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Página de estudios y debate sobre geografía, historia, economía, política..

Autor

Javier Colomo Ugarte

Noviembre 2009

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Sobre la Guerra y la Paz en el Mundo

 

TEMARIO:

Introducción

1. LA GUERRA Y LA PAZ MUNDIALES DURANTE LOS SIGLOS XIX - XX

1.1 Las guerras interimperialistas en el Centro del Sistema político y económico mundial

1.2 El final histórico de la confrontación interimperialista en el Centro del Sistema político y económico mundial

1.3 De la naturaleza imperialista

1.4 La Guerra Fría

 

2. LA GUERRA Y LA PAZ MUNDIALES EN EL SIGLO XXI

2.1 Los límites de la guerra y la paz

2.2 La paz radica en la fortaleza política de la soberanía de los pueblos

2.3 El camino de la paz imperecedera

 

Introducción

En los inicios de la segunda década del siglo XXI, la conformación geopolítica y económica mundial, a pesar de la crisis económica mundial más importante desde 1929, se adentra en un escenario en el que las relaciones inter-económicas y políticas mundiales no han tomado el camino hacia el proteccionismo nacionalista ni existe un escenario de guerra intercontinental. Esto que parece evidente no siempre fue así.

 

1. LA GUERRA Y LA PAZ MUNDIALES DURANTE LOS SIGLOS XIX - XX

1.1 Las guerras interimperialistas en el Centro del Sistema político y económico mundial

Desde 1815 el siglo XIX se caracterizó por la ausencia casi total de confrontaciones bélicas internacionales, en cambio el siglo XX fue el siglo, de toda la historia de la humanidad, que la guerra alcanzó su mayor grado de confrontación y crueldad y, como consecuencia directa e indirecta de las misma, murieron, o padecieron grandes infortunios cientos de millones de personas.

La diferencia fundamental entre ambos siglos estriba en las relaciones económicas que predominaron en ambos siglos. En el siglo XIX, desde 1815 hasta la crisis económica de 1873, las relaciones económicas estaban globalizadas, las potencias económicas Occidentales principalmente Gran Bretaña, Francia y Alemania no les interesaba la guerra sino comerciar entre ellas y ampliar su base colonial, lo cual, debido a la debilidad política de los pueblos nativos de África y Asia, en su percepción para articular Estados nacionales, les permitía a estas potencias con muy poco esfuerzo militar colonizar amplias extensiones territoriales.

La crisis de 1873 comenzó a cambiar estas relaciones y las potencias económicas europeas derivaron hacia el proteccionismo económico con la imposición de aranceles o simplemente como manifiesta Polanyi en “La Gran Transformación” <<negándose a comerciar entre ellas>>. Esta deriva proteccionista se manifestaba en las áreas coloniales en una disputa por la mismas, como fue el reparto de África a partir de la crisis de 1873.

Pero las ambiciones imperialistas de dominar las colonias, tuvo su efecto más perverso en la confrontación en las metrópolis imperiales. La manera de hacerse con el control de las colonias de una potencia por otra, no se limitó a escaramuzas en los propios territorios coloniales sino en conseguir el control del Centro del sistema imperial. Quien llevaría la iniciativa en esa disputa fue la emergente potencia alemana que veía como Francia y Gran Bretaña le llevaban la delantera en la expansión colonial y, para hacerse con los bastos territorios coloniales de ultramar de estos dos imperios debía derrotar a ambos imperios invadiendo sus países. De esa manera, el dominio de Europa aseguraba el control de todas las colonias del mundo.

La primera guerra mundial (1914-1918) fue una guerra interimperialista, en la que Alemania salió derrotada siendo frustradas sus ambiciones hegemónicas mundiales. Tras un paréntesis en los años veinte del siglo XX en donde de nuevo floreció la economía abierta mundial, la crisis de 1929 puso de nuevo de manifiesto las limitaciones de la economía de mercado para promover un desarrollo económico sostenido mundial y, de nuevo, las potencias económicas derivaron hacia el proteccionismo y a la lucha por hacerse con el control del Centro del sistema económico y político mundial. De nuevo Alemania relegada tras el tratado de Versalles (1919) tomaría la iniciativa en la confrontación contra Francia y Gran Bretaña para hacerse con el control del Centro del sistema imperialista mundial. Esta segunda gran confrontación interimperialista por el control del centro del sistema económico y político mundial daría lugar a la Segunda Guerra Mundial.

