La intensificación de la
relaciones UE-China un paso necesario en un mundo de desafíos globales
compartidos
El
20 y 21/11/2013, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, el
presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Barroso, se reunieron en
Beijing, con el presidente Chino Xi Jinping y el primer ministro de China, Li
Keqiang en el marco de la XVI Cumbre China-UE.
La
relación comercial de la UE-China alcanzó los 500 mil millones de euros durante
el año 2012. El bloque europeo es el principal socio comercial de China y es,
después de Estados Unidos, el segundo socio comercial más importante de la UE.
La Unión Europea y China no son solamente socios comerciales, desde hace una
década forman parte de una “asociación estratégica”, que comprende más de 50
foros de diálogo, además de encuentros de alto nivel y una cumbre anual.
Li
Keqiang, en la rueda de prensa posterior a la cumbre con los mandatarios
europeos, Herman Van Rompuy y José Manuel Barroso, manifestó:
"El
plan acordado no tiene precedente por la amplitud de su contenido, que va desde
el espacio aéreo y lucha contra la piratería hasta la urbanización y energía",
Li Keqiang calificó al plan como un "mapa de ruta" para la cooperación
entre China y Europa hasta el año 2020, y mencionó que existen planes para
iniciar conversaciones sobre un protocolo de inversión mutuo, por su parte José
Manuel Barroso calificó el plan para el 2020 de estratégico y detallado,
comprometiéndose a discutir la factibilidad de un tratado de libre comercio, y
planteándose para el año 2020 alcanzar la meta de incrementar el comercio
bilateral a un billón de dólares USA.
Con relación a una serie de conflictos comerciales mantenidos en el presente año
que afectaron a la relación comercial entre la UE y China sobre sanciones
arancelarias para tubos de acero, vinos o paneles para el aprovechamiento de la
energía solar, Li Keqiang fue optimista al manifestar que “cualquier problema
en las relaciones entre China y Europa se puede resolver siempre y cuando
fortalezcamos la comunicación e impulsemos el entendimiento".
José Manuel Barroso refiriéndose a las relaciones integrales entre China y
Europa, manifestó que no solamente están representadas por el comercio, sino
también por la política, la seguridad y la cultura, encontrándose en un momento
decisivo, refiriéndose a la propia reforma del mercado europeo y a la situación
de China después de la reciente sesión plenaria del Partido Comunista de China.
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La
relación de Occidente con China, es una relación de amor, odio, o la que ha
venido en denominarse para China en la política de golpe
y contacto. Por una parte Occidente se ha beneficiado, en los últimos años,
de los productos de exportación baratos de China, y en la presente crisis
económica espera beneficiarse de la reactivación interna de China, pero este
interés es contradictorio, pues, si bien a Occidente le interesa que China se
reactive económicamente para beneficiarse de su crecimiento, también teme las
consecuencias políticas que ello implica de un mayor peso de China en la esfera
internacional. Por ello, esta política de golpe
y contacto, se manifiesta, por una parte, en favorecer el contacto en
las relaciones económicas con China, pero a su vez, en una política de golpe en
las relaciones políticas a través de campañas orquestadas contra China para
intentar desprestigiarla en el ámbito internacional, con el fin de que su
protagonismo económico no se manifieste en un mayor liderazgo político.
Occidente ha venido demostrando su autoproclamada superioridad política y moral convirtiéndose
en juez universal de los derechos humanos y arrogándose el privilegio de su
interpretación universal, pero paradójicamente EEUU, que es quien lidera desde
los medios de comunicación occidentales esta política, no está adscrito a
ninguna instancia jurídica internacional que pueda juzgar a sus políticos o
soldados de los actos criminales cometidos en las guerras de invasión que ha
protagonizado contra otros países, en las que millones de civiles si se incluye
la guerra de Vietnam se vieron afectados. Ningún soldado americano puede ser
juzgado por un tribunal extranjero, esa es la condición que pone EEUU a los
países en los que tiene bases militares, lo que en Japón ha traído en ocasiones
protestas por los abusos cometidos por soldados estadounidenses sobre civiles
japoneses. Una condición de inmunidad que Irak no aceptó, y que llevó a EEUU a
desistir de mantener bases militares en ese país, y que ahora, es la condición
esencial que exige al gobierno afgano para mantener bases militares en ese país
tras su retirada en el año 2014.
