POEMAS COMPLETOS
DYLAN THOMAS
(1914-1953)
ÍNDICE
Nota y Prólogo del autor
POEMAS
Veo a los muchachos del verano
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo
Un cambio en los climas del corazón
Antes que llamara
La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
Mi héroe desnuda sus nervios
Donde una vez las aguas de tu rostro
Si me hiciera cosquillas el roce del amor
Nuestros sueños de eunuco
Sobre todo cuando el viento de octubre
Cuando, como una tumba veloz
Desde la primera fiebre del amor a su infortunio
Al principio
La luz irrumpe donde ningún sol brilla
Me hice camarada del sueño
Soñé mi génesis
Mi mundo es pirámide
Todo, todo y todo, los mundos áridos levantan
Yo, en mi imagen intrincada
Este pan que yo parto
El demonio encarnado
Hoy este insecto
La semilla-latente
Se dirá que los dioses cascan las nubes
Aquí en esta primavera
¿no haces las veces de mi padre?
De los suspiros
Aferra estos antiguos minutos en el mes del cucu
Un tiempo hubo
Ahora
Por qué el viento del este
Hace una pena
Qué pronto el sol sirviente
Hay orejas que oyen en las torres
Alimenta la luz
La mano que firmó el papel derribó una ciudad
Si los faroles brillaran
He ansiado alejarme
Halla la carne sobre los huesos
El dolor, ladrón del tiempo
Y la muerte no tendrá dominio
Entonces mi neófito estaba
En dirección al altar bajo la luz del buho
Acaso porque el ave del placer silbe
Hago esto en una ausencia tumultuosa
Cuando mis cinco sentidos campesinos vean
Tendidos en la arena junto al mar
Es la campana de lengua polvorienta de los pecadores
Oh hazme una máscara
La cúpula se estira
Después del funeral
Una vez era el color del decir
Nunca desde esta ira
Cómo el animal que hay en mí
La losa decía la fecha de su muerte
Sin trabajar con las palabras
Un santo a punto de caer
"si mi cabeza causara el más mínimo dolor"
Veinticuatro años
La conversación de los rezos
Negativa a lamentar la muerte por fuego de una niña en londres
Poema de octubre
este lado de la verdad
A otros que a ti
Amor en el hospicio
Por desgracia una muerte
El jorobado en el parque
Dentro de su cabeza yacente
No entres dócilmente en esa noche quieta
Muertes y entradas
Cuento de invierno
En el aniversario de una boda
Una vez hubo un salvador
En las bodas de una virgen
En mi oficio o arte sombrío
Ceremonia después de un bombardeo
Érase otra vez
Cuando desperté
Entre los muertos en el ataque al alba había un hombre de cien
años
Yace tranquilo, duerme en paz
Balada del señuelo de piernas largas
Bendita primavera
Fern hill
En el sueño campestre
Sobre la colina de sir john
Poema en su cumpleaños
Lamento
En el muslo del gigante blanco
Elegía
Nota sobre el poema final: Elegía (Vernon Watkins)
Notas sobre los poemas (Elizabeth Azcona Cranwell)
Introducción sobre la traducción (Elizabeth Azcona
Cranwell)
Nota de la Autor
El prólogo en verso, escrito para esta edición de poemas
completos, fue pensado como una guía para mis lectores, esos extraños.
Este libro contiene la mayoría de los poemas que he escrito y
todos los que hasta el presente año deseo conservar. He corregido un poco
algunos de ellos pero si hubiese continuado revisando todo lo que ahora no me
gusta de este libro, hubiera estado tan ocupado que no me habría quedado tiempo
para intentar escribir nuevos poemas.
Leí una vez algo sobre un pastor que cuando le preguntaron por
que cumplía ciertos ritos, en un circulo de hongos, relacionados con la luna,
para proteger sus rebaños, él contestó: "Sería un condenado tonto si no lo
hiciera". Estos poemas con todas sus crudezas, sus dudas y confusiones están
escritos por amor al Hombre y en alabanza de Dios, y yo sería un condenado tonto
si ello no fuera así.
D. T.
Noviembre, 1952.
PRÓLOGO DEL AUTOR
Este
día que hoy devana ante Dios
el
fin del verano apresurado
en
el torrente del sol color salmón,
en
mi casa que los mares sacuden
sobre un despeñadero
enredada entre fruta y gorjeos,
espuma, flauta, aleta y pluma,
ante
la pezuña danzarina de un bosque
junto a las arenas espumosas con estrellas marinas
cruzadas por vendedoras de pescado
por
flautistas y velas, coquillas y gaviotas,
y
afuera el cuervo negro,
hombres con avíos de nubes
que
se hincan ante los nidos del crepúsculo,
muchachos que tajean a los gansos
cercanos en el cielo,
y
garzas, caracolas
que
hablan los siete mares,
aguas eternas, lejos de las ciudades
con
noches de nueve días
cuyas torres se enredaran
en
el viento piadoso
como
estacas de paja alta y seca,
ante
la pobre paz yo canto
para
vosotros, extranjeros,
(aunque la canción sea un acto
encrespado y ardiente,
con
el fuego de los pájaros
en
el bosque giratorio del mundo
por
mis sonidos salpicados y dispersos
fuera de estas hojas con pulgares de mar
que
han de echarse a volar para caer
como
las hojas de los árboles, tan pronto
como
se desmoronen sin morirse,
al
entrar en la noche sofocante.
Guardián del mar, el salmón sorbe los deslices del sol
y
los cisnes mudos amoratan
mi
penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo
a
este alboroto de las formas,
para
que sepas tú como yo, un hombre giratorio
reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso,
al
mar nacido y al hombre desgarrado y a la sangre bendita.
Oye:
en este sitio soplo la trompeta
desde el pez hasta el cerro saltarín.
Mira: construyo mi barca que desciende
hasta lo mas alto de mi amor
cuando el diluvio empieza
fuera del manantial del miedo, de la candente ira del hombre que está vivo,
fluido y montañoso brota
sobre las granjas vacías blanco-oveja
que
duermen heridas por el sueño
hacia Gales en mis brazos.
¡Oh,
guárdate en un castillo
tu,
rey de las tonadas de los búhos,
que
iluminas de luna las carreras aladas
y
zambulles al ciervo muerto
envuelto en pieles de cañada!
¡Hola, en armaduras plúmbeas
oh
mi anillada paloma torcaz
en
la ululante oscuridad cercana
con
la corneja reverente de Gales,
arrulla la alabanza de los bosques
la
que aluna sus notas azules desde el nido
hasta la grey de pájaros acuáticos!
¡Alto, cofradía festiva,
ágape, con el pesar en vuestros picos
sobre los cabos parloteantes!
¡Ay
a caballo del cerro
la
veloz liebre macho!
que
oye en esta luz de zorro
el
estruendo del diluvio en mi barca
mientras rompo y destruyo
(un
choque de yunques
para
mi alboroto y mi violín
esta
tonada sobre un hongo esponjoso)
todo
menos los animales gruesos como ladrones
sobre las rudas y confusas tierras del Señor
(¡Salud a la raza de Sus bestias!)
¡las
bestias que duermen flacas y bondadosas,
chito, en los bosques que abultan como cerdos!
¡Cloquean las huecas granjas de las parvas
y se
aferran al tropel de las aguas!
Oh,
el reino de vecinos aleteante
caído y desplumado, destella en mi barca remendada
y la
luz de la luna se bebió a Noé en la bahía
con
pellejo y escamas y vellones;
solo
las ahogadas campanas profundas
de
ovejas y de iglesias
resuenan por la pobre paz cuando el sol cae
y
las tinieblas cubren todos los campos benditos.
¡Cabalgaremos solitarios y entonces
bajo
las estrellas de Gales
han
de llorar multitudes de barcas!
A
través de las tierras con párpados acuáticos,
guarecidas con sus amores
ellas irán de una colina a otra
como
boscosas islas.
¡Hola, mi paloma de proa con su flauta!
¡Salve, viejo zorro con tus patas de mar,
picaflor y jilguero!
Mi
barca canta al sol
al
final del verano por Dios apresurado
y el
diluvio comienza a florecer.
VEO A LOS MUCHACHOS DEL VERANO
I
Veo a los muchachos del verano en su ruina
convertir en eriales los dorados rastrojos,
desdeñar las cosechas y congelar los suelos;
y allí, en su ardor, el invernal diluvio
de amores escarchados, persiguen a las
niñas,
y echan en sus mareas los sacos de manzanas.
Los muchachos de luz en su locura, coagulan
lo que tocan,
agrian la miel hirviente;
hurguetean los muñecos de escarcha en las
colmenas;
allí en el sol, frígidas hebras
de oscuridad y duda, ellos nutren sus
nervios
y el signo de la luna, nada es en sus
vacíos.
Veo a los muchachos del verano en el vientre
materno
rasgar hacia la luz la atmósfera del útero,
dividir noche y día con pulgares de duende;
allí, desde lo hondo, con sombras
seccionadas
de sol y luna ellos pintan sus dársenas
mientras les pinta el sol los cascos de la
frente.
Sé que de estos muchachos han de surgir
hombres de nada
hechos por la transformación de las
semillas,
o han de lisiar el aire saltando de sus
llamas,
desde sus corazones, cuando el pulso
candente
del amor y la luz estalle en sus gargantas.
Oh, ved el pulso del verano en el hielo.
II
Pero las estaciones deben ser desafiadas o
se tambalearán
en algún cuarto de hora repicante
donde, como una puntual muerte hacemos
tintinear las estrellas;
esa noche en que el invierno soñoliento
les tira de la negra lengua a las campanas
y no se atreven a chistar siquiera
los vientos de la luna y de la medianoche.
Somos los oscuros negadores, exorcicemos a
la muerte
en la mujer colmada de verano,
arrojemos la vida musculosa de los amantes
que se crispan,
y de los muertos limpios que hace fluir el
mar
echemos al gusano de ojos brillantes en la
linterna de Davy,
y del vientre preñado quitemos el muñeco de
paja.
Nosotros, muchachos del verano en esta red
de cuatro vientos,
verdes por el hierro de las algas,
levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus
pájaros,
alcemos la bola del mundo llena de olas y
espuma
para ahogar los desiertos con sus mareas
y trenzar los jardines del condado.
En primavera ornamentamos nuestra frente.
Vivan las bayas y la sangre,
y crucificamos a los alegres señores en los
árboles;
Aquí el húmedo músculo del amor se aja y
muere,
aquí estalla un beso en una cantera sin
amor,
Oh ved en los muchachos los polos de la
promesa.
III
Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra
ruina.
El hombre en el desierto de su larva.
Y los muchachos son plenos y ajenos en la
bolsa.
Soy el hombre que vuestro padre fue.
Somos hijos del pedernal y de la brea.
Oh, ved cómo se besan los polos que se
cruzan.
CUANDO DE PRONTO LOS CERROJOS DEL
CREPÚSCULO
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo
ya no encerraron el largo gusano de mi dedo
ni maldijeron al mar enroscado en mi puño,
la boca del tiempo sorbió como una esponja
el ácido lechoso en cada gozne
y se tragó los líquidos del pecho hasta
secarlo.
Cuando el mar de galaxia fue sorbido
y liberado todo el lecho seco del mar,
envié a mi criatura para explorar el globo,
el mismo globo de pelos y osamenta
que cosido a mí mismo por mi mente y mis
nervios,
mi frasco de materia ligara a su costilla.
Mis fusibles calcularon el tiempo para
impulsar su corazón,
él estalló, hecho polvo, hacia la luz
y celebró con el sol un pequeño sabático,
pero cuando los astros asumiendo su forma
dibujaron las briznas del sueño en sus ojos,
ahogó dentro de un sueño las magias de su
padre.
Todo surgió armado de la tumba
el cáncer pelirrojo, vivo aún,
los ojos velados de cataratas con sus
turbios tejidos;
algunos muertos deshicieron sus quijadas
tupidas,
y hubo bolsas de sangre que soltaron sus
moscas;
él supo de memoria el sendero de cruces
funerarias.
El sueño navega las mareas del tiempo;
el áspero sargazo de la tumba
entrega a sus muertos en este mar tan
laborioso;
y el sueño mudo rueda por los lechos
donde las sombras comen el alimento de los
peces
y a través de las flores, emergen hacia el
cielo.
Cuando de pronto giraron las tuercas del
crepúsculo,
y la leche materna fue dura como arena,
envié a mi propio embajador hacia la luz;
por truco o por azar él se durmió
y por arte de magia se armó de una osamenta
para robarme los fluidos en su corazón.
Despierta, mi durmiente, hacia el sol,
trabajador en la mañana pueblerina
y deja a este soñoliento en el sitio en que
yace;
han caído los cercos de la luz,
sólo quedan en pie los jinetes más diestros,
y hay mundos que cuelgan de los árboles.
UN CAMBIO EN LOS CLIMAS DEL CORAZÓN
Un cambio en los climas del corazón
vuelve seco lo húmedo, la bala de oro
estalla
sobre la tumba helada.
Un clima en la comarca de las venas
cambia la noche en día; la sangre entre sus
soles
ilumina al viviente gusano.
Un cambio en el ojo advierte a tiempo
la ceguera hasta el hueso; y el útero
incorpora
una muerte mientras surge la vida.
Una sombra en el clima del ojo
es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe
sobre una tierra sin arpones.
La semilla que del lomo hace una selva
divide en dos su fruto; y la mitad se
escurre
lenta en un viento dormido.
Un clima en la carne y el hueso
es seca y húmeda; el viviente y el muerto
se mueven como espectros ante el ojo.
Un cambio en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño
dentro su madre
se repliega en su doble de sombra.
Un cambio echa la luna dentro del sol,
tira de las ajadas cortinas de la piel;
y el corazón entrega a sus muertos.
ANTES QUE LLAMARA
Antes que llamara y la carne me abriese,
que mis líquidas manos golpearan en el
vientre,
yo, que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano que gestaba la vida.
Yo que era sordo ante la primavera y el
verano,
que no sabía los nombres de la luna y el
sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi
carne,
aunque existía sólo en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas, el martillo
lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.
Conocía el mensaje del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mí saltaba el viento, el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de
oriente;
antes que me engendraran supe el día y la
noche.
Antes que me engendraran ya por cierto
sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Mi garganta conocía la sed antes de la
estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclan
sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,
mi corazón conocía el amor, mi vientre el
hambre;
al gusano yo olía entre mis propias heces.
Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o ahogarse en los océanos
habituados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico, me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.
Nacido del espectro y la carne, no era
espectro
ni hombre, sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fui mortal hasta el último suspiro
prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensaje de su agónico cristo.
Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mí y apiádate de Aquel
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.
LA FUERZA QUE POR EL VERDE TALLO IMPULSA A
LA FLOR
La fuerza que por el verde tallo impulsa a
la flor
impulsa mis verdes años; la que marchita la
raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada
rosa
que la misma fiebre invernal dobla mi
juventud.
La fuerza que impulsa el agua entre las
rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los
arroyos parlantes
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para contarle a mis venas
cómo la misma boca bebe del manantial de la
montaña.
La mano que arremolina el agua del estanque
remueve las arenas; la que amarra las
ráfagas del viento
iza mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que el barro del verdugo está hecho de mi
arcilla.
Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se acumula, mas la sangre
vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento en la
intemperie
cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los
astros.
Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de
la amada
que en mi sábana avanza encorvado el mismo
gusano.
MI HÉROE DESNUDA SUS NERVIOS
Mi héroe desnuda sus nervios a lo largo de
mi cintura
que rige de la cintura hasta los hombros,
desenvuelve la cabeza que, como un fantasma
soñoliento,
se apoya en mi mortal regidor,
el espinazo altivo que desprecia los giros y
torsiones.
Y estos pobres nervios tan atados al cráneo
duelen sobre el papel abandonado por su
amante
yo me abrazo al amor con mi garabateo
revoltoso
que gime todo el hambre de amor
y le cuenta a la página su vacío infortunio.
Mi héroe desnuda mi costado y ve a su
corazón
que marcha como Venus desnuda
por la playa de carne y enrosca su
ensangrentado pliegue;
al despojar mis lomos de promesas
promete cierto calor secreto.
Él sostiene los cables de esta caja de
nervios
alabando el error mortal
del nacimiento y de la muerte, esas dos
tristes sotas de ladrones.
y el hambre es emperador;
tira él de la cadena, la cisterna se agita.
DONDE UNA VEZ LAS AGUAS DE TU ROSTRO
Donde una vez las aguas de tu rostro
giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu
áspero fantasma,
los muertos alzan la mirada;
donde un día asomaron el pelo los tritones
a través de tu hielo, el viento áspero
navega
por la sal, la raíz, las huevas de los
peces.
Donde una vez tus verdes nudos hundieron su
atadura
en el cordón de la marea, allí camina ahora
el vegetal destejedor,
con tijeras filosas, empuñando el cuchillo
para cortar los canales en su origen
y derribar los frutos empapados.
Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo
irrumpen en las camas galantes de las algas;
el alga del amor se vuelve mustia;
allí en torno a tus piedras
sombras de niños van, que desde su vacío
lloran ante el mar colmado de delfines.
Secos como la tumba, tus coloreados párpados
no serán aherrojados mientras la magia se
deslice
sabia sobre el cielo y la tierra;
habrá corales en tus lechos,
habrá serpientes en tus mareas,
hasta que mueran todos nuestros juramentos
del mar.
SI ME HICIERA COSQUILLAS EL ROCE DEL AMOR
Si me hiciera cosquillas el roce del amor
si una niña tramposa me robara a su lado
y horadase sus pajas rompiendo mi vendado
corazón,
si ese rojo escozor pudiera dar a luz
la risa en mis pulmones como pare el ganado,
no temería yo a la manzana ni al diluvio
ni a la sangre maligna de la primavera.
¿Qué será, macho o hembra? se preguntan las
células
y como un fuego arrojan desde la carne la
ciruela.
Si me hiciera cosquillas la cabellera
incubadora,
el hueso alado que crece en los talones,
la comezón del hombre sobre el muslo del
niño,
no temería al hacha ni a las horcas
ni a la varas cruzadas de la guerra.
¿Qué será, macho o hembra? se preguntan los
dedos
que llenan las paredes de niñas inmaduras
con sus hombres dibujados a tiza.
Si me hiciera cosquillas la avidez del
granuja
que insufla su calor al nervio en carne viva
no temería al diablo sobre el lomo
ni a la tumba veraz.
Si me hiciera cosquillas el roce de los
amantes
que no borra ni las patas de gallo ni la
risa sin dientes
sobre magras quijadas en la vejez enferma,
el tiempo y las ladillas y el burdel de
amoríos
me dejaría frío como manteca para moscas,
las espumas del mar bien podrían ahogarme
cuando rompen y mueren al pie de los
amantes.
La mitad de este mundo es del demonio, la
otra mitad es mía,
bobo por esa droga fumada en una niña
y enredado en el brote que bifurca su ojo.
La tibia del anciano y mi hueso tienen la
misma médula
y todos los arenques huelen dentro del mar,
yo me siento y contemplo bajo mi uña al
gusano
que corroe lo vivo.
Y éste es el roce, único roce que hormiguea.
El mono contrahecho que se hamaca a lo largo
de su sexo
desde las húmedas tinieblas del amor y el
tirón de la nodriza
no puede hacer surgir la medianoche de una
risa entredientes,
ni del momento en que encuentra una belleza
entre los pechos
de la amante, la madre, los amantes o toda
su estatura
en la punzante oscuridad.
¿Y qué es el roce? ¿La pluma de la muerte
sobre el nervio?
¿es tu boca, amor mío? ¿El abrojo en el
beso?
¿Mi payaso de Cristo nacido sobre el árbol
entre espinas?
Las palabras de la muerte son más secas aún
que su mismo cadáver
y mis heridas llenas de palabras tienen las
huellas de tu pelo.
Me haría cosquillas el roce del amor, pues
bien:
hombre, sé mi metáfora.
NUESTROS SUEÑOS DE EUNUCO
I
Nuestros sueños de eunuco, sin semillas en
la luz,
de luz y amor, los vaivenes del corazón,
castigan los miembros de sus hijos,
y amortajados su manto y su sábana,
acicalan a las novias oscuras, las viudas de
la noche
presas entre sus brazos.
Las sombras de las niñas, con sudarios
fragantes,
cuando se esconde el sol se apartan del
gusano,
de los huesos del hombre, quebrados en sus
lechos,
por nocturnas roldanas que vacían la tumba.
II
En ésta, nuestra época, el bandido y su
hembra
fantasmas de una sola dimensión se aman
sobre un carrete,
ajeno a la verdad de nuestros ojos,
y dicen engreídos sus naderías de media
noche entre poses banales;
cuando paran las cámaras corren a su agujero
bajo el jardín del día.
Bailan entre nuestra calavera y sus
linternas
imponen sus imágenes y echan fuera las
noches;
miramos esa función de sombras que se besan
o matan,
con fragancia de celuloide la mentira es
amor.
III
¿Cuál es el mundo? ¿Cuál de nuestros dos
modos de dormir
despertará cuando el bálsamo y su sarna
levanten esta tierra de ojos rojos?
Desatará las formas del día y sus aprestos,
los señores soleados, los ricachos galenses,
o impulsará a quienes se atavían en la
noche.
La fotografía hizo sus bodas con el ojo,
y clavó en su pareja cáscaras fragmentarias
de verdad;
el sueño ha sorbido desde su fe al durmiente
pues los amortajados se tornan médula en su
vuelo.
IV
Este es el mundo: la engañosa semejanza
de nuestras trizas de materia que caen como
harapos
desde los ademanes del amor y el rechazo;
el sueño que echa a los enterrados de su
bolsa
venera a estos despojos tanto como a los
vivos.
Este es el mundo. Tened fe.
Porque seremos como el gallo que grita
dispersando a los muertos; golpearán
nuestras balas
la imagen de las planchas;
y dignos compañeros seremos de por vida,
y aquél que permanezca florecerá mientras
ellos se aman,
gloria a nuestros errantes corazones.
SOBRE TODO CUANDO EL VIENTO DE OCTUBRE
Sobre todo cuando el viento de octubre
el pelo me castiga con sus dedos de
escarcha,
preso en el sol exasperante, marcho ardiendo
y tiro hacia la tierra un cangrejo de
sombra,
a la orilla del mar, cuando oigo el alboroto
de los pájaros
y oigo la tos del cuervo en los bastones del
invierno,
mi atareado corazón que mientras habla
tiembla
vierte el silabeo de su sangre y agota sus
palabras.
Encerrado también en una torre de palabras
trazo en el horizonte que anda como los
árboles
las siluetas verbales de mujeres, y las
filas de niños
con sus gestos de estrella sobre el parque.
Algunas me permiten crearte de las hayas
colmadas de vocales,
otras de las voces del roble, o desde las
raíces
de múltiples comarcas espinosas te cuentan
sus memorias,
otras me permiten crearte con los sermones
de las aguas.
Tras un tiesto de helechos, el reloj
oscilante
pronuncia la palabra de la hora, el sentido
del nervio,
vuela sobre el disco imantado, declama la
mañana
y cuenta al huracán en la veleta.
Algunas me permiten crearte con los signos
del prado;
la hierba señalera que me relata todo lo que
sé
traspasa el ojo con el invierno lleno de
gusanos.
Algunas me permiten contarte los pecados del
cuervo.
Sobre todo cuando el viento de octubre
(algunas me permiten crearte de hechizos
otoñales
la de lenguas de araña y la colina resonante
de Gales)
castiga a la tierra con puños como nabos
algunas me permiten hacerte de las palabras
sin corazón.
El corazón quedó agotado, balbuceando en los
remolinos
de la química sangre, advertido de la furia
que avanza.
A la orilla del mar oye a los pájaros
sombreados de vocales.
CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ
Cuando el tiempo te alcance, como una tumba
veloz,
cuando tu calma y tu ternura sean una
guadaña de cabellos
cuando el amor en su atavío se demore por la
casa,
al subir por desnudas escaleras, paloma en
coche fúnebre,
remolcada hacia el techo.
Cuando llegue el momento, como un sastre de
acechantes tijeras,
entregadme que, tímido en mi tribu,
me hallo más desnudo de amor que la trampa
del Cadáver
despojado de la lengua del zorro, su metro
calibrado
a medida del hueso,
entregadme, maestros míos, cerebro y
corazón,
el corazón de la vela del Cadáver se funde
cuando la sangre con manos como pala y el
tiempo de la lógica
hacen surgir los niños a golpes de pulgar
de la doncella y el cerebro.
Porque con rostro endomingado y plumeros en
el guante,
casto y cazador, hombre con vista de fusil,
yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo
del hielo
tal vez no logren apresar con un círculo
virgen
en la tumba precisa,
ando con fuerza propia por la comarca del
Cadáver
mis maestros machacadores del cerebro
teclean en la piedra
la desesperación de la sangre, la fe en el
barro de la doncella,
la alarma entre castrados y la mancha de
ácido
en la horquilla y el rostro.
El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y
tonto.
No, no, tú calavera amante, el martillo
descendente
desciende, oh mis maestros, sobre la honra
traspasada.
Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado
ordena que el bastón se quiebre.
El gozo no es una nación que llama, señor y
señora,
ni la fusión del cáncer, ni la pluma del
verano
encendida en el árbol abrazado, ni la cruz
de la fiebre,
ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel
horadado para nutrir al hombre
a través del asfalto.
Apago las velas en tu torre del techo
el goce es el llamado del polvo, la bala del
Cadáver
del retoño de Adán tras su envoltura,
el amor es una patria con luces de
crepúsculo y el cráneo del estado
señor, es tu propia condena.
Todo termina, se termina la torre
(abandona la casa de los vientos) y la
oscilante escena,
la pelota de pie que depende del sol
(tu verano se esfuma) con la piel de cemento
y el final de la acción.
Todos, hombres, mis hombres dementes, el
viento insalubre
contagia la tos del silbador, el tiempo en
acecho
prepara una muerte de ceniza; el amor con
sus tretas,
es el hambre gozoso del Cadáver, mientras
vosotros alcanzáis
el mundo a prueba de besos.
DESDE LA PRIMERA FIEBRE DEL AMOR A SU
INFORTUNIO
De la primera fiebre del amor a su
infortunio, desde el tierno segundo
hasta el hueco minuto del vientre,
desde el primer atisbo hasta el tijeretazo
umbilical
la edad del pecho y la época feliz del
delantal cuando ninguna boca
se
agitaba en torno al hambre suspendido,
y el mundo entero era uno solo, una nada
ventosa,
bautizaron mi mundo en un fluir de leche.
Y la tierra y el cielo fueron un solo cerro
al aire,
el sol y la luna derramaban una misma luz
blanca.
Desde la primera huella del pie descalzo,
desde la mano que se eleva
y la irrupción del pelo,
desde el primer secreto del corazón, el
fantasma que advierte,
y hasta el primer asombro mudo ante la
carne,
el sol fue rojo y la luna fue gris,
y la tierra y el cielo fueron cual dos
montañas que se encuentran,
El cuerpo prosperó, los dientes en las
encías meduladas,
los huesos que crecían, el murmullo del
semen
dentro de la glándula santificada, la sangre
bendijo al corazón,
y los cuatro vientos, que tanto tiempo
soplaron al unísono
abrillantaron mis orejas con la luz del
sonido,
llamaron en mis ojos con el sonido de la
luz.
Y fue amarilla la multiplicación de las
arenas,
cada grano dorado salpicaba la vida en su
vecino,
verde era la casa cantarina.
La ciruela que mi madre arrancara maduró
dulcemente,
el niño que dejara caer desde la oscuridad
de su costado
hacia el regazo cavado de la luz, creció
fuerte,
musculoso, enmarañado, atento a los gemidos
del muslo
y a la voz que, como una voz de hambre,
arañaba en el sonido del viento y del sol.
Y desde el primer deterioro de la carne
yo aprendí el lenguaje del hombre para
enroscar las formas del pensar
en el idioma pétreo del cerebro,
para llenar de sombras y tejer nuevamente la
trama de palabras
dejada por los muertos que, en su césped sin
luna,
no necesitan del calor de la palabra.
La raíz de las lenguas se termina en un
cáncer exangüe,
no es más que un nombre que los gusanos
hacen cruz.
Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi
secreto;
las claves de la noche golpearon en mi
lengua;
donde antes había sólo una, hubo de pronto
muchas mentes sonoras.
Un solo vientre, un solo espíritu vomitó la
materia.
Un pecho amamantó al fruto de la fiebre,
aprendí la otra cara del cielo que divorcia,
el globo dos veces enmarcado que giraba;
un millón de cerebros alimentaron al retoño
que divide mis ojos;
la juventud, de veras se abrevió; las
lágrimas de la primavera
se diluyeron en el verano y en las cien
estaciones;
un sólo sol, un único maná, fue calor y
alimento.
AL PRINCIPIO
Al principio era la estrella de tres puntas,
única sonrisa de luz a través de la cara
vacía;
única rama de hueso a través del aire
enraizado
la sustancia partida que fue la médula del
sol primero;
y ardientes cifras en el curvo espacio
iban mezclando el cielo y el infierno en su
ronda.
Al principio era la firma pálida,
trisílaba y estrellada como la sonrisa;
y vinieron después las huellas sobre el
agua,
el sello de la cara acuñada en la luna;
la sangre que tocaba el árbol de la cruz y
el cáliz
tocó la primera nube y en ella dejó un
signo.
Al principio era el fuego ascendente
que encendía con una chispa las atmósferas,
chispa de ojos rojizos, chispa de
triplicados ojos,
brusca como una flor;
se irguió la vida a chorros de los mares
rodantes,
estalló en las raíces, arrancó de la tierra
y la roca
los aceites secretos que impulsan la hierba.
Al principio era la palabra, la palabra
que de las sólidas bases de la luz
le sustrajo todas las letras al vacío;
y de las bases nubladas del aliento
la palabra fluyó, y al corazón tradujo
los primeros indicios de nacimiento y
muerte.
Al principio era la mente secreta,
la mente estaba encarcelada y soldada al
pensamiento
antes que la pendiente se bifurcara rumbo a
un sol;
antes que las venas se sacudieran en sus
cedazos
se disparó la sangre y esparció hacia los
vientos de la luz
la costilla original del amor.