La primera gran guerra interimperialista había tenido como protagonistas a los imperios europeos que provenían del siglo XIX: Gran Bretaña, Francia, Alemania y Rusia, pero en las segunda guerra otras potencias habían entrado con fuerza en la escena internacional.

Rusia convertida en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Su estrategia a escala planetaria promovía la revolución de las formas capitalistas de producción en cada país, y una vez alcanzada esa meta, la desconexión del cada país del sistema económico capitalista mundial para formar un bloque de países socialistas bajo la égida de la URSS.

Japón que aspiraba a sustituir a Gran Bretaña en su dominio colonial de amplias zonas de China, e incluso a someter colonialmente a todo Asia Oriental.

Por último, Estados Unidos constituida en la potencia económica más grande del planeta y que veía peligrar su desarrollo como potencia mundial por las ambiciones imperialistas de Alemania y Japón.

La segunda gran confrontación interimperialista se  iniciaría en 1931 con la invasión de Manchuria (noreste de China) por Japón, seguida de la invasión de Abisinia por Italia en 1935, la sublevación fascista en España en 1936, y derivaría en una guerra abierta en 1939 en el corazón de Europa, de Alemania contra Francia y Gran Bretaña, expandiéndose hacia el este con la posterior invasión por Alemania de la URSS en 1941, y adquiriendo carácter mundial con la declaración de guerra en 1941 entre Alemania y Estados Unidos.

La respuesta a esta ofensiva de Alemania y Japón se articuló con la alianza de las fuerzas de EEUU, Francia, Gran Bretaña y la URSS y el conjunto de fuerzas antifascistas en el mundo que derrotaron al imperio Alemán y Japonés. El escenario geopolítico que surgió tras esta gran guerra (1945) inauguró un nuevo tiempo con el eclipse del poderío de Francia y Gran Bretaña y la conformación de un nuevo espacio geopolítico mundial liderado por EEUU y la URSS.

1.2 El final histórico de la confrontación interimperialista en el Centro del Sistema político y económico mundial

Las guerras interimperialistas finalizaron su ciclo histórico de enfrentamientos en el Centro del Sistema político y económico mundial al finalizar la Segunda Guerra Mundial y a ello contribuirían decisivamente las guerras de emancipación colonial.

Las dos grandes guerras interimperialistas habían tenido como objeto destruir al imperio rival en el centro del sistema para asegurarse el control de las colonias, pero estas dos guerras interimperialistas generaron sinergias inesperadas en contra de los centros rectores de los imperios europeos y japonés: las guerras de emancipación colonial.

Estas guerras se desarrollaron en ámbitos regionales del mundo y trajeron la independencia política de las metrópolis coloniales (descolonización) que daría lugar al mosaico casi definitivo de naciones que constituyen actualmente el mundo y el surgimiento de dos poderosas naciones China e India. El logro de esta independencia política, tendría una consecuencia clara, las guerras interimperialistas por el control del Centro del Sistema Político mundial habían perdido su razón de ser histórica pues la victoria de un potencia sobre otra no suponía ya el control de los territorios colonizados.

1.3 De la naturaleza imperialista

La naturaleza imperialista de las potencias europeas se había gestado a lo largo del proceso de acumulación primaria del capitalismo desde el siglo XVI, donde el dominio político, económico y militar de amplios territorios de ultramar aseguraba el enriquecimiento de las metrópolis, y por la convicción de estas potencias de la superioridad de la civilización occidental.

En el caso del imperio japonés su naturaleza imperialista se había formado por la necesidad de la expansión económica como resultado de su desarrollo económico en la segunda mitad del siglo XIX, tras la restauración Meiji (1866-1869) combinada con su tradición feudal de elite de guerreros samuráis auto-considerados invencibles.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos pasó a ocupar el liderazgo como potencia imperialista en el espacio geográfico mundial capitalista. No obstante la naturaleza imperialista era sustancialmente diferente de la de sus predecesores europeos.

