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historia, economía, política..
Autor
Javier Colomo Ugarte
©
Noviembre 2011
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La conquista de la fraternidad
universal
Rousseau, en oposición a
Hobbes
que
describía en <<Leviatan>> que “el hombre es un lobo para el hombre”,
consideraba en su
<<Discurso
sobre la desigualdad entre los hombres>>
que el ser humano es bueno por naturaleza.
Malinoski constató en los indígenas de las islas Trobiand que no
existía la maldad verificando en la práctica el ideal de Rouseau. Marx
dedujo que ambas interpretaciones son validas, el hombre puede ser tan
perverso y cruel como lo pensaba Hobbes y a su vez podía ser tan bondadoso
y compasivo como lo llegaría a concebir Rousseau. Marx dedujo que “el
hombre es para el hombre, lo que son sus
relaciones de producción” de tal manera que eran lo sistemas
económicos conocidos hasta entonces basados en
el poder del dinero y la codicia lo que había pervertido la naturaleza de
la personas alienándolas en la
superestructura de las ideas del ser que descubrió Malinoski o soñó
Rousseau, haciendo perversos a los ricos, envidiosos a los pobres y
crueles a la mayoría del género humano. Marx consideró que no puede
haber fraternidad entre los seres humanos sino se cambian las relaciones
de producción mundiales.
En pos de ese ideal los postulados de la
Revolución Francesa de 1789 se basaron en los ideales de
Libertad, Igualdad y Fraternidad, y que daría lugar a la primera
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
La libertad
Quien debe asegurar que las personas son libres es el Estado, el hombre
tiene que ser libre para expresarse, reunirse y asociarse social y
políticamente, pero la práctica ha demostrado que las relaciones de
producción competitivas del más fuerte sobre el más débil ensalzadas en el
darwinismo social desatan en el hombre las pasiones mas bajas del ser
humano como la codicia, la sed de ostentación de riquezas, el racismo y la
xenofobia.
El
liberalismo y el
liberalismo económico tienen a gala hacer de la libertad el
mayor logro del ser humano pero ¿Qué es la libertad? ¿Qué unos pocos
detenten la propiedad de los recursos económicos mientras la mayoría de la
población se empobrece? La libertad en abstracto se asemeja a la
competencia de dos corredores uno lisiado y otro no, en esa libertad el
que tiene más recursos tiene más ventaja de ganar la carrera. La libertad
cuando no se sujeta a la supremacía de leyes para que reine la justicia
social se convierte en si misma en la dictadura económica del dinero de
unos pocos para hacer y deshacer a su antojo la economía de toda la
sociedad. La libertad, para que en las relaciones sociales pueda
entenderse como tal, debe ser una libertad justa, de tal manera,
que la libertad de una persona debe terminar donde empiezan los derechos
de otra.
La igualdad
La igualdad entre las personas de una sociedad es la no
discriminación por ninguna razón de la condición humana: raza sexo,
religión etc. Es el derecho de todas las personas a ser iguales ante la
ley, es decir, que todos los delitos deban de ser castigados por igual
independientemente de la condición humana o la posición social. Es la
garantía que tiene que proporcionar el Estado para que todas las personas
tengan los mismos derechos y deberes ante la ley. Sin embargo, ni la
libertad ni la igualdad tal y como están recogidas en las
diferentes constituciones que han conformado las democracias liberales,
han podido evitar la injusticia social de que unos posean grandes fortunas
mientras otros padecen miseria; no han podido evitar, que la libertad de
expresión no dependa solo de lo que una persona pueda opinar sino de los
altavoces mediáticos patrocinados por las grandes fortunas, y no han
podido evitar que la libertad de asociación este en función del dinero
para su promoción.
Así pues, ni la libertad ni la igualdad, con independencia
de ser fundamentos esenciales de la convivencia democrática humana
aseguran la conquista de la Fraternidad.