LA LUZ IRRUMPE DONDE NINGÚN SOL BRILLA
La luz irrumpe donde ningún sol brilla,
donde no se alza mar alguno, las aguas del
corazón
impulsan sus mareas;
Y, como rotos fantasmas con tocas de
luciérnagas
las cosas de la luz
desfilan por la carne, donde no hay carne
alguna que atavíe los huesos.
Una vela en los muslos
calienta la juventud y el semen y quema la
simiente de la edad;
donde ningún semen se agita,
el fruto del hombre se despliega en las
estrellas,
lustroso como un higo;
donde no hay cera alguna, muestra su pábilo
la vela.
El alba irrumpe atrás de los ojos;
desde ambos polos, cráneo y piel, la sangre
tempestuosa
como un mar se desliza;
sin cercas ni vallados brotan los surtidores
del cielo hacia la vara
prediciendo en la sonrisa el óleo de las
lágrimas.
La noche ronda en las órbitas,
como una luna de alquitrán, límite de los
globos;
el día ilumina el hueso;
donde no hay frío alguno, el ciclón
deshollador desata
las ropas del invierno;
la película de la primavera se cuelga de los
párpados.
La luz irrumpe en solares ocultos,
En las crestas del pensamiento donde los
pensamientos huelen en la lluvia,
cuando muere la lógica,
el secreto del suelo crece a través del ojo,
y la sangre al sol brinca
en terrenos baldíos donde el alba hace un
alto.
ME HICE CAMARADA DEL SUEÑO
Me hice cantarada del sueño que besaba mi
mente,
dejé caer la lágrima del tiempo; el ojo del
durmiente
que se abría a la luz, giró hacia mí como
una luna.
Así, con talones alados, volé a lo largo de
mi cuerpo
y caí sobre el sueño y sobre el cielo en
alto.
Escapé de la tierra y me trepé desnudo por
la atmósfera,
llegué a un segundo suelo lejos de las
estrellas;
y allí los dos lloramos, yo y otro ser
fantasmal,
con ojos maternales sobre la cima de los
árboles:
escapé de ese suelo, ágil como una pluma.
"El globo de mis padres llama en su eje y
canta"
"Este lugar que andamos era también la
tierra de tus padres"
"Pero esto que pisamos soporta las
cuadrillas angélicas,
dulces son sus paternos rostros en las alas"
"Son sólo hombres que sueñan. Si tú soplas
se esfuman".
Se esfumó así mi espectro compañero de
maternales ojos,
mientras, flotando entre los ángeles yo me
hallaba perdido
en la costa de nubes, entre las sombras
parlantes de las tumbas;
impulsé hacia sus lechos a los hermanos
soñadores
donde ellos aún duermen sin conocer a su
fantasma.
Entonces, la materia de ese aire viviente
una voz dejó oír, y, trepando a las
palabras,
deletreé mi visión con mano y pelo,
qué ligero el dormir sobre los suelos de
esta estrella
qué profundo el velar en estas nubes como
mundos.
Allí crece hacia el sol la escala de las
horas
cada peldaño es pérdida, o amor hasta el
final,
la sangre humana hostiga estos lerdos
avances.
Un hombre, viejo y loco se trepa todavía a
su fantasma
y es el fantasma de mis padres que trepa por
la lluvia.
SOÑÉ MI GÉNESIS
Soñé mi Génesis en sudores de sueño,
irrumpía
a través de la valva giratoria, fuerte
como un músculo motor en el taladro surgía
de la visión y de los nervios espesos como
vigas.
Desde los miembros a la medida del gusano,
se soltaba
de la carne estriada. Desfilaba
por todas las cadenas de la hierba, metal
de soles en la noche que derrite al hombre.
Heredero de las venas quemantes, guardianes
de la gota de amor,
preciosa criatura en mis huesos
yo rondé velozmente el globo que heredara,
travesía
por hombre ataviado de noche.
Soñé mi Génesis y morí otra vez, granada
prisionera del corazón en marcha, agujero
en la herida hilvanada y en el viento
grumoso, muerte
embozada en los labios que comían el gas.
Puntual en mi muerte segunda señalé las
colinas, las cosechas
de cicuta y las matas, mi sangre
enmohecida sobre los calmos muertos, forzaba
mi segunda batalla desde el pasto.
Y el poder contagió mi nacimiento, el
segundo
elevarse del esqueleto
y el volver a vestir el fantasma desnudo. La
humanidad
escupida desde una pena vuelta a padecer.
Soñé mi Génesis en sudores de muerte
caída por dos veces en el nutricio mar,
vástago rancio de las saladas lágrimas de
Adán. Visión
de nueva fuerza humana. Busco al sol.
MI MUNDO ES PIRÁMIDE
Mitad del padre camarada
cuando imita al Adán que el mar sorbiera
en su casco vacío,
Mitad de la madre camarada
cuando salpica con su leche lasciva
la zambullida del mañana,
las sombras bifurcadas por el hueso del
trueno
saltan hacia la sal que no ha nacido.
La mitad camarada era de hielo
cuando una primavera corrosiva
brotaba en la cosecha del glaciar.
la sombra y la simiente camarada
murmuraban el vaivén de la leche
encrespado en el pecho,
pues la mitad del amor era sembrada en el
fantasma
estéril y perdido.
Las mitades dispersas se han vuelto
camaradas
en un ente lisiado
la muleta que la médula golpea sobre el
sueño
renguea en la calle del mar, entre la turba
de cabezas con lengua de marea y vejigas al
fondo
y empala a los durmientes en la tumba
salvaje
donde ríe el vampiro.
Las mitades zurcidas se partían huyendo
por el bosque de los cerdos salvajes y la
baba en los árboles,
sorbiendo las tinieblas sobre el cianuro se
abrazaban
y desataban víboras prendidas en su pelo;
las mitades que giran perforan como cuernos
al ángel arterial.
¿De qué color es la gloria? ¿La pluma de la
muerte?
tiemblan esas mitades que taladran el ojo de
la aguja en el aire
y a través del dedal horadan el espacio,
manchado de pulgares.
El fantasma es un mudo que farfullaba entre
la paja,
el fantasma que tramaba el saqueo en su
vuelo
enceguece sus ojos rastreadores de nubes.
II
Mi mundo es pirámide. La sigilosa máscara
llora sobre el ocre desierto y el verano
agresivo de sal.
Con mi armadura egipcia fundiéndose en su
sábana
araño la resina hasta un hueso estrellado
y un falso sol de sangre.
Mi mundo es un ciprés y un valle de
Inglaterra
yo remiendo mi carne que retumbó en los
patios
roja por la salva de Austria.
Oigo a través del tambor de los muertos, que
mutilados jóvenes
mientras siembran sus vísceras desde un
cerro de huesos
gritan Eloi a los cañones.
El cruce del Jordán arrasa mi sepulcro.
El casquete del Ártico y la hoya del sur
invaden mi jardín de casa muerta.
El que me busca lejos señalando en mi boca
las pajas de Asia me pierde cuando doblo
por el maíz atlántico.
Las mitades amigas, partidas mientras giran
en redes de mareas, se enredan a las valvas
y hacen crecer la barba del diablo no
nacido,
sangran desde mi horquilla ardiente y huelen
mis talones
las lenguas celestiales murmuran mientras yo
me deslizo
atando la capucha de mi ángel.
¿Quién sopla la pluma de la muerte? ¿De qué
gloria es el color?
en la vena yo soplo esta pluma lanuda
es el lomo la gloria en una laboriosa
palidez.
Mi arcilla ignora el pecho y mi sal no ha
nacido,
niño secreto, yo vago por el mar
en seco, sobre el muslo a medias derrotado.
TODO, TODO Y TODO, LOS MUNDOS ÁRIDOS
LEVANTAN
I
Todo, todo y todo los mundos áridos
levantan,
la época del hielo, el océano sólido,
surgen desde el petróleo y las masas de
lava.
Ciudad de primavera, la gobernada flor,
gira sobre la tierra que hace girar los
pueblos de ceniza
en torno a una rueda de fuego.
Y ahora también mi carne, compañera desnuda,
ubre del mar, el mañana y su glándula,
gusano sobre el cuero cabelludo, cercado y
macilento.
Todo, todo y todo, la médula espumosa,
la amante del cadáver, flaca como el pecado,
todo desde la carne, los mundos áridos
levantan.
Tú mi mortal, no temas al mundo laborioso,
no temas a la sangre sintética e insípida,
ni al corazón en el metal estriado.
No temas a las huellas, ni a la molienda de
semillas,
ni a la guadaña, ni al gatillo, ni a la
espada nupcial,
ni al pedernal en la contienda del amante.
Hombre hecho de mi carne, mandíbula partida
conoce ahora la prisión y el vicio de la
carne,
y la jaula del cuervo con ojos de guadaña.
Sabe, tú, hueso mío, el alzarse nudoso
no temas a las hélices que hacen girar la
voz,
y el rostro hacia el amante desdeñado.
III
Todo, todo y todo los mundos áridos acoplan
espectro con espectro y el hombre se
contagia
del vientre de su pueblo sin forma.
Todo lo que se forma de la succión del pecho
y la placenta
golpeó su carne mecánica en la mía
y cuadró en estos mundos su círculo mortal.
Florece, florece la fusión de los seres.
Oh luz en el cénit, el acoplado brote
y la llama en la visión de la carne.
Fuera del mar, el oleaje de aceite,
la órbita y la tumba, y la sangre de bronce
florece, florece, todo, todo y todo.
YO, EN MI IMAGEN INTRINCADA
I
Yo, en mi imagen intrincada, a caballo en
dos planos,
forjado del mineral humano, bardo de bronce
que modela su espectro en el metal,
ando por las escarnas de este mundo gemelo
mi fantasmal mitad en su armadura
se aferra a mi marcha de esposado
por los corredores de la muerte.
Partiendo de la maldición en el bulbo la
primavera desenreda
la cólica estación, brillante como sus
ruedas hilanderas,
labrada sobre un mundo de pétalos;
ella trama la savia y las agujas, la burbuja
y la sangre
se arroja a las raíces de los pinos y como
una montaña surge el hombre
de la entraña desnuda.
Partiendo desde la maldición en el fantasma
y las nacientes maravillas
imagen entre imágenes, mi espectro de metal
se abre camino a través de la campánula,
mi hombre de hojas y la raíz de bronce,
mortal, inmortal,
yo, en mi fusión de movimientos viriles y
rosados
creo este milagro gemelo.
Este es el destino del hombre; el natural
peligro,
una alta torre con figura humana, sin
maestro, con un cerco de huesos,
ninguna muerte más natural;
así el hombre sin sombra, o el buey, y el
demonio pintado
en la captura del silencio cometen el mortal
sinsentido:
el paralelo natural.
Mis imágenes acechan los árboles y el túnel
inclinado de la savia,
no hay marcha más riesgosa, las huellas
verdes y la flecha
se trepan sobre el ruido de los pasos.
Yo con el insecto de madera en el árbol de
ortigas,
en la cama de vidrio de las uvas con la flor
y el caracol
oigo el caer de la intemperie.
Intrincada humanidad para el fin, los
rivales inválidos
viajando en el sentido del tiempo fuera del
refugio hecho símbolo
hallan las aguas últimas,
recibiendo su doble despedida en la terraza
de los tísicos,
navegan por la superficie, la aventura de
partir,
hasta el arribo a toda vela.
II
Trepan a la cima del campo,
doce vientos se encuentran junto a la blanca
multitud que pace,
encierran las erguidas praderas en el corral
de la colina;
ven tropezar a la ardilla,
el caracol, como una liebre marcha aturdido
en torno de la flor,
un alboroto de árboles y climas en la
espiral de viento.
Cuando se sumergen, el polvo se aposenta,
las piedras cadavéricas caen densas y
fuertes,
la ruta de las aguas donde el oso polar y la
caballa
convierten al mar largo en una arteria,
muestran al enemigo un rostro de petróleo
ciego,
los muertos sin jinete junto al muro del
dique.
(Instrumentos de muerte
que hieren el ojo largo abierto y el
barreno,
vuestro tirabuzón va al centro del pezón y
el ombligo,
hacia el cuello de las narices,
bajo la máscara y el éter, se vuelven
sangrientos, los bisturíes,
los funerales antisépticos.
Haced salir a la patrulla negra
a los monstruosos oficiales, y a vuestro
ejército decrépito,
el centinela sepulturero guarnecido bajo los
cardos,
gallo de estercolero
anuncia a Lázaro que la mañana es vanidad.
Que el polvo sea vuestro salvador bajo el
suelo conjurado).
Mientras ellos se ahogan, se echan a vuelo
las campanas,
dulcemente, la campana del buzo en la torre
del rocío marino
tañe la escala del Mar Muerto;
y presos en el agua hasta que el tritón se
agite,
ensartado por el hilo de una maleza de
ballenas, desde la balsa del verdugo,
oyen a los que rompen los cristales de sal y
las lenguas del entierro.
(Posa el brazo de mar
sobre el disco grabado de la tierra que
gira,
para que la púa de relámpago deslumbre esta
cara de voces
sobre el plato inundado de luna,
deja al disco de cera balbucear
vergüenzas y deshonras húmedas, tal es
arañar de la reliquia.
Estos son los registros de tus años. El
mundo circular se inmoviliza).
III
Ellos sufren las aguas que no han muerto
donde tasca la tortuga,
llegan hasta las torres clavadas en el mar,
trepándose a la fibra
la pendiente del cráneo
y el dedal tapizado de células,
sufrid, mis humillados, que un ángel doble
surge de las cárceles pétreas como árbol
sobre Aran.
Sé traspasado por tu propio espectro, sus
ganchos puntiagudos
por el bronce y la imagen sin cuerpo en una
vara de locura
enganchado a las estrellas en el ángulo de
Jacob
colina de humo y valle de drogados,
y el Hamlet de los fondos sobre el coral
paterno
que empuja la visión enana de la pila de
hierro.
Sufrid el tajo de la visión junto al
rastrojo verde como aleta;
sed partidos por los barcos marinos anclados
en el cordón del hombre
por el viaje hacia el fondo de los huesos
triturados
en el naufragio de los músculos;
cesad, amantes, de enlazaros, y la lucha por
el mar de cera,
el amor es como bruma o fuego entre el lecho
de las anguilas.
Y en las tenazas del hirviente círculo
la mar y el instrumento mellado en los
candados de los tiempos
el hierro solitario de mi sangre preciosa
en la ciudad que se derrama,
yo en un viento de fuego desde la verde cuna
de Adán,
ningún hombre tan mágico, ahuyenté al
cocodrilo con sus guerras.
El hombre era la escama, los esmaltados
pájaros mortíferos,
cola, Nilo y hocico, domador de los juncos,
el tiempo en las casas sin horas
sacudía el cráneo incubado por el mar,
Y vacío lloraba por sus blancos vendajes
por los óleos y ungüentos en el cáliz
fugitivo.
El hombre era la máscara del Cadáver, el
manto que vestía,
la corrompida profundidad fue la maestra
jactanciosa del hombre,
mi fantasma en su neptuno de metal
forjado del mineral humano.
Este fue el dios del comienzo en los
remolinos intrincados del mar
y mis imágenes se elevaron y rugieron sobre
la colina del cielo.
ESTE PAN QUE YO PARTO
Este pan que yo parto fue alguna vez avena,
este vino en un árbol extranjero
se zambulló en su fruta;
durante el día el hombre y por la noche el
viento
segaron las cosechas, rompieron el gozo de
la uva.
Alguna vez, en este vino, la sangre del
verano
golpeteaba en la carne que vestía la viña,
un día en este pan
la avena al viento era alegría,
el hombre rompió el sol, abatió el viento.
Esta carne que partes, esta sangre a la que
dejas
sembrar desolación entre las venas
fueron avena y uva
nacieron de la raíz sensual y de la savia;
mi vino que te bebes, el pan que me
arrebatas.
EL DEMONIO ENCARNADO
El demonio encarnado en una serpiente
parlante,
con los planos centrales del Asia en su
jardín,
despertó y azuzó al mundo que nacía,
dividió la barbada manzana en formas del
pecado,
y Dios andaba allí, violinista de guardia
y al tocar su instrumento derramaba el
perdón desde el cerro del cielo.
Cuando los mares explorados eran
desconocidos
—una luna hecha a mano, a medias santa en
una nube—
cuentan los sabios que las deidades del
jardín
enroscaron el mal y el bien sobre un árbol
de oriente;
y cuando la luna se alzó llena de viento fue
negra como la bestia y más pálida que la
cruz.
En nuestro Edén supimos del secreto guardián
en las aguas sagradas que ninguna escarcha
podía endurecer,
y en las pujantes mañanas de la tierra;
el infierno en un cuerno de azufre y el mito
tronchado,
todo el cielo en un eclipse del sol,
una serpiente tocaba su violín cuando el
mundo nacía.
HOY ESTE INSECTO
Hoy, este insecto, y el mundo que respiro.
ahora que mis símbolos se abrieron paso al
espacio,
el tiempo contempla la ciudad y yo tomo del
tiempo
descuidado y precioso una mitad para empujar
con ella la oración,
separé los sentidos de la verdad y la fábula
tumbé la guillotina, la cabeza y la cola
mellizos rojo-sangre fueron las dos testigos
de este
asesinato del Edén y la Génesis verde.
El insecto cierto es la plaga de las
fábulas.
El monstruo de este cuento tiene una cofia
de serpientes;
ciego en la espiral corre en torno de los
bordes llameantes,
mide su longitud sobre el muro del jardín
y destroza su valva en el último comienzo
agitado;
un cocodrilo ante la crisálida
ante el amor perdido, el hueso volador del
corazón,
alado como un asno de sabático, este cuento
de niños
no creído sopla a Jericó sobre el Edén.
El insecto de la fábula es la cierta
promesa.
Muerte, muerte de Hamlet y locos de
pesadilla,
un molino de viento arrastrado sobre un
caballo de madera
la bestia de Juan, la paciencia de Job y los
embustes de la visión
sobre el mar irlandés, habla la voz
intemporal de Grecia
"Yo amo a Adán, mi amor por los locos es un
amor sin fin,
ningún amante de las fábulas tiene un final
tan verdadero,
todos los enamorados son leyenda sobre un
árbol de historias.
mi cruz de cuentos tras la cortina
fabulosa".
LA SEMILLA-LATENTE
La semilla-latente no abordará
a este pueblo de espectros, el vientre
pisoteado
que se amuralla contra sus asaltos,
ningún dios-en-héroe se desplomará
como una torre sobre la ciudad
tropezando de una manera excelsa y muda
sobre la línea donde el hombre se declara.
La semilla-latente no abordará
este pueblo de espectros, el vientre donde
el hombre se declara
amurallado contra sus asaltos,
ningún dios en héroe se desplomará
como una torre sobre la ciudad
saltando de una manera excelsa y muda
sobre la línea donde la guerra se gesta.
A través de las murallas del cielo
será acribillada la simiente flanqueada por
estrellas
maná para la tierra retumbante
y alerta para el mar descifrado;
atrincherada en un reducto virgen
ha de pelear con el guardián
y con el custodio de la llave.
A través de las murallas del cielo
será acribillada la semilla flanqueada por
estrellas
maná para la tierra protegida
y alerta para la mar virgen;
invadiendo un reducto privado
ha de pelear con el guardián
y con el que pierde la llave.
¿Puede un humilde pueblo trabajar
y rehusar un continente?
Un hemisferio puede reprenderla
y una pulgada verde sostenerla;
que la simiente-héroe encuentre su refugio
puertos de mar junto a una orilla ebria
con marinos sedientos que la escondan.
¿Puede un planeta humilde trabajar
y rehusar un continente?,
puede una aldea verde reprenderla
y una alta esfera sostenerla;
que la simiente héroe encuentre su refugio
puertos de mar en la orilla sedienta
con marineros ebrios que la escondan.
Hombre-en-semilla, en semilla-latente
desde los extranjeros campos del espacio
no ha de tronar en la ciudad
con una guarnición flanqueada por estrellas,
ni el héroe del mañana apuntará
con los cañones de su reino
hacia el lugar en que se araña el cielo.
Hombre-en semilla, en semilla-latente
desde los campos flanqueados por las
estrellas del espacio
truena sobre el pueblo extranjero
con una guarnición embolsada en arena
y el héroe del mañana
no elevará los cañones de su reino
desde el recinto donde bulle la tumba ciega.
SE DIRÁ QUE LOS DIOSES CASCAN LAS NUBES
¿Se dirá que los dioses cascan las nubes
cuando las nubes son malditas por el trueno,
se dirá que lloran cuando aúlla la
atmósfera?
¿Serán los arcoiris el color de sus túnicas?
Cuando llueve ¿dónde están los dioses?
¿se dirá que hacen brotar el agua de los
cántaros,
que sueltan los torrentes?
¿O que al modo de Venus
alguien punza y estruja las ubres de un dios
viejo,
o que la húmeda noche como nodriza me
reprende?
Se dirá que los dioses son piedra.
¿Retumbará en la tierra una piedra caída,
repicará la grava derribada?
Deja que hablen las piedras
con lenguas que hablan todas las lenguas.
AQUÍ EN ESTA PRIMAVERA
Aquí en esta primavera, flotan estrellas en
el vacío;
aquí en este invierno ornamental
se abaten las atmósferas desnudas;
este verano entierra a un pájaro de
primavera.
Los símbolos se eligen desde la lenta ronda
de los años
por las costas de cuatro estaciones,
los fuegos de tres estaciones y los cantos
de cuatro pájaros
son los maestros del otoño.
Del verano, tendría yo que relatar los
árboles, la oruga
apenas relatar las tormentas del invierno
o el funeral del sol;
aprendería del cucú la primavera
y la babosa me enseñaría la destrucción.
Una oruga contaría el verano mejor que los
relojes,
la babosa es un calendario vivo de los días;
¿qué me contaría si un insecto sin tiempo
dijera que el mundo se consume?
¿NO HACES LAS VECES DE MI PADRE?
¿No haces las veces de mi padre o acaso el
brazo erguido
por bien de mi alta torre, no se modela con
su piedra?
¿No haces las veces de mi madre, o acaso no
has sufrido como yo
mi vergüenza en la casa de los amantes?
¿No haces las veces de mi hermana o es que
el crimen erguido
por mis altas torres no arrastras como un
pecado tuyo?
¿No haces las veces de mi hermano o acaso
mientras trepas
no adoras mis ventanas por sus escenas
estivales?
¿No soy, también yo, el padre y el muchacho
que asciende
hijo de la mujer, contemplador lascivo
que señala la carne y el verano en la bahía?
¿No soy también la hermana salvadora?
¿No soy todos vosotros junto al mar dirigido
adonde el ave y la caracola murmuran en mi
torre?
¿Acaso como tú, por enfrentar la pulcra
orilla
no soy tejar de arena o alto tejador?
Tú eres todos ellos, dijo la que tan
largamente me diera de mamar,
todos ellos, dijo aquel que saqueara la
ciudad de los niños.
El hombre-Abraham, surgió, loco para mi
bien,
aquellos que devastaron y perdonaron dijeron
que eran míos.
Yo, dijo la torre, soy derribada por un
golpe sin tiempo.
el que arrasó mi locura de madera quedó
despavorido
pues los hacedores del hombre en el anillado
espectro del mar
seco-como-pasta surgen siniestros del
naufragio.
¿No haces las veces de mi padre, tú, sobre
la arena destructora?
Tú eres el señor de tus hermanas, dicen con
voz de alga,
la sal que la yegua lamió, y los predilectos
de la tierra
los que juegan a verdaderos señores y
señoras.
¿Seré yo aún la casa del amor sobre el
contrasentido de la tierra,
desgracia para los albañiles del viento en
mi refugio?
La casa del amor, responden ellos; y la
torre de muerte
nada conoce de la tumba devoradora del
pecado.
DE LOS SUSPIROS
De los suspiros algo nace
que no es la pena, porque la he abatido
antes de la agonía; el espíritu crece
olvida y llora:
algo nace, se prueba y sabe bueno,
todo no podía ser desilusión:
tiene que haber, Dios sea loado, una
certeza,
si no de bien amar, al menos de no amar,
y esto es verdadero luego de la derrota
permanente.
Después de esa lucha que los más débiles
conocen.
hay algo más que muerte;
olvida los grandes sufrimientos o seca las
heridas,
él sufrirá por mucho tiempo
porque no se arrepiente de abandonar una
mujer que espera
por su soldado sucio con saliva de palabras
que derraman una sangre tan ácida.
Si eso bastase, bastaría para calmar el
sufrimiento,
arrepentirse cuando se ha consumido
el gozo que en el sol me hizo feliz,
qué feliz fui mientras duró el gozar,
si bastara la vaguedad y las mentiras dulces
fueran suficiente,
las frases huecas podrían soportar todo el
sufrimiento
y curarme de males.
Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,
la mente retorcida, el lomo claramente
formado,
que busca a tientas la sustancia bajo el
plato del perro,
el hombre debería curarse de su mal.
Pues todo lo que existe para dar yo lo
ofrezco:
unas migas, un granero y un cabestro.
AFERRA ESTOS ANTIGUOS MINUTOS EN EL MES DEL
CUCU
Aterra estos antiguos minutos en el mes del
cucú,
al pie del cuarto magro obstáculo en la
colina de Glamorgan
mientras los verdes capullos suben hacia el
cielo a la deriva del tiempo;
el tiempo, como un hidalgo, caballero de
obstáculos
corre sobre las vallas con su sabueso a los
talones
y desde el sur exangüe caza a mis hombres y
a mis hijos.
Campo, tu pasatiempo es el verano, y las
chacras de diciembre
descansan de las grullas y la acuática torre
de los árboles fértiles,
nada resbala en este quinto mes y han huido
los pájaros;
aferraos mis niños campesinos, al mundo de
los cuentos,
al follaje que muere como se abate el ciervo
entre sus huellas,
a la estación primera ya franqueada, hasta
los juegos del verano.
Y ahora los cuernos de Inglaterra en el
sonido de los formas,
convocan a vuestros jinetes de nieve, y la
colina de cuatro cuerdas
que resuena en las tripas del mar, pone vida
en la roca;
zarzas y armas y valles mientras las piedras
se levantan,
crujen como un resorte defectuoso, como un
abril rompehuesos,
confunden al cazador del obstáculo magro y
la esperanza poderosa.
Cuatro estaciones sigilosas caen sobre las
tierras escarlatas,
acecha el rostro de mis hijos con una cola
ensangrentada,
el tiempo con salto de jinete desde el valle
adornado,
sosteneos, mis amados campesinos, pues un
halcón desciende,
el Glamorgan dorado se arquea ante la caída
de los pájaros.
Tu pasatiempo es el verano mientras la
primavera corre enfurecida.
UN TIEMPO HUBO
¿Hubo un tiempo
en que los danzarines con sus violines
en los circos de niños olvidaban sus penas?
Un tiempo hubo en que podían llorar sobre
los libros
pero el tiempo asentó su gusano en las
huellas.
Ellos no están a salvo bajo el arco del
cielo.
Lo más seguro en esta vida es lo que nunca
se conoce;
bajo los signos del espacio ellos, los que
no tienen brazos
tienen manos limpísimas y así como el
fantasma sin corazón
es el único ileso, así el ciego es quien ve
mejor.
AHORA
Ahora
di que no
hombre, áspero hombre
áspero amante mío
cimienta la honda roca y arroja el ancla
florecida.
por temor de que él salte hacia el centro en
el polvo
y traicione, el muy tonto, la dureza de su
ira.
Ahora
di que no
señor, que sea un no el que digas,
la muerte al sí,
el sí a la muerte, al hombresí y su
respuesta,
que aquel que separó a sus hijos con cuidado
con un golpe de sierra no deje sin hermano a
la hermana.
Ahora
di que no
que digas no, señor
sí los muertos se agitan,
y esto y no aquello, es la sombra, el cuervo
posado.
el que yace en lo bajo con la ruina en su
oreja,
la marea del gallo lanzada desde el fuego.
Ahora
di que no
para que el astro caiga
para que el globo falle
para que el sol místico se suelte, esposo de
la luz,
el sol que salta en vano arriba de los
pétalos
el caballero fracasado que cabalga en la
flor.
Ahora
di que no
y al demonio
ese sello del fuego
la muerte de talones hirsutos y el fantasma
horadado en madera,
nosotros me han convertido en místico como
el brazo del aire
la vena que va y vuelve, el prepucio y la
nube.
POR QUÉ EL VIENTO DEL ESTE
Por qué el viento del este es frío y es
fresco el viento sur
no se sabrá hasta que la fuente de los
vientos se seque
y nunca más el oeste se ahogue
en los vientos que transportan la fruta y la
corteza
de centenas de otoños;
por qué la seda es suave y la piedra es
hiriente
el niño preguntará todos los días,
por qué su sed se apaga con la lluvia
nocturna
y también con la sangre de los pechos.
No tendrá más que una respuesta negra.
¿Cuándo vendrá Jack Frost?
preguntan los chiquillos.
¿Podrán aprisionar una coleta entre los
puños?
Hasta que su polvo, desde arriba y abajo
salpique un largo sueño último en los ojos
de los niños
y la penumbra se llene de espectros
infantiles,
no habrá de resonar desde los techos una
respuesta blanca.
Todas las cosas se conocen, la asamblea de
estrellas
convoca a cierta dicha a viajar con los
vientos,
aunque lo que preguntan las estrellas
cuando echan a rodar las torres del espacio
una estación tras otra
se entiende apenas hasta que ellas se
esconden.
Oigo la dicha y "sé dichoso"
algo como un cencerro resuena en los
pasillos,
y "no hay respuesta alguna" y yo no tengo
respuesta para el llanto de los niños
no me llega del eco ni del hombre de
escarcha
ni de cometas espectrales sobre puños en
alto.
HACE UNA PENA
Hace una pena,
ella a quien yo abrazaba en los pastos y la
flor,
golpeada por el agua desde la espina en
forma de guadaña.
mar y viento de infierno,
un tallo abigarrado que asaltaba la torre,
doncella rosa y macho,
o, venus en el mástil, que a través de la
cuenca del remero
navegaba hacia el sol;
ella, la que es mi pena,
una crisálida abriéndose en el hierro.
arrebatada por mi dedo macho, el plomizo
capullo
disparado a través de la hoja,
era quien se doblaba sobre la vara florida
Aarón rosa arrojada al infortunio,
el cuerno y la bola del agua sobre la rana
que moraba en la costa.