Si bien, las relaciones imperialistas venían determinadas por el desarrollo de las fuerzas productivas como nación dominante, la emergente fortaleza política que los pueblos de los territorios de los viejos imperios coloniales habían adquirido en la percepción y articulación de un Estado nacional propio, debilitaba las formas de dominación imperial al más puro estilo colonial.

EEUU tuvo que recurrir a una forma de dominación más sutil denominada como neocolonialismo, en el que se descartaba el dominio militar directo, realizándose el control del país en cuestión a través de la tutela militar de los nuevos gobiernos nacionales surgidos con la independencia colonial y con el establecimiento de unas relaciones económicas de intercambio comercial preferente con EEUU. Este modelo de dominación no era nuevo para EEUU, pues, lo venía ejerciendo desde 1823 en América Latina con la implantación de la doctrina Monroe.

La URSS, tras el triunfo sobre el imperio nazi en los países del este de Europa, experimentó una deriva hacia formas de dominación de naturaleza imperialista. Ésta vino determinada, en primera instancia, por la transformación del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en un partido burocrático totalitario para combatir la disidencia interna, y en segundo lugar, por la integración de la dirigencia política de la tradición de dominación imperial zarista con profunda raigambre en el sentir popular ruso, rasgo que se vio reforzado por el acoso militar que desde su fundación había tenido la URSS por parte de las potencias occidentales.

Esta naturaleza imperialista de la URSS tuvo su deriva definitiva, cuando tras las Segunda Guerra Mundial decidió mantener la ocupación de los países del este europeo y articularlos en beneficio del país dominantes (Rusia), pero sustentado en una relaciones económicas no capitalistas, sino basadas en la planificación de la distribución de la producción en función de los intereses de Rusia a través del COMECON, manteniendo a su vez la presencia militar directa en los países ocupados para asegurar la estabilidad de los gobiernos bajo la dirección del PCUS.

 

1.4 La Guerra Fría

Al término de la Segunda Guerra Mundial, la amenaza de una nueva guerra internacional provenía de los dos imperios que habían salido triunfadores, el Imperio Soviético y el de EEUU. Pero si bien el riesgo de guerra existía, ninguno de los dos contendientes tenía interés en la confrontación directa, rehuyendo el planteamiento militar de guerra decisiva aunque se mantuviera una guerra de posiciones con el desarrollo del armamento nuclear que daría lugar a la denominada guerra fría.

La geoestrategia de la confrontación entre estos imperios se desarrollo como una guerra de movimientos tomando, para ello, el escenario donde se desarrollaban las guerras por la independencia colonial.

Los casos más cruentos de esta confrontación con intervención directa de EEUU tuvieron lugar en la guerra de Corea (1953-1955), que propició la división del país en el paralelo 38, y en Vietnam, en el que EEUU tomo el relevo al imperio francés para combatir la independencia de Vietnam liderada por el Vietcong, confrontación de la que salió derrotado, pero causando la muerte de más de dos millones de vietnamitas y dejando un país devastado por las bombas. Estas guerras pusieron de manifiesto que el aumento de la fortaleza política de los pueblos en su soberanía nacional debilitaba al imperialismo en sus formas de dominación, y además creaba en amplios sectores de la sociedad de la nación rectora un profundo rechazo en contra de las formas de dominación imperialistas, como pasó en EEUU con la guerra de Vietnam.

En el caso del imperio soviético, tras la Segunda Guerra Mundial, el primer país de los denominados de “Socialismo Real” desconexionados del Sistema Capitalista Mundial que se opusieron al imperialismo soviético, fue China. La Unión Soviética pretendía tratar a China como uno más de sus satélites, al estilo de los países de Europa Oriental, lo que chocaba con los dirigentes de la República Popular que deseaban un trato en condiciones de igualdad. Mao Zedong refiriéndose a este conflicto acuño la frase: <<no se puede echar al león por la puerta (refiriéndose al imperio japonés) y dejar que el tigre entre por ventana (refiriéndose al imperio soviético)>> al que catalogó, por su diferente naturaleza del imperialismo capitalista, de social-imperialismo. La dominación soviética tendría también su contestación en la revueltas de los países del Este europeo como Hungría 1956 y Checoslovaquia 1968, pero principalmente en Afganistán donde fue derrotado militarmente en la década de los ochenta del siglo XX.

