 

Despierta, mi durmiente, hacia el sol,

trabajador en la mañana pueblerina

y deja a este soñoliento en el sitio en que yace;

han caído los cercos de la luz,

sólo quedan en pie los jinetes más diestros,

y hay mundos que cuelgan de los árboles.

 

UN CAMBIO EN LOS CLIMAS DEL CORAZÓN

 

Un cambio en los climas del corazón

vuelve seco lo húmedo, la bala de oro estalla

sobre la tumba helada.

Un clima en la comarca de las venas

cambia la noche en día; la sangre entre sus soles

ilumina al viviente gusano.

 

Un cambio en el ojo advierte a tiempo

la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora

una muerte mientras surge la vida.

 

Una sombra en el clima del ojo

es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe

sobre una tierra sin arpones.

La semilla que del lomo hace una selva

divide en dos su fruto; y la mitad se escurre

lenta en un viento dormido.

 

Un clima en la carne y el hueso

es seca y húmeda; el viviente y el muerto

se mueven como espectros ante el ojo.

 

Un cambio en el clima del mundo

vuelve espectro al espectro; y cada niño dentro su madre

se repliega en su doble de sombra.

Un cambio echa la luna dentro del sol,

tira de las ajadas cortinas de la piel;

y el corazón entrega a sus muertos.

 

ANTES QUE LLAMARA

 

Antes que llamara y la carne me abriese,

que mis líquidas manos golpearan en el vientre,

yo, que era entonces informe como el agua

que formaba el Jordán junto a mi casa

era hermano de la hija de Mnetha

y hermana del gusano que gestaba la vida.

 

Yo que era sordo ante la primavera y el verano,

que no sabía los nombres de la luna y el sol,

ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,

aunque existía sólo en forma de infusorio,

veía las plomizas estrellas, el martillo lluvioso

que mi padre balanceaba en su cúpula.

 

Conocía el mensaje del invierno,

los dardos del granizo y la nieve pueril

y el viento era mi hermana pretendiente;

en mí saltaba el viento, el rocío infernal;

y mis venas fluían con los climas de oriente;

antes que me engendraran supe el día y la noche.

 

Antes que me engendraran ya por cierto sufría;

el potro de tortura de los sueños

enroscaba mi osamenta de lirio

en una cifra viva,

la carne era cortada para cruzar los bordes

de las horcas en cruces sobre el hígado

y las zarzas de los cerebros estrujados.

 

Mi garganta conocía la sed antes de la estructura

de vena y piel alrededor del pozo

donde palabras y agua se entremezclan

sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,

mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;

al gusano yo olía entre mis propias heces.

 

Después el tiempo envió a mi mortal criatura

a derivar o ahogarse en los océanos

habituados a la aventura de la sal

en las mareas que jamás tocan las orillas.

Yo que era rico, me hice más rico aún

sorbiendo poco a poco el vino de los días.

 

Nacido del espectro y la carne, no era espectro

ni hombre, sino espectro mortal.

Y luego me abatió la pluma de la muerte.

Fui mortal hasta el último suspiro prolongado

que llevó hacia mi padre

el mensaje de su agónico cristo.

 

Tú que te inclinas en la cruz y el altar

acuérdate de mí y apiádate de Aquel

que mi carne y mi sangre tomó por armadura

y llegó a traicionar el vientre de mi madre.

 

 

LA FUERZA QUE POR EL VERDE TALLO IMPULSA A LA FLOR

 

La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor

impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol

es la que me destruye.

Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa

que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.

 

La fuerza que impulsa el agua entre las rocas

impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes

vuelve cera los míos.

Y yo estoy mudo para contarle a mis venas

cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.

 

La mano que arremolina el agua del estanque

remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento

iza mi vela de sudario.

Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado

que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.

 

Los labios del tiempo sorben del manantial;

el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida

calmará sus pesares.

Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie

cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.

 

Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada

que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.

 

MI HÉROE DESNUDA SUS NERVIOS

 

Mi héroe desnuda sus nervios a lo largo de mi cintura

que rige de la cintura hasta los hombros,

desenvuelve la cabeza que, como un fantasma soñoliento,

se apoya en mi mortal regidor,

el espinazo altivo que desprecia los giros y torsiones.

 

Y estos pobres nervios tan atados al cráneo

duelen sobre el papel abandonado por su amante

yo me abrazo al amor con mi garabateo revoltoso

que gime todo el hambre de amor

y le cuenta a la página su vacío infortunio.

 

Mi héroe desnuda mi costado y ve a su corazón

que marcha como Venus desnuda

por la playa de carne y enrosca su ensangrentado pliegue;

al despojar mis lomos de promesas

promete cierto calor secreto.

 

Él sostiene los cables de esta caja de nervios

alabando el error mortal

del nacimiento y de la muerte, esas dos tristes sotas de ladrones.

y el hambre es emperador;

tira él de la cadena, la cisterna se agita.

 

 

DONDE UNA VEZ LAS AGUAS DE TU ROSTRO

 

Donde una vez las aguas de tu rostro

giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,

los muertos alzan la mirada;

donde un día asomaron el pelo los tritones

a través de tu hielo, el viento áspero navega

por la sal, la raíz, las huevas de los peces.

 

Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura

en el cordón de la marea, allí camina ahora

el vegetal destejedor,

con tijeras filosas, empuñando el cuchillo

para cortar los canales en su origen

y derribar los frutos empapados.

 

Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo

irrumpen en las camas galantes de las algas;

el alga del amor se vuelve mustia;

allí en torno a tus piedras

sombras de niños van, que desde su vacío

lloran ante el mar colmado de delfines.

 

Secos como la tumba, tus coloreados párpados

no serán aherrojados mientras la magia se deslice

sabia sobre el cielo y la tierra;

habrá corales en tus lechos,

habrá serpientes en tus mareas,

hasta que mueran todos nuestros juramentos del mar.

 

SI ME HICIERA COSQUILLAS EL ROCE DEL AMOR

 

Si me hiciera cosquillas el roce del amor

si una niña tramposa me robara a su lado

y horadase sus pajas rompiendo mi vendado corazón,

si ese rojo escozor pudiera dar a luz

la risa en mis pulmones como pare el ganado,

no temería yo a la manzana ni al diluvio

ni a la sangre maligna de la primavera.

 

¿Qué será, macho o hembra? se preguntan las células

y como un fuego arrojan desde la carne la ciruela.

Si me hiciera cosquillas la cabellera incubadora,

el hueso alado que crece en los talones,

la comezón del hombre sobre el muslo del niño,

no temería al hacha ni a las horcas

ni a la varas cruzadas de la guerra.

 

¿Qué será, macho o hembra? se preguntan los dedos

que llenan las paredes de niñas inmaduras

con sus hombres dibujados a tiza.

Si me hiciera cosquillas la avidez del granuja

que insufla su calor al nervio en carne viva

no temería al diablo sobre el lomo

ni a la tumba veraz.

 

Si me hiciera cosquillas el roce de los amantes

que no borra ni las patas de gallo ni la risa sin dientes

sobre magras quijadas en la vejez enferma,

el tiempo y las ladillas y el burdel de amoríos

me dejaría frío como manteca para moscas,

las espumas del mar bien podrían ahogarme

cuando rompen y mueren al pie de los amantes.

 

La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía,

bobo por esa droga fumada en una niña

y enredado en el brote que bifurca su ojo.

La tibia del anciano y mi hueso tienen la misma médula

y todos los arenques huelen dentro del mar,

yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano

que corroe lo vivo.

 

Y éste es el roce, único roce que hormiguea.

El mono contrahecho que se hamaca a lo largo de su sexo

desde las húmedas tinieblas del amor y el tirón de la nodriza

no puede hacer surgir la medianoche de una risa entredientes,

ni del momento en que encuentra una belleza entre los pechos

de la amante, la madre, los amantes o toda su estatura

en la punzante oscuridad.

 

¿Y qué es el roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?

¿es tu boca, amor mío? ¿El abrojo en el beso?

¿Mi payaso de Cristo nacido sobre el árbol entre espinas?

Las palabras de la muerte son más secas aún que su mismo cadáver

y mis heridas llenas de palabras tienen las huellas de tu pelo.

Me haría cosquillas el roce del amor, pues bien:

hombre, sé mi metáfora.

 

NUESTROS SUEÑOS DE EUNUCO

 

I

 

Nuestros sueños de eunuco, sin semillas en la luz,

de luz y amor, los vaivenes del corazón,

castigan los miembros de sus hijos,

y amortajados su manto y su sábana,

acicalan a las novias oscuras, las viudas de la noche

presas entre sus brazos.

 

Las sombras de las niñas, con sudarios fragantes,

cuando se esconde el sol se apartan del gusano,

de los huesos del hombre, quebrados en sus lechos,

por nocturnas roldanas que vacían la tumba.

 

II

 

En ésta, nuestra época, el bandido y su hembra

fantasmas de una sola dimensión se aman sobre un carrete,

ajeno a la verdad de nuestros ojos,

y dicen engreídos sus naderías de media noche entre poses banales;

cuando paran las cámaras corren a su agujero

bajo el jardín del día.

 

Bailan entre nuestra calavera y sus linternas

imponen sus imágenes y echan fuera las noches;

miramos esa función de sombras que se besan o matan,

con fragancia de celuloide la mentira es amor.

 

III

 

¿Cuál es el mundo? ¿Cuál de nuestros dos modos de dormir

despertará cuando el bálsamo y su sarna

levanten esta tierra de ojos rojos?

Desatará las formas del día y sus aprestos,

los señores soleados, los ricachos galenses,

o impulsará a quienes se atavían en la noche.

 

La fotografía hizo sus bodas con el ojo,

y clavó en su pareja cáscaras fragmentarias de verdad;

el sueño ha sorbido desde su fe al durmiente

pues los amortajados se tornan médula en su vuelo.

 

IV

 

Este es el mundo: la engañosa semejanza

de nuestras trizas de materia que caen como harapos

desde los ademanes del amor y el rechazo;

el sueño que echa a los enterrados de su bolsa

venera a estos despojos tanto como a los vivos.

Este es el mundo. Tened fe.

 

Porque seremos como el gallo que grita

dispersando a los muertos; golpearán nuestras balas

la imagen de las planchas;

y dignos compañeros seremos de por vida,

y aquél que permanezca florecerá mientras ellos se aman,

gloria a nuestros errantes corazones.

 

SOBRE TODO CUANDO EL VIENTO DE OCTUBRE

 

Sobre todo cuando el viento de octubre

el pelo me castiga con sus dedos de escarcha,

preso en el sol exasperante, marcho ardiendo

y tiro hacia la tierra un cangrejo de sombra,

a la orilla del mar, cuando oigo el alboroto de los pájaros

y oigo la tos del cuervo en los bastones del invierno,

mi atareado corazón que mientras habla tiembla

vierte el silabeo de su sangre y agota sus palabras.

 

Encerrado también en una torre de palabras

trazo en el horizonte que anda como los árboles

las siluetas verbales de mujeres, y las filas de niños

con sus gestos de estrella sobre el parque.

Algunas me permiten crearte de las hayas colmadas de vocales,

otras de las voces del roble, o desde las raíces

de múltiples comarcas espinosas te cuentan sus memorias,

otras me permiten crearte con los sermones de las aguas.

 

Tras un tiesto de helechos, el reloj oscilante

pronuncia la palabra de la hora, el sentido del nervio,

vuela sobre el disco imantado, declama la mañana

y cuenta al huracán en la veleta.

Algunas me permiten crearte con los signos del prado;

la hierba señalera que me relata todo lo que sé

traspasa el ojo con el invierno lleno de gusanos.

Algunas me permiten contarte los pecados del cuervo.

 

Sobre todo cuando el viento de octubre

(algunas me permiten crearte de hechizos otoñales

la de lenguas de araña y la colina resonante de Gales)

castiga a la tierra con puños como nabos

algunas me permiten hacerte de las palabras sin corazón.

El corazón quedó agotado, balbuceando en los remolinos

de la química sangre, advertido de la furia que avanza.

A la orilla del mar oye a los pájaros sombreados de vocales.

 

 

CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ

 

Cuando el tiempo te alcance, como una tumba veloz,

cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos

cuando el amor en su atavío se demore por la casa,

al subir por desnudas escaleras, paloma en coche fúnebre,

remolcada hacia el techo.

 

Cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras,

entregadme que, tímido en mi tribu,

me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver

despojado de la lengua del zorro, su metro calibrado

a medida del hueso,

 

entregadme, maestros míos, cerebro y corazón,

el corazón de la vela del Cadáver se funde

cuando la sangre con manos como pala y el tiempo de la lógica

hacen surgir los niños a golpes de pulgar

de la doncella y el cerebro.

 

Porque con rostro endomingado y plumeros en el guante,

casto y cazador, hombre con vista de fusil,

yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo del hielo

tal vez no logren apresar con un círculo virgen

en la tumba precisa,

 

ando con fuerza propia por la comarca del Cadáver

mis maestros machacadores del cerebro teclean en la piedra

la desesperación de la sangre, la fe en el barro de la doncella,

la alarma entre castrados y la mancha de ácido

en la horquilla y el rostro.

 

El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y tonto.

No, no, tú calavera amante, el martillo descendente

desciende, oh mis maestros, sobre la honra traspasada.

Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado

ordena que el bastón se quiebre.

 

El gozo no es una nación que llama, señor y señora,

ni la fusión del cáncer, ni la pluma del verano

encendida en el árbol abrazado, ni la cruz de la fiebre,

ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel horadado para nutrir al hombre

a través del asfalto.

 

Apago las velas en tu torre del techo

el goce es el llamado del polvo, la bala del Cadáver

del retoño de Adán tras su envoltura,

el amor es una patria con luces de crepúsculo y el cráneo del estado

señor, es tu propia condena.

 

Todo termina, se termina la torre

(abandona la casa de los vientos) y la oscilante escena,

la pelota de pie que depende del sol

(tu verano se esfuma) con la piel de cemento

y el final de la acción.

 

Todos, hombres, mis hombres dementes, el viento insalubre

contagia la tos del silbador, el tiempo en acecho

prepara una muerte de ceniza; el amor con sus tretas,

es el hambre gozoso del Cadáver, mientras vosotros alcanzáis

el mundo a prueba de besos.

 

DESDE LA PRIMERA FIEBRE DEL AMOR A SU INFORTUNIO

 

De la primera fiebre del amor a su infortunio, desde el tierno segundo

hasta el hueco minuto del vientre,

desde el primer atisbo hasta el tijeretazo umbilical

la edad del pecho y la época feliz del delantal cuando ninguna boca

se agitaba en torno al hambre suspendido,

y el mundo entero era uno solo, una nada ventosa,

bautizaron mi mundo en un fluir de leche.

Y la tierra y el cielo fueron un solo cerro al aire,

el sol y la luna derramaban una misma luz blanca.

 

Desde la primera huella del pie descalzo, desde la mano que se eleva

y la irrupción del pelo,

desde el primer secreto del corazón, el fantasma que advierte,

y hasta el primer asombro mudo ante la carne,

el sol fue rojo y la luna fue gris,

y la tierra y el cielo fueron cual dos montañas que se encuentran,

 

El cuerpo prosperó, los dientes en las encías meduladas,

los huesos que crecían, el murmullo del semen

dentro de la glándula santificada, la sangre bendijo al corazón,

y los cuatro vientos, que tanto tiempo soplaron al unísono

abrillantaron mis orejas con la luz del sonido,

llamaron en mis ojos con el sonido de la luz.

Y fue amarilla la multiplicación de las arenas,

cada grano dorado salpicaba la vida en su vecino,

verde era la casa cantarina.

 

La ciruela que mi madre arrancara maduró dulcemente,

el niño que dejara caer desde la oscuridad de su costado

hacia el regazo cavado de la luz, creció fuerte,

musculoso, enmarañado, atento a los gemidos del muslo

y a la voz que, como una voz de hambre,

arañaba en el sonido del viento y del sol.

 

Y desde el primer deterioro de la carne

yo aprendí el lenguaje del hombre para enroscar las formas del pensar

en el idioma pétreo del cerebro,

para llenar de sombras y tejer nuevamente la trama de palabras

dejada por los muertos que, en su césped sin luna,

no necesitan del calor de la palabra.

La raíz de las lenguas se termina en un cáncer exangüe,

no es más que un nombre que los gusanos hacen cruz.

 

Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto;

las claves de la noche golpearon en mi lengua;

donde antes había sólo una, hubo de pronto muchas mentes sonoras.

 

Un solo vientre, un solo espíritu vomitó la materia.

Un pecho amamantó al fruto de la fiebre,

aprendí la otra cara del cielo que divorcia,

el globo dos veces enmarcado que giraba;

un millón de cerebros alimentaron al retoño

que divide mis ojos;

la juventud, de veras se abrevió; las lágrimas de la primavera

se diluyeron en el verano y en las cien estaciones;

un sólo sol, un único maná, fue calor y alimento.

 

AL PRINCIPIO

 

Al principio era la estrella de tres puntas,

única sonrisa de luz a través de la cara vacía;

única rama de hueso a través del aire enraizado

la sustancia partida que fue la médula del sol primero;

y ardientes cifras en el curvo espacio

iban mezclando el cielo y el infierno en su ronda.

 

Al principio era la firma pálida,

trisílaba y estrellada como la sonrisa;

y vinieron después las huellas sobre el agua,

el sello de la cara acuñada en la luna;

la sangre que tocaba el árbol de la cruz y el cáliz

tocó la primera nube y en ella dejó un signo.

 

Al principio era el fuego ascendente

que encendía con una chispa las atmósferas,

chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos,

brusca como una flor;

se irguió la vida a chorros de los mares rodantes,

estalló en las raíces, arrancó de la tierra y la roca

los aceites secretos que impulsan la hierba.

 

Al principio era la palabra, la palabra

que de las sólidas bases de la luz

le sustrajo todas las letras al vacío;

y de las bases nubladas del aliento

la palabra fluyó, y al corazón tradujo

los primeros indicios de nacimiento y muerte.

 

Al principio era la mente secreta,

la mente estaba encarcelada y soldada al pensamiento

antes que la pendiente se bifurcara rumbo a un sol;

antes que las venas se sacudieran en sus cedazos

se disparó la sangre y esparció hacia los vientos de la luz

la costilla original del amor.

 

 

LA LUZ IRRUMPE DONDE NINGÚN SOL BRILLA

 

La luz irrumpe donde ningún sol brilla,

donde no se alza mar alguno, las aguas del corazón

impulsan sus mareas;

Y, como rotos fantasmas con tocas de luciérnagas

las cosas de la luz

desfilan por la carne, donde no hay carne alguna que atavíe los huesos.

 

Una vela en los muslos

calienta la juventud y el semen y quema la simiente de la edad;

donde ningún semen se agita,

el fruto del hombre se despliega en las estrellas,

lustroso como un higo;

donde no hay cera alguna, muestra su pábilo la vela.

 

El alba irrumpe atrás de los ojos;

desde ambos polos, cráneo y piel, la sangre tempestuosa

como un mar se desliza;

sin cercas ni vallados brotan los surtidores

del cielo hacia la vara

prediciendo en la sonrisa el óleo de las lágrimas.

 

La noche ronda en las órbitas,

como una luna de alquitrán, límite de los globos;

el día ilumina el hueso;

donde no hay frío alguno, el ciclón deshollador desata

las ropas del invierno;

la película de la primavera se cuelga de los párpados.

 

La luz irrumpe en solares ocultos,

En las crestas del pensamiento donde los pensamientos huelen en la lluvia,

cuando muere la lógica,

el secreto del suelo crece a través del ojo,

y la sangre al sol brinca

en terrenos baldíos donde el alba hace un alto.

 

 

ME HICE CAMARADA DEL SUEÑO

 

Me hice cantarada del sueño que besaba mi mente,

dejé caer la lágrima del tiempo; el ojo del durmiente

que se abría a la luz, giró hacia mí como una luna.

Así, con talones alados, volé a lo largo de mi cuerpo

y caí sobre el sueño y sobre el cielo en alto.

 

Escapé de la tierra y me trepé desnudo por la atmósfera,

llegué a un segundo suelo lejos de las estrellas;

y allí los dos lloramos, yo y otro ser fantasmal,

con ojos maternales sobre la cima de los árboles:

escapé de ese suelo, ágil como una pluma.

 

"El globo de mis padres llama en su eje y canta"

"Este lugar que andamos era también la tierra de tus padres"

"Pero esto que pisamos soporta las cuadrillas angélicas,

dulces son sus paternos rostros en las alas"

"Son sólo hombres que sueñan. Si tú soplas se esfuman".

 

Se esfumó así mi espectro compañero de maternales ojos,

mientras, flotando entre los ángeles yo me hallaba perdido

en la costa de nubes, entre las sombras parlantes de las tumbas;

impulsé hacia sus lechos a los hermanos soñadores

donde ellos aún duermen sin conocer a su fantasma.

 

Entonces, la materia de ese aire viviente

una voz dejó oír, y, trepando a las palabras,

deletreé mi visión con mano y pelo,

qué ligero el dormir sobre los suelos de esta estrella

qué profundo el velar en estas nubes como mundos.

 

Allí crece hacia el sol la escala de las horas

cada peldaño es pérdida, o amor hasta el final,

la sangre humana hostiga estos lerdos avances.

Un hombre, viejo y loco se trepa todavía a su fantasma

y es el fantasma de mis padres que trepa por la lluvia.

 

 

SOÑÉ MI GÉNESIS

 

Soñé mi Génesis en sudores de sueño, irrumpía

a través de la valva giratoria, fuerte

como un músculo motor en el taladro surgía

de la visión y de los nervios espesos como vigas.

 

Desde los miembros a la medida del gusano, se soltaba

de la carne estriada. Desfilaba

por todas las cadenas de la hierba, metal

de soles en la noche que derrite al hombre.

 

Heredero de las venas quemantes, guardianes de la gota de amor,

preciosa criatura en mis huesos

yo rondé velozmente el globo que heredara, travesía

por hombre ataviado de noche.

 

Soñé mi Génesis y morí otra vez, granada

prisionera del corazón en marcha, agujero

en la herida hilvanada y en el viento grumoso, muerte

embozada en los labios que comían el gas.

 

Puntual en mi muerte segunda señalé las colinas, las cosechas

de cicuta y las matas, mi sangre

enmohecida sobre los calmos muertos, forzaba

mi segunda batalla desde el pasto.

 

Y el poder contagió mi nacimiento, el segundo

elevarse del esqueleto

y el volver a vestir el fantasma desnudo. La humanidad

escupida desde una pena vuelta a padecer.

 

Soñé mi Génesis en sudores de muerte

caída por dos veces en el nutricio mar,

vástago rancio de las saladas lágrimas de Adán. Visión

de nueva fuerza humana. Busco al sol.

 

MI MUNDO ES PIRÁMIDE

 

Mitad del padre camarada

cuando imita al Adán que el mar sorbiera

en su casco vacío,

Mitad de la madre camarada

cuando salpica con su leche lasciva

la zambullida del mañana,

las sombras bifurcadas por el hueso del trueno

saltan hacia la sal que no ha nacido.

 

La mitad camarada era de hielo

cuando una primavera corrosiva

brotaba en la cosecha del glaciar.

la sombra y la simiente camarada

murmuraban el vaivén de la leche

encrespado en el pecho,

pues la mitad del amor era sembrada en el fantasma

estéril y perdido.

 

Las mitades dispersas se han vuelto camaradas

en un ente lisiado

la muleta que la médula golpea sobre el sueño

renguea en la calle del mar, entre la turba

de cabezas con lengua de marea y vejigas al fondo

y empala a los durmientes en la tumba salvaje

donde ríe el vampiro.

 

Las mitades zurcidas se partían huyendo

por el bosque de los cerdos salvajes y la baba en los árboles,

sorbiendo las tinieblas sobre el cianuro se abrazaban

y desataban víboras prendidas en su pelo;

las mitades que giran perforan como cuernos

al ángel arterial.

 

¿De qué color es la gloria? ¿La pluma de la muerte?

tiemblan esas mitades que taladran el ojo de la aguja en el aire

y a través del dedal horadan el espacio, manchado de pulgares.

El fantasma es un mudo que farfullaba entre la paja,

el fantasma que tramaba el saqueo en su vuelo

enceguece sus ojos rastreadores de nubes.

 

II

 

Mi mundo es pirámide. La sigilosa máscara

llora sobre el ocre desierto y el verano

agresivo de sal.

Con mi armadura egipcia fundiéndose en su sábana

araño la resina hasta un hueso estrellado

y un falso sol de sangre.

 

Mi mundo es un ciprés y un valle de Inglaterra

yo remiendo mi carne que retumbó en los patios

roja por la salva de Austria.

Oigo a través del tambor de los muertos, que mutilados jóvenes

mientras siembran sus vísceras desde un cerro de huesos

gritan Eloi a los cañones.

 

El cruce del Jordán arrasa mi sepulcro.

El casquete del Ártico y la hoya del sur

invaden mi jardín de casa muerta.

El que me busca lejos señalando en mi boca

las pajas de Asia me pierde cuando doblo

por el maíz atlántico.

 

Las mitades amigas, partidas mientras giran

en redes de mareas, se enredan a las valvas

y hacen crecer la barba del diablo no nacido,

sangran desde mi horquilla ardiente y huelen mis talones

las lenguas celestiales murmuran mientras yo me deslizo

atando la capucha de mi ángel.

 

¿Quién sopla la pluma de la muerte? ¿De qué gloria es el color?

en la vena yo soplo esta pluma lanuda

es el lomo la gloria en una laboriosa palidez.

Mi arcilla ignora el pecho y mi sal no ha nacido,

niño secreto, yo vago por el mar

en seco, sobre el muslo a medias derrotado.

 

TODO, TODO Y TODO, LOS MUNDOS ÁRIDOS LEVANTAN

 

I

 

Todo, todo y todo los mundos áridos levantan,

la época del hielo, el océano sólido,

surgen desde el petróleo y las masas de lava.

Ciudad de primavera, la gobernada flor,

gira sobre la tierra que hace girar los pueblos de ceniza

en torno a una rueda de fuego.

 

Y ahora también mi carne, compañera desnuda,

ubre del mar, el mañana y su glándula,

gusano sobre el cuero cabelludo, cercado y macilento.

Todo, todo y todo, la médula espumosa,

la amante del cadáver, flaca como el pecado,

todo desde la carne, los mundos áridos levantan.

 

II

 

Tú mi mortal, no temas al mundo laborioso,

no temas a la sangre sintética e insípida,

ni al corazón en el metal estriado.

No temas a las huellas, ni a la molienda de semillas,

ni a la guadaña, ni al gatillo, ni a la espada nupcial,

ni al pedernal en la contienda del amante.

 

Hombre hecho de mi carne, mandíbula partida

conoce ahora la prisión y el vicio de la carne,

y la jaula del cuervo con ojos de guadaña.

Sabe, tú, hueso mío, el alzarse nudoso

no temas a las hélices que hacen girar la voz,

y el rostro hacia el amante desdeñado.

 

III

 

Todo, todo y todo los mundos áridos acoplan

espectro con espectro y el hombre se contagia

del vientre de su pueblo sin forma.

Todo lo que se forma de la succión del pecho y la placenta

golpeó su carne mecánica en la mía

y cuadró en estos mundos su círculo mortal.

 

Florece, florece la fusión de los seres.

Oh luz en el cénit, el acoplado brote

y la llama en la visión de la carne.

Fuera del mar, el oleaje de aceite,

la órbita y la tumba, y la sangre de bronce

florece, florece, todo, todo y todo.

 

 

YO, EN MI IMAGEN INTRINCADA

 

I

 

Yo, en mi imagen intrincada, a caballo en dos planos,

forjado del mineral humano, bardo de bronce

que modela su espectro en el metal,

ando por las escarnas de este mundo gemelo

mi fantasmal mitad en su armadura

se aferra a mi marcha de esposado

por los corredores de la muerte.

 

Partiendo de la maldición en el bulbo la primavera desenreda

la cólica estación, brillante como sus ruedas hilanderas,

labrada sobre un mundo de pétalos;

ella trama la savia y las agujas, la burbuja y la sangre

se arroja a las raíces de los pinos y como una montaña surge el hombre

de la entraña desnuda.

 

Partiendo desde la maldición en el fantasma y las nacientes maravillas

imagen entre imágenes, mi espectro de metal

se abre camino a través de la campánula,

mi hombre de hojas y la raíz de bronce, mortal, inmortal,

yo, en mi fusión de movimientos viriles y rosados

creo este milagro gemelo.