Y ella la que reposa,
como el éxodo, un capítulo más allá del
jardín.
fulgurante en su anillo la cólera del lirio,
arrastraba en los días
las jarcias de su herencia, las guerras del
perdón,
sobre el campo y la arena
los doce triángulos del viento querubín
cincelaban sus pasos.
Entonces, ¿quién es ella,
ella la que me abraza? El mar de gente la
transita
expulsa al padre del asolado campamento;
las cavernas de la forma
forman todos sus vástagos con la voz larga
del agua.
porque ella a quien poseo,
tumba de manos rústicas encajonada en el
amor,
se alza ante las tinieblas.
Y la noche está cerca,
es una macilenta forma que salta sobre ella,
tiempo y ácido
yo le digo: antes que el gallo sol
eche al fuego sus huesos
que respire a sus muertos, por la semilla y
la materia
que se arrastra en sus mares,
así cruza la mano con sus severos y gitanos
ojos
y se cierra su puño.
QUÉ PRONTO EL SOL SIRVIENTE
Qué pronto el sol sirviente
(el señor mañana vigila)
puede desentrañar el tiempo y el armario de
piedra,
(la niebla tiene un hueso
que a golpes de trompeta se investirá de
carne)
vaciarse para vestir a todos mis cartílagos
y que el huevo desnudo quede erguido,
el señor mañana en su esponja,
(la herida registra)
y la nodriza de los gigantes junto a la
cuenca hendida del mar,
(la niebla con su chorro
les habla a usted y a ustedes, mis maestros,
mientras su extraño hombre-mañana sopla a
través del alimento.
Todos los nervios para servir al sol,
el rito de la luz,
interrogo a una garra desde la osamenta del
ratón,
y con hilos y sábanas
le echo una trampa a la piedra de larga
cola,
dejad aullar al suelo que soy el hombre
mordedor
y que se asome el afelpado muerto.
Cuándo podré, señor
(el señor-mañana estampa dos pisadas de agua
en el suelo sembrado)
elevar una lámpara,
o animar una nube,
o llenar un sudario con una forma viva,
invisible en el tronco.
Una pierna larga como los árboles
este señor de adentro,
niño y hombre, oscuridad para sus ojos,
aquél, dotado de ojos como úteros, llora
y todo el dulce infierno sordo como la oreja
de una hora,
agosta maldiciendo la voz de la trompeta.
HAY OREJAS QUE OYEN EN LAS TORRES
Hay orejas que oyen en las torres
hay manos que rezongan en la puerta,
hay ojos que en los aleros ven
los dedos en los cerrojos.
¿Debo abrir o quedarme
solo hasta el día en que muera
sin ser visto por extraños ojos
en esta casa blanca?
Manos, ¿qué guardáis, el veneno o las uvas?
Más allá de esta isla ceñida
por un delgado mar de carne
y una costa de hueso,
la tierra yace fuera del sonido
y las colinas fuera de la mente.
Ni pájaros ni peces voladores
turban el reposo de esta isla.
Hay orejas que en esta isla oyen
pasar al viento como un fuego,
hay ojos que en esta isla ven
zarpar los barcos en la bahía.
¿He de correr hacia los barcos
con el viento en el pelo
o he de quedarme hasta el día en que muera
sin dar la bienvenida a marinero alguno?
Barcos, ¿qué guardáis?, ¿el veneno o las
uvas?
Hay manos que rezongan en la puerta,
barcos que zarpan de la bahía,
la lluvia golpea la arena y el tejado.
¿He de recibir al extranjero
y al marinero dar la bienvenida,
o he de quedarme hasta el día en que muera?
Manos del extranjero y amarras de los barcos
¿qué guardáis, el veneno o las uvas?
ALIMENTA LA LUZ
Alimenta la luz y no cubras el rostro humano
de la luna,
ni manejes los vientos que no arrasan los
huesos,
pero arranca a su círculo la médula de doce
vientos;
domina la noche y no seas el sirviente del
muñeco de nieve
que cincela cada tupido elemento del aire
en estrella polar clavada en un carámbano.
Alimenta el murmullo de la primavera, no
rompas los huevos del gallo joven,
ni empujes otra vez la estación a los higos,
injerta en cambio en tu país esas cabalgatas
de cuatro frutos;
cultiva los lugares ardientes en tiempo de
la escarcha,
siembra granos de nieve por los huertos de
ojos encarnados,
y en tus jóvenes años el siglo vegetal.
Y siémbralo todo, no olvides el terreno del
señor de las moscas,
ni, como un trasgo hagas brotar la simiente
del búho,
cerca con tus costillas de hechicero este
planeta en forma de corazón;
de las voces mortales a los coros de
ingenuos,
señor hacendado de lo alto, haz que surjan
los cantos de la nube,
y arráncale una música de mandrágora a las
raíces de la médula.
Rueda inhumanamente sobre esta cresta
giratoria,
oh anillo de los mares no sufras cuando
parta
lejos de todos mis amantes mortales con
sonrisa a estribor;
ni cuando mi amor yazga en el flujo de
cruzados huesos
desnudo entre los pájaros que registran el
viento traspasados de flechas
habrás tú de girar como veleta sobre un eje
encrespado.
Quien al darles la forma dio color a los
mares
modeló a mi prójimo de arcilla y en tiempos
del diluvio
llenó el arca del cielo con sus parejas
coloreadas;
oh, tú el que eres gloria en los mapas
informes
traza ahora desde mi ser al mundo, tal como
yo he creado
de tu círculo en marcha una gozosa imagen de
los hombres.
LA MANO QUE FIRMÓ EL PAPEL DERRIBÓ UNA
CIUDAD
La mano que firmó el papel derribó una
ciudad;
cinco dedos soberanos tasaron el aliento,
duplicaron el globo de los muertos y
dividieron un país;
estos cinco reyes dieron la muerte a un rey.
La mano poderosa lleva a un hombro
inclinado,
los nudillos se crispan en la tiza;
una pluma de ganso puso final al crimen
que había puesto fin a la palabra.
La mano que firmó ese pacto engendró fiebre,
y creció el hambre y vino la langosta;
grande es la mano que domina al hombre
tan sólo con un nombre borroneado.
Los cinco reyes cuentan los muertos pero no
mitigan
la herida en su costra ni acarician la
frente;
una mano rige la piedad como otra rige el
cielo;
las manos no tienen lágrimas que derramar.
SI LOS FAROLES BRILLARAN
Si los faroles brillaran, el rostro santo se
marchitaría
preso en un octógono de insólita luz,
y todos los muchachos del amor
se cuidarían de perder la gracia.
Los rasgos de sus íntimas tinieblas
están hechos de carne, pero que venga el
falso día
y que los labios de ella pierdan sus ajados
colores,
que el traje de la momia muestre un antiguo
pecho.
Me han dicho que piense con el corazón
pero el corazón, como el cerebro, conduce al
desamparo;
me han dicho que piense con el latido,
que cambie el ritmo de la acción cuando el
latido se acelere
hasta que en un plano se confundan el campo
y los tejados
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo,
el caballero quieto
cuya barba se agita en el viento de Egipto.
He oído el contar de muchos años
y muchos años tendrían que atestiguar un
cambio.
La pelota que arrojé cuando jugaba en el
parque
aún no ha tocado el suelo.
HE ANSIADO ALEJARME
He ansiado alejarme
del siseo de la mentira desgastada
del incesante grito de los viejos terrores
que crecen más terribles cuando el día
traspasa la colina y entra en el mar
profundo;
he ansiado alejarme
de la repetición de los saludos,
porque hay fantasmas en el aire
y en la página sonidos fantasmales
y un tronar de llamados y de notas.
He ansiado alejarme, pero temo,
alguna vida, aun intacta podría estallar
de la vieja mentira que arde sobre el suelo
y crepitando en el aire dejarme a medias
ciego.
Ni por el miedo antiguo de la noche,
el sombrero que se quita del pelo,
o los labios fruncidos en el teléfono,
me harán caer ante la pluma de la muerte.
No quisiera morir de todo esto,
la mitad es convención, la otra mitad
mentira.
HALLA LA CARNE SOBRE LOS HUESOS
Halla la carne sobre los huesos que pronto
estarán desnudos,
y bebe en los dos riscos de leche,
la más alegre médula y las heces
antes que los pechos de las damas sean
harapos
y sus piernas jirones.
No turbes, hijo mío, las mortajas
pero cuando las damas se vuelvan frías como
piedras
cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos.
Sublévate contra las ataduras de la luna
y el parlamento de los cielos,
los oficios de rey del mar maléfico,
la autocracia de la noche y el día,
la autarquía del sol.
Sublévate contra el hueso y la carne,
la orden de la sangre, la maliciosa piel,
y el gusano que no puede asesinar ningún
hombre.
'"La sed se me ha extinguido, se me ha
apagado el hambre,
resquebrajado está mi corazón;
mi cara en el espejo es macilenta
mis labios se han marchitado a besos,
mis pachos están flacos.
Una alegre muchacha me tomó por un hombre,
hice que se tendiera para contarle su pecado
y puse a su costado una rosa con cuernos".
El gusano al que ningún hombre puede matar
y el hombre al que no puede colgar ninguna
soga
se sublevan contra el sueño de mi padre
que grita a la sucia arpía en la enramada de
los cerdos rojizos
que se tienda a sus pies.
No puedo asesinar como un tonto
la luz del sol y la estación, la gracia, y
la muchacha,
ni hacer más suave el dulce despertar.
La negra noche aún asiste a la luna
y sigue el cielo aplicando sus leyes,
el mar me habla con voz de rey,
la oscuridad y la luz no son enemigas
sino una sola compañera.
"¡Guerra a la araña y al reyezuelo!
¡Guerra al destino del hombre!
¡Muera el sol!".
Antes que la muerte te prenda, oh, toma de
vuelta todo esto.
EL DOLOR, LADRÓN DEL TIEMPO
El dolor ladrón del tiempo hacia afuera se
arrastra
del sepulcro nimbado por la luna con los
años navegantes,
la sota de la pena se marcha sigilosa
desde la fe, hendida por el mar, que puso de
rodillas al tiempo,
los viejos olvidan los llantos,
reclinan el tiempo en la marea y a veces el
viento se detuvo de golpe.
Reclaman a los náufragos
que cabalgan a la luz del mar en un sendero
sumergido,
los viejos olvidan el dolor,
y las toses crispadas y el albatros
suspenso,
arrojan hacia atrás el hueso de la juventud
y el ojo de sal tropieza en el lecho
donde yace la que tiró de la alta mar en un
tiempo de cuentos
y eternamente yace abrazada al ladrón.
Ahora, sota, padres míos, dejad al tramposo
con cara de tiempo,
desde su manga centellea la muerte,
con su botín de burbujas en un saco fecundo
que se deslice a la tumba del padrillo,
proscripto con mirada de fiera a través de
una grieta castrada
y libere los féretros gemelos del dolor,
no hay silbato de plata que pueda
perseguirlo
entre las semanas montañosas de días
hasta el día de la muerte,
las burbujas robadas llevan consigo
mordeduras de serpientes
y dientes como ojos aún vivos.
No hay tercer ojo que explore un sexo de
arco iris
que haya tendido un puente entre las mitades
del hombre.
Todo se quedará y ha de moldearse con los
ladrones de mis padres
en ese golfo, abierto sobre la tumba.
Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO
Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser un solo
con el hombre en el viento y la luna
poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los
limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo
surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá
el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir
entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios
cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Ya las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez
nunca
levante su cabeza a los embates de la
lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente
muertos
su cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
ENTONCES MI NEÓFITO ESTABA
Entonces mi neófito estaba
—niño de blanca sangre arrodillado
bajo la campana de las rocas—
sumergido en los doce mares apóstoles,
el que devana los relojes de agua
anuncia un día y una noche verde.
Mi mar hermafrodita,
el caracol del hombre en su nave de fuegos
que incendia las cubiertas roídas
sabía todos sus horribles deseos
el trepador del sexo de agua
anuncia la roca verde de la luz.
En estos laberintos
hebras de la marea y calleja de escamas
abrazados a una valva inflada por la luna
¿quién huye hacia las velas mustias de las
ciudades
plegadas en la casa y en el infierno de los
peces
y no sucumbe ante sus verdes mitos?
Despliega las fotografías de sal,
el paisaje del dolor, el amor en sus óleos
espejos desde el hombre a la ballena
para que el niño verde vea como un cáliz
a través de la vela y la aleta, del fuego y
el cordel
al tiempo en su sendero de velámenes.
El filma mi vanidad.
Arrojados al viento por los fuegos rodantes.
sobre las aguas llegan
desde sus casas y jardines de infantes
niños que hablan con las manos,
junto con el enmascarado muchacho sin
cabeza.
El que devana la escena que marcha con el
tiempo
ovilló su carrete y su misterio
como una esfera hecha de lagos
luego arrojó en la pantalla alzada de mareas
la imagen del amor hasta que un mar
dramático
rompió los huesos de mi corazón.
¿Quién asesina mi historia?
El pedernal, la navaja del agua y la brusca
guadaña
han baldado la hilera de los años.
¿Quién, con proféticos ojos,
podría arrancar esa huella sin forma
de los pasos futuros de tu sombra?
El tiempo me mata sin piedad.
"El tiempo no te matará", dijo él,
"ni el verde embrión habrá de ser herido;
"¿Quién podría arrancarte el corazón aún
intacto
a ti, oh inmaduro que nos has nacido y que
no has muerto'.'"
Vi al tiempo asesinarme.
EN DIRECCIÓN AL ALTAR BAJO LA LUZ DEL BUHO
I
En dirección al altar, bajo la luz del búho,
a mitad del camino de la casa
el caballero con sus furias, declina hacia
la tumba;
Abadon en pellejo arrancado a la uña de
Adán,
devorador de mundos, con la quijada al
acecho de nuevas,
un perro entre las ferias y con su
horquilla,
arrancó a dentelladas la mandrágora gritando
hacia el mañana.
Entonces, con monedas por ojos, este señor
de las heridas,
viejo gallo de ningún sitio y del huevo
celeste,
con huesos desprendidos en los vientos a
mitad de su curso,
sobre una pierna en medio del ventoso
naufragio,
en errante palabra vino a arañar mi cuna
esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:
él dijo: soy el héroe que viaja alrededor
del mundo
y comparto mi lecho con Capricornio y
Cáncer.
II
La muerte es toda metáforas, forma una sola
historia;
el niño que mamó tanto tiempo se lanza hacia
lo alto,
el pelícano de los círculos guiado hacia el
planeta
sobre una arteria, desteta la vida que se
gesta;
el niño de la breve chispa en un país
informe
pronto desde la cuna enciende una vara
alargada;
los huesos de Abadon en cruz horizontal
—tú, junto a la caverna sobre las negras
escaleras—
hiciste repicar como hueso y espada,
al chocar con las vértebras de Adán
y nutrido por la media noche, Jacob a las
estrellas.
Tus cabellos, dijo entonces el sujeto vacío,
no son más que raíces de ortigas y de plumas
que traspasan el suelo desde los cimientos
y con cabezas de cicuta en los bosques de
climas.
III
Al principio fue el cordero de rodillas
temblorosas
y tres estaciones muertas sobre una tumba
empinada
que el carnero de Adán, en la tropa de
cuernos,
tronco del gusano de arbolada cola que montó
sobre Eva
desbarató a cornadas con pie de calavera y
esqueleto de uñas
sobre tonantes pavimentos a la hora del
jardín;
desgarrón de las bóvedas, he tomado mi
cucharón de médula
en el furgón del sepulturero envejecido,
y, Rip Van Winkle, de una cuna sin tiempo
me hundí hasta el pecho en el hueso caído;
y el negro carnero, un despojo del año,
viejo invierno,
es lo único vivo entre su hueste de
corderos,
—hicimos tintinear en la escala los cambios
de estaciones—
dijeron las antípodas y la primavera repicó
dos veces.
IV
¿Cuál es el metro del diccionario?
¿la medida del Génesis?, ¿el sexo de la
breve chispa?,
¿una sombra sin forma?, ¿la forma del eco
faraónico?
(la forma de mi edad que sermonea el herido
murmullo)
¿cuál de los sextos vientos apagó la nobleza
que ardía?
(las preguntas son entes gibosos frente a
seres erguidos).
¿Qué decir de un hombre de bambú en vuestras
tierras?
¿de un corset de osamenta para un riño
encorvado?
En la giba de astillas abrochad el corpiño,
mis ojos de camello, pasarán como aguja a
través del sudario.
Lo que el amor refleja en los rostros
efímeros
calla quebrado por la noche en el campo con
orillas de pan,
la sonrisa que una vez se cerrara en el muro
de imágenes
como un arco de luces, rechazada, por encima
del penoso diluvio.
V
Y con dos pistolas surgió Gabriel del Oeste
ventoso,
desde la Vía Láctea irrumpió el rey de los
lunares,
las sotas con sus galas, la reina de
barajado corazón;
habló el caballero impostor en su traje de
espadas
negra su lengua y ebrio por la botella de la
salvación.
Mi Adán bizantino en la noche se alzó.
Débil por la sangre vertida caí sobre los
llanos de Ismael,
mi hambre apacigüé bajo lechosos hongos,
la marea impetuosa del Asia me abatió
y la ballena de Jonás me alzó por los
cabellos,
Adán de sal marcado por la cruz hacia el
ángel helado
de piernas como agujas con la negra medusa
sobre colinas aceradas
junto a mares baldíos donde el oso polar
citó a Virgilio
y sirenas que cantan desde nuestra señora de
las algas.
VI
Máscara de tajos sobre el cráter por la
marea carcomido,
en un libro de agua lleno de ojos de sebo
a la luz de la lava, reveló las vocales de
ostras
y quemó los silencios de mar en una tea de
palabras.
Gallo, arranca mi ojo marino, dijo el
evangelio de la medusa,
amor, cercena mi ahorquillada lengua, dijo
la quemante ortiga.
Y el amor arrancó el punzante ojo de la
sirena,
y viejo gallo de ninguna parte le cercenó la
lengua trovadora
hasta que eché a los vientos el sebo de la
torre de cera
grasas de la medianoche cuando la sal
cantaba;
Adán, el burlador del tiempo sobre una bruja
de cartón,
los siete mares descifró, un índice del mal,
y en los detritus, las damas de pechos como
gaitas
derritieron la gasa ensangrentada a través
de la herida en el hombre de cera.
VII
Grabad ahora el Padrenuestro sobre un grano
de arroz
una Biblia con hojas de todas las maderas
escritas
ceñidas a este árbol; un alfabeto que se
mece,
Génesis en la raíz, la palabra
espantapájaros,
y en el libro de árboles, el idioma de una
sola luz.
Malditos sean los negadores cuyas palabras
cambian con el viento
El tiempo es la tonada Oh Señoras con las
tetas de música
peces espadas fijos en la desnuda esponja,
que a Adán, de voz sonora absorbe de la
magia
tiempo, leche y magia, desde que el mundo
comenzara.
El tiempo es la tonada con que las damas nos
prestan su dolor,
desde raídos pabellones y la casa del pan
el tiempo sigue al ruido de la forma sobre
el hombre y la nube
y deja su huella tintineante en la rosa y el
hielo.
VIII
Fue la crucifixión en la montaña
los nervios del tiempo en vinagre, la tumba
como horca
tan untada de sangre como las fúlgidas
espinas de mis lágrimas,
es el mundo mi herida, la María de Dios en
su dolor,
como tres árboles doblada y con pechos de
pájaro debajo de la túnica
es la mujer de interminable herida, con
alfileres en lugar de lágrimas.
Era el cielo, Juan Cristo, cada esquina
trovadora
ganó la marcha de los clavos llevados hacia
el cielo
hasta que el arcoiris tricolor el de mis
pechos
se arrastró entre los polos alrededor del
mundo y su despertar de caracol.
Yo junto al árbol de los ladrones,
mediquillo de toda gloria,
castré al esqueleto en este minuto de
montañoso,
y junto al reloj de viento, que del sol es
testigo
padezco a los infantes celestiales en el
latido de mi corazón.
IX
Desde los pergaminos y los archivos del
oráculo,
los profetas y los reyes de fibra en
ungüentos y tablas,
el laborioso escriba, la reina convertida en
momia
visten sus pisadas de natrón con hilachas y
hebillas
dibujan en el guante de huellas las tinturas
extinguidas del Cairo
y derraman un halo sobre caduceos y
serpientes.
Era la resurrección en el desierto,
la muerte tras las vendas burla las
mascarillas de los doctos,
oro sobre esos rostros, y el espectro de
lino
desposa a mi caballero de hace tanto con el
polvo y las furias;
el faraón y el sacerdote se acuestan con mi
noble herida,
mundo en la arena sobre el paisaje
triangular,
con piedras de Odisea por guirnalda y ceniza
y ríos de difuntos en torno de mi cuello.
X
Deja que el marino del cuento en su
peregrinar cristiano por la tierra
cruce a lo largo de la bahía imaginaria
sobre el globo que yo mismo levanto.
donde el Evangelio del tiempo tan sólo es un
despojo:
así los refugios alados a través de los ojos
de las águilas
marcarán la palabra que vuela y sobre los
mares imagino
la espina de diciembre clavada en un arco de
arbustos.
Deja a Pedro, el primero, allí en su muelle
de arco-iris
preguntar al pez grande, arrastrado de la
Biblia oriental
¿qué hombre de ruibarbo, despellejado en su
canal azul-espuma
ha sembrado un jardín volador en torno de
ese espectro marino?
Verde como el comienzo, deja al jardín que
se hunde
trepar con sus dos torres de cáscara hasta
el Día
en que el gusano construya con las pajas
doradas del veneno
mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo.
ACASO PORQUE EL AVE DEL PLACER SILBE
¿Acaso porque el ave del placer silbe luego
de las púas candentes en los ojos,
será más dulce el canto del caballo ciego?
Se refugian a tiempo el pájaro y la bestia
para sufrir la cena y los cuchillos de una
emoción cualquiera.
En la nieve olfateada y vertida sobre la
punta de la lengua del año
que remienda la saliva como burbujas con
quebrados cuartos,
un hombre enamorado, solitario, junto a los
tendones de sus ojos, dos fuegos,
acampado en el chaparrón color droga del
alimento y de los nervios
saborea el lengüetazo de los años
a través de un débil bosque de cabello
en un viento que desplumaba gansos,
y nunca, cuando las lenguas salvajes
quiebran sus tumbas
se vuelve a contemplar la agitada raíz roja.
Porque allí hay una historia fuera de la
ciudad maldita,
la esposa helada cuyos jugos erraban como un
mar estático
esculpido en secreto.
Herido por la calle veloz y ardiente
¿no debo acaso detener mi gira por quedarme
mirando un año viejo
tropezando y quemándome en el fango de
torres y galerías
como un ajado retrato de muchacho?
Yo atavié a la persona de sal y al lugar
condenado
con carne de una fábula;
si los muertos sucumben, sus estómagos
tumban
a un hombre vertical en las antípodas
como el mar con cimientos de espuma y pecho
de roca;
sobre la mesa del pasado yo repito esta
gracia presente.
HAGO ESTO EN UNA AUSENCIA TUMULTUOSA
Hago esto en una ausencia tumultuosa
cuando con su collar de piedra,
cada antiguo minuto en la estación del celo
abriga mi anclada lengua, resbala por el
muelle,
cuando, bendita sea la alabanza, su orgullo
navegó el mástil y la fuente
y quedó deslumbrado por el océano con figura
de mano
en este orgulloso árbol navegante con ramas
arrastradas
por la última bóveda y el dique vegetal,
y esta casa endeble hacia los cielos con
pilares de médula,
es desdeñada, un harapo del aliento, una
maleza enmarañada,
cabeza hueca de opio, paso de cuervo
resollado, soplado, entrecortado,
o, como el nudo del pecho, por la marea
atado, se recogió de nuevo
o rasgó ancestralmente el himen amarrado del
mar,
y en su postrer orgullo es una criatura
solitaria
arrastrada por imantados vientos hacia su
madre ciega,
mansión de leche y pan en un pueblo sin
dientes.
Ella para mí crea una inocencia de ortiga
y una culpa de palomo sedoso en su orgullosa
ausencia,
en las rocas vejadas la caracola de las
vírgenes,
la franca perla cerrada, la fisonomía de las
niñas del mar
destellan en las cuevas rizadas con huellas
de sirenas,
es la doncella en el roble ruboroso, el
arbusto dorado de leones,
presagia danzas de toros y lechos de
ballenas,
orgullosa como una piedra amamantada y vasta
como granos de arena.
Estos son sus contrarios: la bestia que
persigue
con grave pie de sacerdote y mano de cinco
asesinos
su vuelo diluido hacia columnas como nidos
de cenizas,
llama al rebaño diezmado por el fuego, se
derrama en el hielo,
perdida en un silencio inocuo, lacio de
árboles,
la que trepa una colina en el granizo con
fríos pasos pétreos
cae sobre un anillo de veranos y clausurados
mediodías.
Construyo un arma con los huesos de un asno
y ando por arenas tumultuosas junto a la
ciudad muerta,
aporreo el aire pleno, destrozo el este y
derribo el ocaso,
asalto su apresurado corazón, cuelgo su
valva retorcida
con venas degolladas, dejo atados sus
párpados.
Tras las mandíbulas que todo lo trituran
brilla la destrucción picada por los
pájaros.
y por ese asesino, caigo hacia la ruina
negro por el contagio, como ola que se
acerca.
La ruina, ese cuarto de errores, un
crucifijo caído
en el mar hacinado y en la sombra con
pilares de agua,
mi orgullosa pirámide pesada en rocoso
sudario:
donde, como herida en el lienzo esmeralda y
el agudo viento
la cabeza del héroe yace arrancada de todas
las leyendas,
con mano enguantada de soles llega quien
diseca el amor
el que roe el vivo corazón sobre un
diamante.
"El vientre de su madre tuvo una lengua que
lamía el barro"
gritaron los labios desdentados, con su
mordaza de capucha y cuerda,
en esa tierra luminosa de anclas donde yacía
amortajado,
"Un lagarto se vuelve con el dardo de su
negro veneno
para hundirlo hacia atrás en el lecho del
tétano
y el blanco aliento vela la boca de la
simiente"
"Mirad", repetían las viejas máscaras "cómo
suben los muertos:
en el espiral sin fin del dique, un
hombre es atrapado".
Estos ojos que una vez fueron ciegos han
respirado un viento de visiones,
la raíz del caldrón en esta mano, otrora sin
anillos
se esfumó como un árbol y se agitó como
pájaro en llamas;
con dientes rotos y sonoros y cola y tambor
de telaraña
las jaurías ajadas se alejaron de este
fantasma en flor
y, tibio como el perdón desde una nube de
orgullo,
el mundo, terrible hermano mío, le desnuda
la piel.
Ahora en el gran pecho de la nube yacen
países quietos,
por mares rescatados marcha mi amor desde su
sitio altivo
sin heridas ni rayos en su cara,
un viento calmo sopla, alza los árboles como
cabelleras.
donde una vez la sangre de la blanda nieve
se hizo hielo.
Y aunque un amor tire del aire pálido, lleno
de pezones
y los orgullos del mañana le devoren los
ojos,
aun así hago esto en una presencia
misericordiosa.
CUANDO MIS CINCO SENTIDOS CAMPESINOS VEAN
Cuando mis cinco sentidos campesinos vean,
se olvidarán los dedos de sus pulgares
verdes
y sabrán de qué modo el amor es raspado en
la escarcha
y transido de invierno,
a través del zodíaco a puñados, la cáscara
de las estrellas nuevas
y el ojo vegetal del semilunio,
las orejas murmurantes mirarán el amor
expulsado a redobles
bajando por la valva y la brisa hacia una
playa discordante,
y ligada a las sílabas, la lengua del lince
llorará
pues sus fieles heridas se han remendado
amargamente.
Mis narices verán arder como un arbusto su
respiración.
Mi corazón único y noble tiene sus testigos
en todos los países del amor que a tientas
despertarán;
y cuando el sueño ciego caiga sobre los
sentidos en acecho
será sensual el corazón aunque haya cinco
ojos que se quiebren.
TENDIDOS EN LA ARENA JUNTO AL MAR
Tendidos en la arena, alerta al amarillo
y al mar austero, remedamos al que se burla
del que sigue los ríos rojos,
hueca alcoba de palabras
desde la sombra con forma de cigarra,
porque en esta tumba amarilla de arena y mar
un llamado al color llama en el viento
que es austero y alegre como tumba y mar
dormidos
el uno frente al otro.
Los silencios lunares, la marea callada
que lame los inmóviles canales, el seco
domador de las mareas
cercado entre el desierto y la tormenta de
agua,
debería curar nuestros males del agua,
con una calma de único color;
la música celestial sobre la arena
resuena con los granos en su prisa
y esconde las mansiones y montañas doradas
de la austera y alegre tierra junto al mar.
Limitados por una lonja soberana yacemos
alerta al amarillo, deseamos que el viento
lleve lejos
estos estratos de la orilla y ahogue la roja
roca;
pero los deseos no son alimento
ni podemos resistir la llegada de la roca,
sólo yacer alerta al amarillo hasta que la
atmósfera dorada
se rompa, oh, sangre de mi corazón, como el
corazón y la colina.
ES LA CAMPANA DE LENGUA POLVORIENTA DE LOS
PECADORES
Es la campana de lengua polvorienta de los
pecadores que a los templos me ciñe
cuando el tiempo, con su antorcha y su
clepsidra, como un cura de azufre,
con su talón de bestia hundido en la
sandalia
marca una nave negra que se enciende desde
una tea de cenizas,
con desgreñadas manos el dolor rasga el
espectro del altar
y un viento de fuego asesina la vela.
Sobre el minuto de los coros oigo el cántico
de la hora:
el santo coral del tiempo y el salobre dolor
se ahogan en un fétido sepulcro
la caída de la luna y el emperador
navegante, pálidos como sus huellas en la
por un acaso de la muerte oyen el reloj del
campanario derribado
que bate la hora del mar a través del
bronce.
