Sobre la Guerra y la Paz en el
Mundo
TEMARIO:
Introducción
1. LA GUERRA Y LA PAZ MUNDIALES DURANTE LOS SIGLOS XIX - XX
1.1 Las guerras interimperialistas en el Centro del Sistema político y
económico mundial
1.2 El final histórico de la confrontación interimperialista en el Centro
del Sistema político y económico mundial
1.3 De la naturaleza imperialista
1.4 La Guerra Fría
2. LA GUERRA Y LA PAZ MUNDIALES EN EL SIGLO XXI
2.1 Los límites de la guerra y la paz
2.2 La paz radica en la fortaleza política de la soberanía de los pueblos
2.3 El camino de la paz imperecedera
Introducción
En los inicios de la segunda década del siglo XXI, la
conformación geopolítica y económica mundial, a pesar de la crisis
económica mundial más importante desde 1929, se adentra en un escenario
en el que las relaciones inter-económicas y políticas mundiales no han
tomado el camino hacia el proteccionismo nacionalista ni existe un
escenario de guerra intercontinental. Esto que parece evidente no
siempre fue así.
1. LA GUERRA Y LA PAZ
MUNDIALES DURANTE LOS SIGLOS XIX - XX
1.1 Las guerras interimperialistas en el Centro del
Sistema político y económico mundial
Desde 1815 el siglo XIX se caracterizó por la ausencia
casi total de confrontaciones bélicas internacionales, en cambio el
siglo XX fue el siglo, de toda la historia de la humanidad, que la
guerra alcanzó su mayor grado de confrontación y crueldad y, como
consecuencia directa e indirecta de las misma, murieron, o padecieron
grandes infortunios cientos de millones de personas.
La diferencia fundamental entre ambos siglos estriba en
las relaciones económicas que predominaron en ambos siglos. En el siglo
XIX, desde 1815 hasta
la crisis económica de 1873,
las relaciones económicas estaban globalizadas, las potencias económicas
Occidentales principalmente Gran Bretaña, Francia y Alemania no les
interesaba la guerra sino comerciar entre ellas y ampliar su base
colonial, lo cual, debido a la debilidad política de los pueblos nativos
de África y Asia, en su percepción para articular Estados nacionales,
les permitía a estas potencias con muy poco esfuerzo militar colonizar
amplias extensiones territoriales.
La crisis de 1873 comenzó a cambiar estas relaciones y
las potencias económicas europeas derivaron hacia el proteccionismo
económico con la imposición de aranceles o simplemente como manifiesta
Polanyi en “La Gran
Transformación” <<negándose a comerciar entre ellas>>. Esta deriva
proteccionista se manifestaba en las áreas coloniales en una disputa por
la mismas, como fue el
reparto de África a
partir de la crisis de 1873.
Pero las ambiciones imperialistas de dominar las
colonias, tuvo su efecto más perverso en la confrontación en las
metrópolis imperiales. La manera de hacerse con el control de las
colonias de una potencia por otra, no se limitó a escaramuzas en los
propios territorios coloniales sino en conseguir el control del Centro
del sistema imperial. Quien llevaría la iniciativa en esa disputa fue la
emergente potencia alemana que veía como Francia y Gran Bretaña le
llevaban la delantera en la expansión colonial y, para hacerse con los
bastos territorios coloniales de ultramar de estos dos imperios debía
derrotar a ambos imperios invadiendo sus países. De esa manera, el
dominio de Europa aseguraba el control de todas las colonias del mundo.
La primera guerra
mundial (1914-1918) fue una guerra
interimperialista, en la que Alemania salió derrotada siendo frustradas
sus ambiciones hegemónicas mundiales. Tras un paréntesis en los años
veinte del siglo XX en donde de nuevo floreció la economía abierta
mundial, la crisis de 1929 puso de nuevo de manifiesto las limitaciones
de la economía de mercado para promover un desarrollo económico
sostenido mundial y, de nuevo, las potencias económicas derivaron hacia
el proteccionismo y a la lucha por hacerse con el control del Centro del
sistema económico y político mundial. De nuevo Alemania relegada tras
el tratado de Versalles
(1919) tomaría la iniciativa en la confrontación contra Francia y Gran
Bretaña para hacerse con el control del Centro del sistema imperialista
mundial. Esta segunda gran confrontación interimperialista por el
control del centro del sistema económico y político mundial daría lugar
a la
Segunda Guerra Mundial.