 

Este es el destino del hombre; el natural peligro,

una alta torre con figura humana, sin maestro, con un cerco de huesos,

ninguna muerte más natural;

así el hombre sin sombra, o el buey, y el demonio pintado

en la captura del silencio cometen el mortal sinsentido:

el paralelo natural.

 

Mis imágenes acechan los árboles y el túnel inclinado de la savia,

no hay marcha más riesgosa, las huellas verdes y la flecha

se trepan sobre el ruido de los pasos.

Yo con el insecto de madera en el árbol de ortigas,

en la cama de vidrio de las uvas con la flor y el caracol

oigo el caer de la intemperie.

 

Intrincada humanidad para el fin, los rivales inválidos

viajando en el sentido del tiempo fuera del refugio hecho símbolo

hallan las aguas últimas,

recibiendo su doble despedida en la terraza de los tísicos,

navegan por la superficie, la aventura de partir,

hasta el arribo a toda vela.

 

II

 

Trepan a la cima del campo,

doce vientos se encuentran junto a la blanca multitud que pace,

encierran las erguidas praderas en el corral de la colina;

ven tropezar a la ardilla,

el caracol, como una liebre marcha aturdido en torno de la flor,

un alboroto de árboles y climas en la espiral de viento.

 

Cuando se sumergen, el polvo se aposenta,

las piedras cadavéricas caen densas y fuertes,

la ruta de las aguas donde el oso polar y la caballa

convierten al mar largo en una arteria,

muestran al enemigo un rostro de petróleo ciego,

los muertos sin jinete junto al muro del dique.

 

(Instrumentos de muerte

que hieren el ojo largo abierto y el barreno,

vuestro tirabuzón va al centro del pezón y el ombligo,

hacia el cuello de las narices,

bajo la máscara y el éter, se vuelven sangrientos, los bisturíes,

los funerales antisépticos.

 

Haced salir a la patrulla negra

a los monstruosos oficiales, y a vuestro ejército decrépito,

el centinela sepulturero guarnecido bajo los cardos,

gallo de estercolero

anuncia a Lázaro que la mañana es vanidad.

Que el polvo sea vuestro salvador bajo el suelo conjurado).

 

Mientras ellos se ahogan, se echan a vuelo las campanas,

dulcemente, la campana del buzo en la torre del rocío marino

tañe la escala del Mar Muerto;

y presos en el agua hasta que el tritón se agite,

ensartado por el hilo de una maleza de ballenas, desde la balsa del verdugo,

oyen a los que rompen los cristales de sal y las lenguas del entierro.

 

(Posa el brazo de mar

sobre el disco grabado de la tierra que gira,

para que la púa de relámpago deslumbre esta cara de voces

sobre el plato inundado de luna,

deja al disco de cera balbucear

vergüenzas y deshonras húmedas, tal es arañar de la reliquia.

Estos son los registros de tus años. El mundo circular se inmoviliza).

 

III

 

Ellos sufren las aguas que no han muerto donde tasca la tortuga,

llegan hasta las torres clavadas en el mar, trepándose a la fibra

la pendiente del cráneo

y el dedal tapizado de células,

sufrid, mis humillados, que un ángel doble

surge de las cárceles pétreas como árbol sobre Aran.

 

Sé traspasado por tu propio espectro, sus ganchos puntiagudos

por el bronce y la imagen sin cuerpo en una vara de locura

enganchado a las estrellas en el ángulo de Jacob

colina de humo y valle de drogados,

y el Hamlet de los fondos sobre el coral paterno

que empuja la visión enana de la pila de hierro.

 

Sufrid el tajo de la visión junto al rastrojo verde como aleta;

sed partidos por los barcos marinos anclados en el cordón del hombre

por el viaje hacia el fondo de los huesos triturados

en el naufragio de los músculos;

cesad, amantes, de enlazaros, y la lucha por el mar de cera,

el amor es como bruma o fuego entre el lecho de las anguilas.

 

Y en las tenazas del hirviente círculo

la mar y el instrumento mellado en los candados de los tiempos

el hierro solitario de mi sangre preciosa

en la ciudad que se derrama,

yo en un viento de fuego desde la verde cuna de Adán,

ningún hombre tan mágico, ahuyenté al cocodrilo con sus guerras.

 

El hombre era la escama, los esmaltados pájaros mortíferos,

cola, Nilo y hocico, domador de los juncos,

el tiempo en las casas sin horas

sacudía el cráneo incubado por el mar,

Y vacío lloraba por sus blancos vendajes

por los óleos y ungüentos en el cáliz fugitivo.

 

El hombre era la máscara del Cadáver, el manto que vestía,

la corrompida profundidad fue la maestra jactanciosa del hombre,

mi fantasma en su neptuno de metal

forjado del mineral humano.

Este fue el dios del comienzo en los remolinos intrincados del mar

y mis imágenes se elevaron y rugieron sobre la colina del cielo.

 

 

ESTE PAN QUE YO PARTO

 

Este pan que yo parto fue alguna vez avena,

este vino en un árbol extranjero

se zambulló en su fruta;

durante el día el hombre y por la noche el viento

segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.

 

Alguna vez, en este vino, la sangre del verano

golpeteaba en la carne que vestía la viña,

un día en este pan

la avena al viento era alegría,

el hombre rompió el sol, abatió el viento.

 

Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas

sembrar desolación entre las venas

fueron avena y uva

nacieron de la raíz sensual y de la savia;

mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.

 

 

EL DEMONIO ENCARNADO

 

El demonio encarnado en una serpiente parlante,

con los planos centrales del Asia en su jardín,

despertó y azuzó al mundo que nacía,

dividió la barbada manzana en formas del pecado,

y Dios andaba allí, violinista de guardia

y al tocar su instrumento derramaba el perdón desde el cerro del cielo.

 

Cuando los mares explorados eran desconocidos

—una luna hecha a mano, a medias santa en una nube—

cuentan los sabios que las deidades del jardín

enroscaron el mal y el bien sobre un árbol de oriente;

y cuando la luna se alzó llena de viento fue

negra como la bestia y más pálida que la cruz.

 

En nuestro Edén supimos del secreto guardián

en las aguas sagradas que ninguna escarcha podía endurecer,

y en las pujantes mañanas de la tierra;

el infierno en un cuerno de azufre y el mito tronchado,

todo el cielo en un eclipse del sol,

una serpiente tocaba su violín cuando el mundo nacía.

 

 

HOY ESTE INSECTO

 

Hoy, este insecto, y el mundo que respiro.

ahora que mis símbolos se abrieron paso al espacio,

el tiempo contempla la ciudad y yo tomo del tiempo

descuidado y precioso una mitad para empujar con ella la oración,

separé los sentidos de la verdad y la fábula

tumbé la guillotina, la cabeza y la cola

mellizos rojo-sangre fueron las dos testigos de este

asesinato del Edén y la Génesis verde.

 

El insecto cierto es la plaga de las fábulas.

 

El monstruo de este cuento tiene una cofia de serpientes;

ciego en la espiral corre en torno de los bordes llameantes,

mide su longitud sobre el muro del jardín

y destroza su valva en el último comienzo agitado;

un cocodrilo ante la crisálida

ante el amor perdido, el hueso volador del corazón,

alado como un asno de sabático, este cuento de niños

no creído sopla a Jericó sobre el Edén.

 

El insecto de la fábula es la cierta promesa.

 

Muerte, muerte de Hamlet y locos de pesadilla,

un molino de viento arrastrado sobre un caballo de madera

la bestia de Juan, la paciencia de Job y los embustes de la visión

sobre el mar irlandés, habla la voz intemporal de Grecia

"Yo amo a Adán, mi amor por los locos es un amor sin fin,

ningún amante de las fábulas tiene un final tan verdadero,

todos los enamorados son leyenda sobre un árbol de historias.

mi cruz de cuentos tras la cortina fabulosa".

 

 

LA SEMILLA-LATENTE

 

La semilla-latente no abordará

a este pueblo de espectros, el vientre pisoteado

que se amuralla contra sus asaltos,

ningún dios-en-héroe se desplomará

como una torre sobre la ciudad

tropezando de una manera excelsa y muda

sobre la línea donde el hombre se declara.

 

La semilla-latente no abordará

este pueblo de espectros, el vientre donde el hombre se declara

amurallado contra sus asaltos,

ningún dios en héroe se desplomará

como una torre sobre la ciudad

saltando de una manera excelsa y muda

sobre la línea donde la guerra se gesta.

 

A través de las murallas del cielo

será acribillada la simiente flanqueada por estrellas

maná para la tierra retumbante

y alerta para el mar descifrado;

atrincherada en un reducto virgen

ha de pelear con el guardián

y con el custodio de la llave.

 

A través de las murallas del cielo

será acribillada la semilla flanqueada por estrellas

maná para la tierra protegida

y alerta para la mar virgen;

invadiendo un reducto privado

ha de pelear con el guardián

y con el que pierde la llave.

 

¿Puede un humilde pueblo trabajar

y rehusar un continente?

Un hemisferio puede reprenderla

y una pulgada verde sostenerla;

que la simiente-héroe encuentre su refugio

puertos de mar junto a una orilla ebria

con marinos sedientos que la escondan.

 

¿Puede un planeta humilde trabajar

y rehusar un continente?,

puede una aldea verde reprenderla

y una alta esfera sostenerla;

que la simiente héroe encuentre su refugio

puertos de mar en la orilla sedienta

con marineros ebrios que la escondan.

 

Hombre-en-semilla, en semilla-latente

desde los extranjeros campos del espacio

no ha de tronar en la ciudad

con una guarnición flanqueada por estrellas,

ni el héroe del mañana apuntará

con los cañones de su reino

hacia el lugar en que se araña el cielo.

 

Hombre-en semilla, en semilla-latente

desde los campos flanqueados por las estrellas del espacio

truena sobre el pueblo extranjero

con una guarnición embolsada en arena

y el héroe del mañana

no elevará los cañones de su reino

desde el recinto donde bulle la tumba ciega.

 

 

SE DIRÁ QUE LOS DIOSES CASCAN LAS NUBES

 

¿Se dirá que los dioses cascan las nubes

cuando las nubes son malditas por el trueno,

se dirá que lloran cuando aúlla la atmósfera?

¿Serán los arcoiris el color de sus túnicas?

 

Cuando llueve ¿dónde están los dioses?

¿se dirá que hacen brotar el agua de los cántaros,

que sueltan los torrentes?

 

¿O que al modo de Venus

alguien punza y estruja las ubres de un dios viejo,

o que la húmeda noche como nodriza me reprende?

 

Se dirá que los dioses son piedra.

¿Retumbará en la tierra una piedra caída,

repicará la grava derribada?

Deja que hablen las piedras

con lenguas que hablan todas las lenguas.

 

 

AQUÍ EN ESTA PRIMAVERA

 

Aquí en esta primavera, flotan estrellas en el vacío;

aquí en este invierno ornamental

se abaten las atmósferas desnudas;

este verano entierra a un pájaro de primavera.

 

Los símbolos se eligen desde la lenta ronda de los años

por las costas de cuatro estaciones,

los fuegos de tres estaciones y los cantos de cuatro pájaros

son los maestros del otoño.

 

Del verano, tendría yo que relatar los árboles, la oruga

apenas relatar las tormentas del invierno

o el funeral del sol;

aprendería del cucú la primavera

y la babosa me enseñaría la destrucción.

 

Una oruga contaría el verano mejor que los relojes,

la babosa es un calendario vivo de los días;

¿qué me contaría si un insecto sin tiempo

dijera que el mundo se consume?

 

 

¿NO HACES LAS VECES DE MI PADRE?

 

¿No haces las veces de mi padre o acaso el brazo erguido

por bien de mi alta torre, no se modela con su piedra?

¿No haces las veces de mi madre, o acaso no has sufrido como yo

mi vergüenza en la casa de los amantes?

¿No haces las veces de mi hermana o es que el crimen erguido

por mis altas torres no arrastras como un pecado tuyo?

¿No haces las veces de mi hermano o acaso mientras trepas

no adoras mis ventanas por sus escenas estivales?

 

¿No soy, también yo, el padre y el muchacho que asciende

hijo de la mujer, contemplador lascivo

que señala la carne y el verano en la bahía?

¿No soy también la hermana salvadora?

¿No soy todos vosotros junto al mar dirigido

adonde el ave y la caracola murmuran en mi torre?

¿Acaso como tú, por enfrentar la pulcra orilla

no soy tejar de arena o alto tejador?

 

Tú eres todos ellos, dijo la que tan largamente me diera de mamar,

todos ellos, dijo aquel que saqueara la ciudad de los niños.

El hombre-Abraham, surgió, loco para mi bien,

aquellos que devastaron y perdonaron dijeron que eran míos.

Yo, dijo la torre, soy derribada por un golpe sin tiempo.

el que arrasó mi locura de madera quedó despavorido

pues los hacedores del hombre en el anillado espectro del mar

seco-como-pasta surgen siniestros del naufragio.

 

¿No haces las veces de mi padre, tú, sobre la arena destructora?

Tú eres el señor de tus hermanas, dicen con voz de alga,

la sal que la yegua lamió, y los predilectos de la tierra

los que juegan a verdaderos señores y señoras.

¿Seré yo aún la casa del amor sobre el contrasentido de la tierra,

desgracia para los albañiles del viento en mi refugio?

La casa del amor, responden ellos; y la torre de muerte

nada conoce de la tumba devoradora del pecado.

 

 

DE LOS SUSPIROS

 

De los suspiros algo nace

que no es la pena, porque la he abatido

antes de la agonía; el espíritu crece

olvida y llora:

algo nace, se prueba y sabe bueno,

todo no podía ser desilusión:

tiene que haber, Dios sea loado, una certeza,

si no de bien amar, al menos de no amar,

y esto es verdadero luego de la derrota permanente.

 

Después de esa lucha que los más débiles conocen.

hay algo más que muerte;

olvida los grandes sufrimientos o seca las heridas,

él sufrirá por mucho tiempo

porque no se arrepiente de abandonar una mujer que espera

por su soldado sucio con saliva de palabras

que derraman una sangre tan ácida.

 

Si eso bastase, bastaría para calmar el sufrimiento,

arrepentirse cuando se ha consumido

el gozo que en el sol me hizo feliz,

qué feliz fui mientras duró el gozar,

si bastara la vaguedad y las mentiras dulces fueran suficiente,

las frases huecas podrían soportar todo el sufrimiento

y curarme de males.

 

Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,

la mente retorcida, el lomo claramente formado,

que busca a tientas la sustancia bajo el plato del perro,

el hombre debería curarse de su mal.

Pues todo lo que existe para dar yo lo ofrezco:

unas migas, un granero y un cabestro.

 

AFERRA ESTOS ANTIGUOS MINUTOS EN EL MES DEL CUCU

 

Aterra estos antiguos minutos en el mes del cucú,

al pie del cuarto magro obstáculo en la colina de Glamorgan

mientras los verdes capullos suben hacia el cielo a la deriva del tiempo;

el tiempo, como un hidalgo, caballero de obstáculos

corre sobre las vallas con su sabueso a los talones

y desde el sur exangüe caza a mis hombres y a mis hijos.

 

Campo, tu pasatiempo es el verano, y las chacras de diciembre

descansan de las grullas y la acuática torre de los árboles fértiles,

nada resbala en este quinto mes y han huido los pájaros;

aferraos mis niños campesinos, al mundo de los cuentos,

al follaje que muere como se abate el ciervo entre sus huellas,

a la estación primera ya franqueada, hasta los juegos del verano.

 

Y ahora los cuernos de Inglaterra en el sonido de los formas,

convocan a vuestros jinetes de nieve, y la colina de cuatro cuerdas

que resuena en las tripas del mar, pone vida en la roca;

zarzas y armas y valles mientras las piedras se levantan,

crujen como un resorte defectuoso, como un abril rompehuesos,

confunden al cazador del obstáculo magro y la esperanza poderosa.

 

Cuatro estaciones sigilosas caen sobre las tierras escarlatas,

acecha el rostro de mis hijos con una cola ensangrentada,

el tiempo con salto de jinete desde el valle adornado,

sosteneos, mis amados campesinos, pues un halcón desciende,

el Glamorgan dorado se arquea ante la caída de los pájaros.

Tu pasatiempo es el verano mientras la primavera corre enfurecida.

 

 

UN TIEMPO HUBO

 

¿Hubo un tiempo

en que los danzarines con sus violines

en los circos de niños olvidaban sus penas?

Un tiempo hubo en que podían llorar sobre los libros

pero el tiempo asentó su gusano en las huellas.

Ellos no están a salvo bajo el arco del cielo.

Lo más seguro en esta vida es lo que nunca se conoce;

bajo los signos del espacio ellos, los que no tienen brazos

tienen manos limpísimas y así como el fantasma sin corazón

es el único ileso, así el ciego es quien ve mejor.

 

AHORA

 

Ahora

di que no

hombre, áspero hombre

áspero amante mío

cimienta la honda roca y arroja el ancla florecida.

por temor de que él salte hacia el centro en el polvo

y traicione, el muy tonto, la dureza de su ira.

 

Ahora

di que no

señor, que sea un no el que digas,

la muerte al sí,

el sí a la muerte, al hombresí y su respuesta,

que aquel que separó a sus hijos con cuidado

con un golpe de sierra no deje sin hermano a la hermana.

 

Ahora

di que no

que digas no, señor

sí los muertos se agitan,

y esto y no aquello, es la sombra, el cuervo posado.

el que yace en lo bajo con la ruina en su oreja,

la marea del gallo lanzada desde el fuego.

 

Ahora

di que no

para que el astro caiga

para que el globo falle

para que el sol místico se suelte, esposo de la luz,

el sol que salta en vano arriba de los pétalos

el caballero fracasado que cabalga en la flor.

 

Ahora

di que no

y al demonio

ese sello del fuego

la muerte de talones hirsutos y el fantasma horadado en madera,

nosotros me han convertido en místico como el brazo del aire

la vena que va y vuelve, el prepucio y la nube.

 

 

POR QUÉ EL VIENTO DEL ESTE

 

Por qué el viento del este es frío y es fresco el viento sur

no se sabrá hasta que la fuente de los vientos se seque

y nunca más el oeste se ahogue

en los vientos que transportan la fruta y la corteza

de centenas de otoños;

por qué la seda es suave y la piedra es hiriente

el niño preguntará todos los días,

por qué su sed se apaga con la lluvia nocturna

y también con la sangre de los pechos.

No tendrá más que una respuesta negra.

 

¿Cuándo vendrá Jack Frost? [1] preguntan los chiquillos.

¿Podrán aprisionar una coleta entre los puños?

Hasta que su polvo, desde arriba y abajo

salpique un largo sueño último en los ojos de los niños

y la penumbra se llene de espectros infantiles,

no habrá de resonar desde los techos una respuesta blanca.

 

Todas las cosas se conocen, la asamblea de estrellas

convoca a cierta dicha a viajar con los vientos,

aunque lo que preguntan las estrellas

cuando echan a rodar las torres del espacio

una estación tras otra

se entiende apenas hasta que ellas se esconden.

 

Oigo la dicha y "sé dichoso"

algo como un cencerro resuena en los pasillos,

y "no hay respuesta alguna" y yo no tengo

respuesta para el llanto de los niños

no me llega del eco ni del hombre de escarcha

ni de cometas espectrales sobre puños en alto.

 

HACE UNA PENA

 

Hace una pena,

ella a quien yo abrazaba en los pastos y la flor,

golpeada por el agua desde la espina en forma de guadaña.

mar y viento de infierno,

un tallo abigarrado que asaltaba la torre,

doncella rosa y macho,

o, venus en el mástil, que a través de la cuenca del remero

navegaba hacia el sol;

 

ella, la que es mi pena,

una crisálida abriéndose en el hierro.

arrebatada por mi dedo macho, el plomizo capullo

disparado a través de la hoja,

era quien se doblaba sobre la vara florida

Aarón rosa arrojada al infortunio,

el cuerno y la bola del agua sobre la rana

que moraba en la costa.

 

Y ella la que reposa,

como el éxodo, un capítulo más allá del jardín.

fulgurante en su anillo la cólera del lirio,

arrastraba en los días

las jarcias de su herencia, las guerras del perdón,

sobre el campo y la arena

los doce triángulos del viento querubín

cincelaban sus pasos.

 

Entonces, ¿quién es ella,

ella la que me abraza? El mar de gente la transita

expulsa al padre del asolado campamento;

las cavernas de la forma

forman todos sus vástagos con la voz larga del agua.

porque ella a quien poseo,

tumba de manos rústicas encajonada en el amor,

se alza ante las tinieblas.

 

Y la noche está cerca,

es una macilenta forma que salta sobre ella, tiempo y ácido

yo le digo: antes que el gallo sol

eche al fuego sus huesos

que respire a sus muertos, por la semilla y la materia

que se arrastra en sus mares,

así cruza la mano con sus severos y gitanos ojos

y se cierra su puño.

 

 

QUÉ PRONTO EL SOL SIRVIENTE

 

Qué pronto el sol sirviente

(el señor mañana vigila)

puede desentrañar el tiempo y el armario de piedra,

(la niebla tiene un hueso

que a golpes de trompeta se investirá de carne)

vaciarse para vestir a todos mis cartílagos

y que el huevo desnudo quede erguido,

 

el señor mañana en su esponja,

(la herida registra)

y la nodriza de los gigantes junto a la cuenca hendida del mar,

(la niebla con su chorro

les habla a usted y a ustedes, mis maestros,

mientras su extraño hombre-mañana sopla a través del alimento.

 

Todos los nervios para servir al sol,

el rito de la luz,

interrogo a una garra desde la osamenta del ratón,

y con hilos y sábanas

le echo una trampa a la piedra de larga cola,

dejad aullar al suelo que soy el hombre mordedor

y que se asome el afelpado muerto.

 

Cuándo podré, señor

(el señor-mañana estampa dos pisadas de agua

en el suelo sembrado)

elevar una lámpara,

o animar una nube,

o llenar un sudario con una forma viva,

invisible en el tronco.

 

Una pierna larga como los árboles

este señor de adentro,

niño y hombre, oscuridad para sus ojos,

aquél, dotado de ojos como úteros, llora

y todo el dulce infierno sordo como la oreja de una hora,

agosta maldiciendo la voz de la trompeta.

 

HAY OREJAS QUE OYEN EN LAS TORRES

 

Hay orejas que oyen en las torres

hay manos que rezongan en la puerta,

hay ojos que en los aleros ven

los dedos en los cerrojos.

¿Debo abrir o quedarme

solo hasta el día en que muera

sin ser visto por extraños ojos

en esta casa blanca?

Manos, ¿qué guardáis, el veneno o las uvas?

 

Más allá de esta isla ceñida

por un delgado mar de carne

y una costa de hueso,

la tierra yace fuera del sonido

y las colinas fuera de la mente.

Ni pájaros ni peces voladores

turban el reposo de esta isla.

 

Hay orejas que en esta isla oyen

pasar al viento como un fuego,

hay ojos que en esta isla ven

zarpar los barcos en la bahía.

¿He de correr hacia los barcos

con el viento en el pelo

o he de quedarme hasta el día en que muera

sin dar la bienvenida a marinero alguno?

Barcos, ¿qué guardáis?, ¿el veneno o las uvas?

 

Hay manos que rezongan en la puerta,

barcos que zarpan de la bahía,

la lluvia golpea la arena y el tejado.

¿He de recibir al extranjero

y al marinero dar la bienvenida,

o he de quedarme hasta el día en que muera?

 

Manos del extranjero y amarras de los barcos

¿qué guardáis, el veneno o las uvas?

 

 

ALIMENTA LA LUZ

 

Alimenta la luz y no cubras el rostro humano de la luna,

ni manejes los vientos que no arrasan los huesos,

pero arranca a su círculo la médula de doce vientos;

domina la noche y no seas el sirviente del muñeco de nieve

que cincela cada tupido elemento del aire

en estrella polar clavada en un carámbano.

 

Alimenta el murmullo de la primavera, no rompas los huevos del gallo joven,

ni empujes otra vez la estación a los higos,

injerta en cambio en tu país esas cabalgatas de cuatro frutos;

cultiva los lugares ardientes en tiempo de la escarcha,

siembra granos de nieve por los huertos de ojos encarnados,

y en tus jóvenes años el siglo vegetal.

 

Y siémbralo todo, no olvides el terreno del señor de las moscas,

ni, como un trasgo hagas brotar la simiente del búho,

cerca con tus costillas de hechicero este planeta en forma de corazón;

de las voces mortales a los coros de ingenuos,

señor hacendado de lo alto, haz que surjan los cantos de la nube,

y arráncale una música de mandrágora a las raíces de la médula.

 

Rueda inhumanamente sobre esta cresta giratoria,

oh anillo de los mares no sufras cuando parta

lejos de todos mis amantes mortales con sonrisa a estribor;

ni cuando mi amor yazga en el flujo de cruzados huesos

desnudo entre los pájaros que registran el viento traspasados de flechas

habrás tú de girar como veleta sobre un eje encrespado.

 

Quien al darles la forma dio color a los mares

modeló a mi prójimo de arcilla y en tiempos del diluvio

llenó el arca del cielo con sus parejas coloreadas;

oh, tú el que eres gloria en los mapas informes

traza ahora desde mi ser al mundo, tal como yo he creado

de tu círculo en marcha una gozosa imagen de los hombres.

 

LA MANO QUE FIRMÓ EL PAPEL DERRIBÓ UNA CIUDAD

 

La mano que firmó el papel derribó una ciudad;

cinco dedos soberanos tasaron el aliento,

duplicaron el globo de los muertos y dividieron un país;

estos cinco reyes dieron la muerte a un rey.

 

La mano poderosa lleva a un hombro inclinado,

los nudillos se crispan en la tiza;

una pluma de ganso puso final al crimen

que había puesto fin a la palabra.

 

La mano que firmó ese pacto engendró fiebre,

y creció el hambre y vino la langosta;

grande es la mano que domina al hombre

tan sólo con un nombre borroneado.

 

Los cinco reyes cuentan los muertos pero no mitigan

la herida en su costra ni acarician la frente;

una mano rige la piedad como otra rige el cielo;

las manos no tienen lágrimas que derramar.

 

 

SI LOS FAROLES BRILLARAN

 

Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría

preso en un octógono de insólita luz,

y todos los muchachos del amor

se cuidarían de perder la gracia.

Los rasgos de sus íntimas tinieblas

están hechos de carne, pero que venga el falso día

y que los labios de ella pierdan sus ajados colores,

que el traje de la momia muestre un antiguo pecho.

 

Me han dicho que piense con el corazón

pero el corazón, como el cerebro, conduce al desamparo;

me han dicho que piense con el latido,

que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se acelere

hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados

tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el caballero quieto

cuya barba se agita en el viento de Egipto.

 

He oído el contar de muchos años

y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.

 

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque

aún no ha tocado el suelo.

 

 

HE ANSIADO ALEJARME

 

He ansiado alejarme

del siseo de la mentira desgastada

del incesante grito de los viejos terrores

que crecen más terribles cuando el día

traspasa la colina y entra en el mar profundo;

he ansiado alejarme

de la repetición de los saludos,

porque hay fantasmas en el aire

y en la página sonidos fantasmales

y un tronar de llamados y de notas.

 

He ansiado alejarme, pero temo,

alguna vida, aun intacta podría estallar

de la vieja mentira que arde sobre el suelo

y crepitando en el aire dejarme a medias ciego.

Ni por el miedo antiguo de la noche,

el sombrero que se quita del pelo,

o los labios fruncidos en el teléfono,

me harán caer ante la pluma de la muerte.

No quisiera morir de todo esto,

la mitad es convención, la otra mitad mentira.

 

 

HALLA LA CARNE SOBRE LOS HUESOS

 

Halla la carne sobre los huesos que pronto estarán desnudos,

y bebe en los dos riscos de leche,

la más alegre médula y las heces

antes que los pechos de las damas sean harapos

y sus piernas jirones.

No turbes, hijo mío, las mortajas

pero cuando las damas se vuelvan frías como piedras

cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos.

 

Sublévate contra las ataduras de la luna

y el parlamento de los cielos,

los oficios de rey del mar maléfico,

la autocracia de la noche y el día,

la autarquía del sol.

Sublévate contra el hueso y la carne,

la orden de la sangre, la maliciosa piel,

y el gusano que no puede asesinar ningún hombre.

 

'"La sed se me ha extinguido, se me ha apagado el hambre,

resquebrajado está mi corazón;

mi cara en el espejo es macilenta

mis labios se han marchitado a besos,

mis pachos están flacos.

Una alegre muchacha me tomó por un hombre,

hice que se tendiera para contarle su pecado

y puse a su costado una rosa con cuernos".