Allí, directo bajo la llama muda, en la casa
derribada
tempestad, nieve y fuente en la atmósfera de
fuegos de artificio,
hay una catedral serena, oscura y resonante;
el dolor, con un libro empapado y una vela
bautiza al tiempo querubín
desde la silenciosa campana de esmeralda;
y en la veleta movediza
la voz del pájaro sobre el coral reza.
Más allá de la pila y del hueso y las
plantas que tocan a rebato en la piedra
hay para siempre un niño blanco en el verano
de sombría piel
que escala el muro azul de los espíritus;
desde el invierno líquido y vacío, navega el
niño de colores,
sacude, en la áspera mortaja, cuando el
insecto del mago lo despierta
el ding dong de las torres mudas.
Al decir tiempo aludo al tramposo bribón de
nuestra boda
nacido a la caída de la noche, en el lado
gordo de una cama animal
en un cuarto bendito en una ola;
y todos los pecadores del amor se arrodillan
sobre una tela suave
ante la imagen de un punto zodiacal,
nuez moscada, algalia y perejil ofrecen los
afligidos novios
que han dado a luz al dolor granuja.
OH HAZME UNA MÁSCARA
Oh hazme una máscara y un muro que me oculte
de tus espías
de esos agudos ojos esmaltados y de las
garras ostentosas
de la rebeldía y la violación en los viveros
de mi rostro,
una mordaza de árbol, en silencio golpeado
para cubrirme de los desnudos [enemigos
hazme una lengua de bayoneta en esta oración
indefensa,
vuelve mi boca flagrante y que sea una
trompeta de mentiras soplada dulcemente,
dame las facciones de un tonto moldeado en
vieja armadura y roble
para escudar el cerebro brillante y
confundir a los indagadores,
y un dolor viudo manchado de lágrimas caído
de las pestañas
para velar la belladona y hacer que
adviertan los ojos secos
que otros traicionan las quejumbrosas
mentiras de sus pérdidas
con los pliegues de la boca desnuda y la
risa solapada.
LA CÚPULA SE ESTIRA
La cúpula se estira. Su imagen es una jaula
de pájaros.
Desde el nido de piedra no deja que las aves
cinceladas, plumosas
mitiguen sus vividas gargantas en la grava
de sal,
o perforen el quebrado cielo zambullendo su
ala en la maleza y su talón
un palmo entre la espuma. Los repiques
defraudan la prisión de la cúpula
caen a tiempo como lluvias proscriptas,
sobre aquel sacerdote, agua,
tiempo para las manos de los nadadores,
música para la boca y el candado de [plata.
Nota y plumaje se zambullen desde el garfio
de la cúpula
esos pájaros que estiran el cuello son para
que tu escojas
las canciones que a saltos retroceden hacia
la voz labrada,
o vuelan a las campanas en invierno,
pero no regresan con el viento mudo, como
los pródigos.
DESPUÉS DEL FUNERAL
A la memoria de Ann Jones
Después del funeral, alabanzas de necios,
rebuznos,
golpes de viento en las orejas como velas,
el acolchado
golpeteo de una alegre clavija sobre el pie
grueso de la tumba
que clausura los párpados, los dientes en
negro,
los babosos ojos, las charcas de salitre en
las mangas,
el matinal chasquido de la pala que
despierta el sueño,
en las tinieblas del ataúd sacude a un niño
desolado
que gotea hojas secas al cortar su garganta
y saca un hueso al sol en un golpe de
juicio,
tras el festín de cardos y horas llenas de
lágrimas
en un cuarto con un zorro disecado y un
helecho marchito,
por esta ceremonia yo estoy solo
en las horas del llanto
con Ann, la muerta, la jibosa,
cuyo embozado corazón de fuente se derramara
cierta vez en charcos
en torno de los mundos asolados en el país
de Gales y ahogara cada sol
(aunque ella creería esta imagen una ciega y
monstruosa
alabanza engrandecida —su muerte fue una
gota callada—,
no hubiera dejado que me hundiese en el
chorro sagrado
del prestigio de su corazón, yacería honda y
muda
pues su cuerpo quebrado no necesita de un
poeta).
Pero yo, bardo de Ann, desde un hogar en
alto
llamo a todos los mares a oración,
para que la leñosa lengua de su virtud
murmure
como una boya de campana sobre las cabezas
de los que cantan himnos,
abata las paredes del bosque lleno de
helechos y de zorros
y su amor cante mecido en la parda capilla,
y bendiga con cuatro aves de paso su alma
reverente.
Mansa como la leche fue su carne, pero esta
estatua camino al cielo
con su pecho salvaje y la bendita, gigante
calavera
se halla esculpida a su imagen en un cuarto
de ventanas mojadas
en una casa ferozmente enlutada por un año
nefasto.
Yo sé que sus manos agrietadas, humildes,
rancias manos
yacen crispadas en oración,
su raído murmullo en una frase húmeda, su
ingenio, goteando en el vacío;
su rostro como un puño al morir se contrajo
en un dolor redondo
y es Ann en su escultura, setenta años de
tallada piedra.
Estas manos de mármol, empapadas de nubes,
esta disputa gigantesca de la voz
desbastada, del ademán y el salmo,
me asaltarán por siempre sobre su tumba
hasta que el pulmón del zorro disecado se
estremezca y grite "amor"
y el helecho hamacado por el viento deje en
el umbral negro sus semillas.
UNA VEZ ERA EL COLOR DEL DECIR
Una vez era el color del decir
empapaba mi mesa el lado feo de la colina
con un campo volcado donde una escuela
callada se asentaba
y un remiendo de niñas blanco y negro en sus
juegos crecía;
Yo debo deshacer esas laderas suaves
para que todo lo que se ahogó grácilmente
con el canto del gallo se alce para
[matar.
Cuando silbaba yo con los granujas a través
de los depósitos
a los amantes fríos y chiflados en la mugre
de sus frondosas camas
la sombra de sus árboles era una palabra de
muchas formas
y una lámpara de relámpagos para el pobre en
la oscuridad.
Ahora mi decir será mi deshacer
y cada piedra que devane como un carrete.
NUNCA DESDE ESTA IRA
Nunca desde esta ira, un anticlímax
luego que el rechazo la golpeó en el lomo
y la flor coja se arqueó como una bestia
para lamer las extrañas corrientes
en una tierra atada por el hambre,
ella ha de recibir una panzada de algas
ni ha de aguantar las manos fibrosas que yo
toco
a través de dos mares que agonizan.
Atrás de mi cabeza un cuadrado de cielo se
desploma
en la sonrisa circular mecida desde un
amante al otro
y la esfera dorada hace girar los cielos;
nunca desde esta ira
después que el rechazo la golpeó como una
campana bajo el agua
su sonrisa ha de nutrir aquella boca, tras
el espejo,
que arde a lo largo de mis ojos.
CÓMO EL ANIMAL QUE HAY EN Mí
¿Cómo el animal que hay en mi
cuya forma embrujada yo dibujo en el cráneo
cavernoso
vehículo de pústulas y caracola de
exultación,
soportará el entierro bajo el muro de
hechizos,
el velo tantas veces invocado que amortaja
la cima de la cara,
quién se enfurecería
ebrio como un gusano de las viñas, como un
pulpo azotado,
rugiendo, arrastrándose, pendenciero
con los climas de fuera
el natural anillo de los cielos desnudos
descendido a sus ojos de fantasma?
¿Cómo habrá de hechizar,
una tierra brutal en el límite frío de los
días campestres
hacia el macho clavado en una llama curva a
medianoche,
que funde las leoninas garras y la herradura
del corazón
para trotar con una hembra ruidosa por los
lechos de heno de una milla,
amar y trabajar y asesinar
en una luz ligera, dulce y cruel hasta que
brote la tierra aprisionada
y el negro mar estalle en regocijo,
los intestinos se revuelvan,
la zarpa de las hoscas venas estruje desde
cada partícula rojiza
la voz quemada e iracunda?
Los pescadores de tritones
se arrastran y murmuran sobre la marea
mientras hunden el
con mordisco nupcial de pan dorado, con un
viviente ovillo,
lengua y oreja en el hilo,
pesco en las cuevacharcas animales de
ensalmos y de hueso,
cercadas por los templos y presas en
guedejas
y
dibujo un tentáculo,
clavado con un ojo abierto en un cuenco de
heridas y maleza
para abrochar mi furia contra el suelo
y abatir la grandeza de su sangre;
nunca la bestia ha de nacer para alzar estos
mares escasos
o suspender el día sobre un cuerno.
Largo suspiro, frío barro, mentira rota,
alto arrojo, aturdido en las agallas de la
piedra; solapadas tijeras bruñidas en la [escarcha
repiquetean a través del grosor de la
fuerza, el amor labrado en los pilares cae
con el ave tallada, con el santo y el sol,
la boca de la doncella naufragada entre [espigas
cuelga como un arbusto frutecido de llamas,
el delirio de los ojos vehementes
cercena el gesto del aliento.
Muere entre plumas rojas cuando se corta el
cielo
y rueda con la tierra golpeada:
seca mentira, descanso robado, bestia mía.
Te han echado a puntapiés de una caverna
oscura,
has saltado al relincho de la luz
y te has cavado la tumba en mi pecho.
LA LOSA DECÍA LA FECHA DE SU MUERTE
La losa decía a fecha de su muerte.
Me detuve a la vista de sus dos apellidos.
Una virgen casada reposaba.
Se casó en este sitio invadido de lluvias
que descubrí un buen día por azar,
antes que en el regazo de mi madre oyera
o viera en la caracola del espejo
el hablar de la lluvia a través de su frío
corazón
y al sol asesinado en su semblante.
No puede decir más la gruesa piedra.
Antes de que ella se tendiera en la cama de
un extraño
con una mano hundida entre su pelo,
antes que una lengua lluviosa devolviera los
golpes
a través de diabólicos años y muertes
inocentes
hasta llegar al cuarto de algún hijo
secreto,
oí decir más tarde entre los hombres
que lloró al ver desnudos
sus miembros ataviados de blanco
y contemplar sus colorados labios
ennegrecidos por los besos;
que lloró en su dolor con muecas en el
rostro,
y que habló y lagrimeó
aunque sonriera su mirada.
Yo que vi en una rápida película
a esta loca heroína y a la muerte
encontrarse una vez, sobre un muro mortal
la oí hablar a través del astillado pico
del pájaro de piedra que la guarda:
"Morí antes que llegara
la hora de ir al lecho
pero rugió mi vientre mientras tanto
y sentí en la desnudez de mi caída
una cabeza roja y áspera que irrumpía
llameante
y el amado diluvio de su pelo”.
SIN TRABAJAR CON LAS PALABRAS
Sin trabajar con las palabras durante tres
meses estériles
en el vientre sangriento del año rico y la
gran bolsa de mi cuerpo
censuro amargamente mi oficio y mi pobreza:
Tomar, dar, eso es todo, devolver lo que se
da con hambre
soplar hacia los cielos a través del rocío
las libras del Maná,
el bello don de la charla rebota contra una
vara ciega.
Elevarse, alejarse de la riqueza humana es
gustar a la muerte
que al fin arrasará con los dineros del
aliento marcado
y contará los misterios robados,
traicionados en una maligna oscuridad.
Rendirse ahora es pagarle dos veces a ese
ogro insaciable.
Bosques antiguos de mi sangre, precipitaos a
la cuenca de los mares
si me pongo a quemar o resarcir el mundo lo
cual es la tarea de cada uno de los [hombres.
UN SANTO A PUNTO DE CAER
Un santo a punto de caer,
las planicies manchadas de los cielos
golpearon y rozaron
los ruedos en forma de cometa de su besado
manto,
en la última calle los gestos alabaron
el destejerse como canción junto a la roca,
de la pared labrada
de la casa paterna en las arenas,
y el esfumarse del musical trabajo de los
puertos y el cloquear de las campanas,
la tos herida del reloj, medidor de la
sangre
tras un rostro de agujas,
sobre el etna angelical de las últimas
tierras de plumas aleteantes
con pie calzado en viento en el hueco de una
bola de fuego
entonó himnos a sus rebaños que se
marchitaban,
en el último extremo de la parva junto a
pozos rebosantes de vino,
hambriento, cantó al cielo
y al veloz Pandecristo cortado que escupía
vinagre
y todos los asombros de su lengua lisonjera
y envidiosa
se incrustaban en fuego y caracolas.
La gloria estalló como una pulga
los sagrados bosques de velas con sus hojas
de sol
echaron baba sobre un árbol chamuscado
encapotándolo de negros brotes,
las dulces barcas con aletas de peces que
acarreaban sangre
se tambalearon en un mar a pique
con sus presas de algas y de pajas,
con su caída cayó el cielo y una exhausta
campana golpeó en el
[aire abandonado.
Oh despierta en mí, en mi casa en el barro
del cruce de las riberas quejumbrosas,
echado a latigazos de la carbólica ciudad
confunde en un lecho de penas
las bases huidizas del cielo familiar,
los tejados altivos de las nubes.
Desde un extraño cuarto en una casa dividida
mira fijo,
con la leche en la boca, los agrios diluvios
que entierran la dulce calle lentamente,
mira como la calavera de la tierra se arma
con una guerra de cabellos
y cerebros ardientes.
Golpea en la ciudad-bomba-de-tiempo,
levanta las vivientes vigas del tambor del
oído,
tira tu miedo como un fardo de piedra,
a través del asilo sombrío,
envuelto entre gemidos de Herodes
mientras penetran sus espadas
pues los ojos ya han sido asesinados,
se fuerza el gastado corazón
y la agonía tiene otra boca que alimentar.
Oh despierta y mira, luego de una caída
noble
de nuevo el viejo sumidero fangoso, el
sórdido pesar
gotea desde las manos de estropajo y la
estrujada esponja de la frente,
el aliento retrocede como un rayo a través
del aceite blanquecino
y un extraño penetra como el hierro.
Grita de gozo que este segundo con cara de
comadre y de bruja
te intimida hacia el brusco mar tan
suavemente
y un látigo hecho del pulgar y del sol
convierte en una playa de toros estruendosa
tu isla silenciosa, cercada de muchachos.
"SI MI CABEZA CAUSARA EL MÁS MÍNIMO DOLOR"
"Si mi cabeza causara el más mínimo dolor
vuelve a encerrar el hueso descendido. Si el
globo intacto de mi aliento
chocara en un conducto deja que salten las
burbujas.
Es mejor ceñirme la garganta con el gusano
de las sogas
que alardear un amor enfermizo en esa escena
de pañales.
"Todos los estribillos caben en tu anillo de
reñidero;
he de peinar los bosques enredados con un
guante en la lámpara,
picotear, correr, bailar sobre las fuentes y
zambullirme en el tiempo
antes de que reduzca a martillazos el
fantasma, el aire,
aporree la luz y ensangriente un cuarto
sonoro.
Si mi arribo encorvado y simiesco es cruel
arrójame con ira a la casa en que me
hicieron. Mi mano se desata
cuando tú coses la profunda puerta. La cama
es un lugar de aflicción.
dóblate como un arco si mi travesía te
doliera
o haz una sombra renga y sin jinete que
gotee nueve meses fluidos"
"No. Ni por el lecho deslumbrante de Cristo
ni por un sueño nacarado entre encantos y
partículas suaves
mi amor, yo cambiaría mis lágrimas o tu
cabeza de hierro.
Mi hijo o hija, nada te empujará a la fuga,
nada, nada,
aunque se rompan las pesadas multitudes
acuáticas del cielo.
Ahora con mi gozo por cueva, a despertar,
envainado de gestos
hacia la angustia y la carroña, hacia el
infante que nunca será libre;
oh mi amor perdido, arrojado de un buen
hogar;
la semilla que rápida se asoma al borde de
la tumba
tiene una casa y una voz, y aquí y allí
debes recostarte y llorar.
"Descansa ahora sin elección posible en la
semilla destinada al polvo
junto al pecho henchido de mares.
No hay regreso por las aguas de las calles
gordas ni por los flacos caminos de los [huesos.
La tumba y mi calmo cuerpo están cerrados
como una piedra a tu regreso
y el sufrimiento abre el principio sin fin
de los prodigios."
VEINTICUATRO AÑOS
Veinticuatro años rememoran las lágrimas de
mis ojos.
(Enterrad a los muertos para que no marchen
penosamente hacia la tumba.)
En el dique de la puerta natural me
acurruqué como un sastre
que cosiera la mortaja para una travesía
bajo la luz del sol devorador de carne.
Vestido para morir comencé el contoneo
sensual
las venas rojas llenas de dinero,
en dirección final a la ciudad rudimentaria
avanzo mientras dure lo que existe para
siempre.
LA CONVERSACIÓN DE LOS REZOS
La conversación de los rezos que está por
pronunciar
el niño que se acuesta y el hombre en la
escalera
que trepa al cuarto alto donde muere su
amante,
sin que al niño le importe a quien verá en
sus sueños
mientras el hombre llora, temiendo hallarla
muerta,
se enciende entre las sombras el sonido que
se habrá de elevar,
ellos lo saben, hacia los cielos que
responden desde los suelos verdes
desde el niño en su cama y el hombre en la
escalera.
Ese sonido a punto de decirse en las dos
oraciones
por el sueño en una tierra a salvo y el amor
que agoniza
serán la misma pena que se eleva. ¿A quién
aliviarán?
¿Dormirá el niño ileso o ha de llorar el
hombre?
La conversación de los rezos a punto de
decirse
cambia a los vivos y a los muertos y el
hombre en la escalera
no encontrará esta noche a su amor
agonizando en el cuarto de arriba
sino viva y caliente gracias al fuego de su
cuidado.
Y el niño, sin cuidar a quien llega su
oración,
se ahogará en una pena tan honda como su
tumba cierta,
y advertirá esa onda de sombríos ojos, a
través de los ojos del sueño,
que lo arrastra hacia arriba, hacia alguien
que ha muerto.
NEGATIVA A LAMENTAR LA MUERTE POR FUEGO DE
UNA NIÑA EN LONDRES
Jamás hasta que la humanidad hacedora
de la bestia, el pájaro y la flor,
del procrear y toda la oscuridad humillante,
diga con el silencio la última luz rompiente
y la hora tranquila
haya venido desde el mar brincando en su
montura,
y yo deba penetrar de nuevo
en el redondo Zion de la burbuja de agua
y en la sinagoga de la espiga
dejaré que la sombra de un sonido rece
o sembraré mi simiente de sal
en un mínimo valle de cilicio, por lamentar
la majestad y el arder de esta muerte de
niña.
No asesinaré
la humanidad de su partida con una verdad
grave
ni blasfemaré por las estaciones del aliento
con alguna tardía
elegía de inocencia y juventud.
Honda, con los primeros muertos yace la hija
de Londres
ataviada por los amigos perdurables
los granos sin edad, las venas oscuras de su
madre,
secreta junto al agua sin quejas
del Támesis jinete.
Tras la primera muerte ya no hay otra.
POEMA DE OCTUBRE
Cumplía treinta años, mi aniversario
despertó hacia el cielo
cuando oí cómo hacía señales la mañana
con la oración del agua y el grito de
cornejas y gaviotas
y el roce de las barcas en el muro trenzado
por las redes
desde el puerto y los bosques vecinos
y los mejillones en sus charcas y la playa
con garzas clericales
para que en un segundo me pusiera de pie
y echara a andar en el pueblo todavía
dormido.
Mi cumpleaños empezó con los pájaros
acuáticos
y con pájaros de árboles alados que volaban
mi nombre
sobre las granjas y los blancos caballos
y yo me levanté en el lluvioso otoño
y eché a andar en el chaparrón de todos mis
días,
Era en la pleamar y las garzas buceaban
cuando tomé el camino fronterizo
y aun estaban cerrados los portales del
pueblo
mientras el pueblo se iba despertando.
Toda una primavera de alondras en una nube
rodante
y las matas a orillas del camino desbordaban
de mirlos silbadores
y el sol de octubre a la manera del verano
sobre el hombro del cerro
fueron climas amigos y hubo dulces cantores
que llegaron de pronto en aquella mañana por
la que yo vagaba
y escuchaba cómo se escurría la lluvia;
frío, el viento soplaba
en el bosque, muy lejos, a mis pies.
Pálida lluvia sobre el puerto encogido
sobre la iglesia mojada por el mar, tan
pequeña
que semejaba un caracol con sus cuernos a
través de la niebla
y del castillo pardo como los búhos;
pero todos los jardines de primavera y de
verano
florecían en los cuentos fantásticos
detrás de la frontera y abajo de la nube
invadida de alondras.
Allí podía yo maravillarme
mi cumpleaños se iba yendo pero el tiempo
giraba alrededor.
Girando me apartaba del país jubiloso
bajaba por el aire cambiado y por el cielo
alterado de azul
fluía de nuevo una maravilla de verano
con manzanas y peras y grosellas rojas:
y vi tan claro en el rodar del tiempo
aquellas olvidadas mañanas cuando un niño
paseaba con su madre
por entre las parábolas del sol
y las leyendas de las verdes capillas
y por los campos de la infancia ya dos veces
contados
porque sus lágrimas quemaron mis mejillas y
su corazón se conmovió en el mío.
Estos eran los bosques y era el río y el mar
allí donde un muchacho
en el verano atento de los muertos
murmuraba la verdad de su gozo
a los árboles, las piedras y el pez en la
marea.
Y el misterio cantó vivo
en el agua y en el gorjeo de los pájaros.
Y allí podía yo maravillarme
mientras mi cumpleaños se alejaba aunque el
clima diera vuelta en redondo
y el gozo verdadero del niño muerto hace
tanto tiempo
cantaba ardiendo bajo el sol.
Cumplía treinta años hacia el cielo y en el
mediodía del verano
aunque la villa al fondo se cubriera de
hojas por la sangre de octubre
oh que en este alto cerro
a la vuelta de un año
la verdad de mi corazón se cante todavía.
ESTE LADO DE LA VERDAD
(para Llewellyn)
De este lado de la verdad,
quizá tú no veas, hijo mío,
rey de tus ojos azules
en el país cegador de la juventud,
que todo está por hacerse
bajo los cielos indiferentes
de inocencia y de culpa
antes que intentes sólo un gesto
con la cabeza o el corazón,
todo se ha unido y disgregado
en la ventosa oscuridad
como el polvo de los muertos.
Lo bueno y lo malo, dos maneras
de andar entre tu muerte
por este mar triturador,
rey de tu corazón en los días ciegos,
vuelan como el aliento,
van llorando a través de ti y de mí
y de las almas de todos los hombres
hacia la inocente oscuridad
y la culpable oscuridad
y la buena muerte y la mala muerte
y por fin en el último elemento
vuelan como la sangre de los astros,
como las lágrimas del sol,
como la semilla de la luna,
basura y fuego, en el bullicio volador
del cielo, rey de tus seis años.
Y el deseo perverso
bajo el origen de las plantas,
los animales y los pájaros,
del agua y de la luz, de la tierra y el
cielo,
desaparece antes de que te muevas,
y todos tus actos, todas tus palabras,
cada verdad, cada mentira
mueren en un amor que no juzga.
A OTROS QUE A TI
Amigo, enemigo te grito.
Tú con la mala moneda en tu bolso,
tú, mi amigo, con aire triunfador
que palmeabas la mentira en mí, cuando
atrevido mirabas
dentro de mi más tímido secreto,
tentado con guiñadas brevísimas del ojo
hasta que el diente dulce de mi amor
mordiera en seco,
limado al fin y tambaleando succioné,
a quien ahora ruego que se detenga como un
ladrón
en la memoria labrada por espejos,
con un acto sonriente sin olvido posible,
rapidez de la mano en el guante de seda
y bajo tu martillo todo mi corazón,
fuiste una vez aquella criatura tan alegre,
tan franca
íntimo amigo que nada me pedía
que no creí jamás defraudar ni creer
mientras desplazabas una verdad en el aire.
que aún cuando los amé por sus defectos
tanto como por sus virtudes
mis amigos fueron enemigos con zancos
que hundían sus cabezas en una nube artera.
AMOR EN EL HOSPICIO
Una extraña ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa que anda
mal de la cabeza,
una muchacha loca como los
pájaros
traba la puerta de la noche con sus brazos,
sus plumas.
Ceñida en la revuelta
cama
alucina con nubes penetrantes esta casa a
prueba de cielos
hasta alucina con sus pasos este
cuarto de pesadilla.
libre como los muertos
o cabalga los océanos
imaginarios del pabellón de hombres.
Ha llegado posesa
la que admite la alucinante luz
a través del muro saltarín,
posesa por los cielos
ella duerme en el canal
estrecho, hasta camina el polvo
hasta desvaría a gusto
sobre las mesas del manicomio
adelgazadas por mis lágrimas.
Y tomado por la luz de sus brazos, al fin,
mi Dios, al fin
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las
estrellas.
Con el fénix bajo la pira
por desgracia esperando una muerte
que aún me alivie de mis pecados y mis días,
y aguardando a la mujer en sombras
santa cincelada y sensual entre los muertos
que se escapan.
los desaparecidos, me dedico para siempre a
mí mismo
aunque el tumulto del beso no haya sucedido
sobre la boca de fría arcilla
sobre la frente sellada por el fuego,
que podía atarle eternamente,
ni los vientos del amor se hayan roto y
disperso
hacia el viento, hacia el coro y los
claustros
del convento invernal de la orden de la
lujuria
bajo mi vida que suspira por la llegada de
la seductora
en los golpes solares del verano,
sigue mi cuerpo amando la culpa azotada por
el mar
mi cuerpo afortunado bendito
bajo la nube en contra del amor es capturado
en el mar y ceñido y besado
en el remolino del corazón del día que
desciende,
la oscuridad, nuestra locura,
cercenada hacia la estrella quieta en la
orden de los vivientes
pero bendita por huestes tan heroicas
en cada palmo de ti y en cada mirada, que la
herida
es una especie de dios y se celebra allí la
ceremonia de las almas
y la comunión entre los soles.
Nunca mi propio ser ha de cantar
acerca de los santos en las sombras
mientras el breviario interminable
trastorna tu carne tan rezada
ni debajo de mí he de ahuyentar al pájaro:
la muerte que ata a dos se acuesta
solitaria.
Veo a la fiera llorosa
en la andrógina oscuridad
su tribu desvestida y orlada de crines
marcha hacia el holocausto,
las mulas hembras cargan sus minotauros,
la cría de los ornitorrincos en una leche de
pájaros.
Veo a la monja magra y santa, cincelada en
un traje de sombras,
símbolo del deseo más allá de mis horas y
mis culpas
gran cruz y continencia de gigante.
Veo al fénix desfogado, heraldo y vocero del
cielo
súbita flecha de la ambición y la renuncia
de las islas.
Todo amor es monstruoso o inmortal
salvo para la plena congregación en flor de
la carne viviente
y la tumba, sus hijas.
El amor, mi destino lo supo por fortuna,
enseña sin palabras
que el saludo del fénix hacia el cielo
y el deseo después de la muerte en el
convento cincelado
habrán de fracasar si no me inclino ante tu
bendición,
ni camino en el frío de tu jardín mortal
con la inmortalidad a mi costado como Cristo
en el cielo.
Sé todo esto por la lengua materna que
traducen tus ojos.
Las jóvenes estrellas me contaron el
lanzamiento en el principio como Cristo de [niño.
Afortunadamente ella debe yacer
pacientemente
y el pájaro lanzado permanecer inmóvil.
Oh mi sincero amor, sostenme,
en cada palmo y cada mirada tuya ha girado
el globo de la génesis y la tierra viviente, tus hijos.
EL JOROBADO EN EL PARQUE
El jorobado en el parque
solitario señor
apuntalado entre los árboles y el agua
desde que el candado del jardín se abre
para que entren los árboles y el agua
hasta la lóbrega campana dominguera en el
crepúsculo,
come el pan que ha traído en un diario
bebe el agua del jarro encadenado
que los niños llenaron de pedruscos
en el estanque donde hice navegar mi barco,
por la noche durmió en una perrera
pero sin que nadie le pusiera cadenas.
Como los pájaros del parque ha venido
temprano
se sentó como el agua
y señor lo llamaban eh señor
los chiquillos bribones del lugar
que escapaban apenas los oía
hasta alejarse de su vista
más allá del lago y los rosales
riéndose cuando el otro agitaba su diario
encorvado en la burla
pasaban por el zoológico sonoro de la
arboleda de los sauces
esquivando al cuidador del parque
con su palo de juntar las hojas.
Y el viejo perro aletargado
solitario entre las niñeras y los cisnes
mientras desde los sauces los chiquillos
hacían que los tigres saltaran de sus ojos
para rugir entre las piedras rocosas
y los bosques se azulaban de marineros
trabajó el día entero hasta la hora de
cerrar
en una figura de mujer sin fallas
erguida como un joven olmo
alta y erguida surgió de sus huesos torcidos
para que de noche se pusiese de pie
tras los cerrojos y las cadenas
Toda la noche en el parque deshecho
tras los arbustos y las rejas
los pájaros el pasto los árboles el lago
y los niños inocentes como fresas
habían ido en pos del jorobado
hasta su perrera en las sombras.
DENTRO DE SU CABEZA YACENTE
Dentro de su cabeza yacente
los enemigos de él entraron en el lecho
bajo el pesado párpado
por el tambor rizado de la oreja enterrada
en el pelo;
Y la áspera paloma de Noé despertada de
pronto
trajo volando la
gestación humana.
Anoche en una ola violadora
ballenas desatadas desde la
tumba verde
en fuentes del origen a su amor renunciaron;
por la inocencia de ella
Juan resbaló encendido y el joven rey Lear
salvajemente,
la reina Catalina
aulló desnuda,
se ahogó Sansón
entre su propio pelo,
las colosales intimidades de extraños
silenciosos
vistos alguna vez o las sombras
en la escalera;
allí la oscura espada y la lascivia la
echaron suspirando
a un camastro de heno, y las guadañas de sus
brazos
rodaron y silbaron
cien veces
antes de que trepara
la mañana ostentosa;
el hombre era la ardiente Inglaterra por la
que ella caminaba sonámbula y la isla [hechizante
cegó sus miembros con ensalmos
de luz,
el sueño, a otro sueño flamante en una hoja
nervada acarició y cantó
y su inocente amado fugitivo se recostó en
la arena pedregosa.
