La segunda descolonización de
América Latina y la formación de la patria grande
El régimen de acumulación primaria del capitalismo, tal y como detenidamente
analizó Karl Marx en su obra El Capital, se desarrolló por las fuerza de la
armas de las potencias europeas durante los siglos XVI, XVII y XVIII, sometiendo
en régimen colonial amplias regiones de América, África y Asia. La economía
capitalista mundial pudo implantarse gracias a la conquista basada en la
organización militar occidental que podía vencer con muy pocos efectivos la
resistencia de las castas dominantes de estos territorios y someter con
posterioridad a toda la población indígena. Una vez culminada la conquista
militar se procedió al expolio económico basado principalmente en la extracción
de oro y plata y el tráfico de mercancías exóticas y de esclavos.
En esta fase originaria de acumulación capitalista, las colonias constituidas
por la parte del mundo entonces sometida a las potencias europeas, tuvo en la
América Hispánica, el Caribe, la India, y áreas de la costa, africana, asiática
y de Oceanía, una transformación importante, al acabar en amplios territorios
con las economías tradicionales, sustituyéndolas por plantaciones orientadas al
consumo de las metrópolis y, en el caso de América Latina, por la masiva
explotación minera para la obtención de metales preciosos empleando para ello
decenas de miles de esclavos, o en régimen de semiesclavitud como la mita;
régimen de trabajos forzados que entre el final de siglo XVI y los comienzos del
siglo XVII en Perú podía ocupar hasta un séptimo de la población y en las minas
de Potosí entre 13.000 y 17.000 mitayos debían trabajar 280 días al año.
Este imperialismo europeo, tuvo su primer revés en las Américas, comenzó en el
Norte con la independencia de las trece colonias de Gran Bretaña a finales del
siglo XVIII, a la que en los inicios del siglo XIX se sumaria América Latina
frente al imperio español. Con posterioridad, durante la primera mitad del siglo
XX, tras dos cruentas guerras mundiales el resto de las colonias del mundo
también se emanciparían, conformando para finales del siglo XX el actual mosaico
de Naciones del Tercer Mundo.
En el caso de América Latina, con la Independencia política se consiguió
expulsar por la puerta grande al león depredador colonial español, pero mientras
eso se hacia, por la puerta de atrás penetró el siniestro tigre del Norte: EEUU,
dando lugar a una segunda colonización en todo el continente latinoamericano.
Bajo la bandera de proteger América de las potencias europeas EEUU instauró una
tutela sobre el continente latinoamericano apoyada en gobiernos oligárquicos
sometidos a sus dictados, y cuando eso no era suficiente para mantener su
dominio, lo hacia con la intervención directa de su ejército.
Si hasta su independencia política América Latina, fue expoliada para propiciar
la acumulación primaria del capitalismo de las potencias europeas, la segunda
colonización por parte de su vecino del Norte, contribuyó a la acumulación
primaria del capitalismo de EEUU durante los siglos XIX y XX. La hegemonía de
EEUU sobre Latinoamérica la sumió en décadas de soledad política frente al resto
del mundo en el que su voz apenas si tenía relevancia.
La colonización de EEUU del continente latinoamericano de la mano de gobiernos
oligárquicos y dictaduras sangrientas no estuvo exenta de gran resistencia y
luchas heroicas, ahogadas todas ellas en una sistemática represión. Los sectores
sociales más comprometidos con los pueblos latinoamericanos comenzaron a
comprender que el poder militar de las oligarquías con el apoyo de EEUU, era el
escollo principal para conseguir la prosperidad de sus naciones. Y un nuevo
grito comenzó a recorrer América Latina: el poder al servicio del pueblo nace de
la punta del fusil. Miles de revolucionarios engrosaron la resistencia
guerrillera en casi todas las naciones del continente.
En los años sesenta del siglo XX EEUU desato una cruenta guerra en Vietnam, y
ello traería una crisis económica mundial que tendría un perverso efecto
colateral retardado en América Latina. Esta guerra fue incrementando
notablemente la deuda de EEUU, lo que acentuó el incrementó progresivo del
déficit general de su balanza de pagos. EEUU para hacer frente a los pagos
adoptó medidas de carácter inflacionista como fue el incremento de la masa
monetaria que a la postre llevó a la devaluación del dólar, pero éste no podía
devaluarse sin afectar al conjunto del sistema monetario internacional, por
cuanto era la unidad de referencia para establecer paridades y era la principal
moneda de reserva internacional, por lo que la devaluación tuvo el efecto
inmediato de empobrecer a todos los países con reservas de dólares y los países
productores de petróleo, para mantener su poder adquisitivo recurrieron al
aumento de los precios del crudo.
La fuerte inflación llevó a la aplicación de la cláusula de variabilidad de los
tipos de interés a los países del Tercer Mundo que se habían endeudado
particularmente en América Latina con el fin de articular su desarrollo
económico. Los préstamos concedidos a los diferentes países pasaron de tasas de
interés bajas a tasas de interés altas, se pasó del 0,57% en 1979 al 7% en 1982.