Con el hundimiento del imperio soviético debido a: 1- la oposición de China  (que propiciaría la aproximación de China a Occidente y su ingreso en el Consejo de Seguridad de la ONU); 2- la rebelión pacífica en contra de Rusia de los países del este de Europa, y  3- por la degradación y la corrupción de su sistema burocrático; el imperio soviético entró en un proceso de descomposición y terminó disolviéndose. La caída del muro de Berlín en 1989 y los rápidos acontecimientos que propiciaron las revueltas populares para acabar con los gobiernos títeres en los países del este de Europa marcaron el final de la URSS. El Pacto de Varsovia instrumento militar con el que ejercía su dominio, se disolvió. Rusia perdió su naturaleza imperialista, y la guerra fría y las guerras de confrontación interimperialista en las naciones del Tercer Mundo perdieron por lo tanto también su razón de ser.

Por otra parte, tras la crisis económica mundial de 1973,  los cambios históricos que habían supuesto en el terreno político económico la desaparición del dominio colonial (casi culminado en el último tercio del siglo XX), y que habían convertido en anacrónico el recurso de las potencias occidentales a la confrontación por áreas de influencia, contribuyeron a que no se pudieran generar tendencias proteccionistas en el Centro del sistema económico mundial, propiciando esta nueva realidad geoeconómica la apertura de los mercados mundiales, lo que llevaría el inicio de una era de interconexión y globalización económica. La crisis económica de 1973 marco, pues, el final histórico del recurso al proteccionismo económico como método de desarrollo económico y que había durado cien años desde la crisis de 1873.

2. LA GUERRA Y LA PAZ MUNDIALES EN EL SIGLO XXI

2.1 Los límites de la guerra y la paz

Al finalizar el siglo XX solamente EEUU mantendría su naturaleza imperialista mundial, y sin oponente militar, por defunción de la URSS, podía proclamar que históricamente la batalla interimperialista estaba ganada, y los estrategas más audaces del Pentágono consideraron que la soberanía política de los pueblos emancipados de los viejos imperios coloniales, sin el amparo de otro imperio oponente no representaban una fuerza política y militar suficiente para evitar la proyección de su dominio imperial con mayor intensidad a todos las naciones del planeta y, por ello, creyeron que era el momento de lanzarse a regir los destinos del Mundo, desde la nación que se había constituido en el Centro del sistema político y económico mundial: Estados Unidos.

Con el comienzo del siglo XXI entró en el gobierno de EEUU el partido republicano con George W. Bush como presidente. Los estrategas de la Casa Blanca aspiraban a instaurar el nuevo orden mundial basado en el liderazgo inequívoco de EEUU ante el desorden en el que había quedado el mundo al finalizar la Guerra Fría. Tras el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York el 11S del 2001, todo se desarrolló como si de un guión escrito se tratara. El gobierno de Estados Unidos diseñó un Plan mundial por el que se magnificaba la amenaza terrorista, con ello, se tenía el pretexto para recortar libertades y formular la política del ataque preventivo, “atacar para evitar se atacado”. El primer objetivo fue Afganistán bastión del fundamentalismo islámico. Se derrocó al gobierno de los talibanes, al mundo le pareció bien y el nuevo gobierno de ese país tuvo la bendición de la ONU. Eso animó a los estrategas de EEUU a seguir adelante en su política de instaurar un mundo unipolar bajo la égida de Estados Unidos, para ello, existían dos organizaciones de relevancia mundial que debían ser relegadas, la más importante: la ONU, surgida tras la Segunda Guerra Mundial como equilibrio de potencias que ya no existían y la segunda en importancia: la OPEP, cártel petrolero que EEUU no controlaba y, por lo tanto, no podía decidir sobre los volúmenes de extracción y como consecuencia sobre el precio del crudo. La invasión de Irak montada sobre la mentira de que el régimen iraquí tenía armas de destrucción masiva para su uso contra EEUU o sus aliados, servía al propósito de la guerra preventiva, así como para crear una alianza de países que funcionarían dejando de lado a la ONU y bajo la dirección de Estados Unidos. El éxito de esa guerra garantizaba el éxito de esa nueva alianza de naciones, y también, la ruptura del monopolio de la OPEP, pues la nueva alianza tendría a su disposición una parte importante de las reservas mundiales de petróleo.