Allí donde una lengua
innumerable
hirió su cuarto con un viril lamento
su fidelidad voló deshecha en
torno de ella
y la oscuridad colgó de las paredes canastas
de serpientes,
un super-hombre o casi un hombre con narinas
semejantes a hornallas
y miembros cual columnas
para sus atontados
sentidos, semejante
al ladrón de la
adolescencia,
temprana imaginariamente a medias recordado
el oceánico amante solitario
cuyos celos no puede ella olvidar por nada
de este mundo,
hizo su lecho malo
en la buena noche de ella
y la gozó tanto como
quiso.
Gritando en su blanco camisón en medio de
escenarios a la luz de la luna
hacia la alineada marea que
escuchaba,
lejos y cerca, ella anunció el pillaje del
corazón,
en el cuerpo tomado a distintas edades,
novia rota y violada
que celebraba a su
costado
todos esos asaltos marcados por la sangre y
aquellas bodas desvaídas
en las que él jamás
tuvo una parte agradable
ni pudo compartir para su
orgullo hasta el susurro último
y el último aleteo del solemne sacerdote
nocturno,
sus horas, santas y prófanas con la bestia
eternamente anónima.
III
Dos granos de arena juntos en el
lecho,
la cabeza a la cresta que circunda el cielo,
yacen por separado con toda la
ancha orilla,
con el mar que cubre la caída de su noche
sin nombres;
y desde cada valva techada y cimentada
con una sola voz
encadenada grita
mortífera, la hembra y el macho
la traición lasciva
va disolviendo en oro bajo el velo del agua.
Un ave hembra duerme acurrucada
junto a las alas del amante que prepara su
vuelo de mañana,
dentro de la rama y
sus nidos
ella le canta al
halcón que pasa,
carroña, paraíso es el trino de mi yema
brillante.
Una espada de hierba suspira en
la pradera
una piedra yace perdida y presa en la colina
alta de alondras.
Abierta como al aire y a la sombra desnuda
oh es ella la que
yace solitaria e inmóvil,
una inocente entre
dos guerras,
con su hermano incestuoso y secreto en los
segundos que perpetúan las estrellas
un hombre desgarrado se conduele
en la noche solitaria.
Y los que llegan luego, los más crueles, los
enemigos desde las hondas y olvidadas [tinieblas,
dentro del infiel sueño de ella aquietan sus
latidos y entierran a sus muertos.
NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se
cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la
tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud
lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar
en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en
su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de
pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven
con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y
arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con
la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
MUERTES Y ENTRADAS
Casi sobre la víspera incendiaria
de varias muertes próximas,
cuando alguien ante los despojos de tu ser
más amado
y desde siempre conocido, tengan que
abandonar
los leones y fuegos de su aliento volátil,
quién entre tus amigos inmortales
elevaría los órganos del escrutado polvo
para lanzar y cantar tu alabanza,
el que más hondo la invocara poseerá su paz
que no puede hundirse o acabar
sin fin ante su herida
en los muchos destructores
pesares conyugales de Londres.
Casi sobre la víspera incendiaria
cuando ante tus labios y tus llaves se abran
se cierren, se entrelacen los extraños
asesinados,
alguien el más desconocido,
tu vecino como estrella polar, sol de
distinta calle,
se ha de echar en sus lágrimas,
ha de bañar su lluviosa sangre en el mar
viril
que por tu propio muerto se erizará
y arrollará su globo fuera de tu hebra de
agua
y con todos los llantos
llenará las gargantas de las valvas
ya que la luz relampagueó primero en sus
tonantes ojos.
Casi sobre la víspera incendiaria
de muertes y de entradas,
cuando cercano y extrañamente herido en las
olas de Londres
hayas buscado tu solitaria tumba,
un enemigo entre muchos, que bien sabe
cómo es tu corazón de luminoso
en la tiniebla vigilada temblando entre
cuevas, cadenas y cerrojos
tirará de los rayos
para cerrar el sol, se hundirá, trepará por
tus llaves sombrías
y agostará a los puntuales jinetes
hasta que aquel despojo amado
asome como el último Sansón de tu zodíaco.
CUENTO DE INVIERNO
Es un cuento de invierno
que el anochecer ciego de nieve transporta
sobre los lagos
y los campos flotantes de la granja en la
copa de los valles,
sobre el pálido aliento del rebaño en la
vela furtiva,
que resbala apacible entre los copos
plegados con la mano
y sobre las estrellas que se entregan al
frío,
y el olor del heno entre la nieve y el
remoto búho
que da consejos entre los rebaños y el
helado refugio
unido con el humo blanco-oveja de la granja
encapuchada
en los valles cruzados por los ríos donde se
dijo el cuento.
Una vez mientras el mundo envejecía
sobre una estrella de fe pura como el pan a
la deriva,
como el alimento y las llamas de la nieve,
un hombre desplegó los rollos de fuego que
ardían en su corazón y en su cabeza,
atormentado y solo en una granja, en un
rincón del campo.
Y así se abrasó entonces,
en su isla encendida anillada por la alada
nieve
y en los estercoleros blancos como lana
y entre los palos del gallinero que se
duermen helados
hasta que la aurora peina los patios
embozados y los hombres del día
marchan con sus azadas, tropezando,
y se desperezan los rebaños, y tímido el
gato ratonero se asoma
y los pájaros erizados saltan a cazar y las
lecheras dulces
arrastran sus zuecos sobre el cielo caído
y toda la granja despierta a sus blancos
quehaceres.
él se arrodilló, lloró, rezó,
junto al asador y la negra tetera en el
brillante resplandor del leño
la taza y el pan cortado en la sombra
danzante,
en la casa enfundada, al correr de la noche;
al filo del amor medroso y traicionado.
Se arrodilló sobre las piedras frías,
lloró desde la cresta del dolor, rezó al
cielo velado
para que el hambre se marchara aullando
sobre los blancos y desnudos huesos
más allá en las estatuas del establo y las
pocilgas techadas por el cielo
y el vidrio en la laguna de los patos y los
cegadores corrales solitarios
penetró en el hogar de los rezos y el fuego
donde hubo de merodear por la nube de su
amor
cegado por la nieve y abalanzarse a las
guaridas blancas.
Su desnuda pobreza lo golpeaba y él se
encogía aullando
aunque ningún sonido bajaba desde el aire
plegado,
sino apenas el viento que ensartaba
el hambre de los pájaros en los campos del
pan, del agua,
agitados en los altos maizales y en la
cosecha derretida en sus lenguas.
Y su pobreza sin nombre lo ligaba y él ardía
extraviado
cuando frío como la nieve tenía que correr
entre valles cruzados
por los ríos murmurando de noche
y ahogarse en el alud de su pobreza, y
tenderse enroscado, atrapado
en el centro de la blanca cuna deseada
eternamente
y en el lecho nupcial buscado para siempre
por el creyente perdido y el proscripto
arrojado de la luz.
Entregadle, gritaba,
perdiéndolo del todo en el amor, y arrojad
su pobreza
sola y desnuda en la envolvente novia,
para que nunca germine, en los campos de la
blanca semilla
ni florezca a horcajadas en la carne que
muere.
Escucha. Los trovadores cantan
en los pueblos difuntos. El ruiseñor,
polvo en los bosques enterrados, vuela sobre
la grana de sus alas
y descifra su cuento de invierno sobre los
vientos de los muertos.
La voz del polvo acuático sobre la fuente
seca
está hablando. La apagada corriente
salta con cencerros y balidos de agua. El
rocío repica
sobre las hojas trituradas y en la parroquia
de la nieve
de reflejos hace mucho extinguidos. Las
bocas cavadas en la piedra
son cuerdas barridas por el viento.
El tiempo canta a través de los muertos
copos intrincados. Escucha.
Era un son o una mano
lo que abrió de par en par la puerta oscura
en tierras de hace mucho
y afuera sobre el pan de los suelos
un pájaro hembra se alzó radiante como una
novia en llamas
un pájaro hembra amaneció y se emplumó su
pecho de nieve y escarlata.
Mira. Y los bailarines se deslizan
sobre los muertos, la nieve se ha tupido de
verde, disoluta a la luz de la luna
como una polvareda de palomas. Los caballos
de pesados cascos,
centauros muertos, se vuelven jubilosos y
trotan sobre los blancos parques [empapados
en las granjas de pájaros. El roble muerto
echa a andar por amor.
Los miembros tallados en la roca
saltan como ante una trompeta. Danza la
caligrafía de las viejas hojas.
Las líneas de la edad sobre las piedras se
enlazan en rebaño,
y la voz con figura de arpa del polvo de
lagunas se arranca en un pliegue del campo
Por amor, se alza el pájaro hembra de hace
mucho. Mira.
Y las alas salvajes se elevaron
sobre su cabeza replegada, y la suave voz de
pluma
volaba por la casa como si el pájaro
entonara alabanzas
y todos los elementos de la lenta caída se
llenaron de gozo,
porque un hombre solitario se arrodilló en
la copa de los valles
en la chimenea y en la calma
junto al asador y la olla negra va la
brillante luz del leño
y el cielo de los pájaros en la voz
emplumada lo alzaba hasta su hechizo
y él corría como el viento tras el vuelo
incendiado
más allá de los graneros ciegos y los
corrales de la granja apacible.
En los polos del año
cuando los mirlos morían como sacerdotes en
setos embozados
y sobre el paño de los condados se acercaban
las colinas lejanas,
bajo los árboles de una sola hoja corría un
espantapájaros de nieve
rápido por los aludes de las espesuras
astadas como ciervos,
andrajos y oraciones hacia abajo
en las lomas, hondas como rodillas,
turbulento en los lagos ateridos,
toda la noche perdido y vadeando largo
tiempo en el despertar
del pájaro hembra a través de los tiempos,
las tierras y las tribus de los lentos [copos.
Escucha y mira donde navega en el mar
embravecido,
el cielo, el pájaro, la novia
la nube, la pobreza, las estrellas
plantadas, el gozo
más allá de los campos de siembra y el
tiempo a horcajadas de la carne que muere,
y los cielos, el cielo, la tumba, la pila
del bautismo.
En la tierra lejana la puerta de su muerte
se abrió de par en par
y el pájaro descendió
sobre una colina blanca como el pan, sobre
la granja como un cáliz
y en los lagos y los campos flotantes y los
valles cruzados por los ríos
donde él rezaba para llegar al fin del daño
y a la casa de los rezos y el fuego, ya
terminado el cuento.
La danza se extingue
en la blancura que ya no reverdece, y,
muerto el trovador,
irrumpe el canto en las villas de deseos
calzados por la nieve
que una vez recortara las figuras de pájaros
en el espeso pan
y patinaron sobre lagos de vidrio las
siluetas de peces voladores.
Se ha cercenado el rito
del ruiseñor y el centauro muerto. Las
fuentes vuelven a secarse
las líneas de la edad se duermen en las
piedras hasta el trompeteo de la aurora
el júbilo se abate, el tiempo entierra el
clima de la primavera
que tañía y brincaba con el fósil y el rocío
renacido.
Porque el pájaro hembra se acostaba
en un coro de alas como dormido o muerto
y las alas se abrieron y él se sintió loado
y desposado
a través de los muslos de esa novia
envolvente
la mujer con sus pechos y el pájaro con
cabeza al cielo.
Fue derribado
mientras ardía en el lecho del amor
en el remolino del desnudo centro,
en los pliegues del paraíso, en el brote
nevado del mundo
Y ella se elevó con él y floreció en
su nieve derretida.
Se rasga el cielo que atraviesa
este harapiento aniversario
de dos que al unísono recorrieron tres años
los amargos caminos de sus juramentos.
Ahora su amor miente una pérdida
y el Amor y sus enfermos rugen encadenados;
desde cada nube cierta
o con forma de cráter
la muerte golpea su casa.
Demasiado tarde en la lluvia equivocada
se unen aquellos a quienes separó su amor:
las ventanas diluvian en su corazón
y las puertas arden en su mente.
UNA VEZ HUBO UN SALVADOR
Una vez hubo un salvador
más precioso que el radium
más simple que las aguas, más cruel que la
verdad;
reunidos por su hablar
los niños se alejaban del
sol
para oír la nota de oro dar vueltas en un
surco
los prisioneros de sus deseos encerraban los
ojos
en las cárceles y el indagar de su sonrisa
sin llave.
Desde un erial perdido
voces de niños cuentan
que una calma se hacía en su inquietud
segura,
cuando el hombre opositor
hería
al hombre, el animal, o al
pájaro
ocultamos el miedo en ese aliento asesino,
silencio, silencio que guardar cuando la
tierra se volvió ruidosa
en las cuevas y asilos del tremendo alarido.
Se dejó oír la gloria
en las iglesias de sus
lágrimas,
suspirabas cada vez que su brazo velludo te
golpeaba,
oh tú que no pudiste llorar
sobre la tierra cuando un
hombre moría
derramaste una lágrima de gozo en el diluvio
sobrenatural
y apoyaste la mejilla en una caracola con
figura de nube.
Ahora estamos solos tú y yo en la oscuridad.
Dos ennegrecidos hermanos orgullosos
encerrados en el invierno lado a lado
le gritan a este inhóspito año hueco.
Oh nosotros que ni
esbozar logramos
un pálido suspiro cuando
oímos
golpear a la codicia en nuestro prójimo y
quemar al vecino
pero acurrucados y
lastimeros en el muro celeste
ahora soltamos una lágrima enorme por la
caída pequeña que supimos,
por los hogares derribados
que no alimentan nuestros
huesos,
ni las muertes valientes de unos pocos que
jamás hallamos,
mira ahora solitario en
nosotros,
cómo nuestro genuino polvo
de extranjeros
cabalga por las puertas de
nuestra casa inexplorada.
Exiliados en nuestro propio ser levantamos
desatado, sin brazos, el amor sedoso y
áspero que deshace todas las rocas.
EN LAS BODAS DE UNA VIRGEN
Al despertar, sola en una multitud de
amores, cuando la luz de la mañana
sorprendía en sus ojos largos como la noche
el dorado ayer de él, dormido sobre el iris
y el sol de este día saltaba al cielo desde
sus muslos
la milagrosa virginidad era tan vieja como
los peces y los panes,
aunque el momento del milagro sea un
relámpago sin fin
y los astilleros de las pisadas de Galilea
escondan una flota de palomas.
Las vibraciones del sol ya no desearán
su almohada profunda como el mar donde una
vez, a solas celebrara su boda.
su corazón todo ojos y oídos, los labios que
atajaban la avalancha
del fantasma dorado que cercaba de arroyos
su hueso mercurial,
el que bajo los aleros de sus ventanas alzó
su dorado equipaje
porque un hombre duerme donde el fuego cayó
y ella aprende a través de su brazo
ese otro sol, ese correr celoso de la sangre
que no tiene rivales.
EN MI OFICIO O ARTE SOMBRÍO
En mi oficio o arte sombrío
ejercido en la noche silenciosa
cuando sólo la luna se enfurece
y los amantes yacen en el lecho
con todas sus tristezas en los brazos,
junto a la luz que canta yo trabajo
no por ambición ni por el pan
ni por ostentación ni por el tráfico de
encantos
en escenarios de marfil,
sino por ese mínimo salario
de sus más escondidos corazones.
No para el hombre altivo
que se aparta de la luna colérica
escribo yo estas páginas de efímeras
espumas,
ni para los muertos encumbrados
entre sus salmos y ruiseñores,
sino para los amantes, para sus brazos
que rodean las penas de los siglos,
que no pagan con salarios ni elogios
y no hacen caso alguno de mi oficio o mi
arte.
CEREMONIA DESPUÉS DE UN BOMBARDEO
I
Los seres que soy
los pesarosos
penad
entre calles quemadas por la muerte
incansable
por el niño nacido hace unas horas
con la boca aplastada
carbonizada sobre el pecho negruzco de la
tumba
el pezón de la madre y sus brazos cruzados
por los fuegos.
Comenzamos
cantando
cantad
la oscuridad replegó su incendio hacia el
comienzo
cuando la lengua presa asintió enceguecida.
Un astro se rompió
en los siglos del niño
los seres que ahora soy penamos y los
milagros nada expían.
Perdonad
nos perdonad
nos vuestra muerte que los seres que soy los
creyentes
tal vez la sostengamos en un diluvio inmenso
hasta que brote sangre,
y el polvo cante como un pájaro
mientras se expanden las semillas y vuestra
muerte crece por nuestro corazón.
Llorando
vuestra muerte
llorad,
niño tras el canto del gallo, junto a la
calle con enanos de fuego
cantamos al mar que huye
en el cuerpo saqueado.
La última luz hablada es el amor.
Oh semilla de hijos en el lomo de la cáscara
negra abandonada.
II
No sé si Adán o Eva
o el toro sagrado en su atavío
o las blancas corderas
o la elegida virgen
tendida en su nieve
sobre el altar de Londres,
murió antes que los otros
en la ceniza de la breve calavera,
oh novia y novio
oh Adán y Eva unidos
que en calma yacen
bajo el pecho triste de la losa
blanca como los huesos
del jardín del Edén.
Yo sé que la leyenda
de Adán y Eva nunca es para un segundo
silencioso en mi oficio
sobre los niños muertos
sobre el único niño
que fue a la vez el sacerdote y los
sirvientes,
la lengua, la palabra y los cantores
en la ceniza de la breve calavera,
que fue el anochecer de la serpiente
y el fruto como un sol,
el hombre y la mujer sin hacer todavía,
el comienzo que hacia la oscuridad se
desmorona
desnudo como los viveros
del jardín del desierto.
III
Dentro de las torres y los órganos
de las catedrales luminosas,
dentro de las bocas de las veletas desleídas
ondulando en los círculos por donde pasan
doce vientos,
en el muerto reloj quemador de la hora
sobre la urna de los sabáticos
sobre la zanja rodante del alba
sobre la choza del sol y los andurriales del
fuego
y los dorados pavimentos tendidos en los
réquiems,
dentro del pan en un sembrado de llamas
dentro del vino abrasador como aguardiente.
Las misas del mar
las misas del mar bajo
las misas del mar que engendra niños
irrumpen como una fuente y entran a colmar
para siempre
gloria gloria gloria
el reino final y destructor del trueno de la
génesis.
ÉRASE OTRA VEZ
I
Érase otra vez,
cuando mi traje módico
cortado a la medida de la pizca de carne,
pinchado alrededor del espíritu
en el principio de cada sufrimiento,
mis pantalones rotos y mi saco empollado de
amor
por los que había pagado y luchado demasiado
tarde
sobre los bordes del pozo de cenizas,
en las grutas, trabajé con los pájaros,
enclavado en un collar de alano,
adornado con borlas en un sótano y en la
tienda de saldos
o sobre un traga-nubes ataviado.
Luego, veloz con mis botas de corcho desde
un mar restallante
fuera de la vista de los marinos,
en ropas ordinarias de arcilla disfrazada de
escamas,
como un dios macho, que chapoteara la
pollera del agua,
confundí a los sastres sentados,
a los sastres con cara de reloj hice
retroceder;
entonces, tupido y ostentoso con pelucas y
colas de zorros
saltando con ardor, lleno de hojas y plumas
desde el pie de canguro de la tierra,
desde su centro frío, silencioso
arrastrando la ropa mordida por el hielo
hacia las costas gordinflonas de Gales
como un cohete me lancé a sorprender
a la roca como aguja brillante de los
usurpadores,
los que proclaman el Escándalo y la
Banalidad
los que hilvanan pamplinas.
II
Mi tonto traje apenas padeció,
fluctuaba yo alrededor de un ataúd
que llevaba un hombre pájaro o algún
espectro conversado.
Y la capucha del búho, la que esconde los
pasos
arranca el pliegue y el agujero para la
cabeza putrefacta
y engañada. Yo creí, mi hacedor,
que la nube sostenía al maestro de los
sastres
con nervios en lugar de algodón.
Sobre los viejos mares de los cuentos,
sacudiendo mis alas,
encrespando las olas con antenas, Colón en
llamas
yo fui horadado por los ojos del sastre
ídolo,
relumbrantes por la máscara de tiburón y la
cabeza navegante,
el pico frío de Nansen sobre un bote colmado
por sonidos de gong,
ante el muchacho de hilo común,
el brillante simulador, el ridículo
petimetre del mar
con la carne reseca y la tierra por lecho y
atavío.
Era dulce ahogarse en las próximas aguas,
listas para vestir
con mi gorra de cerezas colgando, verde como
las algas
convocando alguna voz de niño de la piedra
palmípeda,
nunca, nunca, oh, nunca he de lamentar la
corneta que usaba
en mi brazo tajante mientras estallaba en
una ola.
Ahora, mientras me muestro casi desnudo, me
tendería
me tendería, me tendería a vivir
callado como un hueso.
CUANDO DESPERTÉ
Cuando desperté, la ciudad habló.
Se alborotaron, los relojes, los campanarios
y los pájaros
junto a la retorcida muchedumbre,
el reptil corrompe en una llama,
a los intrusos y ladrones del sueño,
el mar vecino dispersó a las ranas
a los demonios a la dama-suerte
mientras un hombre afuera
hasta la cabeza, en su propia sangre,
arrancaba a navajazos la mañana,
el doble del tiempo con sus cálidas venas
y la barba florida, que aparece en un libro
acuchillaba la última serpiente
como a una vara o una rama tenue
su lengua deshollada en la piel de una hoja.
Luego de un paseo color agua, cada día
hago en el lecho a dios, el bien y el mal,
el fósil que vacila de muerte y dispersa su
aliento
y una lluvia de gorriones
en la tierra de todos.
Donde los pájaros andan como hojas y los
botes como patos
oí esta mañana despertar una voz
una voz en el enhiesto aire,
ninguno de mis proféticos linajes
me anunció a gritos que mi ciudad marina se
quebraba.
No existe el Tiempo, hablaron los relojes,
ni Dios, tañeron las campanas,
la blanca sábana tiré sobre las islas
y las monedas de mis párpados cantaron como
caracolas.
ENTRE LOS MUERTOS EN EL ATAQUE AL ALBA HABÍA
UN HOMBRE DE CIEN AÑOS
Cuando sobre la guerra despertaba la mañana,
él se vistió y salió y murió,
su pelo bostezó liberado, disperso por un
golpe de viento,
cayó en el lugar que amaba sobre la piedra
volada de la calle,
y sobre los granos fúnebres del suelo
asesinado.
A su calle de espaldas, decidle que él
detuvo un sol
y que los cráteres de sus ojos dispararon
balazos y fuego
cuando todas las llaves se lanzaron desde
las cerraduras y se pusieron a tañer.
No escarbéis más en las cadenas de su canoso
corazón.
La ambulancia del cielo arrastrada por una
congregación de heridas
espera el anillo de la espada en la jaula.
Oh apartad sus huesos de ese carro común,
está volando la mañana sobre las alas de su
edad
y hay cien cigüeñas que se posan sobre la
mano derecha del sol.
YACE TRANQUILO, DUERME EN PAZ
Yace tranquilo, duerme en paz, tú que sufres
la herida que arde y se agita en tu
garganta.
A flote sobre el mar silencioso la noche
entera hemos oído
el rumor de la herida envuelta en una sábana
de sal.
Bajo la luna, tantas millas lejana, hemos
temblado al escuchar
el sonido del mar flotando como la sangre de
la sonora herida
y cuando la sábana salobre rompió en una
tormenta de canciones
las voces de todos los ahogados nadaron
sobre el viento.
Abre un sendero a través de la lenta vela
triste,
arroja lejos hacia el viento los portales
del errabundo bote
para empezar el viaje al final de mi herida,
oímos que cantaba el sonido del mar, vimos
como hablaba la sabana salobre.
Yace tranquilo, duerme en paz, oculta la
boca en la garganta,
o hemos de obedecer y cabalgar contigo por
entre los ahogados.
VISIÓN Y PLEGARIA
I
Quién
eres tú
tú que naces
en el cuarto vecino
tan patente en mi cuarto
que alcanzo a
oír el vientre
cuando se abre
y la sombra que avanza
tras la pared delgada como un hueso de
jilguero
en el cuarto sangrante del nacimiento oculto
para el incendio y el girar del tiempo
la huella del corazón humano
no venera el bautismo
sino la sola sombra
cuando bendice
a la salvaje
criatura.
Yo
d e b o
recostarme
quieto como piedra
contra el
delgado muro
para oír el lamento de la madre
oculta y la sombría cabeza del dolor
que tira del mañana cual si fuera una espina
y los cantos que elevan las comadronas del
milagro
hasta que el recién nacido tumultuoso
me queme con su nombre y su llama
y la pared alada se desgarre
por su corona abrasadora
y se lance la sombra
desde la espalda
hasta la luz
radiante.
Cuando
él quiebre
el hueso de jilguero
y la primer
aurora
con furia de
torrente
se eche a
bullir sobre el reino que llega
el reino de aquel que deslumbra a los cielos
y de la
maternal doncella a quien roció la sangre
la que lo echó a la luz con una llamarada
entre su boca
y lo meció
después como a una tempestad
he de correr
perdido en el terror
y en el
brillar del cuarto
alguna vez encapuchado
y en vano lloraré
en el caldero
de su
beso
en
el giro
del sol
en el espumoso
ciclón de sus
alas
porque yo me perdí y estoy acá
llorando junto
al trono del hombre
que diluvia en
la furia primera del torrente
y los
relámpagos de la adoración
me vuelven al oscuro silencio líquido y
enlutado
porque yo me perdí, yo que ahora he venido
al albergue
inaudito
el que
descubre
y el mediodía pleno
de su herida
ciega mi
llanto.
Allí
desnudo
agazapado
en el altar
de su pecho
encendido
en el fondo sin cárceles del mar
despertaré al llamado babélico del juicio
y ha de trepar la nube por el vaho de la
tumba
y el polvo sometido izará con sus llamas
los velámenes de todas las semillas
oh espiral que sube de la urna
rapaz de la
mañana
del hombre
cuando
la tierra
y
el
mar nacido
alabaron al sol
Adán el
ecuánime
Adán el que
descubre
cantó sobre el
origen
oh las alas de
los niños
el vuelo hacia
la herida de los jóvenes
ancianos que llegan de los desfiladeros del
olvido
la marcha celestial de los que siempre caen
en la batalla;
el acontecimiento
de los santos
ante su visión
la casa rodante del mundo
y el dolor
entero
abierto fluye
y yo
muero
II
En nombre de
los perdidos que se glorian
en las llanuras
por la carroña corrompidas
b a j o e l f ú
n e b r e c a n t o
de pájaros
vencidos
por la presión de los ahogados
y por la verde polvareda
pájaros que al
espectro
llegado
desde
la tierra
padecen como
el polen
sobre el negro
plumaje
y el pico de
barro
rezo aunque en
verdad no pertenezca
a esa llorosa
cofradía
ya que en mí
la alegría ha penetrado
hasta la médula
más recóndita del corazón
que el que
ahora aprende de la leche materna
la luna y el
sol pueda regresar antes
de que los labios se incendien y florezcan
al cuarto donde sangra el nacimiento
con muro de
hueso de jilguero
y enmudecer
y el vientre
que alumbró
para
los hombres
aquella venerada
luz de la
infancia
o la prisión deslumbradora
bostece a su
llegada.
En nombre de los perdidos disolutos
en el monte
sin bautizar
desde el corazón de la oscuridad yo le rezo
Que él deje
descansar a los muertos aunque giman
para que sus
espinosas manos los levanten
hasta la
reliquia de su herida terrena
y el jardín de
la gota de sangre
tolere el sueño
de la hostia
ciega como una
piedra
en la profunda
y oscura
roca
y no despierte
a corazón
alguno
pero rompa su hueso
en la cumbre
del monte
sin que el sol
lo reclame
y el polvo que
golpea se arrastre
a la llanura
madre de los ríos
bajo la noche que va cayendo para siempre
la noche que va cayendo para siempre es una
estrella
conocida y un
país frente a la muchedumbre
de durmientes
cuyas lenguas yo pulso
para enlutar su
diluviante luz
por los suelos
y el mar
y hemos llegado
a saber todos
los lugares
caminos
laberintos
pasajes
comarcas y sepulcros
de la caída sin
final
ahora lázaro
común
de las plegarias que trazan los durmientes
nunca te
despiertes y te eches a andar
porque el país de la muerte es la medida del
corazón
Y la estrella
de los perdidos es la forma de los ojos
en nombre de
los huérfanos
en nombre de
los que no han nacido
en nombre de
los que rechazan
los
instrumentos y las manos
de comadre
que mueve la mañana
oh en nombre
de nadie
ahora
y nadie
más tarde
ruego al sol
carmesí
que hile una tumba gris
y el color de
la arcilla
a su martirio
fluya
en la tarde que
ha sido interpretada
y en la conocida oscuridad de la tierra Amén
Vuelvo la
esquina de la plegaria y ardo
en una
bendición del repentino sol
en nombre de
los condenados
me volvería o
correría
a la escondida
tierra
pero el sonoro
sol
purifica
el cielo.
Alguien
me encuentra.
Oh dejadlo
que me abrase y me ahogue
dentro de su herida terrena.
Su relámpago
contesta mi llanto
mi voz arde en
su mano
ahora estoy perdido en Aquel que enceguece.
Y al fin de la
plegaria se oye el clamor del sol.
BALADA DEL SEÑUELO DE PIERNAS LARGAS
La proa resbalaba en las aguas y la costa
ennegrecida por los pájaros echó la última
mirada
a su pelo revuelto y su ojo azul ballena;
la ciudad transitada agitó sus guijarros
para desearle suerte.
Adiós entonces al bote del pescador
con su ancla libre y ágil
como un pájaro que hurga sobre el mar,
alto y seco junto al tope del mástil,
la arena amante murmuraba
con los bastiones del muelle deslumbrado.
Ve a navegar por mí y nunca mires hacia
atrás
dijo la tierra vigilante.
Las velas se bebían el viento, y blanco como
leche
él se hundió en las ávidas tinieblas;
el sol en el poniente naufragó en una perla
y nadó la luna fuera de su casco.
Chimeneas y mástiles rodando se alejaban.
Adiós al hombre en la cubierta de las
piernas marinas,
a la línea dorada que canta en el carrete
al señuelo que acecha con orgullo en la
alforja,
porque vimos que hundía en la veloz
corriente
a una muchacha viva con los labios
traspasados de anzuelos;
todos los peces se alumbraron con estrías de
sangre,
dijeron los navíos derruidos,
Adiós a los humeros y las chimeneas,
viejas esposas que hilan en el humo,
el pescador estaba ciego para los ojos de
los cirios
en las ventanas orantes de las olas.