 

El gusano al que ningún hombre puede matar

y el hombre al que no puede colgar ninguna soga

se sublevan contra el sueño de mi padre

que grita a la sucia arpía en la enramada de los cerdos rojizos

que se tienda a sus pies.

No puedo asesinar como un tonto

la luz del sol y la estación, la gracia, y la muchacha,

ni hacer más suave el dulce despertar.

 

La negra noche aún asiste a la luna

y sigue el cielo aplicando sus leyes,

el mar me habla con voz de rey,

la oscuridad y la luz no son enemigas

sino una sola compañera.

"¡Guerra a la araña y al reyezuelo!

¡Guerra al destino del hombre!

¡Muera el sol!".

Antes que la muerte te prenda, oh, toma de vuelta todo esto.

 

 

EL DOLOR, LADRÓN DEL TIEMPO

 

El dolor ladrón del tiempo hacia afuera se arrastra

del sepulcro nimbado por la luna con los años navegantes,

la sota de la pena se marcha sigilosa

desde la fe, hendida por el mar, que puso de rodillas al tiempo,

los viejos olvidan los llantos,

reclinan el tiempo en la marea y a veces el viento se detuvo de golpe.

 

Reclaman a los náufragos

que cabalgan a la luz del mar en un sendero sumergido,

los viejos olvidan el dolor,

y las toses crispadas y el albatros suspenso,

arrojan hacia atrás el hueso de la juventud

y el ojo de sal tropieza en el lecho

donde yace la que tiró de la alta mar en un tiempo de cuentos

y eternamente yace abrazada al ladrón.

 

Ahora, sota, padres míos, dejad al tramposo con cara de tiempo,

desde su manga centellea la muerte,

con su botín de burbujas en un saco fecundo

que se deslice a la tumba del padrillo,

proscripto con mirada de fiera a través de una grieta castrada

y libere los féretros gemelos del dolor,

no hay silbato de plata que pueda perseguirlo

entre las semanas montañosas de días

hasta el día de la muerte,

las burbujas robadas llevan consigo mordeduras de serpientes

y dientes como ojos aún vivos.

No hay tercer ojo que explore un sexo de arco iris

que haya tendido un puente entre las mitades del hombre.

Todo se quedará y ha de moldearse con los ladrones de mis padres

en ese golfo, abierto sobre la tumba.

 

 

Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO

 

Y la muerte no tendrá dominio.

Los hombres desnudos han de ser un solo

con el hombre en el viento y la luna poniente;

cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,

ellos tendrán estrellas en el codo y el pie;

aunque se vuelvan locos serán cuerdos,

aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,

aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;

y la muerte no tendrá dominio.

 

Y la muerte no tendrá dominio.

Los que hace tiempo yacen

bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,

retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,

atados a una rueda no serán destrozados;

la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,

y habrán de traspasarles los males unicornes;

rotos todos los cabos, ellos no estallarán.

Y la muerte no tendrá dominio.

 

Y la muerte no tendrá dominio.

Ya las gaviotas no gritarán en los oídos

ni romperán las olas sonoras en las playas;

donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca

levante su cabeza a los embates de la lluvia;

y aunque ellos estén locos y totalmente muertos

su cabezas martillearán en las margaritas;

irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,

y la muerte no tendrá dominio.

 

 

ENTONCES MI NEÓFITO ESTABA

 

Entonces mi neófito estaba

—niño de blanca sangre arrodillado

bajo la campana de las rocas—

sumergido en los doce mares apóstoles,

el que devana los relojes de agua

anuncia un día y una noche verde.

Mi mar hermafrodita,

el caracol del hombre en su nave de fuegos

que incendia las cubiertas roídas

sabía todos sus horribles deseos

el trepador del sexo de agua

anuncia la roca verde de la luz.

 

En estos laberintos

hebras de la marea y calleja de escamas

abrazados a una valva inflada por la luna

¿quién huye hacia las velas mustias de las ciudades

plegadas en la casa y en el infierno de los peces

y no sucumbe ante sus verdes mitos?

Despliega las fotografías de sal,

el paisaje del dolor, el amor en sus óleos

espejos desde el hombre a la ballena

para que el niño verde vea como un cáliz

a través de la vela y la aleta, del fuego y el cordel

al tiempo en su sendero de velámenes.

 

El filma mi vanidad.

Arrojados al viento por los fuegos rodantes.

sobre las aguas llegan

desde sus casas y jardines de infantes

niños que hablan con las manos,

junto con el enmascarado muchacho sin cabeza.

El que devana la escena que marcha con el tiempo

ovilló su carrete y su misterio

como una esfera hecha de lagos

luego arrojó en la pantalla alzada de mareas

la imagen del amor hasta que un mar dramático

rompió los huesos de mi corazón.

 

¿Quién asesina mi historia?

El pedernal, la navaja del agua y la brusca guadaña

han baldado la hilera de los años.

¿Quién, con proféticos ojos,

podría arrancar esa huella sin forma

de los pasos futuros de tu sombra?

El tiempo me mata sin piedad.

"El tiempo no te matará", dijo él,

"ni el verde embrión habrá de ser herido;

"¿Quién podría arrancarte el corazón aún intacto

a ti, oh inmaduro que nos has nacido y que no has muerto'.'"

Vi al tiempo asesinarme.

 

EN DIRECCIÓN AL ALTAR BAJO LA LUZ DEL BUHO

 

I

 

En dirección al altar, bajo la luz del búho, a mitad del camino de la casa

el caballero con sus furias, declina hacia la tumba;

Abadon en pellejo arrancado a la uña de Adán,

devorador de mundos, con la quijada al acecho de nuevas,

un perro entre las ferias y con su horquilla,

arrancó a dentelladas la mandrágora gritando hacia el mañana.

Entonces, con monedas por ojos, este señor de las heridas,

viejo gallo de ningún sitio y del huevo celeste,

con huesos desprendidos en los vientos a mitad de su curso,

sobre una pierna en medio del ventoso naufragio,

en errante palabra vino a arañar mi cuna

esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:

él dijo: soy el héroe que viaja alrededor del mundo

y comparto mi lecho con Capricornio y Cáncer.

 

II

 

La muerte es toda metáforas, forma una sola historia;

el niño que mamó tanto tiempo se lanza hacia lo alto,

el pelícano de los círculos guiado hacia el planeta

sobre una arteria, desteta la vida que se gesta;

el niño de la breve chispa en un país informe

pronto desde la cuna enciende una vara alargada;

los huesos de Abadon en cruz horizontal

—tú, junto a la caverna sobre las negras escaleras—

hiciste repicar como hueso y espada,

al chocar con las vértebras de Adán

y nutrido por la media noche, Jacob a las estrellas.

Tus cabellos, dijo entonces el sujeto vacío,

no son más que raíces de ortigas y de plumas

que traspasan el suelo desde los cimientos

y con cabezas de cicuta en los bosques de climas.

 

III

 

Al principio fue el cordero de rodillas temblorosas

y tres estaciones muertas sobre una tumba empinada

que el carnero de Adán, en la tropa de cuernos,

tronco del gusano de arbolada cola que montó sobre Eva

desbarató a cornadas con pie de calavera y esqueleto de uñas

sobre tonantes pavimentos a la hora del jardín;

desgarrón de las bóvedas, he tomado mi cucharón de médula

en el furgón del sepulturero envejecido,

y, Rip Van Winkle, de una cuna sin tiempo

me hundí hasta el pecho en el hueso caído;

y el negro carnero, un despojo del año, viejo invierno,

es lo único vivo entre su hueste de corderos,

—hicimos tintinear en la escala los cambios de estaciones—

dijeron las antípodas y la primavera repicó dos veces.

 

IV

 

¿Cuál es el metro del diccionario?

¿la medida del Génesis?, ¿el sexo de la breve chispa?,

¿una sombra sin forma?, ¿la forma del eco faraónico?

(la forma de mi edad que sermonea el herido murmullo)

¿cuál de los sextos vientos apagó la nobleza que ardía?

(las preguntas son entes gibosos frente a seres erguidos).

¿Qué decir de un hombre de bambú en vuestras tierras?

¿de un corset de osamenta para un riño encorvado?

En la giba de astillas abrochad el corpiño,

mis ojos de camello, pasarán como aguja a través del sudario.

Lo que el amor refleja en los rostros efímeros

calla quebrado por la noche en el campo con orillas de pan,

la sonrisa que una vez se cerrara en el muro de imágenes

como un arco de luces, rechazada, por encima del penoso diluvio.

 

V

 

Y con dos pistolas surgió Gabriel del Oeste ventoso,

desde la Vía Láctea irrumpió el rey de los lunares,

las sotas con sus galas, la reina de barajado corazón;

habló el caballero impostor en su traje de espadas

negra su lengua y ebrio por la botella de la salvación.

Mi Adán bizantino en la noche se alzó.

Débil por la sangre vertida caí sobre los llanos de Ismael,

mi hambre apacigüé bajo lechosos hongos,

la marea impetuosa del Asia me abatió

y la ballena de Jonás me alzó por los cabellos,

Adán de sal marcado por la cruz hacia el ángel helado

de piernas como agujas con la negra medusa sobre colinas aceradas

junto a mares baldíos donde el oso polar citó a Virgilio

y sirenas que cantan desde nuestra señora de las algas.

 

VI

 

Máscara de tajos sobre el cráter por la marea carcomido,

en un libro de agua lleno de ojos de sebo

a la luz de la lava, reveló las vocales de ostras

y quemó los silencios de mar en una tea de palabras.

Gallo, arranca mi ojo marino, dijo el evangelio de la medusa,

amor, cercena mi ahorquillada lengua, dijo la quemante ortiga.

Y el amor arrancó el punzante ojo de la sirena,

y viejo gallo de ninguna parte le cercenó la lengua trovadora

hasta que eché a los vientos el sebo de la torre de cera

grasas de la medianoche cuando la sal cantaba;

Adán, el burlador del tiempo sobre una bruja de cartón,

los siete mares descifró, un índice del mal,

y en los detritus, las damas de pechos como gaitas

derritieron la gasa ensangrentada a través de la herida en el hombre de cera.

 

VII

 

Grabad ahora el Padrenuestro sobre un grano de arroz

una Biblia con hojas de todas las maderas escritas

ceñidas a este árbol; un alfabeto que se mece,

Génesis en la raíz, la palabra espantapájaros,

y en el libro de árboles, el idioma de una sola luz.

Malditos sean los negadores cuyas palabras cambian con el viento

El tiempo es la tonada Oh Señoras con las tetas de música

peces espadas fijos en la desnuda esponja,

que a Adán, de voz sonora absorbe de la magia

tiempo, leche y magia, desde que el mundo comenzara.

El tiempo es la tonada con que las damas nos prestan su dolor,

desde raídos pabellones y la casa del pan

el tiempo sigue al ruido de la forma sobre el hombre y la nube

y deja su huella tintineante en la rosa y el hielo.

 

VIII

 

Fue la crucifixión en la montaña

los nervios del tiempo en vinagre, la tumba como horca

tan untada de sangre como las fúlgidas espinas de mis lágrimas,

es el mundo mi herida, la María de Dios en su dolor,

como tres árboles doblada y con pechos de pájaro debajo de la túnica

es la mujer de interminable herida, con alfileres en lugar de lágrimas.

Era el cielo, Juan Cristo, cada esquina trovadora

ganó la marcha de los clavos llevados hacia el cielo

hasta que el arcoiris tricolor el de mis pechos

se arrastró entre los polos alrededor del mundo y su despertar de caracol.

Yo junto al árbol de los ladrones, mediquillo de toda gloria,

castré al esqueleto en este minuto de montañoso,

y junto al reloj de viento, que del sol es testigo

padezco a los infantes celestiales en el latido de mi corazón.

 

IX

 

Desde los pergaminos y los archivos del oráculo,

los profetas y los reyes de fibra en ungüentos y tablas,

el laborioso escriba, la reina convertida en momia

visten sus pisadas de natrón con hilachas y hebillas

dibujan en el guante de huellas las tinturas extinguidas del Cairo

y derraman un halo sobre caduceos y serpientes.

Era la resurrección en el desierto,

la muerte tras las vendas burla las mascarillas de los doctos,

oro sobre esos rostros, y el espectro de lino

desposa a mi caballero de hace tanto con el polvo y las furias;

el faraón y el sacerdote se acuestan con mi noble herida,

mundo en la arena sobre el paisaje triangular,

con piedras de Odisea por guirnalda y ceniza

y ríos de difuntos en torno de mi cuello.

 

X

 

Deja que el marino del cuento en su peregrinar cristiano por la tierra

cruce a lo largo de la bahía imaginaria sobre el globo que yo mismo levanto.

donde el Evangelio del tiempo tan sólo es un despojo:

así los refugios alados a través de los ojos de las águilas

marcarán la palabra que vuela y sobre los mares imagino

la espina de diciembre clavada en un arco de arbustos.

Deja a Pedro, el primero, allí en su muelle de arco-iris

preguntar al pez grande, arrastrado de la Biblia oriental

¿qué hombre de ruibarbo, despellejado en su canal azul-espuma

ha sembrado un jardín volador en torno de ese espectro marino?

Verde como el comienzo, deja al jardín que se hunde

trepar con sus dos torres de cáscara hasta el Día

en que el gusano construya con las pajas doradas del veneno

mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo.

 

 

ACASO PORQUE EL AVE DEL PLACER SILBE

 

¿Acaso porque el ave del placer silbe luego de las púas candentes en los ojos,

será más dulce el canto del caballo ciego?

Se refugian a tiempo el pájaro y la bestia

para sufrir la cena y los cuchillos de una emoción cualquiera.

En la nieve olfateada y vertida sobre la punta de la lengua del año

que remienda la saliva como burbujas con quebrados cuartos,

un hombre enamorado, solitario, junto a los tendones de sus ojos, dos fuegos,

acampado en el chaparrón color droga del alimento y de los nervios

saborea el lengüetazo de los años

a través de un débil bosque de cabello

en un viento que desplumaba gansos,

y nunca, cuando las lenguas salvajes quiebran sus tumbas

se vuelve a contemplar la agitada raíz roja.

Porque allí hay una historia fuera de la ciudad maldita,

la esposa helada cuyos jugos erraban como un mar estático

esculpido en secreto.

Herido por la calle veloz y ardiente

¿no debo acaso detener mi gira por quedarme mirando un año viejo

tropezando y quemándome en el fango de torres y galerías

como un ajado retrato de muchacho?

Yo atavié a la persona de sal y al lugar condenado

con carne de una fábula;

si los muertos sucumben, sus estómagos tumban

a un hombre vertical en las antípodas

como el mar con cimientos de espuma y pecho de roca;

sobre la mesa del pasado yo repito esta gracia presente.

 

 

HAGO ESTO EN UNA AUSENCIA TUMULTUOSA

 

Hago esto en una ausencia tumultuosa

cuando con su collar de piedra,

cada antiguo minuto en la estación del celo

abriga mi anclada lengua, resbala por el muelle,

cuando, bendita sea la alabanza, su orgullo navegó el mástil y la fuente

y quedó deslumbrado por el océano con figura de mano

en este orgulloso árbol navegante con ramas arrastradas

por la última bóveda y el dique vegetal,

y esta casa endeble hacia los cielos con pilares de médula,

 

es desdeñada, un harapo del aliento, una maleza enmarañada,

cabeza hueca de opio, paso de cuervo resollado, soplado, entrecortado,

o, como el nudo del pecho, por la marea atado, se recogió de nuevo

o rasgó ancestralmente el himen amarrado del mar,

y en su postrer orgullo es una criatura solitaria

arrastrada por imantados vientos hacia su madre ciega,

mansión de leche y pan en un pueblo sin dientes.

 

Ella para mí crea una inocencia de ortiga

y una culpa de palomo sedoso en su orgullosa ausencia,

en las rocas vejadas la caracola de las vírgenes,

la franca perla cerrada, la fisonomía de las niñas del mar

destellan en las cuevas rizadas con huellas de sirenas,

es la doncella en el roble ruboroso, el arbusto dorado de leones,

presagia danzas de toros y lechos de ballenas,

orgullosa como una piedra amamantada y vasta como granos de arena.

 

Estos son sus contrarios: la bestia que persigue

con grave pie de sacerdote y mano de cinco asesinos

su vuelo diluido hacia columnas como nidos de cenizas,

llama al rebaño diezmado por el fuego, se derrama en el hielo,

perdida en un silencio inocuo, lacio de árboles,

la que trepa una colina en el granizo con fríos pasos pétreos

cae sobre un anillo de veranos y clausurados mediodías.

 

Construyo un arma con los huesos de un asno

y ando por arenas tumultuosas junto a la ciudad muerta,

aporreo el aire pleno, destrozo el este y derribo el ocaso,

asalto su apresurado corazón, cuelgo su valva retorcida

con venas degolladas, dejo atados sus párpados.

Tras las mandíbulas que todo lo trituran

brilla la destrucción picada por los pájaros.

 

y por ese asesino, caigo hacia la ruina

negro por el contagio, como ola que se acerca.

La ruina, ese cuarto de errores, un crucifijo caído

en el mar hacinado y en la sombra con pilares de agua,

mi orgullosa pirámide pesada en rocoso sudario:

donde, como herida en el lienzo esmeralda y el agudo viento

la cabeza del héroe yace arrancada de todas las leyendas,

con mano enguantada de soles llega quien diseca el amor

el que roe el vivo corazón sobre un diamante.

 

"El vientre de su madre tuvo una lengua que lamía el barro"

gritaron los labios desdentados, con su mordaza de capucha y cuerda,

en esa tierra luminosa de anclas donde yacía amortajado,

"Un lagarto se vuelve con el dardo de su negro veneno

para hundirlo hacia atrás en el lecho del tétano

y el blanco aliento vela la boca de la simiente"

"Mirad", repetían las viejas máscaras "cómo suben los muertos:

en el espiral sin fin del dique, un hombre es atrapado".

 

Estos ojos que una vez fueron ciegos han respirado un viento de visiones,

la raíz del caldrón en esta mano, otrora sin anillos

se esfumó como un árbol y se agitó como pájaro en llamas;

con dientes rotos y sonoros y cola y tambor de telaraña

las jaurías ajadas se alejaron de este fantasma en flor

y, tibio como el perdón desde una nube de orgullo,

el mundo, terrible hermano mío, le desnuda la piel.

 

Ahora en el gran pecho de la nube yacen países quietos,

por mares rescatados marcha mi amor desde su sitio altivo

sin heridas ni rayos en su cara,

un viento calmo sopla, alza los árboles como cabelleras.

donde una vez la sangre de la blanda nieve se hizo hielo.

Y aunque un amor tire del aire pálido, lleno de pezones

y los orgullos del mañana le devoren los ojos,

aun así hago esto en una presencia misericordiosa.

 

 

CUANDO MIS CINCO SENTIDOS CAMPESINOS VEAN

 

Cuando mis cinco sentidos campesinos vean,

se olvidarán los dedos de sus pulgares verdes

y sabrán de qué modo el amor es raspado en la escarcha

y transido de invierno,

a través del zodíaco a puñados, la cáscara de las estrellas nuevas

y el ojo vegetal del semilunio,

las orejas murmurantes mirarán el amor expulsado a redobles

bajando por la valva y la brisa hacia una playa discordante,

y ligada a las sílabas, la lengua del lince llorará

pues sus fieles heridas se han remendado amargamente.

Mis narices verán arder como un arbusto su respiración.

 

Mi corazón único y noble tiene sus testigos

en todos los países del amor que a tientas despertarán;

y cuando el sueño ciego caiga sobre los sentidos en acecho

será sensual el corazón aunque haya cinco ojos que se quiebren.

 

 

TENDIDOS EN LA ARENA JUNTO AL MAR

 

Tendidos en la arena, alerta al amarillo

y al mar austero, remedamos al que se burla

del que sigue los ríos rojos,

hueca alcoba de palabras

desde la sombra con forma de cigarra,

porque en esta tumba amarilla de arena y mar

un llamado al color llama en el viento

que es austero y alegre como tumba y mar dormidos

el uno frente al otro.

Los silencios lunares, la marea callada

que lame los inmóviles canales, el seco domador de las mareas

cercado entre el desierto y la tormenta de agua,

debería curar nuestros males del agua,

con una calma de único color;

la música celestial sobre la arena

resuena con los granos en su prisa

y esconde las mansiones y montañas doradas

de la austera y alegre tierra junto al mar.

Limitados por una lonja soberana yacemos

alerta al amarillo, deseamos que el viento lleve lejos

estos estratos de la orilla y ahogue la roja roca;

pero los deseos no son alimento

ni podemos resistir la llegada de la roca,

sólo yacer alerta al amarillo hasta que la atmósfera dorada

se rompa, oh, sangre de mi corazón, como el corazón y la colina.

 

 

ES LA CAMPANA DE LENGUA POLVORIENTA DE LOS PECADORES

 

Es la campana de lengua polvorienta de los pecadores que a los templos me ciñe

cuando el tiempo, con su antorcha y su clepsidra, como un cura de azufre,

con su talón de bestia hundido en la sandalia

marca una nave negra que se enciende desde una tea de cenizas,

con desgreñadas manos el dolor rasga el espectro del altar

y un viento de fuego asesina la vela.

 

Sobre el minuto de los coros oigo el cántico de la hora:

el santo coral del tiempo y el salobre dolor se ahogan en un fétido sepulcro

y un remolino guía el tambor de oraciones;

la caída de la luna y el emperador navegante, pálidos como sus huellas en la

                                                              [marea,

por un acaso de la muerte oyen el reloj del campanario derribado

que bate la hora del mar a través del bronce.

 

Allí, directo bajo la llama muda, en la casa derribada

tempestad, nieve y fuente en la atmósfera de fuegos de artificio,

hay una catedral serena, oscura y resonante;

el dolor, con un libro empapado y una vela bautiza al tiempo querubín

desde la silenciosa campana de esmeralda;

y en la veleta movediza

la voz del pájaro sobre el coral reza.

 

Más allá de la pila y del hueso y las plantas que tocan a rebato en la piedra

hay para siempre un niño blanco en el verano de sombría piel

que escala el muro azul de los espíritus;

desde el invierno líquido y vacío, navega el niño de colores,

sacude, en la áspera mortaja, cuando el insecto del mago lo despierta

el ding dong de las torres mudas.

 

Al decir tiempo aludo al tramposo bribón de nuestra boda

nacido a la caída de la noche, en el lado gordo de una cama animal

en un cuarto bendito en una ola;

y todos los pecadores del amor se arrodillan sobre una tela suave

ante la imagen de un punto zodiacal,

nuez moscada, algalia y perejil ofrecen los afligidos novios

que han dado a luz al dolor granuja.

 

OH HAZME UNA MÁSCARA

 

Oh hazme una máscara y un muro que me oculte de tus espías

de esos agudos ojos esmaltados y de las garras ostentosas

de la rebeldía y la violación en los viveros de mi rostro,

una mordaza de árbol, en silencio golpeado para cubrirme de los desnudos     [enemigos

hazme una lengua de bayoneta en esta oración indefensa,

vuelve mi boca flagrante y que sea una trompeta de mentiras soplada dulcemente,

dame las facciones de un tonto moldeado en vieja armadura y roble

para escudar el cerebro brillante y confundir a los indagadores,

y un dolor viudo manchado de lágrimas caído de las pestañas

para velar la belladona y hacer que adviertan los ojos secos

que otros traicionan las quejumbrosas mentiras de sus pérdidas

con los pliegues de la boca desnuda y la risa solapada.

 

 

LA CÚPULA SE ESTIRA

 

La cúpula se estira. Su imagen es una jaula de pájaros.

Desde el nido de piedra no deja que las aves cinceladas, plumosas

mitiguen sus vividas gargantas en la grava de sal,

o perforen el quebrado cielo zambullendo su ala en la maleza y su talón

un palmo entre la espuma. Los repiques defraudan la prisión de la cúpula

caen a tiempo como lluvias proscriptas, sobre aquel sacerdote, agua,

tiempo para las manos de los nadadores, música para la boca y el candado de     [plata.

Nota y plumaje se zambullen desde el garfio de la cúpula

esos pájaros que estiran el cuello son para que tu escojas

las canciones que a saltos retroceden hacia la voz labrada,

o vuelan a las campanas en invierno,

pero no regresan con el viento mudo, como los pródigos.

 

 

DESPUÉS DEL FUNERAL

A la memoria de Ann Jones
 

Después del funeral, alabanzas de necios, rebuznos,

golpes de viento en las orejas como velas, el acolchado

golpeteo de una alegre clavija sobre el pie grueso de la tumba

que clausura los párpados, los dientes en negro,

los babosos ojos, las charcas de salitre en las mangas,

el matinal chasquido de la pala que despierta el sueño,

en las tinieblas del ataúd sacude a un niño desolado

que gotea hojas secas al cortar su garganta

y saca un hueso al sol en un golpe de juicio,

tras el festín de cardos y horas llenas de lágrimas

en un cuarto con un zorro disecado y un helecho marchito,

por esta ceremonia yo estoy solo

en las horas del llanto

con Ann, la muerta, la jibosa,

cuyo embozado corazón de fuente se derramara cierta vez en charcos

en torno de los mundos asolados en el país de Gales y ahogara cada sol

(aunque ella creería esta imagen una ciega y monstruosa

alabanza engrandecida —su muerte fue una gota callada—,

no hubiera dejado que me hundiese en el chorro sagrado

del prestigio de su corazón, yacería honda y muda

pues su cuerpo quebrado no necesita de un poeta).

Pero yo, bardo de Ann, desde un hogar en alto

llamo a todos los mares a oración,

para que la leñosa lengua de su virtud murmure

como una boya de campana sobre las cabezas de los que cantan himnos,

abata las paredes del bosque lleno de helechos y de zorros

y su amor cante mecido en la parda capilla,

y bendiga con cuatro aves de paso su alma reverente.

Mansa como la leche fue su carne, pero esta estatua camino al cielo

con su pecho salvaje y la bendita, gigante calavera

se halla esculpida a su imagen en un cuarto de ventanas mojadas

en una casa ferozmente enlutada por un año nefasto.

Yo sé que sus manos agrietadas, humildes, rancias manos

yacen crispadas en oración,

su raído murmullo en una frase húmeda, su ingenio, goteando en el vacío;

su rostro como un puño al morir se contrajo en un dolor redondo

y es Ann en su escultura, setenta años de tallada piedra.

Estas manos de mármol, empapadas de nubes,

esta disputa gigantesca de la voz desbastada, del ademán y el salmo,

me asaltarán por siempre sobre su tumba

hasta que el pulmón del zorro disecado se estremezca y grite "amor"

y el helecho hamacado por el viento deje en el umbral negro sus semillas.

 

 

UNA VEZ ERA EL COLOR DEL DECIR

 

Una vez era el color del decir

empapaba mi mesa el lado feo de la colina

con un campo volcado donde una escuela callada se asentaba

y un remiendo de niñas blanco y negro en sus juegos crecía;

Yo debo deshacer esas laderas suaves

para que todo lo que se ahogó grácilmente con el canto del gallo se alce para

                                                               [matar.

Cuando silbaba yo con los granujas a través de los depósitos

a los amantes fríos y chiflados en la mugre de sus frondosas camas

la sombra de sus árboles era una palabra de muchas formas

y una lámpara de relámpagos para el pobre en la oscuridad.

Ahora mi decir será mi deshacer

y cada piedra que devane como un carrete.

 

 

NUNCA DESDE ESTA IRA

 

Nunca desde esta ira, un anticlímax

luego que el rechazo la golpeó en el lomo

y la flor coja se arqueó como una bestia para lamer las extrañas corrientes

en una tierra atada por el hambre,

ella ha de recibir una panzada de algas

ni ha de aguantar las manos fibrosas que yo toco

a través de dos mares que agonizan.

Atrás de mi cabeza un cuadrado de cielo se desploma

en la sonrisa circular mecida desde un amante al otro

y la esfera dorada hace girar los cielos;

nunca desde esta ira

después que el rechazo la golpeó como una campana bajo el agua

su sonrisa ha de nutrir aquella boca, tras el espejo,

que arde a lo largo de mis ojos.

 

CÓMO EL ANIMAL QUE HAY EN Mí

 

¿Cómo el animal que hay en mi

cuya forma embrujada yo dibujo en el cráneo cavernoso

vehículo de pústulas y caracola de exultación,

soportará el entierro bajo el muro de hechizos,

el velo tantas veces invocado que amortaja la cima de la cara,

quién se enfurecería

ebrio como un gusano de las viñas, como un pulpo azotado,

rugiendo, arrastrándose, pendenciero

con los climas de fuera

el natural anillo de los cielos desnudos

descendido a sus ojos de fantasma?