La Fraternidad
Si bien la libertad y la igualdad pueden y deben ser
reguladas por la ley, la fraternidad entre la mayoría de los seres
humanos es una virtud humana que está por alcanzar, es un sentimiento de
hermandad donde el amor entre los seres humanos es más fuerte que la
ambición de unos a costa de otros; la fraternidad es un bagaje
colectivo al que el género humano aspira desde el origen de las
civilizaciones pero que ha quedado sepultado bajo los sentimientos de
ambición y dominio de los grupos de poder que la propia sociedad,
alienadamente, ha venido y viene aceptando como rectores necesarios de la
colectividad.
La fraternidad se ha pretendido alcanzar mediante el predicamento de la
misma desde distintas religiones, pero la práctica de miles años ha
demostrado que el camino para alcanzar la fraternidad solamente
mediante su predicación ha sido un fracaso, incluso ese mensaje a lo largo
de la historia, en ocasiones, se ha instrumentalizado para promover
guerras o persecuciones de colectivos humanos de diferentes religiones.
Las grandes religiones monoteístas como el Catolicismo y el Islam se
autoproclamaron como las únicas y verdaderas, intentando imponer por la
fuerza sus convicciones a otros colectivos humanos. La
institucionalización de estas religiones, introdujeron la intolerancia de
unas con otras y llevaron a enfrentamientos fraticidas. La historia de las
religiones monoteístas, instrumentalizadas desde los grupos de poder, en
la práctica, ha sido la historia de la lucha contra la fraternidad
universal, pues, la tolerancia entre creencias, negada por estas religiones
en el pasado aunque aceptada en la actualidad excepto por grupos sectarios
extremistas,
es uno de los fundamentos para alcanzar la fraternidad universal.
La esperanza de la humanidad en la conquista de la fraternidad está
en cambiar las relaciones económicas que alienan la esencia compasiva y
solidaria del ser humano, sustituyéndolas por unas relaciones
socioeconómicas que estimulen la colaboración en lugar de la competencia,
la solidaridad en lugar del individualismo, pero estas nuevas relaciones
económicas no pueden surgir en un país aislado, pues el sistema mundial se
basa en la competencia entre naciones y en la actitud de hacer prevalecer
los intereses de unas sobre otras, o también, en la autoproclamada
supremacía de unos pueblos sobre otros o de unas religiones sobre otras, y
puesto que, en un mundo globalizado, ningún país puede aislarse de las
relaciones socioeconómicas mundiales, la conquista de la fraternidad
implica un cambio civilizatorio a escala planetaria en el que debe estar
implicado todo el género humano.
El experimento socialista de la
URSS para establecer unas relaciones de producción no capitalistas,
derivaron en el mismo mal del fanatismo, sectarismo e intolerancia en el
que cayeron las religiones monoteístas en el pasado; el régimen soviético
institucionalizó la represión y la anulación de la libertad de las
personas y sometió a otras naciones. La práctica del socialismo concebido como lo fue en la URSS,
a pesar de proclamar la fraternidad como uno de sus objetivos, resultó ser
un camino contrario a la conquista de la misma.
La conquista de la fraternidad universal
Si bien, como se ha explicado, para alcanzar la fraternidad, la
libertad y la igualdad no son suficientes, sí son condiciones
necesarias e imprescindibles, pues, sin libertad e igualdad
no se puede construir la fraternidad. La conquista de la
fraternidad precisa, por lo tanto, de cinco condiciones básicas:
1º La libertad asegurada
equilibrada y legalmente para todos los ciudadanos
por el Estado
2º La igualdad ante la ley asegurada de forma coercitiva por el
Estado
3º El establecimiento de unas relaciones socioeconómicas de solidaridad,
lo que hace necesario, que el Estado, al igual que es quien asegura la
libertad y la igualdad, sea también el que asegure la
relaciones económicas de equidad a través de detentar los medios de
producción más importantes, principalmente el sector financiero.
4º La instauración en todas las
naciones del mundo de este modelo de sociedad, respetando la evolución
particular de cada una de ellas según sus propias experiencias históricas,
en la consideración que la democracia política y social es un sistema
político perfectible según las
características e historia de cada nación, y que su alumbramiento y
evolución es perceptible y, por lo tanto,
consustancial a la propia sociedad por lo que no puede ser impuesta
foráneamente, sin que exista por otra parte un patrón único para
ejercerla.