La primera gran guerra interimperialista había tenido
como protagonistas a los imperios europeos que provenían del siglo XIX:
Gran Bretaña, Francia, Alemania y Rusia, pero en las segunda guerra
otras potencias habían entrado con fuerza en la escena internacional.
Rusia convertida en Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas
(URSS).
Su estrategia a escala planetaria promovía la revolución de las formas
capitalistas de producción en cada país, y una vez alcanzada esa meta,
la desconexión del cada país del sistema económico capitalista mundial
para formar un bloque de países socialistas bajo la égida de la URSS.
Japón
que aspiraba a sustituir a Gran Bretaña en su dominio colonial de
amplias zonas de China, e incluso a someter colonialmente a todo Asia
Oriental.
Por último,
Estados Unidos
constituida en la potencia económica más grande del planeta y que veía
peligrar su desarrollo como potencia mundial por las ambiciones
imperialistas de Alemania y Japón.
La segunda gran confrontación interimperialista se
iniciaría en 1931 con la
invasión de Manchuria
(noreste de China) por Japón, seguida de la
invasión de Abisinia por
Italia en 1935,
la sublevación fascista en España en
1936, y derivaría en una guerra abierta en 1939 en el corazón
de Europa, de Alemania contra Francia y Gran Bretaña, expandiéndose
hacia el este con la posterior
invasión por Alemania de la URSS
en 1941, y adquiriendo carácter mundial con la
declaración de guerra en 1941
entre Alemania y Estados Unidos.
La respuesta a esta ofensiva de Alemania y Japón se
articuló con la alianza de las fuerzas de EEUU, Francia, Gran Bretaña y
la URSS y el conjunto de fuerzas antifascistas en el mundo que
derrotaron al imperio Alemán y Japonés. El escenario geopolítico que
surgió tras esta gran guerra (1945) inauguró un nuevo tiempo con el
eclipse del poderío de Francia y Gran Bretaña y la conformación de un
nuevo espacio geopolítico mundial liderado por EEUU y la URSS.
1.2 El final histórico de la confrontación
interimperialista en el Centro del Sistema político y económico mundial
Las guerras interimperialistas finalizaron su ciclo
histórico de enfrentamientos en el Centro del Sistema político y
económico mundial al finalizar la Segunda Guerra Mundial y a ello
contribuirían decisivamente las guerras de emancipación colonial.
Las dos grandes guerras interimperialistas habían tenido
como objeto destruir al imperio rival en el centro del sistema para
asegurarse el control de las colonias, pero estas dos guerras
interimperialistas generaron sinergias inesperadas en contra de los
centros rectores de los imperios europeos y japonés: las guerras de
emancipación colonial.
Estas guerras se desarrollaron en ámbitos regionales del
mundo y trajeron la independencia política de las metrópolis coloniales
(descolonización)
que daría lugar al mosaico casi definitivo de naciones que constituyen
actualmente el mundo y el surgimiento de dos poderosas naciones China e
India. El logro de esta independencia política, tendría una consecuencia
clara, las guerras interimperialistas por el control del Centro del
Sistema Político mundial habían perdido su razón de ser histórica pues
la victoria de un potencia sobre otra no suponía ya el control de los
territorios colonizados.
1.3 De la naturaleza
imperialista
La naturaleza imperialista
de las potencias europeas se había gestado a lo largo del proceso de
acumulación primaria del capitalismo desde el siglo XVI, donde el
dominio político, económico y militar de amplios territorios de ultramar
aseguraba el enriquecimiento de las metrópolis, y por la convicción de
estas potencias de la superioridad de la civilización occidental.
En el caso del imperio japonés su
naturaleza imperialista se había formado por la necesidad de la
expansión económica como resultado de su desarrollo económico en la
segunda mitad del siglo XIX, tras la
restauración Meiji (1866-1869)
combinada con su tradición feudal de elite de guerreros samuráis
auto-considerados invencibles.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos
pasó a ocupar el liderazgo como potencia imperialista en el espacio
geográfico mundial capitalista. No obstante la
naturaleza imperialista era sustancialmente diferente de la de
sus predecesores europeos.
Si bien, las relaciones imperialistas venían determinadas
por el desarrollo de las fuerzas productivas como nación dominante, la
emergente fortaleza política que los pueblos de los territorios de los
viejos imperios coloniales habían adquirido en la percepción y
articulación de un Estado nacional propio, debilitaba las formas de
dominación imperial al más puro estilo colonial.