Así la medida de subir los tipos de interés para compensar la inflación,
generaría una crisis estructural permanente en los países latinoamericanos,
afectando duramente a las empresas y Estados deudores. En poco años lo que era
una deuda posible de asumir se convirtió en un duro lastre al incrementarse el
servicio de la deuda. Tal situación condujo a los países en vías de desarrollo,
particularmente en América Latina, por ser el área más endeudada relativamente
respecto de su PIB, hacia la catástrofe, hacia lo que se ha bautizado para los
años ochenta del siglo XX como la década perdida.
El pago del servicio de la deuda representó un importante flujo de capitales
desde los países en vías de desarrollo hacia los desarrollados a través de los
canales de la Banca internacional privada. Tal trasvase de capitales dio lugar a
una profundización de la crisis en los países pobres y a suavizar la crisis de
los países ricos. De esta manera, los países de América Latina con esta
transferencia de capitales pasarían a pagar, años más tarde, la deuda contraída
por EEUU en la guerra de Vietnam, falsamente pagada con la inflación y realmente
amortizada con los intereses de la deuda latinoamericana.
Entre 1975 y 1982 la deuda a largo plazo de América Latina casi se cuadriplicó,
de 42.500 millones a 176.400 millones de dólares. Agregando los préstamos a
corto plazo y los créditos del FMI, en 1982 el total de la deuda era de 333.000
millones de dólares. Economía Mundial J. Martínez Peinado- J.M. Vidal Villa
(1995).
Para asegurar que los Estados pagaran la deuda se implementaron duras medidas
neoliberales que sumieron a amplias capas de la población en toda América Latina
en la pobreza, pero como tales medidas eran imposibles de aplicar bajo formas
democráticas debido a la fuerte oposición popular, ente los años setenta y
ochenta del siglo XX una ola de sanguinarias dictaduras, bajo la odiosa tutela
de EEUU, asolaron el continente para asegurar la prioridad del pago de la deuda
por encima de los intereses de la mayoría de la población.
Tras esta amarga experiencia, los pueblos de Latinoamérica comenzaron a
despertar de su soledad centenaria, las conciencias que despertaban ya no eran
solo las de los sectores sociales más comprometidos con la causa revolucionaria.
A finales del siglo XX y principios del XXI millones de personas demandaban en
toda América Latina la urgencia de una segunda descolonización efectiva de su
patrón del Norte, y el continente comenzó a plagarse de gobiernos de izquierda
que reclamaban la dignidad, el desarrollo económico y el bienestar para sus
pueblos y naciones.
Ante una demanda social de cambio tan masiva el discurso revolucionario de la
lucha armada fue relegado como un periodo superado en favor del discurso del
poder democrático, acabando las dictaduras patrocinadas por el patrón del Norte
ahogadas en las movilización pacífica popular. Los poderes fácticos represivos
de las oligarquías vendidas a los intereses de EEUU se situaron a la defensiva
y, aunque todavía en los principios del siglo XXI no han cejado en su empeño
golpista, estas clases están cada vez más sometidas a la vigilancia
revolucionaria de las inmensas mayorías sociales de los pueblos
latinoamericanos.
Al finalizar la primera década del siglo XXI, el grito en favor de la segunda
descolonización en toda América Latina es imparable, pero el despertar de
doscientos años de sometimiento a EEUU precisa de una reacción unitaria e
incardinada en el corazón de la mayoría latinoamericana. Tres son los ejes que
despuntan de lo que debiera ser la arquitectura de esta segunda descolonización:
1. La dignificación del pensamiento, personas y actos de los líderes de la
independencia política latinoamericana y la de los revolucionarios que lucharon
durante doscientos años por la emancipación de la pobreza y contra las
sangrientas dictaduras neoliberales y el imperialismo.
2. La apuesta por un proyecto político integrador latinoamericano como base para
alcanzar plenamente la emancipación del imperialismo de EEUU. Un proyecto
político, que debiera comenzar por alcanzar una sola voz latinoamericana ante el
resto del mundo en los problemas que afectan al continente latinoamericano y en
los problemas más importantes que tiene la humanidad, en cuanto a la guerra y la
paz, el cambio climático y el desarrollo económico mundial. Una voz que por el
significado histórico que tiene la unidad latinoamericana como expresión de
cientos de años de lucha antiimperialista por recuperar su dignidad y su
porvenir debiera estar en contra de todo tipo de hegemonía mundial y por el
respeto entre naciones basado en los principios de la coexistencia pacífica.
3. La apuesta por un proyecto económico integrador en la orientación estratégica
de hacer de Latinoamérica una potencia económica con características propias,
que por la lacra y el atraso que ha supuesto el neoliberalismo para el
continente, debe apostar por un modelo socioeconómico fundamentado en los
intereses de las mayorías nacionales y contrario a los intereses oligárquicos.