La invasión fue todo un éxito, mas cuando parecía inevitable que este plan funcionara, comenzó poco a poco a desmoronarse. Francia y Alemania, encasilladas por la administración de EEUU como países de la vieja Europa que pertenecían ya a un orden mundial pasado, se resistieron a aceptar de buen grado la nueva política de hechos consumados de EEUU, la mayoría de los países musulmanes también veían con recelo que Occidente incrementase su poder en la zona, pero por encima de estas objeciones a la invasión, lo que hizo inviable la misma, fue la constatación como una verdad histórica inconmovible: “que la época histórica de los Imperios coloniales con presencia militar y administración del invasor en territorio ocupado había pasado”. Las guerras de independencia contra los últimos imperios coloniales francés y británico estaban aun calientes en la memoria de quienes habían luchado contra ellos. No importaba que esta vez la ideología que encabezaba la resistencia no estuviera inspirada en principios laicos, sino religiosos, el resultado era el mismo, una fiera resistencia al invasor. Como en Vietnam el guión parecía también escrito, la ocupación se ganaba pero la guerra se perdía. Los países que apoyaron a EEUU en la invasión fueron abandonando poco a poco la coalición. La revelación al mundo de la mentira de las armas de destrucción masiva y los crueles métodos del invasor utilizados contra la resistencia desacreditaron mundialmente a EEUU. Los estrategas de EEUU y sus aliados se dieron cuenta tarde de que habían subestimado las lecciones de su propia experiencia histórica y la de otras potencias coloniales donde se demostraba que la fortaleza de las naciones descansa en última instancia en la conciencia nacional de las personas que las habitan, y por ello, la descolonización no era reversible históricamente y tampoco era posible que sus propias sociedades aceptaran con indiferencia el horror de la tortura y de los campos de concentración como el de Guantánamo.

Este intento y fracaso de EEUU de cambiar el estatus mundial por la fuerza de las armas, revelaba también que el poder militar no era suficiente para transgredir la asunción colectiva de las “soberanías nacionales” como marco de decisión política de las sociedades respectivas, y ante las cuales, las ambiciones imperialistas sucumbían. El imperialismo como método de expansión militar en los principios del siglo XXI, tras la guerra de Irak, había muerto, pero no solo había muerto el imperialismo militar de EEUU sino todos los imperialismos, porque cualquier experiencia similar estaba de antemano condenada ya a su derrota. Y También quedaba obsoleto el concepto de guerra ofensiva como método expansionista, porque el triunfo militar relámpago de la ocupación ya no garantizaba, a la postre, el éxito de la contienda y además, producía la pérdida de la influencia política del agresor.

No obstante, los cambios históricos no suelen ser percibidos a veces por las sociedades y dirigentes políticos y en Estados Unidos, seguían existiendo fuerzas políticas y económicas que continuaban apostando por hacer valer su hegemonía militar al resto del mundo, pero también existían fuerzas que habían comprendido que ese camino solamente traería un gran sufrimiento de varias y prolongadas guerras a la vez, en distintas partes del mundo, para las que su sociedad ni su economía estaba preparada. A la postre, esa estrategia militar aceleraría su declive como potencia y por ello, estos sectores políticos de EEUU apostaban por iniciar una etapa en la que el país debiera tratar de consolidar su supremacía mundial a través del desarrollo de un poder blando basado más en el respeto y el diálogo con las naciones. Estas dos opciones se enfrentaron en las elecciones presidenciales de EEUU en el 2008, y la ciudadanía apostó por un presidente que basaba su discurso en una política de diálogo y entendimiento con el resto de los países del mundo, pero EEUU es una nación que debe su prosperidad en gran medida al sometimiento de otras naciones a sus intereses y, por ello, su acomodación a los nuevos tiempos solo puede ser fruto del empuje de otras naciones en el escenario internacional, cuestión que llevará su tiempo.

 

2.2 La paz radica en la fortaleza política de la soberanía de los pueblos

Pero no se puede olvidar que el cambio de estrategia de la administración de EEUU no vino motivada por la transformación de su naturaleza imperialista sino porque el desarrollo histórico de la fortaleza política de los naciones del mundo en la defensa de su soberanía imposibilitaban perpetuar una estrategia agresiva como fue la de las dos legislaturas del presidente George W. Bush.