5º El establecimiento de unas sinceras relaciones de colaboración entre
las naciones del mundo.
La experiencia histórica ha demostrado que el camino hacia la conquista de
la fraternidad universal no puede ser voluntarista, como predican
algunas religiones, sino que debe fundamentarse en una política
transformadora. Es pues, la experiencia de esta política transformadora de
aciertos y fracasos desde que se proclamaran los principios de Libertad,
Igualdad y Fraternidad en la Revolución Francesa de 1789, el mejor bagaje
científico para transformar la sociedad.
Llegado el siglo XXI, se puede afirmar que la esperanza de la conquista de
la Fraternidad sigue fundamentándose en el cambio socioeconómico de
las relaciones dominantes de producción capitalistas en todo el mundo, por
otras relaciones de producción regidas por Estados democráticos, donde el
capitalismo ocupe una parte menor solamente a efectos de garantizar al
derecho de propiedad de las personas.
Una vez concluida la etapa de
formación de las naciones que configuran el mundo actual, la violencia
como método de las transformaciones políticas y sociales ha dejado de
tener sentido. La violencia, que alumbró las revoluciones liberales y
sociales y la emancipación colonial del dominio de las metrópolis imperiales, ha dejado
de ser la partera de la historia. Los movimientos pacíficos de masas son
los más efectivos para la transformación.
El método científico de transformación social para conquistar la
fraternidad universal ha pasado a fundamentarse en los movimientos
solidarios pacíficos de personas y naciones en pro de ese objetivo.
El fin de la sociedad es: La Felicidad Común
La felicidad como meta social surgió con el
pensamiento de la Ilustración en el siglo XVIII, recogiéndose expresamente
en el texto de la Declaración
de Independencia de EEUU el 4 de julio de 1776.
El artículo primero de
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano votada
por la Convención Nacional francesa el 23 de junio de 1793, definiría la
felicidad como una meta colectiva declarando:
El fin de la sociedad
es La Felicidad Común.
La Felicidad Común es una nueva cultura que
está por realizar, y es radicalmente diferente del concepto de
felicidad individual. La cultura predominante neoliberal tiene como
meta la felicidad individual, de tal manera, que una persona puede
considerarse feliz en medio de personas desgraciadas. Este concepto de la
felicidad se sustenta en el individualismo, y los métodos para alcanzarla
pueden basarse en la explotación y el sufrimiento de otras personas.
La felicidad común es inherente al
sentimiento de fraternidad, que suscita en la persona la angustia de la
infelicidad al ver que otros padecen por distintos motivos y busca en la
solidaridad y en la compasión el estado de felicidad, por ello, es
contraria a la ambición que conlleva infortunio a otras personas. Es la
meta máxima del ser humano como persona y como género, pues supone el
final de las alienaciones que degradan la esencia humana y le apartan del
sentimiento de la fraternidad universal. La
felicidad común solo será posible cuando el sentimiento de
fraternidad predomine en todo el género humano.
Mientras perdure la falta de libertad e igualdad y continúe el predominio
de las relaciones capitalistas de producción sustentadas en el éxito
personal y en el desprecio a los fracasados, el ser humano seguirá
enajenado de las virtudes de la fraternidad. No obstante, a pesar de esa
realidad, existen virtudes como la solidaridad y la compasión
en amplios colectivos humanos que les impulsan a trabajar
desinteresadamente en favor del prójimo.
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La compasión, en un mundo que predomina la insolidaridad, nos hace
más humanos, con-padecer es padecer con el otro, con el que sufre, es
hacer su dolor como propio, sentir su sufrimiento y saber que solo
podremos estar moralmente satisfechos cuando hagamos lo posible por acabar
con el dolor de toda la humanidad.
Es la prevalencia de este sentimiento, conjuntamente con la acción
política transformadora en favor de la conquista de la fraternidad
universal, los rasgos que debieran definir a los que aspiramos a alcanzar
una civilización mundial de prosperidad y fraternidad entre los seres
humanos en armonía con el medio ambiente.
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Javier Colomo Ugarte
Doctor en Geografía e Historia
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