EEUU tuvo que recurrir a una forma de dominación más
sutil denominada como
neocolonialismo, en el
que se descartaba el dominio militar directo, realizándose el control
del país en cuestión a través de la tutela militar de los nuevos
gobiernos nacionales surgidos con la independencia colonial y con el
establecimiento de unas relaciones económicas de intercambio comercial
preferente con EEUU. Este modelo de dominación no era nuevo para EEUU,
pues, lo venía ejerciendo desde 1823 en América Latina con la
implantación de la doctrina
Monroe.
La URSS, tras el triunfo sobre el imperio nazi en los
países del este de Europa, experimentó una deriva hacia formas de
dominación de naturaleza imperialista.
Ésta vino determinada, en primera instancia, por la transformación del
PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en un partido burocrático
totalitario para combatir la disidencia interna, y en segundo lugar, por
la integración de la dirigencia política de la tradición de dominación
imperial zarista con profunda raigambre en el sentir popular ruso, rasgo
que se vio reforzado por el acoso militar que desde su fundación había
tenido la URSS por parte de las potencias occidentales.
Esta naturaleza
imperialista de la URSS tuvo su deriva definitiva, cuando tras las
Segunda Guerra Mundial decidió mantener la ocupación de los países del
este europeo y articularlos en beneficio del país dominantes (Rusia),
pero sustentado en una relaciones económicas no capitalistas, sino
basadas en la planificación de la distribución de la producción en
función de los intereses de Rusia a través del
COMECON, manteniendo a su
vez la presencia militar directa en los países ocupados para asegurar la
estabilidad de los gobiernos bajo la dirección del PCUS.
1.4 La Guerra Fría
Al término de la Segunda Guerra Mundial, la amenaza de
una nueva guerra internacional provenía de los dos imperios que habían
salido triunfadores, el Imperio Soviético y el de EEUU. Pero si bien el
riesgo de guerra existía, ninguno de los dos contendientes tenía interés
en la confrontación directa, rehuyendo el planteamiento militar de
guerra decisiva aunque se mantuviera una guerra de posiciones
con el desarrollo del armamento nuclear que daría lugar a la denominada
guerra fría.
La geoestrategia de la confrontación entre estos imperios
se desarrollo como una guerra de movimientos tomando, para ello,
el escenario donde se desarrollaban las guerras por la independencia
colonial.
Los casos más cruentos de esta confrontación con
intervención directa de EEUU tuvieron lugar en la
guerra de Corea
(1953-1955), que propició la división del país en el paralelo 38, y en
Vietnam, en el que EEUU
tomo el relevo al imperio francés para combatir la independencia de
Vietnam liderada por el Vietcong, confrontación de la que salió
derrotado, pero causando la muerte de más de dos millones de vietnamitas
y dejando un país devastado por las bombas. Estas guerras pusieron de
manifiesto que el aumento de la fortaleza política de los pueblos en su
soberanía nacional debilitaba al imperialismo en sus formas de
dominación, y además creaba en amplios sectores de la sociedad de la
nación rectora un profundo rechazo en contra de las formas de dominación
imperialistas, como pasó en EEUU con la guerra de Vietnam.
En el caso del imperio soviético, tras la Segunda Guerra
Mundial, el primer país de los denominados de “Socialismo
Real” desconexionados del Sistema Capitalista Mundial que se
opusieron al imperialismo soviético, fue China. La Unión Soviética
pretendía
tratar a China como uno
más de sus satélites, al estilo de los países de Europa Oriental, lo que
chocaba con los dirigentes de la República Popular que deseaban un trato
en condiciones de igualdad. Mao Zedong refiriéndose a este conflicto
acuño la frase: <<no se puede echar al león por la puerta (refiriéndose
al imperio japonés) y dejar que el tigre entre por ventana (refiriéndose
al imperio soviético)>> al que catalogó, por su diferente
naturaleza del imperialismo capitalista,
de social-imperialismo. La dominación soviética tendría también su
contestación en la revueltas de los países del Este europeo como Hungría
1956 y Checoslovaquia 1968, pero principalmente en Afganistán donde fue
derrotado militarmente en la década de los ochenta del siglo XX.