 

¿Cómo habrá de hechizar,

una tierra brutal en el límite frío de los días campestres

hacia el macho clavado en una llama curva a medianoche,

que funde las leoninas garras y la herradura del corazón

para trotar con una hembra ruidosa por los lechos de heno de una milla,

amar y trabajar y asesinar

en una luz ligera, dulce y cruel hasta que brote la tierra aprisionada

y el negro mar estalle en regocijo,

los intestinos se revuelvan,

la zarpa de las hoscas venas estruje desde cada partícula rojiza

la voz quemada e iracunda?

 

Los pescadores de tritones

se arrastran y murmuran sobre la marea mientras hunden el

                                             [hechizado anzuelo curvo

con mordisco nupcial de pan dorado, con un viviente ovillo,

lengua y oreja en el hilo,

pesco en las cuevacharcas animales de ensalmos y de hueso,

cercadas por los templos y presas en guedejas

y dibujo un tentáculo,

clavado con un ojo abierto en un cuenco de heridas y maleza

para abrochar mi furia contra el suelo

y abatir la grandeza de su sangre;

nunca la bestia ha de nacer para alzar estos mares escasos

o suspender el día sobre un cuerno.

 

Largo suspiro, frío barro, mentira rota,

alto arrojo, aturdido en las agallas de la piedra; solapadas tijeras bruñidas en la [escarcha

repiquetean a través del grosor de la fuerza, el amor labrado en los pilares cae

con el ave tallada, con el santo y el sol, la boca de la doncella naufragada entre [espigas

cuelga como un arbusto frutecido de llamas, el delirio de los ojos vehementes

cercena el gesto del aliento.

Muere entre plumas rojas cuando se corta el cielo

y rueda con la tierra golpeada:

seca mentira, descanso robado, bestia mía.

Te han echado a puntapiés de una caverna oscura,

has saltado al relincho de la luz

y te has cavado la tumba en mi pecho.

 

 

LA LOSA DECÍA LA FECHA DE SU MUERTE

 

La losa decía a fecha de su muerte.

Me detuve a la vista de sus dos apellidos.

Una virgen casada reposaba.

Se casó en este sitio invadido de lluvias

que descubrí un buen día por azar,

antes que en el regazo de mi madre oyera

o viera en la caracola del espejo

el hablar de la lluvia a través de su frío corazón

y al sol asesinado en su semblante.

No puede decir más la gruesa piedra.

Antes de que ella se tendiera en la cama de un extraño

con una mano hundida entre su pelo,

antes que una lengua lluviosa devolviera los golpes

a través de diabólicos años y muertes inocentes

hasta llegar al cuarto de algún hijo secreto,

oí decir más tarde entre los hombres

que lloró al ver desnudos

sus miembros ataviados de blanco

y contemplar sus colorados labios

ennegrecidos por los besos;

que lloró en su dolor con muecas en el rostro,

y que habló y lagrimeó

aunque sonriera su mirada.

 

Yo que vi en una rápida película

a esta loca heroína y a la muerte

encontrarse una vez, sobre un muro mortal

la oí hablar a través del astillado pico

del pájaro de piedra que la guarda:

"Morí antes que llegara

la hora de ir al lecho

pero rugió mi vientre mientras tanto

y sentí en la desnudez de mi caída

una cabeza roja y áspera que irrumpía llameante

y el amado diluvio de su pelo”.

 

SIN TRABAJAR CON LAS PALABRAS

 

Sin trabajar con las palabras durante tres meses estériles

en el vientre sangriento del año rico y la gran bolsa de mi cuerpo

censuro amargamente mi oficio y mi pobreza:

 

Tomar, dar, eso es todo, devolver lo que se da con hambre

soplar hacia los cielos a través del rocío las libras del Maná,

el bello don de la charla rebota contra una vara ciega.

 

Elevarse, alejarse de la riqueza humana es gustar a la muerte

que al fin arrasará con los dineros del aliento marcado

y contará los misterios robados, traicionados en una maligna oscuridad.

 

Rendirse ahora es pagarle dos veces a ese ogro insaciable.

Bosques antiguos de mi sangre, precipitaos a la cuenca de los mares

si me pongo a quemar o resarcir el mundo lo cual es la tarea de cada uno de los   [hombres.

 

UN SANTO A PUNTO DE CAER

 

Un santo a punto de caer,

las planicies manchadas de los cielos golpearon y rozaron

los ruedos en forma de cometa de su besado manto,

en la última calle los gestos alabaron

el destejerse como canción junto a la roca,

de la pared labrada

de la casa paterna en las arenas,

y el esfumarse del musical trabajo de los puertos y el cloquear de las campanas,

la tos herida del reloj, medidor de la sangre

tras un rostro de agujas,

sobre el etna angelical de las últimas tierras de plumas aleteantes

con pie calzado en viento en el hueco de una bola de fuego

entonó himnos a sus rebaños que se marchitaban,

en el último extremo de la parva junto a pozos rebosantes de vino,

hambriento, cantó al cielo

y al veloz Pandecristo cortado que escupía vinagre

y todos los asombros de su lengua lisonjera y envidiosa

se incrustaban en fuego y caracolas.

 

La gloria estalló como una pulga

los sagrados bosques de velas con sus hojas de sol

echaron baba sobre un árbol chamuscado

encapotándolo de negros brotes,

las dulces barcas con aletas de peces que acarreaban sangre

se tambalearon en un mar a pique

con sus presas de algas y de pajas,

con su caída cayó el cielo y una exhausta campana golpeó en el

                                                  [aire abandonado.

 

Oh despierta en mí, en mi casa en el barro

del cruce de las riberas quejumbrosas,

echado a latigazos de la carbólica ciudad confunde en un lecho de penas

las bases huidizas del cielo familiar,

los tejados altivos de las nubes.

Desde un extraño cuarto en una casa dividida mira fijo,

con la leche en la boca, los agrios diluvios

que entierran la dulce calle lentamente,

mira como la calavera de la tierra se arma con una guerra de cabellos

y cerebros ardientes.

 

Golpea en la ciudad-bomba-de-tiempo,

levanta las vivientes vigas del tambor del oído,

tira tu miedo como un fardo de piedra,

a través del asilo sombrío,

envuelto entre gemidos de Herodes

mientras penetran sus espadas

pues los ojos ya han sido asesinados,

se fuerza el gastado corazón

y la agonía tiene otra boca que alimentar.

Oh despierta y mira, luego de una caída noble

de nuevo el viejo sumidero fangoso, el sórdido pesar

gotea desde las manos de estropajo y la estrujada esponja de la frente,

el aliento retrocede como un rayo a través del aceite blanquecino

y un extraño penetra como el hierro.

Grita de gozo que este segundo con cara de comadre y de bruja

te intimida hacia el brusco mar tan suavemente

y un látigo hecho del pulgar y del sol

convierte en una playa de toros estruendosa

tu isla silenciosa, cercada de muchachos.

 

 

"SI MI CABEZA CAUSARA EL MÁS MÍNIMO DOLOR"

 

"Si mi cabeza causara el más mínimo dolor

vuelve a encerrar el hueso descendido. Si el globo intacto de mi aliento

chocara en un conducto deja que salten las burbujas.

Es mejor ceñirme la garganta con el gusano de las sogas

que alardear un amor enfermizo en esa escena de pañales.

 

"Todos los estribillos caben en tu anillo de reñidero;

he de peinar los bosques enredados con un guante en la lámpara,

picotear, correr, bailar sobre las fuentes y zambullirme en el tiempo

antes de que reduzca a martillazos el fantasma, el aire,

aporree la luz y ensangriente un cuarto sonoro.

Si mi arribo encorvado y simiesco es cruel

arrójame con ira a la casa en que me hicieron. Mi mano se desata

cuando tú coses la profunda puerta. La cama es un lugar de aflicción.

dóblate como un arco si mi travesía te doliera

o haz una sombra renga y sin jinete que gotee nueve meses fluidos"

 

"No. Ni por el lecho deslumbrante de Cristo

ni por un sueño nacarado entre encantos y partículas suaves

mi amor, yo cambiaría mis lágrimas o tu cabeza de hierro.

Mi hijo o hija, nada te empujará a la fuga, nada, nada,

aunque se rompan las pesadas multitudes acuáticas del cielo.

 

Ahora con mi gozo por cueva, a despertar, envainado de gestos

hacia la angustia y la carroña, hacia el infante que nunca será libre;

oh mi amor perdido, arrojado de un buen hogar;

la semilla que rápida se asoma al borde de la tumba

tiene una casa y una voz, y aquí y allí debes recostarte y llorar.

 

"Descansa ahora sin elección posible en la semilla destinada al polvo

junto al pecho henchido de mares.

No hay regreso por las aguas de las calles gordas ni por los flacos caminos de los   [huesos.

La tumba y mi calmo cuerpo están cerrados como una piedra a tu regreso

y el sufrimiento abre el principio sin fin de los prodigios."

 

 

VEINTICUATRO AÑOS

 

Veinticuatro años rememoran las lágrimas de mis ojos.

(Enterrad a los muertos para que no marchen penosamente hacia la tumba.)

En el dique de la puerta natural me acurruqué como un sastre

que cosiera la mortaja para una travesía

bajo la luz del sol devorador de carne.

Vestido para morir comencé el contoneo sensual

las venas rojas llenas de dinero,

en dirección final a la ciudad rudimentaria

avanzo mientras dure lo que existe para siempre.

 

 

LA CONVERSACIÓN DE LOS REZOS

 

La conversación de los rezos que está por pronunciar

el niño que se acuesta y el hombre en la escalera

que trepa al cuarto alto donde muere su amante,

sin que al niño le importe a quien verá en sus sueños

mientras el hombre llora, temiendo hallarla muerta,

 

se enciende entre las sombras el sonido que se habrá de elevar,

ellos lo saben, hacia los cielos que responden desde los suelos verdes

desde el niño en su cama y el hombre en la escalera.

Ese sonido a punto de decirse en las dos oraciones

por el sueño en una tierra a salvo y el amor que agoniza

 

serán la misma pena que se eleva. ¿A quién aliviarán?

¿Dormirá el niño ileso o ha de llorar el hombre?

La conversación de los rezos a punto de decirse

cambia a los vivos y a los muertos y el hombre en la escalera

no encontrará esta noche a su amor agonizando en el cuarto de arriba

 

sino viva y caliente gracias al fuego de su cuidado.

Y el niño, sin cuidar a quien llega su oración,

se ahogará en una pena tan honda como su tumba cierta,

y advertirá esa onda de sombríos ojos, a través de los ojos del sueño,

que lo arrastra hacia arriba, hacia alguien que ha muerto.

 

 

NEGATIVA A LAMENTAR LA MUERTE POR FUEGO DE UNA NIÑA EN LONDRES

 

Jamás hasta que la humanidad hacedora

de la bestia, el pájaro y la flor,

del procrear y toda la oscuridad humillante,

diga con el silencio la última luz rompiente

y la hora tranquila

haya venido desde el mar brincando en su montura,

 

y yo deba penetrar de nuevo

en el redondo Zion de la burbuja de agua

y en la sinagoga de la espiga

dejaré que la sombra de un sonido rece

o sembraré mi simiente de sal

en un mínimo valle de cilicio, por lamentar

 

la majestad y el arder de esta muerte de niña.

No asesinaré

la humanidad de su partida con una verdad grave

ni blasfemaré por las estaciones del aliento

con alguna tardía

elegía de inocencia y juventud.

 

Honda, con los primeros muertos yace la hija de Londres

ataviada por los amigos perdurables

los granos sin edad, las venas oscuras de su madre,

secreta junto al agua sin quejas

del Támesis jinete.

Tras la primera muerte ya no hay otra.

 

 

POEMA DE OCTUBRE

 

Cumplía treinta años, mi aniversario despertó hacia el cielo

cuando oí cómo hacía señales la mañana

con la oración del agua y el grito de cornejas y gaviotas

y el roce de las barcas en el muro trenzado por las redes

desde el puerto y los bosques vecinos

y los mejillones en sus charcas y la playa con garzas clericales

para que en un segundo me pusiera de pie

y echara a andar en el pueblo todavía dormido.

 

Mi cumpleaños empezó con los pájaros acuáticos

y con pájaros de árboles alados que volaban mi nombre

sobre las granjas y los blancos caballos

y yo me levanté en el lluvioso otoño

y eché a andar en el chaparrón de todos mis días,

Era en la pleamar y las garzas buceaban cuando tomé el camino fronterizo

y aun estaban cerrados los portales del pueblo

mientras el pueblo se iba despertando.

 

Toda una primavera de alondras en una nube rodante

y las matas a orillas del camino desbordaban de mirlos silbadores

y el sol de octubre a la manera del verano

sobre el hombro del cerro

fueron climas amigos y hubo dulces cantores

que llegaron de pronto en aquella mañana por la que yo vagaba

y escuchaba cómo se escurría la lluvia;

frío, el viento soplaba

en el bosque, muy lejos, a mis pies.

 

Pálida lluvia sobre el puerto encogido

sobre la iglesia mojada por el mar, tan pequeña

que semejaba un caracol con sus cuernos a través de la niebla

y del castillo pardo como los búhos;

pero todos los jardines de primavera y de verano

florecían en los cuentos fantásticos

detrás de la frontera y abajo de la nube invadida de alondras.

Allí podía yo maravillarme

mi cumpleaños se iba yendo pero el tiempo giraba alrededor.

 

Girando me apartaba del país jubiloso

bajaba por el aire cambiado y por el cielo alterado de azul

fluía de nuevo una maravilla de verano

con manzanas y peras y grosellas rojas:

y vi tan claro en el rodar del tiempo

aquellas olvidadas mañanas cuando un niño paseaba con su madre

por entre las parábolas del sol

y las leyendas de las verdes capillas

 

y por los campos de la infancia ya dos veces contados

porque sus lágrimas quemaron mis mejillas y su corazón se conmovió en el mío.

Estos eran los bosques y era el río y el mar

allí donde un muchacho

en el verano atento de los muertos

murmuraba la verdad de su gozo

a los árboles, las piedras y el pez en la marea.

Y el misterio cantó vivo

en el agua y en el gorjeo de los pájaros.

 

Y allí podía yo maravillarme

mientras mi cumpleaños se alejaba aunque el clima diera vuelta en redondo

y el gozo verdadero del niño muerto hace tanto tiempo

cantaba ardiendo bajo el sol.

Cumplía treinta años hacia el cielo y en el mediodía del verano

aunque la villa al fondo se cubriera de hojas por la sangre de octubre

oh que en este alto cerro

a la vuelta de un año

la verdad de mi corazón se cante todavía.

 

ESTE LADO DE LA VERDAD

(para Llewellyn)

 

De este lado de la verdad,

quizá tú no veas, hijo mío,

rey de tus ojos azules

en el país cegador de la juventud,

que todo está por hacerse

bajo los cielos indiferentes

de inocencia y de culpa

antes que intentes sólo un gesto

con la cabeza o el corazón,

todo se ha unido y disgregado

en la ventosa oscuridad

como el polvo de los muertos.

 

Lo bueno y lo malo, dos maneras

de andar entre tu muerte

por este mar triturador,

rey de tu corazón en los días ciegos,

vuelan como el aliento,

van llorando a través de ti y de mí

y de las almas de todos los hombres

hacia la inocente oscuridad

y la culpable oscuridad

y la buena muerte y la mala muerte

y por fin en el último elemento

vuelan como la sangre de los astros,

 

como las lágrimas del sol,

como la semilla de la luna,

basura y fuego, en el bullicio volador

del cielo, rey de tus seis años.

Y el deseo perverso

bajo el origen de las plantas,

los animales y los pájaros,

del agua y de la luz, de la tierra y el cielo,

desaparece antes de que te muevas,

y todos tus actos, todas tus palabras,

cada verdad, cada mentira

mueren en un amor que no juzga.

 

 

A OTROS QUE A TI

 

Amigo, enemigo te grito.

Tú con la mala moneda en tu bolso,

tú, mi amigo, con aire triunfador

que palmeabas la mentira en mí, cuando atrevido mirabas

dentro de mi más tímido secreto,

tentado con guiñadas brevísimas del ojo

hasta que el diente dulce de mi amor mordiera en seco,

limado al fin y tambaleando succioné,

a quien ahora ruego que se detenga como un ladrón

en la memoria labrada por espejos,

con un acto sonriente sin olvido posible,

rapidez de la mano en el guante de seda

y bajo tu martillo todo mi corazón,

fuiste una vez aquella criatura tan alegre, tan franca

íntimo amigo que nada me pedía

que no creí jamás defraudar ni creer

mientras desplazabas una verdad en el aire.

 

que aún cuando los amé por sus defectos

tanto como por sus virtudes

mis amigos fueron enemigos con zancos

que hundían sus cabezas en una nube artera.

 

 

AMOR EN EL HOSPICIO

 

       Una extraña ha venido

a compartir mi cuarto en esta casa que anda mal de la cabeza,

       una muchacha loca como los pájaros

 

traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas.

       Ceñida en la revuelta cama

alucina con nubes penetrantes esta casa a prueba de cielos

 

       hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla.

libre como los muertos

       o cabalga los océanos imaginarios del pabellón de hombres.

 

Ha llegado posesa

       la que admite la alucinante luz a través del muro saltarín,

posesa por los cielos

 

       ella duerme en el canal estrecho, hasta camina el polvo

hasta desvaría a gusto

       sobre las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.

 

Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin

       puedo yo de verdad

soportar la primera visión que incendia las estrellas.

 

POR DESGRACIA UNA MUERTE

 

Con el fénix bajo la pira

por desgracia esperando una muerte

que aún me alivie de mis pecados y mis días,

y aguardando a la mujer en sombras

santa cincelada y sensual entre los muertos que se escapan.

los desaparecidos, me dedico para siempre a mí mismo

aunque el tumulto del beso no haya sucedido

sobre la boca de fría arcilla

sobre la frente sellada por el fuego,

que podía atarle eternamente,

ni los vientos del amor se hayan roto y disperso

hacia el viento, hacia el coro y los claustros

del convento invernal de la orden de la lujuria

bajo mi vida que suspira por la llegada de la seductora

en los golpes solares del verano,

 

sigue mi cuerpo amando la culpa azotada por el mar

mi cuerpo afortunado bendito

bajo la nube en contra del amor es capturado en el mar y ceñido y besado

en el remolino del corazón del día que desciende,

la oscuridad, nuestra locura,

cercenada hacia la estrella quieta en la orden de los vivientes

pero bendita por huestes tan heroicas

en cada palmo de ti y en cada mirada, que la herida

es una especie de dios y se celebra allí la ceremonia de las almas

y la comunión entre los soles.

Nunca mi propio ser ha de cantar

acerca de los santos en las sombras

mientras el breviario interminable

trastorna tu carne tan rezada

ni debajo de mí he de ahuyentar al pájaro:

la muerte que ata a dos se acuesta solitaria.

Veo a la fiera llorosa

en la andrógina oscuridad

su tribu desvestida y orlada de crines marcha hacia el holocausto,

las mulas hembras cargan sus minotauros,

la cría de los ornitorrincos en una leche de pájaros.

Veo a la monja magra y santa, cincelada en un traje de sombras,

símbolo del deseo más allá de mis horas y mis culpas

gran cruz y continencia de gigante.

Veo al fénix desfogado, heraldo y vocero del cielo

súbita flecha de la ambición y la renuncia de las islas.

Todo amor es monstruoso o inmortal

salvo para la plena congregación en flor de la carne viviente

y la tumba, sus hijas.

 

El amor, mi destino lo supo por fortuna,

enseña sin palabras

que el saludo del fénix hacia el cielo

y el deseo después de la muerte en el convento cincelado

habrán de fracasar si no me inclino ante tu bendición,

ni camino en el frío de tu jardín mortal

con la inmortalidad a mi costado como Cristo en el cielo.

Sé todo esto por la lengua materna que traducen tus ojos.

Las jóvenes estrellas me contaron el lanzamiento en el principio como Cristo de    [niño.

Afortunadamente ella debe yacer pacientemente

y el pájaro lanzado permanecer inmóvil.

Oh mi sincero amor, sostenme,

en cada palmo y cada mirada tuya ha girado el globo de la génesis y la tierra viviente, tus hijos.

 

 

EL JOROBADO EN EL PARQUE

 

El jorobado en el parque

solitario señor

apuntalado entre los árboles y el agua

desde que el candado del jardín se abre

para que entren los árboles y el agua

hasta la lóbrega campana dominguera en el crepúsculo,

 

come el pan que ha traído en un diario

bebe el agua del jarro encadenado

que los niños llenaron de pedruscos

en el estanque donde hice navegar mi barco,

por la noche durmió en una perrera

pero sin que nadie le pusiera cadenas.

 

Como los pájaros del parque ha venido temprano

se sentó como el agua

y señor lo llamaban eh señor

los chiquillos bribones del lugar

que escapaban apenas los oía

hasta alejarse de su vista

 

más allá del lago y los rosales

riéndose cuando el otro agitaba su diario

encorvado en la burla

pasaban por el zoológico sonoro de la arboleda de los sauces

esquivando al cuidador del parque

con su palo de juntar las hojas.

 

Y el viejo perro aletargado

solitario entre las niñeras y los cisnes

mientras desde los sauces los chiquillos

hacían que los tigres saltaran de sus ojos

para rugir entre las piedras rocosas

y los bosques se azulaban de marineros

 

trabajó el día entero hasta la hora de cerrar

en una figura de mujer sin fallas

erguida como un joven olmo

alta y erguida surgió de sus huesos torcidos

para que de noche se pusiese de pie

tras los cerrojos y las cadenas

 

Toda la noche en el parque deshecho

tras los arbustos y las rejas

los pájaros el pasto los árboles el lago

y los niños inocentes como fresas

habían ido en pos del jorobado

hasta su perrera en las sombras.

 

DENTRO DE SU CABEZA YACENTE

 

       Dentro de su cabeza yacente

los enemigos de él entraron en el lecho

       bajo el pesado párpado

por el tambor rizado de la oreja enterrada en el pelo;

Y la áspera paloma de Noé despertada de pronto

             trajo volando la gestación humana.

       Anoche en una ola violadora

       ballenas desatadas desde la tumba verde

en fuentes del origen a su amor renunciaron;

       por la inocencia de ella

Juan resbaló encendido y el joven rey Lear salvajemente,

             la reina Catalina aulló desnuda,

             se ahogó Sansón entre su propio pelo,

las colosales intimidades de extraños silenciosos

       vistos alguna vez o las sombras en la escalera;

allí la oscura espada y la lascivia la echaron suspirando

a un camastro de heno, y las guadañas de sus brazos

             rodaron y silbaron cien veces

             antes de que trepara la mañana ostentosa;

el hombre era la ardiente Inglaterra por la que ella caminaba sonámbula y la isla            [hechizante

       cegó sus miembros con ensalmos de luz,

el sueño, a otro sueño flamante en una hoja nervada acarició y cantó

y su inocente amado fugitivo se recostó en la arena pedregosa.

 

II

 

       Allí donde una lengua innumerable

hirió su cuarto con un viril lamento

       su fidelidad voló deshecha en torno de ella

y la oscuridad colgó de las paredes canastas de serpientes,

un super-hombre o casi un hombre con narinas semejantes a hornallas

       y miembros cual columnas

             para sus atontados sentidos, semejante

             al ladrón de la adolescencia,

temprana imaginariamente a medias recordado

       el oceánico amante solitario

cuyos celos no puede ella olvidar por nada de este mundo,

             hizo su lecho malo en la buena noche de ella

             y la gozó tanto como quiso.

Gritando en su blanco camisón en medio de escenarios a la luz de la luna

       hacia la alineada marea que escuchaba,

lejos y cerca, ella anunció el pillaje del corazón,

en el cuerpo tomado a distintas edades,

             novia rota y violada

             que celebraba a su costado

todos esos asaltos marcados por la sangre y aquellas bodas desvaídas

             en las que él jamás tuvo una parte agradable

       ni pudo compartir para su orgullo hasta el susurro último

y el último aleteo del solemne sacerdote nocturno,

sus horas, santas y prófanas con la bestia eternamente anónima.

 

III

 

       Dos granos de arena juntos en el lecho,

la cabeza a la cresta que circunda el cielo,

       yacen por separado con toda la ancha orilla,

con el mar que cubre la caída de su noche sin nombres;

y desde cada valva techada y cimentada

             con una sola voz encadenada grita

       mortífera, la hembra y el macho

       la traición lasciva

va disolviendo en oro bajo el velo del agua.

       Un ave hembra duerme acurrucada

junto a las alas del amante que prepara su vuelo de mañana,

             dentro de la rama y sus nidos

             ella le canta al halcón que pasa,

carroña, paraíso es el trino de mi yema brillante.

       Una espada de hierba suspira en la pradera

una piedra yace perdida y presa en la colina alta de alondras.

Abierta como al aire y a la sombra desnuda

             oh es ella la que yace solitaria e inmóvil,

             una inocente entre dos guerras,

con su hermano incestuoso y secreto en los segundos que perpetúan las estrellas

       un hombre desgarrado se conduele en la noche solitaria.

Y los que llegan luego, los más crueles, los enemigos desde las hondas y olvidadas                [tinieblas,

dentro del infiel sueño de ella aquietan sus latidos y entierran a sus muertos.

 

 

 NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA

 

No entres dócilmente en esa noche quieta.

La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;

Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

 

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,

porque sus palabras no ensartaron relámpagos

no entran dócilmente en esa noche quieta.

 

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo

con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde

rabian, rabian contra la agonía de la luz.

 

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera

y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino

no entran dócilmente en esa noche quieta.

 

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante

cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros

rabian, rabian contra la agonía de la luz.

 

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo

maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.

No entres dócilmente en esa noche quieta.

Rabia, rabia contra la agonía de la luz.

 

 MUERTES Y ENTRADAS

 

Casi sobre la víspera incendiaria

       de varias muertes próximas,

cuando alguien ante los despojos de tu ser más amado

y desde siempre conocido, tengan que abandonar

los leones y fuegos de su aliento volátil,

quién entre tus amigos inmortales

elevaría los órganos del escrutado polvo

para lanzar y cantar tu alabanza,

el que más hondo la invocara poseerá su paz

que no puede hundirse o acabar

sin fin ante su herida

       en los muchos destructores pesares conyugales de Londres.

 

Casi sobre la víspera incendiaria

cuando ante tus labios y tus llaves se abran

se cierren, se entrelacen los extraños asesinados,

alguien el más desconocido,

tu vecino como estrella polar, sol de distinta calle,

se ha de echar en sus lágrimas,

ha de bañar su lluviosa sangre en el mar viril

que por tu propio muerto se erizará

y arrollará su globo fuera de tu hebra de agua

y con todos los llantos

llenará las gargantas de las valvas

ya que la luz relampagueó primero en sus tonantes ojos.

 

Casi sobre la víspera incendiaria

de muertes y de entradas,

cuando cercano y extrañamente herido en las olas de Londres

hayas buscado tu solitaria tumba,

un enemigo entre muchos, que bien sabe

cómo es tu corazón de luminoso

en la tiniebla vigilada temblando entre cuevas, cadenas y cerrojos

tirará de los rayos

para cerrar el sol, se hundirá, trepará por tus llaves sombrías

y agostará a los puntuales jinetes

hasta que aquel despojo amado

asome como el último Sansón de tu zodíaco.

 

 

 CUENTO DE INVIERNO

 

Es un cuento de invierno

que el anochecer ciego de nieve transporta sobre los lagos

y los campos flotantes de la granja en la copa de los valles,

sobre el pálido aliento del rebaño en la vela furtiva,

que resbala apacible entre los copos plegados con la mano

 

y sobre las estrellas que se entregan al frío,

y el olor del heno entre la nieve y el remoto búho

que da consejos entre los rebaños y el helado refugio

unido con el humo blanco-oveja de la granja encapuchada

en los valles cruzados por los ríos donde se dijo el cuento.

 

Una vez mientras el mundo envejecía

sobre una estrella de fe pura como el pan a la deriva,

como el alimento y las llamas de la nieve,

un hombre desplegó los rollos de fuego que ardían en su corazón y en su cabeza,

atormentado y solo en una granja, en un rincón del campo.

 

Y así se abrasó entonces,

en su isla encendida anillada por la alada nieve

y en los estercoleros blancos como lana

y entre los palos del gallinero que se duermen helados

hasta que la aurora peina los patios embozados y los hombres del día

 

marchan con sus azadas, tropezando,

y se desperezan los rebaños, y tímido el gato ratonero se asoma

y los pájaros erizados saltan a cazar y las lecheras dulces

arrastran sus zuecos sobre el cielo caído

y toda la granja despierta a sus blancos quehaceres.