Pero oía al señuelo brincar sobre la estela
y forcejear en un banco de amores.
Lanza ahora tu línea que las ballenas
forman colinas sobre todo el mar,
ella suspira entre caballos y ángeles
con el pez arco iris curvado entre sus
gozos,
los repiques de las boyas rocosas
flotaban en la hundida catedral
donde el ancla rodó como gaviota
millas arriba del lunático bote
un chubasco de pájaros cayó dando chillidos,
una nube sopló la lluvia desde su garganta;
él vio como humeaba la tormenta
para matar con arcos de vapores y un ariete
de hielo,
el fuego en las estrellas, el río en la
galaxia;
y nada fulguraba en el rostro del agua
más que el aceite y la burbuja de la luna,
debajo de la espuma, los peces hechizados
se hundían y horadaban su huella
atestiguada por un beso.
Como cabos y Alpes en la estela
estremecían las ballenas ese mar enfermizo y
husmeaban hondo,
hondo el gran señuelo espeso de lluviosos
labios
resbalaba en las aletas de esas jibosas
toneladas
y esquivaba su amor con ondulante
zambullida.
¡Oh, Jericó caía en sus pulmones!
y ella buceaba y aferraba la tarja del amor
girando sobre un chorro como una bola de
largas piernas.
¡Hasta que cada bestia se apartó rugiendo
hasta que cada tortuga se quebró en su
coraza
hasta que cada hueso en la tumba violenta
se levantó, soltó su canto y se apagó!
Buena suerte a la mano sobre la línea,
se esconde el trueno bajo sus pulgares;
el hilo de oro es una hebra centelleante;
su carrete bravío canta desde las llamas,
el bote que gira en el arder de su sangre
grita desde la red hasta la quilla
oh las tijeretas y sus crías gigantes
oh los toros de Vizcaya y sus becerros
desposan al bello señuelo de piernas largas
bajo el verde, ancho velo del mar.
Anunciad las noticias sombrías y pintad en
una vela
estas inmensas bodas en las olas,
sobre la espuma y su estela de relámpagos
sobre los jardines que crecen en el fondo
anunciad el día trepador del delfín,
mi mástil es de pronto un campanario,
golpead y acariciad, porque mis puentes son
tambores,
cantad desde la proa hablada por el agua
el caminar del pulpo entre los miembros de
ella
y el águila polar con sus huellas de nieve.
Del tajamar en sus salobres labios hasta
popa
¡cantad cómo la foca ha besado a su muerta!
la yacente, la larga novia de un minuto
vieja de pronto flota en su lecho cruel.
Por encima de las tumbas acuáticas
con galerías y montañas debajo
el ruiseñor y la hiena
se regocijan por esta muerte a la deriva.
Cantan y aúllan a través de la arena y las
anémonas
el valle y el sahara en una caracola,
Oh, toda la ávida carne, su enemiga
arrojada a la mar en la caracola de una niña
es vieja como el agua y simple como una
anguila;
siempre el adiós al pan de piernas largas
disperso en los senderos de sus pasos
para los pájaros salobres que aleteaban
saciados,
con picos espumosos por las altas semillas;
adiós adiós a los fuegos de su rostro,
porque los muertos con sus lomos de
cangrejos
se lanzaron desde el lecho del mar y echaron
a correr sobre sus ojos,
Esa mirada desgarrada y ciega es fría como
celisca.
Y el seductor debajo de su párpado,
el que descubre para los durmientes
mujeres desnudas color luna con altura de
mástiles
andando por sus deseos y embellecidas por la
vergüenza
es mudo y ha partido con su llama de novias.
Se ahogó Susana en el hirsuto arroyo
y ya nadie se agita junto a Saba
más que los reyes hambrientos de las mareas;
el pecado que tuvo forma de mujer
duerme hasta que el silencio sople en una
nube
y todas las aguas sublevadas echen a andar a
saltos.
Lucifer, esa hez de pájaro
caída entre las nórdicas laderas
se ha derretido y esfumado
siempre se esfuma en las cavernas de su
aliento,
Venus yace en su herida fulminada de
estrellas
y las ruinas sensuales sobre el líquido
mundo
crean las estaciones
las primaveras blancas en la sombra.
Por siempre adiós gritaban voces en la
caracola,
y siempre adiós porque la carne se ha
lanzado
y el pescador arrolla su carrete
con los pobres deseos de un fantasma.
Buena suerte por siempre clamaban las aletas
en la pluma del pájaro tras de la sombra y
el risueño pez
mientras las velas se bebían el granizo del
trueno
y el relámpago de larga cola alumbraba su
presa.
El bote nada en los climas de seis años,
un viento echa una sombra que de pronto se
hiela
¡ved lo que la dorada línea trae a la
superficie
desde las montañas y las galerías de los
fondos!
¡Ved lo que cuelga desde el pelo y el cráneo
mientras pasan rasantes las alas ávidas del
bote!
las estatuas de la gran lluvia se detienen
y los copos se derrumban como cerros!
¡Cantad y saludad! a su pesada presa
izada al bote en un nevar de luz!
Las cubiertas se han empapado de milagros.
¡Oh milagro de peces! ¡muerden los viejos
muertos!
Fuera de la urna donde cabe un hombre
fuera del cuarto con el peso de su pena
Fuera de la casa que una ciudad sostiene
en el continente de algún fósil.
Uno por uno en el manto y el polvo,
duros como los ecos y con rostro de insecto,
los padres de él se aferran a esa mano de
niña
y es esa mano muerta que conduce el pasado.
Los guía como a niños, como al aire
hacia las crestas agitadas y ciegas de las
olas;
los siglos arrojan hacia atrás sus
cabelleras
y los ancianos cantan con labios renacidos:
El tiempo trae otro hijo en si.
¡Matad al tiempo! ¡Ella gira en su pena!
El roble es derribado en la bellota
y el halcón en el huevo asesina al jilguero.
Aquel que atizara el gran fuego
y muriera sobre llamas sibilantes
o anduviera en la tierra por la tarde
contando la negación de las semillas
cuelga del flotante pelo de ella y trepa;
y él, que enseñara a sus labios a cantar
llora como el sol elevado
entre los líquidos coros de sus tribus.
La línea se repliega y adivina la tierra,
y a través de las grietas de las aguas
se arrastra un jardín que se aferra a su
mano
con pájaros y bestias
con hombres y mujeres y cascadas
los árboles se secan y se enfrían en el
remolino de las naves
sorprendidos y quietos sobre la arena verde,
tendida como un velo
con leyendas en sus regazos virginales,
y tonantes profetas en las dunas quemadas;
los insectos y valles se aferran a sus
muslos,
el tiempo y los lugares se aprietan al hueso
de su pecho
ella se parte con las estaciones y las
nubes;
el agua fresca le teje un brazalete
con sus peces movibles y sus piedras
redondas
desde el fondo a la cresta de las olas más
altas
respira y corre un río separado,
canta y golpea su cosecha
porque el oleaje lleva una siembra de cebada
pace el ganado en la espuma cubierta,
los cerros han pateado las olas hacia
afuera,
tierra, tierra, tierra, nada queda
del andariego mar famoso, solamente su
hablar
y entre sus siete tumbas parlanchinas
se hunde el ancla en los suelos de una
iglesia.
con las salvajes yeguas del mar y las bridas
mojadas
con potrillos salobres y huracanados
miembros
todos los caballos de su redada de milagros
galopan en las verdes y abovedadas granjas,
y trotan y galopan con nubes de gaviotas
y con centellas en sus crines
Oh Roma y Sodoma, oh mañana y Londres
la marea campestre está empedrada de
ciudades,
y las torres horadan la nube de su hombro
y las calles que el pescador peinara
cuando su carne de piernas largas era un
viento incendiado
y su lomo una llama cazadora
se enroscan desde la encrucijada de su pelo
lo llevan despiadadas a su casa, vivo
conducen su terror a ese pródigo hogar
la casa enfurecida, asesina de bueyes, la
casa del amor.
Hondo, hondo, hondo bajo la tierra
debajo de las ciudades flotantes
giran las metrópolis de peces
encadenadas por la luna y heridas por el
agua.
Nada queda, del mar, apenas su sonido,
bajo la tierra el mar ruidoso marcha,
en los lechos de muerte de los huertos el
bote se desploma
y el señuelo se ahoga entre las parvas,
Adiós y buena suerte, el sol y la luna
repicaron
al pescador perdido en tierra.
Solo se queda ahora en la puerta de su hogar
con su corazón de largas piernas en la mano.
BENDITA PRIMAVERA
fuera de una cama de amor
cuando el hospital inmortal hizo otro
movimiento
para aliviar el escrutado e
incurable cuerpo,
y la ruina y sus
causas
sobre el mar agresivo y punzante que como un
falso ejército
arrasó nuestras casas y nuestras
heridas,
me trepo a saludar a la guerra en la cual no
tengo corazón alguno
más que aquel sombrío al que
debo mi luz,
llamo al confesor y a un espejo más sabio,
pero ninguno hay
que arda tras la noche que es un
dios lapidario
y me descubro tan solitario como un hacedor
de milagros al sol.
No
Celebrad que la primavera sea
todo
Gabriel y radiantes arbustos mientras crece
la mañana gozosa
desde la pira de la desgracia
y la bochornosa lágrima de la multitud se
enfría sobre muro de los llantos
mi pródigo naciente
y el padre sol, su temblor lleno de niños de
fuego puro,
pero benditos sean el granizo y
el cataclismo
aquella inquietud por cierto todavía está
sola para ponerse de pie y cantar
sola en la cáscara del hogar
humano
y la madre y la casa en derrumbe de la
bendita primavera,
si por lo menos fuera la última
vez.
FERN HILL
Cuando era joven y libre bajo las ramas del
manzano
en torno de la casa cantarina, y feliz como
verde era el pasto,
la noche sobre la cañada, llena
estaba de estrellas,
el tiempo me dejaba
dar voces y trepar
dorado hasta el apogeo de sus
ojos,
y venerado entre carros, era yo el príncipe
de las ciudades de manzanas
y alguna vez con todo señorío, hice que
hojas y árboles
se arrastraran con
margaritas y cebada
hacia abajo en los ríos
alumbrados por las frutas caídas.
Y como era tierno y despreocupado, famoso en
los graneros
en torno del patio alegre y cantaba porque
la granja era mi hogar,
al sol que es joven apenas una
vez.
el tiempo me dejaba
jugar
y ser dorado en la gracia de sus
poderes,
y tierno y dorado era yo cazador y pastor,
los becerros
cantaban a la voz de mi cuerno, en las lomas
los zorros ladraban con clara y fría [voz
y el domingo sonaba
despacio
en los guijarros de los sagrados
arroyos.
Todo el trayecto del sol era un deleite, una
carrera,
los campos de heno altos como la casa, las
tonadas de las chimeneas, era el aire
y un juego lleno de belleza y
agua
y el fuego verde
como pasto.
Y de noche, bajo estrellas
ingenuas
mientras cabalgaba hacia el sueño las
lechuzas se robaban la granja
todo el trayecto de la luna, entre establos
bendito, oía a las aves nocturnas
volar entre las parvas y veía
caballos
como relámpagos en
la oscuridad.
Y luego despertar, la granja regresaba como
un vagabundo
blanco de rocío, con el gallo en su hombro,
era todo
brillante, era Adán y su virgen
y el cielo de nuevo
se formaba
y el sol creció redondo aquel
preciso día,
Así debió haber sido luego de nacer la pura
luz
en el primer lugar donde se hiló, caballos
hechizados y fogosos
saldrían del verde establo lleno
de relinchos
hacia los campos de
alabanza.
Y venerado entre zorros y faisanes junto a
la casa alegre
bajo las nubes recién hechas y feliz como
era interminable el corazón,
en el sol tantas veces nacido
yo corría por mis
caminos alocados
mis deseos se desbocaban a
través del heno alto como la casa
y nada me importaba, en mi celeste tráfico,
pues el tiempo
en su giro melodioso, concede tan pocos
cantos así de mañaneros
antes que los muchachos tiernos
y dorados
lo sigan hasta
perder la gracia.
En esos días blancos como corderos no me
importaba que el tiempo me llevara
hasta el desván lleno de golondrinas,
tomándome por la sombra de mi mano
en la luna que siempre se
levanta,
ni que cabalgando
hacia el sueño
llegara a oír su fuga entre los
altos campos
y despertara ante la granja borrada para
siempre de ese país sin niños.
Oh, mientras fui joven y libre en la gracia
de sus poderes
el tiempo me sostenía tierno y
moribundo
aunque cantara en
mis cadenas, como el mar.
EN EL SUEÑO CAMPESTRE
I
Nunca, nunca, mi muchacha andariega
en tierras de cuentos junto al fogón y
hechizados durmientes,
temas o creas que el lobo con pálida capucha
de cordero
balando y galopando ha de saltar brusca y
alegremente mi amada, mi amada,
fuera de su guarida en el hato de hojas, en
el año goteado de rocío,
para comer tu corazón en la casa del bosque
rosado.
Duerme, buena, para siempre, lenta y honda,
hechizada rara y sabia,
mi muchacha que costea la noche en la rosa y
el condado
de los rústicos cuentos: ningún ansarero o
porquerizo
se volverá rey del establo o la aldea de
fuego y príncipe de hielo
para cortejar el meloso corazón de tu flanco
antes del alba
en una trama de ensortijados muchachos y de
gansos, quemadura y espiga,
ni la inocente se echará en la cañada llena
de raíces, galanteada
y quebrada y desecha entre plumas mi lágrima
jinete.
De la espuma que levanta la bruja te amparan
los helechos
y la flor del sueño campestre y el alcázar
del bosque. Yace ligera y aplacada,
segura y calma seas, ante los rugidos de las
crías violentas.
Nunca, mi muchacha hasta que la campana
austera te convide al sueño
creas o dudes que la rústica sombra o el
hechizo
agitará y hará nevar la sangre mientras tu
corres por doquier,
pues ¿quiénes rondan cobardemente los aleros
montañosos habitados por cuervos
o acechan a la luna en la cañada aunque su
brillo suene limpio desde el pozo [estrellado?
Un cerro toca a un ángel más allá de una
celda de santo
el pájaro nocturno canta alabanzas a través
de conventos y cúpulas de hojas
su árbol con pecho de petirrojo, las tres
Marías en los rayos.
Sanctum Santorum
el ojo animal del bosque
narra los abalorios de la lluvia y el adusto
fantasma,
la lechuza, acude a su llamado de campana.
El zorro y la mata se hincan ante la [sangre.
Ahora los cuentos glorifican
el nacimiento de la estrella en el pasto y
toda la noche tascan las fábulas
sobre la mesa señorial de la hierba
reverente.
Nunca jamás, por sobre todo, temas al lobo
en su capucha baladora
ni al príncipe con colmillos en la granja
salaz, ante la cáscara
y el barro del amor, teme por sobre todo y
siempre al ladrón manso como el rocío.
El campo está bendito: Oh quédate en este
amable campo, conoce el verdor noble,
bajo la luna cual tambor de oraciones en el
bosque rosado
ampárate en el canto y en la flor y que
alegre
te acuestes en la gracia. Duerme hechizada
ante el descanso en la casa humilde
en el seto vivaz de las ardillas, bajo el
lienzo y la paja y la estrella:
abrigada y bendita aunque ahuyentes los
cuatro vientos altos
de la sombra candente y el bramido en la
aldaba enfríe tus juramentos.
Y aún fuera de la tejida y picuda oscuridad
y de las ramas como zarpas
sabe tú que el ladrón encontrará un camino
solapado y seguro
y astuto como nieve y suave como el rocío
caído de la espina,
esta noche y cada vasta noche hasta que
hable la campana austera
en la torre y a dormir llame sobre los
establos
de los cuentos en hogares de piedra, amor
mío perdido; y que el alma ande en las [aguas tonsuradas.
Esta noche y cada noche desde la estrella
fugaz en que naciste,
siempre y siempre él encuentra un camino
cuando cae la nieve
cuando la lluvia cae, granizo en el vellón,
cuando la niebla del valle flota
por los establos oro-heno, cuando cae el
rocío
sobre el aspado polvo del manzano y las
golpeadas islas
de hojas matutinas, cuando cae la estrella,
mientras se escurre la simiente alada [del manzano
y cae, y florece en la herida que bosteza a
nuestro flanco,
cuando el mundo cae silencioso como la
tromba del silencio.
II
¡La noche y el reno sobre las nubes encima
de las parvas
y las alas de la gran ave fabulosa que para
la bella se atavió!
¡la saga saltarina de la oración! Y allí en
lo alto, sobre los vientos con talones de [liebre, las cornejas
se alzan de sus negras capillas, graznando
las biblias de los pájaros!
Entre los gallos, el zorro colorado que arde
como un fuego,
la noche y la vena de los pájaros en el puño
de los bosques lleno de alas y ojos [negros!
¡Golpe pastoral de la sangre a través de las
hojas enlazadas!
Desde la mata, con negros puños de sotana y
mangas como escarcha de abrojos
el fluir de la fábula y el bullicio del
ruiseñor!
¡El fantasma surgido de la cañada rota para
cantar
y el embozado cerro de cipreses! ¡El
bullicio y el cuento
en el patio rastreado, con la lluvia
mantecosa en el balde!
¡El sermón de la sangre! ¡La vena sonora del
pájaro! ¡La saga que salta
de los tritones el serafín! ¡El Evangelio
engaña! Todo habla esta noche de aquel que [viene
rojo como el zorro y astuto como el viento
de ligeros talones
¡Iluminación de la música!, la gaviota
arrullada, lomo negro
sobre la ola, con arena en los ojos! Y el
potro penetra silencioso
con sus cascos de luna por el lago revuelto
cercado por el verde en la vigilia de los [vientos.
¡Música de los elementos, que realiza un
milagro!
Tierra, aire, agua, fuego cantan dentro del
acto blanco,
la de pelo oro heno, mi amor dormida, de
ojos azul vado
en la casa nimbada, en su rareza y su alto
andar montañoso
amparada y bendita y verdadera; y tendido
con tal quietud
podría el cielo cruzar por sus planetas, la
campana llorar, la noche recoger sus ojos,
el ladrón caer sobre los muertos como el
rocío irresoluto,
sólo por el giro de la tierra en su bendito
corazón!
Astuta, lentamente, oyendo como la herida de
su flanco marcha
en torno del sol, él viene hacia mi amor
como la nube destinada
y flota de verdad hacia la costa de flores
como el mar dominante del rocío
y sin duda navega como las nubes en forma de
barco
Oh él viene destinado a mi amor, no a
robarle su herida de marea rasante
ni su alto andar, ni sus ojos ni su pelo
encendido,
sino su fe, desde que cada noche vasta y
cada saga de la oración, viene
para tomar su fe, pues esta última noche,
por su interés profano
viene a abandonarla cuando el sol proscripto
se despierta,
desnuda y traicionada, sufriendo por saber
que no vendrá.
Siempre y siempre, por todos tus juramentos
cree y teme,
mi amada, que él venga esta noche y la noche
sin fin, mi amada desde que tú [naciste:
Y tú despertarás, del sueño campestre en
este amanecer y cada amanecer primero,
tu fe tan inmortal como el clamor del
dominado sol.
SOBRE LA COLINA DE SIR JOHN
Sobre la colina de Sir John,
se cierne inmóvil el halcón en llamas;
en una nube alzada, al caer la penumbra,
arrastra con sus garras
a los pequeños pájaros de la bahía, los
levanta a sus horcas
y hasta los rayos de sus ojos
y las guerras de los gorriones, vocingleras
como juego de niños
y a los que cantan como cisnes, la penumbra,
en las orillas reñideras
y alegremente graznan
al patíbulo cruel sobre la lucha de los
olmos
hasta que estalle en un relámpago el halcón
enlazado
y lentamente la garza pescadora cazadora
bendita,
reverencie su lápida inclinada aguas abajo
en el río Towy.
Un relámpago y las plumas chasquean
y la justiciera colina de Sir John se atavía
con una toga negra de cornejas y una vez más
los pájaros burlados
se mueven como liebres, vapuleados de
viento,
hacia el halcón en llamas, alto como una
horca, sobre las aletas del Towy.
Allí
donde el martín-pescador de la elegía da su
estocada y chapotea
por los bajíos y los juncos picados de
guijarros
y "bobo, bobo" llama el halcón altivo
"ven y hazte matar",
abro las hojas del agua en un pasaje de
salmos y de sombras
entre cangrejos de pinzas enredadas
y leo en una caracola
la muerte clara como una boya de campana:
que la alabanza entera del halcón en llamas,
se cante en la penumbra llena de ojos [de halcones,
cuando su cuerda viperina cuelgue atada con
llamas
bajo su
ala de tea y bendecidos sean
los tiernos pollos jóvenes de la bahía y los
arbustos cloqueen;
"bobo, bobo" "ven, vamos a morir".
Penamos como los pájaros alegres, nunca más
dejamos el guijarro y el olmo,
la garza y yo,
yo joven Esopo que fabula con la noche
cercana junto a la hoya de anguilas;
la santa garza entona himnos en el valle
distante,
un puerto de cristal colgado en caracolas
donde navegan los guijarros del mar
y los muelles del agua donde los muros
danzan y las grullas se elevan en sus [zancos.
Somos la garza y yo, bajo la justiciera
colina de Sir John
llena de olmos, con esa culpa repicada
hacemos la leyenda
de los pájaros que extraviaron su rumbo, de
los que Dios se apiada
por sus pechos de trinos,
Dios en su torbellino de silencio advierte
el grito de los gorriones
por el canto de sus almas.
Ahora la garza se lamenta en las orillas
cubiertas de malezas.
Por las ventanas de penumbra y agua veo como
se inclina murmurante
la garza en el espejo
y se marcha con las plumas restallantes de
nieve
a pescar en la lágrima del Towy. Sólo un
graznar de búho
se ahonda como el silbido de una brizna en
manos ahuecadas, en los saqueados [olmos
y ya no hay gallos o gallinas jóvenes
que griten sobre la colina de Sir John. La
garza, que se trepa
por las hondonadas llenas con las escamas de
las olas, hace toda la música;
y yo que oigo la tonada del río que
trasporta lentamente los sauces,
grabo antes de la estocada de la noche,
las notas sobre esta piedra sacudida de
tiempo
por las almas de los pájaros asesinados que
navegan.
POEMA EN SU CUMPLEAÑOS
En el sol como semilla de
mostaza,
junto al alto río inclinado y el zig zag del
mar
donde los cormoranes huyen,
en su casa elevada sobre zancos, entre picos
y monsergas de pájaros
en este día como grano de arena en la tumba
inclinada de la bahía
él celebra y desprecia
sus treinta y cinco años de detritus que el
viento transformó en edad;
las garzas se alzan en agujas y
venablos.
Abajo y a su lado
van los lenguados, las gaviotas en sus
huellas agónicas y frías
obedeciendo a las palabras
recios pájaros acuáticos en las olas
colmadas por los congrios
se afanan en sus caminos a la
muerte,
y el coplero en el cuarto de los chismes,
que tañe su campana de
cumpleaños
se esmera hacia la emboscada de sus heridas;
las garzas, agujas espigadas,
echan su bendición.
En el otoño de los cardos
él canta hacia la angustia; los pinzones
vuelan
entre huellas de halcones en un
cielo rapaz;
peces pequeños se deslizan entre cascos y
vientos
en ahogadas poblaciones de
barcos
hacia praderas de nutrias marinas.
En su ladeada casa torturante
y las rotas espirales de su oficio percibe
como las garzas andan en sus
mortajas,
el manto interminable del río
de mojarras se trenza junto a su oración;
y lejos, junto al mar conoce
al que esclaviza su final eterno, agazapado
bajo una nube en forma de
serpiente,
los delfines bucean en polvos de naufragio
las encrespadas focas se lanzan
a matar
y su propia marea mientras echa su sangre
resbala bondadosa hacia la boca
suave.
En un silencio de ola,
cavernoso,
osalante, lloraron las pálidas campanas del
ángelus,
treinta y cinco campanas
cantaron su repique
sobre la cicatriz y el cráneo donde yacen
sus amores en ruinas,
timoneados por estrellas
fugaces.
Y el mañana llora en una jaula ciega
que el terror derribará con
furia
antes que las cadenas rompan en martillos de
fuego
y el amor libere las tinieblas
y él se pierda libremente
en la famosa luz desconocida del grande
fabuloso Dios amado.
La oscuridad es un camino y la luz un lugar,
el cielo que no existió
ni existirá jamás es siempre cierto
y, en ese vacío tupido de
malezas,
como los bosques de zarzamoras,
crecen los muertos para Su
alegría.
Allí, desnudo, debería errar
con los espíritus de la bahía en forma de
herradura
o los muertos en la playa de
estrellas.
con médula de águilas, raíces de ballenas
y pechugas de ánades salvajes,
con el bendito Dios que no ha nacido y Su
Espíritu,
y cada alma, Su sacerdote,
engañada y cantando en el pliegue el Cielo
joven
sea ante la paz temblorosa de
nubes.
Pero la oscuridad es un camino
largo.
Él, sobre la tierra de la noche, solo
con todo lo viviente, reza,
Él, que sabe que el viento como centella
soplará
arrojando los huesos fuera de
los cerros,
y las piedras heridas de guadaña sangrarán,
y las últimas aguas
astilladas de ira han de patear
los mástiles y peces
hacia las silenciosas estrellas vivientes
y sin ninguna fe hasta Aquel
que es la luz del cieloviejo
formado por el aire
donde las Almas se vuelven salvajes
como caballos en la espuma:
Oh, dejadme este luto a mitad de mi vida
junto a reliquias y juramentos
de garzas como druidas
por el viaje que hacia la ruina he de correr
entre barcos golpeados y
encallados
aunque grite todavía con mi lengua confusa
y cuente en voz alfa mis
heridas:
cuatro los elementos y cinco los
sentidos
y el hombre, un alma enamorada que se enreda
a través de este limo giratorio
al llegar a su reino frío, nimbado de
campanas
y las cúpulas perdidas, con su
brillo de luna,
y el mar que esconde sus personas secretas
hondo en sus negros zócalos de
hueso
arrulla en los astros la carne entre las
valvas
y esta suprema bendición final
que cuanto más camino hacia la
muerte,
un hombre con sus cascos partidos,
más pleno de sonido el sol
florece
y el mar destartalado, agudo de colmillos
exulta;
y cada ola en el camino
y cada ciclón con el que lucho, y todo el
mundo entonces
con la fe más triunfante que
nunca
desde que el mundo fue nombrado
gira su mañana de alabanza,
oigo los cerros saltarines
crecer llenos de alondras, reverdecidos por
el otoño
pardo de moras y las alondras
del rocío cantan
más altas que esta primavera tronadora
y las vehementes islas con alma
humana
¡cuanto más cerca de los ángeles cabalgan!
Oh, ya mis hombres radiantes no
están solos
y sus ojos son entonces más santos
mientras yo navego hacia la
muerte.
LAMENTO
Cuando era yo un muchacho presuntuoso y una
pizca de hombre
y el negro escupitajo de los feligreses,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su
agonía de mujeres)
andaba de puntillas, tímido en el bosque de
grosellas,
la tosca lechuza gritaba como una jaca
legendaria,
en mi rubor, brincaba mientras las niñas
grandes
jugaban a los bolos en los baldíos de los
asnos
y en un vaivén de noches domingueras rondaba
a quienquiera que fuese con mis ojos
perversos,
tanto como el tamaño de la luna podía yo
amar
y abandonar junto al arbusto negro como el
carbón
a todas las esposas en las pequeñas bodas
de hojas verdes y dejarlas penando.
Cuando era yo un hombre borrascoso y apenas
medio hombre
la bestia negra de la congregación de
escarabajos
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su
agonía de putas)
no un muchacho y una pizca de hombre en la
luna perversa que se hundía
y borracho como un becerro recién parido
silbaba la noche entera en retorcidas
chimeneas,
las comadres surgían en las zanjas de
medianoche,
y las achicharrantes camas pueblerinas
gritaban: "de prisa"
cuandoquiera que me zambullía en un pecho
como alto bajío
dondequiera que brincase sobre colchas de
trébol
lo que quiera que hiciese en la noche de
color carbón
dejaba siempre mis huellas temblorosas.
Cuando era yo un hombre, lo que se dice un
hombre
y la cruz negra de la casa bendita,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su
agonía de bienvenida)
con aguardiente y uvas en el albor brillante
de mi primera edad,
no un gato macho de cola florecida en la
ciudad candente
y cada mujer domada su ratón,
sino un toro de la loma en el bochorno del
verano
que llegaba en su grande y buen momento
a las bestias que enardeciéndose sufrían, me
dije,
¡oh mucho tiempo habrá cuando la sangre fría
ya se arrastre
y yo me eche en la cama sólo para dormir
a causa de mi alma ceñuda y perezosa, negra
como el carbón!
Cuando era yo la mitad del hombre que era
y merecía las advertencias de los curas,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su
agonía de ruina)
no un becerro restallante ni un gato
enardecido
ni un toro de la loma en la lechosa hierba,
sino una oveja negra con un cuerno arrugado,
al fin el alma abortada de su falso agujero
ratonil
se enfurruñaba cuando el tiempo de claudicar
venía
y di a mi alma un ojo ciego, maltratado,
cartílago y corteza y una estruendosa vida,
y la empujé hasta el cielo negro como el
carbón
para encontrar un alma de mujer por esposa.
Ahora ya no soy un hombre, ya no lo soy,
sólo una negra recompensa por mi vida
estruendosa,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su
agonía de extraños),
pulcro y maldito en mi cuarto arrullado de
palomas
yazgo, delgado y oigo las bondadosas
campanas
porque, ¡oh! mi alma encontró una esposa
dominguera
en el cielo negro como el carbón y ella
aburre a los ángeles!
¡me rodean arpías que surgen de su vientre!
la castidad reza por mí, la piedad canta,
endulza la inocencia mi último negro aliento
la modestia esconde mis muslos en sus alas,
y todas sus mortíferas virtudes fastidian mi
muerte!
EN EL MUSLO DEL GIGANTE BLANCO
gritan los pájaros acuáticos
bajo la luna fecundada sobre la alta colina
de yeso.