Con el hundimiento del imperio soviético debido a: 1- la
oposición de China (que propiciaría la aproximación de
China a Occidente y su
ingreso en el Consejo de Seguridad de la ONU); 2- la rebelión pacífica
en contra de Rusia de los países del este de Europa, y 3- por la
degradación y la corrupción de su sistema burocrático; el imperio
soviético entró en un proceso de descomposición y terminó disolviéndose.
La caída del muro de Berlín en 1989 y los rápidos acontecimientos que
propiciaron las revueltas populares para acabar con los gobiernos
títeres en los países del este de Europa marcaron el final de la URSS.
El
Pacto de Varsovia
instrumento militar con el que ejercía su dominio, se disolvió. Rusia
perdió su naturaleza imperialista, y la
guerra fría y las guerras de confrontación interimperialista en las
naciones del Tercer Mundo perdieron por lo tanto también su razón de
ser.
Por otra parte, tras la crisis económica mundial
de 1973, los cambios
históricos que habían supuesto en el terreno político económico la
desaparición del dominio colonial (casi culminado en el último tercio
del siglo XX), y que habían convertido en anacrónico el recurso de las
potencias occidentales a la confrontación por áreas de influencia,
contribuyeron a que no se pudieran generar tendencias proteccionistas en
el Centro del sistema económico mundial, propiciando esta nueva realidad
geoeconómica la apertura de los mercados mundiales, lo que llevaría el
inicio de una era de interconexión y globalización económica. La crisis
económica de 1973 marco, pues, el final histórico del recurso al
proteccionismo económico como método de desarrollo económico y que había
durado cien años desde la crisis de 1873.
2. LA GUERRA Y LA PAZ
MUNDIALES EN EL SIGLO XXI
2.1 Los límites de la guerra y la paz
Al finalizar el siglo XX solamente EEUU mantendría su
naturaleza imperialista mundial, y sin
oponente militar, por defunción de la URSS, podía proclamar que
históricamente la batalla interimperialista estaba ganada, y los
estrategas más audaces del Pentágono consideraron que la soberanía
política de los pueblos emancipados de los viejos imperios coloniales,
sin el amparo de otro imperio oponente no representaban una fuerza
política y militar suficiente para evitar la proyección de su dominio
imperial con mayor intensidad a todos las naciones del planeta y, por
ello, creyeron que era el momento de lanzarse a regir los destinos del
Mundo, desde la nación que se había constituido en el Centro del sistema
político y económico mundial: Estados Unidos.
Con el comienzo del siglo XXI entró en el gobierno de
EEUU el partido republicano con
George W. Bush como
presidente. Los estrategas de la Casa Blanca aspiraban a instaurar el
nuevo orden mundial basado en el liderazgo inequívoco de EEUU ante el
desorden en el que había quedado el mundo al finalizar la Guerra Fría.
Tras el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York el
11S del 2001, todo se
desarrolló como si de un guión escrito se tratara. El gobierno de
Estados Unidos diseñó un Plan mundial por el que se magnificaba la
amenaza terrorista, con ello, se tenía el pretexto para recortar
libertades y formular la política del ataque preventivo, “atacar para
evitar se atacado”. El primer objetivo fue Afganistán bastión del
fundamentalismo islámico. Se derrocó al gobierno de los talibanes, al
mundo le pareció bien y el nuevo gobierno de ese país tuvo la bendición
de la ONU. Eso animó a los estrategas de EEUU a seguir adelante en su
política de instaurar un mundo unipolar bajo la égida de Estados Unidos,
para ello, existían dos organizaciones de relevancia mundial que debían
ser relegadas, la más importante: la ONU, surgida tras la Segunda Guerra
Mundial como equilibrio de potencias que ya no existían y la segunda en
importancia: la
OPEP, cártel petrolero
que EEUU no controlaba y, por lo tanto, no podía decidir sobre los
volúmenes de extracción y como consecuencia sobre el precio del crudo.
La invasión de Irak montada sobre la mentira de que el régimen iraquí
tenía armas de destrucción masiva para su uso contra EEUU o sus aliados,
servía al propósito de la guerra preventiva, así como para crear una
alianza de países que funcionarían dejando de lado a la ONU y bajo la
dirección de Estados Unidos. El éxito de esa guerra garantizaba el éxito
de esa nueva alianza de naciones, y también, la ruptura del monopolio de
la OPEP, pues la nueva alianza tendría a su disposición una parte
importante de las reservas mundiales de petróleo.
La invasión fue todo un éxito, mas cuando parecía
inevitable que este plan funcionara, comenzó poco a poco a desmoronarse.