Los países que representaron a los antiguos imperios coloniales como el británico y francés a pesar de formar parte de la OTAN, mantienen escasamente ya su naturaleza imperialista y, en el caso de otros países, como Alemania Japón y Rusia, como consecuencia de las amargas experiencias vividas en las derrotas sufridas como imperios durante el siglo XX, han perdido su naturaleza imperialista.

La persistencia de la naturaleza imperialista se sitúa exclusivamente en EEUU, constituyendo en el siglo XXI el mayor riesgo para la paz internacional. Su nueva política de entendimiento con otros países no es sincera sino forzada por las circunstancias y, por ello, se produce el acoso en todo el mundo y particularmente en América Latina, a países pequeños que puedan liderar movimientos políticos, sociales o económicos contrarios a sus intereses.

La debilidad del imperialismo de EEUU y de sus pretensiones agresoras o coercitivas sobre otros países radica en la fortaleza antiimperialista del resto de países del mundo y, a la inversa, la fortaleza del imperio americano radica en la debilidad antiimperialista de los pueblos del mundo. La paz es producto, pues, de la fortaleza política de la soberanía de las naciones del mundo y las posibilidades sufrir guerras de agresión o preventivas, de su debilidad política como pueblos soberanos.

2.3 El camino de la paz imperecedera

La estrategia militar imperialista, aunque no se ponga en funcionamiento, radica en la disposición militar que se tiene de las fuerzas de combate y la de apoyo, estas se fundamentan en tres elementos básicos:

1. El despliegue de fuerzas militares en numerosos países del mundo asentadas en bases de apoyo. Actualmente EEUU es el único país del mundo que tiene esa distribución estratégica de sus fuerzas militares.

2. El desarrollo de una inteligencia militar distribuida por todos los países del mundo en función de asegurar la sostenibilidad de las bases militares en los diferentes países que están instaladas, interfiriendo si es preciso en la política interna de una país si la instalación de las bases corren peligro de desmantelamiento por decisión soberana del país respectivo.

3. La invención o magnificación de enemigos mundiales que permitan propiciar guerras o confrontaciones de guerra fría locales para mantener operativo el sistema económico militar y de inteligencia.

Si se quiere avanzar hacia un orden internacional mundial donde las guerras no puedan prosperar, el camino pasa inevitablemente porque EEUU pierda su naturaleza imperialista, y para conseguir tal objetivo las naciones del mundo amantes de la paz deberían colaborar entre ellas en los siguientes pasos:

1. Ningún país deberá disponer de fuerzas militares o bases de apoyo en otro país sino es por acuerdo de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

2. Simultáneamente se debiera negociar la eliminación de las armas ofensivas de medio y largo alcance en todos los países del mundo. Si bien EEUU las tiene por su naturaleza imperialista, otros países en prevención de ser agredidos las tienen como estrategia defensiva ofensiva, pero su eliminación debiera ser gradual y simultánea en todos los países. Con esta medida el armamento nuclear dejaría de tener sentido.

Si se avanzará en ese nuevo orden militar mundial, necesariamente todas las fuerzas armadas de todos los países se situarían en una estrategia militar defensiva. Las posibilidades de guerra ofensiva y preventiva desaparecerían.

Llegado a ese estadio la confianza entre naciones aumentaría y las posibilidades de una paz mundial imperecedera también, de tal manera, que  sería posible dar un nuevo protagonismo a las Naciones Unidas en la gestión de las fuerzas armadas en el mundo, para asegurar la paz ante posibles conflictos locales.

Si bien, el imperialismo, debido a la fortaleza política alcanzada por las naciones no imperialistas, han muerto históricamente, y la globalización económica hace inviable el recurso al proteccionismo y al desarrollo económico basado en la confrontación por áreas de influencia, la disposición militar y geoestratégica para una agresión militar mundial se mantiene principalmente por parte de EEUU y la posibilidad de utilizar esa fuerza en función de la necesidad de apropiarse de recursos energéticos estratégicos también; por ello, para alumbrar una nueva civilización donde la Paz mundial se asegure por siempre, es necesario acabar, en primera instancia con los mecanismos que pueden propiciar la guerra ofensiva, y en un segundo estadio todas las guerras.

 

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Javier Colomo Ugarte

Doctor en Geografía e Historia

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