Y allí, esta noche, voy por el muslo del
gigante blanco
donde mujeres yermas como piedras
yacen quietas y ansiosas por trabajar y amar
aunque ya se rindieron hace tiempo.
Por entre las gargantas donde se cruzan
muchos ríos, las mujeres rezan,
suplicando en la bahía vadeada que se
derrame la simiente
aunque la lluvia barrió los nombres escritos
en sus piedras cubiertas de maleza.
y solas en el eterno oficio curvo de la
noche
suspiran con sus lenguas de pájaros
acuáticos
por los inmemoriales hijos no concebidos
de la mellada, tundida colina.
Ellas, que en un invierno con carne de
gallina amaron todo el hielo abandonado
en los senderos de los galanes, o se
enroscaron bajo el buey abrasador del sol
en las carretas con sus cargas tan altas que
los manojos de heno
se asían de las nubes oblicuas, o alegres se
acostaron con alguno
tan joven como ellas a la luz recién
ordeñada de la luna
bajo las formas iluminadas de la fe, y sus
enaguas por la luna sombreadas
se levantaban alto con el viento.
o se sobresaltaban con los rudos y jóvenes
jinetes,
ahora me oprimen contra sus granos en un
claro del bosque gigantesco,
ellas, las que una vez, ya verdes campos
hace, fueron un seto vivo de alegrías.
Hace tiempo, su polvo fue carne que
olfateaba el porquerizo astuto,
encendida en el vaho de la pocilga nupcial,
por la impetuosa
claridad de sus muslos alardeando hacia el
cielo del muladar
o con su hortelano, en el corazón del
arbusto solar,
eran rudas como lenguas de vaca y podadas
con zarzas sus melenas mantecosas
bajo el verano sofocante, llenas de espinas
de oro hasta los huesos,
o se ondulaban suaves como seda en la luna
hilandera
y arrojaban piedrecillas al lago que sonaba
como un arpa de granizo.
Las que una vez eran un florecer de novias
al borde del camino en las casas de los [espinos blancos
y oían al campo lascivo y cortejado, fluir
hacia las próximas escarchas
y el chillar de los pequeños frailes
escurridizos, ataviados de pieles
al extinguirse el día, en las naves de
cardos, hasta que la lechuza blanca
cruzaba por sus pechos y escuchaban jactarse
a las gamas arqueadas y a los [cornudos gamos
trepar veloces, ante el llamado del amor, al
bosque
donde echa espuma una antorcha de zorras,
a todos los pájaros y bestias de la noche
engarzada oían repicar bulliciosos
y el topo achataba el hocico al peregrinar
bajo las cúpulas
o, robustas cuidadoras de gansos, saltaban
en un catre,
llenos de miel sus pechos, bajo su ganso rey
que en el siseante establo las azotaba con
sus alas,
muertas hacía tiempo y consumida la cebada
oscura donde sus zuecos danzaban en [primavera
y volaban sus horquillas de luciérnaga y
rodaban las parvas
(pero nada nacía, ningún niño prendía su
boca a las venosas colmenas
y desnudas y estériles en tierra de Madre la
Oca,
ellas eran con sus simples aldeanos un
pedregal de esposas)
Ahora el grito del pájaro acuático me
derriba para besar sus bocas en el polvo.
El polvo de sus ollas y relojes se hamaca
donde cabalga ahora el heno o las cocinas de
helecho se enmohecen
como el arco de las hoces que podaba los
setos a relámpagos
y cortaba las ramas de los pájaros que la
savia trovadora enrojecía.
Ellas, desde las casas donde se hinca la
cosecha, me oprimen fuertemente,
las que oyeron doblar la alta campana en los
domingos de los muertos
y la lluvia que escurría sus lenguas por el
patio esfumado,
me enseñan que el amor es siempre verde
luego de la tumba donde caen las hojas
luego que el Amado sobre la cruz enterrada
en la hierba
sea barrido por el sol y las Hijas ya no se
lamenten
salvo por sus largos deseos en las calles de
las jóvenes zorras
o por su hambre en el bosque derribado;
a estos muertos sanos e inmortales de veras
aman las mujeres de la colina
por siempre meridianas entre los árboles de
los galanes
Y las hijas de la sombra llamean todavía
como arden las fogatas cierta noche de [otoño.
ELEGÍA
Demasiado altivo para morir, murió ciego y
vencido
del modo más sombrío, sin mirar hacia atrás,
un hombre amable y frío en su mezquino
orgullo
el día más sombrío. Oh que siempre yazga
luminoso por fin en la colina final llena de
cruces,
bajo la hierba, enamorado y que joven se
vuelva
entre los largos rebaños, y nunca yazga
perdido o quieto
en todos los innumerables días de su muerte
aunque por sobre todo él suspiraba por el
pecho materno
que era descanso y polvo y en la tierra
benévola
la más oscura justicia de la muerte ciega y
profana.
Dejad que no encuentre otro descanso que ser
hallado y protegido
yo rezaba en el cuarto agazapado, junto a su
cama ciega,
en la casa ya muda, un minuto antes del
mediodía
y de la noche y de la luz. Los ríos de los
muertos
veteaban su pobre mano que sostenía yo
mientras veía
las raíces del mar a través de sus ojos sin
vida.
(Un viejo atormentado, tres cuartas partes
ciego.
No soy tan altivo para gritar que Él y él
nunca nunca se irán de mi mente.
Todos sus huesos lloraban y pobre en todo
salvo en el dolor,
aunque fuera inocente, él temía morir
odiando a Dios, pero en verdad era simple:
un viejo manso y valeroso en su quemante
orgullo.
Suyos eran los postes de la casa, poseía sus
libros.
Nunca había llorado, ni siquiera de niño
y no lloraba ahora, salvo ante su secreta
herida.
Yo vi la última luz, que resbalaba de sus
ojos.
Aquí entre las luces del altivo cielo
un viejo está conmigo dondequiera que voy
camina en las praderas del ojo de su hijo
sobre el que males infinitos cayeron como
nieve.
Él gritó ante su muerte, temiendo al fin el
último sonido
de las esferas, el mundo que se iba sin un
suspiro
demasiado altivo para llorar, demasiado
débil para aguantar las lágrimas,
y preso entre dos noches: la ceguera y la
muerte.
Oh, la herida más profunda de todas, era que
debía morir
en día tan sombrío. Oh, pudo al fin esconder
las lágrimas fuera de sus ojos, demasiado
altivo para llorar.
Hasta que muera yo, él estará a mi lado).
NOTA SOBRE EL POEMA "ELEGÍA"
La
elegía inconclusa de Dylan Thomas llevaba por título "Elegía" y
"Demasiado altivo para morir" o "Muerte cierta" que se habían usado en
esbozos preparatorios. Entre sus papeles, Dylan Thomas dejó sesenta
páginas manuscritas acerca del poema incluyendo esta nota:
1) Aunque
era demasiado altivo para morir él por cierto murió, ciego, en la más terrible
agonía pero no se acobardó ante la muerte y fue valiente en su orgullo.
2) En su
inocencia y al pensar qué estaba odiando a Dios, nunca supo lo que en realidad
era: un buen viejo en en su quemante orgullo.
3) Ahora
él no apartara de mí, aunque esté muerto.
4) Su
madre decía que de niño nunca lloraba; ni lloró ahora de viejo; solamente lloró
ante su herida secreta y ante su ceguera, nunca en alta voz.
El resto del
manuscrito consiste en frases, líneas, coplas, finales de líneas y
transcripciones del poema en distintos grados de terminación. Las dos versiones
más completas, que claramente son las últimas, están escritas en cuartetas. Una
sin título no tiene división entre los versos, la otra, titulada "Elegía" está
dividida en versos de tres líneas. Esta es para mí la última versión; al parecer
ya tiene la forma que podría haber sido la definitiva. El poema se extiende
hasta la línea diez y siete, termina en "las raíces del mar", después hay una
línea borrada.
La extensión
del poema se construyó sobre la base de las notas del manuscrito. Las líneas se
encuentran allí, excepto aquellas dos o tres que fueron ajustadas para que
cuadraran dentro del ritmo general. "Suspiro" aparece como una palabra suelta,
marginal y la he usado en la línea treinta y cuatro; y "simple" que termina la
línea veintitrés fue añadida a era sin justificación, sacada del
manuscrito. En la tercera línea elegí "mezquino orgullo" en lugar de "quemante
orgullo", pues aunque "quemante" aparece con mayor frecuencia que "mezquino" en
las transcripciones, fue "mezquino" la palabra que él citó de memoria ante mí la
última vez que nos vimos.
De las líneas
añadidas, diez y seis son exactamente las que escribiera Dylan Thomas. Las
restantes sólo se han alterado por la extensión de alguna inversión o una dos
palabras. El orden bien pudo haber sido diferente. El poema pudo también haber
sido mucho más largo. Recuerda el poema anterior, escrito también para su padre.
" No entres dócilmente en esa noche quieta", pero resulta claro que en este
poema Dylan Thomas intentaba algo aunque más inmediato, también más difícil.
vernon watkins
NOTAS SOBRE
LOS POEMAS
E.A.C
Prólogo
del autor:
El poeta se
compara a si mismo con Noé. El arca simboliza la poesía y él invita a todas las
criaturas de Cales a refugiarse en ella.
En los
primeros poemas de D. T. la palabra diluvio estaba inevitablemente asociada con
el terror. Aquí tiene un contenido opuesto. Todo el poema es un oficio de
celebración. La alegría de un poeta religioso en comunión con la naturaleza.
Veo los
muchachos del verano:
En este
poema, como en muchos de la primera serie se simboliza el ciclo de la vida y la
muerte. La palabra "pouch" que aparece en la última estrofa, traducida
genéricamente como "bolsa" puede significar además cama, y en la simbología de
D.T. lleva implícito el significado de útero y tumba.
Tres son los
hablantes en el poema: el crítico, los muchachos y el poeta. El crítico comienza
enjuiciando a los muchachos, que en su inconsciencia todo lo destruyen y nada
bueno predice para ellos. Sólo que quizá sentirán en la vejez el ardor que ahora
no sienten. El poeta en la última línea de la estrofa afirma que si esto se
cumple, será porque habrán preservado la juventud.
En la segunda
parte, los muchachos se defienden. Gritan su desafío a las estaciones, son los
que todo lo niegan, todo lo trastruecan, ya que someterse al tiempo sería estar
a merced de la muerte.
En la última
parte el crítico remarca que los muchachos terminarán en la ruina, destruidos
por el gusano que habita en cada hombre. Los muchachos se proclaman "hijos del
pedernal y de la brea" y el poeta en el último verso indica que los extremos son
en realidad uno solo "mirad cómo se besan los polos que se cruzan".
D. T. no da
en el poema ninguna indicación convencional de que se trata de un diálogo. El
crítico Eider Olson sostiene que esto no es meramente deliberado sino además
estudiado. Fraser asegura en cambio que, por la edad en que el poema fue
escrito, no puede haber sido objetivo hasta ese punto, puesto que el mismo poeta
era uno de aquellos muchachos del verano.
Cuando una
vez los cerrojos del crepúsculo:
En un sueño
de nacimiento y, dentro de él, un sueño de culpa y corrupción. Padre, madre e
hijo a la vez, el soñador es liberado de sus obsesiones por medio del sueño y
cuando el aire se despeja, despierta.
Al hablar de
coraza (carcass) se refiere a la carne. El propio embajador es el espíritu, que
va a la luz revestido de tal coraza.
Antes que
llamara:
Mnetha:
Personaje de Tiriel, de William Blake (anagrama de Alhena) El hombre es
presentado como Cristo y se trata de mostrar la vida humana como si la
conciencia de la muerte ya empezara a crecer en la existencia prenatal.
La fuerza
que por el verde tallo impulsa a la flor:
Uno de los
poemas más conocidos de D. T. La relación entre el hombre y el universo como un
microcosmos frente al macrocosmos; sobre ambos obran las mismas fuerzas que
crean y destruyen.
Si me
hiciera cosquillas el roce del amor:
La palabra
Rub (frotar), es también "sarcasmo" en otra de sus acepciones. El poeta,
como la reina en Ricardo II parece decir "the world is full of rubs" (el mundo
está lleno de sarcasmos). El problema es comprender si uno de estos roces o
sarcasmos es capaz de arrancar "la risa del pulmón" de modo que el hombre
alcanzado verdaderamente por el "cosquilleo" del amor y el sexo llegaría a no
temer a la muerte ni a la tumba. Pero que tal como la vida se da y a pesar de
sus dualismos fascinantes, el roce del amor no basta. Por lo cual se explica
haber utilizado esta palabra, con el otro significado (sarcasmo) implícito.
Nuestros
sueños de eunuco:
Los sueños de
nuestras noches, inútiles a la luz del día traen muchachas muertas al lecho
cuyos cuerpos saben a mortaja. Algo semejante ocurre con las imágenes del cine
que también son fantasmas y tienen una vida aparente. Al seguir a estos
espectros olvidamos nuestra vida real.
La pregunta
es: ¿Cuál es la mayor ilusión? ¿Los sueños, los filmes y las fotografías o
nuestra propia vida?, la respuesta es que el mundo cotidiano resulta lo más
terrible, de modo que para vivir en paz es necesario desterrar sus fantasmas y
sus imágenes.
Cuando,
como una tumba veloz:
En este poema
la palabra Cadáver se usa en el sentido del cadáver que todo hombre viviente
lleva en sí. El círculo virgen (O en el original) es un símbolo del vacío. D.T.
utiliza el nombre de Adán en varios sentidos. Aquí se refiere a su sentido
primario, o sea "el primer hombre".
Cuando
utiliza el apelativo "señor y señora" le está hablando a la cabeza y al corazón:
"Sir Head and Madam Heart".
Macadam se ha
traducido como asfalto por su función en el contexto de la estrofa pero tiene
otro significado implícito. Mac = camarada, Adam=Adan.
Desde la
primera fiebre del amor a tu infortunio:
El símbolo de
la tijera es usado siempre como símbolo de nacimiento y muerte. La tijera corta
el cordón umbilical, también sirve para cortar la mortaja.
W. S. Mervin
afirma que, aparte de la Elegía, este es el único poema que se conoce de D.T.
que aparece inconcluso. El poeta trataba de decir en él, el mito del nacimiento
según el suyo propio, pero concluye expresando que aún las creaciones de la
imaginación son fútiles. Por eso, tal vez con toda intención no se haya tomado
el trabajo de finalizarlo.
En un
principio:
Se trata de
la creación del mundo comparada a la creación del hombre desde un punto de vista
universal. Se mezclan elementos de la simbología cristiana con elementos
cabalísticos.
Soñé mi
Génesis:
Cuando habla
de "las lágrimas de Adán" se refiere al sudor de sal que el hombre vierte en su
trabajo desde la caída y además a la sal del mar, generadora del hombre.
Mi mundo
es pirámide:
Adán que el
mar sorbió: se refiere al cuerpo mortal heredado del Casco vacío (hollow hulk)
= el útero.
La palabra "fellow"
que se ha traducido por "camarada" se usa dentro del poema en varios niveles:
como sustantivo (el camarada, el compañero), como adjetivo y como verbo
(convertir en camarada). La palabra forma una falsa aposición al sustantivo
madre, padre etc.
Eloi es el
grito de Cristo en su agonía: "Eli, Eli, lama sabachtani".
Leche
lujuriosa (horny milk en el original) horny = slang por lustful
(lascivo-lujurioso) se refiere a la secreción de la mujer bajo el estímulo
sexual.
En inglés hay
una alteración entre "dobles" en este caso "imita o repite" y dabbles
(salpica-chapotea), que en el contexto resulta onomatopéyica.
Yo en mi
imagen intrincada:
Con dos
imágenes igualmente agresivas: el hombre esposado y el fantasma en su armadura
se refiere al cuerpo y al espíritu. Más adelante la tierra es comparada con un
disco de cera que a la vez graba la historia individual y colectiva.
La visión
exultante de los dos últimos versos parece un anticipo de la poesía de
celebración, propia del último período de la obra de D.T.
El demonio
encarnado:
Aquí el poeta
expone una interpretación propia de la caída. Desde que "los dioses del jardín"
enviaron al mal y al bien sobre un árbol de oriente, el hombre queda eximido de
su responsabilidad frente al pecado.
Hoy, este
insecto:
Molinos de
viento imaginarios: "Air-drawn windmill" en el original, no está usado aquí en
el sentido corriente de drawn by the air sino en sentido del inglés
arcaico drawn on the air, que tiene la connotación de "ilusorio".
La semilla
latente:
En su punto
cero, es decir, en el momento en que aún no ha germinado.
"El hombre se
declara" trasposición de dos expresiones en inglés: Man-bearing y war-waging
(la gestación del hombre y la declaración de la guerra). En el poema se han
traspuesto escribiendo man-waging y war-bearíng para producir un
efecto que no se advierte en español.
¿No haces
las veces de mi padre?
Abraham-man:
mendigo que finge locura para obtener más limosnas. Originariamente se trataba
de algún enfermo mental de una guardería llamada Abraham, en el hospital en
Bedlahm, donde los internos estaban autorizados para solicitar el óbolo de las
gentes.
¿Por qué
el viento del Este?
Fuentes de
los vientos: En el original windwell (del anglosajón antiguo) en lugar de
source of the winds. Literalmente: pozo de los vientos.
Hace una
pena:
Aarón: Planta
de tallo largo como la candelaria, llamada así en recuerdo de la vara de Aarón
mitológica que floreció milagrosamente y se cubrió de almendras.
Los doce
triángulos del viento querubín: Símbolo tomado de la cartografía y la
iconografía. En la rosa de los vientos antigua se representaban los doce
cuadrantes del viento con la estampa de una cabeza de carrillos inflados que
soplaba con fuerza. Estas imágenes se parecen a las que representan a los
querubines, generalmente una cabeza sin cuerpo.
Encajonada en
el amor (boxed into love). El mismo D.T. aclaró que Boxed into love
lleva implícitos dos significados: Box: caja, ataúd; y también:
boxeo.
Cuando el
sol servidor:
El señor
mañana: se refiere al niño que aún no ha nacido.
El armario de
piedra: la naturaleza que revestirá de carne a la semilla para que una vez que
los cartílagos se hayan ataviado del todo pueda ponerse de pie y entrar en la
vida.
Alimenta a
la luz:
El poeta
aspira a hacerse uno con el mundo en que vive y alimentar todas las cosas, aun
las más diabólicas, con excepción de las fantasías mórbidas.
En las tres
primeras estrofas se trata de una exhortación a sí mismo. En la cuarta, a los
mares que representan el universo y en la última a Dios.
Los pájaros
que registran el viento: traducción libre de bows and arrows bird
= veleta en su forma arcaica, pues antiguamente numerosas veletas ostentaban en
lugar del gallo, pájaros tallados.
En
dirección al altar bajo la luz del búho:
La simbología
de estos así llamados sonetos, es muy compleja y ha sido entendida de diversos
modos. Es indudable que se trata de una interpretación del Apocalipsis, pero
existen múltiples significados confluentes. Por ejemplo, mientras Francis Scarfe
se inclina a considerar estos poemas como una mezcla de símbolos bíblicos,
cabalísticos y miltonianos, William Empson se empeña en ver en la cruz un
símbolo sexual. Mientras Karl Shapiro los ve como una expresión directa de un
espíritu religioso que no busca explicaciones metafísicas a sus creencias, sino
que las siente como parte natural del mundo, Eider Olson los entiende como
interrelación total entre el cosmos, el movimiento de los astros, la sucesión de
las estaciones, el destino del hombre y la crucifixión de Cristo. Siguiendo
parcialmente su interpretación, aclaremos algunos hermetismos, ya que se ha
considerado a esta serie de sonetos como los más oscuros de la poesía thomasiana.
Soneto I:
Antes del
equinoccio otoñal, la constelación de Hércules declina hacia el oeste
(oeste=ocaso=tumba). Hércules, protagonista del poema es a la vez constelación,
héroe, caballero, el tiempo, el sol, el hombre mismo.
En su
declinación, Hércules es seguido por Escorpio y las serpientes (furias), el sol
mueve hacia el sur, hacia la constelación de Ara (altar) a la luz nocturna (luz
de búho).
Abadon:
Ángel destructor, la muerte en forma de serpiente.
Devorador
de mundos, un perro entre las ferias con la quijada al acecho de nuevas:
según
Edith Sitwell el símbolo se referiría aquí al horror del hombre ante el vértigo
y la locura de la vida.
Quijada al
acecho de nuevas: jaw for news,
trasposición
de la expresión nose for news, es decir, estar alerta a las novedades.
Mandrágora:
con su
verdadero significado de planta y alusión encubierta al hombre-dragón: man
drake, Drake = dragón, en anglosajón antiguo.
Sobre una
pierna en medio del ventoso naufragio:
Hércules aparece sobre una rodilla con un pie en la cabeza en la constelación de
Draco (dragón).
Soneto II:
Paralelo
entre el nacimiento del hombre y el aparente pasaje del sol por la Vía Láctea.
el
pelicano de los círculos:
el universo.
la
artería:
la Galaxia.
la breve
chispa:
el principio
de la vida: Dios.
Jacob a
las estrellas:
imagen
bíblica y astral. Los escalones por donde trepa serían las vértebras de la
serpiente gigante (constelación de Hydra).
sujeto
vacío:
La muerte, el
esqueleto despojado de su carne.
Soneto III:
El
Carnero:
doble
alusión: símbolo viril, el macho cabrío y la elevación de Aries en el cielo (la
hora del jardín = la primavera en el hemisferio norte).
La tropa
de cuernos:
Tauro sigue a
Aries en el zodíaco.
El
cucharón de médula:
Alusión al
despertar de Rip Wan Winkle después de veinte años, al beber la médula.
Un despojo
del año:
Al seguir el
curso de las estaciones, Aries queda atrás devastado.
La
primavera repicó dos veces:
Alude al
hecho de que el año tiene dos primaveras, una en cada hemisferio.
Soneto IV:
Se interrumpe
la narración de Hércules y el poeta pasa a formularse preguntas sobre la chispa
del origen, sobre el principio del hombre.
hombre de
bamba:
esqueleto
humano.
orillas de
pan:
alusión al
maná.
el penoso
diluvio:
el espacio,
un reflejo distante del mundo.
Soneto V:
Las
constelaciones se simbolizan ahora por naipes.
Gabriel
con dos pistolas:
Aparte de la
directa alusión al Ángel, Perseo montado en Pegaso, que asciende luego del
equinoccio de otoño llevando un arma en cada mano.
El rey de
los lunares:
El rey de
Etiopía (nombre pagano de la constelación Cepheus).
La nanga
de Jesús:
El
rastrillo de Jesús es un nombre que se da a la Vía Láctea.
La reina:
Cassiopeia, que marcha en el cielo entre Cepheus y Perseo. Para la mitología
clásica, esposa de Cepheus.
Las sotas
con sus galas:
las dos
figuras de la constelación de Géminis.
Caballero
impostor, Adán bizantino:
Hércules, el
propio narrador, porque simula ser el sol.
Hongos
lechosos:
la Vía
Láctea.
La marea
impetuosa del Asia:
la
constelación de Erídamus, llamada también el río.
La ballena
de Jonás:
la
constelación de Cetus.
El oso
polar que citó a Virgilio:
la Osa Mayor
y Menor que asciende hasta las Pléyades, a las que los romanos llamaban también
Virgiliae.
Algas,
detritus:
en D.T. es
siempre un símbolo de muerte.
Soneto VI:
Sigue
hablando el poeta.
Hércules
recorre un libro de agua: Porque ahora suben las constelaciones
zodiacales con nombres acuáticos: Piscis, Delphinus, Cetus, Eridanus.
Cera:
Símbolo constante en D.T. que significa la carne, representa la condición mortal
del hombre.
Damas de
pechos como gaitas:
Damas que
vencen al hombre al soplar con los detritus las vendas que preservan su vida.
Soneto VII:
Se refiere a
los cielos de Nochebuena.
La Cruz del
Norte ha ascendido y por primera vez se ve como un símbolo cristiano.
En una suerte
de Biblia de la Naturaleza todos los árboles son uno y todas las oraciones son
el Padrenuestro.
Esponja:
símbolo cristiano. La esponja donde se le dio a beber a Jesús hiel y vinagre.
El tiempo
concebido aquí como dolor deja su huella en todas las estaciones, la rosa y el
hielo.
Soneto
VIII:
Alude al
Viernes Santo.
Describe el
acto real de la Crucifixión.
La María
de Dios en su dolor
es mencionada
cuando Virgo asciende en el horizonte.
Pechos de
pájaro:
símbolo de
inocencia, contrastando con los pechos de gaita en el Soneto VI.
Juan
Cristo:
Cristo de
todo el género humano.
Se afirma en
este soneto la imposibilidad de la vida, la sola existencia del sacrificio y de
la muerte.
Soneto IX:
Se refiere al
Sábado de Gloria.
La atmósfera
egipcia del soneto, según Eider Olson, está dada por la aparición en el
firmamento de la estrella Cepheus (rey de Etiopia).
La momia, las
tinturas extinguidas, las vendas, son el símbolo de la muerte que se burla de
quienes, preservando los cadáveres, pretenden burlarla.
Soneto X:
Alude a la
mañana de Pascua.
La fe renace
en toda su fuerza al aparecer de nuevo en el cielo la constelación Cygnus, la
cruz.
El marino
del cuento en su peregrinar cristiano:
= aquel que
ha seguido la historia de la crucifixión.
Los cielos
son ahora un canal azul-espuma, donde mora el pez grande (asciende la
constelación de Delphinus).
Hay un
retorno al Edén, pues todo lo que el tiempo destruye puede ser sin duda
restaurado.
Acaso
porgue el ave del placer silbe:
La ciudad
maldita:
Alude a
Sodoma: Burn city en el original. Doble significados intraducible, puesto
que "bum" significa a la vez borrachera y persona de calidad muy inferior. En
Sodoma se cometían los pecados y era una ciudad disoluta.
El poema está
lleno de significados elípticos.
Púas
candentes en los ojos: Red hot wires
en el
original: su significado es la púa que ciega a los pájaros.
La nieve:
quiere decir a la vez, la cocaína (los adictos suelen llamarla nieve) y el maná
celestial.
Las
lenguas salvajes: las lenguas de fuego que arrasaron la ciudad.
La persona
de sal es
la mujer de
Lot.
Cuando mis
cinco sentidos campesinos vean:
Señor de
las moscas =
se refiere a
Belcebú.
En la
campana de lengua polvorienta de los pecadores:
Muchos
críticos no han encontrado significación alguna a este poema. Otros afirman que
se trata de la descripción de una misa negra, presidida por Satán oficiando de
sacerdote, el cual es comparado con el Tiempo que ejecuta su oficio.
La losa
decía la fecha de su muerte:
Uno de los
más típicos ejemplos del simbolismo freudiano del segundo periodo en la poesía
de D.T. por la imaginería sexual que emplea.
Si mi
cabeza causara el más mínimo dolor:
Diálogo entre
la madre y el hijo por nacer.
El hijo que
se resiste a nacer haciendo sufrir y la madre que lo impulsa al nacimiento, aun
conociendo que será él quien ha de sufrir.
Veinticuatro años:
El niño
acurrucado como un sastre: la posición fetal.
Negativa a
lamentar la muerte por fuego de una niña en Londres:
Las
estaciones del aliento:
= las
estaciones de la cruz. Los amigos perdurables: los gusanos.
Las
oscuras venas de su madre
= las venas
de la tierra.
Poema de
octubre:
Francis
Scarfe ha considerado este poema como una variación sobre el tema de "En un
principio". Pero sin duda aquí la simbología cabalística de letras, signos y
vocales se ha reemplazado por una enumeración de los hechos de la naturaleza —a
la manera de Wordsworth— y por reminiscencias infantiles.
Por
desgracia una muerte:
La imagen del
Fénix en este poema significa aspiración celestial.
Muertes y
entradas:
El último
Sansón de tu zodíaco
= el enemigo
aéreo que bombardeará Londres, hará que los cielos se desplomen, como hizo
Sansón al derribar el templo.
Cuento de
invierno:
Este poema
narrativo se basa en una leyenda. Un hombre que vive solo, una noche, en medio
de la oscuridad y el frío, ve un bello pájaro hembra cerca de su casa. Corre
toda la noche para alcanzarla, pero ella vuela cada vez más lejos. Cuando al fin
desciende, lo cubre con sus alas; el invierno se transforma en primavera, ella
se vuela y el espíritu de él la sigue. Su cuerpo sin vida aparece a la mañana en
la cima del cerro. También tiene una clara relación con una antigua ceremonia
invernal galense ante el advenimiento del nuevo año. En Gales, antes de la era
cristiana, y entre ciertos campesinos aún después, la deidad mayor era una diosa
y el rito de mitad del invierno se celebraba en su honor. La primavera que llega
desde la tierra de los muertos es una recreación de este mito.
La visión
religiosa de D. T. está de acuerdo con la leyenda. Aquí te concibe el amor
dentro de la muerte, y luego triunfa una suerte de rito de renacimiento.
Pan a la
deriva: Otra vez, alusión al maná.
Una vez
hubo un salvador:
Recreación de
la leyenda mesiánica con la imaginería propia del universo tomasiano.
En mi
oficio o arte sombrío:
El acto de la
creación, visto no sólo como un acto de desinterés, sino como acto sagrado.
Sullen
=
terco, hosco, sin significado inmediato.
Ceremonia
depuse de un bombardeo = Ceremony after a fireraid:
Fireraid se
tradujo como "bombardeo" porque el poeta se refiere concretamente a un bombardeo
ocurrido en agosto de 1941.
Cuando
desperté:
"Hago a Dios
en el lecho, el bien y el mal": Simboliza a Dios como la bondad y al lecho como
el pecado.
Juego de
palabras en inglés: (God in bed, good and bad).
Visión y
plegaría:
Uno de los
poemas devocionales que mejor caracterizan la poesía thomasiana del tercer
período.
Se ha
traducido con la misma forma gráfica que empleara el poeta.
Balada del
señuelo de piernas largas.
El núcleo
central es que la salvación debe venir de la mortificación de la carne y esta
idea se apoya en un argumento basado a su vez en una antigua leyenda céltica.
