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Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

Artículos


19/06/2015

NOTICIA. El 18/06/2015, El Papa Francisco proclamó la Carta Encíclica, Laudato Si’, sobre: El Cuidado de la Casa Común”

 

La  recuperación de la universalidad en la Iglesia Católica

La Encíclica consta de seis capítulos, divididos en 36 apartados. En el capítulo primero bajo el enunciado, “Lo que está pasando a nuestra Casa”, trata sobre el impacto medioambiental y humano que actualmente padece la Tierra y la humanidad, expuesto en siete apartados: I. Contaminación y cambio climático; II. La cuestión del agua; III. Pérdida de biodiversidad; IV. Deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social; V. Inequidad planetaria; VI. La debilidad de las reacciones, y VII. La Diversidad de opiniones.

El capítulo segundo, “El evangelio de la Creación”, sitúa los problemas denunciados en el capítulo primero, en  la doctrina del Evangelio, en siete enunciados: I. La luz que ofrece la fe; II. La sabiduría de los relatos bíblicos; III El misterio del universo, IV. El mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado; V. Una comunión universal; VI. Destino común de los bienes, y VII. La mirada de Jesús.

El capítulo tercero, “Raíz humana de la crisis ecológica”, relaciona el impacto medioambiental global y la pobreza con el sistema vigente económico mundial desglosado en tres apartados: I. La tecnología: creatividad y poder; II. Globalización del paradigma tecnocrático, y III. Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno.

El capítulo cuarto, “Una ecología integral”, ofrece orientaciones sobre: I. Ecología ambiental, económica y social; II. Ecología cultural; III.  Ecología de la vida cotidiana; IV. El principio del bien común, y V. Justicia entre las generaciones.

El capítulo quinto, “Algunas líneas de orientación y acción”, está orientado al diálogo entre todos los agentes confesionales, políticos y económicos globales, estructurado en cinco partes: I. Diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional; II. Diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales; III. Diálogo y transparencia en los procesos decisionales; IV. Política y economía en diálogo para la plenitud humana, y V. Las religiones en el diálogo con las ciencias.

Por último, el capítulo sexto, “Educación y espiritualidad ecológica” realiza un llamamiento para un cambio civilizatorio global, orientado a los católicos, resumido en nueve partes: I. Apostar por otro estilo de vida; II. Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente; III. Conversión ecológica; IV. Gozo y paz; V. Amor civil y político; VII. La Trinidad y la relación entre las criaturas; VIII. Reina de todo lo creado, (Virgen María) y IX. Más allá del sol (infinita belleza de Dios)

(Enlace al texto íntegro de la encíclica: Laudato Si’).

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La Iglesia Católica con esta encíclica elaborada y proclamada por el Papa Francisco se sitúa dentro del pensamiento universal en el diagnóstico y orientaciones para abordar el necesario cambio ideológico, político y económico global para lograr en la Tierra la unión de los seres humanos en armonía con la Naturaleza.

El Papa Francisco, tal y como lo manifiesta en el punto diez de la introducción de la encíclica, se inspira en Francisco de Asís, de quien tomó su nombre, para expresar su pensamiento de unión entre los seres humanos y la naturaleza como un conjunto inseparable:

10. “No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad”. “En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”.

El pensamiento expresado por Mario Bergoglio es una profunda reflexión que precede incluso a su papado. Elaborado de manera coordinada con la Academia Pontificia de las Ciencias, aspira a convertir a la Iglesia Católica de espectador de los problemas que afligen al género humano a constituirse en ente activo en la demanda de las transformaciones que precisa la humanidad para redimir a los pobres del mundo aquí en la Tierra y salvar la vida en el planeta Tierra.