Francia y Alemania, encasilladas por la administración de EEUU como
países de la vieja Europa que pertenecían ya a un orden mundial pasado,
se resistieron a aceptar de buen grado la nueva política de hechos
consumados de EEUU, la mayoría de los países musulmanes también veían
con recelo que Occidente incrementase su poder en la zona, pero por
encima de estas objeciones a la invasión, lo que hizo inviable la misma,
fue la constatación como una verdad histórica inconmovible: “que la
época histórica de los Imperios coloniales con presencia militar y
administración del invasor en territorio ocupado había pasado”. Las
guerras de independencia contra los últimos imperios coloniales francés
y británico estaban aun calientes en la memoria de quienes habían
luchado contra ellos. No importaba que esta vez la ideología que
encabezaba la resistencia no estuviera inspirada en principios laicos,
sino religiosos, el resultado era el mismo, una fiera resistencia al
invasor. Como en Vietnam el guión parecía también escrito, la ocupación
se ganaba pero la guerra se perdía. Los países que apoyaron a EEUU en la
invasión fueron abandonando poco a poco la coalición. La revelación al
mundo de la mentira de las armas de destrucción masiva y los crueles
métodos del invasor utilizados contra la resistencia desacreditaron
mundialmente a EEUU. Los estrategas de EEUU y sus aliados se dieron
cuenta tarde de que habían subestimado las lecciones de su propia
experiencia histórica y la de otras potencias coloniales donde se
demostraba que la fortaleza de las naciones descansa en última instancia
en la conciencia nacional de las personas que las habitan, y por ello,
la descolonización no era reversible históricamente y tampoco era
posible que sus propias sociedades aceptaran con indiferencia el horror
de la tortura y de los campos de concentración como el de Guantánamo.
Este intento y fracaso de EEUU de cambiar el estatus
mundial por la fuerza de las armas, revelaba también que el poder
militar no era suficiente para transgredir la asunción colectiva de las
“soberanías nacionales” como marco de decisión política de las
sociedades respectivas, y ante las cuales, las ambiciones imperialistas
sucumbían. El imperialismo como método de expansión militar en los
principios del siglo XXI, tras la guerra de Irak, había muerto, pero no
solo había muerto el imperialismo militar de EEUU sino todos los
imperialismos, porque cualquier experiencia similar estaba de antemano
condenada ya a su derrota. Y También quedaba obsoleto el concepto de
guerra ofensiva como método expansionista, porque el triunfo militar
relámpago de la ocupación ya no garantizaba, a la postre, el éxito de la
contienda y además, producía la pérdida de la influencia política del
agresor.
No obstante, los cambios históricos no suelen ser
percibidos a veces por las sociedades y dirigentes políticos y en
Estados Unidos, seguían existiendo fuerzas políticas y económicas que
continuaban apostando por hacer valer su hegemonía militar al resto del
mundo, pero también existían fuerzas que habían comprendido que ese
camino solamente traería un gran sufrimiento de varias y prolongadas
guerras a la vez, en distintas partes del mundo, para las que su
sociedad ni su economía estaba preparada. A la postre, esa estrategia
militar aceleraría su declive como potencia y por ello, estos sectores
políticos de EEUU apostaban por iniciar una etapa en la que el país
debiera tratar de consolidar su supremacía mundial a través del
desarrollo de un poder blando basado más en el respeto y el diálogo con
las naciones. Estas dos opciones se enfrentaron en las elecciones
presidenciales de EEUU en el 2008, y la ciudadanía apostó por un
presidente que basaba su discurso en una política de diálogo y
entendimiento con el resto de los países del mundo, pero EEUU es una
nación que debe su prosperidad en gran medida al sometimiento de otras
naciones a sus intereses y, por ello, su acomodación a los nuevos
tiempos solo puede ser fruto del empuje de otras naciones en el
escenario internacional, cuestión que llevará su tiempo.
2.2 La paz radica en la fortaleza política de la
soberanía de los pueblos
Pero no se puede olvidar que el cambio de estrategia de
la administración de EEUU no vino motivada por la transformación de su
naturaleza imperialista sino porque el
desarrollo histórico de la fortaleza política de los naciones del mundo
en la defensa de su soberanía imposibilitaban perpetuar una estrategia
agresiva como fue la de las dos legislaturas del presidente George W.
Bush.