 

él se arrodilló, lloró, rezó,

junto al asador y la negra tetera en el brillante resplandor del leño

la taza y el pan cortado en la sombra danzante,

en la casa enfundada, al correr de la noche;

al filo del amor medroso y traicionado.

 

Se arrodilló sobre las piedras frías,

lloró desde la cresta del dolor, rezó al cielo velado

para que el hambre se marchara aullando

sobre los blancos y desnudos huesos

más allá en las estatuas del establo y las pocilgas techadas por el cielo

y el vidrio en la laguna de los patos y los cegadores corrales solitarios

 

penetró en el hogar de los rezos y el fuego

donde hubo de merodear por la nube de su amor

cegado por la nieve y abalanzarse a las guaridas blancas.

Su desnuda pobreza lo golpeaba y él se encogía aullando

aunque ningún sonido bajaba desde el aire plegado,

 

sino apenas el viento que ensartaba

el hambre de los pájaros en los campos del pan, del agua,

agitados en los altos maizales y en la cosecha derretida en sus lenguas.

Y su pobreza sin nombre lo ligaba y él ardía extraviado

cuando frío como la nieve tenía que correr entre valles cruzados

 

por los ríos murmurando de noche

y ahogarse en el alud de su pobreza, y tenderse enroscado, atrapado

en el centro de la blanca cuna deseada eternamente

y en el lecho nupcial buscado para siempre

por el creyente perdido y el proscripto arrojado de la luz.

 

Entregadle, gritaba,

perdiéndolo del todo en el amor, y arrojad su pobreza

sola y desnuda en la envolvente novia,

para que nunca germine, en los campos de la blanca semilla

ni florezca a horcajadas en la carne que muere.

 

Escucha. Los trovadores cantan

en los pueblos difuntos. El ruiseñor,

polvo en los bosques enterrados, vuela sobre la grana de sus alas

y descifra su cuento de invierno sobre los vientos de los muertos.

La voz del polvo acuático sobre la fuente seca

 

está hablando. La apagada corriente

salta con cencerros y balidos de agua. El rocío repica

sobre las hojas trituradas y en la parroquia de la nieve

de reflejos hace mucho extinguidos. Las bocas cavadas en la piedra

son cuerdas barridas por el viento.

El tiempo canta a través de los muertos copos intrincados. Escucha.

 

Era un son o una mano

lo que abrió de par en par la puerta oscura en tierras de hace mucho

y afuera sobre el pan de los suelos

un pájaro hembra se alzó radiante como una novia en llamas

un pájaro hembra amaneció y se emplumó su pecho de nieve y escarlata.

 

Mira. Y los bailarines se deslizan

sobre los muertos, la nieve se ha tupido de verde, disoluta a la luz de la luna

como una polvareda de palomas. Los caballos de pesados cascos,

centauros muertos, se vuelven jubilosos y trotan sobre los blancos parques [empapados

en las granjas de pájaros. El roble muerto echa a andar por amor.

 

Los miembros tallados en la roca

saltan como ante una trompeta. Danza la caligrafía de las viejas hojas.

Las líneas de la edad sobre las piedras se enlazan en rebaño,

y la voz con figura de arpa del polvo de lagunas se arranca en un pliegue del campo

Por amor, se alza el pájaro hembra de hace mucho. Mira.

 

Y las alas salvajes se elevaron

sobre su cabeza replegada, y la suave voz de pluma

volaba por la casa como si el pájaro entonara alabanzas

y todos los elementos de la lenta caída se llenaron de gozo,

porque un hombre solitario se arrodilló en la copa de los valles

 

en la chimenea y en la calma

junto al asador y la olla negra va la brillante luz del leño

y el cielo de los pájaros en la voz emplumada lo alzaba hasta su hechizo

y él corría como el viento tras el vuelo incendiado

más allá de los graneros ciegos y los corrales de la granja apacible.

 

En los polos del año

cuando los mirlos morían como sacerdotes en setos embozados

y sobre el paño de los condados se acercaban las colinas lejanas,

bajo los árboles de una sola hoja corría un espantapájaros de nieve

rápido por los aludes de las espesuras astadas como ciervos,

 

andrajos y oraciones hacia abajo

en las lomas, hondas como rodillas, turbulento en los lagos ateridos,

toda la noche perdido y vadeando largo tiempo en el despertar

del pájaro hembra a través de los tiempos, las tierras y las tribus de los lentos     [copos.

Escucha y mira donde navega en el mar embravecido,

 

el cielo, el pájaro, la novia

la nube, la pobreza, las estrellas plantadas, el gozo

más allá de los campos de siembra y el tiempo a horcajadas de la carne que muere,

y los cielos, el cielo, la tumba, la pila del bautismo.

En la tierra lejana la puerta de su muerte se abrió de par en par

 

y el pájaro descendió

sobre una colina blanca como el pan, sobre la granja como un cáliz

y en los lagos y los campos flotantes y los valles cruzados por los ríos

donde él rezaba para llegar al fin del daño

y a la casa de los rezos y el fuego, ya terminado el cuento.

 

La danza se extingue

en la blancura que ya no reverdece, y, muerto el trovador,

irrumpe el canto en las villas de deseos calzados por la nieve

que una vez recortara las figuras de pájaros en el espeso pan

y patinaron sobre lagos de vidrio las siluetas de peces voladores.

 

Se ha cercenado el rito

del ruiseñor y el centauro muerto. Las fuentes vuelven a secarse

las líneas de la edad se duermen en las piedras hasta el trompeteo de la aurora

el júbilo se abate, el tiempo entierra el clima de la primavera

que tañía y brincaba con el fósil y el rocío renacido.

 

Porque el pájaro hembra se acostaba

en un coro de alas como dormido o muerto

y las alas se abrieron y él se sintió loado y desposado

a través de los muslos de esa novia envolvente

la mujer con sus pechos y el pájaro con cabeza al cielo.

 

Fue derribado

mientras ardía en el lecho del amor

en el remolino del desnudo centro,

en los pliegues del paraíso, en el brote nevado del mundo

Y ella se elevó con él y floreció en su nieve derretida.

 

 

 EN EL ANIVERSARIO DE UNA BODA

 

Se rasga el cielo que atraviesa

este harapiento aniversario

de dos que al unísono recorrieron tres años

los amargos caminos de sus juramentos.

 

Ahora su amor miente una pérdida

y el Amor y sus enfermos rugen encadenados;

desde cada nube cierta

o con forma de cráter

la muerte golpea su casa.

 

Demasiado tarde en la lluvia equivocada

se unen aquellos a quienes separó su amor:

las ventanas diluvian en su corazón

y las puertas arden en su mente.

 

 UNA VEZ HUBO UN SALVADOR

 

         Una vez hubo un salvador

         más precioso que el radium

más simple que las aguas, más cruel que la verdad;

         reunidos por su hablar

         los niños se alejaban del sol

para oír la nota de oro dar vueltas en un surco

los prisioneros de sus deseos encerraban los ojos

en las cárceles y el indagar de su sonrisa sin llave.

 

         Desde un erial perdido

         voces de niños cuentan

que una calma se hacía en su inquietud segura,

         cuando el hombre opositor hería

         al hombre, el animal, o al pájaro

ocultamos el miedo en ese aliento asesino,

silencio, silencio que guardar cuando la tierra se volvió ruidosa

en las cuevas y asilos del tremendo alarido.

 

         Se dejó oír la gloria

         en las iglesias de sus lágrimas,

suspirabas cada vez que su brazo velludo te golpeaba,

         oh tú que no pudiste llorar

         sobre la tierra cuando un hombre moría

derramaste una lágrima de gozo en el diluvio sobrenatural

y apoyaste la mejilla en una caracola con figura de nube.

Ahora estamos solos tú y yo en la oscuridad.

 

Dos ennegrecidos hermanos orgullosos

encerrados en el invierno lado a lado

le gritan a este inhóspito año hueco.

         Oh nosotros que ni esbozar logramos

         un pálido suspiro cuando oímos

golpear a la codicia en nuestro prójimo y quemar al vecino

         pero acurrucados y lastimeros en el muro celeste

ahora soltamos una lágrima enorme por la caída pequeña que supimos,

 

         por los hogares derribados

         que no alimentan nuestros huesos,

ni las muertes valientes de unos pocos que jamás hallamos,

         mira ahora solitario en nosotros,

         cómo nuestro genuino polvo de extranjeros

         cabalga por las puertas de nuestra casa inexplorada.

Exiliados en nuestro propio ser levantamos

desatado, sin brazos, el amor sedoso y áspero que deshace todas las rocas.

 

EN LAS BODAS DE UNA VIRGEN

 

Al despertar, sola en una multitud de amores, cuando la luz de la mañana

sorprendía en sus ojos largos como la noche

el dorado ayer de él, dormido sobre el iris

y el sol de este día saltaba al cielo desde sus muslos

la milagrosa virginidad era tan vieja como los peces y los panes,

aunque el momento del milagro sea un relámpago sin fin

y los astilleros de las pisadas de Galilea escondan una flota de palomas.

 

Las vibraciones del sol ya no desearán

su almohada profunda como el mar donde una vez, a solas celebrara su boda.

su corazón todo ojos y oídos, los labios que atajaban la avalancha

del fantasma dorado que cercaba de arroyos su hueso mercurial,

el que bajo los aleros de sus ventanas alzó su dorado equipaje

porque un hombre duerme donde el fuego cayó y ella aprende a través de su brazo

ese otro sol, ese correr celoso de la sangre que no tiene rivales.

 

 

 EN MI OFICIO O ARTE SOMBRÍO

 

En mi oficio o arte sombrío

ejercido en la noche silenciosa

cuando sólo la luna se enfurece

y los amantes yacen en el lecho

con todas sus tristezas en los brazos,

junto a la luz que canta yo trabajo

no por ambición ni por el pan

ni por ostentación ni por el tráfico de encantos

en escenarios de marfil,

sino por ese mínimo salario

de sus más escondidos corazones.

 

No para el hombre altivo

que se aparta de la luna colérica

escribo yo estas páginas de efímeras espumas,

ni para los muertos encumbrados

entre sus salmos y ruiseñores,

sino para los amantes, para sus brazos

que rodean las penas de los siglos,

que no pagan con salarios ni elogios

y no hacen caso alguno de mi oficio o mi arte.

 

 CEREMONIA DESPUÉS DE UN BOMBARDEO

 

I

 

Los seres que soy

los pesarosos

penad

entre calles quemadas por la muerte incansable

por el niño nacido hace unas horas

con la boca aplastada

carbonizada sobre el pecho negruzco de la tumba

el pezón de la madre y sus brazos cruzados por los fuegos.

 

Comenzamos

cantando

cantad

la oscuridad replegó su incendio hacia el comienzo

cuando la lengua presa asintió enceguecida.

Un astro se rompió

en los siglos del niño

los seres que ahora soy penamos y los milagros nada expían.

 

Perdonad

nos perdonad

nos vuestra muerte que los seres que soy los creyentes

tal vez la sostengamos en un diluvio inmenso

hasta que brote sangre,

y el polvo cante como un pájaro

mientras se expanden las semillas y vuestra muerte crece por nuestro corazón.

 

Llorando

vuestra muerte

llorad,

niño tras el canto del gallo, junto a la calle con enanos de fuego

cantamos al mar que huye

en el cuerpo saqueado.

La última luz hablada es el amor.

Oh semilla de hijos en el lomo de la cáscara negra abandonada.

 

II

 

No sé si Adán o Eva

o el toro sagrado en su atavío

o las blancas corderas

o la elegida virgen

tendida en su nieve

sobre el altar de Londres,

murió antes que los otros

en la ceniza de la breve calavera,

oh novia y novio

oh Adán y Eva unidos

que en calma yacen

bajo el pecho triste de la losa

blanca como los huesos

del jardín del Edén.

 

Yo sé que la leyenda

de Adán y Eva nunca es para un segundo

silencioso en mi oficio

sobre los niños muertos

sobre el único niño

que fue a la vez el sacerdote y los sirvientes,

la lengua, la palabra y los cantores

en la ceniza de la breve calavera,

que fue el anochecer de la serpiente

y el fruto como un sol,

el hombre y la mujer sin hacer todavía,

el comienzo que hacia la oscuridad se desmorona

desnudo como los viveros

del jardín del desierto.

 

III

 

Dentro de las torres y los órganos

de las catedrales luminosas,

dentro de las bocas de las veletas desleídas

ondulando en los círculos por donde pasan doce vientos,

en el muerto reloj quemador de la hora

sobre la urna de los sabáticos

sobre la zanja rodante del alba

sobre la choza del sol y los andurriales del fuego

y los dorados pavimentos tendidos en los réquiems,

dentro del pan en un sembrado de llamas

dentro del vino abrasador como aguardiente.

Las misas del mar

las misas del mar bajo

las misas del mar que engendra niños

irrumpen como una fuente y entran a colmar para siempre

gloria gloria gloria

el reino final y destructor del trueno de la génesis.

 

 ÉRASE OTRA VEZ

 

I

 

Érase otra vez,

cuando mi traje módico

cortado a la medida de la pizca de carne,

pinchado alrededor del espíritu

en el principio de cada sufrimiento,

mis pantalones rotos y mi saco empollado de amor

por los que había pagado y luchado demasiado tarde

sobre los bordes del pozo de cenizas,

en las grutas, trabajé con los pájaros,

enclavado en un collar de alano,

adornado con borlas en un sótano y en la tienda de saldos

o sobre un traga-nubes ataviado.

 

Luego, veloz con mis botas de corcho desde un mar restallante

fuera de la vista de los marinos,

en ropas ordinarias de arcilla disfrazada de escamas,

como un dios macho, que chapoteara la pollera del agua,

confundí a los sastres sentados,

a los sastres con cara de reloj hice retroceder;

entonces, tupido y ostentoso con pelucas y colas de zorros

saltando con ardor, lleno de hojas y plumas

desde el pie de canguro de la tierra,

desde su centro frío, silencioso

arrastrando la ropa mordida por el hielo

hacia las costas gordinflonas de Gales

como un cohete me lancé a sorprender

a la roca como aguja brillante de los usurpadores,

los que proclaman el Escándalo y la Banalidad

los que hilvanan pamplinas.

 

II

 

Mi tonto traje apenas padeció,

fluctuaba yo alrededor de un ataúd

que llevaba un hombre pájaro o algún espectro conversado.

Y la capucha del búho, la que esconde los pasos

arranca el pliegue y el agujero para la cabeza putrefacta

y engañada. Yo creí, mi hacedor,

 

que la nube sostenía al maestro de los sastres

con nervios en lugar de algodón.

Sobre los viejos mares de los cuentos, sacudiendo mis alas,

encrespando las olas con antenas, Colón en llamas

yo fui horadado por los ojos del sastre ídolo,

relumbrantes por la máscara de tiburón y la cabeza navegante,

el pico frío de Nansen sobre un bote colmado por sonidos de gong,

 

ante el muchacho de hilo común,

el brillante simulador, el ridículo petimetre del mar

con la carne reseca y la tierra por lecho y atavío.

Era dulce ahogarse en las próximas aguas, listas para vestir

con mi gorra de cerezas colgando, verde como las algas

convocando alguna voz de niño de la piedra palmípeda,

nunca, nunca, oh, nunca he de lamentar la corneta que usaba

en mi brazo tajante mientras estallaba en una ola.

Ahora, mientras me muestro casi desnudo, me tendería

me tendería, me tendería a vivir

callado como un hueso.

 

 

CUANDO DESPERTÉ

 

Cuando desperté, la ciudad habló.

Se alborotaron, los relojes, los campanarios y los pájaros

junto a la retorcida muchedumbre,

el reptil corrompe en una llama,

a los intrusos y ladrones del sueño,

el mar vecino dispersó a las ranas

a los demonios a la dama-suerte

mientras un hombre afuera

hasta la cabeza, en su propia sangre,

arrancaba a navajazos la mañana,

el doble del tiempo con sus cálidas venas

y la barba florida, que aparece en un libro

acuchillaba la última serpiente

como a una vara o una rama tenue

su lengua deshollada en la piel de una hoja.

 

Luego de un paseo color agua, cada día

hago en el lecho a dios, el bien y el mal,

el fósil que vacila de muerte y dispersa su aliento

y una lluvia de gorriones

en la tierra de todos.

Donde los pájaros andan como hojas y los botes como patos

oí esta mañana despertar una voz

una voz en el enhiesto aire,

ninguno de mis proféticos linajes

me anunció a gritos que mi ciudad marina se quebraba.

No existe el Tiempo, hablaron los relojes,

ni Dios, tañeron las campanas,

la blanca sábana tiré sobre las islas

y las monedas de mis párpados cantaron como caracolas.

 

 

ENTRE LOS MUERTOS EN EL ATAQUE AL ALBA HABÍA UN HOMBRE DE CIEN AÑOS

 

Cuando sobre la guerra despertaba la mañana,

él se vistió y salió y murió,

su pelo bostezó liberado, disperso por un golpe de viento,

cayó en el lugar que amaba sobre la piedra volada de la calle,

y sobre los granos fúnebres del suelo asesinado.

A su calle de espaldas, decidle que él detuvo un sol

y que los cráteres de sus ojos dispararon balazos y fuego

cuando todas las llaves se lanzaron desde las cerraduras y se pusieron a tañer.

No escarbéis más en las cadenas de su canoso corazón.

La ambulancia del cielo arrastrada por una congregación de heridas

espera el anillo de la espada en la jaula.

Oh apartad sus huesos de ese carro común,

está volando la mañana sobre las alas de su edad

y hay cien cigüeñas que se posan sobre la mano derecha del sol.

 

 

 YACE TRANQUILO, DUERME EN PAZ

 

Yace tranquilo, duerme en paz, tú que sufres

la herida que arde y se agita en tu garganta.

A flote sobre el mar silencioso la noche entera hemos oído

el rumor de la herida envuelta en una sábana de sal.

 

Bajo la luna, tantas millas lejana, hemos temblado al escuchar

el sonido del mar flotando como la sangre de la sonora herida

y cuando la sábana salobre rompió en una tormenta de canciones

las voces de todos los ahogados nadaron sobre el viento.

 

Abre un sendero a través de la lenta vela triste,

arroja lejos hacia el viento los portales del errabundo bote

para empezar el viaje al final de mi herida,

oímos que cantaba el sonido del mar, vimos como hablaba la sabana salobre.

 

Yace tranquilo, duerme en paz, oculta la boca en la garganta,

o hemos de obedecer y cabalgar contigo por entre los ahogados.

 

VISIÓN Y PLEGARIA

 

I

 

Quién

eres tú

tú que naces

en el cuarto vecino

tan patente en mi cuarto

que alcanzo a oír el vientre

cuando se abre y la sombra que avanza

tras la pared delgada como un hueso de jilguero

en el cuarto sangrante del nacimiento oculto

para el incendio y el girar del tiempo

la huella del corazón humano

no venera el bautismo

sino la sola sombra

cuando bendice

a la salvaje

criatura.

 

 

 

Yo

d e b o

recostarme

quieto como piedra

contra el delgado muro

para oír el lamento de la madre

oculta y la sombría cabeza del dolor

que tira del mañana cual si fuera una espina

y los cantos que elevan las comadronas del milagro

hasta que el recién nacido tumultuoso

me queme con su nombre y su llama

y la pared alada se desgarre

por su corona abrasadora

y se lance la sombra

desde la espalda

hasta la luz

radiante.

 

 

 

Cuando

él quiebre

el hueso de jilguero

y la primer aurora

con furia de torrente

se eche a bullir sobre el reino que llega

el reino de aquel que deslumbra a los cielos

y de la maternal doncella a quien roció la sangre

la que lo echó a la luz con una llamarada entre su boca

y lo meció después como a una tempestad

he de correr perdido en el terror

y en el brillar del cuarto

alguna vez encapuchado

y en vano lloraré

en el caldero

de su

beso

 

 

 

en

el giro

del sol

en el espumoso

ciclón de sus alas

porque yo me perdí y estoy acá

llorando junto al trono del hombre

que diluvia en la furia primera del torrente

y los relámpagos de la adoración

me vuelven al oscuro silencio líquido y enlutado

porque yo me perdí, yo que ahora he venido

al albergue inaudito

el que descubre

y el mediodía pleno

de su herida

ciega mi

llanto.

 

 

 

 

Allí

desnudo

agazapado

en el altar

de su pecho encendido

en el fondo sin cárceles del mar

despertaré al llamado babélico del juicio

y ha de trepar la nube por el vaho de la tumba

y el polvo sometido izará con sus llamas

los velámenes de todas las semillas

oh espiral que sube de la urna

rapaz de la mañana

del hombre

cuando

la tierra

y

 

 

el

mar nacido

alabaron al sol

Adán el ecuánime

Adán el que descubre

cantó sobre el origen

oh las alas de los niños

el vuelo hacia la herida de los jóvenes

ancianos que llegan de los desfiladeros del olvido

la marcha celestial de los que siempre caen

en la batalla; el acontecimiento

de los santos ante su visión

la casa rodante del mundo

y el dolor entero

abierto fluye

y yo

muero

 

 

 

II

 

 

En nombre de los perdidos que se glorian

en las llanuras por la carroña corrompidas

b a j o e l f ú n e b r e c a n t o

de pájaros vencidos

por la presión de los ahogados

y por la verde polvareda

pájaros que al espectro

llegado

desde

la tierra

padecen como el polen

sobre el negro plumaje

y el pico de barro

rezo aunque en verdad no pertenezca

a esa llorosa cofradía

ya que en mí la alegría ha penetrado

hasta la médula más recóndita del corazón

 

 

que el que ahora aprende de la leche materna

la luna y el sol pueda regresar antes

de que los labios se incendien y florezcan

al cuarto donde sangra el nacimiento

con muro de hueso de jilguero

y enmudecer

y el vientre

que alumbró

para

los hombres

aquella venerada

luz de la infancia

o la prisión deslumbradora

bostece a su llegada.

En nombre de los perdidos disolutos

en el monte sin bautizar

desde el corazón de la oscuridad yo le rezo

 

 

 

Que él deje descansar a los muertos aunque giman

para que sus espinosas manos los levanten

hasta la reliquia de su herida terrena

y el jardín de la gota de sangre

tolere el sueño de la hostia

ciega como una piedra

en la profunda

y oscura

roca

y no despierte

a corazón alguno

pero rompa su hueso

en la cumbre del monte

sin que el sol lo reclame

y el polvo que golpea se arrastre

a la llanura madre de los ríos

bajo la noche que va cayendo para siempre

 

 

la noche que va cayendo para siempre es una estrella

conocida y un país frente a la muchedumbre

de durmientes cuyas lenguas yo pulso

para enlutar su diluviante luz

por los suelos y el mar

y hemos llegado

a saber todos

los lugares

caminos

laberintos

pasajes

comarcas y sepulcros

de la caída sin final

ahora lázaro común

de las plegarias que trazan los durmientes

nunca te despiertes y te eches a andar

porque el país de la muerte es la medida del corazón

 

 

 

 

Y la estrella de los perdidos es la forma de los ojos

en nombre de los huérfanos

en nombre de los que no han nacido

en nombre de los que rechazan

los instrumentos y las manos

de comadre que mueve la mañana

oh en nombre

de nadie

ahora

y nadie

más tarde

ruego al sol carmesí

que hile una tumba gris

y el color de la arcilla

a su martirio fluya

en la tarde que ha sido interpretada

y en la conocida oscuridad de la tierra Amén

 

 

Vuelvo la esquina de la plegaria y ardo

en una bendición del repentino sol

en nombre de los condenados

me volvería o correría

a la escondida tierra

pero el sonoro sol

purifica

el cielo.

Alguien

me encuentra.

Oh dejadlo

que me abrase y me ahogue

dentro de su herida terrena.

Su relámpago contesta mi llanto

mi voz arde en su mano

ahora estoy perdido en Aquel que enceguece.

Y al fin de la plegaria se oye el clamor del sol.

 

 

BALADA DEL SEÑUELO DE PIERNAS LARGAS

 

La proa resbalaba en las aguas y la costa

ennegrecida por los pájaros echó la última mirada

a su pelo revuelto y su ojo azul ballena;

la ciudad transitada agitó sus guijarros para desearle suerte.

 

Adiós entonces al bote del pescador

con su ancla libre y ágil

como un pájaro que hurga sobre el mar,

alto y seco junto al tope del mástil,

 

la arena amante murmuraba

con los bastiones del muelle deslumbrado.

Ve a navegar por mí y nunca mires hacia atrás

dijo la tierra vigilante.

 

Las velas se bebían el viento, y blanco como leche

él se hundió en las ávidas tinieblas;

el sol en el poniente naufragó en una perla

y nadó la luna fuera de su casco.

 

Chimeneas y mástiles rodando se alejaban.

Adiós al hombre en la cubierta de las piernas marinas,

a la línea dorada que canta en el carrete

al señuelo que acecha con orgullo en la alforja,

 

porque vimos que hundía en la veloz corriente

a una muchacha viva con los labios traspasados de anzuelos;

todos los peces se alumbraron con estrías de sangre,

dijeron los navíos derruidos,

 

Adiós a los humeros y las chimeneas,

viejas esposas que hilan en el humo,

el pescador estaba ciego para los ojos de los cirios

en las ventanas orantes de las olas.

 

Pero oía al señuelo brincar sobre la estela

y forcejear en un banco de amores.

Lanza ahora tu línea que las ballenas

forman colinas sobre todo el mar,

 

ella suspira entre caballos y ángeles

con el pez arco iris curvado entre sus gozos,

los repiques de las boyas rocosas

flotaban en la hundida catedral

 

donde el ancla rodó como gaviota

millas arriba del lunático bote

un chubasco de pájaros cayó dando chillidos,

una nube sopló la lluvia desde su garganta;

 

él vio como humeaba la tormenta

para matar con arcos de vapores y un ariete de hielo,

el fuego en las estrellas, el río en la galaxia;

y nada fulguraba en el rostro del agua

 

más que el aceite y la burbuja de la luna,

debajo de la espuma, los peces hechizados

se hundían y horadaban su huella

atestiguada por un beso.

 

Como cabos y Alpes en la estela

estremecían las ballenas ese mar enfermizo y husmeaban hondo,

hondo el gran señuelo espeso de lluviosos labios

resbalaba en las aletas de esas jibosas toneladas

 

y esquivaba su amor con ondulante zambullida.

¡Oh, Jericó caía en sus pulmones!

y ella buceaba y aferraba la tarja del amor

girando sobre un chorro como una bola de largas piernas.

 

¡Hasta que cada bestia se apartó rugiendo

hasta que cada tortuga se quebró en su coraza

hasta que cada hueso en la tumba violenta

se levantó, soltó su canto y se apagó!

 

Buena suerte a la mano sobre la línea,

se esconde el trueno bajo sus pulgares;

el hilo de oro es una hebra centelleante;

su carrete bravío canta desde las llamas,

 

el bote que gira en el arder de su sangre

grita desde la red hasta la quilla

oh las tijeretas y sus crías gigantes

oh los toros de Vizcaya y sus becerros

 

desposan al bello señuelo de piernas largas

bajo el verde, ancho velo del mar.

Anunciad las noticias sombrías y pintad en una vela

estas inmensas bodas en las olas,

 

sobre la espuma y su estela de relámpagos

sobre los jardines que crecen en el fondo

anunciad el día trepador del delfín,

mi mástil es de pronto un campanario,

 

golpead y acariciad, porque mis puentes son tambores,

cantad desde la proa hablada por el agua

el caminar del pulpo entre los miembros de ella

y el águila polar con sus huellas de nieve.

 

Del tajamar en sus salobres labios hasta popa

¡cantad cómo la foca ha besado a su muerta!

la yacente, la larga novia de un minuto

vieja de pronto flota en su lecho cruel.

 

Por encima de las tumbas acuáticas

con galerías y montañas debajo

el ruiseñor y la hiena

se regocijan por esta muerte a la deriva.

 

Cantan y aúllan a través de la arena y las anémonas

el valle y el sahara en una caracola,

Oh, toda la ávida carne, su enemiga

arrojada a la mar en la caracola de una niña

 

es vieja como el agua y simple como una anguila;

siempre el adiós al pan de piernas largas

disperso en los senderos de sus pasos

para los pájaros salobres que aleteaban saciados,

 

con picos espumosos por las altas semillas;

adiós adiós a los fuegos de su rostro,

porque los muertos con sus lomos de cangrejos

se lanzaron desde el lecho del mar y echaron a correr sobre sus ojos,

 

Esa mirada desgarrada y ciega es fría como celisca.