En
el caso de la relación de la UE con China, progresivamente la UE ha ido teniendo
más en cuenta la política de contacto que
la de golpe, aunque
sorpresivamente un juez español en vísperas de la reunión UE-China se descolgó
con la decisión de detener a exdirigentes chinos lo que supuso un fuerte golpe para
China muy celosa de su soberanía, que llevó a uno de sus portavoces a afirmar,
que antaño Occidente intento colonizar a China con buques de guerra y ahora lo
quiere hacer escudándose en falsos hechos y leyes injustificadas.
Ningún país tiene legitimidad para emitir leyes para enjuiciar supuestos delitos
de otros fuera de los convenios internacionales establecidos y los suscritos
respectivamente. La orden que emitió España de captura contra exdirigentes
chinos por supuestos delitos cometidos en el Tíbet, así como otras emitidas
basándose en el autorrogado derecho de unas naciones para juzgar delitos de
otras calificados unilateralmente de lesa humanidad en ningún caso pueden
prosperar, pues ninguna instancia policial o judicial internacional tiene
compromiso y obligación legal de ejecutarlas y solo sirven para deteriorar las
relaciones entre países. Corresponde a cada país enjuiciar los delitos según sus propias
leyes y las leyes internacionales suscritas respectivamente. En el caso de
España, la intromisión en los asuntos de otro país resulta bochornoso, pues
decenas de miles de víctimas de la dictadura franquista han quedado sin
reparación, y los jueces españoles ignoran tales hechos y se preocupan por lo
que un grupo de activistas favorables a la independencia del Tibet señalan como
genocidio en esa región por parte de las autoridades Chinas, las cuales niegan
tales hechos y de que existan pruebas al respecto, a la vez que para los
políticos chinos, que hacen del
respeto mutuo su emblema
principal de las relaciones internacionales, resulta incomprensible que España
se entrometa en sus asuntos, sin que China haya realizado ningún acto hostil
contra España o ciudadanos españoles.
Los países que incluyen leyes fuera de los convenios internacionales arrogándose
el derecho unilateral de interpretar y enjuiciar actos de personas de otros
países, sin que éstas hayan violado leyes o intereses de su propio país o de
ciudadanos del mismo, solo sirven a fines propagandísticos y forman parte de la
tradición colonial, en la que los colonialistas justificaban sus intromisiones
basándose en el argumento de “exportar la avanzada civilización occidental”.
Ahora, esa mentalidad bajo otros discursos seudo-humanitarios, en los que una
parte de la izquierda europea participa de forma activa, sirve para justificar
sus intervenciones militares en otros países como lo hizo la socialdemocracia de
algunos países europeos en el caso de Libia, Malí, Afganistán o pretendió en
Siria, y se enmarca en la línea de quienes propician un mundo de confrontación
para afirmar su hegemonía política en lugar de contribuir al entendimiento y
colaboración entre naciones para resolver los graves problemas que se enfrenta
la humanidad como la crisis económica mundial y el cambio climático.
Hay países que tal vez tendrían sus razones para enjuiciar a dirigentes de otros
países porque sus intervenciones militares si han dañado a su población civil,
como podría ser el caso de Vietnam, para enjuiciar a los responsables de EEUU de
los dos millones de victimas que causo la intervención estadounidense, así como
otros países que también la padecieron, como Laos, Afganistán e Irak..; o los
países que en el pasado sufrieron la colonización británica, francesa o española
con decenas de miles de victimas en sus antiguas colonias, pero ni tan siquiera
en esos casos en el mundo actual que aspira a la paz
y el desarrollo se justifica las
intromisiones unilaterales.
El
valor internacional más importante para la paz es el respeto entre naciones.
Las leyes internacionales tienen que acomodarse a los tiempos políticos que se
vive y cada país debe evolucionar legalmente según su propia realidad
histórica, sin
obviar por ello el debate sincero
entre lo que unas y otras naciones consideran correcto.