En esa demanda de integración latinoamericana el liderazgo no va a depender
solamente de la fortaleza económica de una nación que puede representar Brasil,
sino también por la emergencia del pensamiento de las naciones más comprometidas
con el ideario de la unidad latinoamericana y que sintonizan con las mayorías
sociales del continente que demandan ese impulso político.
La segunda descolonización de América Latina en su conjunto es una empresa
posible, beneficiosa y que puede alumbrar al resto de los países del Tercer
Mundo a encontrar el camino de su bienestar y el de todo el género humano.
Latinoamérica. La formación de la patria grande
La patria grande está por refundarse. José / Pepe / Mújica, presidente de
Uruguay, abril del 2010
La patria grande fue el sueño de los libertadores de los países latinoamericanos
que pretendieron la unión de las naciones latinoamericanas y, ahora en el siglo
XXI es un ideal de integración que arraiga y fructifica en las amplias masas de
ciudadanos latinoamericanos.
Este afán integrador tiene dos componentes fundamentales, el primero el
reconocimiento de Latinoamérica como una gran nación de naciones convergente de
culturas, ansiosa de serlo para sacudirse los doscientos años de soledad
mundial, que la tutela odiosa del vecino del Norte en alianza con las
oligarquías caciquiles locales, sumieron al continente; el segundo, la
superación de la pobreza y la desigualdad fruto del poder absoluto de esas
mismas oligarquías que, en esa larga noche de doscientos años, detentaron los
recursos y los medios de producción en beneficio exclusivo de sus intereses.
Latinoamérica se está poniendo de pie, mejor está ya de pie y, aunque las
fuerzas oscuras del imperio de EEUU y de las oligarquías locales siguen poniendo
palos en la rueda a la integración latinoamericana, el destino ha pasado a
pertenecer al interés de los pueblos, liderados por las fuerzas políticas
progresistas emergentes, que han hecho de las palabras, libertad, soberanía y
justicia sus señas de identidad, palabras odiadas por quienes quisieran seguir
viendo a Latinoamérica subyugada al imperio del Norte y los intereses mezquinos
de oligarquías antipatrióticas.
Con este impulso histórico integrador los gobiernos sudamericanos están
desarrollando múltiples iniciativas de integración regional que abarcan todos
los aspectos de la cultura, la política, la economía y las infraestructuras, a
fin de cuentas, una nación de naciones moderna debe vertebrarse por los lazos
culturales, pero también los comerciales, los institucionales y por las
infraestructuras y, en la actual coyuntura económica, Sudamérica crece
económicamente y reparte su riqueza entre los más necesitados, mientras que
Europa y EEUU, se estancan y descargan la crisis sobre los más débiles.
En lo económico MERCOSUR es lo más avanzado en integración económica y UNSASUR
en integración política, pero la pregunta que cabe hacerse es ¿ha llegado el
momento histórico de diseñar un imaginario de cómo debe ser la Patria Grande?
Porque si bien la voluntad integradora existe con fuerza arrolladora y, en estos
momentos, esa fuerza se traduce en cientos de proyectos integradores ¿no
cobraría una dimensión mayor si existiera un imaginario de cómo deben de ser los
pilares de la Patria Grande sobre los que proyectar toda la arquitectura
integradora?
Y por otra parte, actualmente se vive una coyuntura económica mundial en la que
las grandes potencias de Occidente se encuentran atrapadas en su laberinto
neoliberal, mientas que Sudamérica y China se yerguen emergentes con un
dinamismo económico propio. En esta coyuntura no cabe hacerse también la
pregunta ¿No es éste el mejor momento histórico para dar un impulso a la
emergencia sudamericana que le sitúe en el mundo como una potencia regional y le
permita proyectarse a los países del Sur en el mundo, como un continente
impulsor de los valores de integración mundial, a favor de la paz, la
prosperidad, el respeto entre naciones y el desarrollo armónico con el medio
ambiente?
Tal vez estas preguntas pueden parecer precipitadas, impropias del momento en
que se vive y que no se corresponden con el caminar al paso real de los tiempos,
pero también hay que pensar que tal vez ha llegado el momento de pasar del sueño
de tocar el cielo a la realidad de hacerlo.
No voy a decir, porque seria pretencioso, como debiera ser ese imaginario de la
Patria Grande que debe pensarse por sus propios actores, pero si apuntar dos
reflexiones.
Toda integración para que tenga proyección histórica debe sustentarse en los
ciudadanos, UNASUR es actualmente una institución de jefes de Estado, pero tal
vez habría que pensar en una institución consultiva electa por los ciudadanos de
los países que componen UNASUR.
Toda integración debe tener elementos económicos de planificación, y la base
fundamental para ello son los recursos financieros, luego un Banco del Sur que
sea capaz de financiar grandes obras, y tal vez diseñar una moneda regional,
sería un elemento fundamental.
¿Latinoamérica está en el momento de forjar sus sueños con pasos pequeños? o ha
llegado el momento de hacerlos plenamente realidad. Esa es la cuestión.