Y el seductor debajo de su párpado,

el que descubre para los durmientes

mujeres desnudas color luna con altura de mástiles

 

andando por sus deseos y embellecidas por la vergüenza

es mudo y ha partido con su llama de novias.

Se ahogó Susana en el hirsuto arroyo

y ya nadie se agita junto a Saba

 

más que los reyes hambrientos de las mareas;

el pecado que tuvo forma de mujer

duerme hasta que el silencio sople en una nube

y todas las aguas sublevadas echen a andar a saltos.

 

Lucifer, esa hez de pájaro

caída entre las nórdicas laderas

se ha derretido y esfumado

siempre se esfuma en las cavernas de su aliento,

 

Venus yace en su herida fulminada de estrellas

y las ruinas sensuales sobre el líquido mundo

crean las estaciones

las primaveras blancas en la sombra.

 

Por siempre adiós gritaban voces en la caracola,

y siempre adiós porque la carne se ha lanzado

y el pescador arrolla su carrete

con los pobres deseos de un fantasma.

 

Buena suerte por siempre clamaban las aletas

en la pluma del pájaro tras de la sombra y el risueño pez

mientras las velas se bebían el granizo del trueno

y el relámpago de larga cola alumbraba su presa.

 

El bote nada en los climas de seis años,

un viento echa una sombra que de pronto se hiela

¡ved lo que la dorada línea trae a la superficie

desde las montañas y las galerías de los fondos!

 

¡Ved lo que cuelga desde el pelo y el cráneo

mientras pasan rasantes las alas ávidas del bote!

las estatuas de la gran lluvia se detienen

y los copos se derrumban como cerros!

 

¡Cantad y saludad! a su pesada presa

izada al bote en un nevar de luz!

Las cubiertas se han empapado de milagros.

¡Oh milagro de peces! ¡muerden los viejos muertos!

 

Fuera de la urna donde cabe un hombre

fuera del cuarto con el peso de su pena

Fuera de la casa que una ciudad sostiene

en el continente de algún fósil.

 

Uno por uno en el manto y el polvo,

duros como los ecos y con rostro de insecto,

los padres de él se aferran a esa mano de niña

y es esa mano muerta que conduce el pasado.

 

Los guía como a niños, como al aire

hacia las crestas agitadas y ciegas de las olas;

los siglos arrojan hacia atrás sus cabelleras

y los ancianos cantan con labios renacidos:

 

El tiempo trae otro hijo en si.

¡Matad al tiempo! ¡Ella gira en su pena!

El roble es derribado en la bellota

y el halcón en el huevo asesina al jilguero.

 

Aquel que atizara el gran fuego

y muriera sobre llamas sibilantes

o anduviera en la tierra por la tarde

contando la negación de las semillas

 

cuelga del flotante pelo de ella y trepa;

y él, que enseñara a sus labios a cantar

llora como el sol elevado

entre los líquidos coros de sus tribus.

 

La línea se repliega y adivina la tierra,

y a través de las grietas de las aguas

se arrastra un jardín que se aferra a su mano

con pájaros y bestias

 

con hombres y mujeres y cascadas

los árboles se secan y se enfrían en el remolino de las naves

sorprendidos y quietos sobre la arena verde, tendida como un velo

con leyendas en sus regazos virginales,

 

y tonantes profetas en las dunas quemadas;

los insectos y valles se aferran a sus muslos,

el tiempo y los lugares se aprietan al hueso de su pecho

ella se parte con las estaciones y las nubes;

 

el agua fresca le teje un brazalete

con sus peces movibles y sus piedras redondas

desde el fondo a la cresta de las olas más altas

respira y corre un río separado,

 

canta y golpea su cosecha

porque el oleaje lleva una siembra de cebada

pace el ganado en la espuma cubierta,

los cerros han pateado las olas hacia afuera,

 

tierra, tierra, tierra, nada queda

del andariego mar famoso, solamente su hablar

y entre sus siete tumbas parlanchinas

se hunde el ancla en los suelos de una iglesia.

 

con las salvajes yeguas del mar y las bridas mojadas

con potrillos salobres y huracanados miembros

todos los caballos de su redada de milagros

galopan en las verdes y abovedadas granjas,

 

y trotan y galopan con nubes de gaviotas

y con centellas en sus crines

Oh Roma y Sodoma, oh mañana y Londres

la marea campestre está empedrada de ciudades,

 

y las torres horadan la nube de su hombro

y las calles que el pescador peinara

cuando su carne de piernas largas era un viento incendiado

y su lomo una llama cazadora

 

se enroscan desde la encrucijada de su pelo

lo llevan despiadadas a su casa, vivo

conducen su terror a ese pródigo hogar

la casa enfurecida, asesina de bueyes, la casa del amor.

 

Hondo, hondo, hondo bajo la tierra

debajo de las ciudades flotantes

giran las metrópolis de peces

encadenadas por la luna y heridas por el agua.

 

Nada queda, del mar, apenas su sonido,

bajo la tierra el mar ruidoso marcha,

en los lechos de muerte de los huertos el bote se desploma

y el señuelo se ahoga entre las parvas,

 

Adiós y buena suerte, el sol y la luna repicaron

al pescador perdido en tierra.

Solo se queda ahora en la puerta de su hogar

con su corazón de largas piernas en la mano.

 

 BENDITA PRIMAVERA

 

                          Oh

       fuera de una cama de amor

cuando el hospital inmortal hizo otro movimiento

       para aliviar el escrutado e incurable cuerpo,

             y la ruina y sus causas

sobre el mar agresivo y punzante que como un falso ejército

       arrasó nuestras casas y nuestras heridas,

me trepo a saludar a la guerra en la cual no tengo corazón alguno

       más que aquel sombrío al que debo mi luz,

llamo al confesor y a un espejo más sabio, pero ninguno hay

       que arda tras la noche que es un dios lapidario

y me descubro tan solitario como un hacedor de milagros al sol.

 

                          No

       Celebrad que la primavera sea todo

Gabriel y radiantes arbustos mientras crece la mañana gozosa

       desde la pira de la desgracia

y la bochornosa lágrima de la multitud se enfría sobre muro de los llantos

       mi pródigo naciente

y el padre sol, su temblor lleno de niños de fuego puro,

       pero benditos sean el granizo y el cataclismo

aquella inquietud por cierto todavía está sola para ponerse de pie y cantar

       sola en la cáscara del hogar humano

y la madre y la casa en derrumbe de la bendita primavera,

       si por lo menos fuera la última vez.

 

FERN HILL

 

Cuando era joven y libre bajo las ramas del manzano

en torno de la casa cantarina, y feliz como verde era el pasto,

       la noche sobre la cañada, llena estaba de estrellas,

             el tiempo me dejaba dar voces y trepar

       dorado hasta el apogeo de sus ojos,

y venerado entre carros, era yo el príncipe de las ciudades de manzanas

y alguna vez con todo señorío, hice que hojas y árboles

             se arrastraran con margaritas y cebada

       hacia abajo en los ríos alumbrados por las frutas caídas.

 

Y como era tierno y despreocupado, famoso en los graneros

en torno del patio alegre y cantaba porque la granja era mi hogar,

       al sol que es joven apenas una vez.

             el tiempo me dejaba jugar

       y ser dorado en la gracia de sus poderes,

y tierno y dorado era yo cazador y pastor, los becerros

cantaban a la voz de mi cuerno, en las lomas los zorros ladraban con clara y fría            [voz

             y el domingo sonaba despacio

       en los guijarros de los sagrados arroyos.

 

Todo el trayecto del sol era un deleite, una carrera,

los campos de heno altos como la casa, las tonadas de las chimeneas, era el aire

       y un juego lleno de belleza y agua

             y el fuego verde como pasto.

       Y de noche, bajo estrellas ingenuas

mientras cabalgaba hacia el sueño las lechuzas se robaban la granja

todo el trayecto de la luna, entre establos bendito, oía a las aves nocturnas

       volar entre las parvas y veía caballos

             como relámpagos en la oscuridad.

 

Y luego despertar, la granja regresaba como un vagabundo

blanco de rocío, con el gallo en su hombro, era todo

       brillante, era Adán y su virgen

             y el cielo de nuevo se formaba

       y el sol creció redondo aquel preciso día,

Así debió haber sido luego de nacer la pura luz

en el primer lugar donde se hiló, caballos hechizados y fogosos

       saldrían del verde establo lleno de relinchos

             hacia los campos de alabanza.

 

Y venerado entre zorros y faisanes junto a la casa alegre

bajo las nubes recién hechas y feliz como era interminable el corazón,

       en el sol tantas veces nacido

             yo corría por mis caminos alocados

       mis deseos se desbocaban a través del heno alto como la casa

y nada me importaba, en mi celeste tráfico, pues el tiempo

en su giro melodioso, concede tan pocos cantos así de mañaneros

       antes que los muchachos tiernos y dorados

             lo sigan hasta perder la gracia.

 

En esos días blancos como corderos no me importaba que el tiempo me llevara

hasta el desván lleno de golondrinas, tomándome por la sombra de mi mano

       en la luna que siempre se levanta,

             ni que cabalgando hacia el sueño

       llegara a oír su fuga entre los altos campos

y despertara ante la granja borrada para siempre de ese país sin niños.

Oh, mientras fui joven y libre en la gracia de sus poderes

       el tiempo me sostenía tierno y moribundo

             aunque cantara en mis cadenas, como el mar.

 

 

 EN EL SUEÑO CAMPESTRE

 

I

 

Nunca, nunca, mi muchacha andariega

en tierras de cuentos junto al fogón y hechizados durmientes,

temas o creas que el lobo con pálida capucha de cordero

balando y galopando ha de saltar brusca y alegremente mi amada, mi amada,

fuera de su guarida en el hato de hojas, en el año goteado de rocío,

para comer tu corazón en la casa del bosque rosado.

 

Duerme, buena, para siempre, lenta y honda, hechizada rara y sabia,

mi muchacha que costea la noche en la rosa y el condado

de los rústicos cuentos: ningún ansarero o porquerizo

se volverá rey del establo o la aldea de fuego y príncipe de hielo

para cortejar el meloso corazón de tu flanco antes del alba

en una trama de ensortijados muchachos y de gansos, quemadura y espiga,

 

ni la inocente se echará en la cañada llena de raíces, galanteada

y quebrada y desecha entre plumas mi lágrima jinete.

De la espuma que levanta la bruja te amparan los helechos

y la flor del sueño campestre y el alcázar del bosque. Yace ligera y aplacada,

segura y calma seas, ante los rugidos de las crías violentas.

Nunca, mi muchacha hasta que la campana austera te convide al sueño

 

creas o dudes que la rústica sombra o el hechizo

agitará y hará nevar la sangre mientras tu corres por doquier,

pues ¿quiénes rondan cobardemente los aleros montañosos habitados por cuervos

o acechan a la luna en la cañada aunque su brillo suene limpio desde el pozo    [estrellado?

Un cerro toca a un ángel más allá de una celda de santo

el pájaro nocturno canta alabanzas a través de conventos y cúpulas de hojas

 

su árbol con pecho de petirrojo, las tres Marías en los rayos.

Sanctum Santorum el ojo animal del bosque

narra los abalorios de la lluvia y el adusto fantasma,

la lechuza, acude a su llamado de campana. El zorro y la mata se hincan ante la     [sangre.

Ahora los cuentos glorifican

el nacimiento de la estrella en el pasto y toda la noche tascan las fábulas

sobre la mesa señorial de la hierba reverente.

 

Nunca jamás, por sobre todo, temas al lobo en su capucha baladora

ni al príncipe con colmillos en la granja salaz, ante la cáscara

y el barro del amor, teme por sobre todo y siempre al ladrón manso como el rocío.

El campo está bendito: Oh quédate en este amable campo, conoce el verdor noble,

bajo la luna cual tambor de oraciones en el bosque rosado

ampárate en el canto y en la flor y que alegre

 

te acuestes en la gracia. Duerme hechizada ante el descanso en la casa humilde

en el seto vivaz de las ardillas, bajo el lienzo y la paja y la estrella:

abrigada y bendita aunque ahuyentes los cuatro vientos altos

de la sombra candente y el bramido en la aldaba enfríe tus juramentos.

 

Y aún fuera de la tejida y picuda oscuridad y de las ramas como zarpas

sabe tú que el ladrón encontrará un camino solapado y seguro

y astuto como nieve y suave como el rocío caído de la espina,

esta noche y cada vasta noche hasta que hable la campana austera

en la torre y a dormir llame sobre los establos

de los cuentos en hogares de piedra, amor mío perdido; y que el alma ande en las     [aguas tonsuradas.

 

Esta noche y cada noche desde la estrella fugaz en que naciste,

siempre y siempre él encuentra un camino cuando cae la nieve

cuando la lluvia cae, granizo en el vellón, cuando la niebla del valle flota

por los establos oro-heno, cuando cae el rocío

sobre el aspado polvo del manzano y las golpeadas islas

de hojas matutinas, cuando cae la estrella, mientras se escurre la simiente alada       [del manzano

y cae, y florece en la herida que bosteza a nuestro flanco,

cuando el mundo cae silencioso como la tromba del silencio.

 

II

 

¡La noche y el reno sobre las nubes encima de las parvas

y las alas de la gran ave fabulosa que para la bella se atavió!

¡la saga saltarina de la oración! Y allí en lo alto, sobre los vientos con talones de      [liebre, las cornejas

se alzan de sus negras capillas, graznando las biblias de los pájaros!

Entre los gallos, el zorro colorado que arde como un fuego,

 

la noche y la vena de los pájaros en el puño de los bosques lleno de alas y ojos       [negros!

¡Golpe pastoral de la sangre a través de las hojas enlazadas!

Desde la mata, con negros puños de sotana y mangas como escarcha de abrojos

el fluir de la fábula y el bullicio del ruiseñor!

¡El fantasma surgido de la cañada rota para cantar

 

y el embozado cerro de cipreses! ¡El bullicio y el cuento

en el patio rastreado, con la lluvia mantecosa en el balde!

¡El sermón de la sangre! ¡La vena sonora del pájaro! ¡La saga que salta

de los tritones el serafín! ¡El Evangelio engaña! Todo habla esta noche de aquel que   [viene

rojo como el zorro y astuto como el viento de ligeros talones

¡Iluminación de la música!, la gaviota arrullada, lomo negro

sobre la ola, con arena en los ojos! Y el potro penetra silencioso

con sus cascos de luna por el lago revuelto cercado por el verde en la vigilia de los    [vientos.

¡Música de los elementos, que realiza un milagro!

Tierra, aire, agua, fuego cantan dentro del acto blanco,

 

la de pelo oro heno, mi amor dormida, de ojos azul vado

en la casa nimbada, en su rareza y su alto andar montañoso

amparada y bendita y verdadera; y tendido con tal quietud

podría el cielo cruzar por sus planetas, la campana llorar, la noche recoger sus ojos,

el ladrón caer sobre los muertos como el rocío irresoluto,

sólo por el giro de la tierra en su bendito corazón!

 

Astuta, lentamente, oyendo como la herida de su flanco marcha

en torno del sol, él viene hacia mi amor como la nube destinada

y flota de verdad hacia la costa de flores como el mar dominante del rocío

y sin duda navega como las nubes en forma de barco

Oh él viene destinado a mi amor, no a robarle su herida de marea rasante

ni su alto andar, ni sus ojos ni su pelo encendido,

sino su fe, desde que cada noche vasta y cada saga de la oración, viene

para tomar su fe, pues esta última noche, por su interés profano

viene a abandonarla cuando el sol proscripto se despierta,

 

desnuda y traicionada, sufriendo por saber que no vendrá.

Siempre y siempre, por todos tus juramentos cree y teme,

mi amada, que él venga esta noche y la noche sin fin, mi amada desde que tú   [naciste:

Y tú despertarás, del sueño campestre en este amanecer y cada amanecer primero,

tu fe tan inmortal como el clamor del dominado sol.

 

 

 SOBRE LA COLINA DE SIR JOHN

 

Sobre la colina de Sir John,

se cierne inmóvil el halcón en llamas;

en una nube alzada, al caer la penumbra, arrastra con sus garras

a los pequeños pájaros de la bahía, los levanta a sus horcas

y hasta los rayos de sus ojos

y las guerras de los gorriones, vocingleras como juego de niños

y a los que cantan como cisnes, la penumbra, en las orillas reñideras

y alegremente graznan

al patíbulo cruel sobre la lucha de los olmos

hasta que estalle en un relámpago el halcón enlazado

y lentamente la garza pescadora cazadora bendita,

reverencie su lápida inclinada aguas abajo en el río Towy.

 

Un relámpago y las plumas chasquean

y la justiciera colina de Sir John se atavía

con una toga negra de cornejas y una vez más los pájaros burlados

se mueven como liebres, vapuleados de viento,

hacia el halcón en llamas, alto como una horca, sobre las aletas del Towy.

Allí

donde el martín-pescador de la elegía da su estocada y chapotea

por los bajíos y los juncos picados de guijarros

y "bobo, bobo" llama el halcón altivo

"ven y hazte matar",

abro las hojas del agua en un pasaje de salmos y de sombras

entre cangrejos de pinzas enredadas

y leo en una caracola

la muerte clara como una boya de campana:

que la alabanza entera del halcón en llamas, se cante en la penumbra llena de ojos     [de halcones,

cuando su cuerda viperina cuelgue atada con llamas

bajo su ala de tea y bendecidos sean

los tiernos pollos jóvenes de la bahía y los arbustos cloqueen;

"bobo, bobo" "ven, vamos a morir".

Penamos como los pájaros alegres, nunca más dejamos el guijarro y el olmo,

la garza y yo,

yo joven Esopo que fabula con la noche cercana junto a la hoya de anguilas;

la santa garza entona himnos en el valle distante,

 

un puerto de cristal colgado en caracolas

donde navegan los guijarros del mar

y los muelles del agua donde los muros danzan y las grullas se elevan en sus   [zancos.

Somos la garza y yo, bajo la justiciera colina de Sir John

llena de olmos, con esa culpa repicada hacemos la leyenda

de los pájaros que extraviaron su rumbo, de los que Dios se apiada

por sus pechos de trinos,

Dios en su torbellino de silencio advierte el grito de los gorriones

por el canto de sus almas.

Ahora la garza se lamenta en las orillas cubiertas de malezas.

Por las ventanas de penumbra y agua veo como se inclina murmurante

la garza en el espejo

y se marcha con las plumas restallantes de nieve

a pescar en la lágrima del Towy. Sólo un graznar de búho

se ahonda como el silbido de una brizna en manos ahuecadas, en los saqueados      [olmos

y ya no hay gallos o gallinas jóvenes

que griten sobre la colina de Sir John. La garza, que se trepa

por las hondonadas llenas con las escamas de las olas, hace toda la música;

y yo que oigo la tonada del río que trasporta lentamente los sauces,

grabo antes de la estocada de la noche,

las notas sobre esta piedra sacudida de tiempo

por las almas de los pájaros asesinados que navegan.

 

 

 POEMA EN SU CUMPLEAÑOS

 

       En el sol como semilla de mostaza,

junto al alto río inclinado y el zig zag del mar

       donde los cormoranes huyen,

en su casa elevada sobre zancos, entre picos

       y monsergas de pájaros

en este día como grano de arena en la tumba inclinada de la bahía

       él celebra y desprecia

sus treinta y cinco años de detritus que el viento transformó en edad;

       las garzas se alzan en agujas y venablos.

 

       Abajo y a su lado

van los lenguados, las gaviotas en sus huellas agónicas y frías

       obedeciendo a las palabras

recios pájaros acuáticos en las olas colmadas por los congrios

       se afanan en sus caminos a la muerte,

y el coplero en el cuarto de los chismes,

       que tañe su campana de cumpleaños

se esmera hacia la emboscada de sus heridas;

       las garzas, agujas espigadas, echan su bendición.

 

       En el otoño de los cardos

él canta hacia la angustia; los pinzones vuelan

       entre huellas de halcones en un cielo rapaz;

peces pequeños se deslizan entre cascos y vientos

       en ahogadas poblaciones de barcos

hacia praderas de nutrias marinas.

       En su ladeada casa torturante

y las rotas espirales de su oficio percibe

       como las garzas andan en sus mortajas,

 

       el manto interminable del río

de mojarras se trenza junto a su oración;

       y lejos, junto al mar conoce

al que esclaviza su final eterno, agazapado

       bajo una nube en forma de serpiente,

los delfines bucean en polvos de naufragio

       las encrespadas focas se lanzan a matar

y su propia marea mientras echa su sangre

       resbala bondadosa hacia la boca suave.

 

       En un silencio de ola, cavernoso,

osalante, lloraron las pálidas campanas del ángelus,

       treinta y cinco campanas cantaron su repique

sobre la cicatriz y el cráneo donde yacen sus amores en ruinas,

       timoneados por estrellas fugaces.

Y el mañana llora en una jaula ciega

       que el terror derribará con furia

antes que las cadenas rompan en martillos de fuego

       y el amor libere las tinieblas

 

       y él se pierda libremente

en la famosa luz desconocida del grande

       fabuloso Dios amado.

La oscuridad es un camino y la luz un lugar,

       el cielo que no existió

ni existirá jamás es siempre cierto

       y, en ese vacío tupido de malezas,

como los bosques de zarzamoras,

       crecen los muertos para Su alegría.

 

       Allí, desnudo, debería errar

con los espíritus de la bahía en forma de herradura

       o los muertos en la playa de estrellas.

con médula de águilas, raíces de ballenas

       y pechugas de ánades salvajes,

con el bendito Dios que no ha nacido y Su Espíritu,

       y cada alma, Su sacerdote,

engañada y cantando en el pliegue el Cielo joven

       sea ante la paz temblorosa de nubes.

 

       Pero la oscuridad es un camino largo.

Él, sobre la tierra de la noche, solo

       con todo lo viviente, reza,

Él, que sabe que el viento como centella soplará

       arrojando los huesos fuera de los cerros,

y las piedras heridas de guadaña sangrarán, y las últimas aguas

       astilladas de ira han de patear los mástiles y peces

hacia las silenciosas estrellas vivientes

       y sin ninguna fe hasta Aquel

 

       que es la luz del cieloviejo formado por el aire

donde las Almas se vuelven salvajes

       como caballos en la espuma:

Oh, dejadme este luto a mitad de mi vida

       junto a reliquias y juramentos de garzas como druidas

por el viaje que hacia la ruina he de correr

       entre barcos golpeados y encallados

aunque grite todavía con mi lengua confusa

       y cuente en voz alfa mis heridas:

 

       cuatro los elementos y cinco los sentidos

y el hombre, un alma enamorada que se enreda

       a través de este limo giratorio

al llegar a su reino frío, nimbado de campanas

       y las cúpulas perdidas, con su brillo de luna,

y el mar que esconde sus personas secretas

       hondo en sus negros zócalos de hueso

arrulla en los astros la carne entre las valvas

       y esta suprema bendición final

 

       que cuanto más camino hacia la muerte,

un hombre con sus cascos partidos,

       más pleno de sonido el sol florece

y el mar destartalado, agudo de colmillos exulta;

       y cada ola en el camino

y cada ciclón con el que lucho, y todo el mundo entonces

       con la fe más triunfante que nunca

desde que el mundo fue nombrado

       gira su mañana de alabanza,

 

       oigo los cerros saltarines

crecer llenos de alondras, reverdecidos por el otoño

       pardo de moras y las alondras del rocío cantan

más altas que esta primavera tronadora

       y las vehementes islas con alma humana

¡cuanto más cerca de los ángeles cabalgan!

       Oh, ya mis hombres radiantes no están solos

y sus ojos son entonces más santos

       mientras yo navego hacia la muerte.

 

 

 LAMENTO

 

Cuando era yo un muchacho presuntuoso y una pizca de hombre

y el negro escupitajo de los feligreses,

(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de mujeres)

andaba de puntillas, tímido en el bosque de grosellas,

la tosca lechuza gritaba como una jaca legendaria,

en mi rubor, brincaba mientras las niñas grandes

jugaban a los bolos en los baldíos de los asnos

y en un vaivén de noches domingueras rondaba

a quienquiera que fuese con mis ojos perversos,

tanto como el tamaño de la luna podía yo amar

y abandonar junto al arbusto negro como el carbón

a todas las esposas en las pequeñas bodas

de hojas verdes y dejarlas penando.

 

Cuando era yo un hombre borrascoso y apenas medio hombre

la bestia negra de la congregación de escarabajos

(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de putas)

no un muchacho y una pizca de hombre en la luna perversa que se hundía

y borracho como un becerro recién parido

silbaba la noche entera en retorcidas chimeneas,

las comadres surgían en las zanjas de medianoche,

y las achicharrantes camas pueblerinas gritaban: "de prisa"

cuandoquiera que me zambullía en un pecho como alto bajío

dondequiera que brincase sobre colchas de trébol

lo que quiera que hiciese en la noche de color carbón

dejaba siempre mis huellas temblorosas.

 

Cuando era yo un hombre, lo que se dice un hombre

y la cruz negra de la casa bendita,

(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de bienvenida)

con aguardiente y uvas en el albor brillante de mi primera edad,

no un gato macho de cola florecida en la ciudad candente

y cada mujer domada su ratón,

sino un toro de la loma en el bochorno del verano

que llegaba en su grande y buen momento

a las bestias que enardeciéndose sufrían, me dije,

¡oh mucho tiempo habrá cuando la sangre fría ya se arrastre

y yo me eche en la cama sólo para dormir

a causa de mi alma ceñuda y perezosa, negra como el carbón!

 

Cuando era yo la mitad del hombre que era

y merecía las advertencias de los curas,

(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de ruina)

no un becerro restallante ni un gato enardecido

ni un toro de la loma en la lechosa hierba,

sino una oveja negra con un cuerno arrugado,

al fin el alma abortada de su falso agujero ratonil

se enfurruñaba cuando el tiempo de claudicar venía

y di a mi alma un ojo ciego, maltratado,

cartílago y corteza y una estruendosa vida,

y la empujé hasta el cielo negro como el carbón

para encontrar un alma de mujer por esposa.

 

Ahora ya no soy un hombre, ya no lo soy,

sólo una negra recompensa por mi vida estruendosa,

(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de extraños),

pulcro y maldito en mi cuarto arrullado de palomas

yazgo, delgado y oigo las bondadosas campanas

porque, ¡oh! mi alma encontró una esposa dominguera

en el cielo negro como el carbón y ella aburre a los ángeles!

¡me rodean arpías que surgen de su vientre!

la castidad reza por mí, la piedad canta,

endulza la inocencia mi último negro aliento

la modestia esconde mis muslos en sus alas,

y todas sus mortíferas virtudes fastidian mi muerte!

 

 EN EL MUSLO DEL GIGANTE BLANCO

 

Por entre las gargantas, donde se cruzan muchos ríos

gritan los pájaros acuáticos

bajo la luna fecundada sobre la alta colina de yeso.

Y allí, esta noche, voy por el muslo del gigante blanco

donde mujeres yermas como piedras

yacen quietas y ansiosas por trabajar y amar

aunque ya se rindieron hace tiempo.

 

Por entre las gargantas donde se cruzan muchos ríos, las mujeres rezan,

suplicando en la bahía vadeada que se derrame la simiente

aunque la lluvia barrió los nombres escritos en sus piedras cubiertas de maleza.

y solas en el eterno oficio curvo de la noche

suspiran con sus lenguas de pájaros acuáticos

por los inmemoriales hijos no concebidos

de la mellada, tundida colina.

 

Ellas, que en un invierno con carne de gallina amaron todo el hielo abandonado

en los senderos de los galanes, o se enroscaron bajo el buey abrasador del sol

en las carretas con sus cargas tan altas que los manojos de heno

se asían de las nubes oblicuas, o alegres se acostaron con alguno

tan joven como ellas a la luz recién ordeñada de la luna

 

bajo las formas iluminadas de la fe, y sus enaguas por la luna sombreadas

se levantaban alto con el viento.

o se sobresaltaban con los rudos y jóvenes jinetes,

ahora me oprimen contra sus granos en un claro del bosque gigantesco,

ellas, las que una vez, ya verdes campos hace, fueron un seto vivo de alegrías.

 

Hace tiempo, su polvo fue carne que olfateaba el porquerizo astuto,

encendida en el vaho de la pocilga nupcial, por la impetuosa

claridad de sus muslos alardeando hacia el cielo del muladar

o con su hortelano, en el corazón del arbusto solar,

eran rudas como lenguas de vaca y podadas con zarzas sus melenas mantecosas

bajo el verano sofocante, llenas de espinas de oro hasta los huesos,

o se ondulaban suaves como seda en la luna hilandera

y arrojaban piedrecillas al lago que sonaba como un arpa de granizo.