Si
se compara la tradición europea y la de China, los países europeos acabaron con
el sistema de Antiguo Régimen en los siglos XVIII y XIX, y China estuvo
gobernada feudalmente hasta mediados del siglo XX. China está inmersa en un
proceso en el que los cambios de la mentalidad tradicional milenaria de la
población en el proceso de modernización de la sociedad marcan el ritmo del
proceso de reforma y apertura del
sistema económico y político liderado por el PCCh desde 1979. El gradualismo en
los cambios como método en la transformación de China con una población de 1.300
millones de personas es diferente del que ha tenido Occidente, con una población
menor, que se fraguó con revoluciones nacionales internas en el siglo XIX y dos
guerras mundiales en el siglo XX, una experiencia que daría lugar a que el viejo
sueño europeo de una unión de naciones conviviendo en paz renaciera en la
posguerra e iría tomando forma con el paso del tiempo, a pesar de que desde el
2008 debido a la crisis económica las tendencias políticas nacionales
centrífugas y xenófobas están ganando fuerza frente a las políticas de
integración.
En
China la reciente Tercera Sesión Plenaria del XVIII Comité Central del Partido
Comunista de China (PCCh), trazó un plan completo para la profundización
integral de las reformas, políticas, jurídicas, económicas y medioambientales,
de las que brevemente se pueden destacar las relativas a los cambios jurídicos y
la economía de mercado.
En
el aspecto jurídico se ha dado un paso importante para acabar con los vestigios
feudales de sentenciar a los acusados tomando como base principal su
autoinculpación, cuando la misma ha podido deberse a torturas, para dar el peso
principal a las pruebas, debiendo los jueces omitir en los juicios cualquier
testimonio que se haya obtenido por procedimientos ilegales. También se pondrá
fin a la confinación en campos de trabajo de personas por meras sospechas de la
policía, y se restringirá los delitos que se puede aplicar la pena capital.
Con relación a la economía de mercado China va a experimentar una profunda
transformación. Si bien, en el comunicado final de la sesión del XVIII Comité
Central se señala que China se adherirá al papel dominante de la propiedad
pública, teniendo el papel directriz de la economía estatal, al mismo tiempo que
alienta a mejorar su vitalidad y productividad, el comunicado menciona también
que se construirá un sistema de mercado unido y abierto, con competencia
ordenada, para que el mercado tenga un papel "decisivo" en la asignación de
recursos.
China se encuentra en una fase de desarrollo económico en la que se está
conformando una clase media de amplia base social que está siendo y va a ser la
que va a permitir a China orientar su modelo de crecimiento basado hasta la
crisis del 2008 principalmente en la exportación de productos manufacturados, a
otro modelo de consumo interno. La característica de la demanda individual de
consumo es que, debido a su diversidad, no puede ser planificada ni estatalizada,
como lo son los sectores estratégicos de la producción, infraestructuras,
finanzas y grandes industrias, por lo tanto el desarrollo de un sector
empresarial emprendedor y competitivo para satisfacer la variada demanda de
servicios y consumo es un imperativo económico para el desarrollo de China.
Los cambios en China permiten a los países desarrollados disponer de un mercado
que posibilite cambiar también su modelo de crecimiento, sustentando hasta la
crisis del 2008 en el consumismo interno, hacia otro complementado con la
exportación a los países en desarrollo, del que China es el mayor de ellos.
En
esa dirección, el modelo de crecimiento mundial también va sufrir una profunda
transformación, pues el modelo de crecimiento basado en el consumo de las
sociedades occidentales, predominante hasta la crisis del 2008, tiene que dar
paso a un modelo de integración de las sinergias económicas de los países
desarrollados en conjunción con las de los países en desarrollo.
En
este modelo económico la colaboración y la confianza entre países desarrollados
y en desarrollo son valores que se sobreponen a la imposición política y
económica a la que ha estado acostumbrado Occidente desde la revolución
industrial.
La
humanidad, si
quiere resolver los problemas globales, ha entrado en una fase de destino
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