"El pecado
con forma de mujer" o la "carne enemiga" muestran con claridad la idea básica
que no se desdibuja a pesar del impresionante y bello cúmulo de metáforas.
Con la muerte
de la muchacha, surgen los muertos desde el fondo, retorna el Edén y el mar
desaparece.
Fern hill:
Tal era el
nombre de la granja donde D. T. pasó parte de su infancia. Este poema ha sido
considerado por la crítica como uno de sus mejores poemas celébratorios.
En el
sueño campestre:
Además de
enunciar hechos y elementos de la vida cotidiana en una granja, representa la
condición del hombre antes de su despertar a la conciencia.
En el
muslo del gigante blanco:
Este poema
hubo de formar parte de un cuarteto que iba a llamarse "In country heaven".
"En el cielo campestre".
De este poema
ha dicho Mervin que se trata de la narración de "un amor antiguo desesperado y
estéril".
El muslo
del gigante blanco:
es un hito
que lleva ese nombre en una colina de Gales.
"Las
fogatas cierta noche de otoño". “Fawkes fires”
en el
original: alude a la noche del 5 de noviembre en que se conmemora con fogatas el
fracaso de la conjuración de la pólvora en 1605.
Jesu's sleeve
en el origina.
INTRODUCCIÓN SOBRE LA TRADUCCIÓN
Traducción, prólogo y notas de
ELIZABETH AZCONA CRANWELL
LA POESÍA DE DYLAN THOMAS
Hablar de un
poeta es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es
tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en
descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias
ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso,
reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su
propia contemplación.
Las circunstancias espectaculares
y la leyenda tejida en torno a Dylan Thomas, esa figura excéntrica que paseaba
su angustia y sus borracheras por los bares del Greenwich Village y por otra
parte, el luminoso opuesto del adolescente perseguidor de pájaros que se
extasiaba en la contemplación del mar y las colinas de Swansea, han mediado,
especialmente en el público de América, en la valoración de su obra. Con Dylan
Thomas ocurre un fenómeno curioso: todo el mundo habla de él. muchos han leído
sus páginas en prosa Retrato del artista cachorro y Con distinta piel,
también se ha visto representada su pieza teatral Bajo el bosque de
leche, obra valiosa por su sentido del humor altamente poético, pero muy
pocos conocen a fondo su poesía, lugar donde el lenguaje de Dylan Thomas alcanza
su revelación más poderosa.
El nacimiento, la infancia, la
adolescencia, la sexualidad, la religión, la muerte, el idioma del paisaje, la
leyenda, en la visión acelerada de un múltiple universo de símbolos conforman la
esencia de esta poesía. Rebelión de las fuerzas vitales ante las formas que
avanzan hacia su caducidad, música y memoria de un paraíso perdido en la niñez,
gozo profundo ante los milagros y una constante búsqueda de la verdad inmutable
del hombre, oculta en los mitos, los colores, los sonidos, las repeticiones
eternas. Y que sólo se manifiesta a la luz de las palabras. Dylan Thomas trata
de aprehender los limites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por
medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la
vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire. Y en esa travesía de
opuestos, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración.
Situación histórica.
Que en Inglaterra surgiera un
poeta como Dylan Thomas dentro de la década del 30 (Eighteen Poems,
London, Fortune Press, 1934) aunque resulte extraño en un primer análisis no es
más que la consecuencia lógica de un proceso inevitable. Inglaterra, a causa de
su conservadorismo e insularidad, asumió más lentamente que otros países los
cambios en la cultura y en las escuelas literarias. La literatura inglesa en
general y la poesía en particular han tenido siempre un tiempo interno propio,
un modo peculiar de aproximarse a los objetos y a los temas que trataba. Pero la
aceleración de las metamorfosis ocurridas en el siglo XX no pudo serle ajena. En
la década del 30 ya habían decantado los fenómenos de principios de siglo: la
crisis de la agricultura, la primera guerra mundial, las transformaciones
sociales. Entre las dos instancias claves que predominaban en la literatura
británica: the isolalion y the relationship, se hacía necesaria
una opción y ella no podía ser otra que el abandono de los problemas
individuales y el intento de una comunicación que fuera compromiso con el hombre
genérico, como miembro de una sociedad conflictuada en la que había que
participar activamente. Esto es notorio en los poetas llamados de los
thirties o la war generation cuyas preocupaciones básicas eran las
cuestiones sociales —las teorías de Marx especialmente— y la indagación
psicológica, sobre todo los descubrimientos freudianos. Pero lo psicológico era
mirado desde fuera, como intento de dilucidar la génesis de las enfermedades de
la civilización. De ahí que todos sus integrantes hicieran causa común con la
guerra civil española y algunos de ellos hasta se enrolaran en las filas
republicanas. Desde luego, su obra fue el resultado de esta actitud. La poesía
de Auden, por ejemplo, llena de tesis, antítesis y demostraciones por el
contrario, lleva a la conclusión de que las especulaciones sobre lo que para el
hombre representa cada cosa en relación con el tiempo, Dios o el conocimiento
deben ser trasladadas a la circunstancia inmediata. Day Lewis toma sobre sí el
problema que preocupó a toda su generación: la elección entre la salvación del
individuo y la salvación de la masa. Los primeros poemas de Spender, reclaman
justicia y defienden a los trabajadores explotados. Junto con estos poetas hay
que considerar a Mac Niece, con su exceso de sentido común, a Grigson, que
odiaba toda subjetividad y a algunos otros que integraron esta generación del
30. A pesar de que muchos de ellos lograron valiosos poemas y una obra de
importancia, todos tropezaron con la misma imposibilidad: la de conformar una
imagen metafísica del hombre.
Es evidente que cada vez que la
circunstancia social ha obligado al artista y al poeta a respuestas inmediatas,
surge a continuación el fenómeno contrario. Encerrado en esquemas masivos la
eterna aspiración a "otra cosa" que hay en el hombre, va elaborando su apertura
hacia ella, hacia esa zona que reconoce su infinito más allá de la
cuantificación, hacia esa sustancia que no puede reducirse a lo genérico de la
especie humana, sino que es el hombre en y por sí mismo. Si bien en esas
circunstancias no parecía posible conformar una imagen metafísica del hombre, sí
lo era volverse hacia los símbolos, al inconsciente, a la religión para elaborar
una imagen mítica, en cuanto el mito puede proporcionar una respuesta a las
constantes del ser, respuesta que conformase a la conciencia profunda y
devolviera al hombre su individualidad perdida. Así surgió la generación que se
llamaría de los forties integrada por poetas como George Barker, Sydney
Keyes, David Gascoyne —único surrealista inglés— el grupo neorromántico del
Apocalipsis y muchos otros entre los cuales Dylan Thomas no sólo fue el pionero
sino el más importante de todos ellos.
Los símbolos constantes:
En ese momento histórico en que
los símbolos se convertían en meros signos de la experiencia, en una época que
reclamaba del poeta cierto compromiso social, Dylan Thomas trascendió el límite
de lo inmediato, se apartó de lo social para reconocer el poder de las fuerzas
movilizadoras de la vida, habló de la sucesión de ritmos que en el mundo se
oponen y se corresponden y convirtió lo que descubría en una llave luminosa de
conocimiento poético. Es notable que en más de una oportunidad haya sido un
escritor de origen céltico quien quebrara esa línea de racionalidad en Gran
Bretaña, que acudiese al inconsciente, a lo oculto, a lo universal para exponer
su propia cosmovisión, como en el caso de Joyce, que partiendo de la relación
del entorno con el mito se elevó sobre lo contingente para crear una conciencia
de la raza.
Se afirma que la poesía de Dylan
Thomas está cargada de metáforas. Insisto en hablar de símbolos, puesto que en
muchos de sus versos no hay una mera comparación —antinómica o no— de dos
términos como ocurre en la metáfora, sino que se dan series de relaciones mucho
más complejas, que vuelven tangible y vívido lo que de otro modo resultaría
esfumado o remoto.
Elder Olson
, crítico y exégeta de la obra de Thomas, reconoce en
ella tres tipos de símbolos: 1) los naturales, 2) los convencionales,
3) los privados. Los símbolos naturales son aquellos que
pertenecen a la "realidad" y no a la "figura". Pueden ser usados por cualquier
poeta, pero corresponde a cada uno el último afinamiento de significación. La
luz —por ejemplo— tomada como símbolo de vida, la oscuridad como el mal, el
ascenso como resurrección, el descenso como regresión o muerte. Mientras que las
interpretaciones que Dylan hace de los hallazgos de Freud, de algunas claves del
Ulises, de ciertos pasajes de la Biblia, constituirían los símbolos
convencionales puesto que se apoyan en una aceptación común, así como sucede
con sus frecuentes referencias a la astrología, las imágenes litúrgicas, la
magia, la alquimia, la cartografía y las sagas regionales. Y los privados
serían aquellos encontrados, descubiertos o inventados por el poeta y que forman
coordenadas claves en toda su obra. De este modo, al asociar en virtud de una
operación analógica unas cosas con otras, unos sucesos con otros, traslada los
objetos comunes y las sustancias corrientes al lenguaje de las correspondencias:
la cera es símbolo de muerte, representa la carne mortal; el aceite lo es de
vida; la sal resulta significadora del nacimiento dentro del mar; las cuevas y
cavidades —y aquí se aparta de Freud— no tienen connotación sexual sino que
simbolizan las partes más recónditas del espíritu; las iglesias y las capillas
se relacionan con la primitiva fe perdida; los cuchillos y las tijeras
representan al mismo tiempo el nacimiento y la muerte, puesto que existe el
corte del cordón umbilical y el corte definitivo de la existencia. La momia
egipcia se asocia con las digresiones sobre la inmortalidad del alma. Los
sastres simbolizan aquello que ata a los hombres entre sí y al mismo tiempo el
sudario que será su última vestidura. Y por fin todo el camino de la vida es un
túnel, semejante a la prisión prenatal. es una lucha desde las tinieblas por
alcanzar la luz. Así lo expresa en Poem on his birthday (Poema en su
cumpleaños): "La oscuridad es un camino y la luz un lugar / el cielo que no
existió ni existirá jamás es siempre cierto / y en ese vacío tupido de malezas /
como los bosques de zarzamoras / crecen los muertos para su alegría". Con la
imaginación vislumbra esa zona donde cada cosa ganará un lugar dentro de la luz.
La existencia es una cárcel simbólica en la que podemos recrearnos con las
pasiones transitorias que hallamos en el camino, pero que son sólo reflejos de
la totalidad.
En estos símbolos privados hay
sin duda campo fértil, tanto para la investigación psicológica como para la
exploración estilística. Pero cuando en 1934 apareció su primer libro
Eighteen Poems la crítica no investigó demasiado, sino que halló a su poesía
difícil, irracional e indisciplinada. Mac Niece la juzgó salvaje, como el
discurso rítmico de un ebrio. Porteous la llamó "una peregrinación sin guía
hacia el hospicio". Spender afirmó categóricamente que se trataba de material
poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Resultaba difícil para
ellos entender que Dylan, a pesar de haber conocido, asumido y padecido
los descubrimientos de Freud y el marxismo, no teorizase sobre ellos como lo
hiciera la generación anterior, que se apartara de Marx y que utilizara
poéticamente algunos elementos del psicoanálisis. Que se nutriera en otras
fuentes no exploradas por los poetas de los thirties y que buscase antes
de poetizar sobre la circunstancia inmediata, un equilibrio entre la actitud
existencial y las fuerzas de mutación que actúan en el cosmos.
Tres períodos
Aunque la división parezca
académica, deben reconocerse tres períodos en la poesía thomasiana,
clasificación que el mismo Dylan admitía de buen grado. En los poemas del primer
período (hasta Twenty Five Poems) la dificultad esencial con que tropieza
el lector es la de entender quién es el que habla, qué cosa desea expresar por
sobre todas las demás que afluyen como ríos constantes. Esto y su costumbre de
cambiar el hablante varias veces dentro de un mismo poema —a la manera de
algunas viejas baladas inglesas como Turpin Hero, que empieza en primera persona
y termina en tercera— unido a su lenguaje complejo y difícil es lo que determina
la oscuridad de esta poesía. Por momentos, las imágenes parecen producto de la
asociación libre, pero un análisis más profundo demuestra que la superposición
ha sido deliberadamente planeada. Su diferencia con los surrealistas —y él mismo
lo dice en su Manifiesto Poético— es que suele utilizar el material que proviene
del inconsciente y del mundo onírico, pero lo somete a una suerte de revisión, a
una suerte de ordenamiento inteligente, tal como a su modo lo hicieran Manley
Hopkins en poesía y Joyce en prosa. Con el descubrimiento del inconsciente se
abren para el poeta caminos insospechados de asociación que le sirven para crear
su universo de analogías personales.
Estos primeros poemas, podrían
representarse en última síntesis por un dualismo fundamental: dos palabras
claves que en inglés tienen semejanza silábica: womb y tomb (útero
y tumba), dos límites dentro de los que se cumple, con sus alturas y sus caídas,
la totalidad de la existencia. Aplicando a su modo el principio dialéctico llega
a comunicar su participación en los fenómenos de la vida y la muerte. Retorna al
útero y trasmite las sensaciones que adivina en el feto; es semilla, espíritu,
se desprende de la materia, trepa hasta el sueño para descubrir la luz en un
plano extrahumano, se convierte en planta, mineral, animal, se vuelve parte de
los abismos del mar, desciende a la tumba y padece la existencia secreta de los
muertos, vive la desintegración de los átomos y su incorporación a nuevas formas
de vida para tratar de asir, desde todo ello, el secreto último de la creación:
"Antes que llamara y la carne me abriese / que mis liquidas manos golpearan
en el vientre / yo que era entonces informe como el agua / que formaba el Jordán
junto a mi casa / era hermano de la hija de Mnetha / y hermana del gusano que me
daba la vida" (Before I knocked = Antes que llamara). Y también "Soñé mí
génesis en sudores de muerte / caído por dos veces en el nutricio mar / vástago
rancio de la sal de Adán, visión / de nueva fuerza humana.
Busco al sol'.
(I dreamed My genesis
— Soñé mi génesis).
Uno de los temas principales de
este período es el sexo, entendido como potencia creadora. La fuerza originaria
de la vida forma los polos de la sexualidad universal, cuyo principio es el
desdoblamiento del uno y el dos. "Oh, ved en los muchachos los polos de la
promesa" (I see the boys of Summer = Veo los muchachos del verano). Pero al
mismo tiempo existe la fuerza tanática que va cercenando a la energía erótica
desde dentro. El sexo atrae compulsivamente pero el poeta llega a la conclusión
de que sólo sirve a la especie. Y para el individuo no es más que una droga que
hace olvidar el paso del tiempo, la deterioración implícita en la carne, la
impotencia de la vejez. El húmedo músculo del amor se aja y muere / aquí
estalla un beso en una cantera sin amor (Veo a los muchachos del verano). Y
también: "La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía / bobo
por esa droga fumada en una niña / y encerrado en el brote que bifurca su ojo"
para añadir más adelante: "Yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano
/ que corroe lo vivo" ( If I were tickled by the rub of love — Si me
hiciera cosquillas el roce del amor). Ante esta disyunción entre eros y thanatos
que no puede resolverse acude a un intento de modificación de la apariencia,
decide separarse de su propia humanidad para reflejarla alterada en un espejo
que no le devuelve otra cosa que una imagen de sí mismo: "hombre sé mi metáfora"
ruega en un clamor por la salvación. Porque a veces es una metáfora, no una
cualquiera, sino la metáfora clave donde se explica toda su obra, el medio por
el cual el poeta descubre la ley secreta de lo viviente, el diálogo de toda
criatura con su alrededor y su existencia, lugares de los que debe rescatar su
ser y donde tiene que desentrañar su destino. La parábola sigue su curso y en el
segundo período de la poesía de Dylan Thomas se comprueba una mayor aceptación
de lo exterior. Sus poemas son ahora, además de puros actos de creación, modos
de revelación de la experiencia. Tomemos al azar Ceremony after a fire raid,
que por su contenido se tradujo como "Ceremonia después de un bombardeo".
Nada puede ser más desolador que una ciudad devastada. Pero el poema, que
comienza con una descripción del ámbito, acaba con una celebración ritual donde
se invierte el proceso seguido en los poemas anteriores: en lugar de aludir a la
muerte como una forma que acecha dentro de la vida, esta vez es la vida que
renace desde la muerte. La aniquilación y el renacimiento intercambian sus
alucinantes figuras, una fantasmagoría prodigiosa se apropia de la dura realidad
y mezcla uno y mil cuadros que desembocan en la esperanza: "Dentro del pan en
un sembrado de llamas / dentro del vino abrasador como aguardiente / las misas
del mar / las misas del mar bajo / las misas del mar que engendra niños /
irrumpen como fuentes y entran a colmar para siempre / gloria, gloria, gloria /
el reino final y destructor del trueno de la génesis.
En esta etapa, Dylan se aparta de
la interpretación freudiana en favor de una mayor universalidad. Existen los
ciclos, el eterno retorno y las cosas que en el mundo aparecen son señales de
las razones para que así ocurra. El lenguaje se clarifica, se vuelve dinámico,
incisivo, frecuentado por inesperadas rupturas. Hay cierto parentesco con los
símbolos arquetípicos de Jung y aunque el hecho no sea deliberado estamos frente
a la aplicación poética de la teoría de las imágenes primordiales en el
inconsciente colectivo, lo que llevaría a la conclusión de que la poesía es más
efectiva cuanto más universal. Esta es la clave para interpretar el segundo
período en la obra poética de Thomas.
Cuando luego de un proceso
semejante se vuelve al hombre como sujeto final de la poesía, la mirada abarca
una dimensión más amplia. De vuelta de ese diálogo entre la conciencia poética y
la experiencia real, el poeta entra en una relación diferente con el ser.
Estamos en el tercer período de su poesía que algunos críticos han llamado la
"etapa humana". Y esta denominación tiene su razón de ser. Dylan se instala en
sus propios límites de hombre, hace una profesión de fe casi panteísta, intenta
adueñarse de la raíz sensual y la savia de la vida. Aquella dinámica que operaba
desde lo sexual, desde los polos útero-tumba, se ha metamorfoseado, pues el
poeta se reconcilia aquí con los hechos incuestionables de la mutabilidad y la
muerte.
Preocupado por el fenómeno de la
vida, Dylan Thomas no obstante, no se había preguntado por su sentido. De la
rebeldía llega a la fe sin pasar por el purgatorio de la duda o el infierno de
la desesperación. Bardo en el viejo sentido de la palabra, a la manera de
François Villon o de su compatriota medieval Dafyd Ap Gwilin, se vuelve a la
leyenda que conserva la fuerza de lo primitivo y permanece como patrimonio del
hombre. Partiendo de lo épico construye una epifanía dentro de la que cumple su
gran acto de pacificación con el universo y consigo mismo. Experimenta el
ascenso hasta hacerse uno con la materia poética que esta vez es el paisaje
mágico, la saga, el descubrimiento de las leyes secretas que subyacen en todo
mito arraigado a través de los siglos (Ballad of the long legged bait =
"Balada del señuelo de piernas largas", "In country Sleep" = "En el sueño
campesino", Over St John Hill = Sobre el cerro de Saint John, Winter's tale =
"Cuento de invierno", On white Giant tigh = "En el muslo del gigante
blanco", entre otros. En esta etapa alcanza su soberanía en la transparencia,
deja de tender a la oscuridad, de enumerar sus hambres emboscadas para escrutar
los signos de la infancia, las alegorías de los cuentos de hadas que explican la
creación en un idioma afín con la poesía: "Es un cuento de invierno / que el
anochecer ciego de nieve trasporta sobre los lagos / y los campos flotantes de
la granja en lo copa de los valles / sobre el pálido aliento del rebaño en la
vela furtiva que resbala calmo entre los copos plegados a mano / y sobre las
estrellas que se entregan al frío / y en el olor del heno entre la nieve y el
remoto búho / que da consejos entre los rebaños y en la zarpa de hielo / en los
valles cruzados por los ríos donde se dijo el cuento". (Cuento de invierno).
Como réplica a los que afirman
que la genialidad de esta poesía reside en la música del lenguaje, podría
decirse que en este período la unidad del idioma no es la palabra misma, ni
tampoco la música ni la respiración, ambas muy importantes pero no decisivas. La
fuerza consiste en que, en virtud de una extraña alquimia verbal, cada verso es
una réplica del anterior, de modo que cada línea sugiere la próxima y cada
imagen vale tanto en sí misma como articulada con las otras. Al decir de Grigson
se trata de solecismos masivos cargados de profundidad y de extraño poder
mágico. La escanción y el ritmo han cambiado con respecto de las etapas
anteriores. Los versos son largos, con ictus que marcan una cadencia salmódica,
de acuerdo con una operación del espíritu que por fin acepta la renovación
terrestre, la precesión y transformación de las estaciones, el equilibrio del
ritmo cósmico, el diálogo entre la permanencia del ser y la movilidad del mundo:
"Y tú despertarás del sueño campestre en este amanecer / y cada amanecer
primero / tu fe tan inmortal como el clamor del obediente sol (En el sueño
campestre).
Dos poemas religiosos
Dylan Thomas nunca ha buscado
respuestas filosóficas a los interrogantes metafísicos. Es un poeta que cree en
Dios, en la naturaleza y en la caída. Sobre todo, cree en la gracia. En los
poemas últimos hay una aceptación rotunda de su fe. Su religión es natural, los
símbolos y las alusiones a la Biblia constituyen un conocimiento directo. La
religión no es mediación, es una parte de la vida, como lo son la tierra y el
mar. Con un lenguaje que se aproxima al de Manley Hopkins, comunica plenamente
esta aquiescencia en dos series de poemas: "En dirección al altar bajo la luz
del búho" y "Visión y Plegaria"
.
La primera serie consta de diez sonetos y cierra el segundo volumen de poemas
Twenty Five Poems. En estos sonetos el poema se apropia del cielo entero, de
las divinidades paganas, de los mitos de varias religiones. Pero aunque juega
con las diversas deidades interpreta a su modo un juego de firmamentos opuestos.
Desde un principio se muestra comprometido con la visión cristiana y la serie
entera resulta ser una interpretación poética del Apocalipsis.
El primer soneto comienza con la
peregrinación de Hércules, en una narración pagana por excelencia:
En dirección al altar bajo la luz
del búho
a mitad del camino de la casa
el caballero con sus furias
declina hacia la tumba
Abadon en el pellejo arrancado a
la uña de Adán,
devorador de mundos, con la
quijada al acecho de nuevas
un perro entre las ferias con su
horquilla
arrancó a dentelladas la
mandrágora gritando hacia el mañana
entonces, con monedas por ojos,
este señor de las heridas,
viejo gallo de ningún sitio y del
huevo celeste
con huesos desprendidos en los
vientos a mitad de su curso
sobre una pierna en medio del
ventoso naufragio
en errante palabra vino a arañar
mi cuna
esa noche del tiempo al abrigo de
Cristo:
él dijo: soy el héroe que viaja
alrededor del mundo
y comparto mi lecho con
Capricornio y Cáncer.
Son frecuentes
las alusiones a la astronomía, la astrología, el Antiguo y el Nuevo Testamento,
las figuras de los naipes y la mitología egipcia. Pero a partir del soneto VIII
el poeta se refiere directamente a la crucifixión de Cristo:
Fue la crucifixión en la montaña
los nervios del tiempo en
vinagre, la tumba como horca
tan untada de sangre como las
fúlgidas espinas de mis lágrimas
es el mundo mi herida, la María
de Dios en su dolor
como tres árboles doblada y con
pechos de pájaro debajo de la túnica
es la mujer de interminable
herida, con alfileres en lugar de lágrimas.
Era el cielo, Juan Cristo, y cada
esquina trovadora
ganó la marcha de los clavos
llevados hacia el cielo
hasta que el arco-iris tricolor
de mis pechos
se arrastró entre los polos
alrededor del mundo en su despertar de caracol
Yo junto al árbol donde colgaban
los ladrones, mediquillo de toda gloria
castré al esqueleto en este
minuto montañoso
y junto al reloj de viento que
del sol es testigo
padezco a los infantes
celestiales en los latidos de mi corazón.
Y la serie termina con una clara
formulación de la certeza del retorno al Edén, pues lo que el tiempo destruye,
puede a pesar de todo ser restaurado: "Verde como el comienzo deja al jardín
que se hunde / que trepe con sus torres de cáscara hasta el día / en que el
gusano construirá con las pajas doradas del veneno / mi nido de clemencia en el
tosco árbol rojo".
En la otra
serie "Visión y plegaria" describe el estado de inocencia anterior a la caída.
La primera parte "Visión" está compuesta de seis poemas escritos
caligramaticamente, con sílabas combinadas en su extensión y tipografía de modo
que formen la imagen del útero —se ha respetado esto en la traducción—. Se
describe el asombro de nacer, de ser testigo de otro nacimiento :
Quien
eres tú
tú que naces
en el cuarto vecino
tan patente en mi cuarto
que alcanzo a oír el vientre
cuando se abre y la sombra que
avanza
sobre el fantasma y el hijo que
desciende
tras la pared delgada como un
hueso de jilguero
en el cuarto sangrante del
nacimiento oculto
para el incendio y el girar del
tiempo
la huella del corazón humano
no venera el bautismo
sino la sola sombra
cuando bendice
a la salvaje
criatura
En cuanto a la segunda parte
"Plegaria" es la manifestación de la comunión total con la naturaleza, del
llamado de Dios, de la purificación solar. Estos poemas describen el sitio donde
no hay pecado ni condena, sino conocimiento gozoso de cuáles elementos del
hombre pertenecen a la tierra, cuáles a la temporalidad y cuáles a lo eterno.
Formalmente la serie está compuesta de seis poemas que a primera vista semejan
una clepsidra pero en realidad muestran la figura del santo Graal tal como
aparece en algunos grabados antiguos. Reproduzco el último de esta serie
considerada como una de las mejores composiciones devocionales de Dylan Thomas:
Vuelvo la esquina de la plegaria
y ardo
en una bendición del repentino
sol
en nombre de los condenados
me volvería o correría
a la escondida tierra
pero el sonoro sol
purifica
el cielo
Alguien
me encuentra
Oh dejadlo
que me abrase y me ahogue
dentro de su herida terrena
Su relámpago contesta mi llanto
mi voz arde en su mano
ahora estoy perdido en Aquel que
enceguece
y al fin de la plegaria se oye el
clamor del sol
Para Dylan Thomas la poesía fue
destino en el sentido que Hegel dio a esa palabra. Destino trágico,
polémico, iluminado. Entendemos que el no reconocer este destino conduce a los
reinos sin compromiso —o falsamente comprometidos— donde la poesía en función de
otra cosa extravía su esencia. ¿Consiste la crisis actual de la poesía en el
olvido o menosprecio de este destino?
Dylan Thomas da el ejemplo, no
sólo de la distancia que el verdadero poeta establece con las modas, la
política, los movimientos de superficie, sino que además demuestra que la
poesía, aún la religiosa, no debe necesariamente situarse en un mundo de
abstracciones, sino que puede nacer en la zona en que el hombre es uno con la
tierra y el cuerpo. Y elevarse luego desde su condición carnal a su lugar de
purificación y trascendencia.
Sin embargo, estos cantos de
alabanza no le impidieron al poeta sumirse en un destino de autodestrucción, el
destino de un alcohólico empedernido que parece huir constantemente hacia la
meta final de su aniquilamiento. Juzgar este hecho sería adentrarse en una
contradicción que pertenece al terreno de lo psicológico. Sólo me atrevería a
sugerir, que tal vez la cárcel de su ego, las limitaciones del medio, las pautas
de una sociedad frívola hayan esposado su sed de libertad y que su yo auténtico
no haya tenido la fuerza suficiente como para echar abajo esas barreras. Quizá
su iluminación no bastó para alumbrar los intersticios de ese engranaje social,
descorazonador y apabullante para el poeta. Pero es posible que en esta
oposición entre ascenso y descenso, gozo y desesperación resida el daimon
oculto y deslumbrador de esta poesía, prodigio que escapa a las disgresiones y
la especulación, poesía que ha descripto en tres tiempos, articulados en virtud
de una armonía que trasciende la lógica, los dualismos de la insurrección y la
reverencia expresados en el lenguaje de la creación más pura.
LA TRADUCCIÓN
a aldo
pellegrini
(in memoriam)
Cuando hace tres años, Aldo Pellegrini me llamó
para encomendarme la traducción de los Collected Poems de Dylan Thomas,
confieso que mi alegría ante la perspectiva de tan hermosa tarea se mezcló con
un justificado temor. La elección que Pellegrini —poeta, crítico lúcido,
investigador infatigable— hacía recaer en mí, se debía a mi larga devoción por
el poeta galense, parte de cuya obra yo había traducido exclusivamente por
placer. Pero si bien mi conocimiento de Dylan Thomas facilitaba la tarea,
también proporcionaba la medida exacta de su dificultad. Tenia ya traducidos
unos pocos poemas, los que mejor se avenían con nuestro idioma, los mas "castellanizables".
¿Pero que hacer con aquellos otros en los que jugaban modos especiales de rima,
de aliteración, de respiración, de equilibrio estudiado entre vocales y
consonantes? Ante esta problemática opte por un criterio doble. Cuando el
lenguaje y el contenido podían unirse en español y transmitir un equivalente del
inglés en cuanto al ritmo —aunque las palabras fueran más largas y hubiese que
emplear mas artículos, podía mantenerse el equilibrio de longitudes silábicas—
la traducción fue estricta. En otros casos me atuve principalmente al sentido,
rastreado en numerosos libros acerca de la obra de Thomas y de acuerdo con esto
fueron recreados algunos versos, pues una traducción literal forzaría el
espíritu de nuestra legua. Pero en todos los casos creo haber trabajado con el
máximo de rigor. Y aunque la rima que ocasionalmente utiliza no se haya podido
dar en español, algunas veces se han trasmitido las aliteraciones y siempre se
ha conservado la estructura de cada metáfora, la cadencia, los ictus, y el
balanceo de las frases.
De este equilibrio entre dos opciones, espero
haya surgido un resultado que permita al público de habla española adentrarse en
el universo oscuro, profético, complejo y escandalosamente bello de esta poesía.
E.A.C.
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