 

Las que una vez eran un florecer de novias al borde del camino en las casas de los    [espinos blancos

y oían al campo lascivo y cortejado, fluir hacia las próximas escarchas

y el chillar de los pequeños frailes escurridizos, ataviados de pieles

al extinguirse el día, en las naves de cardos, hasta que la lechuza blanca

cruzaba por sus pechos y escuchaban jactarse a las gamas arqueadas y a los   [cornudos gamos

trepar veloces, ante el llamado del amor, al bosque

donde echa espuma una antorcha de zorras,

a todos los pájaros y bestias de la noche engarzada oían repicar bulliciosos

 

y el topo achataba el hocico al peregrinar bajo las cúpulas

o, robustas cuidadoras de gansos, saltaban en un catre,

llenos de miel sus pechos, bajo su ganso rey

que en el siseante establo las azotaba con sus alas,

muertas hacía tiempo y consumida la cebada oscura donde sus zuecos danzaban en   [primavera

y volaban sus horquillas de luciérnaga y rodaban las parvas

(pero nada nacía, ningún niño prendía su boca a las venosas colmenas

y desnudas y estériles en tierra de Madre la Oca,

ellas eran con sus simples aldeanos un pedregal de esposas)

 

Ahora el grito del pájaro acuático me derriba para besar sus bocas en el polvo.

 

El polvo de sus ollas y relojes se hamaca

donde cabalga ahora el heno o las cocinas de helecho se enmohecen

como el arco de las hoces que podaba los setos a relámpagos

y cortaba las ramas de los pájaros que la savia trovadora enrojecía.

Ellas, desde las casas donde se hinca la cosecha, me oprimen fuertemente,

las que oyeron doblar la alta campana en los domingos de los muertos

y la lluvia que escurría sus lenguas por el patio esfumado,

me enseñan que el amor es siempre verde luego de la tumba donde caen las hojas

luego que el Amado sobre la cruz enterrada en la hierba

sea barrido por el sol y las Hijas ya no se lamenten

salvo por sus largos deseos en las calles de las jóvenes zorras

o por su hambre en el bosque derribado;

a estos muertos sanos e inmortales de veras aman las mujeres de la colina

por siempre meridianas entre los árboles de los galanes

 

Y las hijas de la sombra llamean todavía como arden las fogatas cierta noche de      [otoño.

 

 

ELEGÍA

 

Demasiado altivo para morir, murió ciego y vencido

del modo más sombrío, sin mirar hacia atrás,

un hombre amable y frío en su mezquino orgullo

 

el día más sombrío. Oh que siempre yazga

luminoso por fin en la colina final llena de cruces,

bajo la hierba, enamorado y que joven se vuelva

 

entre los largos rebaños, y nunca yazga perdido o quieto

en todos los innumerables días de su muerte

aunque por sobre todo él suspiraba por el pecho materno

 

que era descanso y polvo y en la tierra benévola

la más oscura justicia de la muerte ciega y profana.

Dejad que no encuentre otro descanso que ser hallado y protegido

 

yo rezaba en el cuarto agazapado, junto a su cama ciega,

en la casa ya muda, un minuto antes del mediodía

y de la noche y de la luz. Los ríos de los muertos

 

veteaban su pobre mano que sostenía yo mientras veía

las raíces del mar a través de sus ojos sin vida.

(Un viejo atormentado, tres cuartas partes ciego.

 

No soy tan altivo para gritar que Él y él

nunca nunca se irán de mi mente.

Todos sus huesos lloraban y pobre en todo salvo en el dolor,

 

aunque fuera inocente, él temía morir

odiando a Dios, pero en verdad era simple:

un viejo manso y valeroso en su quemante orgullo.

 

Suyos eran los postes de la casa, poseía sus libros.

Nunca había llorado, ni siquiera de niño

y no lloraba ahora, salvo ante su secreta herida.

 

Yo vi la última luz, que resbalaba de sus ojos.

Aquí entre las luces del altivo cielo

un viejo está conmigo dondequiera que voy

 

camina en las praderas del ojo de su hijo

sobre el que males infinitos cayeron como nieve.

Él gritó ante su muerte, temiendo al fin el último sonido

 

de las esferas, el mundo que se iba sin un suspiro

demasiado altivo para llorar, demasiado débil para aguantar las lágrimas,

y preso entre dos noches: la ceguera y la muerte.

 

Oh, la herida más profunda de todas, era que debía morir

en día tan sombrío. Oh, pudo al fin esconder

las lágrimas fuera de sus ojos, demasiado altivo para llorar.

 

Hasta que muera yo, él estará a mi lado).


 

[1] Jack Frost: (hombre de escarcha) El invierno en lenguaje coloquial.


 

NOTA SOBRE EL POEMA "ELEGÍA"

La elegía inconclusa de Dylan Thomas llevaba por título "Elegía" y "Demasiado altivo para morir" o "Muerte cierta" que se habían usado en esbozos preparatorios. Entre sus papeles, Dylan Thomas dejó sesenta páginas manuscritas acerca del poema incluyendo esta nota:

 

1) Aunque era demasiado altivo para morir él por cierto murió, ciego, en la más terrible agonía pero no se acobardó ante la muerte y fue valiente en su orgullo.

2) En su inocencia y al pensar qué estaba odiando a Dios, nunca supo lo que en realidad era: un buen viejo en en su quemante orgullo.

3) Ahora él no apartara de mí, aunque esté muerto.

4) Su madre decía que de niño nunca lloraba; ni lloró ahora de viejo; solamente lloró ante su herida secreta y ante su ceguera, nunca en alta voz.

 

El resto del manuscrito consiste en frases, líneas, coplas, finales de líneas y transcripciones del poema en distintos grados de terminación. Las dos versiones más completas, que claramente son las últimas, están escritas en cuartetas. Una sin título no tiene división entre los versos, la otra, titulada "Elegía" está dividida en versos de tres líneas. Esta es para mí la última versión; al parecer ya tiene la forma que podría haber sido la definitiva. El poema se extiende hasta la línea diez y siete, termina en "las raíces del mar", después hay una línea borrada.

La extensión del poema se construyó sobre la base de las notas del manuscrito. Las líneas se encuentran allí, excepto aquellas dos o tres que fueron ajustadas para que cuadraran dentro del ritmo general. "Suspiro" aparece como una palabra suelta, marginal y la he usado en la línea treinta y cuatro; y "simple" que termina la línea veintitrés fue añadida a era sin justificación, sacada del manuscrito. En la tercera línea elegí "mezquino orgullo" en lugar de "quemante orgullo", pues aunque "quemante" aparece con mayor frecuencia que "mezquino" en las transcripciones, fue "mezquino" la palabra que él citó de memoria ante mí la última vez que nos vimos.

De las líneas añadidas, diez y seis son exactamente las que escribiera Dylan Thomas. Las restantes sólo se han alterado por la extensión de alguna inversión o una dos palabras. El orden bien pudo haber sido diferente. El poema pudo también haber sido mucho más largo. Recuerda el poema anterior, escrito también para su padre. " No entres dócilmente en esa noche quieta", pero resulta claro que en este poema Dylan Thomas intentaba algo aunque más inmediato, también más difícil.

 

vernon watkins

 


 

NOTAS SOBRE LOS POEMAS

 E.A.C

Prólogo del autor:

El poeta se compara a si mismo con Noé. El arca simboliza la poesía y él invita a todas las criaturas de Cales a refugiarse en ella.

En los primeros poemas de D. T. la palabra diluvio estaba inevitablemente asociada con el terror. Aquí tiene un contenido opuesto. Todo el poema es un oficio de celebración. La alegría de un poeta religioso en comunión con la naturaleza.

 

Veo los muchachos del verano:

En este poema, como en muchos de la primera serie se simboliza el ciclo de la vida y la muerte. La palabra "pouch" que aparece en la última estrofa, traducida genéricamente como "bolsa" puede significar además cama, y en la simbología de D.T. lleva implícito el significado de útero y tumba.

Tres son los hablantes en el poema: el crítico, los muchachos y el poeta. El crítico comienza enjuiciando a los muchachos, que en su inconsciencia todo lo destruyen y nada bueno predice para ellos. Sólo que quizá sentirán en la vejez el ardor que ahora no sienten. El poeta en la última línea de la estrofa afirma que si esto se cumple, será porque habrán preservado la juventud.

En la segunda parte, los muchachos se defienden. Gritan su desafío a las estaciones, son los que todo lo niegan, todo lo trastruecan, ya que someterse al tiempo sería estar a merced de la muerte.

En la última parte el crítico remarca que los muchachos terminarán en la ruina, destruidos por el gusano que habita en cada hombre. Los muchachos se proclaman "hijos del pedernal y de la brea" y el poeta en el último verso indica que los extremos son en realidad uno solo "mirad cómo se besan los polos que se cruzan".

D. T. no da en el poema ninguna indicación convencional de que se trata de un diálogo. El crítico Eider Olson sostiene que esto no es meramente deliberado sino además estudiado. Fraser asegura en cambio que, por la edad en que el poema fue escrito, no puede haber sido objetivo hasta ese punto, puesto que el mismo poeta era uno de aquellos muchachos del verano.

 

Cuando una vez los cerrojos del crepúsculo:

En un sueño de nacimiento y, dentro de él, un sueño de culpa y corrupción. Padre, madre e hijo a la vez, el soñador es liberado de sus obsesiones por medio del sueño y cuando el aire se despeja, despierta.

Al hablar de coraza (carcass) se refiere a la carne. El propio embajador es el espíritu, que va a la luz revestido de tal coraza.

 

Antes que llamara:

Mnetha: Personaje de Tiriel, de William Blake (anagrama de Alhena) El hombre es presentado como Cristo y se trata de mostrar la vida humana como si la conciencia de la muerte ya empezara a crecer en la existencia prenatal.

 

La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor:

Uno de los poemas más conocidos de D. T. La relación entre el hombre y el universo como un microcosmos frente al macrocosmos; sobre ambos obran las mismas fuerzas que crean y destruyen.

 

Si me hiciera cosquillas el roce del amor:

La palabra Rub (frotar), es también "sarcasmo" en otra de sus acepciones. El poeta, como la reina en Ricardo II parece decir "the world is full of rubs" (el mundo está lleno de sarcasmos). El problema es comprender si uno de estos roces o sarcasmos es capaz de arrancar "la risa del pulmón" de modo que el hombre alcanzado verdaderamente por el "cosquilleo" del amor y el sexo llegaría a no temer a la muerte ni a la tumba. Pero que tal como la vida se da y a pesar de sus dualismos fascinantes, el roce del amor no basta. Por lo cual se explica haber utilizado esta palabra, con el otro significado (sarcasmo) implícito.

 

Nuestros sueños de eunuco:

Los sueños de nuestras noches, inútiles a la luz del día traen muchachas muertas al lecho cuyos cuerpos saben a mortaja. Algo semejante ocurre con las imágenes del cine que también son fantasmas y tienen una vida aparente. Al seguir a estos espectros olvidamos nuestra vida real.

La pregunta es: ¿Cuál es la mayor ilusión? ¿Los sueños, los filmes y las fotografías o nuestra propia vida?, la respuesta es que el mundo cotidiano resulta lo más terrible, de modo que para vivir en paz es necesario desterrar sus fantasmas y sus imágenes.

 

Cuando, como una tumba veloz:

En este poema la palabra Cadáver se usa en el sentido del cadáver que todo hombre viviente lleva en sí. El círculo virgen (O en el original) es un símbolo del vacío. D.T. utiliza el nombre de Adán en varios sentidos. Aquí se refiere a su sentido primario, o sea "el primer hombre".

Cuando utiliza el apelativo "señor y señora" le está hablando a la cabeza y al corazón: "Sir Head and Madam Heart".

Macadam se ha traducido como asfalto por su función en el contexto de la estrofa pero tiene otro significado implícito. Mac = camarada, Adam=Adan.

 

Desde la primera fiebre del amor a tu infortunio:

El símbolo de la tijera es usado siempre como símbolo de nacimiento y muerte. La tijera corta el cordón umbilical, también sirve para cortar la mortaja.

W. S. Mervin afirma que, aparte de la Elegía, este es el único poema que se conoce de D.T. que aparece inconcluso. El poeta trataba de decir en él, el mito del nacimiento según el suyo propio, pero concluye expresando que aún las creaciones de la imaginación son fútiles. Por eso, tal vez con toda intención no se haya tomado el trabajo de finalizarlo.

 

En un principio:

Se trata de la creación del mundo comparada a la creación del hombre desde un punto de vista universal. Se mezclan elementos de la simbología cristiana con elementos cabalísticos.

 

Soñé mi Génesis:

Cuando habla de "las lágrimas de Adán" se refiere al sudor de sal que el hombre vierte en su trabajo desde la caída y además a la sal del mar, generadora del hombre.

 

Mi mundo es pirámide:

Adán que el mar sorbió: se refiere al cuerpo mortal heredado del Casco vacío (hollow hulk) = el útero.

La palabra "fellow" que se ha traducido por "camarada" se usa dentro del poema en varios niveles: como sustantivo (el camarada, el compañero), como adjetivo y como verbo (convertir en camarada). La palabra forma una falsa aposición al sustantivo madre, padre etc.

Eloi es el grito de Cristo en su agonía: "Eli, Eli, lama sabachtani".

Leche lujuriosa (horny milk en el original) horny = slang por lustful (lascivo-lujurioso) se refiere a la secreción de la mujer bajo el estímulo sexual.

En inglés hay una alteración entre "dobles" en este caso "imita o repite" y dabbles (salpica-chapotea), que en el contexto resulta onomatopéyica.

 

Yo en mi imagen intrincada:

Con dos imágenes igualmente agresivas: el hombre esposado y el fantasma en su armadura se refiere al cuerpo y al espíritu. Más adelante la tierra es comparada con un disco de cera que a la vez graba la historia individual y colectiva.

La visión exultante de los dos últimos versos parece un anticipo de la poesía de celebración, propia del último período de la obra de D.T.

 

El demonio encarnado:

Aquí el poeta expone una interpretación propia de la caída. Desde que "los dioses del jardín" enviaron al mal y al bien sobre un árbol de oriente, el hombre queda eximido de su responsabilidad frente al pecado.

 

Hoy, este insecto:

Molinos de viento imaginarios: "Air-drawn windmill" en el original, no está usado aquí en el sentido corriente de drawn by the air sino en sentido del inglés arcaico drawn on the air, que tiene la connotación de "ilusorio".

 

La semilla latente:

En su punto cero, es decir, en el momento en que aún no ha germinado.

"El hombre se declara" trasposición de dos expresiones en inglés: Man-bearing y war-waging (la gestación del hombre y la declaración de la guerra). En el poema se han traspuesto escribiendo man-waging y war-bearíng para producir un efecto que no se advierte en español.

 

¿No haces las veces de mi padre?

Abraham-man: mendigo que finge locura para obtener más limosnas. Originariamente se trataba de algún enfermo mental de una guardería llamada Abraham, en el hospital en Bedlahm, donde los internos estaban autorizados para solicitar el óbolo de las gentes.

 

¿Por qué el viento del Este?

Fuentes de los vientos: En el original windwell (del anglosajón antiguo) en lugar de source of the winds. Literalmente: pozo de los vientos.

 

Hace una pena:

Aarón: Planta de tallo largo como la candelaria, llamada así en recuerdo de la vara de Aarón mitológica que floreció milagrosamente y se cubrió de almendras.

Los doce triángulos del viento querubín: Símbolo tomado de la cartografía y la iconografía. En la rosa de los vientos antigua se representaban los doce cuadrantes del viento con la estampa de una cabeza de carrillos inflados que soplaba con fuerza. Estas imágenes se parecen a las que representan a los querubines, generalmente una cabeza sin cuerpo.

Encajonada en el amor (boxed into love). El mismo D.T. aclaró que Boxed into love lleva implícitos dos significados: Box: caja, ataúd; y también: boxeo.

 

Cuando el sol servidor:

El señor mañana: se refiere al niño que aún no ha nacido.

El armario de piedra: la naturaleza que revestirá de carne a la semilla para que una vez que los cartílagos se hayan ataviado del todo pueda ponerse de pie y entrar en la vida.

 

Alimenta a la luz:

El poeta aspira a hacerse uno con el mundo en que vive y alimentar todas las cosas, aun las más diabólicas, con excepción de las fantasías mórbidas.

En las tres primeras estrofas se trata de una exhortación a sí mismo. En la cuarta, a los mares que representan el universo y en la última a Dios.

Los pájaros que registran el viento: traducción libre de bows and arrows bird = veleta en su forma arcaica, pues antiguamente numerosas veletas ostentaban en lugar del gallo, pájaros tallados.

 

En dirección al altar bajo la luz del búho:

La simbología de estos así llamados sonetos, es muy compleja y ha sido entendida de diversos modos. Es indudable que se trata de una interpretación del Apocalipsis, pero existen múltiples significados confluentes. Por ejemplo, mientras Francis Scarfe se inclina a considerar estos poemas como una mezcla de símbolos bíblicos, cabalísticos y miltonianos, William Empson se empeña en ver en la cruz un símbolo sexual. Mientras Karl Shapiro los ve como una expresión directa de un espíritu religioso que no busca explicaciones metafísicas a sus creencias, sino que las siente como parte natural del mundo, Eider Olson los entiende como interrelación total entre el cosmos, el movimiento de los astros, la sucesión de las estaciones, el destino del hombre y la crucifixión de Cristo. Siguiendo parcialmente su interpretación, aclaremos algunos hermetismos, ya que se ha considerado a esta serie de sonetos como los más oscuros de la poesía thomasiana.

 

Soneto I:

Antes del equinoccio otoñal, la constelación de Hércules declina hacia el oeste (oeste=ocaso=tumba). Hércules, protagonista del poema es a la vez constelación, héroe, caballero, el tiempo, el sol, el hombre mismo.

En su declinación, Hércules es seguido por Escorpio y las serpientes (furias), el sol mueve hacia el sur, hacia la constelación de Ara (altar) a la luz nocturna (luz de búho).

Abadon: Ángel destructor, la muerte en forma de serpiente.

Devorador de mundos, un perro entre las ferias con la quijada al acecho de nuevas: según Edith Sitwell el símbolo se referiría aquí al horror del hombre ante el vértigo y la locura de la vida.

Quijada al acecho de nuevas: jaw for news, trasposición de la expresión nose for news, es decir, estar alerta a las novedades.

Mandrágora: con su verdadero significado de planta y alusión encubierta al hombre-dragón: man drake, Drake = dragón, en anglosajón antiguo.

Sobre una pierna en medio del ventoso naufragio: Hércules aparece sobre una rodilla con un pie en la cabeza en la constelación de Draco (dragón).

 

Soneto II:

Paralelo entre el nacimiento del hombre y el aparente pasaje del sol por la Vía Láctea.

el pelicano de los círculos: el universo.

la artería: la Galaxia.

la breve chispa: el principio de la vida: Dios.

Jacob a las estrellas: imagen bíblica y astral. Los escalones por donde trepa serían las vértebras de la serpiente gigante (constelación de Hydra).

sujeto vacío: La muerte, el esqueleto despojado de su carne.

 

Soneto III:

El Carnero: doble alusión: símbolo viril, el macho cabrío y la elevación de Aries en el cielo (la hora del jardín = la primavera en el hemisferio norte).

La tropa de cuernos: Tauro sigue a Aries en el zodíaco.

El cucharón de médula: Alusión al despertar de Rip Wan Winkle después de veinte años, al beber la médula.

Un despojo del año: Al seguir el curso de las estaciones, Aries queda atrás devastado.

La primavera repicó dos veces: Alude al hecho de que el año tiene dos primaveras, una en cada hemisferio.

 

Soneto IV:

Se interrumpe la narración de Hércules y el poeta pasa a formularse preguntas sobre la chispa del origen, sobre el principio del hombre.

hombre de bamba: esqueleto humano.

orillas de pan: alusión al maná.

el penoso diluvio: el espacio, un reflejo distante del mundo.

 

Soneto V:

Las constelaciones se simbolizan ahora por naipes.

Gabriel con dos pistolas: Aparte de la directa alusión al Ángel, Perseo montado en Pegaso, que asciende luego del equinoccio de otoño llevando un arma en cada mano.

El rey de los lunares: El rey de Etiopía (nombre pagano de la constelación Cepheus).

La nanga de Jesús[1]: El rastrillo de Jesús es un nombre que se da a la Vía Láctea.

La reina: Cassiopeia, que marcha en el cielo entre Cepheus y Perseo. Para la mitología clásica, esposa de Cepheus.

Las sotas con sus galas: las dos figuras de la constelación de Géminis.

Caballero impostor, Adán bizantino: Hércules, el propio narrador, porque simula ser el sol.

Hongos lechosos: la Vía Láctea.

La marea impetuosa del Asia: la constelación de Erídamus, llamada también el río.

La ballena de Jonás: la constelación de Cetus.

El oso polar que citó a Virgilio: la Osa Mayor y Menor que asciende hasta las Pléyades, a las que los romanos llamaban también Virgiliae.

Algas, detritus: en D.T. es siempre un símbolo de muerte.

 

Soneto VI:

Sigue hablando el poeta.

Hércules recorre un libro de agua: Porque ahora suben las constelaciones zodiacales con nombres acuáticos: Piscis, Delphinus, Cetus, Eridanus.

Cera: Símbolo constante en D.T. que significa la carne, representa la condición mortal del hombre.

Damas de pechos como gaitas: Damas que vencen al hombre al soplar con los detritus las vendas que preservan su vida.

 

Soneto VII:

Se refiere a los cielos de Nochebuena.

La Cruz del Norte ha ascendido y por primera vez se ve como un símbolo cristiano.

En una suerte de Biblia de la Naturaleza todos los árboles son uno y todas las oraciones son el Padrenuestro.

Esponja: símbolo cristiano. La esponja donde se le dio a beber a Jesús hiel y vinagre.

El tiempo concebido aquí como dolor deja su huella en todas las estaciones, la rosa y el hielo.

Soneto VIII:

Alude al Viernes Santo.

Describe el acto real de la Crucifixión.

La María de Dios en su dolor es mencionada cuando Virgo asciende en el horizonte.

Pechos de pájaro: símbolo de inocencia, contrastando con los pechos de gaita en el Soneto VI.

Juan Cristo: Cristo de todo el género humano.

Se afirma en este soneto la imposibilidad de la vida, la sola existencia del sacrificio y de la muerte.

 

Soneto IX:

Se refiere al Sábado de Gloria.

La atmósfera egipcia del soneto, según Eider Olson, está dada por la aparición en el firmamento de la estrella Cepheus (rey de Etiopia).

La momia, las tinturas extinguidas, las vendas, son el símbolo de la muerte que se burla de quienes, preservando los cadáveres, pretenden burlarla.

 

Soneto X:

Alude a la mañana de Pascua.

La fe renace en toda su fuerza al aparecer de nuevo en el cielo la constelación Cygnus, la cruz.

El marino del cuento en su peregrinar cristiano: = aquel que ha seguido la historia de la crucifixión.

Los cielos son ahora un canal azul-espuma, donde mora el pez grande (asciende la constelación de Delphinus).

Hay un retorno al Edén, pues todo lo que el tiempo destruye puede ser sin duda restaurado.

 

Acaso porgue el ave del placer silbe:

La ciudad maldita: Alude a Sodoma: Burn city en el original. Doble significados intraducible, puesto que "bum" significa a la vez borrachera y persona de calidad muy inferior. En Sodoma se cometían los pecados y era una ciudad disoluta.

El poema está lleno de significados elípticos.

Púas candentes en los ojos: Red hot wires en el original: su significado es la púa que ciega a los pájaros.

La nieve: quiere decir a la vez, la cocaína (los adictos suelen llamarla nieve) y el maná celestial.

Las lenguas salvajes: las lenguas de fuego que arrasaron la ciudad.

La persona de sal es la mujer de Lot.

 

Cuando mis cinco sentidos campesinos vean:

Señor de las moscas = se refiere a Belcebú.

En la campana de lengua polvorienta de los pecadores:

Muchos críticos no han encontrado significación alguna a este poema. Otros afirman que se trata de la descripción de una misa negra, presidida por Satán oficiando de sacerdote, el cual es comparado con el Tiempo que ejecuta su oficio.

 

La losa decía la fecha de su muerte:

Uno de los más típicos ejemplos del simbolismo freudiano del segundo periodo en la poesía de D.T. por la imaginería sexual que emplea.

 

Si mi cabeza causara el más mínimo dolor: Diálogo entre la madre y el hijo por nacer.

El hijo que se resiste a nacer haciendo sufrir y la madre que lo impulsa al nacimiento, aun conociendo que será él quien ha de sufrir.

 

Veinticuatro años:

El niño acurrucado como un sastre: la posición fetal.

 

Negativa a lamentar la muerte por fuego de una niña en Londres:

Las estaciones del aliento: = las estaciones de la cruz. Los amigos perdurables: los gusanos.

Las oscuras venas de su madre = las venas de la tierra.

 

Poema de octubre:

Francis Scarfe ha considerado este poema como una variación sobre el tema de "En un principio". Pero sin duda aquí la simbología cabalística de letras, signos y vocales se ha reemplazado por una enumeración de los hechos de la naturaleza —a la manera de Wordsworth— y por reminiscencias infantiles.

 

Por desgracia una muerte:

La imagen del Fénix en este poema significa aspiración celestial.

 

Muertes y entradas:

El último Sansón de tu zodíaco = el enemigo aéreo que bombardeará Londres, hará que los cielos se desplomen, como hizo Sansón al derribar el templo.

 

Cuento de invierno:

Este poema narrativo se basa en una leyenda. Un hombre que vive solo, una noche, en medio de la oscuridad y el frío, ve un bello pájaro hembra cerca de su casa. Corre toda la noche para alcanzarla, pero ella vuela cada vez más lejos. Cuando al fin desciende, lo cubre con sus alas; el invierno se transforma en primavera, ella se vuela y el espíritu de él la sigue. Su cuerpo sin vida aparece a la mañana en la cima del cerro. También tiene una clara relación con una antigua ceremonia invernal galense ante el advenimiento del nuevo año. En Gales, antes de la era cristiana, y entre ciertos campesinos aún después, la deidad mayor era una diosa y el rito de mitad del invierno se celebraba en su honor. La primavera que llega desde la tierra de los muertos es una recreación de este mito.

La visión religiosa de D. T. está de acuerdo con la leyenda. Aquí te concibe el amor dentro de la muerte, y luego triunfa una suerte de rito de renacimiento.

Pan a la deriva: Otra vez, alusión al maná.

 

Una vez hubo un salvador:

Recreación de la leyenda mesiánica con la imaginería propia del universo tomasiano.

 

En mi oficio o arte sombrío:

El acto de la creación, visto no sólo como un acto de desinterés, sino como acto sagrado.

Sullen = terco, hosco, sin significado inmediato.

 

Ceremonia depuse de un bombardeo = Ceremony after a fireraid:

Fireraid se tradujo como "bombardeo" porque el poeta se refiere concretamente a un bombardeo ocurrido en agosto de 1941.

 

Cuando desperté:

"Hago a Dios en el lecho, el bien y el mal": Simboliza a Dios como la bondad y al lecho como el pecado. Juego de palabras en inglés: (God in bed, good and bad).

 

Visión y plegaría:

Uno de los poemas devocionales que mejor caracterizan la poesía thomasiana del tercer período.

Se ha traducido con la misma forma gráfica que empleara el poeta.

 

Balada del señuelo de piernas largas.

El núcleo central es que la salvación debe venir de la mortificación de la carne y esta idea se apoya en un argumento basado a su vez en una antigua leyenda céltica.

"El pecado con forma de mujer" o la "carne enemiga" muestran con claridad la idea básica que no se desdibuja a pesar del impresionante y bello cúmulo de metáforas.

Con la muerte de la muchacha, surgen los muertos desde el fondo, retorna el Edén y el mar desaparece.

 

Fern hill:

Tal era el nombre de la granja donde D. T. pasó parte de su infancia. Este poema ha sido considerado por la crítica como uno de sus mejores poemas celébratorios.

 

En el sueño campestre:

Además de enunciar hechos y elementos de la vida cotidiana en una granja, representa la condición del hombre antes de su despertar a la conciencia.

 

En el muslo del gigante blanco:

Este poema hubo de formar parte de un cuarteto que iba a llamarse "In country heaven". "En el cielo campestre".