A lo largo de los siglos la Iglesia Católica ha concebido la Catedral como la “casa” en la que los feligreses se reunían con Dios, y las discusiones sobre como debía ser esa “casa” llegaron a propiciar un cambio entre el estilo románico y el gótico, en el que la altura y la luminosidad arquitectónica del gótico pretendieron acabar con la oscuridad y recogimiento del románico, porque de lo que se trataba era de cambiar la percepción del Dios del temor y la oscuridad por la del Dios del amor y de la luminosidad. Ahora Francisco en su encíclica conceptualmente abandona la catedral circunscrita a los muros, para proclamar que la catedral es el mundo entero, sus altas bóvedas no son sino el aire que respiramos y sus paredes la naturaleza que nos rodea. Y en esa “casa” habitan todos los seres humanos, y no es comprensible que los flagelos que azotan a la humanidad de pobreza, hambre, xenofobia, discriminación…, puedan dejar indiferentes a sus moradores. La destrucción de la naturaleza, no es sino la destrucción de la obra  de Dios, y la injusticia social es atentar contra el mandato divino de procurar la fraternidad entre todos los seres humanos.

El signo distintivo de la Iglesia católica es la universalidad, (del griego καθολικός, katholikós, “universal”) y a lo largo de la historia esa universalidad la ha ido entendiendo de manera cambiante. La universalidad originaria de los primeros movimientos comunitarios cristianos sería institucionalizada como poder político en el imperio romano por el emperador Teodosio en el año 380 mediante el Edicto de Tesalónica. Desde entonces y hasta las revoluciones liberales en el siglo XIX el poder eclesial y político estuvieron unidos en las naciones europeas. La universalidad pasó a ser un juego de poder entre imperios, donde la expansión por la fuerza fue utilizada en detrimento de la palabra. Esa reminiscencia entre poder político y religión continuaría, en el caso de España bajo la dictadura franquista en el “nacional catolicismo” (1939-1975) y en el caso de algunas naciones en América Latina contemporizando con sangrientas dictaduras como en Argentina y Chile en las que los dictadores eran sacralizados, mientras que otros en la oposición serían perseguidos, llegando como en el caso del arzobispo Oscar Romero en 1980 en El Salvador al martirio por defender la causa de los más desfavorecidos.

Dos Iglesias la del poder y la de los perseguidos han venido conviviendo. La primera sigue arraigada entre los poderosos del dinero que siguen entendiendo el catolicismo como una ideología para perpetuar su poder, por otro lado, una Iglesia que se reivindica en su universalidad a favor de los desprotegidos.

La Iglesia Católica alejada del poder político es más libre para proyectarse en el mensaje universal genuino cristiano, pero ello, difícilmente es digerible por los poderosos que prefieren una Iglesia apegada a lo individual, en la que el paternalismo es el sustituto de la fraternidad.

El cristianismo en Europa se proyectó políticamente con las Democracias Cristianas. Ahora, la encíclica del Papa Francisco necesariamente debería remover los fundamentos de esas organizaciones políticas, pero es muy probable que para sus dirigentes solo sea una voz más en el desierto. La encíclica tendrá que hacerse carne, de nuevo, entre quienes sufren las consecuencias de un sistema económico mundial injusto regido por los postulados de la ley del beneficio de unos pocos, y por la externalización de costes en forma de gases de efecto invernadero y de residuos que atentan contra el medio ambiente.

La encíclica del Papa Francisco, pone fin a la concepción oscurantista y resignada de la Iglesia Católica que proclamaba que la Tierra era un “Valle de Lágrimas” donde en base a leyes divinas le había sido negado al ser humano su capacidad de transformar la realidad social. Ahora ha llegado el tiempo, porque puede serlo, de que el ser humano transforme el valle de lágrimas en una Tierra de gozo.

 

La encíclica abre una puerta inconmensurable a favor del diálogo entre diferentes formas de humanismo sea laico o religioso porque en los fundamentos de su universalidad existen los puntos de encuentro de quienes desde diferentes convicciones creen y trabajan por una nueva civilización mundial en la que el objetivo de la fraternidad entre todos los seres humanos en armonía con el medio ambiente se haga realidad.

 

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