Los países que representaron a los antiguos imperios
coloniales como el británico y francés a pesar de formar parte de la
OTAN, mantienen
escasamente ya su naturaleza imperialista
y, en el caso de otros países, como Alemania Japón y Rusia, como
consecuencia de las amargas experiencias vividas en las derrotas
sufridas como imperios durante el siglo XX, han perdido su
naturaleza imperialista.
La persistencia de la naturaleza imperialista se sitúa exclusivamente en EEUU,
constituyendo en el siglo XXI el mayor riesgo para la paz internacional.
Su nueva política de entendimiento con otros países no es sincera sino
forzada por las circunstancias y, por ello, se produce el acoso en todo
el mundo y particularmente en América Latina, a países pequeños que
puedan liderar movimientos políticos, sociales o económicos contrarios a
sus intereses.
La debilidad del imperialismo de EEUU y de sus
pretensiones agresoras o coercitivas sobre otros países radica en la
fortaleza antiimperialista del resto de países del mundo y, a la
inversa, la fortaleza del imperio americano radica en la debilidad
antiimperialista de los pueblos del mundo. La paz es producto, pues, de
la fortaleza política de la soberanía de las naciones del mundo y las
posibilidades sufrir guerras de agresión o preventivas, de su debilidad
política como pueblos soberanos.
2.3 El camino de la paz imperecedera
La estrategia militar imperialista, aunque no se ponga en
funcionamiento, radica en la disposición militar que se tiene de las
fuerzas de combate y la de apoyo, estas se fundamentan en tres elementos
básicos:
1. El despliegue de fuerzas militares en numerosos países
del mundo asentadas en bases de apoyo. Actualmente EEUU es el único país
del mundo que tiene esa distribución estratégica de sus fuerzas
militares.
2. El desarrollo de una inteligencia militar distribuida
por todos los países del mundo en función de asegurar la sostenibilidad
de las bases militares en los diferentes países que están instaladas,
interfiriendo si es preciso en la política interna de una país si la
instalación de las bases corren peligro de desmantelamiento por decisión
soberana del país respectivo.
3. La invención o magnificación de enemigos mundiales que
permitan propiciar guerras o confrontaciones de guerra fría locales para
mantener operativo el sistema económico militar y de inteligencia.
Si se quiere avanzar hacia un orden internacional mundial
donde las guerras no puedan prosperar, el camino pasa inevitablemente
porque EEUU pierda su naturaleza
imperialista, y para conseguir tal objetivo las naciones del mundo
amantes de la paz deberían colaborar entre ellas en los siguientes
pasos:
1. Ningún país deberá disponer de fuerzas militares o
bases de apoyo en otro país sino es por acuerdo de la Asamblea General
de las Naciones Unidas.
2. Simultáneamente se debiera negociar la eliminación de
las armas ofensivas de medio y largo alcance en todos los países del
mundo. Si bien EEUU las tiene por su naturaleza
imperialista, otros países en prevención de ser agredidos las tienen
como estrategia defensiva ofensiva, pero su eliminación debiera ser
gradual y simultánea en todos los países. Con esta medida el armamento
nuclear dejaría de tener sentido.
Si se avanzará en ese nuevo orden militar mundial,
necesariamente todas las fuerzas armadas de todos los países se
situarían en una estrategia militar defensiva. Las posibilidades de
guerra ofensiva y preventiva desaparecerían.
Llegado a ese estadio la confianza entre naciones
aumentaría y las posibilidades de una paz mundial imperecedera también,
de tal manera, que sería posible dar un nuevo protagonismo a las
Naciones Unidas en la gestión de las fuerzas armadas en el mundo, para
asegurar la paz ante posibles conflictos locales.
Si bien, el imperialismo, debido a la fortaleza política
alcanzada por las naciones no imperialistas, han muerto históricamente,
y la globalización económica hace inviable el recurso al proteccionismo
y al desarrollo económico basado en la confrontación por áreas de
influencia, la disposición militar y geoestratégica para una agresión
militar mundial se mantiene principalmente por parte de EEUU y la
posibilidad de utilizar esa fuerza en función de la necesidad de
apropiarse de recursos energéticos estratégicos también; por ello, para
alumbrar una nueva civilización donde la Paz mundial se asegure por
siempre, es necesario acabar, en primera instancia con los mecanismos
que pueden propiciar la guerra ofensiva, y en un segundo estadio todas
las guerras.
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Javier Colomo Ugarte
Doctor en Geografía e Historia