De este poema ha dicho Mervin que se trata de la narración de "un amor antiguo desesperado y estéril".

El muslo del gigante blanco: es un hito que lleva ese nombre en una colina de Gales.

"Las fogatas cierta noche de otoño". “Fawkes fires” en el original: alude a la noche del 5 de noviembre en que se conmemora con fogatas el fracaso de la conjuración de la pólvora en 1605.

 


[1] Jesu's sleeve en el origina.


 

INTRODUCCIÓN SOBRE LA TRADUCCIÓN

 

Traducción, prólogo y notas de

 

ELIZABETH AZCONA CRANWELL

 

LA POESÍA DE DYLAN THOMAS

 

Hablar de un poeta es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso, reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su propia contemplación.

Las circunstancias espectaculares y la leyenda tejida en torno a Dylan Thomas, esa figura excéntrica que paseaba su angustia y sus borracheras por los bares del Greenwich Village y por otra parte, el luminoso opuesto del adolescente perseguidor de pájaros que se extasiaba en la contemplación del mar y las colinas de Swansea, han mediado, especialmente en el público de América, en la valoración de su obra. Con Dylan Thomas ocurre un fenómeno curioso: todo el mundo habla de él. muchos han leído sus páginas en prosa Retrato del artista cachorro y Con distinta piel, también se ha visto representada su pieza teatral Bajo el bosque de leche, obra valiosa por su sentido del humor altamente poético, pero muy pocos conocen a fondo su poesía, lugar donde el lenguaje de Dylan Thomas alcanza su revelación más poderosa.

El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la sexualidad, la religión, la muerte, el idioma del paisaje, la leyenda, en la visión acelerada de un múltiple universo de símbolos conforman la esencia de esta poesía. Rebelión de las fuerzas vitales ante las formas que avanzan hacia su caducidad, música y memoria de un paraíso perdido en la niñez, gozo profundo ante los milagros y una constante búsqueda de la verdad inmutable del hombre, oculta en los mitos, los colores, los sonidos, las repeticiones eternas. Y que sólo se manifiesta a la luz de las palabras. Dylan Thomas trata de aprehender los limites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire. Y en esa travesía de opuestos, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración.

 

Situación histórica.

Que en Inglaterra surgiera un poeta como Dylan Thomas dentro de la década del 30 (Eighteen Poems, London, Fortune Press, 1934) aunque resulte extraño en un primer análisis no es más que la consecuencia lógica de un proceso inevitable. Inglaterra, a causa de su conservadorismo e insularidad, asumió más lentamente que otros países los cambios en la cultura y en las escuelas literarias. La literatura inglesa en general y la poesía en particular han tenido siempre un tiempo interno propio, un modo peculiar de aproximarse a los objetos y a los temas que trataba. Pero la aceleración de las metamorfosis ocurridas en el siglo XX no pudo serle ajena. En la década del 30 ya habían decantado los fenómenos de principios de siglo: la crisis de la agricultura, la primera guerra mundial, las transformaciones sociales. Entre las dos instancias claves que predominaban en la literatura británica: the isolalion y the relationship, se hacía necesaria una opción y ella no podía ser otra que el abandono de los problemas individuales y el intento de una comunicación que fuera compromiso con el hombre genérico, como miembro de una sociedad conflictuada en la que había que participar activamente. Esto es notorio en los poetas llamados de los thirties o la war generation cuyas preocupaciones básicas eran las cuestiones sociales —las teorías de Marx especialmente— y la indagación psicológica, sobre todo los descubrimientos freudianos. Pero lo psicológico era mirado desde fuera, como intento de dilucidar la génesis de las enfermedades de la civilización. De ahí que todos sus integrantes hicieran causa común con la guerra civil española y algunos de ellos hasta se enrolaran en las filas republicanas. Desde luego, su obra fue el resultado de esta actitud. La poesía de Auden, por ejemplo, llena de tesis, antítesis y demostraciones por el contrario, lleva a la conclusión de que las especulaciones sobre lo que para el hombre representa cada cosa en relación con el tiempo, Dios o el conocimiento deben ser trasladadas a la circunstancia inmediata. Day Lewis toma sobre sí el problema que preocupó a toda su generación: la elección entre la salvación del individuo y la salvación de la masa. Los primeros poemas de Spender, reclaman justicia y defienden a los trabajadores explotados. Junto con estos poetas hay que considerar a Mac Niece, con su exceso de sentido común, a Grigson, que odiaba toda subjetividad y a algunos otros que integraron esta generación del 30. A pesar de que muchos de ellos lograron valiosos poemas y una obra de importancia, todos tropezaron con la misma imposibilidad: la de conformar una imagen metafísica del hombre.

Es evidente que cada vez que la circunstancia social ha obligado al artista y al poeta a respuestas inmediatas, surge a continuación el fenómeno contrario. Encerrado en esquemas masivos la eterna aspiración a "otra cosa" que hay en el hombre, va elaborando su apertura hacia ella, hacia esa zona que reconoce su infinito más allá de la cuantificación, hacia esa sustancia que no puede reducirse a lo genérico de la especie humana, sino que es el hombre en y por sí mismo. Si bien en esas circunstancias no parecía posible conformar una imagen metafísica del hombre, sí lo era volverse hacia los símbolos, al inconsciente, a la religión para elaborar una imagen mítica, en cuanto el mito puede proporcionar una respuesta a las constantes del ser, respuesta que conformase a la conciencia profunda y devolviera al hombre su individualidad perdida. Así surgió la generación que se llamaría de los forties integrada por poetas como George Barker, Sydney Keyes, David Gascoyne —único surrealista inglés— el grupo neorromántico del Apocalipsis y muchos otros entre los cuales Dylan Thomas no sólo fue el pionero sino el más importante de todos ellos.

 

Los símbolos constantes:

En ese momento histórico en que los símbolos se convertían en meros signos de la experiencia, en una época que reclamaba del poeta cierto compromiso social, Dylan Thomas trascendió el límite de lo inmediato, se apartó de lo social para reconocer el poder de las fuerzas movilizadoras de la vida, habló de la sucesión de ritmos que en el mundo se oponen y se corresponden y convirtió lo que descubría en una llave luminosa de conocimiento poético. Es notable que en más de una oportunidad haya sido un escritor de origen céltico quien quebrara esa línea de racionalidad en Gran Bretaña, que acudiese al inconsciente, a lo oculto, a lo universal para exponer su propia cosmovisión, como en el caso de Joyce, que partiendo de la relación del entorno con el mito se elevó sobre lo contingente para crear una conciencia de la raza.

Se afirma que la poesía de Dylan Thomas está cargada de metáforas. Insisto en hablar de símbolos, puesto que en muchos de sus versos no hay una mera comparación —antinómica o no— de dos términos como ocurre en la metáfora, sino que se dan series de relaciones mucho más complejas, que vuelven tangible y vívido lo que de otro modo resultaría esfumado o remoto.

Elder Olson [1], crítico y exégeta de la obra de Thomas, reconoce en ella tres tipos de símbolos: 1) los naturales, 2) los convencionales, 3) los privados. Los símbolos naturales son aquellos que pertenecen a la "realidad" y no a la "figura". Pueden ser usados por cualquier poeta, pero corresponde a cada uno el último afinamiento de significación. La luz —por ejemplo— tomada como símbolo de vida, la oscuridad como el mal, el ascenso como resurrección, el descenso como regresión o muerte. Mientras que las interpretaciones que Dylan hace de los hallazgos de Freud, de algunas claves del Ulises, de ciertos pasajes de la Biblia, constituirían los símbolos convencionales puesto que se apoyan en una aceptación común, así como sucede con sus frecuentes referencias a la astrología, las imágenes litúrgicas, la magia, la alquimia, la cartografía y las sagas regionales. Y los privados serían aquellos encontrados, descubiertos o inventados por el poeta y que forman coordenadas claves en toda su obra. De este modo, al asociar en virtud de una operación analógica unas cosas con otras, unos sucesos con otros, traslada los objetos comunes y las sustancias corrientes al lenguaje de las correspondencias: la cera es símbolo de muerte, representa la carne mortal; el aceite lo es de vida; la sal resulta significadora del nacimiento dentro del mar; las cuevas y cavidades —y aquí se aparta de Freud— no tienen connotación sexual sino que simbolizan las partes más recónditas del espíritu; las iglesias y las capillas se relacionan con la primitiva fe perdida; los cuchillos y las tijeras representan al mismo tiempo el nacimiento y la muerte, puesto que existe el corte del cordón umbilical y el corte definitivo de la existencia. La momia egipcia se asocia con las digresiones sobre la inmortalidad del alma. Los sastres simbolizan aquello que ata a los hombres entre sí y al mismo tiempo el sudario que será su última vestidura. Y por fin todo el camino de la vida es un túnel, semejante a la prisión prenatal. es una lucha desde las tinieblas por alcanzar la luz. Así lo expresa en Poem on his birthday (Poema en su cumpleaños): "La oscuridad es un camino y la luz un lugar / el cielo que no existió ni existirá jamás es siempre cierto / y en ese vacío tupido de malezas / como los bosques de zarzamoras / crecen los muertos para su alegría". Con la imaginación vislumbra esa zona donde cada cosa ganará un lugar dentro de la luz. La existencia es una cárcel simbólica en la que podemos recrearnos con las pasiones transitorias que hallamos en el camino, pero que son sólo reflejos de la totalidad.

En estos símbolos privados hay sin duda campo fértil, tanto para la investigación psicológica como para la exploración estilística. Pero cuando en 1934 apareció su primer libro Eighteen Poems la crítica no investigó demasiado, sino que halló a su poesía difícil, irracional e indisciplinada. Mac Niece la juzgó salvaje, como el discurso rítmico de un ebrio. Porteous la llamó "una peregrinación sin guía hacia el hospicio". Spender afirmó categóricamente que se trataba de material poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Resultaba difícil para ellos entender que Dylan, a pesar de haber conocido, asumido y padecido los descubrimientos de Freud y el marxismo, no teorizase sobre ellos como lo hiciera la generación anterior, que se apartara de Marx y que utilizara poéticamente algunos elementos del psicoanálisis. Que se nutriera en otras fuentes no exploradas por los poetas de los thirties y que buscase antes de poetizar sobre la circunstancia inmediata, un equilibrio entre la actitud existencial y las fuerzas de mutación que actúan en el cosmos.

 

Tres períodos

Aunque la división parezca académica, deben reconocerse tres períodos en la poesía thomasiana, clasificación que el mismo Dylan admitía de buen grado. En los poemas del primer período (hasta Twenty Five Poems) la dificultad esencial con que tropieza el lector es la de entender quién es el que habla, qué cosa desea expresar por sobre todas las demás que afluyen como ríos constantes. Esto y su costumbre de cambiar el hablante varias veces dentro de un mismo poema —a la manera de algunas viejas baladas inglesas como Turpin Hero, que empieza en primera persona y termina en tercera— unido a su lenguaje complejo y difícil es lo que determina la oscuridad de esta poesía. Por momentos, las imágenes parecen producto de la asociación libre, pero un análisis más profundo demuestra que la superposición ha sido deliberadamente planeada. Su diferencia con los surrealistas —y él mismo lo dice en su Manifiesto Poético— es que suele utilizar el material que proviene del inconsciente y del mundo onírico, pero lo somete a una suerte de revisión, a una suerte de ordenamiento inteligente, tal como a su modo lo hicieran Manley Hopkins en poesía y Joyce en prosa. Con el descubrimiento del inconsciente se abren para el poeta caminos insospechados de asociación que le sirven para crear su universo de analogías personales.

Estos primeros poemas, podrían representarse en última síntesis por un dualismo fundamental: dos palabras claves que en inglés tienen semejanza silábica: womb y tomb (útero y tumba), dos límites dentro de los que se cumple, con sus alturas y sus caídas, la totalidad de la existencia. Aplicando a su modo el principio dialéctico llega a comunicar su participación en los fenómenos de la vida y la muerte. Retorna al útero y trasmite las sensaciones que adivina en el feto; es semilla, espíritu, se desprende de la materia, trepa hasta el sueño para descubrir la luz en un plano extrahumano, se convierte en planta, mineral, animal, se vuelve parte de los abismos del mar, desciende a la tumba y padece la existencia secreta de los muertos, vive la desintegración de los átomos y su incorporación a nuevas formas de vida para tratar de asir, desde todo ello, el secreto último de la creación: "Antes que llamara y la carne me abriese / que mis liquidas manos golpearan en el vientre / yo que era entonces informe como el agua / que formaba el Jordán junto a mi casa / era hermano de la hija de Mnetha / y hermana del gusano que me daba la vida" (Before I knocked = Antes que llamara). Y también "Soñé mí génesis en sudores de muerte / caído por dos veces en el nutricio mar / vástago rancio de la sal de Adán, visión / de nueva fuerza humana. Busco al sol'. (I dreamed My genesis — Soñé mi génesis).

Uno de los temas principales de este período es el sexo, entendido como potencia creadora. La fuerza originaria de la vida forma los polos de la sexualidad universal, cuyo principio es el desdoblamiento del uno y el dos. "Oh, ved en los muchachos los polos de la promesa" (I see the boys of Summer = Veo los muchachos del verano). Pero al mismo tiempo existe la fuerza tanática que va cercenando a la energía erótica desde dentro. El sexo atrae compulsivamente pero el poeta llega a la conclusión de que sólo sirve a la especie. Y para el individuo no es más que una droga que hace olvidar el paso del tiempo, la deterioración implícita en la carne, la impotencia de la vejez. El húmedo músculo del amor se aja y muere / aquí estalla un beso en una cantera sin amor (Veo a los muchachos del verano). Y también: "La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía / bobo por esa droga fumada en una niña / y encerrado en el brote que bifurca su ojo" para añadir más adelante: "Yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano / que corroe lo vivo" ( If I were tickled by the rub of love — Si me hiciera cosquillas el roce del amor). Ante esta disyunción entre eros y thanatos que no puede resolverse acude a un intento de modificación de la apariencia, decide separarse de su propia humanidad para reflejarla alterada en un espejo que no le devuelve otra cosa que una imagen de sí mismo: "hombre sé mi metáfora" ruega en un clamor por la salvación. Porque a veces es una metáfora, no una cualquiera, sino la metáfora clave donde se explica toda su obra, el medio por el cual el poeta descubre la ley secreta de lo viviente, el diálogo de toda criatura con su alrededor y su existencia, lugares de los que debe rescatar su ser y donde tiene que desentrañar su destino. La parábola sigue su curso y en el segundo período de la poesía de Dylan Thomas se comprueba una mayor aceptación de lo exterior. Sus poemas son ahora, además de puros actos de creación, modos de revelación de la experiencia. Tomemos al azar Ceremony after a fire raid, que por su contenido se tradujo como "Ceremonia después de un bombardeo". Nada puede ser más desolador que una ciudad devastada. Pero el poema, que comienza con una descripción del ámbito, acaba con una celebración ritual donde se invierte el proceso seguido en los poemas anteriores: en lugar de aludir a la muerte como una forma que acecha dentro de la vida, esta vez es la vida que renace desde la muerte. La aniquilación y el renacimiento intercambian sus alucinantes figuras, una fantasmagoría prodigiosa se apropia de la dura realidad y mezcla uno y mil cuadros que desembocan en la esperanza: "Dentro del pan en un sembrado de llamas / dentro del vino abrasador como aguardiente / las misas del mar / las misas del mar bajo / las misas del mar que engendra niños / irrumpen como fuentes y entran a colmar para siempre / gloria, gloria, gloria / el reino final y destructor del trueno de la génesis.

En esta etapa, Dylan se aparta de la interpretación freudiana en favor de una mayor universalidad. Existen los ciclos, el eterno retorno y las cosas que en el mundo aparecen son señales de las razones para que así ocurra. El lenguaje se clarifica, se vuelve dinámico, incisivo, frecuentado por inesperadas rupturas. Hay cierto parentesco con los símbolos arquetípicos de Jung y aunque el hecho no sea deliberado estamos frente a la aplicación poética de la teoría de las imágenes primordiales en el inconsciente colectivo, lo que llevaría a la conclusión de que la poesía es más efectiva cuanto más universal. Esta es la clave para interpretar el segundo período en la obra poética de Thomas.

Cuando luego de un proceso semejante se vuelve al hombre como sujeto final de la poesía, la mirada abarca una dimensión más amplia. De vuelta de ese diálogo entre la conciencia poética y la experiencia real, el poeta entra en una relación diferente con el ser. Estamos en el tercer período de su poesía que algunos críticos han llamado la "etapa humana". Y esta denominación tiene su razón de ser. Dylan se instala en sus propios límites de hombre, hace una profesión de fe casi panteísta, intenta adueñarse de la raíz sensual y la savia de la vida. Aquella dinámica que operaba desde lo sexual, desde los polos útero-tumba, se ha metamorfoseado, pues el poeta se reconcilia aquí con los hechos incuestionables de la mutabilidad y la muerte.

Preocupado por el fenómeno de la vida, Dylan Thomas no obstante, no se había preguntado por su sentido. De la rebeldía llega a la fe sin pasar por el purgatorio de la duda o el infierno de la desesperación. Bardo en el viejo sentido de la palabra, a la manera de François Villon o de su compatriota medieval Dafyd Ap Gwilin, se vuelve a la leyenda que conserva la fuerza de lo primitivo y permanece como patrimonio del hombre. Partiendo de lo épico construye una epifanía dentro de la que cumple su gran acto de pacificación con el universo y consigo mismo. Experimenta el ascenso hasta hacerse uno con la materia poética que esta vez es el paisaje mágico, la saga, el descubrimiento de las leyes secretas que subyacen en todo mito arraigado a través de los siglos (Ballad of the long legged bait = "Balada del señuelo de piernas largas", "In country Sleep" = "En el sueño campesino", Over St John Hill = Sobre el cerro de Saint John, Winter's tale = "Cuento de invierno", On white Giant tigh = "En el muslo del gigante blanco", entre otros. En esta etapa alcanza su soberanía en la transparencia, deja de tender a la oscuridad, de enumerar sus hambres emboscadas para escrutar los signos de la infancia, las alegorías de los cuentos de hadas que explican la creación en un idioma afín con la poesía: "Es un cuento de invierno / que el anochecer ciego de nieve trasporta sobre los lagos / y los campos flotantes de la granja en lo copa de los valles / sobre el pálido aliento del rebaño en la vela furtiva que resbala calmo entre los copos plegados a mano / y sobre las estrellas que se entregan al frío / y en el olor del heno entre la nieve y el remoto búho / que da consejos entre los rebaños y en la zarpa de hielo / en los valles cruzados por los ríos donde se dijo el cuento". (Cuento de invierno).

Como réplica a los que afirman que la genialidad de esta poesía reside en la música del lenguaje, podría decirse que en este período la unidad del idioma no es la palabra misma, ni tampoco la música ni la respiración, ambas muy importantes pero no decisivas. La fuerza consiste en que, en virtud de una extraña alquimia verbal, cada verso es una réplica del anterior, de modo que cada línea sugiere la próxima y cada imagen vale tanto en sí misma como articulada con las otras. Al decir de Grigson se trata de solecismos masivos cargados de profundidad y de extraño poder mágico. La escanción y el ritmo han cambiado con respecto de las etapas anteriores. Los versos son largos, con ictus que marcan una cadencia salmódica, de acuerdo con una operación del espíritu que por fin acepta la renovación terrestre, la precesión y transformación de las estaciones, el equilibrio del ritmo cósmico, el diálogo entre la permanencia del ser y la movilidad del mundo: "Y tú despertarás del sueño campestre en este amanecer / y cada amanecer primero / tu fe tan inmortal como el clamor del obediente sol (En el sueño campestre).

 

Dos poemas religiosos

Dylan Thomas nunca ha buscado respuestas filosóficas a los interrogantes metafísicos. Es un poeta que cree en Dios, en la naturaleza y en la caída. Sobre todo, cree en la gracia. En los poemas últimos hay una aceptación rotunda de su fe. Su religión es natural, los símbolos y las alusiones a la Biblia constituyen un conocimiento directo. La religión no es mediación, es una parte de la vida, como lo son la tierra y el mar. Con un lenguaje que se aproxima al de Manley Hopkins, comunica plenamente esta aquiescencia en dos series de poemas: "En dirección al altar bajo la luz del búho" y "Visión y Plegaria" [2]. La primera serie consta de diez sonetos y cierra el segundo volumen de poemas Twenty Five Poems. En estos sonetos el poema se apropia del cielo entero, de las divinidades paganas, de los mitos de varias religiones. Pero aunque juega con las diversas deidades interpreta a su modo un juego de firmamentos opuestos. Desde un principio se muestra comprometido con la visión cristiana y la serie entera resulta ser una interpretación poética del Apocalipsis.

El primer soneto comienza con la peregrinación de Hércules, en una narración pagana por excelencia:

 

En dirección al altar bajo la luz del búho

a mitad del camino de la casa

el caballero con sus furias declina hacia la tumba

Abadon en el pellejo arrancado a la uña de Adán,

devorador de mundos, con la quijada al acecho de nuevas

un perro entre las ferias con su horquilla

arrancó a dentelladas la mandrágora gritando hacia el mañana

entonces, con monedas por ojos, este señor de las heridas,

viejo gallo de ningún sitio y del huevo celeste

con huesos desprendidos en los vientos a mitad de su curso

sobre una pierna en medio del ventoso naufragio

en errante palabra vino a arañar mi cuna

esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:

él dijo: soy el héroe que viaja alrededor del mundo

y comparto mi lecho con Capricornio y Cáncer.

Son frecuentes las alusiones a la astronomía, la astrología, el Antiguo y el Nuevo Testamento, las figuras de los naipes y la mitología egipcia. Pero a partir del soneto VIII el poeta se refiere directamente a la crucifixión de Cristo:

 

Fue la crucifixión en la montaña

los nervios del tiempo en vinagre, la tumba como horca

tan untada de sangre como las fúlgidas espinas de mis lágrimas

es el mundo mi herida, la María de Dios en su dolor

como tres árboles doblada y con pechos de pájaro debajo de la túnica

es la mujer de interminable herida, con alfileres en lugar de lágrimas.

Era el cielo, Juan Cristo, y cada esquina trovadora

ganó la marcha de los clavos llevados hacia el cielo

hasta que el arco-iris tricolor de mis pechos

se arrastró entre los polos alrededor del mundo en su despertar de caracol

Yo junto al árbol donde colgaban los ladrones, mediquillo de toda gloria

castré al esqueleto en este minuto montañoso

y junto al reloj de viento que del sol es testigo

padezco a los infantes celestiales en los latidos de mi corazón.

 

Y la serie termina con una clara formulación de la certeza del retorno al Edén, pues lo que el tiempo destruye, puede a pesar de todo ser restaurado: "Verde como el comienzo deja al jardín que se hunde / que trepe con sus torres de cáscara hasta el día / en que el gusano construirá con las pajas doradas del veneno / mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo".

En la otra serie "Visión y plegaria" describe el estado de inocencia anterior a la caída. La primera parte "Visión" está compuesta de seis poemas escritos caligramaticamente, con sílabas combinadas en su extensión y tipografía de modo que formen la imagen del útero —se ha respetado esto en la traducción—. Se describe el asombro de nacer, de ser testigo de otro nacimiento :

 

Quien

eres tú

tú que naces

en el cuarto vecino

tan patente en mi cuarto

que alcanzo a oír el vientre

cuando se abre y la sombra que avanza

sobre el fantasma y el hijo que desciende

tras la pared delgada como un hueso de jilguero

en el cuarto sangrante del nacimiento oculto

para el incendio y el girar del tiempo

la huella del corazón humano

no venera el bautismo

sino la sola sombra

cuando bendice

a la salvaje

criatura

 

En cuanto a la segunda parte "Plegaria" es la manifestación de la comunión total con la naturaleza, del llamado de Dios, de la purificación solar. Estos poemas describen el sitio donde no hay pecado ni condena, sino conocimiento gozoso de cuáles elementos del hombre pertenecen a la tierra, cuáles a la temporalidad y cuáles a lo eterno. Formalmente la serie está compuesta de seis poemas que a primera vista semejan una clepsidra pero en realidad muestran la figura del santo Graal tal como aparece en algunos grabados antiguos. Reproduzco el último de esta serie considerada como una de las mejores composiciones devocionales de Dylan Thomas:

 

Vuelvo la esquina de la plegaria y ardo

en una bendición del repentino sol

en nombre de los condenados

me volvería o correría

a la escondida tierra

pero el sonoro sol

purifica

el cielo

Alguien

me encuentra

Oh dejadlo

que me abrase y me ahogue

dentro de su herida terrena

Su relámpago contesta mi llanto

mi voz arde en su mano

ahora estoy perdido en Aquel que enceguece

y al fin de la plegaria se oye el clamor del sol

 

Para Dylan Thomas la poesía fue destino en el sentido que Hegel dio a esa palabra. Destino trágico, polémico, iluminado. Entendemos que el no reconocer este destino conduce a los reinos sin compromiso —o falsamente comprometidos— donde la poesía en función de otra cosa extravía su esencia. ¿Consiste la crisis actual de la poesía en el olvido o menosprecio de este destino?

Dylan Thomas da el ejemplo, no sólo de la distancia que el verdadero poeta establece con las modas, la política, los movimientos de superficie, sino que además demuestra que la poesía, aún la religiosa, no debe necesariamente situarse en un mundo de abstracciones, sino que puede nacer en la zona en que el hombre es uno con la tierra y el cuerpo. Y elevarse luego desde su condición carnal a su lugar de purificación y trascendencia.

Sin embargo, estos cantos de alabanza no le impidieron al poeta sumirse en un destino de autodestrucción, el destino de un alcohólico empedernido que parece huir constantemente hacia la meta final de su aniquilamiento. Juzgar este hecho sería adentrarse en una contradicción que pertenece al terreno de lo psicológico. Sólo me atrevería a sugerir, que tal vez la cárcel de su ego, las limitaciones del medio, las pautas de una sociedad frívola hayan esposado su sed de libertad y que su yo auténtico no haya tenido la fuerza suficiente como para echar abajo esas barreras. Quizá su iluminación no bastó para alumbrar los intersticios de ese engranaje social, descorazonador y apabullante para el poeta. Pero es posible que en esta oposición entre ascenso y descenso, gozo y desesperación resida el daimon oculto y deslumbrador de esta poesía, prodigio que escapa a las disgresiones y la especulación, poesía que ha descripto en tres tiempos, articulados en virtud de una armonía que trasciende la lógica, los dualismos de la insurrección y la reverencia expresados en el lenguaje de la creación más pura.

LA TRADUCCIÓN

 

a aldo pellegrini

(in memoriam)

 

Cuando hace tres años, Aldo Pellegrini me llamó para encomendarme la traducción de los Collected Poems de Dylan Tho­mas, confieso que mi alegría ante la perspectiva de tan hermosa tarea se mezcló con un justificado temor. La elección que Pe­llegrini —poeta, crítico lúcido, investigador infatigable— hacía recaer en mí, se debía a mi larga devoción por el poeta galense, parte de cuya obra yo había traducido exclusivamente por placer. Pero si bien mi conocimiento de Dylan Thomas facilitaba la tarea, también proporcionaba la medida exacta de su dificultad. Tenia ya traducidos unos pocos poemas, los que mejor se avenían con nuestro idioma, los mas "castellanizables". ¿Pero que hacer con aquellos otros en los que jugaban modos especiales de rima, de aliteración, de respiración, de equilibrio estudiado entre vocales y consonantes? Ante esta problemática opte por un criterio doble. Cuando el lenguaje y el contenido podían unirse en español y transmitir un equivalente del inglés en cuanto al ritmo —aunque las palabras fueran más largas y hubiese que emplear mas artículos, podía mantenerse el equilibrio de longitudes silábicas— la traducción fue estricta. En otros casos me atuve principalmente al sentido, rastreado en numerosos libros acerca de la obra de Thomas y de acuerdo con esto fueron recreados algunos versos, pues una traducción literal forzaría el espíritu de nuestra legua. Pero en todos los casos creo haber trabajado con el máximo de rigor. Y aunque la rima que ocasionalmente utiliza no se haya podido dar en español, algunas veces se han trasmitido las aliteraciones y siempre se ha conservado la estructura de cada metáfora, la cadencia, los ictus, y el balanceo de las frases.

De este equilibrio entre dos opciones, espero haya surgido un resultado que permita al público de habla española adentrarse en el universo oscuro, profético, complejo y escandalosamente bello de esta poesía.

 

E.A.C.

 


[1] Eider Olson, The poetry o/ Dylan Thomas (the University Chicago Press).

[2] Entre una y otra media una evolución de varios años.

 

 

 

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